EL
HOLOCAUSTO CONTINUO
Éxodo 29: 38-46
Enseñanzas Típicas del Libro
del Éxodo
Edward Dennett
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Tras la consagración de los sacerdotes,
tenemos instrucciones para el holocausto continuo —continuo porque debía ser
ofrecido todas las mañanas, y todas las tardes, a través de todas las
generaciones de los hijos de Israel. Se trataba, de hecho, de un sacrificio
diario perpetuo.
"Esto es
lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada
día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro
cordero ofrecerás a la caída de la tarde. Además, con cada cordero una décima
parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de
aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de
vino. Y ofrecerás el otro cordero a la caída de la tarde, haciendo conforme a
la ofrenda de la mañana, y conforme a su libación, en olor grato; ofrenda
encendida a Jehová. Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones,
a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me
reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de
Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo
de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que
sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y
conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para
habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios." (Éxodo 29: 38-46).
Se observará que hay tres cosas en esta
Escritura, a saber: el holocausto y sus acompañamientos; el lugar de reunión
entre Dios y Su pueblo; y Jehová morando entre ellos, y siendo su Dios.
El holocausto se componía de dos corderos de un
año, uno a ser ofrecido por la mañana, y el otro por la tarde. Esta ofrenda no
debía cesar jamás. (Véase Números 28: 3, 6, 10, Esdras 3:5). Su significado,
como se explicó en el capítulo anterior —es decir, como un emblema del
sacrificio de Cristo en este carácter— es Su consagración hasta la muerte, en
la cual Él, en el lugar del pecado y para la gloria de Dios, demostró Su
obediencia hasta lo sumo, aun hasta ser hecho pecado por Su pueblo. Por tanto,
todo era consumido sobre el altar, y subía como olor grato para Dios (véase
Levítico 1); y este olor grato expone la aceptabilidad de Su muerte para Dios,
sí, el deleite infinito que Dios halló en la muerte de Cristo en obediencia a
Su voluntad. Por tanto, puesto que la ofrenda que tenemos ante nosotros era
perpetua, Dios puso un fundamento mediante el cual Israel podía estar, y ser
acepto, en toda su fragancia y olor. Llega a ser, de este modo, un tipo no menor
de la posición del creyente, revelando el terreno de su aceptación en el Amado;
ya que tal como el olor grato del holocausto continuo ascendía siempre a Dios a
favor de Israel, del mismo modo Cristo, en toda Su aceptabilidad está siempre ante
Sus ojos a favor de los suyos. Podemos decir, por tanto, "como él es, así
somos nosotros en este mundo" (1ª. Juan 4:17); porque estamos en la
presencia divina en todo el olor de Su sacrificio, y en toda la aceptación de
Su Persona.
Los acompañamientos del holocausto eran dos;
primero, "una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la
cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas"; y, en segundo
lugar, "la cuarta parte de un hin de vino." Lo primero era una
oblación (ofrenda vegetal), y lo segundo una libación. La oblación, como se
señaló en relación con la consagración de los sacerdotes, es un emblema de la
consagración de Cristo en vida, Su entera consagración a la voluntad y a la
gloria de Dios. La harina fina se mezclaba con aceite (véase también Levítico
2), para presentar de manera tenue la verdad misteriosa de que Cristo, en
cuanto a Su humanidad, fue engendrado del Espíritu Santo. (Mateo 1:20).
Representaba, por tanto, la perfección de Su vida aquí abajo —Su vida de
obediencia perfecta, cada energía de Su alma fluyendo en este canal, hallando
que Su comida era hacer la voluntad de Su Padre (Juan 4:34), y finalizar Su
obra. Israel estaba, por tanto, delante de Dios en todo el valor y la
aceptación de Su vida y de Su muerte —de todo lo que Él era para Dios, sea esto
considerado en la consagración perfecta de Su vida, o en la expresión más
elevada de la perfección de Su obediencia como fue mostrada cuando Él fue hecho
pecado en la cruz. La oblación se componía de vino. El vino es un símbolo del
gozo —"alegra a Dios y a los hombres" ("Mas la vid les
respondió: ¿Acaso tengo de dejar mi vino que alegra a Dios y a los hombres, por
ir a ondular sobre los árboles?" Jueces 9:13 – VM); y puesto que es
ofrecido aquí a Dios, habla de Su gozo, Su gozo en el sacrificio presentado.
Pero era ofrecido por Su pueblo, por el sacerdote a favor de ellos. Esto
expresaba también, por esta razón, la comunión de ellos con el gozo de Dios en
la perfección de la vida, y de la consagración hasta la muerte, de Su Hijo
Unigénito. El corazón de Dios es así. Él nos llevaría a la comunión con Él, querría
que gozáramos de Sus propios deleites, que el gozo de Su corazón, fluyendo, y
llenando también los nuestros, pudiese desbordarse en alabanza y adoración. Por
eso Juan dice, "verdaderamente nuestra comunión es con el Padre, y con su
Hijo Jesucristo." (1ª. Juan 1:3).
El siguiente punto es el lugar de reunión de
Dios con Su pueblo. A Moisés se le permitió, en gracia, encontrarse con Jehová
en el propiciatorio (Éxodo 25:22; Números 12:8); pero el pueblo no podía pasar
más allá de la puerta del tabernáculo de reunión. Era aquí donde se presentaba
el holocausto sobre el altar de bronce; y por eso era este el lugar de reunión
entre Dios e Israel, sobre el terreno del sacrificio. No era posible que
existiera algún otro lugar; tal como Cristo mismo es ahora el lugar único de
reunión entre Dios y el pecador. Es muy importante ver esta verdad
—especialmente para los que no son salvos— que aparte de Cristo no puede haber
acercamiento a Dios alguno. "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre sino por mí." (Juan 14:6). Presten atención, además,
al hecho de que no se puede acceder a Dios excepto sobre el terreno del
sacrificio de Cristo. Esta verdad es prefigurada en relación con el holocausto.
Si se ignora la cruz, si se ignora a Cristo crucificado, no se puede tener
relación alguna con Dios, con la excepción de las que pueden existir entre un
pecador culpable y un Juez santo. Pero en el momento que el pecador es llevado
a tomar su lugar sobre el "olor grato" del sacrificio para Dios,
sobre la eficacia de lo que Cristo consumó por Su muerte, Dios se puede
encontrar con él en gracia y amor.
Hay una cosa más: la consecuencia de venir a
reunirse y a morar con Su pueblo. Dios santificará el tabernáculo mediante Su
gloria; santificará el tabernáculo de reunión, y el altar; y santificará,
también, tanto a Aarón como a sus hijos, para que Le sirvan como sacerdotes en
el cargo que Él les designó. (Éxodo 29: 43, 44). Él demandaba todo en virtud
del sacrificio, y apartaba todo para Él. El Tabernáculo, el altar, y los
sacerdotes son santificados por igual —reclamados como pertenecientes al
servicio de Jehová y para Su servicio. La expresión "con mi gloria"
(versículo 43), como siendo aplicada al tabernáculo, es notable. Solamente
allí, en toda la tierra, en el lugar santísimo, se manifestaba Su gloria —en
nube resplandeciente, la Shekinah, que era el símbolo de Su presencia. Mostrada
de este modo, separaba completamente el tabernáculo de toda otra cosa sobre la
faz de la tierra, hacía que fuese un lugar santo, lo santificaba. Pero más.
Estando allí Su gloria, llegó a ser el estándar de todo lo presentado. La
cuestión —considerada en sus aspectos más elevados, en la luz de la verdad
ahora poseída— para todo aquel que se acercaba, y para todo lo que se ofrecía era,
por consiguiente, la de la idoneidad a la gloria de Dios. Por eso leemos en la
epístola a los Romanos que "todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios" (Romanos 3:23), mostrando que a menos que respondamos a las
demandas de esa gloria, que pudiéramos siquiera estar delante de la exhibición
inmediata de Su gloria, nosotros somos pecadores culpables. Ello va aún más
lejos. El Tabernáculo mismo estaba en la tierra, y en medio del pueblo terrenal
de Dios. Como siendo santificado por Su gloria, por tanto, también llegó a ser
profético —profético del día cuando toda la tierra será llena de Su gloria. Era
así, una promesa resplandeciente de la bendición milenial.
Esto lleva a la tercera cosa —Dios morando en
medio de Su pueblo. Este fue el objeto declarado de la construcción de un
santuario (Éxodo 25:8), y el objetivo de que Él morase con ellos fue para que
pudiesen ser traídos a estar en relación con Él, y conocerle como el Dios de
redención, como Aquel que los había sacado de la tierra de Egipto. En efecto,
el terreno de Su morada en medio de ellos fue la redención cumplida. De este
modo, como ya se ha dicho, Él jamás moró con Adán, Noé, Abraham, o con los
patriarcas, no obstante la relación íntima con Él que se les permitió
disfrutar. Tampoco moró, ni podía morar, con Israel mientras estaba en la
tierra de Egipto; pero después que los hubo sacado de la casa de su
servidumbre, y los hiciera cruzar el Mar Rojo, Él deseó, entonces, tener Su
santuario en medio de ellos. El olor grato del sacrificio —emblema de la
aceptabilidad del sacrificio del Cristo de Dios— hizo que Le fuera posible
rodearse de aquellos que Él había redimido. Pero hay más aún que el hecho de
que Él morase con ellos: está también la relación. "Seré el Dios de
ellos." (Génesis 17:8). Se observará que no se trata de lo que ellos serán
para Él, aunque eran Su pueblo por Su gracia, sino de lo que Él será para
ellos. "Dios de ellos" —palabras cargadas con bendiciones inefables;
porque cuando Dios se compromete a ser el Dios de Su pueblo, se digna entrar en
relación con ellos, Él les asegura que todo lo que necesitan, está asegurado
para ellos por lo que Él es para ellos como su Dios. Fue en vista de la
bendición de tan maravillosa relación que el Salmista exclamó, "Bienaventurado
el pueblo cuyo Dios es Jehová." (Salmo 144:15). Por tanto, como hemos
visto, si Él moró entre ellos fue para que pudieran conocerle —y conocerle a Él
a través de la redención. Este fue el deseo de Su corazón, y en la prosecución
de ello, Él les había visitado en Egipto, había herido a Faraón, a su tierra, y
a su pueblo con juicios, los había sacado con mano fuerte y con brazo
extendido, los llevó a Sí mismo, y les instruyó ahora para que Su Tabernáculo
fuese erigido. Él tendría Su gozo en la felicidad y gozo de Sus redimidos —en
rodearse de un pueblo feliz, regocijado. Tal era Su pensamiento, no obstante
cuán poco ellos se involucraron en él; pero fue un pensamiento que, si se
posponía, un día hallará su plena y perfecta encarnación. En efecto, el
Tabernáculo en el desierto, rodeado por las tribus de Israel, es una figura del
estado eterno. El propósito que Dios expresa aquí fue repetido (Levítico
26:12), y reafirmado en cuanto al milenio. (Ezequiel 37: 27, 28). Pero estas
eran sólo sombras de la plena bendición que Dios diseñó para Su pueblo, y no
pudieron ser más debido a lo que ellos eran; y de ahí que no es hasta que el
estado eterno sea alcanzado que ello se lleve a cabo en perfección. Aun ahora
Dios mora en la tierra, ya que la iglesia es Su morada en el Espíritu (Efesios 2:22);
y cada creyente, que ha recibido el Espíritu de adopción, es un templo del
Espíritu Santo. Pero cuando todos los propósitos de Dios en Cristo se cumplan,
los redimidos de esta época de la gracia formarán, como la nueva Jerusalén, el
tabernáculo eterno y la eterna morada de Dios. (Apocalipsis 21).
"Pero ¡quien de ese glorioso resplandor
De luz viviente contará!
Donde todo Su resplandor Dios muestra
Y las glorias del Cordero están.
Dios y el Cordero serán allí,
La luz y el templo,
Y huestes radiantes compartirán para siempre,
El misterio revelado."
Edward
Dennett
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Continual
Burnt-Offering (Exodus 29: 38-46) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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