MARA Y ELIM
Éxodo 15: 22-27
Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones,
tales como:
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B.
Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Desde
este punto hasta el final del capítulo 18, tenemos una sección distintiva del
libro. Para entenderla correctamente, se debe recordar que hasta ahora, Israel
no estaba aún bajo la ley, sino bajo la gracia; y por eso este breve período
finaliza, en figura, con el milenio. El lector cuidadoso encontrará en esta
declaración la clave de muchos de los acontecimientos registrados. Por ejemplo,
las murmuraciones registradas en los capítulos 15, 16 y 17 son soportadas por
Jehová con paciencia y ternura, y las necesidades de ellos son suministradas por
parte de la plenitud de Su incansable amor. Pero después de Sinaí, las
murmuraciones del mismo carácter brindan ocasión de juicio, por la sencilla
razón de que el pueblo había sido, a petición propia, puesto bajo la ley.
Estando, por tanto, bajo el reinado de la justicia, las transgresiones y la
rebelión son tratadas instantáneamente según las demandas de la ley que formaba
la base del justo gobierno de Jehová; mientras que estando bajo el reinado de
la gracia, se las soporta, y sus pecados e iniquidades son cubiertos.
Había que comenzar ahora a
considerar el viaje de Israel en el desierto. Los acentos de su cántico apenas
habían desaparecido antes de que comenzaran su viaje peregrino.
"E hizo Moisés que partiese
Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por
el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas
de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces
el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a
Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se
endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; y dijo: Si
oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus
ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos,
ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo
soy Jehová tu sanador. Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y
setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas." (Éxodo 15: 22-27).
Esta fue, entonces, la primera
experiencia de ellos. "Anduvieron tres días por el desierto sin hallar
agua." La expresión – "tres días" es siempre significante en la
Escritura. Se puede obtener innumerables ejemplos en una concordancia; y se
hallará que dicha expresión está asociada muy frecuentemente con la muerte; y
así aquí, los tres días significan la distancia de la muerte. Ellos habían
pasado, en figura, a través de la muerte, y deben aprenderlo ahora de manera práctica.
Si Dios, en Su gracia, nos da una posición perfecta delante de Él, si Él nos
asocia con Cristo en Su muerte y resurrección, el objeto de todos Sus modos de
obrar para con nosotros será llevarnos a una conformidad práctica con nuestra
nueva posición. Los hijos de Israel deben ser enseñados así que, como
consecuencia de haber sido libertados de Egipto, el mundo se ha convertido en
un desierto para ellos, y que esto debe ser suscrito por la aceptación de la
muerte. Esta es la necesidad fundamental para cada creyente. No puede haber
progreso alguno, ningún rompimiento verdadero con el pasado, hasta que se acepta
la muerte, hasta que el creyente se reconozca muerto al pecado (Romanos 6),
muerto para la ley (Romanos 7), y muerto para el mundo (Gálatas 6). De ahí el
carácter de los tratos de Dios con las almas. Él les enseñará de manera
experimental – como en el caso de Israel ante nosotros – y los capacitará así
para comprender el carácter verdadero de la senda sobre la que han entrado. ¿Y
cuál fue la primera experiencia de Israel? No hallaron agua. Al igual que el
Salmista, estaban en una tierra seca y árida, donde no hay aguas. (Salmo 63).
No; todo manantial de la tierra está seco para los que han sido redimidos de
Egipto. No existe ni una sola fuente de vida – nada que pueda suministrar de
alguna manera a la vida que hemos recibido en Cristo. Y cuán bienaventurado es
para el alma comprender esta verdad. Comenzando nuestro peregrinaje, eufóricos
con el gozo de la salvación, cuán a menudo nos sorprendemos de encontrar que
las fuentes de las que habíamos bebido anteriormente – y bebido con deleite –
ahora se han secado. Deberíamos esperar esto; pero nunca se aprende la lección
hasta que hayamos andado tres días por el desierto. Es, en efecto, una
experiencia sorprendente descubrir que los recursos de la tierra se han
agotado; pero se trata de un requisito indispensable si hemos de conocer la
bienaventuranza de la verdad de que 'todas nuestras fuentes están en Ti'.
(Salmo 87:7).
Ellos avanzaron y llegaron a MARA.
Aquí había agua; pero no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas.
Esta es la aplicación suplementaria del mismo principio. Primero, no había agua
para beber; y, en segundo lugar, cuando se la encuentra, es tan amarga que no
podía ser bebida. Esta es la aplicación para el alma del poder de esa muerte
mediante la cual habían sido libertados. La carne rehúye esto – y lo rechazaría
totalmente. Pero es absolutamente necesario para quienes han sido libertados de
Egipto, y son peregrinos viajando hacia la herencia. Ciertamente se trata de
Mara – amargura; y, por consiguiente, ello alborotó al pueblo, y murmuraron
contra Moisés, diciendo "¿Qué hemos de beber?" ¡Qué contraste! Pocos
días atrás, como teniendo un solo corazón, cantaron, con gozo exultante, las
alabanzas a su Redentor; y ahora el cántico es silenciado, y discordantes
murmuraciones toman su lugar. De igual manera es con el creyente ahora – en un
momento está lleno de alabanza, e inmediatamente según la carne, se queja y
murmura debido a las pruebas del desierto. Pero Moisés intercede por ellos, y
Jehová le mostró un árbol, el cual, una vez echado en las aguas, las endulza.
Esta es una hermosa figura de la cruz de Cristo – la cual cambia totalmente el
carácter de las aguas amargas. "Del devorador salió comida, y del fuerte
salió dulzura." (Jueces 14:14). O, tal como Pablo clama, "Mas nunca
permita Dios que yo me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por
medio de la cual el mundo me ha sido crucificado a mí, y yo al mundo."
(Gálatas 6:14 – VM). Traigan la cruz a la amargura de las aguas de Mara, y
ellas de inmediato se vuelven dulces al paladar – son bienvenidas como el medio
de liberación y bendición.
Acto seguido sigue un principio muy
importante – un principio aplicable siempre al andar del creyente. Es uno que
se halla a través de todas las Escrituras, y en cada dispensación; a saber, que
la bendición depende de la obediencia; es decir, la bendición de los creyentes
(ya que los hijos de Israel eran ahora redimidos) depende de su andar. Ellos
iban a ser guardados de las enfermedades de Egipto, si oían atentamente la voz
de Jehová su Dios, y hacían lo que era recto delante de Sus ojos, etc. (Éxodo
15:26). Del mismo modo, nuestro bendito Señor dice, "El que me ama, mi
palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con
él." (Juan 14:23). Jamás se puede dejar de insistir mucho sobre este
principio. Hay muchos creyentes que han conocido el gozo de la salvación, y que,
no obstante, carecen del disfrute consciente de siquiera una sola bendición. La
razón es que son descuidados en su andar. No estudian la Palabra, o no dan
"oído a sus mandamientos" (Éxodo 15:26), y, por consiguiente, andan
como les parece recto a sus propios ojos. ¿Es de admirarse, por tanto, que sean
fríos e indiferentes, que no estén en el disfrute consciente del amor de Dios –
de la comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo? No; Dios viene a los
obedientes, y se complace en venir, en las manifestaciones más dulces de Su
amor inmutable; Él se puede acercar y bendecir según Su propia mente y corazón
a los que tienen conciencia acerca de cada precepto de la Palabra, y están
procurando, en el poder del Espíritu, ser hallados obedientes en cada detalle,
a aquellos cuya delicia es estar haciendo la voluntad de su Señor, y cuyo único
objetivo es ser, en todo tiempo, aceptable a Él. Nada puede compensar la falta
de un andar obediente. Toda nuestra bendición – en cuanto a su comprensión y
disfrute – depende de ello. Es, además, el medio de crecimiento, y la condición
de la comunión.
Es por esta razón que se añade
inmediatamente, "Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y
setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas." (versículo 27). Es
decir, ellos encontraron de inmediato, refrigerio, reposo, y sombra – las
fuentes de aguas y las palmeras en número de setenta, como uno ha dicho, «son
tipos de esas aguas vivas, y de aquel refugio que ha sido proporcionado, a
través de instrumentos escogidos por Dios, para consolación de Su pueblo.» ¡Qué
bienvenido fue el reposo para los ya cansados peregrinos! ¡Y cuán tierno de
parte del Señor, proporcionar tan grato refrigerio para Su pueblo en el
desierto! En cuanto al Pastor de Israel, Él los condujo, por decirlo así, a los
delicados pastos, y los hizo yacer junto a aguas de reposo, para consolar y
fortalecer sus corazones. [*]
[*]
Indudablemente, los números doce y setenta son significativos. Doce es la
perfección administrativa en el gobierno en el hombre (Israel). El número
setenta no es tan claro. Pero se recordará que el Señor adoptó ambos números en
los doce discípulos, y en los setenta (Lucas 9, 10); y parecería apuntar así al
hecho de que por medio de estos Él ministraría estas bendiciones a Israel.
Edward Dennett
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio
2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Marah and Elim (Exodus 15:
22-27) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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