EL
VELO DE OBRA PRIMOROSA, ETC.
Éxodo 26: 31-37
Enseñanzas Típicas del Libro
del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
La estructura del
Tabernáculo, considerada en el capítulo anterior, comprendía el Tabernáculo
propiamente dicho; es decir, el lugar
santo, y el lugar santísimo. Afuera de esto, como se verá a su debido tiempo,
estaba el atrio del Tabernáculo, completando la triple división. Pero dentro de
la estructura había solamente estos dos —el lugar santo y el lugar santísimo.
Hasta ahora, sin embargo, no se ha mostrado esta división; pero ahora se hace
provisión para ello en la instrucción dada en la siguiente Escritura
concerniente al velo.
"También harás un velo de azul,
púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines; y
lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus
capiteles de oro, sobre basas de plata."
"Y pondrás el velo debajo de los
corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel
velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo. Pondrás el
propiciatorio sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo. Y pondrás la
mesa fuera del velo, y el candelero enfrente de la mesa al lado sur del
tabernáculo; y pondrás la mesa al lado del norte. Harás para la puerta del
tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de
recamador. Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las
cuales cubrirás de oro, con sus capiteles de oro; y fundirás cinco basas de
bronce para ellas." (Éxodo 26: 31-37).
(1) Hay varios puntos claramente definidos a
ser considerados en la descripción del velo. En cuanto a sus materiales, se
percibirá que corresponden en cada detalle a los de las cortinas que forman el
Tabernáculo. (Éxodo 26:1). Así como en estas, por tanto, igualmente en el velo,
es Cristo quien es presentado —Cristo en lo que Él es en cuanto a Su naturaleza
y carácter, Cristo, en lo que será como Hijo del Hombre e Hijo de David en las
glorias futuras de Su reino milenial, y Cristo, además, como Hijo del Hombre
investido de poder judicial supremo. Pero hay una diferencia que debe ser
observada. En las cortinas del Tabernáculo el lino fino (lino torcido) está en
primer lugar; aquí tiene la precedencia el azul, y el lino fino ocupa el último
lugar. La razón es que las cortinas muestran a Cristo en relación con la
tierra, y de ahí que la pureza absoluta de Su naturaleza sea la primera cosa
declarada; mientras que el velo muestra a Cristo más bien en relación con el
cielo, y, por consiguiente, el azul —Su carácter celestial— es prominente. La
interpretación del velo se encuentra en la epístola a los Hebreos: "Así
que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo,
esto es, de su carne,…"
(Hebreos 10: 19, 20). De estas dos cosas se puede deducir, en primer lugar, que
tal como el velo en el Tabernáculo ocultaba la escena de la presencia y
manifestación inmediatas de Dios, así la carne de Cristo, del Cristo encarnado,
ocultaba, del ojo natural, la morada de la presencia de Dios. Él era Dios
manifestado en carne; pero el propósito de Su carne, al mismo tiempo, fue para
cegar los ojos de los hombres a este hecho asombroso. Lo segundo es que tal
como el velo era el único camino de entrada al lugar santísimo, así Cristo es
el único camino a Dios. Él dijo así a Tomás, "Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14:6).
Los apoyos del velo eran triples. Estaban, en
primer lugar, las columnas (o pilares), luego los ganchos (o corchetes), y por
último, las cuatro bases (o basas) de plata. (Éxodo 26:32). Las columnas (o pilares)
eran de madera
de Sittim (especie de acacia), cubiertas con oro —como se ve en las tablas,
etc. Esto simboliza, como se mostró más de una vez, la Persona de Cristo en Sus
dos naturalezas, humana y divina —como el Dios-hombre. La lección es, entonces,
—en la medida que en velo se apoyaba en estas columnas— que todo en la
redención depende de la Persona de Cristo. Si Él no
hubiese sido hombre, no podía haber muerto por nuestros pecados; y si hubiese
sido hombre solamente, Su sacrificio no habría sido de beneficio alguno para
todo Su pueblo. Pero siendo Dios y hombre, Él pudo hacer propiciación por los
pecados de Su pueblo y por los de todo el mundo. (1ª. Juan 2:2). El valor
completo de Su obra emana de Su Persona; y de ahí la importancia de asir la enseñanza
Escritural verdadera sobre este punto, y de guardar esta muy bienaventurada
doctrina en todo tiempo. Si la verdad acerca de la Persona de Cristo pudiese
ser socavada, todo el tejido y toda la estructura de la redención se pondrían
en peligro. De ahí el cuidado y, se puede añadir, el deleite del Espíritu de
Dios en testificar de ella en cada aspecto y forma, en figura y tipo, así como
también en palabras bien definidas. Los
ganchos (o corchetes) eran de oro. Oro es justicia divina. Entonces, si
como se ha mostrado, todo en la redención depende de la Persona de Cristo, es
igualmente verdad, como se ve en el hecho de que el velo estaba suspendido
sobre estos ganchos de oro, que todo depende igualmente de la exhibición de la
justicia de Dios en Cristo. O se podría afirmar aún más directamente, que
Cristo ocupa el lugar del camino a Dios en justicia divina. Porque, dado que Él
glorificó a Dios en la tierra, y terminó la obra que Él le dio para hacer, la
justicia de Dios se vio al resucitarle de los muertos, y sentarle a Su diestra.
Todo lo que Dios es, está involucrado, e involucrado justamente, en colocarle y
sostenerle en la posición que Él así ocupa. Las bases (o basas) eran de plata
—figura de la sangre de la expiación.
Esto nos lleva al fundamento de todo —la obra que Cristo realizó en la cruz.
Estas dos cosas —la sangre y el velo— se unen en el pasaje ya citado de los
Hebreos. Dios jamás permitirá que se olvide que la cruz es el fundamento de
todo, de la bendición tanto de la iglesia como de Israel, así como también de
la reconciliación de todas las cosas. Y el deleite de Su corazón en lo que
Cristo es y ha hecho, está suficientemente revelado en el hecho de que cada
cosa minuciosa en relación con Su santuario señale a lo uno o a lo otro—todas
revelando igualmente, si bien en aspectos diferentes, a Cristo y Su obra.
La posición del velo es muy importante. "Y
pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el
arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el
santísimo." (Éxodo 26:33). Aísla así, como se explicó anteriormente, el
lugar santísimo, en cual el arca del testimonio —el trono de Dios en la tierra—
estaba situada, de modo que nadie pudiese entrar allí, excepto Aarón una vez al
año en el gran día de la expiación. (Levítico 16). Se puede preguntar, ¿Y cuál
era el significado de esto? La respuesta se puede dar en las palabras de la
Escritura: "Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino
al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo
permaneciera en pie." (Hebreos 9:8 – LBLA). Entonces, como hemos visto, si
por una parte el velo, como una figura de Cristo, enseña la verdad
bienaventurada de que sólo a través de Cristo se puede obtener acceso a Dios,
por otra parte, el velo en sí mismo habla de distancia y ocultamiento. Dios, en
efecto, no se podía revelar a Si mismo, no podía salir de manera justa al
pecador, o hacer entrar al pecador a Él, hasta que la cuestión del pecado fuese
abordada y zanjada de una vez y para siempre. Cristo hizo esto, y, como una
consecuencia, en cuanto Él entregó el espíritu, el velo del templo se rasgó en
dos, de arriba abajo. (Mateo 27). El velo en el Tabernáculo, por tanto,
mostraba que el camino al lugar santísimo no había sido manifestado aún, y
mediante eso, no sólo demostraba que no se había abordado aún la cuestión del pecado,
sino también que el pueblo estaba compuesto de pecadores, y como tales no aptos
para la presencia de Dios. Tanto los dones como los sacrificios eran ofrecidos
a favor de ellos, pero estos no podían perfeccionarlos, con respecto a la conciencia,
de otra manera habrían poseído un derecho inderogable para entrar en el lugar
santísimo. (Hebreos 9:9). No; no era posible que la sangre de toros y de machos
cabríos quitaran los pecados (Hebreo
10:4); y por eso, con la culpa atada a sus conciencias, no se atrevían a entrar
a la presencia de un Dios santo; y Él (que esto sea dicho con toda reverencia)
no podía salir a ellos, porque Dios en Su santidad es fuego consumidor.
La existencia del velo revela, por tanto, el
contraste entre la posición de Israel y la de los creyentes. Israel estuvo
excluido, nunca tuvo acceso al lugar santísimo; sólo a Moisés, reconocido, en
gracia, como el mediador, y a Aarón como el sumo sacerdote, una vez al año, se
les permitió entrar. Pero ahora cada creyente goza de este precioso privilegio.
(Véase Hebreos 10: 19-22). El velo se rasgó; porque "cuando Cristo
apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor
y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y
no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su
propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido
redención eterna." (Hebreos 9: 11, 12 – LBLA). Nuestro lugar de adoración
está, por tanto, detrás del velo rasgado; y podemos entrar con toda confianza,
porque Cristo "con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados." (Hebreos 10:14).
Tampoco se debe olvidar otro contraste. Aun
cuando Aarón entraba al lugar santísimo, él no estaba en la presencia de Dios de
la manera en que el creyente lo está actualmente. Dios se reveló en aquel
entonces sólo como Jehová; pero ahora los creyentes Le conocen como Dios y
Padre de ellos. Por eso el apóstol dice, "por medio de él los unos y los
otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." (Efesios 2:18;
véase también Juan 20:17). Por lo tanto, mientras nos llenamos de admiración
ante la sabiduría de Dios, como se ha visto en las glorias y esbozos de Cristo
representados en el Tabernáculo, nos vemos constreñidos a inclinarnos delante
de Él con alabanza de adoración cuando conocemos, por contraste, la gracia que
nos ha llevado al pleno goce de todo lo que está tipificado aquí, y aun de
mayores bendiciones que estas.
(2) La disposición de los enseres santos sigue
a continuación (Éxodo 26: 33-35). Será necesario recordar, una vez más, que el
altar del incienso no se describe aún, porque es un símbolo de acercamiento
(aproximación) (y por eso pertenece a la última división de esta sección). Los
artículos presentados aquí son todos símbolos de exhibición. Dejando por esta
razón, por el presente, cualquier exposición detallada, se puede presentar una
breve nota acerca de la disposición en esta escritura. El arca, antes que nada,
debía ser colocada en el lugar santísimo, y el propiciatorio sobre el arca del
testimonio —con 'los querubines de gloria cubriendo el propiciatorio'. (Hebreos
9:5). Nada más se encontraba en el lugar santísimo, porque, como se explicó
anteriormente, era la escena de la presencia y manifestación de Dios. Allí,
morando entre los querubines, se accedía a Él con el incienso quemado sobre las
brasas sacadas de sobre el altar de oro, y con la sangre de los sacrificios en
el día de la expiación; y Moisés estuvo allí para recibir comunicaciones para
el pueblo. El velo de obra primorosa lo aislaba del lugar santo. Era, por tanto,
el compartimiento más interior del Tabernáculo. Afuera del velo, en el lugar
santo, se disponía la mesa de los panes de la proposición y el candelero; este
último en el norte y la mesa en el lado sur. Tomando prestado el lenguaje de
otro escritor, « Afuera del velo estaban la
mesa con sus doce panes y el candelero de oro. Doce es la administración
perfecta en el hombre; siete es la
plenitud espiritual, sea en el bien o en el mal. Los dos se encuentran afuera
del velo, adentro lo que era la manifestación más inmediata de Dios, el
Supremo, pero que se ocultaba, por decirlo así, en tinieblas. Aquí (en el lugar
santo) había luz y sustento; Dios en poder en unión con la humanidad; y Dios
dando la luz del Espíritu Santo. Por eso es que tenemos doce apóstoles unidos
al Señor en la carne, y siete iglesias para Él, el cual tiene los siete
Espíritus de Dios. Las doce tribus eran, por aquel momento, lo que respondía
externamente a esta manifestación. Ello se encuentra en la nueva Jerusalén. La
idea primordial es la manifestación de Dios en el hombre y por el Espíritu.» Y estas dos verdades están
relacionadas —relación mostrada por las posiciones relativas de la mesa y del
candelero; la luz del candelero testificando siempre, de hecho, de la verdad
personificada en la mesa de los panes de la proposición.
(3) La última cosa relacionada con esta parte
del tema es la "cortina para la entrada de la tienda." (Éxodo 26:36 –
LBLA). Esta "cortina" aísla el lugar santo del atrio del Tabernáculo,
y formaba la puerta de entrada a él. Ocupaba la misma posición con referencia
al lugar santo, tal como el velo de obra primorosa lo hacía con respecto al
lugar santísimo. Por tanto, cuando los sacerdotes venían desde el atrio (no
descrito aún), pasaban al lugar santo a través de esta "cortina" para
llevar a cabo su servicio. Sus materiales corresponden a los del velo de obra
primorosa. Pero hay una diferencia importante. No había querubines bordados
sobre la "cortina". Aparte de eso, era igual; y por eso es que la
enseñanza típica de la una se aplicará a la otra. Entonces, ¿cuál es el
significado de la omisión de los querubines? Estos, se recordará, presentaban
al Hijo del Hombre en Su carácter judicial. La "cortina", entonces,
al igual que el velo, es una figura de Cristo —con Su carácter judicial
cuidadosamente excluido. La razón es obvia. En la "cortina", Él es
presentado en gracia, hacia aquellos que estaban afuera, como el camino a la
posición y privilegios de sacerdotes, como el camino a la presencia de Dios en
este carácter.
Las columnas están hechas también del mismo
material, así como los ganchos ("Y harás cinco columnas de acacia para la
cortina, y las revestirás de oro, y sus ganchos serán también de
oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas." Éxodo 26:37 – LBLA); y
señalan, igualmente, a la Persona de Cristo, y a la justicia divina, cumplida y
mostrada en Él estando a la diestra de Dios. Pero hay cinco columnas en lugar
de cuatro. Esto puede surgir de lo que ya se ha declarado —que la
"cortina" es Cristo en presentación al mundo en cuanto a la raza, y
trae así con ello el pensamiento de responsabilidad hacia el hombre. Las bases
(o basas) eran de bronce en lugar de plata. El bronce, como siempre, es la
justicia divina probando al hombre en responsabilidad. Esto se explicará más
plenamente en el capítulo siguiente; pero se comprende fácilmente que se trata Cristo
presentado en gracia, y de Cristo presentado al hombre responsable, y de ahí
una prueba para el mismo hombre. En el momento, no obstante, en que la cuestión
del pecado queda zanjada, no sólo delante de Dios, sino también para su propia
conciencia, Cristo llega a ser para él, el camino a la presencia de Dios. A
partir de ahí, todo está basado en plata, ya que él está ahora sobre una
expiación cumplida; en Cristo él tiene redención por Su sangre. (Efesios 1:7;
Colosenses 1:14).
Todo sigue retratando a Cristo. Puede ser, e
indudablemente lo es, difícil interpretar algunos de los detalles minuciosos; no
obstante, si Cristo está delante del alma, algún rayo de Su gloria se descubrirá
pronto. Que haya paciencia y consciente dependencia, combinada con vigilancia
contra la actividad de la mente, y el Espíritu de Dios se deleitará en revelar
estas sombras a las almas de Su pueblo.
Edward
Dennett
Traducido
del
Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Beautiful
Veil, etc. (Exodus 26: 31-37) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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