LA
CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES
Éxodo 29: 1-35
Enseñanzas Típicas del Libro
del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX
= Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial
Mundo Hispano)
Habiendo presentado los detalles
concernientes a las vestiduras sacerdotales, Jehová instruye a Moisés, a
continuación, en cuanto a las ceremonias que han de ser observadas en la
consagración de los sacerdotes. Por el momento, los tres primeros versículos
pueden ser pasados por alto, ya que los detalles de las instrucciones generales
acerca del tema de los sacrificios que deben ser ofrecidos se encuentran más
adelante en el capítulo.
"Y llevarás
a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión,
y los lavarás con agua. Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica,
el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; y
pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa. Luego
tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás. Y
harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas. Les ceñirás el
cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrán el sacerdocio
por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos." (Éxodo 29:
4-9).
La primera parte del proceso consistía en lavarlos
con agua, a la puerta del
tabernáculo de reunión. (versículo 4). Esta acción es muy significativa, ya que
el agua es un símbolo de la Palabra de Dios, como por ejemplo en Juan 3:5,
Efesios 5:26, etc. Por tanto, esto era, emblemáticamente, el nuevo nacimiento,
o la santificación por medio de la Palabra, apartados así para el servicio de
Dios. Nuestro Señor oró así, "Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para
que también ellos sean santificados en la verdad." (Juan 17:19). Aarón fue
lavado con agua —si se le considera a él solo— para que fuese, en figura, un
tipo de la pureza absoluta de Cristo. Cristo fue, personalmente, inmaculado;
Aarón es hecho así típicamente por la aplicación de la Palabra, a través de la
santificación del Espíritu, como se lo denomina en Pedro. (1ª. Pedro 1:2). Si
Aarón es tomado en asociación con sus hijos, el lavamiento proclama, en tipo,
la verdad de que sólo los que han nacido de nuevo, separados para Dios por la
aplicación de la Palabra a sus almas, pueden ocupar el lugar de sacerdotes, y
gozar del privilegio de "servir" (o adorar) en el Lugar Santísimo. El
hombre no puede hacer sacerdotes, y la pretensión de hacerlo es ignorar por
completo la enseñanza más clara y más fundamental de las Escrituras. Sólo Dios
puede hacer sacerdotes, y todo aquel que ha nacido de nuevo, limpiado por la
sangre preciosa de Cristo, y en quien mora el Espíritu Santo, es un sacerdote.
Por tanto, arrogarse el derecho de ordenar sacerdotes —y hacerlo aparte aun de
la cuestión de la condición de ellos delante de Dios— es entrometerse en una
región que bordea la profanidad, así como también es negar los derechos y
privilegios de todo el pueblo de Dios.
Aarón es separado ahora de sus hijos para la
siguiente acción; se le viste y se le
unge estando solo. (Éxodo 29: 5-7). Primero, las vestiduras sacerdotales,
descritas en al capítulo anterior, son puestas sobre él —las vestiduras para
honra y hermosura. Acto seguido, es ungido con aceite que es derramado sobre su
cabeza. Ya se ha explicado, y se debe recordar aquí para entender esta acción,
que cuando Aarón está solo, se presenta ante nosotros como un tipo de Cristo;
pero cuando está en compañía con sus hijos, la Iglesia es bosquejada como
familia sacerdotal. Esto presenta el significado de que él sea ungido con
aceite inmediatamente después de ser vestido de las vestiduras sacerdotales. Se
verá, después, que él, junto con sus hijos, es rociado con sangre antes de serlo
con el aceite de la unción. Es como una figura de Cristo que Aarón es ungido
sin sangre. Ya que siendo el gran Antitipo de Aarón absolutamente santo, no
necesitó la sangre, y por eso se registra que, al entrar en Su misión a Israel,
Él fue ungido por el Espíritu Santo en Su bautismo. (Mateo 3; Hechos 10:38). Él
recibió el Espíritu Santo, fue ungido, sobre el terreno de Su santidad
absoluta, mientras que Su pueblo (como se verá) es sellado y ungido sobre el
terreno de la limpieza absoluta de ellos por Su sangre preciosa. El hecho de
que Aarón es ungido solo, sin sangre, le convierte en un tipo de Cristo —de
Cristo en Su carácter pleno como Sacerdote, el Sacerdote para siempre según el
orden de Melquisedec.
Aarón
y sus hijos presentan la Iglesia como familia sacerdotal, pero como familia
sacerdotal asociada con
Cristo. En primer lugar, como en el caso de Aarón solo, están todos vestidos.
Estas vestiduras no son las mismas que las descritas en detalle en el capítulo
anterior, sino aquellas indicadas brevemente al final. Se dice que son túnicas,
tiaras, y eran de lino fino, y bordadas, y también se dice que son "para
honra y hermosura." (Éxodo 28: 39, 40; Éxodo 29:9). El lino fino bordado
expone la pureza de la naturaleza de Cristo adornada con toda gracia. El hecho
de vestirse por parte de los hijos de Aarón es realmente el revestirse de
Cristo; y esto, de hecho, les lleva a asociarse con Él; ya que la Iglesia no
posee nada aparte de Cristo. Si, por ejemplo, los creyentes son llevados la
posición de sacerdotes, y al disfrute de los privilegios sacerdotales, ello es
en virtud de su relación con Él. Él es el Sacerdote, y el que los hace
sacerdotes. (Véase Apocalipsis 1: 5, 6; "y de parte de Jesucristo, el
testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el soberano de los reyes de
la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos
constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el
dominio para siempre jamás. Amén." - RVA). Todo emana de Él. Así, cuando
Aarón es puesto en compañía de sus hijos, no se trata tanto de que él llega así
a mancomunarse en la familia sacerdotal, sino que se trata más bien de enseñar
que todas las bendiciones y privilegios de la familia sacerdotal proceden de
Cristo. Pero para hacer esto, tienen que, en primer lugar, ser vestidos con vestiduras
para honra y hermosura—vestiduras que los adornan con la gloria y hermosura de
Cristo.
El paso siguiente era el sacrificio de
la ofrenda por el pecado. Aarón y sus hijos
estaban rodeados de debilidad, eran hombres pecadores, y necesitaban ofrecer por
ellos mismos, así como por los pecados del pueblo. Deben ser llevados, por
tanto, a estar bajo el valor típico de la sangre antes de que pudieran entrar
en su oficio sagrado y ministrar en el santuario. De ahí la siguiente
instrucción:
"Después llevarás el becerro delante del
tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza
del becerro. Y matarás el becerro delante de Jehová, a la puerta del
tabernáculo de reunión. Y de la sangre del becerro tomarás y pondrás sobre los
cuernos del altar con tu dedo, y derramarás toda la demás sangre al pie del
altar. Tomarás también toda la grosura que cubre los intestinos, la grosura de
sobre el hígado, los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y lo
quemarás sobre el altar. Pero la carne del becerro, y su piel y su estiércol,
los quemarás a fuego fuera del campamento; es ofrenda por el pecado."
(Éxodo 29: 10-14).
La ofrenda por el pecado es un tipo de Cristo
llevando los pecados de Su pueblo. Observen, entonces, en primer lugar, que Aarón
y sus hijos ponen sus manos sobre la
cabeza del becerro. Esta acción significaba la identificación de los
oferentes con la victima que va a ser ofrecida. (Compárese con Levítico 4:4,
etc.). Por tanto, después de haber puesto sus manos, el becerro que estaba a
punto de ser inmolado estaba delante de Dios como representante de Aarón y sus
hijos en sus pecados. La culpa de ellos era transferida simbólicamente,
imputada a la víctima, que es considerada ahora como llevando sus pecados. Por
consiguiente, mediante el acto reconocían su culpa, reconocían el hecho de
merecer la muerte, y su necesidad de un substituto. A continuación, el becerro debía
ser muerto delante de
Jehová. Como cargado con los pecados de Aarón y sus hijos, el golpe de
justicia caía sobre la víctima designada, proclamando mediante ello que la
muerte era el castigo por el pecado. Si es que ellos consideraban el
significado lo que estaba siendo promulgado, ¡cuán solemne debe haber parecido
esta transacción a sus ojos! Cuando el becerro fue traído, y cuando, después de
poner sus manos en silencio sobre su cabeza, no pudo ser perdonado, sino que
tuvo que morir, ellos deben haber tenido un vislumbre del carácter real del
pecado delante de Dios. Es una sombra, si es que es sólo una sombra, de la cruz
—de la muerte del Señor Jesús, quien puso Su vida en expiación por el pecado.
(Isaías 53:10). Y mientras estamos allí
en espíritu, y oímos Su clamor, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?", es cuando se
nos hace comprender la terrible naturaleza del pecado —el hecho de que Dios lo
aborrezca, en la medida que necesitó la muerte de Su hijo primogénito. Los
creyentes, cuando vuelven la mirada atrás a esa escena solemne, pueden decir,
"Él mismo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero"
(1ª. Pedro 2:24 – BTX); y aprenden, a la vez, algo acerca de la condenación de
la cual, por la gracia de Dios, han sido librados. Fue gracia, ciertamente, y
sólo gracia, la que proveyó el sacrificio; y fue amor, imperecedero, inextinguible
amor, de parte de Aquel que permitió ser llevado como cordero al matadero, para
que pudiese redimirnos para Dios.
Después que la
víctima era inmolada, la sangre era rociada. Se ponía sobre los cuernos
del altar, y el resto se derramaba al pie del altar. (Éxodo 29:12). La sangre
era así, totalmente para Dios. La vida está en ella (Levítico 17:11), y, por
consiguiente, esta acción significaba que la vida de la víctima era ofrecida a
Dios en lugar de la de Aarón y la de sus hijos. Esto era llevado a cabo sobre
el principio de la substitución —Dios, en gracia, aceptando la muerte de la
ofrenda por el pecado, en lugar de la de aquellos por los cuales era ofrecida.
Además, "el sebo que cubre las entrañas, el lóbulo del hígado,"
etc. (Éxodo 29:13: LBLA), se quemaban sobre el altar. El sebo (la
grosura) estaba prohibido para los hijos de Israel, al igual que la sangre. Es
un emblema de la energía interior, de la fuerza de voluntad, etc. Es quemada
sobre el altar debido a que la ofrenda por el pecado era un tipo de Cristo, y
enseña así que, mientras Él era cargado con los pecados de Su pueblo, Dios
halló en Él, al igual que en el caso del holocausto, aquello que respondía
completamente a Su pensamiento —la verdad en lo íntimo. Su aceptabilidad
infinita para Dios jamás fue más plenamente demostrada que cuando Él inclinó Su
cabeza bajo los pecados de Su pueblo. Él tomo, en gracia, nuestro lugar; pero
al aceptar así el golpe del juicio que nos merecíamos, cada pensamiento de Su
corazón, cada movimiento de Su voluntad, cada energía de Su alma, eran
perfectos delante de Dios. Fue, en efecto, en Su muerte en la cruz cuando Él
demostró Su obediencia hasta el extremo, cuando mostró que la gloria de Dios
era tan completamente el motivo único de que Él se entregase a la muerte, que
ni siquiera las ondas y olas del juicio pudieron desviarle. Por último, la
carne del becerro, y su piel, y su estiércol, eran quemados a fuego fuera del
campamento. Se trataba de una ofrenda por el pecado, y como tal, debe ser
echada fuera y consumida, puesto que se la consideraba como bajo la imputación
de la culpa de Aarón y sus hijos. Era así, totalmente, un tipo de Cristo —de
Cristo padeciendo fuera del campamento, rechazado por los hombres, desamparado
por Dios, porque Él, en Su gracia y amor, padeció por los pecados, el Justo por
los injustos, para llevarnos a Dios. (1ª. Pedro 3:18). Completado este proceso,
Aarón y sus hijos estaban ahora bajo toda la eficacia y el valor de la
ofrenda por el pecado.
El holocausto sigue
a la ofrenda por el pecado.
"Asimismo
tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la
cabeza del carnero. Y matarás el carnero, y con su sangre rociarás sobre el
altar alrededor. Cortarás el carnero en pedazos, y lavarás sus intestinos y sus
piernas, y las pondrás sobre sus trozos y sobre su cabeza. Y quemarás todo el
carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda
quemada a Jehová." (Éxodo 29: 15-18).
Tal como en el caso de la ofrenda por el
pecado, Aarón y sus hijos ponían sus manos sobre la cabeza del holocausto; pero
en lugar de la transferencia, o imputación, de su culpa, ellos mismos son
transferidos, por decirlo así, como para llegar a identificarse con el carnero
que estaba a punto de ser inmolado. En otras palabras, si bien las acciones son
similares, los resultados ofrecen un contraste. La víctima en la ofrenda por el
pecado es considerada, después de que se ponían las manos sobre ella, como
cargada con la culpa de aquellos por los cuales estaba a punto de ser ofrecida
como un sacrificio; mientras que, en el holocausto, Aarón y sus hijos son
considerados, por el mismo acto, como investidos con toda la aceptabilidad del
sacrificio. Sus pecados eran transferidos en el primer caso, y en el segundo,
la posición de ellos cambiaba sobre el terreno del valor de la ofrenda. El
carnero era inmolado, y la sangre rociada sobre al altar alrededor; la vida era
presentada a Dios. Esto no era todo; sino que todo el carnero, habiendo sido
cortado en pedazos, y habiendo sido lavadas sus entrañas, para hacerlo un tipo
más adecuado de lo inmaculado que es Cristo, era quemada sobre al altar. "es
holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová." (Éxodo
29:18). En la ofrenda por el pecado, la carne del becerro, etc., era quemada a
fuego fuera del campamento, pero todo el carnero del holocausto era consumido
sobre el altar debido a que todo él era aceptable a Dios. El holocausto es un
tipo de la consagración perfecta de Cristo hasta la muerte; y en este aspecto,
no se le considera como llevando pecados, sino como completamente consagrado a
la voluntad y a la gloria de Dios. Como tal, por tanto, Cristo en la cruz, bajo
la acción del fuego santo —es decir, probado por el juicio escudriñador de la
santidad de Dios, fue enteramente un olor grato para Dios. Como llevando los
pecados, Dios ocultó Su faz de Él; pero como obediente hasta la muerte de cruz,
cuando mediante el Espíritu Eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios
(Hebreos 9:14), Él proporcionó al corazón del Padre, un motivo nuevo para el
amor. "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a
tomar." (Juan 10:17). En este aspecto, «Él estuvo en el lugar del pecado, y Dios fue
glorificado como ninguna creación, ninguna impecabilidad, podría hacerlo. Todo
fue un olor grato en aquel lugar, y según lo que Dios era en cuanto a él en
justicia y amor.» La diferencia entre las dos ofrendas
es mostrada por las palabras
usadas. La palabra "quemarás" en el holocausto no es la misma de la
que se usa en relación con la ofrenda por el pecado, sino que es la que se usa
cuando se quemaba el incienso. Esto, en sí mismo, denota la fragancia y
aceptación infinitas de Cristo como holocausto. Pero el punto en nuestra
Escritura es que era ofrecido por Aarón y sus hijos; y, por consiguiente, tan
pronto como era consumida sobre el altar ellos
eran llevados también a estar bajo toda su eficacia. Sus pecados eran
limpiados por la ofrenda por el pecado, pero ahora están delante de Dios en
toda la aceptación y el olor positivos del holocausto —ambos resultados habiendo
sido ganados para el creyente por la muerte de Cristo, ya que estas ofrendas no
hacen más que representar los variados aspectos de Su sacrificio único.
Estas
ofrendas eran, en una medida, preparatorias, y estaban relacionadas, más bien,
con la idoneidad personal de ellos. Se añade ahora el carnero de la consagración.
Hablando generalmente, este sacrificio
tiene el carácter de una ofrenda de paz (véase Levítico 3), y representa otro
aspecto de la muerte de Cristo —su valor para nosotros, las obligaciones bajos
las que somos llevados a estar y la comunión con Dios, con el Sacerdote, y con
toda la Iglesia en la que somos introducidos. Pero dicho sacrificio tiene aquí
una relación especial con el cargo de Aarón y sus hijos, y se verá al leer la
Escritura.
"Tomarás
luego el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza
del carnero. Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el
lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja de sus hijos,
sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y sobre el dedo pulgar de
los pies derechos de ellos, y rociarás la sangre sobre el altar alrededor. Y
con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás
sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de
éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras
de sus hijos con él. Luego tomarás del carnero la grosura, y la cola, y la
grosura que cubre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y
la grosura que está sobre ellos, y la espaldilla derecha; porque es carnero de
consagración. También una torta grande
de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre del canastillo de los
panes sin levadura presentado a Jehová, y lo pondrás todo en las manos de
Aarón, y en las manos de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de
Jehová. Después lo tomarás de sus manos y lo harás arder en el altar, sobre el
holocausto, por olor grato delante de Jehová. Es ofrenda encendida a Jehová. Y
tomarás el pecho del carnero de las consagraciones, que es de Aarón, y lo
mecerás por ofrenda mecida delante de Jehová; y será porción tuya. Y apartarás
el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que
fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de
sus hijos, y será para Aarón y para sus hijos como estatuto perpetuo para los
hijos de Israel, porque es ofrenda elevada; y será una ofrenda elevada de los
hijos de Israel, de sus sacrificios de paz, porción de ellos elevada en ofrenda
a Jehová."
"Y
las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de sus hijos después de él, para
ser ungidos en ellas, y para ser en ellas consagrados. Por siete días las
vestirá el que de sus hijos tome su lugar como sacerdote, cuando venga al
tabernáculo de reunión para servir en el santuario."
"Y
tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo. Y
Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero, y el pan que estará en el
canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y comerán aquellas cosas
con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos para consagrarlos; mas
el extraño no las comerá, porque son santas. Y si sobrare hasta la mañana algo
de la carne de las consagraciones y del pan, quemarás al fuego lo que hubiere
sobrado; no se comerá, porque es cosa santa. Así, pues, harás a Aarón y a sus
hijos, conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días los consagrarás."
(Éxodo 29: 19-35).
Así
que aquí, al igual que en el caso de las dos ofrendas anteriores, las manos de
Aarón y sus hijos son puestas sobre la cabeza del carnero de la consagración, y
debido a eso se identificaban con su valor delante de Dios. Acto seguido, se
presenta dos acciones distintas con respecto a la sangre. Primero, después que
el carnero era inmolado, la sangre se ponía sobre el lóbulo de la oreja derecha
de Aarón y sus hijos, sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y
sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos; y era rociada, a la vez,
encima y alrededor del altar. Eran llevados, de este modo, a estar bajo el
valor de la sangre expiatoria; ya que la sangre que era ofrecida a Dios a favor
de ellos, los llevaba también a estar bajo Sus demandas, de modo que a partir
de aquel momento, ellos no eran dueños de ellos mismos, sino que habían sido
comprados por precio. Estas varias partes de sus cuerpos eran, por tanto,
rociadas para dar a entender que, a partir de este momento, ellos sólo debían
prestar atención, sólo debían actuar, y sólo debían andar, para Jehová, como
los que habían sido redimidos por la sangre preciosa. Es así, también, con los
creyentes de esta dispensación (época). Puesto que son redimidos, pertenecen al
Redentor, y, libertados de la servidumbre y del poder de Satanás, disfrutan del
precioso privilegio de vivir para Aquel que ha muerto por ellos, y ha
resucitado. Sus oídos, manos, y pies, todos estos han de ser usados para Él, en
Su servicio. Después de esto, se instruye una segunda cosa. Tanto ellos como
sus vestiduras debían ser rociados con la sangre que estaba sobre el altar, y
con el aceite de la unción. (Éxodo 29:21). De este modo, son apartados mediante
la sangre, y mediante la unción del Espíritu Santo. «Y es importante comentar aquí que el
sello del Espíritu Santo sigue al rociamiento con sangre, no al lavamiento con
agua (del versículo 4). Esto era necesario.
Debemos ser regenerados; pero no
es que ese lavamiento que nos pone, por sí mismo, en un estado con Dios, puede
sellar; sino que la sangre de Cristo lo hace. Estamos, por ella, perfectamente
limpios, blancos como la nieve, y el Espíritu viene como testigo de la
estimación que Dios tiene de aquel derramamiento de sangre. Por eso, también,
todos eran rociados con Aarón. La sangre de Cristo, y el Espíritu Santo, nos ha
situado en asociación con Cristo, donde Él está según la aceptabilidad de aquel
sacrificio perfecto (era el cordero de la consagración), y la presencia, la
libertad, y el poder del Espíritu Santo.» De hecho, la cruz y Pentecostés
están relacionados —la eficacia de la sangre, y el don del Espíritu Santo, y se
disfruta aquí de ambos —a lo menos en figura. [*] Estos tres pasos conducen a
la posición Cristiana. Primero está el lavamiento con agua, luego la limpieza
con sangre, y por último, la unción del Espíritu Santo. "Vosotros no
estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita
en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El."
(Romanos 8:9 – LBLA).
[*]
Compárese la ley para la limpieza del leproso en Levítico 14, recordando que
allí es una cuestión acerca de limpieza de los pecados, y no, como aquí, de la
consagración del sacerdocio.
A continuación, partes del carnero de la
consagración (Éxodo 29:22), y "una torta grande de pan, y una torta de pan
de aceite, y una hojaldre," etc. se ponían en las manos de Aarón y sus
hijos para ser mecidos como ofrenda mecida delante de Jehová. La torta, el
"pan de aceite" (Éxodo 29:2 comparado con Levítico 2) era una
oblación (ofrenda vegetal, o de cereal), representando a Cristo en la
perfección de Su humanidad, o más bien, la santidad de Su vida en consagración
a Dios, la consagración entera de cada facultad de Su alma a la voluntad y a la
gloria de Dios. Entonces, las manos de Aarón y sus hijos, tomadas en relación con
las partes del carnero, estaban, de hecho, llenas con Cristo en todo lo que Él
fue en vida, y en todo lo que Él fue en la muerte para Dios. Ahora bien, el
significado de la palabra que se traduce en este capítulo como 'consagrar',
como se puede ver en el margen, es 'llenar la mano'. Esto nos presenta la
significación Escritural de la consagración. El pensamiento general es que ella
estriba en que entregamos algo a Dios, y por eso el alma se devuelve a sí misma
para procurar fuerza para consagrarse ella y todas sus energías al servicio de
Dios; y, en efecto, con esta opinión, a menudo se llama a alcanzarla por un acto
solemne de entrega de uno mismo. La Escritura revela un camino mejor. La
consagración consiste, como se ve en este capítulo, en estar llenos de Cristo.
Se trata de Cristo poseyendo, absorbiendo, y controlando nuestras almas. Por
tanto, no requiere esfuerzo alguno de parte nuestra, aunque demanda, de hecho,
el mantenimiento de un constante juicio propio, el rechazo permanente de la
carne en cada aspecto y forma. Porque Cristo quiere, sí, desea, poseernos
completamente, y si el Espíritu no es contristado, Él morará en nuestros
corazones por la fe; y al igual que entonces, Él llega a ser el único objeto de
nuestras vidas, de modo que Él solo se expresará en nuestro andar y en nuestra
manera de vivir. Esto es consagración según Dios —tal como se prefigura en el
llenado de las manos de Aarón y sus hijos.
Habiendo mecido el contenido de sus manos
delante de Jehová, Moisés lo toma, y lo quema sobre el altar, sobre el
holocausto, por olor grato delante de Jehová: es ofrenda encendida a Jehová.
Esto nos enseña tanto lo que es aceptable a Dios en adoración como, por tanto,
lo que es la verdadera obra sacerdotal. Se trata de la presentación de Cristo
—el Cristo que ha pasado por el fuego santo del juicio, como hecho pecado por
nosotros en la cruz— esto es lo que asciende como olor grato a Dios. Esto, en
efecto, es tener comunión con Dios con respecto a la muerte de Su hijo;
nuestras almas entrando, por el Espíritu, tanto en lo que Él es, como en el
carácter de Su muerte, y presentándole a Él y Su obra, comprendida de este
modo, ante los ojos de Dios. Nosotros nos deleitamos al presentar, y Él se
deleita al recibir. Y, bendito sea Su nombre, Él llena, en primer lugar,
nuestras manos, y Él solo puede llenar primeramente nuestras manos con aquello
que Él se deleita aceptar. Esto, entonces, es nuestra obra como sacerdotes,
nuestro privilegio como adoradores, presentar siempre a Cristo delante de Dios.
Por tanto, se comprenderá fácilmente, que la carne no puede tener parte alguna
en tal obra, y que, de hecho, la adoración puede ser sólo por el Espíritu Santo
y sólo en el poder del Espíritu Santo.
Por último, hay instrucciones diversas con
respecto a comer diferentes partes del carnero de la consagración. Moisés debía
tener su parte —el pecho— después de haber sido mecido como ofrenda mecida
delante de Jehová. (Éxodo 29:26). Aarón y sus hijos tenían su parte (versículos
27, 28, 31, 32). De este modo, Dios, y Cristo como Sacerdote, y toda la
Iglesia, simbolizada por Aarón y sus hijos, se nutrían por igual del sacrificio
ofrecido. Era la comunión de Dios, de Cristo, y Su pueblo —teniendo todos su
parte— en la expiación cumplida. Aprendemos también que Cristo solo es el
alimento de Su pueblo. Llevados a estar bajo el valor pleno de Su sacrificio
por medio del cual son consagrados y santificados, Él se convierte en sustento
y fuerza de ellos. (Éxodo 29:33). Se agregan dos prohibiciones. Primero, ningún
extraño debía comer de esta comida sacerdotal. Debía estar limitada a aquellos
que son santificados para el cargo de sacerdotes. En segundo lugar, la carne de
las consagraciones debía ser comida el mismo día (versículo 34). La comida
sacerdotal debe ser comida en relación con el altar. De igual forma, usted no
puede alimentarse de Cristo si le disocia a Él de la cruz. Él es nuestra
comida, y nos nutrimos de Él en comunión con Dios sólo como ofrecido a Dios, y
glorificado por Él debido a Su obra que Él consumió.
Estas ceremonias debían repetirse por siete
días; y el altar debía ser santificado por siete días. (versículos 36, 37). Los
sacerdotes deben tener una consagración perfecta, y el altar ante el cual deben
servir debe ser santificado perfectamente. La consagración y la santificación
deben ser, por igual, según la perfección de las demandas de un Dios santo.
Edward
Dennett
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Consecration
of the Priests (Exodus 29: 1-35) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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