EL ARCA CON
EL PROPICIATORIO
Éxodo 25: 10-22
Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
JND
= Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890)y del Nuevo Testamento
(1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
RVR1909
= Versión Reina-Valera Revisión 1909 (con permiso de Trinitarian Bible Society,
London, England)
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial
Mundo Hispano)
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
El arca y el propiciatorio son, en un sentido,
dos cosas distintas, aunque en otro, forman parte de un todo completo. Son
descritos como distintos y separados, y será mejor seguir así, en nuestra
exposición, el orden de la Escritura:
"Harán también un arca de madera de acacia
(madera de Sittim – RVR1909), cuya longitud será de dos codos y medio, su
anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro
por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. Fundirás
para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos
anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado. Harás unas varas de
madera de acacia, las cuales cubrirás de oro. Y meterás las varas por los
anillos a los lados del arca, para llevar el arca con ellas. Las varas quedarán
en los anillos del arca; no se quitarán de ella. Y pondrás en el arca el
testimonio que yo te daré. Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud
será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos
querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del
propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro
extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos
extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus
alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al
propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima
del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me
declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos
querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare
para los hijos de Israel." (Éxodo 25: 10-22).
Hay varias cosas que hay que considerar con
relación a la significancia típica del arca. Era, por una parte, una
manifestación de Dios en Cristo, y, por otra, el lugar de Su trono y gobierno
en Israel.
En primer lugar, entonces, se puede ver el arca
como una figura de la Persona de Cristo. Esto se ve a partir de su composición.
Estaba hecha de madera de Sittim,
cubierta de oro puro. El Sittim era una especie de acacia, una madera que
algunos dicen ser imperecedera. Sea como fuere, es un tipo de lo que es humano;
y si era una madera, como algunos afirman, que no se pudriría, incorruptible,
ella era un emblema muy adecuado de la humanidad de nuestro Señor. El oro es
siempre un símbolo de lo que es divino. La estructura del arca, por tanto,
representa la unión de las dos naturalezas en la Persona de Cristo. Él era
'verdadero Dios y verdadero hombre'. "En el principio existía el Verbo, y
el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios." Después de eso leemos,
"Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad." (Juan
1: 1-14 – LBLA). Él era, de este modo, Dios y hombre, Dios manifestado en
carne. El contenido del arca es
también significativo: "Y pondrás en el arca el testimonio que yo te
daré." (Éxodo 25:16). Es decir, las dos tablas de piedra, con los diez mandamientos
escritos sobre ellas, fueron depositadas en el arca, y por eso es que se le
denomina frecuentemente como "el arca del pacto" (Números 10:33;
Deuteronomio 31:26, etc.), porque contenía la ley sobre la que se fundamentaba
el pacto. Pero ello señala, de manera notable, a Cristo. Hablando así en el
Espíritu en los Salmos, Él dice, "He aquí, vengo; En el rollo del libro
está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está
en medio de mi corazón."
(Salmo 40: 7, 8). El testimonio en el arca, por tanto, exhibe la ley de Dios en
el corazón de Cristo; exponiendo, en primer lugar, que como nacido en este
mundo, siendo del linaje de David según la carne (Romanos 1:3), Él nació bajo
la ley (Gálatas 4:4); y, en segundo lugar, que Él la obedeció perfectamente. La
ley dentro del corazón, en efecto, nos presenta la perfección de Su obediencia
—el hecho de que Dios halló en Él, y en Él solo, verdad en lo íntimo, un
respuesta plena y completa a todas las demandas de Su santidad, de modo que
pudo reposar en Él con perfecta complacencia, y, mientras Le contemplaba
haciendo siempre las cosas que Le complacían, expresando el deleite de Su
propio corazón en las palabras, "Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia." (Mateo 3:17).
Los anillos y las
varas (Éxodo 25: 12-15)
tiene también algo que decir. El objeto de estos era "llevar el arca con
ellas" (versículo 14). Esto demuestra que el pueblo de Dios era peregrino
en el desierto, viajando al lugar que Dios les había preparado. Pero llegaría
el momento cuando la herencia sería poseída, y cuando el templo, adecuado en
magnificencia a la gloria del rey de Israel, sería edificado. Las varas, que en
el desierto no debían ser quitadas de los anillos del arca (versículo 15), deberían
ser quitadas entonces (2º. Crónicas 5:9), debido a que, una vez dejado atrás el
peregrinaje, el arca, junto con el pueblo, habrá entrado en su reposo (Salmo
132:8). Las varas en los añillos hablan, por tanto, de Cristo con Su hueste
peregrina, como estando Él mismo con ellos en las circunstancias del desierto.
Es Cristo en este mundo, Cristo en toda Su perfección como hombre —en una
palabra, Cristo en todo lo que Él era como el revelador de Dios; ya que en
verdad, Él fue la presentación perfecta de Dios al hombre. "Nadie conoce
al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo lo quiera revelar." (Mateo 11:27).
En segundo lugar, el arca, con el propiciatorio
y sus querubines formaban el trono de
Dios en la tierra, en medio de Israel. «El arca del pacto»,
dice uno, «era el trono donde Dios se manifestaba, si es que alguno
podía entrar de manera justa (creo que no separado de la santidad, o tomando
meramente el deber como la medida de lo que era aceptable), y como la sede de
Su soberanía sobre todo hombre viviente —el Dios de toda la tierra. La ley —el
testimonio de lo que Él demandaba del hombre —iba a ser colocada allí. Sobre
ella estaba el propiciatorio, que la cubría, el cual formaba el trono, mientras
los querubines (formados de la misma pieza), los cuales eran sus soportadores, formaban
sus lados.» Se habla
así de Dios en las Escrituras como morando entre los querubines. Los querubines
son, quizás, símbolos de
los atributos de Dios; y de ahí que el trono de Dios es sustentado por todo lo
que Él es. Por esta razón, a ellos se les relaciona, a través de todo el
Antiguo Testamento, con el poder judicial, porque puesto que Dios tiene que ver
con pecadores, Su trono fue siempre judicial en su aspecto. Dios puede ser
visto así sentado en Su trono de justicia entre los querubines. Si se pregunta,
«¿Por
qué, entonces, ya que Israel quebrantó
continuamente la ley, ellos no fueron destruidos instantáneamente?» La respuesta se encuentra (aunque
estamos anticipando la verdad del propiciatorio) en la actitud de los
querubines. Como ejecutores del poder judicial de Dios, ellos demandarían,
necesariamente, la exacción de la penalidad de la transgresión. Pero se dice
que "Sus caras estarán una frente a la otra; las caras de los querubines
estarán mirando hacia el propiciatorio." (Éxodo 25:20 – RVA). Ellos veían,
de este modo, la sangre rociada sobre el propiciatorio, la sangre que era
puesta sobre él anualmente en el gran día de la expiación (Levítico 16), en
virtud de la cual las demandas del trono quedaban satisfechas de manera
adecuada, y se hacía favorable al transgresor. De otra forma Dios, gobernando
en justicia, debería haber visitado a Su pueblo con destrucción.
Era, también, el lugar donde Dios se encontraba
y se comunicaba con Moisés
(versículo 22). El lugar de encuentro de Jehová con Su pueblo estaba a la
puerta del tabernáculo de reunión (Éxodo 29: 42, 43). Moisés solo (excepto,
excepcionalmente, el sumo sacerdote en el día de la expiación) gozaba del
privilegio de encontrarse con Dios, y de recibir comunicaciones de parte de Él en
el propiciatorio. Él fue reconocido, en gracia, como el mediador. Todos los
creyentes gozan ahora de este privilegio en virtud de la eficacia de la
redención cumplida. Pero de todo Israel, Moisés solo era libre de acudir en
todas las ocasiones a la cámara donde se manifestaba la presencia misma de
Dios. Era allí donde Dios hablaba con él (véase Números 7:89), y le confiaba
Sus mandamientos para la conducción de los hijos de Israel. Es solamente allí donde
se puede oír la voz de Dios, y conocer Sus pensamientos; y cualquiera que
quiere llegar a estar cada vez más familiarizado con Su voluntad, debe
encontrarse continuamente retirado del mundo, y aun de los creyentes, encerrado
a solas con Dios.
Si nos volvemos ahora al libro de Números,
hallaremos las instrucciones para el
transporte del arca a través del desierto. "Cuando haya de mudarse el campamento,
vendrán Aarón y sus hijos y
desarmarán el velo de la tienda, y cubrirán con él el arca del testimonio; y
pondrán sobre ella la cubierta de pieles de tejones, y extenderán encima un
paño todo de azul, y le pondrán sus varas." (Números 4: 5, 6). El velo,
como se explicará en su lugar, es un emblema de la humanidad de Cristo —Su
carne. (Hebreos 10:20). Tenemos entonces, en primer lugar, el arca; es decir,
Cristo, cubierto con el velo de Su humanidad. A continuación vienen las pieles
de tejón, expresando esa vigilancia santa mediante la cual Él se protegía del
mal, como se ve, por ejemplo, en la Escritura, "por la palabra de tus
labios yo me he guardado de las vías del destructor." (Salmo 17:4 –
RVR1909). Luego venía el paño todo de azul—símbolo de lo que es celestial. «Las pieles de tejón estaban en el interior en este
caso, porque Cristo guardaba Su perfección absolutamente libre de todo mal, y
de este modo lo celestial salía a la luz de modo manifiesto.» Se trata, por tanto, de Cristo en
el desierto, y mientras pasa a través de él, Él siempre se caracterizó por lo
que es celestial. Como tal, recuérdese siempre, Él es nuestro ejemplo. "El
que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo." (1ª. Juan 2:6).
EL PROPICIATORIO.
El propiciatorio, si bien constituye la tapa, y
completa así la estructura del arca, es, en otro sentido, completo en sí mismo,
y como tal, a partir de su importancia, se merece un comentario especial. Se
colocaba "encima del arca" (Éxodo 25:21), y estaba, por tanto, en el
lugar santísimo —la escena de la manifestación especial de Dios, y de hecho,
como se explicó, la base de Su trono. Dios mora entre los querubines. Dicho
propiciatorio se diferenciaba del arca en que la madera de Sittim (o acacia) no
entraba en su composición. Estaba hecha de oro puro, así como también los dos
querubines, que estaban formados de la misma pieza que el propiciatorio. Oro es
el emblema de lo que es divino —de justicia divina. Entonces, si se considera
por un momento en relación con el testimonio en el arca, tenemos la combinación
de la justicia humana y la divina, el testimonio señalando a la ley —justicia
humana— que estaba en el corazón de Cristo (Salmo 40), y el oro de la justicia
de Dios, mostrada también en Él. El propiciatorio es, por tanto, de una manera
peculiar, un tipo de Cristo. El apóstol aplica, de hecho, el término
directamente a Él. Dice, "siendo justificados gratuitamente por Su gracia
mediante la redención que es en Cristo Jesús: a quien Dios ha presentado como
propiciatorio por medio de la fe en Su sangre", etc. (Romanos 3: 24, 25 –
JND).
Esta alusión será comprendida de inmediato si
se hace referencia a la acción del sacerdote en el día de la expiación. Después
de poner incienso sobre el fuego delante de Jehová, se dice, "tomará de la
sangre del novillo y rociará con su dedo sobre la superficie del Propiciatorio,
a la parte del oriente; y delante del Propiciatorio rociará siete veces de
aquella sangre con su dedo." (Levítico 16:14 – VM). Lo mismo hacía con la
sangre del macho cabrío de la ofrenda por el pecado del pueblo. Dos preguntas
obtendrán el significado de este acto. Primero, ¿Por qué la sangre era rociada sobre
y delante del propiciatorio? Para
hacer propiciación por los pecados del pueblo. Siendo pecadores, ellos no
podían estar, por méritos propios, en la presencia de un Dios santo. La sangre,
por tanto, era llevada al interior por divina instrucción, y rociada, en la
manera descrita, sobre el propiciatorio para hacer propiciación por los pecados
del pueblo; y también delante del propiciatorio, pero esto había que hacerlo
siete veces, para que cuando el sacerdote se acercase pudiese hallar un
testimonio perfecto a la eficacia de la obra. Se dice que una vez era
suficiente a los ojos de Dios, pero en gracia Él condescendió a que fuese
rociada siete veces, como una completa seguridad para los ojos y el corazón del
hombre. En segundo lugar, ¿Qué es lo que
ello llevaba a cabo entonces? Llevaba a cabo la expiación, satisfacía todas
las santas demandas de Dios contra el pueblo —sí, si pensamos en la sangre de
Cristo, Le glorificó en todo lo que Él es, y Le glorificó para siempre con respecto
a la cuestión del pecado, de modo que Aquel que estaba contra nosotros debido a
nuestra culpa, está ahora por nosotros debido a la sangre. Por tanto, el
propiciatorio habla preminentemente de Cristo, ya que, como dice Juan, "él
es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo." (1ª. Juan 2:2). Los pecados de los
creyentes han desaparecido, y han desaparecido para siempre; y tal es el valor
de la propiciación hecha que Dios puede ahora enviar de manera justa en Su
gracia el evangelio a todo el mundo, y procurar que pecadores se reconcilien
con Él (2ª. Corintios 5:20). Cristo, repetimos, es representado por el
propiciatorio; y de aquí aprendemos que sólo puede haber ahora acercamiento a
Dios a través de Él, tal como en el desierto, sólo podía haber acercamiento a
Él en el propiciatorio. Pero, bendito sea Su nombre, cualquiera que se acerca
ahora a Él a través de Cristo, hallará el testimonio perfecto al valor de Su
obra expiatoria en la presencia de Dios. Pero obsérvenlo bien, y es que la
sangre es el único terreno de acceso. Él es presentado como propiciatorio por
medio de la fe en Su sangre. Creyendo, por tanto, en el valor de Su sangre,
según el testimonio de Dios con respecto a ella, cualquiera que viene puede
venir con denuedo, no dudando nada, en la plena confianza de que el camino está
abierto tanto para el más culpable como
para el más vil a la presencia inmediata de Dios. Porque "estando ya
presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y
más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y
no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,
entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención." (Hebreos 9: 11, 12).
Los querubines formaban parte del
propiciatorio. Estos, como ya se dijo, son símbolos de los atributos divinos,
y, como tales, del poder judicial. Pero ya que Dios ha sido glorificado por la
sangre sobre el propiciatorio, todos Sus atributos están en armonía, y todos
son ejercidos a favor de los creyentes. En la cruz, la misericordia y la verdad
se encontraron, la justicia y la paz se besaron; y, por tanto, la justicia está
satisfecha, las demandas de justicia cumplidas, de modo que los querubines son
favorables a la dispensación de misericordia a todo aquel que se acerca
confiando en el valor de la sangre. ¡Bendita verdad! Todo lo que Dios es, está
contra el pecado, y ahora todo lo que Dios es, está por el creyente. La sangre
sobre el propiciatorio ha forjado este poderoso cambio.
Edward
Dennett
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Ark
with the Mercy-Seat (Exodus 25: 10-22) by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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