ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

35.- CONSAGRACIÓN Y OBEDIENCIA (Éxodo 35 - 40)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

CONSAGRACIÓN Y OBEDIENCIA

 

 

Éxodo 35 - 40

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

 

Hemos llegado ahora a la sección final del libro. Éxodo 32 al 34 son parentéticos. El comienzo del capítulo 35 es, por lo tanto, una continuación de Éxodo 31; pero si es una continuación, es sólo una continuación de la gracia de Dios. Si Él hubiese tratado con Israel por su pecado, según los términos del pacto en que  habían entrado voluntariamente, su historia como nación, y la narración de los tratos de Dios con ellos, habrían terminado después del capítulo 31. Pero hemos visto de qué manera, a pesar de su grave caída, fueron perdonados por intermedio de la tierna misericordia de Jehová ante la mediación e intercesión de Moisés, y fueron llevados de regreso a la relación con Él como Su pueblo. Por tanto, habiendo propuesto los términos de Su segundo pacto, Él es libre, en gracia, para continuar Su presencia con ellos, y por eso encontramos, en estos capítulos finales, la ejecución real de los mandamientos que Moisés había recibido con respecto a la construcción del Tabernáculo. Pero, como preparación para esto, el día de reposo es ordenado nuevamente.

 

"Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas: Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo." (Éxodo 35: 1-3).

 

Jehová, como se ha declarado anteriormente, le recuerda siempre al pueblo el fin y el objeto de todos Sus modos de obrar para con ellos; a saber, entrar en Su reposo. Este era el fin propuesto, independientemente de cuan imposible llegase a ser para ellos alcanzarlo debido a su incredulidad. Por eso es que el día de reposo se encuentra de nuevo en este lugar, así como se lo encuentra siempre cuando alguna nueva relación se forma entre Dios y el pueblo. Llega a ser así una especie de prefacio al relato de la construcción del santuario.

 

Acto seguido, Moisés proclama el deseo de Jehová de recibir una ofrenda de Su pueblo —una ofrenda de varios materiales necesarios para la hechura del Tabernáculo. (Éxodo 35: 5-19). Dios querría que Su pueblo entrase en Sus pensamientos y deseos para bendición de ellos, y les permite, en Su gracia y misericordia, traer estos materiales como una ofrenda. Él indica lo que deben traer, aunque todo lo que poseían era Su propio don (véase 1º. Crónicas 29:14), y Él lo reconocería luego como ofrenda de ellos. Siempre es así. Los creyentes no pueden hacer ninguna cosa de sí mismos. Toda buena obra es el producto del Espíritu de Dios, y preparada de antemano por Dios (Efesios 2:10), y no obstante, cuando se lleva a cabo, Dios, en Su gracia, la adjudica a ellos, y los viste con el lino fino que es la justicia de los santos. ("porque el lino fino blanco es la perfecta justicia de los santos." Apocalipsis 19:8 – VM).

 

Es proclamada así la voluntad de Dios para recibir de parte de Su pueblo. La gracia de Dios, en este particular, tocó y abrió sus corazones; "Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras." (Éxodo 35:21). Y leemos nuevamente, "De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová." (Éxodo 35:29). En estas declaraciones hay principios involucrados que son aplicables a todas las dispensaciones. El apóstol insiste en lo mismo cuando dice, "Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre." (2ª. Corintios 9:7; léase el capítulo completo). Es, por tanto, de la mayor importancia recordar que todo lo ofrecido a Dios debe proceder de corazones hechos dispuestos por Su Espíritu, que ello debe ser espontáneo, y no el resultado de persuasión o de presión externa, sino de corazón. La iglesia de Dios estaría actualmente en un estado muy diferente si se hubiese recordado esto. ¿Hay algo que haya provocado más ruina que los muchos esquemas mundanos aplicados para la obtención de dinero? ¿y qué hay más humillante que el hecho de que se usen solicitudes de todo tipo para inducir al pueblo del Señor para que ofrezca sus dones? Moisés se sentía satisfecho anunciando que Jehová estaba dispuesto a recibir, y dejó que sus amables comunicaciones produjesen su efecto adecuado sobre los corazones de los hijos de Israel. No necesitó hacer más; y si los santos de ahora estuviesen en la corriente de los pensamientos de Dios, imitarían el ejemplo de Moisés, y evitarían la idea misma de obtener siquiera el don más pequeño, excepto si fuese presentado por propia voluntad, y desde el corazón, como siendo esto el efecto de la obra del Espíritu de Dios. Y que se tome nota que no faltó nada; ya que en el capítulo siguiente hallamos que los expertos que hacían toda la obra vinieron a Moisés y dijeron, "El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba." (Éxodo 36: 5-7). Con excepción de los primeros días, a partir de Pentecostés, es probable que no se haya visto nunca nada que responda a esto, aun en la historia de la iglesia. La queja crónica es ahora con respecto a la insuficiencia de medios para llevar a cabo la obra del Señor. Pero nunca es demasiado a menudo recordar —primero, que a la iglesia de Dios jamás se la considera como responsable de obtener los medios; en segundo lugar, que si el Señor da trabajo por hacer, Él mismo pondrá en los corazones de Su pueblo el contribuir con lo que sea necesario; en tercer lugar, que estamos transitando fuera de la dependencia, y actuando según nuestros propios pensamientos, si emprendemos hacer cualquier cosa para la cual no se haya hecho ya la provisión necesaria; y, por último, que los dones procurados por medios humanos rara vez pueden ser usados para bendición.

 

Además, si la liberalidad fue el fruto de la acción del Espíritu de Dios, así también lo fue la sabiduría. La liberalidad proporcionó los materiales necesarios, y la sabiduría los usó según la mente divina. Jehová llenó a Bezaleel con el Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, y en todo arte; y Él puso también en su corazón que pudiera enseñar, tanto él como Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan. (Éxodo 35: 31-35). Los obreros fueron el don de Dios, y la sabiduría y la inteligencia necesaria para su obra procedieron también de Aquel mediante la acción de Su Espíritu; y Él los dotó, también, con la capacidad de enseñar a los demás; y, de este modo, se asoció a ellos, "todo hombre sabio de corazón a quien Jehová dio sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario, harán todas las cosas que ha mandado Jehová." (Éxodo 36.1). Podemos, ciertamente, contemplar en estos obreros el modelo de todos los siervos verdaderos en cada dispensación. Habiendo sido llamados por Dios, como se señaló en Éxodo 31, toda su actividad fue el fruto del Espíritu de Dios. No eran suficientes en ellos mismos para pensar que cosa alguna procedía de ellos mismos, pero la suficiencia de ellos provino de Dios. ("No es que seamos suficientes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios" 2ª. Corintios 3:5 – LBLA). La habilidad humana, la sabiduría o las invenciones humanas, no habrían hecho más que empañar la perfección del diseño divino; y por eso, los obreros debían ser nada más que vasos —vasos para la exhibición de la sabiduría y la comprensión y la enseñanza divinas. Bueno es para el obrero cuando recuerda que, al igual que Bezaleel y Aholiab, no es más que un vaso; porque es entonces que el Señor puede usarle para Su gloria en la ejecución de Su voluntad y de Sus pensamientos.

 

Pasando a Éxodo 39, aprendemos que toda la obra fue hecha como el Señor había ordenado a Moisés. La esencia de todo servicio es la obediencia, y la prueba de todo lo hecho es si se conforma, o no, al pensamiento revelado de Dios. Jehová había dado ciertas instrucciones a Moisés, y había enseñado a Sus siervos para la obra; y, como consecuencia, la única pregunta con respecto a su trabajo, cuando se completó, fue, ¿corresponde en cada detalle al modelo dado? El Espíritu de Dios ha respondido esta pregunta, afirmando no menos de diez veces en este capítulo, que la obra fue ejecutada tal como Jehová había ordenado a Moisés. (Éxodo 39: 1, 5, 7, 21, 26, 29,31, 32, 42, 43). Ellos, por tanto, cumplieron con su responsabilidad hacia Dios, y, por consiguiente, recibieron Su aprobación y elogio en esta declaración repetida y significadora: que toda la obra de ellos se caracterizó por la obediencia. Esto proporciona el importante principio de que todo lo que reclama ser de Dios debe someterse a ser probado por la Palabra de Dios. El mismo principio es confirmado por nuestro bendito Señor en Su mensaje a las siete iglesias. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias." (Apocalipsis 2: 11, etc.). Y jamás hubo tanta necesidad de que esto sea aplicado como la hay actualmente. No se puede concebir que Moisés hubiese aceptado, mucho menos Jehová, una sola cosa, por muy inocente, o incluso hermosa, que fuese en sí misma, que no correspondiese al modelo que le mostró en el monte. ¿Por qué se debe esperar ahora que los creyentes acepten y aprueben algo en relación con la iglesia de Dios, que no responda a las Escrituras? No; todo lo que no lleve el sello y la sanción de la Palabra de Dios debe ser severamente rechazado, por muy encerrado que esté en los afectos, o elogiado por su vetusta antigüedad. Puesto que, ¿se debe suponer, por un momento, que el Señor es menos celoso con respecto a Su iglesia —la iglesia que Él amó, y por la cual se entregó—que con respecto al Tabernáculo? ¿O que permite que en una se introduzca la sabiduría del hombre, o el orden humano, cuando Él los ha excluido tan enteramente de lo otro? La suposición es monstruosa. Por lo tanto, que jamás se olvide que el Señor mide todo por Su Palabra, y por eso nuestra responsabilidad es, también, medir todo por Su Palabra.

 

En el último capítulo tenemos la construcción, propiamente dicha, del Tabernáculo, y a Jehová tomando posesión de él como Su habitación en medio de Israel. Hay varios puntos que deben ser indicados. Se observará, en primer lugar, que el Tabernáculo debía ser erigido en el aniversario de la salida de ellos de Egipto (Éxodo 12:2) —en el primer día del mes primero. (Éxodo 40:2). Así como la liberación de ellos de la casa de su servidumbre constituyó el comienzo de su historia espiritual, del mismo modo la habitación de Jehová en medio de ellos dio forma, moralmente, a un nuevo período de tiempo. Las dos cosas se unen en el Cristianismo. Cuando el alma es sacada de estar bajo condenación, y llega a conocer la paz con Dios, el perdón de pecados por medio de la sangre de Cristo, Dios la sella mediante el don de Su Espíritu que hace de la persona Su habitación. El comienzo de la vida espiritual —vida espiritual conocida y disfrutada— y el llegar a ser un templo del Espíritu Santo coinciden.

 

El orden impuesto en el arreglo de los utensilios sagrados difiere tanto del que se encuentra en las instrucciones dadas en el monte, como de aquel de la construcción de ellos. El arca del testimonio, después de erigido el Tabernáculo, es colocada primero en su lugar —lo que distinguía especialmente el Tabernáculo como siendo el santuario de Dios, en vista de que el arca era Su trono en la tierra. Luego, el arca fue cubierta con el velo; es decir, aislada de la vista. La mesa de los panes de la proposición fue llevada, a continuación, al lugar santo —el compartimiento junto al lugar santísimo— y el pan fue colocado en orden sobre ella; después, el candelero de oro puro, y las lámparas encendidas delante de Jehová; luego, el altar de oro, el altar del incienso, fue puesto "delante del velo", delante del arca del testimonio, y se quemó sobre él incienso; y, finalmente, se puso la cortina a la puerta del Tabernáculo. Esto completó el arreglo del lugar santo. El altar del holocausto vino a continuación delante de la entrada del Tabernáculo, de la tienda de reunión —y se ofreció sobre él el holocausto y la ofrenda vegetal; luego fue traída la fuente y fue puesta entre la tienda (el tabernáculo) de reunión y el altar, se puso en ella agua, y Moisés y Aarón y sus hijos lavaron en ella sus manos y sus pies, etc. (Éxodo 40: 30, 31). Inmediatamente después, se erigió el atrio alrededor del Tabernáculo y del altar, y se puso en su lugar la cortina a la entrada del atrio —y esto completó el Tabernáculo con todos sus arreglos. Además, el Tabernáculo, y todo lo que había en él, iba a ser ungido con el aceite de la unción, y santificado con todos sus utensilios. (Éxodo 40:9). Debía ser santo. Así también con el altar del holocausto —con todos sus utensilios— para que el altar fuera santificado. Debía ser un altar santísimo. También la fuente y su base debían ser ungidas para santificarlos. Por último, Aarón y sus hijos debían ser consagrados y vestidos, para que pudiesen ministrar a Jehová en el cargo de sacerdotes; "para que su unción les sea por señal de un sacerdocio perdurable, durante sus generaciones." (Éxodo 40: 9-15; VM).

 

Como en el caso de Bezaleel y Aholiab, junto con sus compañeros de trabajo, así con Moisés, el Espíritu de Dios puso Su sello de elogio sobre la manera en que llevó a cabo la obra que se le encomendó. ¿Y cuál es la recompensa de alabanza que Él concede? Es que todo fue hecho en obediencia —"como Jehová había mandado a Moisés." Ocho veces se repite que todo fue hecho según las instrucciones que él había recibido. (Éxodo 40: 16, 19, 21, 23, 25, 27, 29, 32). Por lo tanto, aprendemos nuevamente el valor de la obediencia a los ojos del Señor. Como Samuel dijo a Saúl, "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros." (1º. Samuel 15:22). Como, de hecho, nuestro bendito Señor dijo, "Si me amáis, guardad mis mandamientos." (Juan 14). Si falta la obediencia, independientemente de lo que pueda haber de real consagración y celo, ningún servicio ofrecido puede ser aceptable para Dios. Y es precisamente aquí donde muchos Cristianos fracasan. Jamás hubo una época de mayor energía y actividad, ni cuando grandes multitudes se reúnen, de manera profesada, para la adoración; pero cuando estas cosas son medidas por la prueba que proporcionan las palabras, "como Jehová había mandado a Moisés", entonces se descubre que la voluntad del hombre, y no la del Señor, es, a menudo, la fuente primordial de todo. Observen, nuevamente, lo que se ha reforzado más de una vez, que este elogio es dado a Moisés por el Espíritu acerca de su acción con respecto a la casa de Dios. La iglesia es ahora la casa de Dios —la morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:22). Si, por tanto, era por sobre todo necesario que Moisés llevara a cabo estricta y cuidadosamente las instrucciones que había recibido con respecto al Tabernáculo, es igualmente importante que la Palabra de Dios sea nuestra única guía en todos los asuntos que afectan a la iglesia. Hallamos, por tanto, que en el mensaje que el Señor resucitado envió a la iglesia en Filadelfia, el hecho de que ellos habían guardado Su palabra fue un terreno especial de Su aprobación. (Apocalipsis 3:8). No se podía conceder alabanza más elevada. "Así acabó Moisés la obra" (Éxodo 40:33) —acabó todo en obediencia a la Palabra de Jehová.

 

Finalmente, Jehová toma posesión del santuario que había sido hecho para que Él pudiera habitar entre ellos. La conexión es de lo más significadora. "Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba." (Éxodo 40: 34, 35). No fue sólo el respaldo público de Jehová a la obra que había sido ejecutada, sino que fue también Su toma de posesión de Su casa a la vista de todo Israel; porque la nube, el símbolo de Su presencia, cubrió la tienda por fuera, y Su gloria llenó el Tabernáculo adentro. Fue así —de una manera aún más sorprendente— cuando el templo fue edificado. "Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2º. Crónicas 5: 13, 14). Ambos por igual son, ciertamente, típicos de aquella escena Pentecostal registrada en los Hechos: "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2: 1-4). Las dos cosas se combinan aquí. La casa de Dios fue formada y llenada por el descenso del Espíritu Santo. En ambos casos, no obstante, era Dios tomando posesión de la casa ya hecha para Él; ya que desde este momento todos los creyentes, que en conjunto componían la habitación de Dios en el Espíritu, llegaron a ser, individualmente, Su templo, porque el Espíritu Santo habitó en ellos. Hemos hablado ya de la significancia de la habitación de Dios en la tierra (véase Éxodo 25:8), y señalamos, entonces, que Su casa, en cada dispensación, señala hacia adelante, al estado eterno cuando el tabernáculo de Dios estará con los hombres, y Su gloria llenará toda la escena. (Apocalipsis 21).

 

Además, la nube de la presencia de Jehová llegó a ser, también, la guía de Su pueblo a través del desierto. "La nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas." (Éxodo 40:38; véase también Números 9). Por tanto, ellos sólo necesitaron mantener sus ojos en la nube; ya que, "cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba." (Éxodo 40: 36, 37). Jehová se encargó así de Su pueblo. Los había visitado en su aflicción en Egipto; Él los había sacado con mano fuerte y  con brazo extendido; y los había conducido al desierto a través del Mar Rojo. Pero Él mismo les conduciría "por camino derecho, para que viniesen a ciudad habitable." (Salmo 107:7). "¡Dichoso", podríamos exclamar también, " el pueblo a quien así sucede; sí, dichoso el pueblo cuyo Dios es Jehová!" (Salmo 144:15 – VM). Porque ciertamente no había nada que faltase ahora para la bendición de Israel. Jehová estaba en medio de ellos. La nube de Su presencia reposaba sobre el Tabernáculo, y Su gloria lo llenaba. Fue, en efecto, un breve período de bendición pura —el cumplimiento de los deseos de Dios de rodearse con Su pueblo redimido. En otros libros se relata cuan pronto esta brillante y hermosa escena fue empañada; pero el hecho mismo de que Éxodo termine así es profético del tiempo cuando "¡…el tabernáculo de Dios" estará "con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo! Y limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá más gemido, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya." (Apocalipsis 21: 3, 4 – VM).

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Febrero/Marzo 2013.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Devotedness and Obedience (Exodus 35 - 40), by Edward Dennett
Traducido con permiso

Versión Inglesa
Versión Inglesa

ir a la página principal de COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA

ir a la página principal de EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD