EL MANÁ
Éxodo 16
Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones,
tales como:
LBLA = La
Biblia de
las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial
Mundo Hispano)
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Los gozos de Elim no fueron sino transitorios, no obstante lo
bienaventurado que fue el despliegue del cuidado amoroso, tierno, de Jehová.
Los hijos de Israel eran peregrinos; y como tales, el llamamiento de ellos fue
a viajar y no a reposar. La próxima etapa de su viaje, por tanto, se registra
inmediatamente.
"Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de
Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince
días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la
congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el
desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de
Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne,
cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto
para matar de hambre a toda esta multitud." (Éxodo 16: 1-3).
El desierto de Sin está entre "Elim y Sinaí". Ocupó, por
tanto, como de hecho ya se ha indicado, un lugar muy especial en la historia de
los hijos de Israel. Elim les recordaría siempre una de sus experiencias más
bienaventuradas, y el viaje a Sinaí traería igualmente a sus mentes un período
distinguido por la paciencia y la gracia en los tratos de Dios con ellos;
mientras que Sinaí quedaría grabado para siempre en su memoria en relación con
la majestad y la santidad de la ley. Hasta Sinaí, se trató de lo que Dios era
para ellos en Su misericordia y amor; pero desde aquel momento, el terreno, por
la propia acción de ellos, fue cambiado a lo que ellos eran para Dios. Esta es
la diferencia entre la gracia y la ley; y de ahí el interés peculiar que reviste
el trayecto entre Elim y Sinaí. Pero ya sea bajo la gracia o bajo la ley, la
carne permanecía siendo la misma, y aprovechó cada oportunidad para revelar su
carácter corrupto e incurable. Nuevamente toda la congregación murmuró contra
Moisés y Aarón en el desierto (versículo 2). Lo habían hecho en Pi-hahirot,
cuando vieron el ejército de Faraón acercándose; repitieron su pecado en Mara,
debido a que las aguas eran amargas; y se quejan ahora nuevamente debido a la
comida de su peregrinar. "Pero pronto se olvidaron de sus obras; no
esperaron su consejo. Tuvieron apetitos desenfrenados en el desierto, y
tentaron a Dios en las soledades." (Salmo 106: 13, 14 – LBLA). El recuerdo
de Egipto y de la comida de Egipto poseyó sus corazones, y olvidando la amarga
servidumbre con la cual esto había estado relacionado, ellos volvieron su
mirada hacia atrás con ojos nostálgicos. Cuán a menudo es este el caso con
almas recién emancipadas. Siempre debe haber hambre en el desierto, ya que la
carne no puede hallar gratificación para sus propios deseos, o satisfacción en
sus fatigas y penurias. Se trata del lugar donde la carne debe ser probada.
Jehová "te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida
que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no
sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová
vivirá el hombre." (Deuteronomio 8:3). Este es el conflicto. La carne
desea ardientemente aquello que satisfará sus deseos, pero si somos libertados
de Egipto esto no se puede permitir: la carne debe ser rechazada, considerada
como ya juzgada en la muerte de Cristo; y, por tanto, no somos deudores a la
carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivimos conforme a la
carne moriremos; pero si por el Espíritu hacemos morir las obras de la carne,
viviremos. (Romanos 8: 12, 13). Pero Jehová, como hemos visto en Deuteronomio,
tiene Su objetivo en el hecho de que experimentemos hambre; es para que dejemos
de depender de las ollas de carne de Egipto, y atraernos a Él – para enseñarnos
que la verdadera satisfacción y el verdadero sustento sólo se puede encontrar
en Él y en Su palabra. El contraste es, por tanto, entre las ollas de carne de
Egipto, y Cristo; y es algo muy bienaventurado cuando el alma aprende que
Cristo es suficiente para todas sus necesidades. En su incredulidad, los hijos
de Israel acusaron a Moisés de planear matarlos de hambre. Pero su hambre tenía
la intención de crear en ellos otro apetito, solamente mediante el cual su
verdadera vida podía ser sostenida. Jehová, no obstante, les otorgó su
petición, aunque Él envió a sus almas debilidad ("El les dio lo que
pidieron, pero envió a sus almas debilidad." Salmo 106:15 – RVA). Porque,
como se verá, Él les dio codornices así como también el maná.
"Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del
cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para
que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para
guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. Entonces dijeron Moisés y
Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado
de la tierra de Egipto, y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha
oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para
que vosotros murmuréis contra nosotros? Dijo también Moisés: Jehová os dará en
la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha
oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque
nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino
contra Jehová. Y dijo Moisés a Aarón: Dí a toda la congregación de los hijos de
Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras
murmuraciones. Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel,
miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube. Y
Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo he oído las murmuraciones de los hijos de
Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os
saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios." (Éxodo 16:
4-12).
Antes que hablemos del maná, hay dos o tres detalles que se debe tener
en cuenta. El primero es la gracia con la que Dios satisface los deseos del
pueblo. En Números 11, Él satisface también el deseo de ellos bajo
circunstancias similares; pero "la ira de Jehová se encendió en el pueblo,
e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande." (Números 11:33). No
hay aquí ninguna señal de juicio – sólo gracia paciente y longánima. La
diferencia brota, si podemos describirla así, de la dispensación. En Números
ellos estaban bajo la ley, y se les trataba consecuentemente; ellos están aquí
bajo la gracia y por eso la gracia reinaba a pesar del pecado de ellos. En
segundo lugar, sus murmuraciones fueron la ocasión de la exhibición de la gloria
de Jehová (Éxodo 16:10). De este modo, la demostración de lo que el hombre es
saca, de las profundidades del corazón de Dios, la revelación de lo que Él es.
Fue así en el huerto del Edén, y, en efecto, a lo largo de toda la línea de Sus
tratos con el hombre. Este principio se ve en perfección en la cruz – donde el
hombre fue exhibido en toda la completa corrupción de su mala naturaleza, y
donde Dios fue plenamente revelado. La luz resplandece en las tinieblas, aun si
las tinieblas no prevalecen contra ella; y, de hecho, la gloria del Señor
resplandece más brillante debido a las tinieblas de la iniquidad del hombre, la
cual llega a ser la ocasión para su exhibición. Pongan atención, no obstante,
que murmurar contra Moisés y Aarón fue murmurar contra Jehová (versículo 8). Todo
pecado es realmente contra Dios. (Véase Salmo 51:4; Lucas 15: 18-21). Por eso
Jehová dice, "Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel."
(versículo 12). No es suficientemente recordado que todas nuestras quejas,
nuestras expresiones de incredulidad, nuestras murmuraciones, son contra el
Señor, y llegan inmediatamente a Sus oídos. Cuán a menudo nuestras palabras
pecaminosas se extinguirían en nuestros labios si este pensamiento estuviera en
nuestras mentes. Si el Señor estuviera visiblemente delante de nuestros ojos,
no nos atreveríamos a pronunciar lo que a menudo nos permitimos decir ahora en
lo presuroso de nuestra incredulidad. Y, con todo, estamos realmente delante de
Él, Sus ojos están sobre nosotros, y Él oye cada una de nuestras palabras. [*]
[*] Véase, como un
ejemplo de esto, Juan 20: 26, 27.-
Por último, observen la diferencia entre las codornices y el maná.
Las codornices no tienen ninguna enseñanza especial relacionada con ellos,
mientras que se verá que el maná es un tipo muy sorprendente del Señor Jesús. Las
codornices, por tanto, fueron dadas para satisfacer los deseos del pueblo, pero
no trajeron ninguna bendición. Es con relación a estas, en efecto, que el
Salmista dice, "El les dio lo que pidieron, pero envió a sus almas
debilidad." (Salmo 106:15 – RVA). Dios puede oír el clamor de Su pueblo,
incluso en su incredulidad, y concederles sus deseos – pero lo hace como
disciplina en lugar de bendición presente. Así, muchos creyentes, olvidando su
verdadera porción en Cristo, han deseado las cosas de este mundo, las ollas de
carne de Egipto, y se les ha permitido obtener su objeto, pero la consecuencia
ha sido debilidad de alma – y tal esterilidad de alma que ellos han sido restaurados
solamente a través de las pruebas disciplinarias de la amorosa mano del Señor.
Si nos devolvemos, en corazón, a Egipto, y se nos permite gratificar nuestros
deseos, ello sólo puede llevar al dolor en días venideros. Como, por ejemplo,
Pablo escribe a Timoteo, "Porque los que quieren enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los
hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor
al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores." (1a. Timoteo 6: 9, 10). Esta es sólo una
forma de devolverse a Egipto, pero el principio es aplicable a cada objeto que
la carne puede desear.
El relato de la dádiva verdadera de las codornices y el maná se
presenta ahora.
"Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el
campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. Y
cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa
menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos
de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era.
Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que
Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer
por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los
que están en su tienda. Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron
unos más, otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido
mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que
había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas
ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día,
y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. Y lo recogían cada
mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se
derretía." (Éxodo 16: 13-21).
Se observará, y la significancia del hecho ha sido indicada, que las
codornices son mencionadas escuetamente, pero hay una descripción plena del
maná. Es el maná, por tanto, lo que nos atañe especialmente. Cuando la capa de
rocío se evaporó, "he aquí sobre la superficie del desierto había una cosa
delgada a modo de escamas, delgada como la escarcha sobre la tierra. "Cuando
la vieron los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto?, pues no
sabían qué era eso. Entonces Moisés les dijo: Él es el pan que YHVH os da para
comer." (versículos 14, 15 - BTX). Este es, entonces, el significado del
maná: el pan que Dios dio a comer a los Israelitas en el desierto. Es, por
consiguiente, la comida adecuada del desierto para el pueblo del Señor. Por
eso, cuando los Judíos dijeron a nuestro Señor, "Nuestros padres comieron
el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer",
Él respondió, "De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del
cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es
aquel que descendió del cielo y da vida al mundo." (Juan 6:32, 33. Léase
especialmente desde el versículo 48 al 58). El maná, entonces, es claramente un
tipo de Cristo – de Cristo como Él era en este mundo – como Aquel que descendió
del cielo, y que como tal, llegó a ser la comida de Su pueblo mientras pasaba
por el desierto. Se debe notar especialmente, que hasta que tengamos vida
alimentándonos en Su muerte – comiendo Su carne y bebiendo Su sangre (Juan 6:
53, 54) – no podemos nutrirnos de Él como el maná. Habiendo recibido la vida,
entonces se nos dice, "Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el
Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí." Juan 6:57).
Dejando, sin embargo, que el lector estudie por sí mismo esta
parte muy significante de la Escritura, será suficiente recordar ahora los dos
puntos a los que se hizo mención: primero, que el maná de nuestros capítulos
presenta a Cristo; y, en segundo lugar, que Cristo, en este carácter, es la
comida de Su pueblo mientras está en el desierto. Hay una diferencia entre los
hijos de Israel y los creyentes de esta dispensación. Los primeros, podían
estar sólo en un lugar a la vez, ya que tenemos aquí una narración histórica
real. Los últimos – los Cristianos – están en dos lugares: su lugar está en los
lugares celestiales en Cristo (véase Efesios 2); y en sus circunstancias,
propiamente dichas, son peregrinos en el desierto. Como estando en los lugares
celestiales, un Cristo glorificado – tipificado por el "fruto de la
tierra" (Josué 5: 11, 12) – es nuestro sustento; pero en las
circunstancias del desierto lo que satisface nuestra necesidad es lo que Cristo
fue estando aquí, Cristo como el maná. Y en medio del cansancio y la fatiga de
nuestra senda peregrina, cuán bienaventurado y cuán sustentador es alimentarse
de la gracia, la ternura, y la compasión de un Cristo humillado. De qué manera
nuestros corazones se regocijan al recordar que Él ha pasado a través de las
mismas circunstancias; que Él, por tanto, conoce nuestras necesidades, y se
deleita en suministrar para ellas para nuestro sustento y bendición. Es para
tal propósito que el escritor de la epístola a los Hebreos dice,
"Considerad pues al que soportó tal contradicción de pecadores contra Sí
mismo, para que vuestro ánimo no se canse y desfallezca." (Hebreos 12:3 –
BTX). Tal como uno dijo, hablando acerca de este tema, «Por ejemplo, algo me
puede impacientar durante el día; bueno, entonces, Cristo es mi paciencia, y Él
es así el maná que me sostiene en paciencia. Él es la fuente de gracia, no
meramente el ejemplo que debo copiar»; y es así, como la fuente de gracia,
compasión, y fortaleza para nosotros en el desierto, que Cristo es el maná de
nuestras almas.
Hay algunas instrucciones prácticas con respecto al acopio del
maná que son de fundamental importancia. Primero, ellos debían recoger cada uno
según lo que pudiera comer (Éxodo 16: 16-18). Como consecuencia, a aquel que
recogía mucho no le sobró, y al que recogía poco no le faltó. El apetito
gobernaba la cantidad recogida. ¡Cuán sorprendentemente esto es verdad acerca del
creyente! Todos tenemos tanto de Cristo como deseamos – no más, y no menos. Si
nuestros deseos son grandes, si abrimos la boca amplia, Él la llenará. Jamás
podemos desear demasiado, ni tampoco desilusionarnos cuando deseamos. Por otra
parte, si no somos más que débilmente conscientes de nuestra necesidad, sólo un
poco de Cristo será suministrado. Por consiguiente, la medida en que nos
alimentaremos de Cristo, como nuestra comida del desierto, depende enteramente
de nuestra necesidad espiritual sentida – de nuestro apetito. En segundo lugar,
no se podía almacenar para un uso futuro. Ninguno debía dejar de ello para el
día siguiente; pero algunos desobedecieron esta orden, sólo, no obstante, para
encontrar que lo que habían dejado así se había corrompido. No; la comida
recogida hoy no puede sustentarnos mañana. Podemos alimentarnos de Cristo
solamente en un ejercicio presente de alma. Mucho daño ha resultado para las
almas el hecho de olvidar este principio. Han tenido una rica comida de maná, y
han intentado alimentarse de ella durante varios días; pero a menudo ha
resultado en desilusión y pérdida, en lugar de bendición. Dios da sólo la
porción de un día en su día (N. del T.: "la
ración diaria cada día" versículo 4 - BTX), y
nada más. En tercer lugar, debía ser recogido temprano, porque cuando el sol
calentaba, se derretía. Ningún momento, en efecto, es tan precioso para el
creyente para recolectar el maná como los primeros momentos del día, cuando en
quietud, está sólo con el Señor. No ha entrado aún en las experiencias del día,
y no conoce cuál puede ser el carácter preciso de su senda; pero sabe que
necesitará el maná sustentador. Que él sea diligente, por tanto, temprano por
la mañana, y que su mano no afloje para recolectar, y para recolectar tanto como
pueda necesitar; ya que si lo busca después, encontrará que ha desaparecido
todo delante de la luz deslumbrante y el calor del día. ¡A cuántos fracasos se
les puede seguir el rastro hasta el descuido acerca de este punto! Viene una
prueba – viene inesperadamente, y el alma se quebranta. Pero, ¿por qué? Porque
el maná no fue recolectado antes que el sol calentase. Todos deberíamos tomar
esto en serio, y estar alertas contra los ardides de Satanás para desviar
nuestras mentes de esta cosa tan necesaria. Que se emplee toda diligencia para
que, cualquiera sea la emergencia a lo largo del día, no pueda existir falta de
maná.
El día de reposo es presentado en relación con el maná.
"En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos
gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se
lo hicieron saber a Moisés. Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová:
Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis
de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os
sobrare, guardadlo para mañana. Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo
que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió. Y dijo Moisés: Comedlo
hoy, porque hoy es día de reposo para Jehová; hoy no hallaréis en el campo.
Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo; en él no se
hallará. Y aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a
recoger, y no hallaron. Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis
guardar mis mandamientos y mis leyes? Mirad que Jehová os dio el día de reposo,
y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su
lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. Así el pueblo reposó el séptimo
día." (Éxodo 16: 22-30).
Leemos, en Génesis 2, que "bendijo Dios el séptimo día y lo
santificó, porque en él reposó de toda la obra que El había creado y
hecho." (Génesis 2:3 – LBLA). Esto establece el significado del día de
reposo, o séptimo día; ya que se debería observar cuidadosamente que se trata
del séptimo y de ningún otro día, mostrando claramente que es el reposo de
Dios. Este significado es afirmado muy claramente en la epístola a los Hebreos
(véase Hebreos 4:1-11). El día de reposo, por tanto, es un tipo del reposo de
Dios, y, como habiendo sido dado a los hombres, expresa el deseo del corazón de
Dios de que el hombre comparta con Él en Su reposo. Se encuentra aquí por vez
primera. No hay rastro de él a lo largo de la era patriarcal, o durante la
estadía de los hijos de Israel en Egipto, pero, tal como se lo halla en este
capítulo en relación con el maná, tiene una significancia muy bienaventurada.
Pero se debe hacer algunas observaciones antes de que esto sea
explicado. El objeto que Dios tuvo en perspectiva al instituir el día de reposo
ha sido indicado; pero, como es abundantemente claro, el hombre, a consecuencia
del pecado, jamás poseyó la cosa significada. No, es más, Dios mismo no pudo
reposar debido al pecado. Por eso, cuando nuestro bendito Señor fue acusado de
quebrantar el día de reposo, Él respondió, "Mi Padre hasta ahora trabaja,
y yo trabajo." (Juan 15:17). Dios no podía reposar en presencia del
pecado, y de la deshonra hecha a Él mediante dicho pecado, y, como
consecuencia, el hombre no pudo compartir el reposo con Él. El escritor de la
epístola a los Hebreos desarrolla este último punto. Él muestra que los hijos
de Israel estaban excluidos de dicho día debido a su incredulidad y dureza de
corazón, que Josué nos le dio el reposo, que en los tiempos de David se habló
de él como siendo aún algo futuro, y sostiene que "Por tanto, queda un
reposo (un guardar el día de reposo) para el pueblo de Dios. (Hebreos 3 y 4).
La pregunta surge entonces, ¿Cómo se ha de poseerlo? La respuesta se encuentra
en nuestro capítulo. El maná, como hemos visto, prefigura a Cristo, y, por
consiguiente, la relación enseña que es Cristo, y sólo Cristo, quien puede
conducirnos al reposo de Dios. Él es el único camino. El apóstol dice así,
"los que hemos creído entramos en el reposo" (Hebreos 4:3); es decir,
entrar en el reposo pertenece a aquellos que creen en Cristo – no es de ningún
modo, como algunos han enseñado, que el reposo sea una cosa actual. El contexto
muestra claramente que se trata de una bendición futura. Queda, por tanto, un
reposo para el pueblo de Dios. El hecho de que los creyentes pueden tener su
conciencia en reposo y reposo de corazón en Cristo es de verdad muy
bienaventurado; pero el reposo de Dios no se alcanzará hasta que entremos en
esa escena eternal en la que todas las cosas son hechas nuevas, cuando el
tabernáculo de Dios esté con los hombres, y Él morará con ellos, y ellos serán
Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, será su Dios. (Apocalipsis 21: 1-7).
Hay dos circunstancias relacionadas con la institución del día de
reposo en este lugar que requieren un breve comentario. La primera es la doble
provisión de maná en el día sexto, para que el pueblo pudiese reposar en sus
tiendas en el séptimo. Si era recogido así en cualquier otro día en voluntad
propia, llegaba a ser inútil y corrupto; pero cuando esto era hecho en
obediencia, en la perspectiva del día de reposo, permanecía sano y bueno. La
verdad enseñada, no obstante, es que cuando se comparta en el reposo de Dios,
en Su gracia, por toda la eternidad, Cristo será aún nuestra comida; no, es
más, se podría decir que nuestro disfrute de aquel reposo consistirá en deleitarnos
con Dios en el Cristo una vez humillado. Nada menor a que tengamos comunión
plena con Él mismo con respecto a Su amado Hijo satisfará Su corazón. Hay, quizás,
otro pensamiento. Es que todo cuanto adquirimos aquí de Cristo llega a ser
nuestra posesión y deleite eternos. Recolectemos tanto maná como podamos, dos
gomer en vez de uno; si es guardado para el reposo que queda, será una fuente
de fortaleza y gozo por toda la eternidad. La segunda cosa es que algunos del
pueblo, pese a la orden que habían recibido, salieron en el día séptimo a
recoger maná, pero no hallaron (Éxodo 16:27). Independientemente de las
exhibiciones de la gracia, el corazón del hombre permanecía siendo el mismo. La
desobediencia es innata a su naturaleza corrupta, y se muestra igualmente, sea
bajo la ley o bajo la gracia. Jehová reprendió, a través de Moisés, la conducta
de Su pueblo, aunque Él los soportó en Su paciente y tierna misericordia. Al
tomar el día de reposo, como se ha explicado, como un tipo del reposo de Dios,
y por tanto, puesto que el pecado ha entrado, como estando aún en el futuro, se
verá de inmediato que hay una clara enseñanza típica relacionada con que no
hubiese maná en el día de reposo. El tiempo para el maná habrá pasado para
siempre. Nunca más se comprenderá a Cristo en aquel carácter; ya que las
circunstancias de Su pueblo habrán pasado para siempre entonces. Lo guardado
que ellos recogieron mientras estaban en el desierto puede ser aún disfrutado;
pero no habrá ya más para recoger. La misma lección, en un aspecto, se puede
ver en la instrucción dada por Moisés por mandato de Jehová.
"Y dijo Moisés: Esto es lo que Jehová ha mandado: Llenad un
gomer de él, y guardadlo para vuestros descendientes, a fin de que vean el pan
que yo os di a comer en el desierto, cuando yo os saqué de la tierra de Egipto.
Y dijo Moisés a Aarón: Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná, y ponlo
delante de Jehová, para que sea guardado para vuestros descendientes. Y Aarón
lo puso delante del Testimonio para guardarlo, como Jehová lo mandó a Moisés.
Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a
tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de
Canaán. Y un gomer es la décima parte de un efa." (Éxodo 16: 32-36).
Hay, sin duda, una alusión a esto en la promesa al vencedor en la
iglesia en Pérgamo: "Al que venciere, daré a comer del maná
escondido," etc. (Apocalipsis 2:17). De este modo Cristo, en Su
humillación, jamás ha de ser olvidado, sino siempre recordado, y Su pueblo se
ha de nutrir de Él con agradecimiento por toda la eternidad.
"Allí sobre el pan oculto
De Cristo – una vez humillado aquí –
La atesorada provisión de Dios – para siempre alimentada,
Su amor mi alma vitoreará." [**]
[**] N. del T.:
Traducción literal de parte de la cuarta estrofa del himno "Rest of the
Saints Above" (Reposo de los santos en lo alto) de John N. Darby. Texto en
Inglés y melodía se pueden encontrar en el sitio web de Stem Publishing, a
saber: http://www.stempublishing.com/hymns/ss/79
Por eso, un gomer de maná fue puesto delante de Jehová, delante
del testimonio, para ser guardado por sus generaciones. Esta fue la comida de
ellos por cuarenta años, durante la totalidad de sus jornadas en el desierto,
hasta que llegaron a tierra habitada; ellos comieron maná hasta que llegaron a
los límites de la tierra de Canaán.
Edward Dennett
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio
2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Manna (Exodus 16) ,
by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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