EL
CORDERO PASCUAL
Éxodo 12
Enseñanzas
Típicas del Libro del Éxodo
Edward
Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX
= Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Se puede
recordar dos cosas que contiene el capítulo once. Primero, el anuncio del
juicio sobre los primogénitos; y, en segundo lugar, la diferencia hecha "entre
los egipcios y los israelitas." (Éxodo 11: 4 al 7). Es en el cordero
pascual donde yace la reconciliación de estas dos cosas. Porque Dios plantea
ahora la cuestión del pecado, y de este modo, Él mismo se presenta, necesariamente,
en el carácter de Juez. Pero en el momento que Él hace esto, tanto los Egipcios
como los Israelitas son igualmente aborrecibles a Su juicio, en la medida que
ambos son pecadores ante Sus ojos. Es cierto que Su propósito fue redimir a
Israel de Egipto, y es también muy cierto que en el ejercicio de Sus propios
derechos soberanos Él puede hacer una diferencia entre el uno y el otro. Pero
Dios nunca puede dejar de ser Dios, y todas Sus acciones deben ser la expresión
de lo que Él es en algún aspecto o carácter; y de ahí que si Él perdona a
Israel – siendo ellos igualmente culpables junto con los Egipcios, ambos
igualmente pecadores – mientras Él destruye Egipto, Él puede hacerlo sólo en
armonía con Su propia naturaleza. En otras palabras, Su justicia debe ser
mostrada tanto en la salvación del uno como en la destrucción del otro. Y es de
una importancia inmensa percibir que la gracia misma sólo puede reinar a través
de la justicia. (Romanos 5:21). Ahora bien, este es exactamente el problema
resuelto en este capítulo – de qué manera Dios pudo perdonar de manera justa a
Israel mientras Él destruía a los primogénitos de Egipto. Él aparece a ambos
como Juez; y se verá que el único terreno de diferencia hecho, no yace en
alguna superioridad moral de Israel sobre Egipto, SINO COMPLETA Y SOLAMENTE EN
LA SANGRE DEL CORDERO PASCUAL. Fue gracia lo que hizo el pacto con Abraham,
Isaac, y Jacob; fue gracia también la que proveyó el cordero; pero la sangre de
aquel cordero – tipo como fue del Cordero de Dios, Cristo nuestra Pascua (1ª.
Corintios 5:7) – satisfizo cada demanda que Dios tenía sobre Israel debido a
sus pecados, y de ahí que Él pudo protegerlos de manera justa mientras el
destructor traía muerte en cada familia de los Egipcios. Fue en la sangre del Cordero
donde la misericordia y la verdad se encontraron, y la justicia y la paz se
besaron. Esto se verá plenamente mientras seguimos los detalles del capítulo.
"Habló
Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será
principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del
año." (Éxodo 12: 1 y 2).
Delante de
Dios, el tiempo no vale para nada mientras el pecador está en sus pecados. No
es sino hasta el momento en que estamos protegidos bajo la sangre de Cristo que
hemos comenzado a vivir ante Sus ojos. Podemos haber vivido treinta, cuarenta o
cincuenta años; pero si no hemos nacido de nuevo, todo es una pérdida de
tiempo. ¿Perder el tiempo? Perderlo por lo que a Dios se refiere; pero, ¡oh, cuán
lleno de resultados para la eternidad si continuamos en esa condición! Cada día
de aquel período ha añadido a nuestra culpa, al número de nuestros pecados,
todos los cuales están registrados en el libro que será abierto en el juicio
del gran trono blanco, si es que pasamos a la eternidad sin haber sido salvos.
¡Qué veredicto sobre los afanes y las actividades del mundo, sobre las
esperanzas y ambiciones de los hombres! Ellos nos cuentan acerca de la nobleza
de la vida, hablan de hechos de gloria y fama, y procuran inspirar a nuestra
juventud con los deseos de emular las hazañas de aquellos cuyos nombres están
inscritos en la página histórica. Dios habla, y mediante una palabra disipa la
ilusión, proclamando que los tales no han comenzado aún a vivir. Sin vida hacía
Él, independientemente de lo grande que puedan aparecer ante los ojos de los
hombres, ellos están muertos, su verdadera historia no ha comenzado aún. De
igual modo con los Israelitas. Ellos han sido, hasta ahora, siervos de Faraón,
esclavos de Satanás; no habían comenzado aún a servir a Jehová, y de ahí que el
mes de su redención había de ser el primer mes del año para ellos. Desde este
punto, comienza la verdadera historia de la vida de ellos.
"Hablad
a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada
uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si
la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y
su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme
al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero. El animal será sin
defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo
guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación
del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán
en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella
noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas
amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino
asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. Ninguna cosa dejaréis de
él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el
fuego."
"Y lo
comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y
vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de
Jehová. Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo
primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y
ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os
será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de
vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de
Egipto. Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne
para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo
celebraréis. Siete días comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis
que no haya levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado
desde el primer día hasta el séptimo, será cortado de Israel. El primer día
habrá santa convocación, y asimismo en el séptimo día tendréis una santa
convocación; ninguna obra se hará en ellos, excepto solamente que preparéis lo
que cada cual haya de comer. Y guardaréis la fiesta de los panes sin levadura,
porque en este mismo día saqué vuestras huestes de la tierra de Egipto; por
tanto, guardaréis este mandamiento en vuestras generaciones por costumbre
perpetua."
"En el
mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por
la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde. Por siete días no se hallará
levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado, así
extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel. Ninguna
cosa leudada comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin
levadura." (Éxodo 12: 3 al 20).
En medio
del juicio Dios recuerda la misericordia. Si Él herirá a los Egipcios, y si Él
no puede (no puede, consistentemente con los atributos de Su carácter) perdonar
a Israel, a menos que Sus demandas sobre ellos sean completa y adecuadamente satisfechas,
Él mismo, actuando desde Su propio corazón, en el ejercicio de Sus derechos
soberanos, según las riquezas de Su gracia, proporcionará el cordero cuya
sangre iba a formar el fundamento sobre el cual Él podía eximir justamente del
golpe a Su pueblo, y sacarles de la casa de su servidumbre. Observen bien, que
en el asunto de nuestra salvación, tal como en la redención de Israel, la
cuestión no es lo que nosotros somos, sino lo que Dios es. Nuestra salvación
está fundamentada, por tanto, sobre la base inmutable de Su propio carácter; y
de ahí que tan pronto como la expiación ha sido hecha (tal como veremos en el
progreso de esta historia) todo lo que Dios es, está comprometido para nuestra
seguridad.
Hay muchos
rasgos en esta Escritura que requieren una atención distintiva y separada. En
primer lugar, el cordero. Como ya se ha
señalado, el valor completo de este cordero pascual brota del hecho de que es
un tipo de Cristo. Pablo dice así, "Cristo, nuestra Pascua, ha sido
sacrificado. Por tanto, celebremos la fiesta." (1ª. Corintios 5: 7 y 8 –
LBLA). Estamos autorizados, por tanto, por autoridad divina, a ver al Cordero
de Dios bajo la sombra de este interesante tipo; y es a causa de esto que cada
detalle de este
capítulo llega a estar investido con tal interés superior. En el décimo día del
mes, se debía tomar el cordero – un macho de un año, sin defecto – y debía ser
guardado hasta el día catorce del mismo mes. Se ha enseñado, generalmente, que
esto corresponde a la puesta aparte del cordero en los consejos de Dios; es
decir, en el día diez, y el sacrificio real en el día catorce. Pero se ha hecho
otra sugerencia que es presentada y recomendada al juicio del lector. El día
diez, conforme a esto, corresponderá con la entrada de Cristo en Su ministerio
público, cuando Él fue destacado por Juan el Bautista, de manera muy
sorprendente, como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo." (Juan 1:29). Entonces, si el ministerio del Señor abarcó el
término de tres años, compuesto de dos años completos y partes de dos años más,
esto sería, según el cálculo Judío, cuatro años, y el tiempo de Su muerte
correspondería, por consiguiente, al día catorce. Pero, ¿por qué, se puede
preguntar, se toma el número diez para la puesta aparte del cordero? Porque es
el número de la responsabilidad para con Dios, y enseña mediante ello que antes
que nuestro bendito Señor fuera reconocido públicamente como el Cordero de
Dios, Él había satisfecho toda responsabilidad delante de Dios, y se demostró
así que era sin defecto, cualificado por lo que Él era en Sí mismo, para ser el
sacrificio por el pecado. Él era el Cordero de Dios, y es algo pleno de
bienaventurada consolación que el cordero era la provisión de Dios. El hombre
jamás habría sabido qué sacrificio habría sido aceptable. Israel habría
permanecido en servidumbre hasta el día de hoy, si se le hubiese dejado
concebir un medio de satisfacer las demandas de Dios a causa de sus pecados.
Por eso Dios, en Su misericordia y gracia, proporcionó un Cordero cuya sangre
sería suficiente para quitar el pecado del mundo. Jamás puede haber, por tanto,
ningún otro método de limpiarse del pecado, ningún otro medio de protegerse del
justo juicio de Dios: la sangre de Cristo, en vista de que es proporcionada por
Dios, excluye todo otro método.
El cordero
debía ser inmolado el día catorce del mes. "toda la asamblea de la
congregación de Israel lo matará al anochecer." (Éxodo 12:6 – LBLA). Todos
se deben identificar con el cordero inmolado. Toda la asamblea debía inmolarlo.
De hecho, cada familia tenía su cordero, ya que cada familia debía estar,
específicamente, bajo su protección; por otra parte, "la asamblea de la congregación"
es considerada como un todo. Estas dos unidades siempre fueron preservadas en
la economía Judía – la de la asamblea, y la de la familia. La de la familia corre
a través de la edad patriarcal; y ahora que Dios está llamando a un pueblo a
salir de Egipto para Sí mismo, mientras él establece la unidad del todo, la de
la familia aún es preservada. Ellas se combinan en la ordenanza de la pascua –
las familias aparte, y la congregación como un todo.
Luego se
ordena la aspersión de la sangre. El cordero muerto no habría asegurado la
protección de una sola familia. Si el pueblo hubiese descansado en el hecho de
que el cordero había sido muerto, el destructor no habría encontrado ningún
impedimento a su entrada en sus casas. No habría habido una sola casa en todas
sus tribus sin su muerto, al igual que las de los Egipcios. No; no fue la
muerte del cordero, sino la aspersión de la sangre lo que garantizó la
seguridad de ellos. (versículos 7, 13, 23). Que el lector pondere bien esto. ¿Acaso
no existe el peligro de que él descanse en el
hecho de la muerte de Cristo para protección – sin un momento de
preocupación acerca de si acaso él está bajo su eficacia bienaventurada delante
de Dios? La muerte de Cristo no salvará ni una sola alma (no hablamos de los
infantes) aparte de la fe en Él. Es muy cierto que Él ha hecho propiciación por
el pecado – una propiciación que ha glorificado a Dios en cada atributo de Su
carácter, sobre el terreno del cual Él puede, de manera justa, otorgar una
salvación plena, completa, y eterna a todo pecador que se acerca a Él a través
de la fe en su valor. Porque Dios ha propuesto públicamente a Cristo "como
sacrificio expiatorio por su sangre a través de la fe, como evidencia de su
justicia, a causa de haber pasado por alto, Dios en su paciencia, los pecados
pasados, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y
sea el que justifica al que tiene fe en Jesús." (Romanos 3: 25, 26 – BTX).
Pero debe existir la identificación personal con la sangre derramada a través
de la fe, o ella habrá sido, por lo que se refiere a un tal, derramada en vano.
¿De qué manera entonces, permitamos que se pregunte, llegó a estar el Israelita
bajo su protección y valor? Ello fue sencilla y solamente a través de la
obediencia de la fe. Se les ordenó 'tomar la sangre, y ponerla en los dos
postes y en el dintel de las casas', 'tomar un manojo de hisopo, y mojarlo en
la sangre que estará en un lebrillo, y untar el dintel y los dos postes con la
sangre que estará en el lebrillo; y que ninguno de ellos saliera de las puertas
de su casa hasta la mañana'. (Éxodo 12: 7 y 22). De este modo, ellos no tuvieron
que hacer absolutamente
nada excepto creer y obedecer. No les correspondía discutir el método
proporcionado, su sensatez o lo contrario, o su probable valor. Todo dependió
de la atención que prestaron a la Palabra de Dios. Del mismo modo Dios no
demanda nada del pecador sino fe – fe en Su testimonio acerca de su condición y
culpabilidad que le expone a juicio, y fe en la provisión hecha para su
necesidad a través de la muerte de Cristo. Si un Israelita, a partir de
cualquier pretexto, hubiese hecho caso omiso del mandato divino, no habría
podido escapar del golpe del destructor. De igual modo, si un pecador rechaza
ahora, por cualquier motivo, inclinarse ante la Palabra de Dios con respecto a
su condición, y también con respecto a Cristo, nada puede evitar el golpe del
juicio eterno. Pero en el momento que el Israelita, en obediencia sencilla, asperjaba
la sangre sobre su vivienda, él estaba inviolablemente seguro a través de esa
noche de terror y muerte. Asimismo, en el momento que un pecador cree en
Cristo, él es eternamente salvo, ya que está protegido por todo el valor inefable
de Su sangre preciosa. Entonces él puede cantar con exultante confianza:
"Aunque el incansable enemigo acusa,
Enumerando pecados como una inundación;
Toda acusación Dios rechaza;
Cristo ha respondido con Su Sangre." [*]
[*] Traducción libre de
la cita del autor de este escrito. Se trata de la tercera estrofa del himno
"Many sons to glory bringing" escrito por Mary Bowley (1813-1856). (http://www.stempublishing.com/hymns/ss/16) (N. del T.).
Observen,
asimismo, para enfatizar aún más esta
verdad, que la seguridad del pueblo no dependía en grado alguno de su propio
estado moral, ni tampoco sobre sus propios pensamientos, sentimientos, o
experiencias. El único asunto era si la sangre era o no era asperjada como se
había indicado. Si lo era, ellos estaban a salvo; si no lo era, estaban
expuestos al juicio que recorría en ese entonces la tierra de Egipto. Podían
haber sido tímidos, temerosos, y desanimados; podían haber pasado toda la noche
en cuestionamientos; pero con todo, si la sangre estaba sobre sus viviendas,
ellos estaban protegidos efectivamente del golpe del destructor. Fue el valor
de la sangre, y sólo eso, lo que les proporcionó protección. Nuevamente, si
hubiesen sido el mejor pueblo del mundo, como dicen los hombres, habrían
perecido igualmente con los más viles de los Egipcios, si es que estaban sin la
sangre rociada. El fundamento de su seguridad, sea ello reiterado, yace sólo en
la sangre del cordero Pascual. Es lo mismo ahora con todos los que están esta
tierra. Juicios muy cercanos, que trascienden con mucho los de Egipto,
descenderán sobre este mundo, y estos no serán más que los precursores del
juicio final de todos ante el gran trono blanco, cuyo tópico cierto es la muerte
segunda (Apocalipsis 20), y nadie escapará de estos juicios a menos que esté
protegido por la sangre de Cristo. ¿Puede el lector, entonces, ponderar si se
le enfatiza el asunto con fervor, no, incluso con afectuosa vehemencia: Está
usted seguro a través de la sangre de Cristo? No se permita usted ningún
reposo, día y noche, hasta que esta pregunta sea resuelta, hasta que sepa,
sobre el fundamento de la Palabra inmutable de Dios, que usted está tan a salvo
como lo estaban lo Israelitas en sus viviendas asperjadas, en esta oscura y
terrible noche.
Se debe comentar, además,
que la sangre asperjada
era para los ojos de Dios. Como otro ha observado, «No se dice, 'Cuándo ustedes la vean', sino, 'Cuando Yo la vea'. El alma de una
persona que ha despertado reposa, a menudo, no en su propia justicia, sino en
la manera en que ve la sangre. Ahora bien, si bien es muy precioso tener el
corazón profundamente impresionado con ella, este no es el terreno de la paz. La
paz se fundamenta en la visión que Dios tiene de ella. Él no puede dejar de
estimarla en su pleno y perfecto valor quitando el pecado. Es Él quien aborrece
y ha sido ofendido por el pecado; Él ve el valor de la sangre quitándolo. Se
puede decir, '¿Pero acaso no debo tener
fe en su valor?' Esto es fe en su valor, el hecho de ver que Dios la
considera como quitando el pecado; el valor que usted le da a ella la considera
como un asunto de la medida de sus sentimientos. La fe considera los
pensamientos de Dios.» Si se
recordase este punto, ello evitaría, a las personas ansiosas, muchos días y
noches extenuantes de perplejidad y angustia. No hay nada más allá de aceptar
el propio testimonio de Dios en cuanto al valor de la sangre. "Cuando yo
vea la sangre pasaré sobre vosotros, y ninguna plaga vendrá sobre vosotros para
destruiros cuando yo hiera la tierra de Egipto." (Éxodo 12:13 – LBLA). Todo
lo que Dios es, es contra el pecado y, por consiguiente, todo lo que Él es se
satisface con la sangre de Cristo, de otro modo Él aún debe castigar al pecado.
Su declaración, por tanto, de que Él perdonará cuando Él ve la sangre, es un
testimonio claro al hecho de que ella ha hecho una plena y perfecta expiación
por el pecado. Entonces, si Él está satisfecho con la sangre de Cristo, ¿acaso
no puede el pecador estar satisfecho también? Y recuerde que la indignidad del
pecador no puede ser esgrimida como un impedimento a su eficacia. Si se
pudiese, entonces la sangre por sí sola no sería suficiente. En el momento que
los ojos de Dios reposan en la sangre, toda Su naturaleza moral es satisfecha;
y Él perdona de manera tan justa a quienes están bajo su protección y valor,
como Él lo hace golpeando a los Egipcios.
La pregunta, no obstante,
puede ser preferible de
este modo, '¿De qué manera podemos ser llevados bajo la eficacia de la sangre
de Cristo?' Los Israelitas fueron llevados bajo el refugio de la sangre del
cordero pascual por medio de la fe. Ellos recibieron el mensaje, creyeron en su
importancia, asperjaron la sangre según a las instrucciones dadas, y se
aseguraron así contra el golpe judicial. Ahora es más sencillo. Las buenas
nuevas de redención por medio de la sangre de Cristo son proclamadas, el
mensaje es recibido; e inmediatamente que es recibido, la mirada de Dios
contempla al alma bajo toda su eficacia y valor. Por tanto, todo aquel que cree
en el Señor Jesucristo es librado de la ira venidera. La paz con Dios se
fundamenta así en la sangre de Cristo, Ya que «la sangre significó
el juicio moral de Dios, y la plena y entera satisfacción de todo lo que había
en Su ser. Dios, tal como Él era, en Su justicia, Su santidad, y Su verdad, no
podía tocar a quienes eran protegidos por esa sangre. ¿Había allí pecado? Su
amor hacia Su pueblo había hallado el medio de satisfacer las demandas de Su
justicia; y ante la visión de aquella sangre, la cual respondía a todo lo que
era perfecto en Su ser, Él pasaba de largo de manera consistente con Su
justicia, y aun con Su verdad.» La paz
con Dios, por lo tanto, repetimos, se basa en la sangre de Cristo.
Hay aún otra
cosa. El cordero pascual, cuya sangre
había sido asperjada sobre las viviendas de Israel, debía ser comida, y comida
de una manera especial con sus acompañamientos, y en una actitud determinada.
Cada uno de estos puntos tiene su propio interés y su propia enseñanza. "Y
aquella noche comerán la carne asada al fuego." (versículo 8). No se debía
comer "cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus
pies y sus entrañas." (versículo 9). El fuego es un símbolo de la santidad
de Dios aplicada en juicio; y de ahí que el cordero del que ellos se
alimentaron hablaba, en figura, de que Otro había soportado el fuego del
juicio, había pasado a través de él, a favor de ellos. "Asada al
fuego" habla así de Cristo quien cargó con nuestros pecados en Su propio
cuerpo sobre el madero, y por nosotros fue hecho pecado, cuando Él fue expuesto
a la acción plena, implacable, y penetrante del fuego – el juicio de Dios
contra el pecado. Si, por tanto, Él perdonó a Su pueblo, fue sólo sobre el
terreno de Otro cargando con lo que ellos justamente merecían. ¡Qué amor fue
expresado, entonces, al entregar a Su propio Hijo a semejante muerte! Bien pudo
el Espíritu de Dios decir, Él no perdonó
a Su propio Hijo, cuando Le consagró para recibir el golpe del juicio del
pecador.
"A nosotros,
nuestro Dios Su amor
encomienda,
Cuando por
nuestros pecados estábamos
perdidos;
Para que Él
pudiese perdonar a sus
enemigos,
Él no perdonaría
a Su Hijo." [**]
[**]
Traducción libre de la cita del autor de este escrito. Se trata de la primera
estrofa del himno traducido por Volbrecht Nagel (#239). (N. del T.)
Y cuan
agradecidamente los hijos de Israel se deben haber alimentado de este cordero
asado al fuego. Si sus ojos estaban abiertos, ellos dirían ciertamente, «La sangre de esta
víctima nos está amparando del terrible juicio que está cayendo sobre los
Egipcios; la carne que estamos comiendo ha pasado por el fuego, al cual, de lo
contrario, habríamos estado expuestos.» Y el
pensamiento, mientras lo expresaban, no podía dejar de mover sus corazones a la
acción de gracias y a la alabanza a Aquel que había, en Su gracia,
proporcionado un modo semejante de escape y seguridad.
Dos cosas
debían acompañar el hecho de comer el cordero – pan sin levadura y hierbas
amargas. La levadura es un tipo del mal, y por eso el pan sin levadura habla,
así como por una parte de la ausencia del mal, así por la otra de pureza y
santidad. El apóstol Pablo habla del pan sin levadura de sinceridad y verdad.
Se podrá examinar más plenamente esto cuando hablemos más extensamente de la
fiesta de los panes sin levadura asociada con la pascua. (versículo 14 al 20). Bastará
ahora con haber señalado su carácter. "Hierbas amargas" representa el
resultado de entrar en los sufrimientos de Cristo a favor nuestro;
arrepentimiento, juicio propio en la presencia de Dios. Estas dos cosas
retratan, por tanto, el único estado de alma en que podemos alimentarnos
verdaderamente del cordero asado al fuego. Y es hermoso notar de qué manera Aquel
que ha cargado con el justo juicio de Dios contra sus pecados se convierte
ahora en el alimento de Su pueblo. Observen, asimismo, que nada debía ser
dejado hasta la mañana. Si hubiese habido algún sobrante debía ser quemado en
el fuego. (versículo 10). La misma instrucción fue dada después para la mayoría
de los sacrificios que debían ser comidos. (Véase Levítico 7:15). Esta fue,
indudablemente, una provisión contra el peligro de que fuese consumida como
alimento común. Sólo podía ser comido en asociación con el juicio a través del
cual había pasado. "La carne" de Cristo no puede ser comida excepto
en la comprensión de Su muerte. Igualmente aquí, en la noche de la pascua,
junto con la mañana, cuando el juicio había pasado, ellos podían olvidar la
importancia del cordero asado al fuego; pero la instrucción de quemar lo que
sobrara recordaría su carácter, así como también evitaría su degradación a
alimento común. Solamente alrededor de la mesa pascual ellos podían alimentarse
adecuadamente del cordero pascual.
La actitud
de ellos debía estar en armonía con la posición a la que habían sido llevados.
"Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros
pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la
Pascua de Jehová." (versículo 11). Todo da indicios del carácter que se
debe asumir posteriormente a la redención de ellos – ya que estaban a punto de
dejar Egipto para siempre, para marchar a través del desierto como peregrinos a
su herencia prometida. Sus lomos se ceñían – en disposición para el servicio,
desvinculados de la escena en que habían sido mantenidos cautivos por tanto
tiempo, de modo que nada pudiese detenerlos o impedirles cuando se diera la
señal para el viaje; su calzado en sus pies – preparados, calzados para la
marcha; su bordón en su mano – la señal de su carácter peregrino, ya que
estaban dejando lo que había sido su hogar, para convertirse en extranjeros en
el desierto, y debían comer la pascua apresuradamente – porque no sabían en qué
momento la orden podía ser dada, y de ahí que debían estar preparados – velando
y preparados. Un retrato fiel de la actitud del creyente en este mundo. ¡Ojalá
que todos nosotros respondiéramos más enteramente a ello! Una y otra vez somos exhortados
a tener nuestros lomos ceñidos; y es necesario tener calzados nuestros pies con
la alegre prontitud para propagar el evangelio de la paz (Efesios 6 - VM), si es
que estamos vestidos de toda la armadura de Dios. Mantener el carácter
peregrino pertenece, en efecto, a una de las primeras lecciones de nuestra vida
Cristiana, viendo que este no es nuestro reposo; y estar en la actitud de
esperar a Cristo pertenece a nuestra expectativa de Su regreso. Esto es cierto,
pero otra cosa es preguntar si estas cosas caracterizan ahora a los creyentes
como deberían. Lo que necesitamos es un sentido más profundo del carácter de la
escena a través de la cual estamos pasando – de que es una escena de juicio,
que Dios ya ha juzgado en la muerte de Cristo. "Ahora" dijo Él,
"es el juicio de este mundo." (Juan 12:31). Teniendo conciencia de
esto en nuestras almas, no tendremos ninguna tentación de quedarnos en él; sino
que como verdaderos peregrinos, con nuestros lomos ceñidos, y nuestras lámparas
ardiendo, nosotros mismos debemos ser como hombres que aguardan a su Señor.
(Lucas 12: 35 y 36).
La fiesta
de los panes sin levadura es designada en relación con la pascua (Éxodo 12: 14
al 20). No fue celebrada en la tierra de Egipto, ya que en la misma noche que
Dios hirió al primogénito, los hijos de Israel comenzaron su travesía. Pero la
relación es preservada para mostrar su significado típico verdadero. Es lo
mismo en 1ª. Corintios 5: 7 y 8, "nuestra pascua, que es Cristo, ya fue
sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja
levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin
levadura, de sinceridad y de verdad." La levadura, como explicamos
anteriormente, es un tipo del mal – mal que se extiende y que la masa asimila,
a través de la cual se extiende a su carácter propio. "Un poco de levadura
leuda toda la masa." (1ª. Corintios 5:6). Comer pan sin levadura
significará, por tanto, separación del mal – santidad práctica. Pongan
atención, asimismo, que la fiesta debía durar siete días – es decir, un período
completo de tiempo. La lección, entonces, en su interpretación, es que la
santidad es pertinente a todos los que están protegidos por la sangre del
cordero Pascual a lo largo del período entero de sus vidas en la tierra. Esta
es la importancia de la relación de la fiesta con la pascua. Si somos salvos
por la gracia de Dios por medio de la sangre rociada de Cristo, nuestros
miserables corazones pueden razonar -- «¡Podríamos
complacernos en el pecado
para que la gracia abunde!» «¡No!» dice el Espíritu de Dios, «sino que tan pronto como usted está
bajo el valor de la muerte de Cristo, usted está bajo la responsabilidad de
separarse del mal.» Dios busca así una respuesta en
nosotros, en nuestro andar y en nuestra manera de vivir, a lo que Él es, y a lo
que Él ha hecho por nosotros. Fue para poner en observancia esta verdad que a
los Israelitas se les mandó celebrar esta fiesta "por estatuto
perpetuo." (Éxodo 12:14); primeramente, en efecto, para recordarles que
Dios, en este mismo día, había sacado a sus huestes de la tierra de Egipto, y
luego, para enseñarles las obligaciones bajo las cuales fueron llevados a
mantener un andar en conformidad con su nueva posición. ¿Y no podemos agregar
que los creyentes del día actual necesitan recordar esto en su mente? Una cosa
en la que se debe insistir ahora sobre la conciencia de todos es la
responsabilidad de celebrar esta fiesta de los panes sin levadura. Laxitud en
el andar, malas asociaciones, y mundanalidad, están arruinando por todos lados
el testimonio del pueblo de Dios. "No son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." (Juan 17: 16
y 17). ¡Que esta oración de nuestro bendito Señor pueda ser respondida de
manera más manifiesta en la separación y consagración cada vez mayores de Su
pueblo!
Desde el
versículo 21 hasta el 28, se presenta el relato de la reunión de los ancianos convocada
por Moisés para recibir las instrucciones ya consideradas. El pueblo, al oír el
mensaje, "se inclinó y adoró. Y los hijos de Israel fueron e hicieron
puntualmente así, como Jehová había mandado a Moisés y a Aarón." (Éxodo
12: 27, 28). Se añade un detalle interesante. Se hace provisión para mantener a
los hijos enseñados en cuanto al significado de la pascua (versículos 26 y 27);
y así, de generación en generación, el relato debe ser transmitido acerca de la
gracia liberadora y del poder de Jehová cuando Él hirió a los Egipcios.
El Señor, habiendo
marginado así a Su pueblo en Su gracia, y asegurado su exención del juicio a
través de la sangre esparcida, procede a golpear Egipto tal como Él había
declarado.
"Y
aconteció que a la medianoche Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de
Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono hasta el
primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito de los
animales. Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos
los egipcios; y hubo un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no
hubiese un muerto.
E hizo
llamar a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo: Salid de en medio de mi pueblo
vosotros y los hijos de Israel, e id, servid a Jehová, como habéis dicho. Tomad
también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos; y
bendecidme también a mí. Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a
echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos. Y llevó el pueblo su
masa antes que se leudase, sus masas envueltas en sus sábanas sobre sus
hombros. E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés,
pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y Jehová dio
gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron
a los egipcios." (versículos 29 al 36).
El golpe,
por largo tiempo amenazado, pero demorado en paciencia y misericordia, cayó al
fin, y cayó con efecto devastador sobre toda la tierra; ya que "Jehová
hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón
que se sentaba sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en la
cárcel, y todo primogénito de los animales." Los corazones de todos se
retorcieron de angustia bajo este doloroso y amargo golpe, entenebreciendo cada
hogar en la tierra, "y hubo un gran clamor en Egipto, porque no había casa
donde no hubiese un muerto." El obstinado corazón de Faraón fue alcanzado,
y, por el momento, se doblegó delante del juicio manifiesto de Dios. Él "se
levantó aquella noche", "él y todos sus siervos, y todos los
egipcios"; y haciendo llamar a Moisés y Aarón, les pidió que se marchasen.
No puso condiciones ahora, sino que concedió todo lo que ellos le habían
reclamado, e incluso procuró una bendición de parte de ellos. Su pueblo fue más
allá, y se apresuraron a echar a los hijos de Israel; porque dijeron,
"Todos somos muertos." Por eso, también, cuando se les pidió, ellos
les dieron cualquier cosa y todo lo que ellos desearon, y así, según la Palabra
del Señor, "despojaron a los egipcios."
"Partieron
los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie,
sin contar los niños. También subió con ellos grande multitud de toda clase de
gentes, y ovejas, y muchísimo ganado. Y cocieron tortas sin levadura de la masa
que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera
los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida.
El tiempo
que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años. Y
pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de
Jehová salieron de la tierra de Egipto. Es noche de guardar para Jehová, por
haberlos sacado en ella de la tierra de Egipto. Esta noche deben guardarla para
Jehová todos los hijos de Israel en sus generaciones." (versículos 37 al
42).
Dios emancipó
así a Su pueblo de la esclavitud de Egipto; y ellos recorrieron la primera
etapa de su travesía desde Ramesés a Sucot, alrededor de seiscientos mil
hombres de a pie, sin contar los niños. Pero, ¡es lamentable!, no estaban
solos. Iban acompañados por "una multitud mixta." (Éxodo 12:38 – VM).
Esto ha sido la causa de la desgracia del pueblo de Dios en toda época; fuente
de su debilidad, fracaso, y, a veces, de abierta apostasía. El apóstol Pablo
advierte a los creyentes de su tiempo acerca de este peligro especial (1ª.
Corintios 10); al igual que Pedro (2ª. Pedro 2) y Judas. La iglesia, en el
momento actual, es afligida de la misma manera; no, no sería exagerado decir
que la iglesia, en un aspecto, está compuesta de esta 'gran mezcla'. De ahí la
importancia de las palabras del apóstol a
Timoteo: "el fundamento de Dios se mantiene firme, teniendo este sello:
Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de la iniquidad todo aquel que
nombra el nombre de Cristo (N. del Autor:
debería ser "Señor"). Empero en una casa grande, hay no solamente
vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro: y algunos son para
honra, y otros para deshonra. Si pues se purificare alguno de éstos (N. del T.:
"separándose de ellos", cita en Español de la Biblia
traducida al Inglés por J. N. Darby), será un vaso para honra, santificado,
útil al dueño, y preparado para toda obra buena." (2ª. Timoteo 2: 19 al 21
– VM). La partida de ellos fue de prisa, porque fueron echados de Egipto, y no
podían tardar, y tampoco se habían preparado ellos mismos alguna vitualla. ¡No!
se les hizo contar completamente con Dios. Él los había separado de los
Egipcios, los había protegido mediante la sangre del Cordero, y ahora Él se
cuidaba de conducirles y proporcionarles alimento por el camino. La levadura no
debía ser llevada con ellos.
"Levántate, alma mía, tu Dios te dirige,
Manos extrañas no impiden ya más;
Pasa, Su mano te protege,
El poder que ha liberado al cautivo.
¿Está el desierto ante ti,
Tierras desiertas en las que mora la sequía?
Vertientes celestiales te restaurarán allí.
Frescas mareas inagotables de Dios." [***]
[***] Traducción libre de la cita
del autor de este escrito. Se trata de la primera y la segunda estrofa del
himno "Rise, my soul, thy God directs thee" escrito por J. N. Darby
(1800-1882). (http://www.stempublishing.com/hymns/ss/76) (N. del T.).
Por siglos
la mirada de Dios había estado sobre este momento (véase Génesis 15: 13 y 14);
y en el día preciso – el día que Él había ordenado con anterioridad – Su pueblo
salió. Ellos no habían cruzado aún el Mar Rojo; pero en la declaración de que
"todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto" (Éxodo
12:41), el Espíritu de Dios anticipa su plena y perfecta liberación. La sangre
que había protegido era el fundamento de su completa redención. No es de
extrañar, por tanto, el hecho de que se añade que la noche de su éxodo debía
ser de solemne observancia, de vigilia, para Jehová, y, de hecho, debía ser
guardada en recuerdo perpetuo. Debía ser guardada, nótese, para Jehová, para
traer continuamente a la mente de ellos la fuente de esa gracia y poder
liberadores que los había sacado de Egipto. Igualmente ahora de otra manera. En
la misma noche en que el Señor Jesús fue traicionado, Él tomó pan y dio
gracias, instituyendo para Su pueblo el precioso memorial de Su muerte; para
que todas la veces que comamos el pan, y bebamos la copa, podamos proclamar la muerte
del Señor hasta que Él venga. A través de todo nuestro peregrinaje, Él quiere
que Le recordemos – Le recordemos en aquella 'noche oscura, noche de traición',
cuando, como nuestra Pascua, Él fue sacrificado por nosotros.
El capítulo
concluye con "la ordenanza de la pascua", la cual contiene
principalmente dos cosas. Primeramente, en cuanto a las personas que podían
participar de ella: "ningún extranjero comerá de ella. Pero el siervo de
todo hombre, comprado por dinero, después que lo circuncidéis, podrá entonces
comer de ella. El extranjero y el jornalero no comerán de ella." Una vez
más. "Toda la congregación de Israel la celebrará. Pero si un extranjero
reside con vosotros y celebra la Pascua al SEÑOR, que sea circuncidado todo
varón de su casa, y entonces que se acerque para celebrarla, pues será como un
nativo del país; pero ninguna persona incircuncisa comerá de ella." (Éxodo
12: 43 al 45, 47 y 48 – LBLA). Había tres clases de persona, entonces, que
podían celebrar la pascua.
1.- Los
Israelitas,
2.- Sus
siervos comprados con dinero, y
3.- El
extranjero que residiese con ellos.
Pero la
condición para todos estos por igual era la circuncisión. Ninguno de ellos
podía tener un lugar en la mesa pascual a menos que hubiera sido circuncidado.
Solamente así ellos podían ser traídos a estar dentro de los términos del pacto
que Dios había hecho con Abraham (véase Génesis 17: 9 al 14), y sobre el
terreno sobre el que Él estaba actuando al sacarles de Egipto, y tomarlos a Sí
mismo como pueblo. La circuncisión es un tipo de muerte para la carne, y tiene
su antitipo, en cuanto a la cosa significada, en la muerte de Cristo. Pablo
escribe así a los Colosenses, "En él también fuisteis circuncidados con
circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal,
en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual
fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le
levantó de los muertos." (Colosenses 2: 11 y 12). Por lo tanto, a menos
que todas estas clases especificadas fueran traídas al terreno del pacto, ellas
no podían disfrutar del privilegio de esta fiesta muy bienaventurada – una
fiesta que obtenía todo su significado del derramamiento de la sangre del
Cordero Pascual. Es sumamente interesante notar la provisión especial hecha
para dos de estas clases. Los Israelitas, como tales, tenían derecho a la
pascua, si estaban circuncidados. Pero había dos otras clases fuera de estos.
Un jornalero no podía estar en la fiesta, pero un siervo comprado con dinero
podía si era circuncidado. Debería recordarse que esta fiesta poseía
esencialmente un carácter familiar. Por eso es que un siervo comprado con
dinero llegaba a estar, por decirlo así, incorporado con la familia, una parte
integral de ella, y por esta causa era incluido. Pero un siervo a jornal, o a
sueldo, no tenía semejante lugar o posición, y, por consiguiente, era excluido.
En el 'extranjero morando contigo' (Éxodo 12:48), podemos ver una promesa de
gracia a los Gentiles, cuando la pared intermedia de separación sería derribada
(Efesios 2:14), y el evangelio sería proclamado a todo el mundo.
Entonces,
por último, hay una provisión en cuanto al cordero mismo. "Se comerá en
una casa, y no llevarás de aquella carne fuera de ella, ni quebraréis hueso suyo."
(Éxodo 12:46). Tanto el significado del tipo como la unidad de la familia, o de
Israel, si se considera toda la congregación, se habría perdido si se hubiese
vulnerado este mandato. La sangre estaba sobre la morada, y el cordero pascual
era sólo para los que estaban bajo la protección de la sangre – para ningún
otro, y, de este modo, no debía ser llevado fuera de la casa. La sangre asperjada
es una condición indispensable para alimentarse del cordero asado con fuego.
Tampoco se debía quebrar ni un hueso, porque era un tipo de Cristo. Por eso
Juan dice, "estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No
será quebrado hueso suyo." (Juan 19:36). Es evidente, por tanto, que
Cristo estaba delante de la mente del Espíritu en el cordero pascual; y es muy
bienaventurado para nosotros, mientras leemos la narración, cuando tenemos
comunión con Sus pensamientos y no discernimos ninguna otra cosa sino a Cristo.
¡Qué pueda Él ungir nuestros ojos siempre más plenamente, para que sólo Cristo
pueda llenar la visión de nuestras almas cuando leemos Sus palabras!
Edward Dennett
Traducido del Inglés por:
B.R.C.O. – Marzo/Abril
2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Passover
Lamb (Exodus 12) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
|
|