LOS
SANTOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO,
¿FORMAN
PARTE DE LA IGLESIA?
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Pregunta: Los santos del Antiguo Testamento
¿forman parte de la Iglesia?, ¿cuál será su suerte y la de los que vivan
durante el milenio?
Respuesta: Esta pregunta, ya hecha y contestada
en un número anterior de la revista Vida Cristiana (año 1954, pág. 112) es de
las más interesantes, por estar relacionada con los consejos y las diversas
dispensaciones de Dios para con los creyentes de todos los tiempos. Por lo
tanto, volveremos a considerarla, completando la breve respuesta ya publicada.
Algunos creyentes tienen dificultad en comprender que los santos que
han vivido antes de Pentecostés, como también los que vivan durante el milenio
no formen parte de la Iglesia. Pero si —como lo enseña la Palabra— la Iglesia empezó
a existir solamente cuando el descenso del Espíritu Santo, y será completa
cuando la Venida del Señor, es evidente
que ni los unos ni los otros pueden formar parte de la Iglesia.
En estas líneas, procuraré mostrar la verdad de esta afirmación sobre
todo en cuanto a los santos del Antiguo Testamento, punto que preocupa
mayormente a los que tienen dificultad en admitirlo.
De todas maneras, el principio es el mismo en ambos casos.
Todo creyente conocedor de las Escrituras lo admite como siendo una
cosa que enseñan claramente: que Abraham, Isaac, Jacob, y todos los santos de
la antigua dispensación, eran siervos de Dios fieles y abnegados, y que
participarán de la primera resurrección a la Venida de Cristo, con todos los
creyentes de la dispensación actual. Pero no debemos ir más allá de lo que dice
la Palabra, y si Dios nos ha dejado ignorar el lugar que aquellos eminentes
siervos ocuparán en la gloria, nos corresponde inclinarnos y respetar este
silencio de Dios y de Su Palabra. Además, confieso que me parece no solamente
como una falta de sumisión y de respeto, sino también como una actitud que
rebaja los sufrimientos de Cristo, la gracia y la obra del Espíritu Santo, el
hecho de afirmar que los santos que vivían antes del cumplimiento de la
expiación, antes del don del Espíritu Santo (que, por consiguiente, no moraba
en ellos), estaban en la misma posición que aquellos que viven ahora. Por otra
parte, la misma Escritura establece la diferencia entre ellos, de modo que la
cosa está fuera de duda. Consideremos, pues, algunos pasajes.
En Mateo 11:11 leemos: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado
otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos,
mayor es que él." Sin
entrar en una explicación completa de este versículo notemos que, por eminente
que fuera Juan el Bautista en el papel que Dios le había asignado como
precursor y testigo del Mesías, el menor en el reino de los cielos es mayor que
él. De modo que, cualquiera que sea la diferencia (y es una diferencia de dispensación,
sin
duda), ella existe. El Señor hace una distinción entre los santos, y aun más,
pone en contraste el menor en el reino venidero al mayor en la dispensación
anterior, aventajando al primero.
En Romanos 3: 24-26, hallamos: "siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa
de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe
de Jesús." Otra vez
tenemos aquí un contraste, en cuanto al perdón de los pecados, entre los santos
del Antiguo Testamento y los que han creído desde la muerte de Cristo. En el
primer caso, Dios soportaba los pecados, en Su paciencia; en el segundo, leemos
que Dios es justo y justifica al que es de la fe de Jesús. Esto es, indudablemente,
una distinción evidente entre los santos del A. T. y los creyentes de la
dispensación actual; pues la tolerancia de los pecados en la paciencia de Dios,
a causa del sacrificio futuro de Cristo, es
cosa muy distinta de la condición de aquellos que, habiendo sido
justificados por la fe, tienen paz para con Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, "por quien también tenemos entrada
por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios."
(Romanos 5: 1-2); de
aquellos de quienes está escrito que están sentados juntamente "con él en las
regiones celestiales en Cristo
Jesús." (Efesios 2:6 – VM), y de los cuales el apóstol Juan
podía decir: "como El es, así somos
también nosotros en este mundo." (1ª. Juan 4:17 – LBLA).
Consideremos también Hebreos 11: 39-40: "Y todos éstos (los
santos del A. T.), habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la
promesa, porque Dios había provisto algo
mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin
nosotros." (LBLA). Este
pasaje establece también, claramente, que los creyentes de la dispensación
(época) actual reciben "algo mejor" que no tienen —según la soberanía
de la gracia de Dios— los creyentes del Antiguo Testamento.
Examinemos ahora otros pasajes que nos muestran a santos que llegan a
la perfección, pero que no forman parte
de la Iglesia. Recordemos —y nadie lo negará— que la Iglesia es la Esposa
de Cristo, y leamos en Apocalipsis capítulo 19; los versículos 7 y 8 declaran
que la Esposa del Cordero se ha preparado, y el versículo 9 dice: "iBienaventurados aquellos
que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero!" (VM).
La Palabra habla pues de una clase
de personas que son llamadas, invitadas a las bodas; no son la esposa del
Cordero, son los convidados a las bodas.
En el capítulo 21 del mismo libro leemos: "vi la santa ciudad,
la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios." (Apocalipsis 21: 2,
3). En el versículo 9, esta ciudad, la ciudad santa de Jerusalén es llamada
"la esposa del Cordero",
pero vemos que en el versículo 3 es presentada como el
tabernáculo o 'morada de Dios', y esta morada es con los hombres, de modo que otra vez la Palabra nos
presenta a santos que están en una condición perfecta, pero que no forman
parte de la Iglesia.
Acerca de los santos del milenio, no olvidemos que la venida del Señor
se efectuará antes de este período bendito. Por otra parte, sabemos que la
Iglesia estará completa cuando el Señor vuelva para arrebatar a los suyos,
puesto que las bodas del Cordero son realizadas antes que se establezca el
milenio. De modo que los santos de este período, cuya multitud es innumerable no forman parte de la Iglesia —y en
esto no hay injusticia, tanto en el caso de los santos del Antiguo Testamento,
como en los santos del Milenio— por no mantener la posición y los privilegios
propios de la Iglesia.
Para terminar, quisiera decir algunas palabras acerca de los pasajes
que, a primera vista, parecen tener un alcance distinto. En mateo 8: 11-12,
leemos: "Y os digo que vendrán muchos del oriente
y del occidente, y se sentarán
con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino
serán echados a las tinieblas de afuera". En primer lugar,
aun suponiendo que esto se
refiera a la Iglesia, el hecho de estar sentados con los patriarcas en el reino
de los cielos no prueba que los patriarcas formen parte de la Iglesia. Nadie
pone en duda que los creyentes verán a Abraham, a Isaac y Jacob en el reino.
Pero el problema es: ¿forman parte o no de la Iglesia?, ahora bien: vemos que
este versículo no dice nada de la Iglesia, y esto es evidente; pero si este
fuera el caso, ¿cómo podrían ser echados fuera los hijos del reino? No, Jesús
habla aquí como Mesías, y como
tal advierte a los judíos incrédulos que el hecho de ser descendientes de los
patriarcas no les serviría de nada; que aunque fuesen hijos de aquellos a
quienes fueron hechas las promesas, serían echados fuera si le rechazaban, y
más: que lo mismo que el centurión, cuyo siervo fue curado, alcanzó la
bendición por la fe, del mismo modo,
muchos vendrían de todas partes al reino cuando sea establecido, y obtendrían
por la fe los preciosos privilegios que, ellos, los judíos, despreciaban.
El segundo pasaje que podría presentar una dificultad, lo tenemos en
Gálatas 3:9. "De modo que los de la fe son bendecidos
con el creyente Abraham." El tema que trata el apóstol en este
capítulo es el de la justificación por la fe. Primero, muestra que Abraham fue
justificado por la fe (versículo 6) y después, que el mismo principio existe
bajo el evangelio, por lo cual todos los que creen son bendecidos con el
creyente Abraham (compárese también con Romanos capítulo 4, el cual es muy
importante). De lo que se trata es, pues,
del principio sobre el cual Dios justifica, y no la posición a la cual es
llevado el que es justificado. Este versículo se limita a exponer que los
creyentes son justificados actualmente de la misma manera que Abraham, y por
consiguiente, no trata de ninguna diferencia de dispensaciones.
Vemos pues, que las Escrituras no nos muestran nunca a los santos del
Antiguo Testamento como formando parte de la Iglesia, y, al contrario,
establecen una diferencia positiva entre los santos de ambas dispensaciones. Es
por eso que Juan el Bautista dijo: "El que tiene
la esposa, es el esposo; mas el
amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz
del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido." (Juan 3:29). Pero
no debemos olvidar que los
creyentes de aquellos tiempos eran, como lo sabemos, nacidos de Dios, vivificados
por el poder del Espíritu Santo, por la fe, y pertenecían a Cristo, aunque no
eran miembros de Su cuerpo, y así participarán de la primera resurrección al
mismo tiempo que la Iglesia. No podemos ser más explícitos, ya que la Escritura
guarda silencio sobre el lugar que ocuparán en la gloria.
Pero, ya que el período de la Iglesia se extiende desde Pentecostés
hasta la Venida del Señor, sabemos que tanto los creyentes que han vivido
antes, como los que vivirán después, no forman parte de la Iglesia, y no son
miembros del Cuerpo de Cristo. Su lugar y su bendición en la gloria serán
dignos de Aquél que los ha escogido por Sí mismo, y producirán su adoración y
su alabanza, como las nuestras, cuando contemplarán el maravilloso despliegue
de las riquezas de Su gracia, en Su salvación y en Su gloria eterna.
A. L.
Revista
"VIDA CRISTIANA", Año 1964, No. 68 y 69.-