LEYES
Éxodo 21 al 23
Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo
Edward Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX
= Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
KJV1769
= King James 1769 Version of the Holy Bible (conocida también como la
"Authorized Version")
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso
NTPESH = NUEVO TESTAMENTO DE LA
BIBLIA PESHITTA En Español, Traducción de los Antiguos Manuscritos Arameos.
Editorial: Broadman & Colman Publishing Group. Copyright: © 2006 por
Instituto Cultural Álef y Tau, A.C.
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial
Mundo Hispano)
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
En
esta sección se incluyen las varias "leyes", o estatutos, que Dios
dio para gobernar a Su pueblo en sus variadas relaciones. Apenas será necesario
exponer minuciosamente estas leyes, aunque se puede indicar el significado y la
relación de cada clase. Ellas ofrecen una perspectiva sorprendente del cuidado
de Dios para con todo lo que concernía el andar y los modos de obrar de Su
pueblo; y si las penas están unidas al rompimiento de estas diferentes leyes, ello
es sólo de acuerdo con la dispensación que había sido establecida ahora.
La primera se relaciona con el siervo Hebreo.
"Si compras un siervo hebreo, te servirá
seis años, pero al séptimo saldrá libre sin pagar nada. Si entró solo, saldrá
solo; si tenía mujer, entonces su mujer saldrá con él. Si su amo le da mujer, y
ella le da a luz hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él
saldrá solo. Pero si el siervo insiste, diciendo: "Amo a mi señor, a mi
mujer y a mis hijos; no saldré libre", entonces su amo lo traerá a Dios, y
lo traerá a la puerta o al quicial. Y su amo le horadará la oreja con una
lezna, y él le servirá para siempre." (Éxodo 21: 2-6; LBLA).
Tenemos en este siervo Hebreo, un tipo hermoso
y expresivo de Cristo. El punto que se debe observar es que habiendo servido
seis años, él debía salir libre 'sin pagar nada'. Pero si su amo le hubiese
dado una mujer durante el tiempo de su servidumbre, y le hubieren nacido hijos
e hijas, entonces su mujer e hijos pertenecerían a su amo, pero el saldría
solo; y la única forma mediante la cual él podía retener a su mujer y a su
familia era convirtiéndose en un siervo para siempre. La aplicación típica de
esto a Cristo es muy interesante. Él tomo forma de siervo (Filipenses 2); vino
a hacer la voluntad de Dios (Hebreos 10); no vino a hacer Su propia voluntad,
sino la voluntad de Aquel que le envió (Juan 6:38). Él sirvió perfectamente
durante todo Su período asignado, y podía, por tanto, haber salido libre. Tal
como le dijo a Pedro, "¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre,
y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se
cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?" (Mateo
26: 53, 54). No había necesidad alguna, por lo que a Él se refería, de que
tuviese que ir a la cruz; ninguna necesidad en absoluto, excepto por la
compulsión de Su propio corazón, y por Su deseo de lograr la gloria de Dios, y
obtener a Su esposa, la perla de gran precio. ¿Por qué, entonces, Él permitió
que fuese clavado a esa cruz vergonzosa? ¿Ser llevado como cordero al matadero?
Él era libre delante de Dios y del hombre. Nadie podía redargüirle de pecado.
Él era absolutamente libre; y por eso preguntamos nuevamente, ¿Por qué no salió
Él "libre sin pagar nada"? Respondemos: Porque Él amó a Su Amo, a Su
esposa, y a Sus hijos, y por tanto, se haría siervo para siempre. Su
"Amo" tenía el lugar supremo en Su alma, y Él ardía con un santo
deseo de glorificarle en la tierra, y terminar la obra que Él le dio para
hacer; Él amó a Su esposa —la Iglesia— y se entregó por ella; y estaba ligado
por los mismos lazos de afecto inmutable a Sus hijos —a los Suyos, considerados
individualmente— y, por tanto, Él no saldría libre sin pagar nada, sino que se
presentaría a Su Amo para poder servirle para siempre. Su oreja fue así
horadada —señal de servicio (compárese Salmo 40:6, "Sacrificio y presente
no te agrada: orejas me has labrado: Holocausto y expiación no has demandado."
RVR1865, con Hebreos 10:5, " Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio
y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo.")— como muestra de Su
permanente posición. Por consiguiente, Él jamás cesará de ser Siervo. Él sirve
ahora a Su pueblo a la diestra de Dios (véase Juan 13); y los servirá en la
gloria misma. Él mismo dice, "Bienaventurados aquellos siervos a los
cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá,
y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles." (Lucas 12:37).
Este retrato combina, por tanto, el servicio humilde de Cristo en la tierra,
con el servicio que Él lleva a cabo, ahora que está glorificado, a la diestra
de Dios, y que llevará a cabo para siempre por Su pueblo por toda la eternidad.
Ello revela, a la vez, la gracia incomparable y el amor insondable de Su
corazón, el cual le llevó a tomar y a retener así esta posición. Y cuán
admirable es que Su afecto asociase a la Iglesia con Su "Señor". "Amo
a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no saldré libre." ¡Bendito Señor. Tú
has vinculado a los Tuyos, mediante el poderío de Tu amor, con Tu Dios y
contigo mismo para siempre!
El párrafo siguiente contiene instrucciones en
cuanto a una sierva que ha sido vendida por su padre.
"Y si alguno vende a su hija por sierva,
ella no saldrá libre como salen los siervos. Si ella no agrada a su amo que la
había destinado para sí, permitirá que sea redimida. Pero no podrá venderla a
un pueblo extranjero, por haberla tratado con engaño. Y si la destina para su
hijo, la tratará conforme a la costumbre de las hijas. Si toma para sí otra
mujer, no disminuirá a la primera su alimento, ni su ropa, ni sus derechos
conyugales. Y si no hace por ella estas tres cosas, entonces ella saldrá libre
sin pagar dinero." (Éxodo 21: 7-11; LBLA).
Aunque ella podía 'no salir libre como
salen los siervos', con todo, Dios en Su
ternura, guardó cuidadosamente sus derechos en la posición ocupada. La
tendencia es, demasiado a menudo, evidente en cuanto a tratar a los que están sujetos
y son dependientes, conforme a los cambios de humor y al capricho. Esto no
debía suceder. Si su amo cambiaba su parecer, y ella se volvía desagradable a
sus ojos, ella debía tener la opción de redención. No debía ser degradada en su
servicio, ni tampoco se podía venderla a un pueblo extranjero. Mediante sus
tratos engañosos, él había perdido los derechos que de otro modo habría
poseído. Si ella hubiese sido desposada con su hijo, o con él mismo, sus
derechos eran mantenidos cuidadosamente; y si estos eran descuidados, en caso
de que tomara otra mujer, entonces ella sería absolutamente libre. De este
modo, en Su amor compasivo, el Señor rodea a Sus débiles e indefensos con leyes
que les aseguran un trato equitativo y considerado.
Se presenta a continuación, transgresiones a
las cuales va unida la pena de muerte.
"El que hiriere a alguno, haciéndole así
morir, él morirá. Mas el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus
manos, entonces yo te señalaré lugar al cual ha de huir. Pero si alguno se
ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo
quitarás para que muera. El que hiriere a su padre o a su madre, morirá. Asimismo
el que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada en sus manos,
morirá. Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá."
(Éxodo 21: 12-17).
El primero en ser tratado es el caso de
asesinato. Esta no es ninguna nueva promulgación. Dios había dicho a Noé,
"El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada;
porque a imagen de Dios es hecho el hombre." (Génesis 9:6). Él demandaría
la vida del hombre de mano del hermano de todo hombre. El hombre, por tanto,
fue hecho guarda de su hermano, y Dios protegía a quien había hecho a Su imagen
mediante la pena más solemne que pudo exigir; porque la vida Le pertenece, y
por eso es no toleraría que otro invada Su prerrogativa. De este modo, cuando
Caín mató a su hermano Abel, el Señor le dijo, "¿Qué has hecho? La voz de
la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra." (Génesis 4:10). Para
el homicidio premeditado no había liberación de la pena, aunque el homicida
pudiese haber huido al altar de Dios buscando protección. (Véase 1º. Reyes 2:
28-32). Él debía morir. No existe ningún consentimiento en la Palabra de Dios para
el moderno movimiento filantrópico para la abolición de la pena capital. Ello remplaza,
en efecto, la ley primigenia de Dios por ideas humanas. De hecho, exalta al
hombre por sobre Dios. Las instrucciones dadas por nuestro Señor en el 'sermón del
monte' (Mateo 5: 38-48)
tienen su aplicación sólo a las relaciones de los súbditos de Su reino, y no a
las que existen entre hombre y hombre, y de ningún modo, por tanto, desechan el
precepto dado a Noé.
Se hace una excepción. "Mas el que no
pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré
lugar al cual ha de huir." (Compárese con Deuteronomio 19: 4, 5; de hecho,
con todo el capítulo). Si aplicamos estos estatutos a la acción de la nación
Judía contra Cristo, recordando de qué manera ellos 'pretendían herirlo', y que,
al fin, tuvieron éxito mediante
soborno y artificio al asegurar Su aprensión y condenación, parecería como si
no hubiese escapatoria posible para ellos. Pero nuestro Señor mismo oró, "Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas 23:34); de modo que Dios
en gracia, si se arrepentían, sobre el terreno de esta intercesión, les
imputará ignorancia, y les señalará una ciudad de refugio a la cual escapar y
estar a salvo. Por eso es que Pedro, cuando les predicó, dijo, "sé que por
ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes." (Hechos
3:17). La gracia puede absolver así de la pena de la ley, sobre el terreno de
la expiación por el pecado que fue obrada por la muerte de Cristo.
Tanto el que hiriere como el que maldijere a
padre o madre (Éxodo 21: 15 y 17) incurrían en la misma pena. Dios estableció
así, mediante las santas sanciones de Su ley, la autoridad paternal; y demandó
para ella la reverente consideración de los hijos. La desobediencia a los padres
es presentada como una de las señales de los tiempos peligrosos de los
postreros días (2ª. Timoteo 3:2), mostrando plenamente el valor, ante los ojos
de Dios, del sometimiento de los hijos a sus padres. Ya que, efectivamente,
ellos representan la autoridad de Dios, y de ahí que sea absoluta en su
carácter cuando es usado para Dios,
demandando obediencia implícita e incondicional. (Véase Deuteronomio 21: 18-21;
Efesios 6:1; Colosenses 3:20). De ahí la gravedad de los pecados especificados
aquí. Pero si el herir o maldecir a padres terrenales merecen la muerte, cuánto
mayor es el pecado de abierta rebelión contra Dios.
Robar un hombre, y vender un hombre, que es, de
hecho, la esclavitud, tal como se practica aún en muchas partes del mundo,
tenía también la pena de muerte (Éxodo 21:16).
El hombre puede ser un pecador, y con todo, no obstante las demandas de
Dios sobre él, demandas que también deben ser satisfechas antes de que sea
entregado, él es de tal valor ante los ojos de Dios, que su libertad debía ser
sagradamente respetaba por su prójimo. ¡Qué asombroso es que, con semejante
Escritura, la esclavitud en su peor forma —robar, vender, poseer hombres como
meros enseres— se pudo mantener, aun dentro del recuerdo de la actual
generación, por seguidores profesantes de Cristo!
En el párrafo siguiente se encuentran
transgresiones contra la persona con sus penas específicas.
"Además, si algunos riñeren, y uno hiriere
a su prójimo con piedra o con el puño, y éste no muriere, pero cayere en cama; si
se levantare y anduviere fuera sobre su báculo, entonces será absuelto el que
lo hirió; solamente le satisfará por lo que estuvo sin trabajar, y hará que le
curen. Y si alguno hiriere a su siervo o a su sierva con palo, y muriere bajo
su mano, será castigado; mas si sobreviviere por un día o dos, no será
castigado, porque es de su propiedad. Si algunos riñeren, e hirieren a mujer
embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo
que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere
muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano
por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por
golpe. Si alguno hiriere el ojo de su siervo, o el ojo de su sierva, y lo dañare,
le dará libertad por razón de su ojo. Y si hiciere saltar un diente de su
siervo, o un diente de su sierva, por su diente le dejará ir libre."
(Éxodo 21: 18-27).
Es preciso notar sólo dos cosas, dejando los
detalles para el propio lector. La primera es que todos estos edictos revelan
la ternura de Dios al proteger los cuerpos de Su pueblo —y especialmente de
quienes ocupan una posición de sumisión. La segunda es que encontramos aquí el
verdadero carácter de la ley. La gracia está ausente. Se trata de ojo por ojo,
y diente por diente, etc. Nuestro bendito Señor cita especialmente estas
disposiciones para indicar el contraste de ellas con la gracia. Él dice, "Oísteis
que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis
al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra." (Mateo 5: 38, 39). Sobre el terreno de la ley
se demanda un equivalente exacto —no más, y no menos; pero la gracia puede condonar
cada demanda, ya que siendo tratados nosotros mismos en gracia, siendo
condonada toda nuestra deuda, debemos actuar sobre el mismo principio en
nuestras relaciones los unos con los otros. Que jamás se olvide, no obstante,
que el fundamento de la gracia misma está colocado en justicia, y por eso reina
por medio de la justicia (Romanos 5:21), habiendo sida establecida así sobre
una base eterna e inmutable.
Se establece, después, la responsabilidad del
dueño por los actos de su ganado.
"Si un buey acorneare a hombre o a mujer,
y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne;
mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere acorneador desde
tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado,
y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño. Si
le fuere impuesto precio de rescate, entonces dará por el rescate de su persona
cuanto le fuere impuesto. Haya acorneado a hijo, o haya acorneado a hija,
conforme a este juicio se hará con él. Si el buey acorneare a un siervo o a una
sierva, pagará su dueño treinta siclos de plata, y el buey será apedreado. Y si
alguno abriere un pozo, o cavare cisterna, y no la cubriere, y cayere allí buey
o asno, el dueño de la cisterna pagará el daño, resarciendo a su dueño, y lo
que fue muerto será suyo. Y si el buey de alguno hiriere al buey de su prójimo
de modo que muriere, entonces venderán el buey vivo y partirán el dinero de él,
y también partirán el buey muerto. Mas si era notorio que el buey era
acorneador desde tiempo atrás, y su dueño no lo hubiere guardado, pagará buey
por buey, y el buey muerto será suyo." (Éxodo 21: 28-36).
Será suficiente indicar que el mismo principio
de justicia equivalente prevalece también en estas instrucciones. Aun la muerte
del dueño, así también como del buey, es impuesta si hubiese existido un
conocimiento culpable de la propensión del animal, y él no hubiese hecho
provisión para protegerse de ello (versículo 29). Cuán vivamente ello nos trae
ante nuestra mente la verdad enseñada por nuestro bendito Señor, que aun los
cabellos de nuestras cabezas están todos contados (Mateo 10:30 – LBLA). Se
provee para todo, y cada relación, con sus varias rupturas, se ajusta en
armonía con el gobierno justo bajo el cual Israel era colocado ahora. Hay un
detalle que no debería pasar desapercibido. El siervo, o la sierva, eran
valorados en treinta siclos de plata (Éxodo 21:32). Esto es a lo que se refiere
el profeta Zacarías: "Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si
no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata." (Zacarías
11:12). Es Cristo quien es presentado así, el cual fue traicionado por treinta
piezas de plata. (Mateo 26:15). Tal fue el valor estimado por el hombre de Dios
manifestado en carne, ¡del Unigénito del Padre!
A continuación (Éxodo 22), tenemos la ley de
restitución en casos de hurto.
"Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo
degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja
cuatro ovejas. Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y
muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte. Pero si fuere de día, el
autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa restitución;
si no tuviere con qué, será vendido por su hurto. Si fuere hallado con el hurto
en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble. Si alguno hiciere
pastar en campo o viña, y metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su
campo y de lo mejor de su viña pagará. Cuando se prendiere fuego, y al quemar
espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego
pagará lo quemado. Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar,
y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará
el doble. Si el ladrón no fuere hallado, entonces el dueño de la casa será
presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de
su prójimo. En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre
vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa
de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará
el doble a su prójimo. Si alguno hubiere dado a su prójimo asno, o buey, u
oveja, o cualquier otro animal a guardar, y éste muriere o fuere estropeado, o
fuere llevado sin verlo nadie; juramento de Jehová habrá entre ambos, de que no
metió su mano a los bienes de su prójimo; y su dueño lo aceptará, y el otro no
pagará. Mas si le hubiere sido hurtado, resarcirá a su dueño. Y si le hubiere
sido arrebatado por fiera, le traerá testimonio, y no pagará lo arrebatado. Pero
si alguno hubiere tomado prestada bestia de su prójimo, y fuere estropeada o
muerta, estando ausente su dueño, deberá pagarla. Si el dueño estaba presente
no la pagará. Si era alquilada, reciba el dueño el alquiler." (Éxodo 22: 1-15).
Zaqueo se refiere, sin duda, a esta provisión
de la ley (versículo 1) cuando dijo al Señor, "si en algo he defraudado a
alguno, se lo devuelvo cuadruplicado." (Lucas 19:8). Así como en el
capítulo anterior vimos de qué manera Dios guardaba la vida y las personas de
Su pueblo, en este percibimos de qué forma Él protege su propiedad, y hacía
responsables ante Él a todos los que desatendían Su ley. Pero la pregunta para
nuestras almas es, «¿Si el hecho de
hurtar al prójimo se condena así, cómo debe ser enfrentado el pecado de hurtar
a Dios? ¿Cómo pueden los que ya son pecadores hacerle restitución?» Es
imposible; y si se nos hubiera dejado a nosotros mismos, debiéramos haber permanecido
para siempre bajo las consecuencias de nuestras transgresiones. Pero leemos en
los Salmos acerca de Uno que dijo, "Y ahora tengo que pagar lo que no
robé." (Salmo 69:4 – BTX). Él fue la ofrenda de expiación así como también
las ofrendas por el pecado y los holocaustos. Él, por tanto, ha hecho una plena
y adecuada restitución (podemos decir, si es que nosotros creemos) por todas
nuestras transgresiones. No existe ni la más mínima infracción que pueda ser cargada
a nuestra cuenta para la que Él, en Su gracia y misericordias infinitas, no
haya hecho reparación. Esto trae ante nosotros un aspecto muy bienaventurado de
Su muerte. En el capítulo que estamos considerando, el propio ofensor tenía que
hacer restitución. Nosotros no podíamos hacer esto, y si no hubiese habido un
sustituto ocupando nuestro lugar —si no hubiese habido nadie que restituyese a
Dios lo que Él no había quitado, pero que nosotros sí habíamos quitado,
deberíamos haber sido para siempre responsables a Sus demandas— para siempre
responsables, pero no teniendo nada con que pagar. Por tanto, mientras más
recordemos esto, más magnificaremos la gracia de Aquel que, por Su propia
voluntad, respondió a Dios por nosotros, de modo que Él nos puede absolver de
manera justa de toda demanda, sí, y nos ha llevado justamente a la diáfana luz
y gozo de Su presencia. ¡Bendito sea para siempre Su muy santo nombre!
Pasamos ahora a mandatos de otro tipo. El
primero de estos se refiere al deseo carnal (Éxodo 22:16). Se supone aquí que
la culpa se anexa principalmente al hombre —no exceptuando a la mujer, no
obstante, de su parte en ella. Pero el hombre no puede pecar livianamente, y
actuar como si no hubiera pecado, especialmente de la forma aquí mencionada.
Por eso es que él incurre en la obligación de pagar una dote por ella (dotarla)
para que sea su mujer. El principio es formulado por Pablo. Él dice, "¿O
no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice:
Los dos serán una sola carne." (1ª. Corintios 6:16). Por la misma razón
nuestro bendito Señor enseñó, "Cualquiera que repudia a su mujer, salvo
por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera." (Mateo 19:9). Que comentario acerca de leyes humanas
que permiten el divorcio sobre otros terrenos —como negligencia absoluta de la
sabiduría de Dios, y que a la vez delata la completa ignorancia de las
relaciones fundamentales entre el hombre y la mujer. Por lo tanto, si bien
estamos obligados a obedecer a los poderes que existen, cuando no están en
conflicto con la autoridad de Dios, la ley de la nación en que habitamos no
puede ser la guía de la conciencia del creyente o de la iglesia.
"A la hechicera no dejarás que viva."
(Éxodo 22:18). La idea esencial acerca de una hechicera era comerciar con los
espíritus, cosa que encuentra su contraparte en el 'espiritismo' del día
actual. De ahí que en Levítico se la describa como "la mujer que evocare
espíritus de muertos" (Levítico 20:27). La hechicera de Endor es la
ejemplificación de su clase ("Entonces Saúl dijo a sus servidores:
—Buscadme una mujer que sepa evocar a los muertos, para que yo vaya a ella y
consulte por medio de ella. Sus servidores le respondieron: —He aquí que en
Endor hay una mujer que sabe evocar a los muertos." 1º. Samuel 28:7 –
RVA); ya que leemos que Saúl fue a ella y dijo, "Por favor, evócame a los
muertos y haz que suba quien yo te diga." (1º. Samuel 28:8 – RVA). Esto es
la cosa misma que profesan hacer los espiritistas —llevar al que consulta a comunicarse
con espíritus de muertos. Al igual que Saúl, incapaz de obtener comunicaciones
de parte de Dios, ellos buscan información concerniente a cosas desconocidas e
invisibles a través de la acción de espíritus. Se trata, en efecto, de volverse
de Dios a Satán. El sistema completo, sea en Israel o en nuestro día, es
Satánico. Una hechicera debía ser, por tanto, destruida; y esto muestra el
total antagonismo a Dios de su vocación; y el espiritismo de moda actualmente,
no es menos aborrecible, y, si se persiste en él, no menos destructivo para las
almas.
Se
nombran, a continuación, dos pecados a los que se anexa la pena de
muerte. El primero es el de la carne —y de la carne en su forma más horrible y
repugnante. El segundo es la idolatría. (Éxodo 22: 19 y 20). Dios no podía
tolerar el conocimiento entre Su pueblo de ningún dios aparte de Él. Ello sería
una negación de Sus demandas y Su autoridad, y la subversión de los fundamentos
mismos de Su relación con Su pueblo; y, por parte de ellos, sería la negación
de Su verdadero carácter, y el rechazo de Su dominio absoluto. La adoración del
Dios verdadero, y de dioses falsos, no podía, por tanto, coexistir. El apóstol
dice así, "las cosas que los gentiles ofrecen en sacrificio, a los
demonios las sacrifican, que no a Dios: y no quiero que tengáis comunión con
los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios. No
podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios."
(1ª. Corintios 10: 20, 21 – VM). La aceptación de dioses falsos equivale a un
rechazo del Dios verdadero. Por eso, por otra parte, cuando los Tesalonicenses
se convirtieron, se dice de ellos, "os convertisteis de los ídolos a Dios,
para servir al Dios vivo y verdadero." (1ª. Tesalonicenses 1:9).
Se inculca, a continuación, ternura y compasión
en varios casos.
"Y al extranjero no engañarás ni
angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A
ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos
clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os
mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos. Cuando
prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás
con él como logrero, ni le impondrás usura. Si tomares en prenda el vestido de
tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. Porque sólo eso es su
cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él
clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso." (Éxodo 22: 21-27).
El extranjero es lo primero, y el recuerdo de
lo que habían sido en la tierra de Egipto fue para gobernar la conducta de
ellos hacia los tales. Habían estado en amargura de alma a través de dura
servidumbre cuando estaban bajo el yugo de acero de Faraón, y podían, por
tanto, entrar en los sentimientos de los que eran extranjeros en una tierra
extraña. Luego, los desvalidos son encomendados a sus corazones; y de todos los
desvalidos unos que apelan a nuestra compasión, ciertamente la viuda y el
huérfano tienen el primer derecho. De este modo, Dios los rodea aquí con la
poderosa defensa de Su propio brazo. Si algunos los afligieren, ellos serían
muertos y sus mujeres e hijos llegarían a ser viudas y huérfanos. En toda la
Escritura, de principio a fin, estas dos clases son indicadas siempre como el
objeto especial del cuidado de Dios, y por eso debieran ser objetos de nuestra
compasiva preocupación. Santiago dice, por consiguiente, "La religión pura
y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las
viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo." (Santiago
1:27). Las dos siguientes instrucciones se refieren al pobre —la primera, para
guardarle de la extorsión así como también para evitar que el rico obtenga
ganancia de su pobreza; y la segunda, para protegerle de la carencia y la
desnudez. Estas leyes, a pesar del hecho de que los hijos de Israel eran ahora
gobernados desde el Sinaí, nos permiten ver en las profundidades del corazón de
Dios. Qué inexpresable ternura en la provisión de que un vestido tomado en
prenda deba ser devuelto "antes de ponerse el sol, porque es su único
abrigo; es el vestido para su cuerpo. ¿En qué otra cosa dormirá? Y será que
cuando él clame a mí, yo le oiré, porque soy clemente." (Éxodo 23: 26, 27
– LBLA). El corazón de Dios debe ser expresado por Su pueblo, y ¡Él se conmueve
al ver a uno que no tiene nada con que cubrir su cuerpo al acostarse a dormir!
Se ordena, asimismo, el respeto por las
autoridades constituidas: "No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al
príncipe de tu pueblo." (versículo 28). El apóstol Pablo cita esta
Escritura cuando está frente a Ananías y el Sanedrín. (Hechos 23:5). Ello se
corresponde con las exhortaciones en varias epístolas. (Romanos 13; 1ª. Timoteo
2:2; 1ª. Pedro 2: 13-17). La senda del pueblo de Dios es así, en lo que se refiere
a reyes, gobernadores, y magistrados, extremadamente sencilla. A toda
autoridad, de cualquier forma, ellos les deben respeto y obediencia, en la
medida que no entre en conflicto con lo que le es debido a Dios. Son colocados
en este lugar de sumisión por el propio Señor.
Las primicias y el primogénito han de ser
ofrecidos a Dios (versículos 29, 30); véase Éxodo 13: 12, 13). Ellos debían
reconocer así, tanto su dependencia como la fuente de su bendición, y
manifestar que ellos mismos pertenecían a Jehová. Era Dios quien daría las
primicias y el producto de la vendimia, y como muestra de esto, demandaba una
ofrenda a Él. Él reclamaba
también el primogénito de sus hijos, pero sobre el terreno, tal como se explica
en el capítulo 13 de este mismo libro del Éxodo, de la destrucción del
primogénito de Egipto en la noche de la Pascua, y de la redención de ellos
mediante la sangre del cordero Pascual.
Por último, ellos debían ser "varones
santos" a Jehová, apartados del mal, y separados para Dios; porque Aquel
que los había hecho Suyos era santo, y querría que ellos se adaptasen a Él
mismo. A causa de esto, no debían contaminarse con alimento inmundo, con carne
contaminada por animales inmundos, y que sólo servía para los perros. Un pueblo
santo debe ser santo en sus modos de obrar, como conviene a un Dios santo.
Temas de otra clase son introducidos en el
capítulo siguiente (Éxodo 23).
"No admitirás falso rumor. No te
concertarás con el impío para ser testigo falso. No seguirás a los muchos para
hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer
agravios; ni al pobre distinguirás en su causa. Si encontrares el buey de tu
enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te
aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le
ayudarás a levantarlo. No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito. De
palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no
justificaré al impío. No recibirás presente; porque el presente ciega a los que
ven, y pervierte las palabras de los justos." (Éxodo 23: 1-8).
Los
pecados de la lengua dan comienzo a esta sección. El primero tiene relación con
levantar o recibir un rumor falso. ¡Cuánto daño se ha perpetrado de este modo, y
aun en la iglesia de Dios! Existen pocos que no se horrorizarían ante el
pensamiento de levantar un rumor falso. Un pecado semejante sería condenado por
todas las mentes rectas; ni siquiera un hombre del mundo atenuaría su
culpabilidad. Pero, como se indica en el margen (de la Biblia en Inglés KJV1769),
la palabra tiene un significado más amplio, e incluirá también el hecho de admitir
un rumor falso. Muchos de los que evitarían el primer pecado caen en la trampa
del segundo. Se escucha un rumor, y es aparentemente verdadero, y se lo hace
circular, mientras que si se hubiese tenido el cuidado de verificarlo, su
falsedad podía haber sido detectada. Los Cristianos, sobre todo, debieran tener
cuidado en cuanto a esto, rechazando todo rumor para desacreditar a otro, a no
ser que sea avalado por un testimonio irrecusable. La responsabilidad recae así
sobre el oidor, así como también sobre el repetidor, de rumores. Si se
recordase esto, un buen número de calumnias serían cortadas de raíz, más de un
chismoso sería puesto en evidencia, y se evitaría muchos quebrantamientos de
comunión. El antídoto se halla en ese amor que "no toma en cuenta el mal, no
se alegra en la injusticia, sino que se regocija con la verdad; todo lo sufre,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1ª. Corintios 13: 5-7;
BTX).
Se condena, a continuación, el testimonio falso
—un pecado conocido por el nombre moderno de perjurio. Este mandato, así como
también el del versículo siguiente, y en los versículos 3 y 5, parece estar
relacionado con la administración
de justicia. Nada escapa a los ojos de un Dios justo, ninguna tendencia o
influencia malignas, y por eso Él hace provisión para la conducta de Su pueblo
en cada circunstancia de sus vidas. Es difícil estar solo en oposición a una
muchedumbre, aunque el caso pueda ser justo. Con el Señor delante del alma se
vuelve simple. Por otra parte, no se debe favorecer (o ser parcial) con un hombre
pobre en su pleito; es decir,
no se debe 'pervertir' su derecho cuando el pleito es injusto, ni tampoco
cuando es justo (Éxodo 23:6). Algunos son susceptibles a las influencias de los
ricos, y algunos a las de los pobres, especialmente en una época de democracia
y desprecio de la autoridad legítima. Pero el corazón debe estar libre de ambas
cosas, y será libre si obedece a la Palabra de Dios.
Intercalada con estos mandatos, se da una
instrucción especial concerniente al buey o al asno de un enemigo. La ira del
corazón no debe ser exhibida contra el ganado de un enemigo, ni tampoco se debe
rehusar la ayuda al ganado de otro a causa de la enemistad de sus propietarios;
"si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a
llevárselo", y haciendo esto, ¿no amontonarás brasas de fuego (ascuas)
sobre su cabeza? Así que, también, si te encuentras con un asno sobrecargado,
aunque su dueño te aborrezca, "antes bien le ayudarás a levantarlo."
(Éxodo 23:5). Las compasiones de Dios fluyen hacia Sus indefensas criaturas, y
Su pueblo debería ser, en todas las cosas, un reflejo de Él.
Se ordena, asimismo, verdad y justicia.
(versículo 7). El terreno presentado es muy significativo —"Yo no
justificaré al impío." Dios es justo en todos Sus modos de obrar
gubernamentales, de inerrante discriminación, y no permite que el hombre "halle,
fuera de él, nada." (Eclesiastés 7:14 – VM). Pero, como el Salmista
confiesa, Él será reconocido justo en Su palabra, y tenido por puro en Su
juicio (Salmo 51:4). El impío, por tanto, jamás puede escapar de Su
condenación. Pero Él ha relevado en gracia, un modo mediante el cual Él puede
justificar al impío. (Romanos 5). Bajo la ley, esto era imposible. "Pero
ahora, sin la ley, la justicia de Dios es revelada, y dan testimonio de ello la
ley y los profetas, porque la justicia de Dios es para todo hombre mediante la
fe de Jesucristo, y también para todo el que cree en Él." (Romanos 3: 21,
22 – NTPESH). Él puede ser justo sobre este terreno, y Justificador de aquel
que cree en Jesús. (Romanos 3:26).
Una advertencia es añadida contra la aceptación
de presentes. (Éxodo 23:8). La cuestión es aún, recuérdese, una cuestión acerca
de juicio entre hombre y hombre, o del discernir la verdad de la falsedad.
Recibir un presente en un caso semejante sería cegar al sabio, y pervertir las
palabras de los justos. Podría excluir a Dios del alma, y mediante ello evitar
tener un ojo sencillo.
El versículo 9 de Éxodo 23 es una repetición
del mandato contenido en Éxodo 22:21. Esto muestra su importancia ante los ojos
de Dios, y se añade aquí con énfasis, "vosotros conocéis los sentimientos
del extranjero" (Éxodo 23:9 – LBLA). Los hijos de Israel estaban
calificados así, mediante su propia experiencia, para simpatizar con los
extranjeros (compárese con Hebreos 4:15; también con Hebreos 2:18); y el
recuerdo de sus angustias pasadas debía moldear su conducta hacia aquellos que
estaban en las mismas circunstancias.
Ordenanzas diversas con respecto a la tierra y
las fiestas, etc., siguen a continuación.
"Seis años sembrarás tu tierra, y
recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los
pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así
harás con tu viña y con tu olivar. Seis días trabajarás, y al séptimo día
reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu
sierva, y el extranjero. Y todo lo que os he dicho, guardadlo. Y nombre de
otros dioses no mentaréis, ni se oirá de vuestra boca."
"Tres veces en el año me celebraréis
fiesta. La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los
panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en
él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos
vacías. También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que
hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año,
cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo. Tres veces en el año
se presentará todo varón delante de Jehová el Señor. No ofrecerás con pan leudo
la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima quedará de la noche
hasta la mañana. Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la
casa de Jehová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche de su madre."
(Éxodo 23: 10-19).
La tierra debía disfrutar de sus días de
reposo, en señal perpetua de que pertenecía al Señor. De ahí que ella, así como
el hombre, deba compartir el reposo de Dios. Aquí, no obstante, los pobres y
las bestias del campo son prominentes. Hubo consideración tanto para los unos
como para los otros —ambos igualmente, independientemente de la distancia que
había entre ellos, siendo criaturas de Dios. Se les recordaba así, a los hijos
de Israel, que ellos no eran más que inquilinos, y que, como teniendo su tierra
así como sus viñas y olivares de parte de Dios, aun los pobres y las bestias
del campo debían ser considerados, ya que eran los objetos de Su cuidado.
El día de reposo para el hombre viene a
continuación. Las fiestas en su plenitud se hallan en Levítico 23; y allí, tal
como aquí, el día de reposo viene en primer lugar. Pero en este capítulo se
mencionan sólo tres, además del día de reposo —la fiesta de los panes sin
levadura, la fiesta de la siega, y la fiesta de la cosecha, es decir, la
pascua, Pentecostés, y la fiesta de los tabernáculos. Las fiestas en su
plenitud, tal como son presentadas en Levítico, simbolizan el círculo completo
de los modos de obrar de Dios con Israel. Por esta causa, el día de reposo
tiene prioridad, debido a que el fin y el resultado de todos los modos de obrar
de Dios con ellos (como, de hecho, con los creyentes de esta dispensación) es
llevarles al disfrute de Su reposo. Entonces, habiendo revelado Su objetivo, son
desplegados de manera típica los métodos mediante los cuales esto se ha de
llevar a cabo, o Sus sucesivos medios para este objetivo.
Pero aunque en este capítulo se hallan sólo
tres, ellas son muy significativas. Los panes sin levadura es la primera [*];
luego tenemos la de las primicias, simbólicas de Cristo en resurrección, tal
como se ve más plenamente en Levítico; después la fiesta de la cosecha, tipo de
la cosecha de almas, de la cual la resurrección de Cristo fue la garantía, y de
la que Pentecostés fue el bienaventurado comienzo. Leemos así, "Cristo,
las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida." (1ª. Corintios
15:23). Primordialmente, la aplicación en esta Escritura sería a Israel, pero,
interpretada ampliamente, la cosecha de la que se habla aquí, incluirá los
santos de esta dispensación, así como los de la dispensación milenial —en una
palabra, la vasta multitud de los redimidos de toda edad y dispensación.
Tres veces al año debían celebrar una fiesta al
Señor, y en estas ocasiones todos sus varones debían aparecer delante de Jehová
el Señor. Este era el pensamiento central de la fiesta, la reunión del pueblo a
Su alrededor, sobre el fundamento que Él mismo había establecido —sobre el
fundamento, en efecto, de la redención.
Ellos debían ser, como pueblo reunido alrededor
de Jehová, circunspectos con respecto a todo lo que Él les decía; y no debían
ni siquiera mencionar el nombre de otros dioses, ni se debía oír de sus bocas.
(Éxodo 23:13). Ellos pertenecían, como un pueblo redimido y santificado, sólo y
enteramente a Jehová.
[*] El
significado de esto ha sido expuesto en relación con Éxodo 13.
El pan leudo es prohibido una vez más en
relación con la sangre del sacrificio (Éxodo 23:18); ya que en vista de que los
sacrificios apuntaban a Cristo, la levadura, como emblema del mal, habría
falsificado su enseñanza típica. No se puede asociar a Cristo con el mal. De
ahí que la levadura fuese absolutamente prohibida.
La grosura del animal tampoco debía quedar
hasta la mañana. (Compárese con Éxodo 12:10). La explicación plena de esto se
hallará en las instrucciones concernientes a la ofrenda de paz. (Levítico 3).
"La grasa que cubre las entrañas y toda la grasa que hay sobre las
entrañas, los dos riñones con la grasa que está sobre ellos y sobre los lomos,
y el lóbulo del hígado, que quitará con los riñones. Y los hijos de Aarón lo
quemarán en el altar, sobre el holocausto que está sobre la leña en el fuego;
es una ofrenda encendida de aroma agradable para el SEÑOR." (Levítico 3:
3-5, LBLA). La grosura era, por tanto, la porción de Dios. (Véase también
Levítico 4: 8-10). No debe ser, por esta razón, descuidada —no se la debe dejar
hasta la mañana, sino que debe ser ofrecida inmediatamente. Dios debe tener Su
parte antes de que Su pueblo tenga la de ellos. Este es el secreto de toda
bendición —darle al Señor el lugar supremo, pensando primeramente acerca de lo
que es debido a Él, y perdiendo de vista todo lo demás hasta que esto sea dado.
Las primicias de los primeros frutos de la
tierra de ellos debía ser traída a la casa de Jehová su Dios. En Deuteronomio
26 se encontrará una descripción hermosa de esta obligación, junto con la
manera en la que debía cumplirla. Se trata de una exposición inspirada de este mandato.
Por último, tenemos una prohibición muy notable
(Éxodo 23:19). Dios hará que Su pueblo sea tiernamente cuidadoso, guardándoles
de violar ni siquiera un solo instinto de la naturaleza. La leche de la madre
era el alimento, el sustento del cabrito, y por eso no se la debía usar para
guisarlo como comida para los demás. Algunos han visto en este mandato una
enseñanza espiritual. El hecho de que se puede obtener provechosamente
analogías es cierto, indudablemente; pero esto sería más adecuado para el estudio
privado que para la exposición pública.
Esta sección concluye con la provisión que Dios
ha hecho para guiarles al lugar que Él había preparado, junto con las
advertencias en cuanto a su conducta, y una declaración acerca de la manera en
la que iban a ser puestos en posesión completa de la tierra.
"He aquí yo envío mi Angel delante de ti
para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he
preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él
no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él. Pero si en verdad
oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus
enemigos, y afligiré a los que te afligieren. Porque mi Angel irá delante de
ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo,
del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. No te inclinarás a sus
dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del
todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis,
y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de
ti."
"No habrá mujer que aborte, ni estéril en
tu tierra; y yo completaré el número de tus días. Yo enviaré mi terror delante
de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos
tus enemigos. Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al
cananeo y al heteo, de delante de ti. No los echaré de delante de ti en un año,
para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del
campo. Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y
tomes posesión de la tierra. Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el
mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates; porque pondré en
tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti. No
harás alianza con ellos, ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no sea
que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo."
(Éxodo 23: 20-33).
Un ángel iba a ir delante de ellos como guía y
conducción segura. Se habla a menudo de él con relación a esto. (Éxodo 14:19;
Éxodo 33:2; Números 20:16, etc.). El profeta Isaías le denomina el ángel de Su
faz (de la presencia, o faz, de Jehová). (Isaías 63:9). ¿Quién era, entonces,
este ángel? Es evidente, tanto a partir de esta Escritura como del capítulo 14,
así como también de otras, que los atributos divinos son atribuidos a Él. Se
dice, por ejemplo, "Mi nombre está en él." (Éxodo 23:21). Del mismo modo,
en Éxodo 14, después que se habla de él como que es un ángel, se Le identifica
con Jehová. (Compárese Éxodo 14:24 con 19). Es asimismo el caso en Génesis 22,
en relación con el sacrificio de Isaac (Génesis 22: 15, 16). Es claro, por
consiguiente, que Él es divino; y la inferencia es así justificable (una
inferencia que ha sido deducida por piadosos estudiosos de la Palabra en todas
las edades) en cuanto a que en este ángel no tenemos a ningún otro más que a la
Segunda Persona de la Trinidad, Dios el Hijo, Jehová, y que como tal, en Sus
múltiples apariciones, podemos percibir prefiguraciones de Su encarnación. Es
Él quien ha sido siempre el líder de Su pueblo; y es Él quien toma aquí Su
lugar a la cabeza de los hijos de Israel para guardarles en el camino, y para llevarles
al lugar que Dios había preparado. Tal como Isaías habla, "El ángel de su
faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los
levantó todos los días de la antigüedad." (Isaías 63:9).
De ahí la solemne advertencia dirigida a
Israel. Debían ser prudentes delante de Él, obedecer Su voz, y no provocarle.
Él era santo, y ya que Su pueblo mismo se había colocado bajo ley, Él no podía
perdonar sus transgresiones. "Mi nombre" —una expresión de todo lo
que Dios era en Su relación con Israel— "está en Él", y por eso Él
actuaría en justicia, sobre la base de la ley que había sido dada como el
estándar de la conducta de ellos. Por otra parte, la obediencia fue hecha la
condición de Su completa identificación con la causa de ellos. Sus enemigos
serían, en tal caso, Sus enemigos, y Él los destruiría.
Se verá que todas estas instrucciones
contemplan más la tierra que el desierto. Se debe tener esto en mente.
Dos cosas se añaden con relación a esto, sobre
las cuales dependerían todas sus bendiciones —separación del mal, y servir a
Jehová su Dios. (Éxodo 23: 24, 25). Estas condiciones de bendición son
inalterables. Son tan verdaderas ahora como lo eran con Israel. Los Tesalonicenses
son descritos así como habiéndose convertido de los ídolos a Dios, para servir
al Dios vivo y verdadero. (1ª. Tesalonicenses 1:9). Cuando se trata de Dios, no
puede haber complicidad con el mal. Él demanda todo lo que nosotros somos y
tenemos, y cuando esta demanda es reconocida, Él puede bendecirnos conforme a
los deseos de Su propio corazón. De este modo vienen después las bendiciones
—bendiciones terrenales porque ellos eran un pueblo terrenal, pero bendiciones
de este carácter sin restricción o límite.
Pongan atención, además, al hecho de que Dios
no pierde de vista nada que afecte a Su pueblo. Les dice que no echará a sus
enemigos en un solo año, "para que no quede la tierra desierta, y se
aumenten contra ti las fieras del campo." (Éxodo 23:29). Él los conduciría
—y los bendeciría en la medida que fuesen capaces de soportarlo.
Pero, ellos poseerían, a su debido tiempo, la extensión
completa de su territorio —"desde el Mar Rojo hasta el mar de los
filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates" (versículo 31)— una
promesa que ¡lamentablemente! se perdió y jamás se realizó, exceptuando un
breve período durante los reinados de David y Salomón (1º. Crónicas 18; 2º.
Crónicas 9:26), debido a la infidelidad de Israel. Aun en el reinado de
Salomón, en efecto, ello se cumplió sólo parcialmente; ya que quedaron aún
Heteos, Amorreos, y Ferezeos, y Heveos, y Jebuzeos /2º. Crónicas 8: 7, 8) que
no fueron echados. Esto queda, por tanto, por cumplirse en toda su extensión y
bendición bajo el dominio de Aquel de quien David y Salomón no eran más que
sombras y tipos. Lo que Israel perdió bajo responsabilidad se cumplirá en aquel
entonces en gracia y poder.
Finalmente, la separación se ordena una vez
más. No debe haber alianza con el pueblo de la tierra o con sus dioses; tampoco
debían permitirles que habitaran en la tierra. De ser así, de cierto les harían
pecar contra Jehová. No puede haber alianza entre el pueblo de Dios y Sus
enemigos. "La amistad del mundo es enemistad contra Dios." (Santiago
4:4). ¡Ojalá que esta verdad, en todo su poder, estuviese grabada sobre los
corazones y las memorias de todos quienes llevan el nombre de Cristo!
Edward
Dennett
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Septiembre/Octubre 2012.-
Título original en inglés: TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Judgments (Exodus 21
- 23) , by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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