CONSAGRACIÓN Y OBEDIENCIA
Éxodo
35 - 40
Enseñanzas
Típicas del Libro del Éxodo
Edward
Dennett
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de
las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por
Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Hemos llegado ahora a la sección final del libro. Éxodo 32 al 34
son parentéticos. El comienzo del capítulo 35 es, por lo tanto, una
continuación de Éxodo 31; pero si es una continuación, es sólo una continuación
de la gracia de Dios. Si Él hubiese tratado con Israel por su pecado, según los
términos del pacto en que habían entrado
voluntariamente, su historia como nación, y la narración de los tratos de Dios
con ellos, habrían terminado después del capítulo 31. Pero hemos visto de qué
manera, a pesar de su grave caída, fueron perdonados por intermedio de la
tierna misericordia de Jehová ante la mediación e intercesión de Moisés, y
fueron llevados de regreso a la relación con Él como Su pueblo. Por tanto,
habiendo propuesto los términos de Su segundo pacto, Él es libre, en gracia,
para continuar Su presencia con ellos, y por eso encontramos, en estos
capítulos finales, la ejecución real de los mandamientos que Moisés había
recibido con respecto a la construcción del Tabernáculo. Pero, como preparación
para esto, el día de reposo es ordenado nuevamente.
"Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel
y les dijo: Estas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas: Seis
días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová;
cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. No encenderéis fuego en
ninguna de vuestras moradas en el día de reposo." (Éxodo 35: 1-3).
Jehová, como se ha declarado anteriormente, le recuerda siempre al
pueblo el fin y el objeto de todos Sus modos de obrar para con ellos; a saber,
entrar en Su reposo. Este era el fin propuesto, independientemente de cuan
imposible llegase a ser para ellos alcanzarlo debido a su incredulidad. Por eso
es que el día de reposo se encuentra de nuevo en este lugar, así como se lo
encuentra siempre cuando alguna nueva relación se forma entre Dios y el pueblo.
Llega a ser así una especie de prefacio al relato de la construcción del
santuario.
Acto seguido, Moisés proclama el deseo de Jehová de recibir una
ofrenda de Su pueblo —una ofrenda de varios materiales necesarios para la
hechura del Tabernáculo. (Éxodo 35: 5-19). Dios querría que Su pueblo entrase
en Sus pensamientos y deseos para bendición de ellos, y les permite, en Su
gracia y misericordia, traer estos materiales como una ofrenda. Él indica lo
que deben traer, aunque todo lo que poseían era Su propio don (véase 1º.
Crónicas 29:14), y Él lo reconocería luego como ofrenda de ellos. Siempre es
así. Los creyentes no pueden hacer ninguna cosa de sí mismos. Toda buena obra
es el producto del Espíritu de Dios, y preparada de antemano por Dios (Efesios
2:10), y no obstante, cuando se lleva a cabo, Dios, en Su gracia, la adjudica a
ellos, y los viste con el lino fino que es la justicia de los santos.
("porque el lino fino blanco es la perfecta justicia de los santos."
Apocalipsis 19:8 – VM).
Es proclamada así la voluntad de Dios para recibir de parte de Su
pueblo. La gracia de Dios, en este particular, tocó y abrió sus corazones;
"Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su
espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de
reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras." (Éxodo
35:21). Y leemos nuevamente, "De los hijos de Israel, así hombres como
mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la
obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron
ofrenda voluntaria a Jehová." (Éxodo 35:29). En estas declaraciones hay
principios involucrados que son aplicables a todas las dispensaciones. El
apóstol insiste en lo mismo cuando dice, "Cada uno dé como propuso en su
corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre."
(2ª. Corintios 9:7; léase el capítulo completo). Es, por tanto, de la mayor
importancia recordar que todo lo ofrecido a Dios debe proceder de corazones
hechos dispuestos por Su Espíritu, que ello debe ser espontáneo, y no el
resultado de persuasión o de presión externa, sino de corazón. La iglesia de
Dios estaría actualmente en un estado muy diferente si se hubiese recordado
esto. ¿Hay algo que haya provocado más ruina que los muchos esquemas mundanos
aplicados para la obtención de dinero? ¿y qué hay más humillante que el hecho
de que se usen solicitudes de todo tipo para inducir al pueblo del Señor para
que ofrezca sus dones? Moisés se sentía satisfecho anunciando que Jehová estaba
dispuesto a recibir, y dejó que sus amables comunicaciones produjesen su efecto
adecuado sobre los corazones de los hijos de Israel. No necesitó hacer más; y
si los santos de ahora estuviesen en la corriente de los pensamientos de Dios,
imitarían el ejemplo de Moisés, y evitarían la idea misma de obtener siquiera
el don más pequeño, excepto si fuese presentado por propia voluntad, y desde el
corazón, como siendo esto el efecto de la obra del Espíritu de Dios. Y que se
tome nota que no faltó nada; ya que en el capítulo siguiente hallamos que los
expertos que hacían toda la obra vinieron a Moisés y dijeron, "El pueblo
trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se
haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre
ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo
ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y
sobraba." (Éxodo 36: 5-7). Con excepción de los primeros días, a partir de
Pentecostés, es probable que no se haya visto nunca nada que responda a esto,
aun en la historia de la iglesia. La queja crónica es ahora con respecto a la
insuficiencia de medios para llevar a cabo la obra del Señor. Pero nunca es
demasiado a menudo recordar —primero, que a la iglesia de Dios jamás se la
considera como responsable de obtener los medios; en segundo lugar, que si el
Señor da trabajo por hacer, Él mismo pondrá en los corazones de Su pueblo el
contribuir con lo que sea necesario; en tercer lugar, que estamos transitando
fuera de la dependencia, y actuando según nuestros propios pensamientos, si
emprendemos hacer cualquier cosa para la cual no se haya hecho ya la provisión
necesaria; y, por último, que los dones procurados por medios humanos rara vez
pueden ser usados para bendición.
Además, si la liberalidad fue el fruto de la acción del Espíritu
de Dios, así también lo fue la sabiduría. La liberalidad proporcionó los
materiales necesarios, y la sabiduría los usó según la mente divina. Jehová
llenó a Bezaleel con el Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, y en
todo arte; y Él puso también en su corazón que pudiera enseñar, tanto él como
Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan. (Éxodo 35: 31-35). Los obreros
fueron el don de Dios, y la sabiduría y la inteligencia necesaria para su obra
procedieron también de Aquel mediante la acción de Su Espíritu; y Él los dotó,
también, con la capacidad de enseñar a los demás; y, de este modo, se asoció a
ellos, "todo hombre sabio de corazón a quien Jehová dio sabiduría e
inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario, harán
todas las cosas que ha mandado Jehová." (Éxodo 36.1). Podemos,
ciertamente, contemplar en estos obreros el modelo de todos los siervos
verdaderos en cada dispensación. Habiendo sido llamados por Dios, como se
señaló en Éxodo 31, toda su actividad fue el fruto del Espíritu de Dios. No
eran suficientes en ellos mismos para pensar que cosa alguna procedía de ellos
mismos, pero la suficiencia de ellos provino de Dios. ("No es que seamos
suficientes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino
que nuestra suficiencia proviene de Dios" 2ª. Corintios 3:5 – LBLA). La
habilidad humana, la sabiduría o las invenciones humanas, no habrían hecho más
que empañar la perfección del diseño divino; y por eso, los obreros debían ser
nada más que vasos —vasos para la exhibición de la sabiduría y la comprensión y
la enseñanza divinas. Bueno es para el obrero cuando recuerda que, al igual que
Bezaleel y Aholiab, no es más que un vaso; porque es entonces que el Señor
puede usarle para Su gloria en la ejecución de Su voluntad y de Sus
pensamientos.
Pasando a Éxodo 39, aprendemos que toda la obra fue hecha como el
Señor había ordenado a Moisés. La esencia de todo servicio es la obediencia, y
la prueba de todo lo hecho es si se conforma, o no, al pensamiento revelado de
Dios. Jehová había dado ciertas instrucciones a Moisés, y había enseñado a Sus
siervos para la obra; y, como consecuencia, la única pregunta con respecto a su
trabajo, cuando se completó, fue, ¿corresponde en cada detalle al modelo dado?
El Espíritu de Dios ha respondido esta pregunta, afirmando no menos de diez
veces en este capítulo, que la obra fue ejecutada tal como Jehová había
ordenado a Moisés. (Éxodo 39: 1, 5, 7, 21, 26, 29,31, 32, 42, 43). Ellos, por
tanto, cumplieron con su responsabilidad hacia Dios, y, por consiguiente,
recibieron Su aprobación y elogio en esta declaración repetida y significadora:
que toda la obra de ellos se caracterizó por la obediencia. Esto proporciona el
importante principio de que todo lo que reclama ser de Dios debe someterse a
ser probado por la Palabra de Dios. El mismo principio es confirmado por
nuestro bendito Señor en Su mensaje a las siete iglesias. "El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias." (Apocalipsis 2: 11,
etc.). Y jamás hubo tanta necesidad de que esto sea aplicado como la hay
actualmente. No se puede concebir que Moisés hubiese aceptado, mucho menos
Jehová, una sola cosa, por muy inocente, o incluso hermosa, que fuese en sí
misma, que no correspondiese al modelo que le mostró en el monte. ¿Por qué se
debe esperar ahora que los creyentes acepten y aprueben algo en relación con la
iglesia de Dios, que no responda a las Escrituras? No; todo lo que no lleve el
sello y la sanción de la Palabra de Dios debe ser severamente rechazado, por
muy encerrado que esté en los afectos, o elogiado por su vetusta antigüedad.
Puesto que, ¿se debe suponer, por un momento, que el Señor es menos celoso con
respecto a Su iglesia —la iglesia que Él amó, y por la cual se entregó—que con respecto
al Tabernáculo? ¿O que permite que en una se introduzca la sabiduría del
hombre, o el orden humano, cuando Él los ha excluido tan enteramente de lo
otro? La suposición es monstruosa. Por lo tanto, que jamás se olvide que el
Señor mide todo por Su Palabra, y por eso nuestra responsabilidad es, también,
medir todo por Su Palabra.
En el último capítulo tenemos la construcción, propiamente dicha,
del Tabernáculo, y a Jehová tomando posesión de él como Su habitación en medio
de Israel. Hay varios puntos que deben ser indicados. Se observará, en primer
lugar, que el Tabernáculo debía ser erigido en el aniversario de la salida de
ellos de Egipto (Éxodo 12:2) —en el primer día del mes primero. (Éxodo 40:2).
Así como la liberación de ellos de la casa de su servidumbre constituyó el
comienzo de su historia espiritual, del mismo modo la habitación de Jehová en
medio de ellos dio forma, moralmente, a un nuevo período de tiempo. Las dos
cosas se unen en el Cristianismo. Cuando el alma es sacada de estar bajo condenación,
y llega a conocer la paz con Dios, el perdón de pecados por medio de la sangre
de Cristo, Dios la sella mediante el don de Su Espíritu que hace de la persona
Su habitación. El comienzo de la vida espiritual —vida espiritual conocida y
disfrutada— y el llegar a ser un templo del Espíritu Santo coinciden.
El orden impuesto en el arreglo de los utensilios sagrados difiere
tanto del que se encuentra en las instrucciones dadas en el monte, como de
aquel de la construcción de ellos. El arca del testimonio, después de erigido
el Tabernáculo, es colocada primero en su lugar —lo que distinguía
especialmente el Tabernáculo como siendo el santuario de Dios, en vista de que
el arca era Su trono en la tierra. Luego, el arca fue cubierta con el velo; es
decir, aislada de la vista. La mesa de los panes de la proposición fue llevada,
a continuación, al lugar santo —el compartimiento junto al lugar santísimo— y
el pan fue colocado en orden sobre ella; después, el candelero de oro puro, y
las lámparas encendidas delante de Jehová; luego, el altar de oro, el altar del
incienso, fue puesto "delante del velo", delante del arca del
testimonio, y se quemó sobre él incienso; y, finalmente, se puso la cortina a
la puerta del Tabernáculo. Esto completó el arreglo del lugar santo. El altar
del holocausto vino a continuación delante de la entrada del Tabernáculo, de la
tienda de reunión —y se ofreció sobre él el holocausto y la ofrenda vegetal;
luego fue traída la fuente y fue puesta entre la tienda (el tabernáculo) de
reunión y el altar, se puso en ella agua, y Moisés y Aarón y sus hijos lavaron
en ella sus manos y sus pies, etc. (Éxodo 40: 30, 31). Inmediatamente después,
se erigió el atrio alrededor del Tabernáculo y del altar, y se puso en su lugar
la cortina a la entrada del atrio —y esto completó el Tabernáculo con todos sus
arreglos. Además, el Tabernáculo, y todo lo que había en él, iba a ser ungido
con el aceite de la unción, y santificado con todos sus utensilios. (Éxodo
40:9). Debía ser santo. Así también con el altar del holocausto —con todos sus
utensilios— para que el altar fuera santificado. Debía ser un altar santísimo.
También la fuente y su base debían ser ungidas para santificarlos. Por último,
Aarón y sus hijos debían ser consagrados y vestidos, para que pudiesen
ministrar a Jehová en el cargo de sacerdotes; "para que su unción les sea
por señal de un sacerdocio perdurable, durante sus generaciones." (Éxodo
40: 9-15; VM).
Como en el caso de Bezaleel y Aholiab, junto con sus compañeros de
trabajo, así con Moisés, el Espíritu de Dios puso Su sello de elogio sobre la
manera en que llevó a cabo la obra que se le encomendó. ¿Y cuál es la
recompensa de alabanza que Él concede? Es que todo fue hecho en obediencia
—"como Jehová había mandado a Moisés." Ocho veces se repite que todo
fue hecho según las instrucciones que él había recibido. (Éxodo 40: 16, 19, 21,
23, 25, 27, 29, 32). Por lo tanto, aprendemos nuevamente el valor de la
obediencia a los ojos del Señor. Como Samuel dijo a Saúl, "Ciertamente el
obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de
los carneros." (1º. Samuel 15:22). Como, de hecho, nuestro bendito Señor
dijo, "Si me amáis, guardad mis mandamientos." (Juan 14). Si falta la
obediencia, independientemente de lo que pueda haber de real consagración y
celo, ningún servicio ofrecido puede ser aceptable para Dios. Y es precisamente
aquí donde muchos Cristianos fracasan. Jamás hubo una época de mayor energía y
actividad, ni cuando grandes multitudes se reúnen, de manera profesada, para la
adoración; pero cuando estas cosas son medidas por la prueba que proporcionan
las palabras, "como Jehová había mandado a Moisés", entonces se
descubre que la voluntad del hombre, y no la del Señor, es, a menudo, la fuente
primordial de todo. Observen, nuevamente, lo que se ha reforzado más de una
vez, que este elogio es dado a Moisés por el Espíritu acerca de su acción con
respecto a la casa de Dios. La iglesia es ahora la casa de Dios —la morada de
Dios en el Espíritu. (Efesios 2:22). Si, por tanto, era por sobre todo
necesario que Moisés llevara a cabo estricta y cuidadosamente las instrucciones
que había recibido con respecto al Tabernáculo, es igualmente importante que la
Palabra de Dios sea nuestra única guía en todos los asuntos que afectan a la iglesia.
Hallamos, por tanto, que en el mensaje que el Señor resucitado envió a la
iglesia en Filadelfia, el hecho de que ellos habían guardado Su palabra fue un
terreno especial de Su aprobación. (Apocalipsis 3:8). No se podía conceder
alabanza más elevada. "Así acabó Moisés la obra" (Éxodo 40:33) —acabó
todo en obediencia a la Palabra de Jehová.
Finalmente, Jehová toma posesión del santuario que había sido
hecho para que Él pudiera habitar entre ellos. La conexión es de lo más
significadora. "Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el
tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía
Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y
la gloria de Jehová lo llenaba." (Éxodo 40: 34, 35). No fue sólo el
respaldo público de Jehová a la obra que había sido ejecutada, sino que fue
también Su toma de posesión de Su casa a la vista de todo Israel; porque la
nube, el símbolo de Su presencia, cubrió la tienda por fuera, y Su gloria llenó
el Tabernáculo adentro. Fue así —de una manera aún más sorprendente— cuando el
templo fue edificado. "Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban
todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz
con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová,
diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces
la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes
estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová
había llenado la casa de Dios." (2º. Crónicas 5: 13, 14). Ambos por igual
son, ciertamente, típicos de aquella escena Pentecostal registrada en los
Hechos: "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2: 1-4). Las
dos cosas se combinan aquí. La casa de Dios fue formada y llenada por el
descenso del Espíritu Santo. En ambos casos, no obstante, era Dios tomando
posesión de la casa ya hecha para Él; ya que desde este momento todos los
creyentes, que en conjunto componían la habitación de Dios en el Espíritu,
llegaron a ser, individualmente, Su templo, porque el Espíritu Santo habitó en
ellos. Hemos hablado ya de la significancia de la habitación de Dios en la
tierra (véase Éxodo 25:8), y señalamos, entonces, que Su casa, en cada
dispensación, señala hacia adelante, al estado eterno cuando el tabernáculo de
Dios estará con los hombres, y Su gloria llenará toda la escena. (Apocalipsis
21).
Además, la nube de la presencia de Jehová llegó a ser, también, la
guía de Su pueblo a través del desierto. "La nube de Jehová estaba de día
sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la
casa de Israel, en todas sus jornadas." (Éxodo 40:38; véase también
Números 9). Por tanto, ellos sólo necesitaron mantener sus ojos en la nube; ya
que, "cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se
movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta
el día en que ella se alzaba." (Éxodo 40: 36, 37). Jehová se encargó así
de Su pueblo. Los había visitado en su aflicción en Egipto; Él los había sacado
con mano fuerte y con brazo extendido; y
los había conducido al desierto a través del Mar Rojo. Pero Él mismo les
conduciría "por camino derecho, para que viniesen a ciudad
habitable." (Salmo 107:7). "¡Dichoso", podríamos exclamar
también, " el pueblo a quien así sucede; sí, dichoso el pueblo cuyo Dios
es Jehová!" (Salmo 144:15 – VM). Porque ciertamente no había nada que
faltase ahora para la bendición de Israel. Jehová estaba en medio de ellos. La
nube de Su presencia reposaba sobre el Tabernáculo, y Su gloria lo llenaba.
Fue, en efecto, un breve período de bendición pura —el cumplimiento de los
deseos de Dios de rodearse con Su pueblo redimido. En otros libros se relata
cuan pronto esta brillante y hermosa escena fue empañada; pero el hecho mismo
de que Éxodo termine así es profético del tiempo cuando "¡…el tabernáculo
de Dios" estará "con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos
serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo! Y
limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá
más gemido, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya."
(Apocalipsis 21: 3, 4 – VM).
Edward
Dennett
Traducido
del
Inglés por: B.R.C.O. – Febrero/Marzo 2013.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Devotedness and
Obedience (Exodus 35 - 40), by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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