EL
CÁNTICO DE REDENCIÓN
Éxodo 15: 1-21
Enseñanzas
Típicas del Libro del Éxodo
Edward
Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
KJV1769
= King James 1769 Version of the Holy Bible (conocida también como la
"Authorized Version")
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Este
capítulo ocupa un lugar muy importante – tanto señalando la nueva posición a la
que los hijos de Israel eran llevados ahora como siendo la expresión de los
sentimientos – engendrados en ellos, indudablemente, por el Espíritu Santo –
que fue adecuada a ello. Es realmente un cántico de redención; y, a la vez, es
profético en su carácter, abarcando como lo hace, los propósitos de Dios con
respecto a Israel hasta el milenio – cuando "Jehová reinará eternamente y
para siempre." (Éxodo 15:18). Tiene, por tanto, un doble carácter, aplicándolo
primeramente a Israel, y luego también, en la medida en que el paso del Mar
Rojo era de manera preminente típico en su carácter, a la posición del
creyente. Teniendo esto en mente, su interpretación será más fácilmente
comprendida.
"Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a
Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha
echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y
ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo
enalteceré. Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre. Echó en el mar los
carros de Faraón y su ejército; y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el
Mar Rojo. Los abismos los cubrieron; descendieron a las profundidades como
piedra. Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; tu diestra, oh
Jehová, ha quebrantado al enemigo. Y con la grandeza de tu poder has derribado
a los que se levantaron contra ti. Enviaste tu ira; los consumió como a
hojarasca. Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; se juntaron las corrientes
como en un montón; los abismos se cuajaron en medio del mar. El enemigo dijo: Perseguiré,
apresaré, repartiré despojos; Mi alma se saciará de ellos; sacaré mi espada,
los destruirá mi mano. Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; Se hundieron como
plomo en las impetuosas aguas. ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas,
hacedor de prodigios? Extendiste tu diestra; la tierra los tragó. Condujiste en
tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu
santa morada. Lo oirán los pueblos, y temblarán;
se
apoderará dolor de la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom
se turbarán; a los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán
todos los moradores de Canaán. Caiga sobre ellos temblor y espanto; a la
grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; Hasta que haya pasado tu
pueblo, oh Jehová, Hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste. Tú los
introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu
morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh
Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre. Porque Faraón
entró cabalgando con sus carros y su gente de a caballo en el mar, y Jehová
hizo volver las aguas del mar sobre ellos; mas los hijos de Israel pasaron en
seco por en medio del mar." (versículos 1 al 19).
La primera cosa que se ha de comentar acerca de este éxtasis de
gozo, es que no tenemos ningún cántico mencionado en la Escritura, excepto en
relación con la redención. Incluso nunca se dice que los ángeles cantan. Al
nacer nuestro bendito Señor, "apareció con el ángel una multitud de los
ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace."
(Lucas 2: 13, 14 – LBLA). De igual modo en Apocalipsis, Juan dice, "oí la
voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono y de los seres vivientes
y de los ancianos; y era el número de ellos millones de millones, y millares de
millares; los cuales decían a gran voz: ¡Digno es el Cordero que ha sido
inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y
la honra, y la gloria, y la bendición!" (Apocalipsis 5: 11, 12 – VM). Son,
por tanto, solamente los redimidos quienes pueden cantar, y aprendemos de ahí
el carácter verdadero del cántico Cristiano. Dicho cántico debería expresar el
gozo de la salvación, los acentos de alabanza y alegría producidos en el alma
por el conocimiento de la redención. "¿Está alguno alegre?" dice
Santiago, "Cante alabanzas." Es decir, si alguno está desbordante de
gozo verdadero – el gozo que sigue a la redención conocida, gozo en el Señor
como Redentor, este debería ser expresado en alabanzas – alabanzas de loores a
Dios. "Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a
Jehová." (Éxodo 15:1). Fue entonces, cuando conocieron por vez primera lo
que la redención era, que ellos derramaron en cántico la alegría de sus corazones.
Y no debería haber ningún otro, de hecho no existe ningún otro, cántico para el
Cristiano. Pronunciar otro en sus labios es olvidar el verdadero carácter, así
como la única fuente, de su gozo.
El cántico mismo puede ser considerado en dos aspectos – su tema
general, y la verdad que contiene. En cuanto a su tema general, se trata
sencillamente de Jehová mismo, y de lo que Él ha hecho. Pero esto abarca
muchísimo. Es Jehová mismo comprendido y conocido en la redención. "Jehová
es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación." (versículo 2). Porque
Él puede ser conocido solamente en redención. Así, hasta la cruz de Cristo, Él
no fue, no podía haber sido, plenamente revelado. Él fue revelado a los hijos
de Israel en el carácter de la relación a la que ellos eran llevados, pero no
fue hasta que la redención fue consumada – de la cual esto que está registrado
aquí no fue más que un tipo – que Él se dio a conocer plenamente en todos los
atributos de Su carácter. Pero independientemente de la medida de Su
manifestación en cada sucesiva dispensación, Él no podía ser comprendido, incluso
hasta ahora, excepto a través de la redención, típica o de otra manera, y la
relación posterior a la que los
redimidos eran llevados. Los hijos de Israel le conocieron como Jehová;
nosotros, por gracia, Le conocemos como nuestro Dios y Padre, porque Él es el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo; pero, independientemente de la
dispensación, Él mismo, revelado así, es siempre el tema del cántico, ya que es
en Él solo que Su pueblo se regocija en cada edad. No obstante, tal como hemos
comentado, hay otra cosa, y esa cosa es lo que Él ha hecho, y esto es sacado a
la luz plenamente en el cántico de Moisés y los hijos de Israel. Hay,
necesariamente, dos aspectos de esto – la salvación de Su pueblo, y la
destrucción de sus enemigos. Esto se expresó en cada variedad de frase, y con
toda la sublimidad de expresión que concordase con la majestad de Aquel que
había obrado así a favor de ellos. No se trata de lo que ellos habían logrado
hacer, sino de lo que Jehová ha hecho. Lo que celebraron no fue el triunfo de
ellos sino Su triunfo.
¡Quitaron sus ojos de sobre ellos mismos en presencia de una
muestra tan asombrosa de poder redentor! "Cantaré yo a Jehová, porque se
ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete."
(versículo 1). Magnifican así a Jehová, ya que perciben, divinamente
inspirados, que la obra que Él ha llevado a cabo redundaba en Su propia
exaltación y gloria. "Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en
poder;" y otra vez, " ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas,
hacedor de prodigios?" (versículos 6 y 11). Los creyentes de esta
dispensación podrían aprender, ciertamente, de este primer cántico redentor, lo
que debería ser el carácter de su alabanza cuando se reúnen para la adoración
en el poder del Espíritu Santo. Ya que se trata del primer cántico de
redención, contiene los principios de alabanza para todas las generaciones
futuras. Merece, por esta razón, ser considerado en oración por todo creyente.
Nosotros, no obstante, aprendemos su plenitud y variedad cuando
consideramos la verdad que contiene este cántico. Lo primero es que ellos eran
ahora redimidos – siendo la
redención, como se ha destacado, el tema principal de su cántico. "Jehová
es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi
salvación." Y otra vez, "Condujiste en tu misericordia a este
pueblo que redimiste." (versículo 13). Hasta entonces, ellos no habían sido
redimidos, no conocían la salvación. Habían sido protegidos perfectamente del
destructor en Egipto, pero no se podía decir que ellos habían sido salvados
hasta que hubiesen sido sacados de Egipto, y librados de Faraón – del poder de
Satanás. Existe la misma diferencia observable ahora en la experiencia de las
almas. Hay muchos que conocen el perdón de sus pecados por medio de la sangre
de Cristo; pero después, no conociendo ellos mismos la naturaleza de la carne
que está aún en ellos, o el poder de Satanás que acosa y molesta, no sólo
pierden su gozo posterior al perdón, sino que caen algunas veces, a través de
dificultades que les rodean por todos lados, en un estado de desaliento y
alarma. Llevados a tomar conciencia de su absoluta incapacidad para hacer
alguna cosa, o para resistir al enemigo, se les hace clamar, como en Romanos 7,
"¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"
(Romanos 7:24). Es entonces cuando se les enseña que el Señor Jesús no sólo ha
proporcionado limpieza para sus pecados por medio de Su sangre preciosa, sino
que también, a través de Su muerte y resurrección, Él los ha sacado de su
antigua condición, y los ha colocado en un lugar nuevo en Él, al otro lado de
la muerte y el juicio. Sus ojos están abiertos ahora para ver que en Él han
sido librados completamente de todo lo que estaba contra ellos, y, por tanto,
que Satanás ha perdido sus derechos sobre ellos, y, por consiguiente, no tiene
ninguna pretensión sobre ellos. Son, de este modo, hechos libres; su mala naturaleza
ya ha sido juzgada, y el poder de Satanás ha sido vencido, en la muerte de
Cristo, y por eso, liberados, sus corazones están llenos con acción de gracias
y alabanza. El hecho de que muchos no alcanzan esta bendición plena es muy
cierto, pero se trata, no obstante, de la porción de cada creyente. Y jamás
puede existir una seguridad plena de salvación – paz firme y sólida – hasta que
se conozca esta completa liberación. Indudablemente esto debe ser aprendido
individualmente, pero ello depende entera y solamente de lo que Cristo es y ha
hecho; y, por consiguiente, el todo de esta bendición es presentado a los
pecadores en el evangelio de la gracia de Dios. Puede ser que el alma aprenda
el perdón de pecados en primer lugar; pero no es menor el hecho de que se
proporciona una redención plena, y ella es predicada, a todo aquel que recibirá
el mensaje del evangelio. Es de suma importancia que esta verdad sea conocida;
ya que por medio de la ignorancia acerca de ella, existen miles de almas que
son presa de dudas y temores, en lugar de regocijarse en el Señor como el Dios
de su salvación. Las almas que están en un estado semejante tienen poca
libertad al orar, al adorar, o en el servicio; pero una vez que la verdad de
la redención se les
hace evidente, como los hijos de Israel en la escena que está ante nosotros,
son constreñidos a dar libre curso a su gozo recién descubierto en cánticos de
alabanza.
Pero hay más: la posición de ellos es cambiada. "Con tu poder
los has guiado a tu santa morada." (versículo 13 – LBLA). Fueron llevados
a Dios en cuanto la nueva posición que ocuparon. En el desierto, justo, de
hecho, cuando estaban entrando en él – esto marcó su carácter como peregrinos –
fueron llevados, no obstante, a la santa morada de Dios. Esto corresponde con
nuestra posición como creyentes en el Señor Jesús. Él padeció, una vez para
siempre, por los pecados, el Justo por los injustos, a fin de llevarnos a Dios
(1 Pedro 3:18 – VM). Este es nuestro lugar como Sus redimidos. Es decir, somos
llevados a Dios según todo lo que Él es; toda Su naturaleza moral, habiendo
sido completamente satisfecha en la muerte de Cristo, puede reposar ahora en
nosotros en perfecta complacencia. El himno, por tanto, no hace sino expresar
un pensamiento Escritural, que dice:
"Tan cerca, tan cerca de Dios,
Más cerca no puedo estar,
Ya que en la persona de Su Hijo
Estoy tan cerca como Él está."
El lugar, en efecto, se nos concede en gracia, pero, no obstante,
en justicia; de modo que no sólo están involucrados todos los atributos del carácter
de Dios al llevarnos allí, sino que Él mismo es glorificado también por ello.
Se trata de un pensamiento inmenso, y uno que, cuando se sustenta en poder,
imparte a nuestras almas tanto fortaleza como energía – de que aun ahora somos
llevados a Dios. Toda la distancia – medida por la muerte de Cristo en la cruz,
cuando por nosotros fue hecho pecado – ha sido salvada, y nuestra posición de
cercanía está marcada por el lugar que Él ocupa como glorificado a la diestra
de Dios. En el cielo mismo no estaremos más cerca en cuanto a nuestra posición,
porque dicha posición en Cristo. No
se olvidará que nuestro disfrute de esta verdad, de hecho aun nuestra
comprensión de ella, dependerá de nuestra condición práctica. Dios espera un
estado que se corresponda con nuestra posición – es decir, nuestra
responsabilidad es medida por nuestro privilegio. Pero hasta que conozcamos
nuestro lugar, no puede haber una condición que responda a ella. En primer
lugar, debemos aprender que somos llevados a Dios, si caminásemos en alguna
medida de conformidad con la posición. El estado y el andar deben emanar
siempre de una relación conocida. A menos, por tanto, que se nos enseñe la
verdad de nuestra posición delante de Dios, jamás responderemos a ella en
nuestras almas, o en nuestro andar y proceder.
La tercera cosa que se ha de observar es que la posición de ellos
en aquel momento era la promesa del cumplimiento de todo lo demás. "Tú los
introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu
morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh
Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre." (Éxodo
15: 17, 18). El poder que Dios había mostrado en el Mar Rojo era la garantía;
primero, de que Él llevaría a cabo todos Sus propósitos con respecto a Israel;
y, en segundo lugar, que ese poder sería mostrado finalmente en Su reino
eterno. La fe, engendrada a través del conocimiento de la redención, echa mano
de esto – abrazando todo el alcance de los propósitos de Dios, y considerándolos
como ya cumplidos. Es así en la epístola a los Romanos. "Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó." (Romanos
8:30). Si efectivamente los propósitos de Dios pudiesen ser frustrados, Él no
sería Dios. Puede haber enemigos en el camino – y pueden oponerse contra la
ejecución de Su voluntad declarada. Pero la fe dice, "Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31). Israel pudo cantar así,
"Lo oirán los pueblos, y temblarán; se apoderará dolor de la tierra de los
filisteos. Entonces los caudillos de Edom se turbarán; a los valientes de Moab
les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los moradores de Canaán. Caiga
sobre ellos temblor y espanto; a la grandeza de tu brazo enmudezcan como una
piedra; hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, hasta que haya pasado este
pueblo que tú rescataste." (Éxodo 15: 14-16). De la misma manera, el
apóstol clama, "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?" No –
nada, ya que él está "seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles,
ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni
lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,
que es en Cristo Jesús Señor nuestro." (Romanos 8: 35-39). La eficacia de
la sangre asegura la consumación de todos los consejos de Dios, introduce todo
lo que Él es – Su majestad, Su verdad, Su misericordia, Su amor, Su poder
omnipotente – a favor de Su pueblo. Por tanto, no es presunción, sino sencillez
de fe, anticipar la consumación de nuestra redención. No se trata de pasar por
alto el carácter y la fuerza de nuestros enemigos; sino que, midiéndolos por lo
que Dios es, el alma es certificada inmediatamente de que es más que vencedora
por medio de Aquel que nos amó (Romanos 8:37). Se trata de obtener la
consolación plena y bienaventurada de la verdad, de que Dios está actuando por
Su propio poder fuera de nosotros, y para Su propia gloria. Las legiones de
Satanás – los caudillos de Edom, los valientes de Moab, y los moradores de
Canaán, pueden procurar impedir el camino a la herencia, pero cuando Dios se
levanta en Su fuerza a favor de Su hueste rociada con sangre, ellos serán
dispersados como paja (o tamo) delante del viento. De este modo, el final está
seguro desde el principio, y de ahí que nuestro cántico triunfante de victoria
puede ser elevado antes que haya sido dado un solo paso en la senda del
desierto. Y el asunto será para la gloria de Aquel que nos ha redimido. Jehová
reinará eternamente y para siempre. De igual manera leemos en la epístola a los
Filipenses que es conforme al propósito y al decreto de Dios, "que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra,
y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre." (Filipenses 2: 9-11). ¡Qué gozo debería ser, para
el corazón del creyente, contemplar que mientras somos llevados a una bendición
inefable, aun así el resultado de la redención será la exaltación del Redentor!
En esta Escritura el reino del cual se habla tiene, indudablemente, aplicación
primaria a la tierra. Se trata del reino eterno de Jehová – el dominio milenial
del Mesías, el cual debe reinar hasta que Él haya puesto a todos Sus enemigos debajo
de Sus pies (1ª. Corintios 15:25). Pero en cuanto a principio, ello va más allá
– ya que Él reinará eternamente y para siempre; y esto también será el fruto de
la cruz. Allí, Él se humilló a Sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz, y como una consecuencia Él está ahora, y será para siempre,
exaltado.
Hay otra cosa que demanda nuestra atención. Hasta ahora, todo lo
que se ha considerado está relacionado con los propósitos de Dios. Pero en el
versículo 2 de Éxodo 15 hay una excepción. Tan pronto como ellos dicen,
"Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación", ellos
añaden entonces, "Él es mi Dios, y
le prepararé una morada; Dios de mi padre, y lo enalteceré." (Éxodo
15:2 - KJV1769) [*]
[*] "… y le prepararé una morada…"
Bien se puede dudar si
acaso la palabra Hebrea está aquí correctamente traducida. Los comentarios
hechos acerca del texto Inglés pueden, no obstante, mantenerse; ya que la
verdad es de suma importancia.
Esto es diferente de
"el santuario
que tus manos, oh Jehová, han afirmado" en el versículo 17. Eso considera
el cumplimiento de los propósitos de Dios en el establecimiento del reino y el
templo en Jerusalén. Pero esto iba a ser una cosa presente. "…le prepararé
una morada…" (Éxodo 15:2 - KJV1769). Es, de hecho, el tabernáculo. Esto se
nos presentará más correctamente en capítulos posteriores; pero se puede notar
aquí que esta es la primera vez que se hace mención de una morada para Jehová
con Su pueblo. Él tuvo santos antes de esto, pero no un pueblo; y hasta que la
redención fue cumplida, Él nunca moró en la tierra. Él visitó a Sus santos, y
se les apareció en muchas maneras, pero Él jamás tuvo Su habitación en medio de
ellos. Pero tan pronto como la expiación por el pecado ha sido hecha por la
sangre del cordero, y Su pueblo ha sido sacado de Egipto, salvado por medio de
la muerte y la resurrección, entonces Él inspira sus corazones para edificarle
una morada. [**]
[**] El pensamiento de edificar un
santuario provino de Dios, y no de Israel. (Véase Éxodo 25:8). Fue Su deseo
morar en medio de Sus redimidos.
Él los guio mediante
la columna de nube
en el día, y de noche mediante la columna de fuego, tan pronto como comenzaron
su éxodo; pero Él no podía tener una habitación en Egipto, en el territorio del
enemigo. Pero cuando ellos son llevados a un terreno nuevo, Él se puede
identificar con ellos, morar en medio de ellos, y ser el Dios de ellos, y ellos
Su pueblo. Es así también en el Cristianismo. Dios no formó Su actual
habitación en la tierra por el Espíritu sino hasta que la expiación fue llevada
a cabo, y Cristo resucitó de los muertos y ascendió a lo alto. (Hechos 2;
Efesios 2). Es así con el creyente individual. No es sino hasta que él es
limpiado por la sangre de Cristo que su cuerpo es hecho templo del Espíritu
Santo. La verdad es, por tanto, que la morada de Dios en la tierra se
fundamenta sobre una redención completada. Y qué inmenso privilegio. A pesar de
que el desierto no formaba parte del propósito de Dios, con todo, en Sus modos
de obrar con Su pueblo, ellos deambularon allí por cuarenta años. ¡Qué
bienaventurado, entonces, para estos fatigados peregrinos, contemplar hacia
adelante la herencia, tener la morada de Dios en medio de ellos; un lugar donde
podían acercarse a Él, a través de los sacerdotes designados, con sacrificios e
incienso; siendo el centro, asimismo, de su campamento! ¡De qué manera ello
inspiraría el corazón del piadoso con coraje para contemplar aquel tabernáculo,
con la nube reposando sobre él, símbolo de la presencia divina! De ahí el
clamor angustioso de Moisés, después del fracaso del pueblo, "Si tu
presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí. ¿Pues en qué se
conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo? ¿No es acaso en que
tú vayas con nosotros...?"
(Éxodo 33: 15, 16). Tampoco se debería olvidar que Dios tiene también ahora Su
morada en la tierra. Esta verdad está, entre las confusiones de la Cristiandad,
en peligro de ser ignorada. Pero, a pesar de nuestro fracaso, Dios mora en la
casa que Él ha formado, y morará en ella hasta el regreso del Señor. Esta verdad
debería inspirarnos con fortaleza y consolación; ya que no es un privilegio
inferior el hecho de ser sacado de la esfera, y de debajo del poder, de Satanás
a la escena de la presencia y el poder de Dios. Es el único lugar de bendición
en la tierra, y felices aquellos que han sido hechos partícipes de él a través
de la gracia de Dios en el poder del Espíritu Santo.
No fue este ningún gozo común, que halló expresión en este cántico
de jubilosa alabanza. Se extendió por toda la hueste; ya que "María la
profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres
salieron en pos de ella con panderos y danzas." (Éxodo 15:20). Y María
clamó, mientras guiaba el coro de su cántico, "Cantad a Jehová, porque en
extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete."
(versículo 21). Se trata de la primera mención de María (o Miriam) por nombre,
y es sumamente interesante notar que ella era una profetisa. Fue ella, muy probablemente,
la que vigiló la arquilla de juncos en la cual su hermano de pocos días Moisés
fue colocado, y quien fue el medio de que fuese restituido a su madre. De este
modo, ella también llega a ser prominente en Israel, no sólo a partir de su
relación con Moisés, sino también a partir de su propio don distintivo. Es el
modo de obrar del Señor para bendecir a todos los relacionados con el hombre de
Sus consejos; y, a la vez, nos revela cuán sagrado es el lazo familiar ante Sus
ojos. Pero en la escena ante nosotros fue su honra y privilegio ser la líder y
portavoz del gozo de las mujeres de Israel. Los corazones de todas se llenaron
de alegría, y hallaron su expresión en la música, la danza, y el cántico. Ellas
fueron redimidas, y lo supieron esa feliz mañana; y cargadas con el gozo de su
salvación, ellas lo hacen saber en estos acentos de gratitud y alabanza.
Edward
Dennett
Traducido del Inglés
por: B.R.C.O.
– Junio/Julio 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Song of Redemption (Exodus 15:
1-21) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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