EL
ALTAR DE BRONCE
Éxodo 27: 1-8
Enseñanzas Típicas del Libro
del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60).-
Pasando hacia el exterior
desde el lugar santo, la primera cosa que se encontraba, cuando el Tabernáculo
y todos sus arreglos estaban debidamente ordenados, era la fuente. Pero esta se
omite aquí por la misma razón que el altar del incienso no fue descrito en el
último capítulo considerado, debido a que era un símbolo de acercamiento
(aproximación), y no de exhibición; y, por consiguiente, el altar de bronce es
presentado a continuación. Se verá que este altar tenía un carácter peculiar.
Era una manifestación de Dios, y, a la vez, el lugar de encuentro entre Él y el
pecador. Es, en este aspecto, el límite de Su exhibición; es decir, Él no sale
en manifestación más allá de este límite; porque, encontrando aquí al pecador,
el pecador (es decir, el sacerdote actuando a favor de él), cuando todo está
preparado, tiene la libertad de pasar al interior desde este punto, y
necesitaría, de allí en adelante, los símbolos de acercamiento (aproximación).
"Harás también un altar de madera
de acacia de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será
cuadrado el altar, y su altura de tres codos. Y le harás cuernos en sus cuatro
esquinas; los cuernos serán parte del mismo; y lo cubrirás de bronce. Harás
también sus calderos para recoger la ceniza, y sus paletas, sus tazones, sus garfios
y sus braseros; harás todos sus utensilios de bronce. Y le harás un enrejado de
bronce de obra de rejilla, y sobre la rejilla harás cuatro anillos de bronce a
sus cuatro esquinas. Y la pondrás dentro del cerco del altar abajo; y llegará
la rejilla hasta la mitad del altar. Harás también varas para el altar, varas
de madera de acacia, las cuales cubrirás de bronce. Y las varas se meterán por
los anillos, y estarán aquellas varas a ambos lados del altar cuando sea
llevado. Lo harás hueco, de tablas; de la manera que te fue mostrado en el
monte, así lo harás." (Éxodo 27: 1-8).
Antes de emprender la consideración de los usos
del altar, será necesario explicar su significado típico. La madera de Sittim
(especie de acacia) se encuentra aquí del mismo modo que sucede con el arca,
las tablas, etc. Pero estaba cubierta con bronce en vez de oro. El bronce, de
hecho, es su característica. Pues bien, el bronce es la justicia divina, no
como la simbolizada por el oro según lo que Él es en Sí mismo, es decir, adecuado
a la naturaleza divina, sino como probando al hombre en responsabilidad. Se ha relacionado
siempre con el bronce, a causa de esto, un cierto aspecto judicial, en la
medida que, encontrando al hombre en responsabilidad, necesariamente le juzga
debido a que es un pecador. Entonces el altar, como un todo, es Dios
manifestado en justicia. Por eso formaba el lugar de encuentro entre Dios y el
pecador; ya que mientras el pecador está en sus pecados, Dios puede encontrarse
con él sólo sobre ese terreno, donde está bajo responsabilidad. El altar, por
consiguiente, era la primera cosa que encontraba el ojo del pecador que salía
del mundo y entraba al atrio del Tabernáculo. Pero en aquel entonces era un
altar —y como tal un símbolo de la cruz de Cristo. Por tanto, cuando el pecador
venía al altar, cuando venía creyendo en la eficacia del sacrificio, aunque el
altar le probaba en responsabilidad, él encontraba que todos sus pecados habían
desaparecido, y que podía estar delante de Dios en todo el olor grato del sacrificio
que había sido consumido allí.
La posición misma del altar muestra este
carácter. Estaba justo afuera del mundo, y justo adentro del atrio. Del mismo
modo cuando Cristo fue rechazado, Él fue echado del mundo —levantado por sobre
él, cuando fue clavado al vergonzoso madero. Pero allí en la cruz, tal como en
el altar en figura, Él se encontró y cargó con toda la responsabilidad del
hombre, «se sometió a todo el santo juicio de Dios contra el
pecado, y respondió tan abundantemente a cada demanda de Su gloria, que el
fuego se alimentó con gratitud del sacrificio, el cual, consumido totalmente
sobre el altar, subió a Dios como olor grato de aceptación. Era el holocausto,
y no la ofrenda por el pecado que se colocaba sobre el altar de bronce. La
ofrenda por el pecado era quemada fuera del campamento. El altar de bronce
enseña, más bien, que podemos acercarnos con santo denuedo a Su presencia.» [*]
[*] No se debe olvidar jamás que si bien el holocausto
presenta la parte de
Dios en la muerte de Cristo, con todo, era aceptado de parte del oferente para
hacer expiación por él. (Levítico 1:4).
Si consideramos ahora los
usos del altar, recabaremos más enseñanza sobre este punto. Era,
preminentemente, como se declaró recién, el altar del holocausto (Levítico 1).
Además de esto, partes de la oblación (u, ofrenda vegetal), del sacrificio de
paz, y, de hecho, de la ofrenda por el pecado, eran quemadas también sobre
"el altar del holocausto" (Levítico 2:2; Levítico 3:5; Levítico
4:10). Sin entrar, en este momento, en las características específicas de estos
varios sacrificios, será suficiente decir que ellos prefiguran diferentes
aspectos de la muerte de Cristo; y es, por tanto, en la combinación de todos,
que nosotros aprendemos el valor infinito, y la preciosura inefable de aquel
sacrificio único que ellos tipifican. El altar de bronce habla, por tanto, de
Cristo, de aquel único sacrificio de Cristo cuando mediante el Espíritu eterno
se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. (Hebreos 9:14). Por tanto, cuando el
pecador (un Israelita) traía un sacrificio, reconocía por ese mismo acto, que
no podía, por sí mismo, satisfacer las justas demandas de Dios, que él era un
pecador, y que como tal, había pecado a costa de su vida; y de ahí que trajese
otra vida para ser ofrecida en su lugar. Viniendo así, él mismo se identificaba
con el sacrificio, como se muestra en el hecho de poner su mano sobre la cabeza
de la ofrenda. (Levítico 1:4, etc.). Si traía una ofrenda por el pecado, cuya
grosura que estaba sobre las entrañas, etc., se quemaba sobre este altar (Véase
Levítico 3), cuando ponía su mano sobre su cabeza, su culpa era transferida (en
figura) a la ofrenda, y por consiguiente, era quemada como cosa inmunda
—cargada con los pecados del oferente— fuera del campamento. Si se trataba de
un holocausto, mediante el mismo acto de poner su mano sobre la cabeza de la víctima
él mismo llegaba a transferirse, por decirlo así, completamente identificado
con toda la aceptación del sacrificio. Dos cosas se llevaban a cabo de esta
manera. Por una parte, sus pecados eran quitados de la vista de Dios; por la
otra, él era llevado ante Dios en toda la aceptación de Cristo. De este modo,
si el altar probaba al hombre en justicia, revelaba, a la vez, la gracia que
había proporcionado un sacrificio perfecto a su favor; de modo que Dios podía
encontrarse con él en gracia y amor, así como también en justicia, y darle
derecho a estar en aceptación perfecta en Su santa presencia. El tamaño mismo
del altar ilustra esta verdad. Era un cuadrado de cinco codos. Era la
responsabilidad hacia el hombre mostrada y cumplida completamente en la cruz de
Cristo.
¡Qué abundante, entonces,
el aliento que Dios da al pecador! Las demandas de Su trono, Su gobierno, han
sido satisfechas mediante el altar; porque la sangre ha sido rociada sobre él,
y el sacrificio ha sido consumido. Él puede, por tanto, recibir en gracia y en
justicia a todo aquel que, en fe, se acerca al altar; y es para anunciar estas
buenas nuevas que el evangelio es enviado a todas partes. La cruz de Cristo es
ahora el lugar de encuentro entre Dios y el pecador. Es sobre el fundamento de
lo que se cumplió allí que Él pueda ser el justo y el Justificador de todo
aquel que cree en Jesús. (Romanos 6:23). No hay otro terreno sobre el cual Él
puede traer al pecador a Su presencia. Si el Israelita rechazaba el altar de
bronce, él mismo se excluía para siempre de la misericordia de Dios; y, de
igual manera, todo aquel que rechaza la cruz de Cristo, se excluye para siempre
de la esperanza de salvación.
Los cuernos del altar
pueden ser considerados también. Había cuatro —uno en cada esquina (Éxodo
27:2). En ciertos casos la sangre del sacrificio era rociada sobre estos, como
por ejemplo, en la ofrenda por el pecado del jefe, o por el pecado de una persona
común del pueblo. (Levítico 4: 25, 30, etc.). El cuerno es un símbolo de
fortaleza. Por tanto, cuando la sangre era rociada sobre los cuernos, toda la
fortaleza del altar (y dicha fortaleza se exhibía en toda su integridad) que
había estado en contra, es ejercida ahora a favor del pecador. Los cuernos del
altar llegan a ser, de este modo, un lugar de refugio, un asilo inviolable,
para todos los que estaban legítimamente bajo la protección de ellos sobre el
terreno de la sangre rociada. Joab buscó esta protección cuando huyó de Salomón
(1º. Reyes 2:28); pero, ya que no tenía ningún derecho a ella pues era un
homicida, fue muerto. Esto es como el pecador que al fin de su vida, de buena
gana reclamaría los beneficios de la muerte de Cristo para escapar del juicio,
aunque esté alejado aún de Él en su corazón. Pero dondequiera que haya
confianza en el valor del sacrificio que ha sido ofrecido a Dios sobre el
altar, no hay poder en la tierra que pueda tocar el alma que reposa bajo su amparo
y protección.
"El alma que se
inclinó para reposar en Jesús,
No la abandonaré, no la
abandonaré a sus enemigos;
Aunque todo el infierno
trate de sacudir esa alma,
Yo jamás, jamás la
abandonaré." [**]
[**] N. del T.: Traducción libre
de la última
estrofa del himno "How firm a foundation". La letra se puede leer en
Inglés y la melodía se puede oír en la
siguiente dirección web: http://www.hymntime.com/tch/htm/h/o/w/howfirm.htm
Será
interesante considerar, por un momento, la provisión para el traslado detallada
en Números 4: "Quitarán la ceniza del altar, y extenderán sobre él un paño
de púrpura; y pondrán sobre él todos sus instrumentos de que se sirve: las
paletas, los garfios, los braseros y los tazones, todos los utensilios del
altar; y extenderán sobre él la cubierta de pieles de tejones, y le pondrán
además las varas." (Números 4: 13, 14). La púrpura (o escarlata) es
realeza, y esto hace que la interpretación sea evidente. Se trata de los sufrimientos
de Cristo —tal como son vistos en el altar— y de las glorias que habían de
seguir, tal como lo muestra la púrpura. Primero la cruz, y luego la corona.
Pero el altar estaba en el desierto, y por eso las pieles de tejones estaban
afuera, cubriendo la púrpura. No había llegado aún el tiempo para la asunción
de la gloria real de Cristo. Mientras tanto, sólo se veían las pieles de
tejones —emblema de esa santa vigilancia que Le guardaba del mal mientras
pasaba por el desierto en rechazo, y mientras esperaba el tiempo de Su reino.
Todos los
utensilios del altar estaban hechos de bronce, en armonía con su rasgo
característico. Las varas, con las que el altar debía ser trasladado, eran de
madera de Sittim (especie de acacia) y bronce, tal como el altar mismo.
Finalmente, se le recuerda una vez más a Moisés que el modelo que le fue
mostrado en el monte debía ser su guía. Sólo la sabiduría de Dios pudo concebir
el altar que debía personificar tantas verdades bienaventuradas. Un rey Acaz,
entusiasmado por la belleza del altar Sirio, pudo rechazar el altar de Dios (2º.
Reyes 16); pero fue su ruina y la de todo Israel. (2º. Crónicas 28:23). Así
ahora los hombre pueden rechazar la predicación de la cruz de Cristo, hallando
en ella, según sus pensamientos, o bien una piedra de tropiezo o bien necedad,
y escoger un altar para la adoración de ellos que satisfaga sus propios gustos
estéticos, y que no ofenderá, por tanto, los prejuicios del hombre natural;
pero, como en el caso de Acaz, ello sólo puede terminar en su ruina eterna.
Sólo Dios puede prescribir el modo y el método adecuados de acceso a Él mismo.
Edward
Dennett
Traducido
del
Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Brazen
Altar (Exodus 27: 1-8) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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