EL ACEITE DE LA UNCIÓN
SANTA
Y LAS ESPECIAS
AROMÁTICAS
Éxodo 30: 22-38
Enseñanzas Típicas del Libro
del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
El Tabernáculo, con sus símbolos
sagrados, ha sido ahora detallado completamente. Sólo están faltando dos cosas
—el aceite de la unción y las especias aromáticas.
"Habló
más Jehová a Moisés, diciendo: Tomarás especias finas: de mirra
excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es,
doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia
quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás
de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del
perfumador, será el aceite de la unción santa. Con él ungirás el tabernáculo de
reunión, el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelero
con todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos
sus utensilios, y la fuente y su base. Así los consagrarás, y serán cosas
santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado. Ungirás también a
Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes. Y hablarás
a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por
vuestras generaciones. Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro
semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis
vosotros. Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él
sobre extraño, será cortado de entre su pueblo."
"Dijo además Jehová a Moisés: Toma
especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso
puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el
arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en
polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión,
donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima. Como este incienso que
harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para
Jehová. Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de
entre su pueblo." (Éxodo 30: 22-38).
El aceite de la santa unción es presentado
primero. Estaba compuesto, según instrucción divina, de mirra, canela, cálamo
aromático, y casia en sus varias proporciones, mezclados con un hin de aceite
de olivas. (Éxodo 30: 23, 24). El Salmista, hablando del Mesías, dice, "Mirra,
áloe y casia exhalan todos tus vestidos"; y en el versículo anterior dice,
"te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus
compañeros." (Salmo 45: 7, 8). Esto nos ayudará a comprender el
significado típico del aceite de la unción santa. Las especias, entonces,
hablan de las gracias de Cristo. Sus vestidos mismos exhalan el aroma de esos
dulces perfumes. Pero ellas se mezclaban con aceite, y el aceite, como se ha
declarado frecuentemente, es una figura del Espíritu Santo. Combinando,
entonces, estas dos cosas juntas, aprendemos que las gracias de Cristo —la
fragancia moral de Sus excelencias— eran expresadas en el poder del Espíritu
Santo.
Este aceite de la unción santa fue usado para
ungir el tabernáculo, el arca, y todos los utensilios sagrados, los sacerdotes,
etc. (Éxodo 30: 26-30). El tabernáculo, etc., fue ungido primero. Esto es de
gran significancia. Porque al considerar el tabernáculo como la casa de Dios,
la escena de Su manifestación, y el lugar del servicio y adoración
sacerdotales, el hecho de que todo fuera ungido con el aceite santo enseña que
todas las cosas relacionadas con la casa de Dios, su regulación y servicio,
toda la obra sacerdotal llevada a cabo en ella (véase 1ª. Pedro 2:5), deben
estar ordenadas en el poder del Espíritu
Santo, y que cuando están ordenadas así, ello será la expresión de la dulce
fragancia de Cristo para Dios. Ya que, de hecho, Dios se revela a Sí mismo en
el poder del Espíritu que Dios, y la adoración y el servicio sólo se pueden
rendir en el poder del Espíritu Santo. Por tanto, si todas las cosas
relacionadas con la casa de Dios estuviesen ordenadas conforme a Su propia
Palabra, y no obstante el aceite de la santa unción —es decir, el poder del
Espíritu Santo— faltase, esto no será aceptable para Él. Noten también el
resultado —todo es santificado, todo llega a ser, por medio de la unción,
"cosas santísimas", de modo que todo lo tocare alguna cosa sobre la
que había sido puesto el aceite, debía considerarse también como santa. (Éxodo
30:29). Este es el resultado de la acción del Espíritu de Dios. Todo aquello
sobre lo cual reposa Su poder, es puesto aparte para Dios, y todo lo que se
supedite a Su acción, aun por contacto, también es reclamado como siendo santo.
La esfera completa de Su acción es santificada. (Véase 1ª. Corintios 7:14).
Aarón y sus hijos fueron ungidos también. La
significancia de esto ha sido explicada en la consagración de los sacerdotes.
Pero hay una razón especial para que sea introducida aquí en conexión con el
tabernáculo. Es para señalar —para enfatizar— que la calificación esencial para
el servicio sacerdotal es la unción y el poder del Espíritu Santo. Se puede
poseer toda otra calificación, a saber, se puede haber nacido de nuevo, estar
resguardado, y bajo el valor de la sangre; pero si, en adición a estas cosas,
no está la unción del Espíritu Santo, la posición sacerdotal no puede ser
ocupada verdaderamente. Incluso de nuestro bendito Señor mismo se dice que fue
ungido con el Espíritu Santo, y con poder (Hechos 10:38), y todos los que son
Suyos deben serlo igualmente, si han de disfrutar de los privilegios a los
cuales han sido introducidos. La lección es necesaria en un día de actividad
incesante, y de servicio legalista por todas partes. Que se recuerde siempre,
entonces, que aunque somos hijos de Dios, no podemos adorar ni servir aparte
del poder y la acción presentes del Espíritu Santo. (Véase Juan 4:24;
Filipenses 3:3).
Hay dos advertencias. Primero, "Sobre
carne de hombre no será derramado." (Éxodo 30:32). Esto enseña que el
Espíritu de Dios no puede reposar sobre el hombre natural, ni puede morar en
él. El hecho de que en la ordenación eclesiástica se dote, de manera profesada,
a hombres no convertidos con el don del Espíritu Santo, es algo que está en
violación directa de esta verdad. La unción no se recibe sino hasta después del
nuevo nacimiento y del conocido perdón de pecados. Cuando estamos justificados
por medio de la fe, y tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo, somos ungidos y sellados. (Véase Romanos 5: 1-5; 2ª. Corintios 1:
21, 22). En segundo lugar, no se debía hacer imitación alguna, bajo pena de
muerte, de este aceite de la unción. (Éxodo 30:33). De este modo, imitar la
acción del Espíritu es un pecado atroz. Ananías y Safira hicieron esto cuando
profesaron dedicar al servicio del Señor todos los ingresos obtenidos por la
propiedad que habían vendido. (Hechos 5). La misma pena, observen, iba unida a
poner el aceite sobre un extraño, sobre los que no tenían derecho a ello. Dios
es santo, y guarda celosamente Sus derechos soberanos, y no puede sino visitar
con castigo cualquier violación de
ellos. Si actualmente parece que Él no se apercibe de muchos pecados, es debido
al carácter de la dispensación (época) actual —siendo ésta una dispensación
(época) de gracia; pero no se trata de que los pecados mismos no estén menos
ante a Su vista.
Las especias aromáticas eran convertidas en un
perfume por instrucción divina, y ello significará, como en el caso anterior,
las gracias, la fragancia moral de Cristo para Dios. De la comparación de Éxodo
25:6 con Éxodo 35:8, aparece que estas especias formaban el incienso aromático
que era quemado sobre el altar de oro, así como también de la instrucción
acerca de que debía ser puesto "delante del Arca del Testimonio, dentro
del Tabernáculo de Reunión, donde yo tendré entrevistas contigo a tiempos
señalados." (Éxodo 30:36 – VM). Siendo este el caso, hay un pensamiento
adicional referido a que las gracias de Cristo eran sacadas mediante la acción
del fuego santo; que Su exposición al juicio de la santidad de Dios (el fuego)
en la cruz, como hecho allí pecado, no hizo más que sacar a la luz aquello que
era más precioso y más fragante para Dios. De hecho, Él nunca fue más precioso
a Sus ojos, Sus perfecciones jamás fueron exhibidas más plenamente que cuando
demostró Su obediencia hasta lo sumo en el lugar mismo de pecado. Por eso pudo
decir, "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a
tomar." (Juan 10:17). Él pasó a través del fuego del juicio para la gloria
de Dios, y al hacerlo, fueron expuestas todas las "especias
aromáticas" de Sus gracias morales y la perfección de Su entera
consagración, y ascendieron a Dios como olor grato. Por esta razón —debido a la
preciosidad de su significancia típica— debía ser molido en polvo fino (ya que
mientras más se molía, más emitía su fragancia), y ser puesto delante del
testimonio del tabernáculo de reunión, donde Jehová se encontraba con Moisés. Moisés,
como mediador, estaría así delante de Dios en toda la aceptación de este
perfume santo; y por eso Dios podía encontrarse con él en gracia, y comunicarle
Sus pensamientos y Su voluntad para Su pueblo.
Existe asimismo, en conexión con esto, una
advertencia con una pena. No se debía hacer nada similar a él. Este perfume era
"cosa sagrada", "sagrada para Jehová." Por tanto, todo
aquel que hiciera otro como ese perfume, para olerlo, sería cortado de su
pueblo. (Éxodo 30:38). Ambas cosas, las falsificaciones de las gracias de
Cristo, y hallar satisfacción en ellas, son una abominación delante de Dios.
Tal como hemos visto que el Señor impide cualquier imitación de la acción o del
poder del Espíritu Santo, advierte aquí, asimismo, contra cualquier imitación
de la fragancia y la preciosidad de Cristo. El hombre no puede hacer lo uno ni
lo otro —independientemente de sus pretensiones. Pero la sutileza de nuestros
corazones es tal que a menudo nos engañamos a nosotros mismos, así como también
a los demás, al aceptar la dulzura de la naturaleza humana, su gracia y
amabilidad, como siendo la obra del Espíritu Santo, como semejanzas de Cristo.
No puede haber ninguna semejanza a Cristo excepto como resultado de la obra del
Espíritu Santo; y el Espíritu Santo, como hemos visto, es el don de Dios. Por
tanto, sería hipocresía de la peor índole presentar a los demás, a sabiendas, cualquier
cualidad natural, cualquier gracia humana, resultado o entrenamiento o
educación, como siendo producto del Espíritu Santo. Nada puede agradar a Dios,
y nada debería agradarnos, que no haya sido obrado por Su Espíritu para la
gloria de Cristo.
Edward Dennett
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Febrero 2013.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS The Holy Anointing
Oil and The Sweet Spices (Exodus 30: 22-38) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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