VIVIFICADO Y SELLADO POR EL ESPÍRITU
SANTO
J.
K. M. pregunta: ¿Cuál es la
diferencia entre ser vivificado por
el Espíritu Santo, y ser sellado; y
cuándo somos nosotros sellados?
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras
versiones, tales como:
LBLA = La Biblia
de las Américas, Copyright 1986,
1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
Respuesta: La diferencia es muy grande, y es
de una inmensa importancia; esta diferencia explicará los diferentes estados de
alma con los que uno se encuentra diariamente. La diferencia es la del estado
de un santo antes, y el estado
correcto desde el día de Pentecostés,
antes del cual no hubo sello alguno del Espíritu Santo sobre el hombre. Los
santos, antes de aquel momento, nacieron de nuevo. Un santo, en su estado normal
como tal, no sólo es ahora vivificado(o se le da vida), sino sellado.
Antiguamente, el Espíritu Santo no fue dado; ni tampoco fue dado hasta que
Jesús fue glorificado ("Y en el
último día, el gran día de la fiesta, Jesús puesto en pie, exclamó en
alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en
mí, como ha dicho la Escritura: "De lo más profundo de su ser brotarán
ríos de agua viva." Pero Él decía esto del Espíritu, que los que habían
creído en El habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado
todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado." Juan 7: 37-39 – LBLA).
La vivificación (o el dar vida), es el Espíritu Santo produciendo, mediante
una nueva naturaleza que un pecador no tenía antes, deseos santos, aborrecimiento
del mal, deseos según Cristo, el amor a lo que Dios es, y a lo que le es debido
a Él. Al nacer de nuevo, un alma recibe una naturaleza que no tenía antes como
pecador. Un alma, teniendo esta nueva naturaleza, aborrece lo que encuentra de
la antigua, ama las cosas de Dios; antes de que dicha alma conozca la plena
liberación, a menudo se encuentra a sí misma en la angustia más profunda — deleitándose
en la ley de Dios según el hombre interior — consintiendo a las demandas de
Dios en la ley — estando presente el querer, pero no encontrando de qué manera
llevar a cabo lo que es bueno; en la angustia más profunda porque encuentra que
no tiene fuerza alguna para realizar los deseos de la nueva naturaleza. Otra
ley en sus miembros batalla, se rebela, contra las aspiraciones tras la santidad
de la nueva naturaleza, y la lleva a
la cautividad de la ley del pecado que está en sus miembros. Todos estos
síntomas se pueden encontrar en un alma nacida de Dios, sin el conocimiento de
la redención. Es triste decir que este es el
estado común en el cual se encuentran muchos Cristianos verdaderos. No es un
estado Cristiano normal en absoluto. Muchas almas que están en un estado
semejante están procurando obtener paz mediante el progreso o la victoria sobre
el 'yo' — es decir, tratando de seguir los deseos y esperanzas por los cuales
lucha tan infructuosamente el nuevo hombre contra el viejo, mediante la
supresión del accionar de una naturaleza mala que se encuentra trenzada y
anudada alrededor del corazón.
¿Qué es lo que va a traer, entonces, el sentido de liberación y a liberar
al nuevo hombre? El conocimiento de la redención — de la obra consumada de
Cristo. Hay que someterse a la justicia de Dios, y hallar la paz renunciando a
toda pretensión de fortaleza, y entregándose completamente a Él para
liberación. En otras palabras, la nueva naturaleza no tiene poder alguno, y el
alma no puede encontrar paz o libertad mediante el progreso: sino que debe
hallar la paz renunciando a toda esperanza en sí misma, y por medio de la obra
de Otro. Es entonces, cuando al final
de ella misma, y del pensamiento de que en ella misma hay fuerza, que el alma
encuentra que la obra de Cristo se aplica a su estado impío y no a su estado mejorado
— que fue cuando dicha alma aún era
débil, "a su tiempo [Cristo]
murió por los impíos." (Romanos 5:6). Entregándose así a la victoria de
Otro, la liberación es completa y la nueva naturaleza es dejada en libertad.
Ella puede dar gracias a Dios por Jesucristo, en quien, en la cruz, Dios
condenó al pecado en la carne (Romanos 8:3); es decir, a la mala naturaleza que
hostigó y angustió tanto el alma.
Esto dará alguna idea del estado del alma vivificada (o a la que se le dio
vida) sin el conocimiento de la redención. Procuraremos determinar ahora lo que
es el hecho de ser sellado y cuando sucede.
En Efesios 1: 13, 14 leemos, "En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras, etc."
El sello del Espíritu
Santo es el resultado de creer en
Cristo para la remisión de pecados. El Espíritu Santo da, entonces, la
conciencia de perdón y gozo del alma
en el conocimiento de la obra consumada de Cristo, al quitar sus pecados. Este
es el estado normal y saludable de un creyente; y es el único estado normal y
saludable de un Cristiano conocido en la Escritura — la certeza plena de la fe
y del perdón. Nosotros no tenemos que orar por el Espíritu como un sello; la
Escritura enseña que la recepción del Espíritu Santo como un sello es el
resultado y la consecuencia de haber creído en Cristo y de haber recibido la
remisión de nuestros pecados. La unión con Cristo — y ser así miembros de
Cristo sigue a continuación. La unión es sólo por el Espíritu Santo — la vida
en sí misma no es unión. "El que se une al Señor, un espíritu es con él."
(1ª. Corintios 6:17). Y el Espíritu Santo se recibe por el oír con fe, tal como
leemos en Gálatas 3:2, "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley,
o por el oír con fe?"
Encontramos ejemplos que ilustrarán estos dos estados de alma en los Hechos
de los apóstoles. Cornelio era un hombre piadoso, y temeroso de Dios con toda
su casa, que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre (Hechos
10). Había aquí un alma en que los deseos y esperanzas de la nueva naturaleza
estaban obrando. Lo que le faltaba era el conocimiento de la salvación para llevarle
al disfrute del
verdadero estado Cristiano y sus privilegios. Pedro va a ser enviado para que
él pueda oír sus palabras (Hechos 10:22), el cual, cuando llega, predica la
salvación, el perdón, y la paz; y el resultado de la recepción del perdón de
pecados fue que el don del Espíritu Santo cayó sobre él mientras Pedro hablaba,
y sobre aquellos de la casa que creyeron. Otra vez, en Hechos 19, Pablo
encuentra a ciertos discípulos en Éfeso, a los que pregunta, "¿Recibisteis
el Espíritu Santo cuando creísteis?"
Ellos eran creyentes del testimonio de Juan El Bautista que era el anuncio del
Mesías que había de venir, el cual perdonaría sus pecados, y de un Espíritu
Santo que Él comunicaría. A ellos les faltaba el testimonio añadido del
rechazo, muerte, y resurrección de Cristo, y de la eficacia de Su obra al
quitar sus pecados, y el don subsiguiente del Espíritu Santo como sello. El
resultado del testimonio de Pablo a ellos fue que recibieron el don del
Espíritu Santo.
Estos
ejemplos
muestran la diferencia entre pecadores que habían sido vivificados, y creyentes
que fueron sellados.
Entonces,
¿cómo
sabemos si un alma es sellada? Cuando conoce el perdón de sus pecados, no
meramente como una esperanza sino como un hecho. ¿Cuándo es dicha alma sellada?
Cuando ha creído en el Señor Jesucristo y ella ha recibido su perdón.
F.
G. Patterson
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O.- JUNIO 2014.-