SINOPSIS
de
los Libros
de
la Biblia
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Introducción
Las tres divisiones del libro
Los Hechos de los Apóstoles se dividen, esencialmente,
en tres partes: capítulo 1, capítulos 2 al 12, y capítulos 13 hasta el final. Los capítulos 11 y 12 pueden ser denominados
como capítulos de transición basados en el acontecimiento relatado en el Capítulo 10. El capítulo 1 nos presenta lo que se
relaciona con la resurrección del Señor; los capítulos 2 al 12 nos presentan esa obra del Espíritu Santo de la cual Jerusalén
y los Judíos eran el centro, pero que se extiende en la libre acción del Espíritu de Dios, independiente, pero no separada,
de los doce apóstoles y de Jerusalén como el centro; el capítulo 13, y los capítulos sucesivos, nos presentan la obra de Pablo,
que emana de una misión más clara desde Antioquía; el capítulo 15 conecta las dos partes para preservar la unidad en el curso
completo. Tenemos, de hecho, la admisión de los Gentiles en la segunda parte, pero esto es en relación con la obra que prosigue
entre los Judíos. Estos últimos habían rechazado el testimonio del Espíritu Santo rendido a un Cristo glorificado, al igual
que ellos habían rechazado al Hijo de Dios en Su humillación; y Dios preparó una obra fuera de ellos, en la cual el apóstol
de los Gentiles puso fundamentos que anularon la distinción entre Judío y Gentil, y que los unían - como estando ambos igualmente
muertos en delitos y pecados - a Cristo, la Cabeza de Su cuerpo, la asamblea, en el cielo. [1]
[1] Es una cosa dolorosa pero instructiva ver, en la última división del libro, de qué manera la energía espiritual
de Pablo finaliza, en cuanto a sus resultados en la obra, en la sombra de una prisión. Con todo, nosotros vemos la sabiduría
de Dios en ello. La jactanciosa apostolicidad de Roma nunca lo tuvo como un apóstol sino como un prisionero; y el Cristianismo,
tal como la Epístola a los Romanos testifica, ya estaba establecido allí.
Capítulo 1
El Señor resucitado y la posición de los apóstoles antes del descenso del Espíritu
Santo
Examinemos ahora los capítulos en su curso.
El capítulo 1 nos proporciona la narración de lo que se relaciona con Jesús resucitado, y las acciones de los apóstoles antes
del descenso del Espíritu Santo. Las comunicaciones del Señor presentan varios puntos muy interesantes. Jesús, el hombre resucitado,
actúa y habla por el Espíritu Santo después de Su resurrección, del mismo modo que lo hizo antes. Es una muestra preciosa
de nuestra posición, recordándonos que nosotros tendremos el Espíritu Santo después de nuestra resurrección, y que, no estando
ya ocupados en refrenar y mortificar la carne, Su divina energía en nosotros estará eternamente consagrada al gozo y la adoración
eternos, y al servicio encomendado a nosotros por Dios. Luego, el Señor da mandamientos a Sus discípulos en relación con la
nueva posición que Él asume. La vida y el servicio de ellos han de ser formados y guiados en la perspectiva de Su resurrección
- una verdad de la cual ellos tenían pruebas irrefutables. Ellos estaban aún en la tierra, pero eran peregrinos allí, teniendo
a la vista a Aquel que había ido delante de ellos resucitado de entre los muertos. Las relaciones de ellos con Él están aún
conectadas con la posición de ellos en la tierra. Él les habla del reino, y de lo que concernía al reino. Jerusalén era el
punto de partida del ministerio de ellos, más aún que del Suyo. Pues Él había reunido a los pobres del rebaño dondequiera
que Él los había encontrado, especialmente en Galilea [2]; pero ahora, una vez que la resurrección Le hizo, en poder, el vaso
receptor de las misericordias fieles de David, Él llama nuevamente a Israel para que reconozca como Príncipe y Salvador a
Aquel a quien ellos habían rechazado como el Mesías viviente en la tierra. Las Epístolas de Pedro están conectadas con el
evangelio en este punto de vista.
[2] La misión presentada en Lucas 24 es la que se cumplió tanto en los discursos de Pedro como en los de Pablo
en los Hechos, pero especialmente en los capítulos 2 y 13, no se trata de la misión presentada en Mateo 28 que, de hecho,
fue solamente para los Gentiles. La misión presentada en Lucas fue encomendada en el momento de Su ascensión desde Betania,
la presentada en Mateo fue encomendada en resurrección desde Galilea, donde Él había buscado a los pobres del rebaño (comparar
con Mateo 4:15).
La misión de los apóstoles en el poder del Espíritu Santo prometido
y el fundamento del testimonio de ellos
No obstante, para ejercer este ministerio,
ellos debían esperar el cumplimiento de la promesa del Padre, el Espíritu Santo, con el cual debían ser bautizados, según
el testimonio de Juan el Bautista, lo cual Él les aseguró que sucedería pronto. La misión del Espíritu Santo les condujo,
al mismo tiempo, fuera del campo Judío de promesas puramente temporales. La promesa del Padre acerca del Espíritu Santo era
una cosa muy diferente de la promesa de la restauración del reino de Israel por el poder de Jehová, el Dios de juicio. No
les correspondía a ellos saber los tiempos ni las épocas de esta restauración, cuyo conocimiento el Padre guardaba en Su propia
autoridad; pero ellos mismos recibirían el poder del Espíritu Santo, el cual descendería sobre ellos; y serían testigos de
Jesús (tal como ellos Le habían conocido, y según la manifestación de Él mismo después de Su resurrección), tanto en Jerusalén
como en toda Judea, y en Samaria, y hasta los confines de la tierra - haciendo de este modo a Jerusalén el punto de partida
y el primer objetivo, conforme a la misión en Lucas 24:47. No obstante, el testimonio de ellos se basaba en haber vistos a
Su Maestro y Señor tomado de en medio de ellos, y recibido en las nubes del cielo, las cuales Le escondieron de su vista.
Mientras miraban fijamente hacia arriba, mientras esto sucedía, dos mensajeros del cielo vinieron y les anunciaron que Él
regresará de la misma manera. Por consiguiente, lo que se da a entender aquí es Su manifestación en este mundo inferior, debajo
de los cielos. Él regresará a la tierra para ser visto por el mundo. Nosotros no tenemos aquí el rapto de la asamblea, ni
tampoco la asociación de la asamblea con Él mientras Él está ausente. Con el conocimiento de que Jesús había sido tomado fuera
del mundo, y que ha de venir nuevamente al mundo, como los límites y los elementos de toda la enseñanza de ellos, regresan
a Jerusalén, para esperar allí al Espíritu Santo que se les había prometido. No van a Galilea. Ellos han de ser testigos en
Jerusalén de los derechos celestiales de aquel Cristo que había sido rechazado en la tierra por Jerusalén y los Judíos. [3]
[3] En este sentido, no se trata de una continuación de la misión de Cristo en la tierra, que es la que es continuada
en la misión encomendada en Mateo desde Galilea.
Autoridad apostólica ejercida según la comprensión de la Palabra;
el lugar de Judas asumido por Matías
Todo esto muestra claramente la posición
en la cual ellos fueron colocados, y la misión que se les encomendó. Pero antes de recibir el Espíritu Santo para su cumplimiento,
algunas otras circunstancias características encuentran su lugar en este capítulo.
Ellos actúan, guiados por Pedro, conforme a la comprensión de la Palabra, antes de que ellos sean revestidos con poder de
lo alto. Por consiguiente, estas dos cosas son distintas la una de la otra.
Parece que, aunque Pedro no fue guiado por
el Espíritu Santo, el Espíritu puso Su sello sobre lo que se hizo de acuerdo con la Palabra en el Antiguo Testamento y que
los apóstoles comprendían. Nosotros habíamos visto anteriormente que Cristo, después de Su resurrección, abrió el entendimiento
de Sus discípulos para que ellos pudiesen comprender las Escrituras. Ellos actúan ahora, no habiendo recibido el Espíritu
Santo, según un principio Judío. Presentan la suerte al Señor, para que Él pueda decidir. No obstante, la suerte no fue todo,
ni tampoco se echó suertes sin hacer una distinción. La autoridad apostólica emanaba de la nominación de Cristo mismo. La
comprensión de las Escrituras les hace entender lo que debía ser. El objetivo que el Señor había asignado al servicio de ellos
estrechaba la elección al pequeño círculo de aquellos que podían llevar a cabo ese objetivo. La historia de ellos les capacitaba,
tal como Jesús había dicho, para ser sus testigos, debido a que ellos habían estado con Él desde el principio, y ahora podían
testificar que este mismo Jesús, a quien los Judíos habían rechazado y crucificado, había resucitado, efectivamente, de entre
los muertos.
La autoridad apostólica es ejercida en Jerusalén
sobre el principio Judío, antes del don del Espíritu Santo. No hubo en esto una investigación ni el ejercicio de la mente
humana. "Otro tome su oficio" guió la conducta de ellos. La capacidad de testificar acerca de Jesús en Su vida en la tierra,
y, ahora, de Su resurrección y ascensión, decidieron sobre las cualidades necesarias; la suerte de Jehová determinaba el individuo
que debía tomar el lugar de Judas. Dos son escogidos, conforme a estas necesarias calificaciones, y las suertes cayeron sobre
Matías, el cual es contado con los once apóstoles. Pero, con todo, ellos aún estaban sin el poder prometido.
Capítulo 2
El descenso del Espíritu Santo en poder
El capítulo 2 relata el cumplimiento de esta
promesa, en respuesta al espíritu de dependencia manifestado en sus oraciones unidas.
El Espíritu viene desde lo alto, en Su propio
poder, para poseer y llenar la morada preparada para Él.
Este acontecimiento, más importante que todo
otro acontecimiento con respecto a la condición del hombre aquí abajo, tiene aquí un carácter muy sencillo, porque no hay
dudas acerca de las causas de este maravilloso don, de la obra de la cual depende, de la gloria con la cual está conectado
y que revela, y de la cual es las arras (la garantía): nosotros sólo tenemos aquí el hecho de su poder. Los discípulos fueron
"investidos de poder desde lo alto." (Lucas 24:49).
La forma de su aparición, sin embargo, es
característica. Sobre Jesús, el Espíritu Santo descendió en forma de paloma, debido a que Él no iba a hacer que Su voz se
oyera en las calles, ni quebraría la caña cascada, ni apagaría el pábilo que humea (Mateo 12: 19-20). Pero aquí estaba el
poder de Dios en testimonio, la Palabra; que era como fuego consumidor, juzgando a todos los que venían ante ella. Sin embargo,
esto era en gracia, y era para ir más allá de los límites estrechos de las ordenanzas Judías, para proclamar las obras maravillosas
de Dios a cada idioma y nación bajo el cielo. Era aquel viento recio que vino del cielo, que se manifestó a los discípulos,
y vino sobre ellos en forma de lenguas de fuego, cada una de ellas dividida en varias. Esta maravilla atrae a la multitud;
y la realidad de esta obra divina es demostrada por el hecho de que personas de numerosos países oyen a estos pobres Galileos
proclamarles las obras maravillosas de Dios, cada uno en el idioma del país desde donde él subió a Jerusalén [4]. Los Judíos,
que no entendían estos idiomas, se burlan; y Pedro les declara en el propio idioma de ellos, y según a sus propias profecías,
el verdadero carácter de lo que había sucedido. Él basa su postura sobre la resurrección de Cristo, predicha por el profeta-rey,
y sobre Su exaltación por la diestra de Dios (Hechos 2:33). Este Jesús, a quien ellos habían crucificado, había recibido allí
la promesa del Padre, y había derramado aquello que producía los efectos que ellos oían y veían. Por consiguiente, ellos debían
saber con certeza, que a este mismo Jesús a quien ellos habían rechazado, Dios le había hecho Señor y Cristo (Hechos 2:36).
[4] La noción racionalista de que esto fue una especie de galimatías producto de la excitación, tal como los
Judíos incrédulos pensaron, es de una absurdidad que trasciende toda concepción. Piensen en Pablo agradeciendo a Dios porque
él hablaba más tipos de galimatías que todos ellos, y ¡en Dios dando un don para interpretar galimatías!
El carácter del testimonio de Pedro;
la promesa también para los que están lejos
El carácter de este testimonio será comentado
aquí. Es esencialmente el testimonio de Pedro. No va más allá de la afirmación del hecho de que Aquel que había sido rechazado
por los Judíos es hecho Señor y Cristo en el cielo. Este testimonio comienza afirmando que Jesús fue conocido por los Judíos
en la tierra, y establece la verdad de que Él fue levantado, y exaltado a la posición de Señor. Aun el apóstol no lo proclama como el Hijo de Dios. Y nosotros veremos que, si Pedro no lo hace en los Hechos, Pablo, por
el contrario, lo hace desde el primer momento de su conversión. Pedro expone el resultado en aquel momento en poder, y no
habla del reino. Él sólo les recuerda que el Espíritu había sido prometido para los últimos días, y alude al terrible día
de juicio que debía venir, el cual sería precedido por señales y prodigios alarmantes. Sin hablar del cumplimiento de la promesa
del reino, la época que el Padre había mantenido en secreto, él coloca el hecho del don del Espíritu Santo en conexión con
la responsabilidad de Israel, hacia quienes Dios actuaba aún en gracia, predicándoles un Cristo glorificado, y dándoles pruebas
de Su gloria en el don del Espíritu Santo, algo que todos percibían. Esta es la presencia del Espíritu Santo según Juan 15:
26, 27. Sin embargo, el testimonio como un todo está fundamentado sobre Lucas 24 y lleva a cabo la misión encomendada allí.
Sólo que en Lucas nosotros no tenemos nada acerca del bautismo. Vean Lucas 24: 47-49, versículos a los cuales esto corresponde
plenamente. El testimonio estaba dirigido a los Judíos; no obstante, no se limitaba a ellos [5], y era un testimonio que llamaba
a la separación. "Sean salvos (Escapen) de esta perversa generación." (Hechos 2:40 - NBLH). Esta separación estaba fundamentada
sobre una obra real y moral - "arrepentíos": todo el pasado debía ser juzgado, y esto debía ser demostrado públicamente mediante
la recepción de ellos entre los Cristianos por medio del bautismo, para recibir el perdón de sus pecados, y participar en
este don celestial del Espíritu Santo. "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." (Hechos 2:38). Esta obra es
individual. Había juicio sobre todo el pasado, la admisión entre ellos por el
bautismo, y la posterior participación en el Espíritu Santo, el cual moraba donde ellos acudían. Nosotros vemos inmediatamente
la diferencia entre el cambio moral ya realizado, el arrepentimiento obrado por la piadosa aflicción de ellos, y la recepción
del Espíritu Santo. Esto era posterior al perdón de sus pecados al que ellos eran traídos. Este don dependía, de un modo regular,
de la admisión de ellos entre los Cristianos, la casa donde Él moraba, edificada en el nombre de Jesús. Después se declara
que la promesa les pertenece a ellos y a sus hijos - a la casa de Israel como tal - a ellos y a sus hijos después de ellos.
Pero esto iba más allá de los límites del antiguo pueblo de Dios. La promesa era, también, para aquellos que estaban lejos;
pues se cumplía, en relación con la fe en Cristo, para todos aquellos que, por gracia, entraran en la nueva casa - todos aquellos
a quienes el Señor, el Dios de Israel, llamara. El llamamiento de Dios caracterizaba la bendición. Israel, con sus hijos,
era reconocido, pero un remanente era llamado de entre ellos. Los Gentiles, siendo llamados, compartían la bendición.
[5] El testimonio es presentado en términos que, aplicándose a los Judíos que estaban allí y a los que estaban
dispersos en otras partes, con todo, abría una puerta a los Gentiles en la soberanía de Dios - "y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare." (Hechos 2:39). Dios es aún el Dios del hombre; pero Él llama a quien Él
quiere.
El efecto del don del Espíritu Santo
Se nos relata el efecto de este don inefable. No fue meramente un cambio moral, sino un poder que puso a un lado todos los motivos
que individualizaban a los que lo habían recibido, uniéndolos como un alma y en un pensamiento. Ellos continuaban perseverando
en la doctrina de los apóstoles; estaban en comunión unos con otros y con los apóstoles; partían el pan; ocupaban su tiempo
orando. La conciencia de la presencia de Dios era poderosa entre ellos; y muchas señales y maravillas fueron realizadas por
manos de los apóstoles. Ellos estaban unidos en los vínculos más cercanos; nadie consideraba alguna cosa como siendo exclusivamente
suya, sino que todos repartían sus posesiones con los que necesitaban. Cada día estaban en el templo, el lugar público de
reunión de Israel para los ejercicios religiosos, mientras que, aparte de esto, ellos partían el pan en sus casas diariamente.
Ellos comían con gozo y alegría de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo que estaba alrededor de ellos.
La formación de la asamblea
La asamblea fue formada de esta manera, y
el Señor añadía diariamente a ella el remanente de Israel, los cuales iban a ser salvados del juicio que caería sobre una
nación que había rechazado al Hijo de Dios, su Mesías, y, gracias a Dios, de una ruina aún más profunda. Dios trajo a la asamblea
- reconocida así por Él por la presencia del Espíritu Santo - a aquellos que Él salvaba en Israel [6]. Un nuevo orden de cosas
había comenzado, marcado por la presencia del Espíritu Santo [7]. Aquí se hallaba la presencia y la casa de Dios, aunque el
antiguo orden de cosas existió aún hasta que se ejecutó juicio sobre él.
[6] Esta es la fuerza de la expresión "los que habían de ser salvos", versículo 47.
[7] Dios nunca habitó con el hombre, sino que cuando lo hizo, lo hizo sobre el terreno de la redención. Él no
habitó con Adán ni tampoco con Abraham. Comparen con Éxodo 29:46.
Por lo tanto, la asamblea fue formada por
el poder del Espíritu Santo descendido del cielo, sobre el testimonio de que Jesús, quien había sido rechazado, fue levantado
al cielo, habiéndole hecho Dios tanto Señor como Cristo. Estaba compuesta del remanente Judío que había de ser salvado, con
la reserva de la incorporación de Gentiles cuando Dios los llamase. Hasta ese momento, fue formada en conexión con Israel
en la paciencia de Dios, y sin embargo separada en poder, la morada de Dios.
Capítulos 3 y 4
La paciencia y la gracia de Dios en virtud de la muerte y resurrección de Cristo
reciben oposición y rechazo como respuesta
En el capítulo 3, el Espíritu dirige Su testimonio
al pueblo por boca de Pedro. Dios aún actuaba en paciencia hacia Su pueblo insensato, y con más que paciencia. Él actúa en
gracia hacia ellos, como Su pueblo, en virtud de la muerte e intercesión de Cristo - ¡lamentablemente! en vano. Sus líderes
incrédulos silenciaron la Palabra. [8]
[8] Es sorprendente ver los consejos de Dios y su cumplimiento en gracia, en la medida en que ellos se estaban
cumpliendo ahora, tan claramente diferenciados de la responsabilidad de aquellos con los que Dios estaba tratando. En el capítulo
2 Pedro dice, "Sean salvos (Escapen) de esta perversa generación." (Hechos 2:40 - NBLH). Dios estaba reuniendo según Su propio
conocimiento de lo que iba a acontecer. En el capítulo 3 él dice, "Dios, . . ., le ha enviado (a Su Hijo) para que os bendiga, a fin de apartar a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades." (Hechos
3:26 - LBLA). Él lo hizo así, y la paciencia aguardaba aún, aunque Dios actuaba en gracia presente conforme al resultado que
era conocido para Él: a menudo vemos lo mismo en Jeremías. Si ellos se hubieran arrepentido, Dios se habría desistido ciertamente
del juicio, tal como también se declara en Jeremías.
El hombre cojo sanado; Cristo es predicado; el regreso del Señor rechazado en
bendición dependiente del arrepentimiento
La atención del pueblo es atraída por un
milagro que restableció la fuerza a un pobre hombre cojo, conocido de todos los que frecuentaban el templo; y, agolpándose
la multitud para verle, Pedro les predica a Cristo. El Dios de sus padres, dijo él, había glorificado a Su siervo Jesús, a
quien ellos habían negado, cuando Pilato quiso ponerle en libertad. Ellos habían negado al Santo y al Justo - habían deseado
un homicida - matando al Autor de la vida; pero Dios le había resucitado de los muertos. Y Su nombre, por medio de la fe,
había sanado al hombre inválido. La gracia podía estimar lo que ellos habían hecho como habiendo sido hecho por ignorancia,
y eso en cuanto a sus gobernantes también. Nosotros vemos aquí al Espíritu Santo respondiendo a la intercesión de Cristo cuando
Él dijo en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas 23:34). Culpables de los diez mil talentos (Mateo
18:24), el gran Rey se los perdona, enviando el mensaje de misericordia que los llama al arrepentimiento. Pedro los invita
a esto: "Arrepentíos y convertíos, . . .a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, y El envíe a
Jesús, el Cristo designado de antemano para vosotros, a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas
las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas" (Hechos 3: 19-21 - LBLA). Es decir, él predica el
arrepentimiento para los Judíos como nación, declarando que, en cuanto ellos se arrepintieran, Jesús, quien ascendió al cielo,
regresaría; y tendría lugar el cumplimiento de todas las bendiciones a favor de ellos de las cuales hablaron los profetas.
El regreso de Jesús con este objetivo dependía (y depende aún) del arrepentimiento de los Judíos. En el intertanto, Él permanece
en el cielo.
Además, Jesús era el profeta anunciado por
Moisés: y todo aquel que no Le oyere debía ser desarraigado del pueblo. Su voz aún se oía en gracia especial por boca de Sus
discípulos. Todos los profetas habían hablado de estos días. Ellos eran los hijos de los profetas, los herederos naturales
de las bendiciones que ellos habían anunciado para Israel, así como de las promesas hechas a Abraham acerca de una simiente
en la cual serían benditas todas las familias de la tierra. Por consiguiente, Dios, habiendo resucitado a Su siervo Jesús
[9], lo había enviado a bendecirlos también a ellos, a fin de que cada uno se apartara de sus iniquidades.
[9] Esto se refiere al tiempo de Su vida en la tierra, aunque ante Su intercesión hubo una renovación de la
misericordia como testimonio a un Cristo glorificado, el cual regresaría si ellos se arrepentían.
Los apóstoles encarcelados
En una palabra, ellos son invitados a regresar
a Dios mediante el arrepentimiento, y a gozar de todas las promesas hechas a Israel. El propio Mesías regresaría del cielo
a establecer la bendición de ellos. Se habla aquí a toda la nación como herederos naturales de las promesas hechas a Abraham.
Pero, mientras ellos estaban hablando, los sacerdotes, y el jefe de la guardia del templo, y los Saduceos vienen a echarles
mano, resentidos de que ellos predicasen la resurrección, lo cual la incredulidad y el sistema dogmático de ellos no aceptaban.
Ellos los meten en la cárcel, porque era ya tarde. La esperanza de Israel fue desechada; la gracia de Dios había hablado en
vano, grande y paciente como ella era. Sin embargo, muchos creyeron la palabra de ellos: cinco mil personas confesaban ya
al Señor Jesús.
La respuesta deliberada procedente de lo más recóndito del corazón de los gobernantes;
la piedra desechada por los edificadores
Nosotros hemos visto el mensaje que Dios,
en Su gracia, envió a Israel por boca de Pedro. Veremos ahora, no sólo la recepción (ya advertida) que dicho mensaje recibió
de parte de los gobernantes del pueblo, sino la respuesta deliberada de lo más recóndito del corazón de ellos, como podemos
llamarla. Al día siguiente, los gobernantes, los ancianos, y los escribas se reúnen en Jerusalén, junto con Anás y su parentela;
y, poniendo a los apóstoles en medio de ellos, les preguntan con qué potestad o en qué nombre habían hecho este milagro en
este hombre inválido. Pedro, lleno del Espíritu Santo, declara - anunciándolo a todo Israel, y con extrema disposición y completo
denuedo - que fue por Jesús, por Su nombre, a quien ellos habían crucificado, y a quien Dios había resucitado de los muertos.
De este modo, la cuestión entre Dios y los gobernantes de Israel fue indicada formalmente, y eso fue hecho por el Espíritu
de Dios. Jesús era la piedra desechada por ellos, los edificadores, la cual había venido a ser la piedra angular. La salvación
no se podía encontrar en ninguna otra parte. No hubo ningún esmero para no ofender, con respecto a los adversarios y los gobernantes;
con el pueblo, como tal, ignorante y descaminado, se hizo todo para ganarlos. El concilio los reconoció como ex compañeros
de Cristo: el hombre que había sido sanado estaba allí. ¿Que podían ellos decir o hacer ante la multitud que había presenciado
el milagro? Ellos sólo pudieron exhibir una voluntad en decidida oposición al Señor y a Su testimonio, y deben ceder ante
la opinión pública, lo cual era necesario para la importancia de ellos, y por la cual ellos eran gobernados también. Con amenazas,
ellos intimaron a los apóstoles a no enseñar más en el nombre de Jesús. Podemos observar aquí que Satanás y los instrumentos
Saduceos, se dispusieron en orden de batalla contra la doctrina de la resurrección, así como él tuvo a los Fariseos como instrumentos
apropiados contra un Cristo vivo. Nosotros debemos esperar la bien organizada oposición de Satanás contra la verdad.
La orden de Dios o la prohibición del hombre
Pedro y Juan no permiten ahora ninguna ambigüedad
con respecto al curso que deben seguir. Dios les había ordenado predicar a Cristo: la prohibición del hombre no tenía ningún
peso con respecto a ellos. Ellos dicen, "no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído." (Hechos 4:20). ¡Qué posición
para los gobernantes del pueblo! Por consiguiente, un testimonio como este demostraba claramente que los líderes de Israel
habían caído del lugar de intérpretes de la voluntad de Dios. Los apóstoles no los ahuyentan, no los atacan: Dios los juzgaría;
pero ellos actúan inmediatamente de parte de Dios, y descartan totalmente la autoridad de estos líderes de Israel con respecto
a la obra que Dios les había encomendado. El testimonio de Dios estaba con los apóstoles, y no con los gobernantes del templo;
y la presencia de Dios estaba en la asamblea, y no allí.
El poder del Espíritu Santo y la presencia y guía de Dios
en medio de los discípulos
Pedro y Juan regresan a los suyos, puesto
que un pueblo separado había sido formado donde los unos conocían a los otros; y todos, movidos por el Espíritu Santo (pues
era allí donde Dios moraba por Su Espíritu, y no ahora en el templo), elevan sus voces a Dios, el Creador de todas las cosas,
para reconocer que esta oposición de los gobernantes no era sino el cumplimiento de la Palabra y los consejos y los propósitos
de Dios. Estas amenazas no eran sino la ocasión para pedir a Dios que manifestara Su poder en conexión con el nombre de Jesús.
En una palabra, el mundo (incluyendo los Judíos, quienes al oponerse formaban parte de él) se había levantado contra Jesús,
el Siervo de Dios, y se oponía al testimonio que se le rendía a Él. El Espíritu Santo es la fuerza de este testimonio, ya
sea en el coraje de los que daban testimonio (Hechos 4:8), o en Su presencia en la asamblea (Hechos 4:31), o en la energía
del servicio (Hechos 4:33), o en los frutos que son producidos nuevamente entre los santos con un poder que pone de manifiesto
que el Espíritu Santo domina en sus corazones por sobre todos los motivos que influencian al hombre, haciéndolos andar por
los motivos de los cuales Él es la fuente. Es la energía del Espíritu en presencia de la oposición, del mismo modo que anteriormente
fue Su fruto natural en aquellos entre los cuales Él moraba. Personas nuevas venden sus bienes, y ponían el precio a los pies
de los apóstoles, entre otros, un hombre a quien el Espíritu Santo se complace en distinguir: Bernabé, de la isla de Chipre.
El resumen de este capítulo 4 demuestra,
por una parte, la condición de los Judíos, su rechazo del testimonio que se les dirigía en gracia; y, por otra parte, el poder
del Espíritu Santo y la presencia y guía de Dios en otra parte, a saber, en medio de los discípulos.
Estos tres capítulos (2-4) presentan la primera
formación de la asamblea, y su carácter bendito por estar el Espíritu Santo morando en ella. Estos capítulos nos presentan
su belleza primaria como formada por Dios, y por ser Su habitación.
Capítulo 5
Ananías y Safira: el mal en la Asamblea manifestando el poder del Espíritu
y la presencia de Dios
¡Cuán lamentable! el mal se muestra allí
también. Si el poderoso Espíritu de Dios está allí, la carne está también allí. Están allí algunos que deseaban adquirir reputación
mediante la consagración que el Espíritu Santo produce, aunque estaban desprovistos de aquella fe en Dios y ese renunciamiento
a uno mismo, cosas estas que, mostrándose en la senda de amor, constituyen todo el valor y toda la verdad de esta consagración.
Pero la actitud de estas personas sólo proporciona una nueva ocasión para manifestar el poder del Espíritu de Dios, la presencia
de Dios dentro de la asamblea, contra el mal, tal como el capítulo anterior mostró Su energía afuera de ella, y los frutos
preciosos de Su gracia. Si no está allí el fruto sencillo y el fruto del bien ya descrito, está el poder del bien contra el
mal. El estado actual de la asamblea, como un todo, no es más que el poder del mal sobre el bien. Dios no puede soportar el
mal donde Él habita; menos aún que donde Él no habita. No obstante lo grande que es la energía del testimonio que Él envía
a los que están afuera, Él ejercita toda paciencia hasta que ya no hay remedio adentro. Mientras más se realice y se manifieste
Su presencia (e incluso en proporción a lo que esto se efectúa), más Él se muestra intolerante del mal. No puede ser de otra
manera. Él juzga en medio de Sus santos, que es donde Él quiere santidad; y eso según la medida de la manifestación de Él
mismo. Ananías y Safira, desacatando la presencia del Espíritu Santo, cuyo impulso ellos pretender seguir, caen muertos delante
de Dios a quien ellos, en su ceguera, procuraron engañar olvidándole, olvidando que Dios estaba en la asamblea.
¡Poderoso, aunque doloroso, testimonio rendido
a Su presencia! El temor impregna cada corazón, tanto dentro como afuera. De hecho, la presencia de Dios es una cosa seria,
independientemente de cuán grande sea la bendición. El efecto que produjo esta manifestación del poder de un Dios presente
con aquellos que Él reconocía como Suyos fue muy grande. Multitudes se unieron, por fe, confesando el nombre del Señor - al
menos de entre el pueblo, porque los demás no se atrevían. Mientras más posición nosotros tenemos en el mundo, más tememos
al mundo que nos la dio. Este testimonio milagroso rendido al poder de Dios fue mostrado también en un modo aún más notable,
de modo que el pueblo vino desde lejos para beneficiarse mediante él. Los apóstoles estaban constantemente unánimes en el
pórtico de Salomón.
Oposición y celo de los gobernantes Judíos: los apóstoles encarcelados nuevamente
Pero ¡lamentablemente! la manifestación del
poder de Dios, en conexión con los despreciados discípulos de Jesús, y obrando fuera del lugar donde la presunción del sumo
sacerdote y de aquellos que estaban con él hallaban su senda, junto con los progresos hechos por aquello que ellos habían
rechazado, y la atención atraída hacia los apóstoles por los milagros que eran efectuados, excitan la oposición y el celo
de los gobernantes; y ponen a los apóstoles en la cárcel. En este mundo el bien obra siempre en presencia del poder del mal.
Puestos en libertad por la providencia de Dios
mediante un ministerio angélico
Un poder distinto al del Espíritu Santo en
la asamblea se muestra ahora. La providencia de Dios, velando sobre Su obra, y actuando mediante el ministerio de ángeles,
frustra todos los planes de los incrédulos jefes de Israel. Los sacerdotes encierran a los apóstoles en la prisión. Un ángel
del Señor abre las puertas de la prisión, y envía a los apóstoles a proseguir su obra habitual en el templo. Los alguaciles,
a quienes el concilio envía a la prisión, la encuentran cerrada, y todo en orden; pero no encuentran a los apóstoles.
Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres
En el intertanto, el concilio es informado
de que ellos están en el templo, enseñando al pueblo. Confundidos y alarmados, el concilio los hace traer; pero los alguaciles,
temiendo al pueblo, los traen sin violencia. Pues Dios tiene todo bajo control, hasta que Su testimonio sea rendido, cuando
Él hará que sea rendido. El sumo sacerdote protesta ante ellos sobre el terreno de su anterior prohibición. La respuesta de
Pedro es más sucinta de la que dio en la ocasión anterior, y es más bien el anuncio de un propósito establecido que la presentación
de un testimonio mediante el procedimiento de razonar con aquellos que no oirán, y que demostraron ser adversarios. Es la
misma respuesta, en substancia, en cuanto a lo que él dijo cuando había sido traído anteriormente ante los gobernantes: es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombre (Hechos 5:29). Oponiéndose a Dios, los jefes de Israel eran meramente hombres.
Al decir esto, todo fue decidido: la oposición entre ellos y Dios fue evidente. El Dios de sus padres había resucitado a Jesús,
a quien los gobernantes de Israel habían crucificado. Los apóstoles eran Sus testigos, e igualmente lo era el Espíritu Santo,
el cual Dios había dado a los que le obedecían. Todo fue dicho; la posición fue claramente anunciada. Pedro, en el nombre
de los apóstoles, toma formalmente esta posición, de parte de Dios y de Cristo, y de acuerdo con el sello del Espíritu Santo
quien, dado a los creyentes, daba testimonio en el nombre del Salvador. No obstante, no hay orgullo, no hay voluntad propia.
Él debe obedecer a Dios. Él toma aún su lugar en Israel (al decir, "El Dios de nuestros padres" - Hechos 5:30); pero el lugar
de testimonio para Dios en Israel. El consejo de Gamaliel prevalece para desviar los propósitos del concilio, pues Dios tiene
siempre Sus instrumentos preparados, desconocidos, quizás, para nosotros, donde nosotros estamos haciendo Su voluntad; no
obstante, ellos hacen que los apóstoles sean azotados, y les ordenan no predicar, y los hacen salir. Ellos no sabían qué hacer
- y esto sólo hizo que fuera más evidente la oposición de la voluntad de ellos, mientras que ¡cuán sencilla es la senda cuando
uno es enviado por Dios, y cuando uno hace conscientemente Su voluntad! Nosotros debemos obedecer a Dios.
Dios mismo mantiene Su testimonio
El objeto de esta última parte del capítulo
es mostrar que el cuidado providencial de Dios, ya sea milagrosamente por medio de ángeles, o por disponer los corazones de
los hombres para cumplir Sus propósito, fue ejercido a favor de la asamblea, al igual que el Espíritu de Dios daba testimonio
en ella y manifestaba en ella Su poder. Los apóstoles, de ningún modo aterrorizados, regresan, llenos de gozo por haber sido
tenidos por dignos de padecer por causa del nombre de Jesús; y cada día, en el templo, o de casa en casa, no cesaban de enseñar
y predicar las buenas nuevas de Jesús el Cristo. No obstante lo débil que ellos pudieran ser, Dios mismo mantiene Su testimonio.
Capítulos 6 y 7
La carne mostrándose; sabiduría dada por el Espíritu afronta la dificultad
Capítulo 6. Lamentablemente, otros males
asaltan la iglesia. La carne comienza a mostrarse en medio del poder del Espíritu Santo, surgiendo el problema desde las diferentes
circunstancias de los discípulos, y en aquellas cosas en las cuales la gracia había sido especialmente manifestada, por el
lado mediante el cual ellas estaban conectadas con la carne. Los Helenistas (Judíos nacidos en países Griegos o paganos) murmuran
contra los Hebreos (los nativos de Judea), debido a que las viudas de los últimos eran favorecidas, como ellos imaginaban,
en la distribución de los bienes otorgados a la asamblea por sus miembros más ricos. Pero aquí, la sabiduría dada por el Espíritu
afronta la dificultad, aprovechando la ocasión para dar desarrollo a la obra, según las necesidades que iban creciendo; y
siete personas son nombradas para hacerse cargo de esta responsabilidad, por la cual los apóstoles no iban a abandonar su
obra. Encontramos, también, en el caso de Felipe y Esteban, la verdad de lo que dice Pablo: "los que han ejercido bien el
oficio de diácono, ganan para sí un buen grado, y mucho denuedo en la fe que es en Cristo Jesús." (1 Timoteo 3:13 - VM).
Observen que el apóstol coloca aquí la oración
antes de la predicación en la obra de ellos, el conflicto de ellos con el poder del mal era continuado más especialmente ejercitando
la oración, así como la realización que ellos iban experimentando del poder de Dios para la fortaleza y sabiduría que necesitaban;
y, para que ellos pudieran actuar directamente de parte de Dios, fue necesario que la gracia y la unción fuesen mantenidas
en sus corazones.
Observen, asimismo, la gracia que se descubre
a sí misma bajo la influencia del Espíritu de Dios en este asunto: todos los nombres de los elegidos, en la medida que podemos
juzgar, son nombres de Helenistas.
El mal dando testimonio de la eficacia de la presencia del Espíritu
La influencia de la Palabra se extendía,
y muchos sacerdotes obedecían a la fe. De esta manera, hasta ahora, la oposición desde afuera, y el mal adentro, no hicieron
más que proporcionar la oportunidad para el adelanto de la obra de Dios, mediante la manifestación de Su presencia en medio
de la iglesia. Tomen especial nota de este hecho. El Espíritu no sólo hace el bien mediante Su testimonio, sino que, aunque
el mal esté allí afuera y adentro, con todo, donde el poder se manifiesta, aquel mal no hace más que dar testimonio de la
eficacia de Su presencia. Había mal, pero había poder para afrontarlo. Sin embargo, ello mostró que había levadura aún en
el pan resultante de Pentecostés.
Esteban presentando el último testimonio del Espíritu a los jefes de la nación;
juicio pronunciado por el Espíritu Santo
La energía del Espíritu se manifiesta especialmente
en Esteban, hombre lleno de gracia y de poder (Hechos 6:8). Los Judíos Helenistas se le oponen; y, no siendo capaces de responderle,
le acusan ante el concilio, y en particular de haber anunciado en el nombre de Jesús, la destrucción del templo y la ciudad,
y el cambio de las costumbres de su ley. Observen que nosotros vemos aquí el libre poder del Espíritu Santo, sin que nadie
envíe a otro a la obra, como en el caso de los apóstoles designados por el propio Cristo. No se trata de autoridad en los
apóstoles, ni en los Judíos de Palestina. Él distribuye a quien Él quiere. Es el piadoso y consagrado Helenista quien presenta
el último testimonio a los jefes de la nación. Si, por una parte, los sacerdotes creen, por otra parte, Judíos nacidos fuera
de Judea dan testimonio y preparan el camino para un testimonio aún más extendido, pero, al mismo tiempo, para el rechazo
definitivo, moralmente hablando, de los Judíos como base y centro del testimonio, y de la obra de reunir. Puesto que, hasta
aquel momento, Jerusalén era el centro de testimonio y de reunión. Pedro había testificado de un Cristo glorioso prometiendo
Su regreso si ellos se arrepentían, y ellos habían detenido Su testimonio. El Espíritu Santo pronuncia ahora el juicio sobre
ellos por boca de Esteban, en quien ellos mismos muestran ser abiertamente adversarios de este testimonio. No son los apóstoles
quienes, por autoridad oficial, rompen con Jerusalén. La libre acción del Espíritu Santo anticipa una ruptura, la cual no
ocurrió como para formar parte de la narrativa de la Escritura. La cosa es hecha por el poder de Dios; y el hecho de llevar
al cielo al testigo levantado por el Espíritu para denunciar a los Judíos como adversarios, y declarar la condición caída
de ellos, situó el centro de reunión en el cielo según el Espíritu - aquel cielo al cual el fiel testigo, el cual estaba lleno
del Espíritu, había subido. Mientras estaba en la tierra, él ya tenía la apariencia de un ángel a los ojos del concilio que
le juzgaba; pero la dureza del corazón de ellos no les dejaría detenerse en la senda de hostilidad hacia el testimonio dado
acerca de Cristo - un testimonio que sale aquí a la luz de manera especial como el testimonio del Espíritu Santo.
Esteban [10], por lo que se nos dice, no
había conocido al Señor durante Su vida en la tierra. Ciertamente él no fue designado, como los apóstoles, para ser un testigo
de esa vida. Él fue simplemente el instrumento del Espíritu Santo, distribuyendo a quién Él quiere.
[10] Él es la expresión del poder del Espíritu Santo dando testimonio de Cristo glorificado, quien había sido
presentado así ahora a Israel, que ya le había rechazado en humillación. Desde la caída hasta el diluvio, el hombre, aunque
no fue dejado sin testimonio, fue dejado, por otra parte, a sí mismo. No hubo modos de obrar especiales, ni instituciones
de Dios. El resultado del diluvio fue, limpiar, por decirlo así, la tierra de su horrible contaminación y violencia. En el
nuevo mundo Dios comenzó a tratar con el hombre. En Noé fue establecido el gobierno. Pero en Abraham hubo uno que, por elección
de gracia, fue llamado a salir, y las promesas de Dios fueron dadas a él cuando el mundo se había vuelto a los demonios. Esto
dio comienzo a la historia del pueblo de Dios, pero la cuestión de la justicia no fue planteada. Esto lo hizo la ley, demandándola
del hombre. Luego vinieron los profetas en paciente gracia. Luego, el último llamado de Dios para llevar frutos, y el testimonio
de la gracia, el Hijo de Dios fue enviado. Él era ahora rechazado, y sobre Su intercesión el Espíritu Santo había dado testimonio
a Su gloria por medio de Pedro (Hechos 3) para el arrepentimiento de ellos, y trataba ahora con ellos en cuanto a eso por
medio de Esteban.
La historia y la medida plena de culpabilidad de la nación son resumidas
Capítulo 7. Por tanto, él comienza la historia
de ellos desde el comienzo de los caminos de Dios, es decir, desde Abraham, llamado a salir fuera por la revelación del Dios
de gloria, quien fue lento para obedecer, efectivamente, pero que, finalmente, fue conducido a Canaán por la paciente gracia
de Dios. No obstante, él era un extranjero en la tierra prometida, y la esclavitud iba a ser la porción de sus descendientes,
hasta que Dios se interpusiera en gracia. Por lo tanto, la porción del bienaventurado patriarca no fue la de poseer las promesas,
sino la de ser un extranjero, y la de sus descendientes fue la de ser cautivos hasta que Dios los librara con brazo fuerte.
Nada puede ser más sorprendente que la tranquila superioridad sobre las circunstancias mostrada por Esteban. Él relata a los
Judíos una historia que ellos no podían negar, una historia de la que ellos se jactaban, sin embargo, ella los condenaba completamente.
Ellos estaban haciendo lo que habían hecho sus padres. Pero dos personas son especialmente prominentes en el relato de Esteban,
en conexión con la bondad de Dios hacia Israel en este período - José y Moisés. Israel había rechazado a ambos, habían entregado
a José a los Gentiles, habían rechazado a Moisés como juez y líder. Fue también, en casos que los Judíos no podían negar u
objetar, la historia de Cristo, quien, igualmente, en el tiempo designado por Dios, será, verdaderamente, el redentor de Israel.
Esta es la substancia del argumento de Esteban. Los Judíos siempre habían rechazado a quienes Dios había enviado y en quienes
el Espíritu Santo había actuado, y el testimonio del mismo Espíritu Santo en los profetas que habían hablado del Cristo a
quien ellos habían traicionado y matado ahora. Además de esto, según Moisés, ellos habían adorado dioses falsos, aun desde
la época cuando ellos fueron liberados de Egipto [11] - - un pecado que, no obstante la grandeza de la paciencia de Dios,
causaría que ellos, ahora que habían llenado la medida de su iniquidad, fueran llevados más allá de Babilonia, lo cual ya
había sido su castigo.
[11] Observen aquí, también, que no obstante el tiempo que había durado la paciencia de Dios, no habiéndose
producido el arrepentimiento como resultado, el primer pecado, el primer alejamiento de Dios, lleva al final su castigo.
Este es un resumen muy sorprendente de toda
la historia de ellos - la historia del hombre al cual Dios proporcionó todos los medios de restauración. La medida plena de
culpabilidad es afirmada. Ellos habían recibido la ley y no la habían guardado, habían rechazado a los profetas que habían
testificado de Cristo, y habían traicionado y matado al propio Cristo - habían resistido siempre al Espíritu Santo. El templo,
en el cual ellos confiaban, Dios lo rechazaba. Dios mismo ha sido, por decirlo así, un extranjero en la tierra de Canaán;
y si Salomón le edificó una casa, fue para que el Espíritu Santo pudiera declarar que Aquel que tenía al cielo por Su trono,
y la tierra por estrado de Sus pies, cuyo dominio era universal, no habitaría en casas de piedra, las cuales eran creación
de Sus manos.
Tenemos, así, el resumen completo de la historia
de ellos conectado con los últimos días del juicio de ellos. Ellos resistieron siempre al Espíritu Santo, así como habían
desobedecido siempre la ley. El Judaísmo fue juzgado, después de la larga paciencia de Dios y de todos Sus modos de obrar
de gracia para con el hombre, cuando los medios se agotaron. Pues Israel era el hombre bajo los tratos y cuidado especiales
de Dios. La culpabilidad del hombre no sólo es ahora el pecado, sino el pecado a pesar de todo lo que Dios ha hecho. Era un
momento decisivo de la historia del hombre. La ley, los profetas, Cristo, el Espíritu Santo, todo fue probado, y vemos al
hombre en enemistad contra Dios. La cruz lo había demostrado realmente, pero a esto se le agregó el rechazo del testimonio
del Espíritu Santo dado a un Cristo Glorificado. Todo había terminado con el hombre, y comenzaba de nuevo con el segundo Hombre
en permanente relación con el cielo.
El rechazo del hombre a un Cristo glorificado; los cielos se abrieron a
la fe;
el Hijo del Hombre en la gloria
Al ser condenada la conciencia de ellos,
y sus corazones endurecidos, su voluntad inalterada, los miembros del concilio se llenaron de ira, y rechinaron sus dientes
contra Esteban. Pero si Esteban iba a dar este testimonio definitivo contra Israel, él no estaba allí meramente para dar el
testimonio, sino para colocarlo mucho más en su verdadera posición relativa, mediante una expresión viva de lo que un creyente
era en virtud de la presencia aquí abajo del Espíritu Santo morando en él. En la historia de ellos tenemos al hombre resistiendo
siempre al Espíritu Santo; en Esteban, tenemos a un hombre lleno de Él como consecuencia de la redención.
Tales son los elementos de esta escena conmovedora
y notable, la cual constituye una época en la historia de la asamblea. Los jefes de Israel rechinan sus dientes con ira, contra
el testimonio poderoso y convincente del Espíritu Santo, del cual Esteban estaba lleno. Ellos habían rechazado a un Cristo
glorificado, cuando habían matado a un humillado (a Esteban). Sigamos el efecto en cuanto al propio Esteban. Él mira resueltamente
al cielo, abiertos plenamente ahora a la fe. Es hacia allá donde el Espíritu dirige la mente, capacitándola para fijarse ella
misma allí. Él revela a uno que está lleno de Él mismo, la gloria de Dios en lo alto, y a Jesús en aquella gloria a la diestra
de Dios, en el lugar de poder - el Hijo del Hombre en el lugar mucho más elevado que aquel del Salmo 2 , la del Salmo 8, aunque
todas las cosas no habían sido puestas aún bajo Él (comparen con Juan 1: 50, 51). Él presenta, después, el resultado del testimonio
dado en presencia del poder de Satanás, el homicida.
Esteban como el primer ejemplo del estado del alma del creyente después
de la muerte con Cristo glorificado
"Veo", dijo Esteban, "los cielos abiertos."
(Hechos 7:56). Tal es, entonces, la posición del creyente verdadero - una posición celestial en la tierra - en presencia del
mundo que rechazó a Cristo, el mundo asesino; el creyente, estando vivo en la muerte, ve, por el poder del Espíritu Santo,
dentro del cielo, y al Hijo del Hombre (de pie) a la diestra de Dios. Esteban no dice, « Veo a Jesús.» ¡El Espíritu caracteriza
a Jesús como el Hijo del Hombre! ¡Precioso testimonio para el hombre! Tampoco él testifica de la gloria de Dios (esto era
natural para el cielo) sino del Hijo del Hombre en la gloria, habiéndose abierto los cielos a él, y luego le contempla como
el Señor Jesús, para que reciba su espíritu, siendo este el primer ejemplo y el pleno testimonio del estado del alma del creyente
después de la muerte con Cristo glorificado.
La semejanza de Esteban a Su maestro
Con respecto al avance del testimonio, no
se trata de que Jesús es ahora el Mesías, y que Él regresará si ustedes (Israel) se arrepienten (lo cual, sin embargo, no
deja de ser verdad), sino que se trata del Hijo del Hombre en el cielo, el cual se abre al hombre que está lleno del Espíritu
Santo - aquel cielo al cual Dios está a punto de transportar el alma, tal como es la esperanza y el testimonio de aquellos
que son Suyos. La paciencia de Dios estaba actuando aún en Israel, indudablemente; pero el Espíritu Santo abrió nuevas escenas
y nuevas esperanzas al creyente. [12]
[12] El Espíritu Santo abre los cielos a nuestra vista, y nos capacita para que contemplemos lo que se encuentra
allí; y nos forma en la tierra según el carácter de Jesús. En cuanto al cambio que hubo en el avance de los tratos de Dios,
me parece que se trató de la realización, por el Espíritu, del resultado de que el velo se hubiera rasgado. Jesús es visto
estando aún de pie (N. del T.: "Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de
Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra
de Dios." Hechos 7: 55, 56 - LBLA. Ver también otras versiones de la Biblia en Español, a saber: BJ, NC, NBLH, NVI, RVA, RVR1977,
VM, NTIGE), debido a que, hasta el rechazo del testimonio del Espíritu Santo por parte de Israel, Él no se sentó definitivamente
a esperar el juicio de Sus enemigos. Él permaneció, más bien, en la posición de Sumo Sacerdote, de pie; y el creyente con
Él en lo alto por el Espíritu, y el alma habiéndose unido, hasta ahora, a Él allí en el cielo; porque ahora, por la sangre
de Cristo, por aquel camino nuevo y vivo, el alma podía entrar dentro del velo. Por otra parte, habiendo hecho los Judíos
la misma cosa al testimonio del Espíritu Santo que habían hecho con respecto a Jesús, habiendo enviado (por decirlo así) un
mensaje en Esteban en pos de Él para decirle, "No queremos que éste reine sobre nosotros." (Lucas 18:14), Cristo toma definitivamente
Su lugar, sentado en el cielo, hasta que Él juzgue a los enemigos que no querrían que Él reinase sobre ellos. Es en esta última
posición que Él es contemplado en la Epístola a los Hebreos; en la cual, por consiguiente, ellos son exhortados a salir fuera
del campamento de Israel, siguiendo a la víctima cuya sangre había sido introducida
en el santuario, anticipando de este modo el juicio que cayó sobre Jerusalén inmediatamente por medio de los Romanos, para
poner a la nación a un lado, tal como el que será ejecutado, finalmente, por el propio Jesús. La posición de Esteban es semejante
a la de Jesús, siendo aquí el testimonio aquel que rinde el Espíritu al Jesús glorificado. Esto hace que el gran principio
de la Epístola a los Hebreos sea muy claro.
La
doctrina de la iglesia, anunciada por Pablo después de la revelación que recibió en su camino a Damasco, va más allá de esto;
es decir, esta doctrina declara la unión de los Cristianos con Jesús en el cielo, y no meramente la entrada de ellos al Lugar
Santísimo, a través del velo rasgado, donde, previamente, sólo el sumo sacerdote podía entrar, detrás del velo que escondía
a Dios del pueblo.
Pero observen que Esteban, como consecuencia
de ver a Jesús en el cielo, se asemeja perfectamente a Jesús cuando estuvo en la tierra - un hecho precioso en gracia para
nosotros: sólo que la gloria de Su Persona es, en todos los casos, cuidadosamente guardada. Jesús, aunque el cielo se abrió
para Él, era, Él mismo, el objeto al cual el cielo contemplaba desde arriba, y quien fue reconocido y sellado públicamente
por el Padre. Él no necesitó que una visión presentara un objeto a Su fe, ni tampoco ello produjo alguna transformación a
la misma imagen por la revelación de la gloria. Pero la expresión, "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." (Lucas 23:46), se encuentra en "Señor Jesús, recibe mi espíritu."
(Hechos 7:59). Y el afecto por Israel que se expresa en la intercesión, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."
(Lucas 23:34), se encuentra nuevamente en, "¡Señor, no les imputes este pecado!" (Hechos 7:60 - VM); exceptuando el hecho
de que el Espíritu Santo no afirma ahora aquí que ellos son ignorantes (ver Hechos 3:17).
La posición de Esteban y el carácter divino
y la divina Persona de Jesús,
el objeto del cielo
Pero es
bueno detenerse un momento en aquello que saca a la luz más claramente la posición especial de Esteban, el instrumento del
testimonio del Espíritu, rechazado tan decisivamente por los Judíos; y el carácter divino y la divina Persona de Jesús, aún
donde Su discípulo es muy parecido a Él. El cielo se abre a Jesús, el Espíritu Santo desciende sobre Él y Él es reconocido
como el Hijo de Dios. El cielo se abre sobre Jesús, y los ángeles descienden sobre el Hijo del Hombre: pero a Él no se le
presenta ningún objeto; Él mismo es el objeto que el cielo está mirando fijamente. El cielo se abrirá al final de la edad,
y Jesús mismo vendrá sobre el caballo blanco (es decir, en juicio y triunfo) (Apocalipsis 19:11). Aquí, también, el cielo
se abre, y el discípulo, el Cristiano, lleno del Espíritu Santo, ve dentro de él, y contempla allí a Jesús a la diestra de
Dios. Jesús es de todas formas el objeto, antes lo era del cielo, pero ahora es el objeto del hombre creyente que está lleno
del Espíritu Santo; de modo que, en cuanto al objeto de la fe y a la posición del creyente, esta escena es decisivamente característica.
Jesús no tiene un objeto, sino que Él es el objeto del cielo cuando el cielo se abre; mientras que el santo tiene un objeto,
y este objeto es Jesús mismo en el cielo cuando el cielo está abierto. Rechazado, y rechazado por los Judíos, al igual que
Jesús, participando de Sus sufrimientos, y lleno de Su Espíritu de gracia, los ojos de Esteban están fijos en lo alto, en
el cielo que el Espíritu Santo abre a él, y él ve al Hijo del Hombre allí, preparado y dispuesto para recibir su espíritu
[13]. El resto vendrá más tarde; pero no sólo es Jesús, a quien los cielos deben recibir hasta el tiempo de la restauración,
sino también las almas de Su pueblo creyente hasta el momento de la resurrección, y a la iglesia completa, en espíritu, separada
del mundo que le rechazó a Él, y del Judaísmo que se opuso al testimonio del Espíritu Santo. Lo último, el Judaísmo, ya no
es reconocido en absoluto; ya no hay más lugar para la paciencia de Dios hacia este sistema. Su lugar es tomado por el cielo,
y por la asamblea, la cual, en la medida que es consistente, sigue a su Maestro allí en espíritu, mientras espera Su regreso.
[13] Podemos observar aquí, que el santuario, por decirlo así, está abierto para todos los creyentes. El velo,
efectivamente, se rasgó por la muerte de Cristo, pero la gracia de Dios aún estaba actuando hacia los Judíos, como tales,
y les proponía el regreso de Jesús a la tierra; es decir, fuera del velo, en caso de que ellos se arrepintieran, de modo que
la bendición habría estado, entonces, en la tierra - los tiempos de refrigerio por la venida de Cristo, lo cual los profetas
habían anunciado. Pero ahora ya no se trata de un Mesías, el Hijo de David, sino
de un Hijo del Hombre en el cielo; y, por el Espíritu Santo estando ahora aquí abajo, un cielo abierto es visto y conocido,
y el gran Sumo Sacerdote (aún de pié) a la diestra de Dios no está escondido detrás de un velo ("Pero Esteban, lleno del Espíritu
Santo y puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios. Y dijo: —
¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios!" Hechos 7: 55, 56 - RVA). Todo se abre
al creyente; la gloria, y Aquel que ha entrado en ella para Su pueblo. Y esto, me parece, es la razón por la cual Él es visto
de pie. Él no había tomado definitivamente Su lugar como estando sentado (a perpetuidad) sobre el trono celestial, hasta que
el testimonio del Espíritu Santo a Israel con respecto a Su exaltación hubiera
sido rechazado definitivamente en la tierra. El libre testimonio del Espíritu que es desarrollado aquí y después, es sumamente
interesante, sin tocar la autoridad apostólica en su lugar, tal como veremos. En cuanto a los Judíos, hasta que el Sumo Sacerdote
sale, ellos no pueden saber que Su obra es aceptada por la nación; tal como en el día de expiación, ellos debían esperar que
él saliera para que pudiesen saberlo. Pero para nosotros, el Espíritu Santo ha salido mientras Él está adentro, y nosotros
lo sabemos.
Vemos que
Saulo estaba presente en la muerte de Esteban, y en Hechos 8 veremos que él consentía con ellos en Su muerte.
El final de la primera fase de la asamblea de
Dios
Este es
el final de la primera fase de la asamblea de Dios - es decir, de su historia
en conexión inmediata con Jerusalén y los Judíos, como el centro con el cual la obra de los apóstoles se relacionaba, "comenzando
desde Jerusalén" (Lucas 24:47); llevada a cabo, sin embargo, en un remanente creyente, pero invitando a Israel, como tal,
a entrar en ella, como siendo, nacionalmente, el objeto del amor y del cuidado de Dios, pero ellos no lo harían. Algunos acontecimientos
adicionales siguen a continuación, los cuales amplían la esfera de trabajo y mantienen la unidad del todo, y que son previos
a la revelación del llamado de los Gentiles, como tales, propiamente hablando, y de la asamblea como un cuerpo, independiente
de Jerusalén, y aparte de la tierra. Estos acontecimientos son: la obra de Felipe en la conversión de Samaria y del Etíope;
la conversión de Cornelio, con la visión de Pedro que aconteció después del llamamiento de Saulo, el cual es hecho entrar
por un Judío que tenía buen testimonio de todos los Judíos como tal; los trabajos de Pedro en toda la tierra de Canaán; y,
finalmente, la conexión establecida entre los apóstoles en Jerusalén y los convertidos Gentiles en Antioquía; la oposición
de Herodes, el falso rey de los Judíos, y el cuidado que Dios tiene aún de Pedro, y el juicio de Dios sobre el rey. Después
viene la obra directa entre los Gentiles, teniendo a Antioquía como punto de partida, obra ya preparada por la conversión
de Pablo, mediante medios y una revelación que fueron bastante peculiares. Prosigamos con los detalles de estos capítulos.
Capítulo 8
Persecución y dispersión llevando a cabo
la voluntad de Dios
en
juicio soberano sobre Israel
Después
de la muerte de Esteban se desencadenó la persecución. La victoria ganada mediante un odio, habiendo sido permitido el cumplimiento
de su objetivo por la Providencia, abre las compuertas a la violencia de los líderes Judíos, enemigos del evangelio. Una vez
rota la barrera que los refrenaba, las olas de pasión se desbordan por todas partes. Las personas se refrenan a menudo por
un pequeño resto de conciencia, o por costumbres, o por una cierta idea de los derechos de los demás; pero cuando los diques
se rompen, el odio (el espíritu de homicidio en el corazón) se sacia, si Dios lo permite, mediante acciones que muestran lo
que es el hombre cuando es dejado a sí mismo. Pero todo este odio lleva a cabo la voluntad de Dios, en la cual el hombre,
de otra manera, quizás habría fracasado, y que, en algunos aspectos, aun él no podría o no debería haber ejecutado, es decir,
la voluntad de Dios en juicio soberano. La dispersión de la asamblea fue el juicio de Israel - un juicio que los discípulos
habrían encontrado difícil de declarar y ejecutar mediante la comunicación de mayor luz a ellos; pues independientemente de
cuales sean la bendición y la energía en la esfera donde la gracia de Dios actúa, los modos de obrar de Dios al dirigir todas
las cosas están en Su mano. Nuestra parte, en Sus modos de obrar en cuanto a los que están afuera, es también en gracia.
La concentración de los apóstoles en Jerusalén;
su continuación
como
centro de autoridad e influencia
Entonces,
toda la asamblea, excepto los apóstoles, es dispersada. Es cuestionable, también, que los apóstoles hicieran bien en quedarse,
y si acaso una fe más simple no les habría hecho marcharse, y haber evitado así a la asamblea muchos conflictos y muchas dificultades
en conexión con el hecho de que Jerusalén continuaba siendo un centro de autoridad [14].
[14] Esto no impide, de ningún modo, la manifestación de la sabiduría soberana de Dios. El desarrollo de la
doctrina de la asamblea en su singularidad, y como el cuerpo de Cristo, no fue sino mucho más perfecta y pura, tal como la
encontramos enseñada por Pablo; quien fue llamado fuera del Judaísmo por la revelación de un Cristo celestial. Tampoco estos
modos de obrar de la sabiduría soberana de Dios cambian absolutamente nada la responsabilidad del hombre. La unidad externa
de la asamblea fue preservada también mediante esto, por la conexión conservada entre los otros lugares y Jerusalén, hasta
que la obra entre los Gentiles fuera del Judaísmo hizo que estas conexiones fueran extremadamente difíciles y precarias. Esto,
no obstante, hizo tanto más evidentes la gracia y la sabiduría de Dios.
Aun el Señor
había dicho teniendo a Israel en perspectiva, "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra" (Mateo 10:23); y después
de Su resurrección Él les ordena ir y hacer discípulos a todas las naciones. (Mateo 28:19). Esta última misión no la encontramos
ejecutada en la historia de los Hechos y la obra entre los Gentiles, y, como vemos en Gálatas 2, por un acuerdo especial suscrito
en Jerusalén, esta obra cayó en manos de Pablo, siendo colocada en una base enteramente nueva. La Palabra no nos dice nada
acerca del cumplimiento de esta misión de los doce hacia los Gentiles, a no ser por la leve insinuación general al final de
Marcos. Dios es poderoso en Pablo hacia la circuncisión y en Pablo hacia los Gentiles (Gálatas 2: 7, 8). Se puede decir que
los doce no fueron perseguidos. Ello es posible, y yo no digo nada que sea categórico sobre el punto; pero es seguro que el
pasaje que he citado no tiene cumplimiento en la historia bíblica, y que otro arreglo, otro orden de cosas, ocurrió en lugar
de lo que el Señor había prescrito, y que los prejuicios Judíos tuvieron, de hecho, una influencia, resultando de esto la
concentración de los apóstoles en Jerusalén, de la cual incluso Pedro tuvo la mayor dificultad para librarse.
Los que
fueron esparcidos predicaban la Palabra por todas partes, pero solamente a los Judíos, antes de que algunos de ellos llegaran
a Antioquía. (Hechos 11:19).
La obra de Felipe en Samaria: reconocimiento
apostólico
Felipe,
sin embargo, descendió a Samaria, y les predicó a Cristo, e hizo milagros. Todos le escuchan e incluso son bautizados. Incluso
un hombre que hasta entonces los había engañado con magia, de tal manera que ellos habían dicho que él era el gran poder de
Dios, se somete al poder que eclipsaba sus falsos prodigios, y que le convencía mucho más de su realidad al estar él consciente
de la falsedad del suyo. Los apóstoles no presentan ninguna dificultad con respecto a Samaria. La historia de Jesús debe haberlos
iluminado en ese respecto. Además, los Samaritanos no eran Gentiles. Con todo, fue un Helenista quien predicó allí el evangelio.
El Espíritu Santo conferido por los apóstoles
mediante la oración y la imposición de manos; Jerusalén es dejada a un lado
Una nueva
verdad sale a la luz aquí en conexión con el proceso regular de la asamblea, a saber, que los apóstoles conferían el Espíritu
Santo mediante la oración y la imposición de manos: un hecho muy importante en la historia de los tratos de Dios. Además,
Samaria fue una conquista que toda la energía del Judaísmo no había podido lograr jamás. Fue un triunfo nuevo y esplendido
para el evangelio. La energía espiritual para someter al mundo pertenecía a la asamblea. Jerusalén fue dejada de lado: su
día había terminado en ese respecto.
Simón el mago; la verdadera condición de su corazón
La presencia
del poder del Espíritu Santo actuando en Pedro preserva a la asamblea, hasta ese momento, de la entrada de hipócritas, los
instrumentos de Satanás. El grande y poderoso hecho de que Dios estaba allí se manifestaba y ponía en evidencia las tinieblas
que las circunstancias habían ocultado. Llevado por la fuerte corriente, Simón se había rendido, en cuanto a su entendimiento,
a la autoridad de Cristo cuyo nombre era glorificado por el ministerio de Felipe. Pero la verdadera condición de su corazón,
el deseo de su propia gloria, la completa oposición entre su condición moral y todo principio - toda luz de Dios - lo delatan
en presencia del hecho de que un hombre imparte el Espíritu Santo. Él desea comprar este poder con dinero. ¡Qué pensamiento!
Es de este modo que la incredulidad que parece desaparecer completamente, de manera que las cosas de Dios son recibidas externamente,
se delata a sí misma mediante alguna cosa que, para uno que tiene el Espíritu, es tan groseramente contrario a Dios que su
verdadero carácter se manifiesta aun a un niño enseñado por Dios mismo.
La libre energía del Espíritu fuera de Jerusalén
Samaria
es traída, de este modo, a relacionarse con el centro de la obra de Jerusalén, donde los apóstoles aún estaban. El hecho que
el Espíritu Santo fuera concedido a los Samaritanos fue un paso inmenso en el desarrollo de la asamblea. Indudablemente ellos
eran circuncisos, reconocían la ley, aunque el templo, en cierto grado, había perdido su importancia. El cuerpo de creyentes
se consolidó más, y, en la medida en que aún se sujetaban a Jerusalén, ello fue una ganancia positiva; puesto que Samaria,
al recibir el evangelio, entró en relación con su antigua rival, tanto como los mismos apóstoles lo eran, y se sometieron
a ella. Probablemente los apóstoles, durante aquel tiempo de persecución, no iban al templo. Dios había abierto una puerta
amplia para ellos afuera, y de este modo había hecho amplias enmiendas en la obra de ellos, para éxito de los gobernantes
de Israel que habían detenido esta obra en Jerusalén; porque la energía del Espíritu estaba con ellos.
Para resumir:
lo que se presenta aquí es la libre energía del Espíritu en otras personas aparte de los apóstoles, y fuera de Jerusalén que
la había rechazado; y las relaciones mantenidas con los apóstoles y Jerusalén por la acción central de ellos, y la autoridad
y el poder con los que ellos fueron investidos.
La pronta obediencia de Felipe; la guía
del Espíritu;
la gracia del evangelio al Etíope
Habiendo
llevado a cabo su obra, y habiendo ellos mismos evangelizado varias poblaciones de los Samaritanos, Pedro y Juan regresan
a Jerusalén. La obra continúa afuera, y por otros medios.
Felipe,
el cual presenta el carácter de pronta obediencia incuestionable en sencillez de corazón, es llamado a dejar su próspera obra
con la cual toda su importancia personal (si él la hubiera procurado) se relacionaba, y en la cual él estaba rodeado de respeto
y afecto. "Ve", dice el ángel del Señor, "hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza." (Hechos 8:26). Era
un camino que habitualmente estaba desierto. La pronta obediencia de Felipe no piensa en la diferencia entre Samaria y Gaza,
sino en la voluntad de Dios: y él va. El evangelio se extiende ahora a los prosélitos de entre los Gentiles, y se abre camino
al centro de Abisinia (N. del
T.: sinónimo de Etiopía). El
tesorero de la reina es admitido entre los discípulos del Señor mediante el bautismo, el cual selló su fe en el testimonio
del profeta Isaías; y él sigue su camino, regocijándose en la salvación cuya búsqueda, en deberes legales y ceremonias, le
había costado un cansador viaje desde un lejano país, pero con fe en la palabra de Dios, en Jerusalén. ¡Hermoso retrato de
la gracia del evangelio! Él lleva con él, y a su hogar, lo que la gracia le había concedido en el desierto - aquello que su
agotador viaje a Jerusalén no le había procurado. Los pobres Judíos, que habían ahuyentado el testimonio de Jerusalén, están
fuera de todo. El Espíritu del Señor arrebata y lleva muy lejos a Felipe, y se encontró en Azoto (N. del T.: Asdod); ya que todo el poder del Señor está al servicio del Hijo del Hombre para el cumplimiento
del testimonio de Su gloria. Felipe predica el evangelio en todas las ciudades, hasta llegar a Cesarea.
Capítulo 9
Saulo, el apóstol del odio Judío, llamado a ser
un apóstol del Señor de gloria
Una obra
y un obrero de otro carácter comienzan a aparecer en la escena.
Nosotros
hemos visto la inveterada oposición de los jefes de Israel al testimonio del Espíritu Santo, su obstinación al repeler la
paciente gracia de Dios. Israel rechazó toda la obra del Dios de gracia a favor de ellos. Saulo se hace apóstol del odio de
ellos a los discípulos de Jesús, a los siervos de Dios. No satisfecho con buscarlos en Jerusalén, él pide cartas del sumo
sacerdote, para que él pueda ir y echarles mano en ciudades extranjeras. Cuando Israel está en plena oposición a Dios, él
es el ardiente misionero de la maldad de ellos - en ignorancia, sin duda, pero como esclavo voluntario de sus prejuicios Judíos.
Ocupado
de este modo, él se acerca a Damasco. Allí, en la plena carrera de una voluntad inquebrantable, el Señor le detiene. Una luz
del cielo resplandece rodeándole, y le envuelve en su deslumbrante brillantez. Él cae a tierra, y oye una voz diciéndole,
"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hechos 9:4). La gloria que le había lanzado a tierra no dejaba ninguna duda - acompañada
como estaba por aquella voz - de que la autoridad de Dios se revelaba en ella. Al ser quebrantada su voluntad, su soberbia
derrotada, su mente sometida, él pregunta, "¿Quién eres, Señor?" (Hechos 9:5). La autoridad de Aquel que hablaba era incuestionable;
el corazón de Saulo se sometió a esa autoridad: y esa autoridad era Jesús. La carrera de su voluntad propia había terminado
para siempre. Pero además, el Señor de gloria no era Jesús solo; Él reconocía también a los pobres discípulos, a quienes Saulo
deseaba llevar prisioneros a Jerusalén, como siendo Él mismo.
La revelación de que el rechazado y despreciado
Jesús es Señor,
y
que Sus discípulos son uno con Él
"Yo soy
Jesús, a quien tú persigues." (Hechos 9:5). ¡Cuántas cosas fueron reveladas en esas pocas palabras! El propio Señor de gloria
declaraba ser Jesús, a quien Saulo perseguía. Los discípulos eran uno con Él. Los Judíos estaban en guerra abierta con el
Señor mismo. El sistema completo que ellos mantenían, toda la ley de ellos, toda la autoridad oficial de ellos, todas las
ordenanzas de Dios, no habían evitado que ellos estuviesen en guerra abierta con el Señor. El propio Saulo, armado con la
autoridad de ellos, se encontró ocupándose en exterminar el nombre del Señor y a Su pueblo de la faz de la tierra: un terrible
descubrimiento, abrumando completamente su alma, un descubrimiento todopoderoso en sus efectos, no dejando ni un elemento
moral de su alma en pie ante su fuerza. La atenuación del mal era infructuosa; el celo por el Judaísmo era celo contra el
Señor. Su propia conciencia sólo había estimulado aquel celo. Las autoridades constituidas por Dios, rodeadas del halo de
siglos de honor, aumentado por las calamidades actuales de Israel que no tenía ahora nada más que su religión - estas autoridades
no habían hecho más que autorizar y favorecer sus esfuerzos contra el Señor. El Jesús a quien ellos habían rechazado era el
Señor. El testimonio que ellos procuraban suprimir era Su testimonio. ¡Qué cambio para Saulo! Qué nueva posición, aun para
las mentes de los mismos apóstoles que permanecieron en Jerusalén, cuando todos fueron dispersados - verdaderamente fieles
a pesar de la oposición de los gobernantes de Israel, pero estando ellos mismo en conexión con la nación.
El efecto de la revelación del Señor en Saulo
Pero la
obra fue aún más intensa. Su misma conciencia, equivocada sin duda - pues él pensaba que debía hacer muchas cosas contra el
nombre de Jesús de Nazaret - le dejó como enemigo del Señor. La irreprensible justicia según la ley, en la medida que él hombre
lo podía medir, lo dejó más que endurecido en abierta oposición al Señor. Sus superiores, y las autoridades de la religión
antigua - en la que toda su alma se basaba moralmente así como religiosamente - todo esto se hizo trizas dentro de él para
siempre. Él fue quebrantado en todo su ser delante de Dios. Nada quedó en él sino la descubierta enemistad contra Dios, excepto
que su voluntad propia fue despedazada también en el proceso, ¡él, quien una hora antes era el hombre concienzudo, irreprochable,
religioso! Comparen, aunque la revelación de Cristo le llevó mucho más lejos,
con Gálatas 2:20; Filipenses 3; 2 Corintios 1: 9; 4:10; y una multitud de pasajes.
Otros puntos
importantes salen a la luz aquí. Saulo no había conocido a Jesús estando en la tierra. Él no tenía un testimonio declarando
que Él fue hecho Señor y Cristo debido a que él lo hubiese conocido desde el principio. En la experiencia de Saulo no se trata
de un Jesús que sube al cielo donde Él está fuera del alcance de la vista, sino del Señor que se le aparece por primera vez
en el cielo, y que le anuncia que Él es Jesús. Al único que Saulo conoce es a un Señor glorioso. Su evangelio (tal como él
mismo lo expresa) es el evangelio de la gloria. Si él hubiera conocido a Cristo según la carne, él ya no le conoce más así
(2 Corintios 5:16). Pero hay aún otro principio importante que se encuentra aquí. El Señor de gloria tiene Sus miembros en
la tierra. "Yo soy Jesús, a quien tú persigues." (Hechos 9:5). Era Él mismo: aquellos pobres discípulos eran hueso de Sus
huesos y carne de Su carne. Él los consideraba y los apreciaba como Su propia carne. La gloria y la unidad de los santos con
Jesús, su Cabeza en el cielo, son las verdades relacionadas con la conversión de Saulo, con la revelación de Jesús a él, con
la creación de la fe en su corazón, y eso de una manera que derribó el Judaísmo en todas sus influencias en su alma; y eso
en un alma en la cual este Judaísmo formaba una parte integral de su existencia, y le daba todo su carácter.
Unido a un Cristo glorificado
Hay otro
punto, obtenido de su relato de la visión dado más adelante en este libro, que es notable en conexión con su carrera: "librándote",
dice el Señor, "de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío." (Hechos 26:17). Este final moral de Saulo lo separó
de ambos - de los Judíos, obviamente, pero ello tampoco lo convirtió en un Gentil - y lo unió con un Cristo glorificado. Él
no era un Judío ni un Gentil en su posición espiritual. Toda su vida y su ministerio emanaron de esta asociación con un glorificado
Cristo celestial.
La conversación del Señor con Ananías; el bautismo
de Saulo
Sin embargo,
él entra a la asamblea por los medios usuales - como Jesús en Israel - tomando humildemente su lugar allí donde la verdad
de Dios era establecida por Su poder. Ciego por tres días y completamente absorto - como era natural - por tal descubrimiento,
él no come ni bebe; y después, aparte del hecho de su ceguera, la cual era una prueba silente, continua e inequívoca de lo
que le había sucedido, su fe debe haber sido confirmada por la llegada de Ananías, el cual le declara de parte del Señor lo
que le había sucedido, aunque él no había estado fuera de la ciudad - una circunstancia tanto más asombrosa porque, en una
visión, Saulo le había visto venir y restaurar su visión. Y este Ananías lo hace: Saulo recibe la vista, y es bautizado. Él
se alimenta y recobra fuerzas. La conversación de Jesús con Ananías es notable, al mostrar con qué evidencia distintiva el
Señor se revelaba en aquellos días, y las santas libertad y confianza con las cuales el verdadero y fiel discípulo conversó
con Él. El Señor habla como un hombre a su amigo acerca de detalles de lugar y circunstancias, y Ananías argumenta con toda
confiada franqueza con el Señor con respecto a Saulo; y Jesús le responde, no con áspera autoridad, aunque, obviamente, Ananías
debía obedecer, sino con la amable explicación, como con uno a quien Él le tiene confianza, al declarar que Saulo es un instrumento
escogido para llevar Su nombre delante de los Gentiles, y de los reyes, y de los hijos de Israel; y que Él le mostrará cuánto
le es necesario padecer por Su causa.
El tema de la predicación de Pablo
Saulo no
demora en confesar y declarar su fe; y lo que él dice es eminentemente digno de destacar. Él predica en la sinagoga que Jesús
es el Hijo de Dios. Se trata de la primera vez que se hace esto. El hecho de que Él fue exaltado a la diestra de Dios - que
Él era Señor y Cristo - había sido ya predicado; el Mesías rechazado fue exaltado en lo alto. Pero aquí se trata de la sencilla
doctrina en cuanto a Su gloria personal; Jesús es el Hijo de Dios.
En las palabras
de Jesús a Ananías, los hijos de Israel aparecen en último lugar.
Los dos grandes elementos de bendición: el temor
de Dios y el consuelo del Espíritu; la persecución llevando a cabo los designios de Dios
Saulo no
comienza aún su ministerio público. Se trata solamente, por decirlo así, de la expresión de su fidelidad personal, de su celo,
de su fe, entre los que le rodeaban, con quienes él estaba relacionado de forma natural. No pasó mucho tiempo antes de que
la oposición se manifestase, en la nación que no toleraría a un Cristo, al menos conforme a Dios, y los discípulos hacen que
él se marche, bajándole por el muro en una canasta; y mediante la intervención de Bernabé (un buen hombre, lleno del Espíritu
Santo y de fe, a quien la gracia le había enseñado a valorar la verdad con respecto al nuevo discípulo), el temido Saulo halla
su lugar entre los discípulos aun en Jerusalén [15]. ¡Maravilloso triunfo del Señor! Una posición singular para él allí, de
no haber sido absorbido por el pensamiento de Jesús. En Jerusalén él discute con los Helenistas. Él era uno de ellos. Los
Hebreos no eran su esfera natural. Ellos procuran matarle; los discípulos le llevan al mar, y le envían a Tarso, lugar de
su nacimiento. El triunfo de la gracia, bajo la mano de Dios, ha hecho callar al adversario. La iglesia (N. del T.: no "las iglesias") es dejada en paz, y
ella misma se edifica andando en el temor de Dios, y en el consuelo del Espíritu Santo, los dos grandes elementos de bendición;
y crecía en número ("Así pues la iglesia tuvo paz por toda la Judea y la Galilea y la Samaria, y fue edificada; y andando
en el temor del Señor, y en el consuelo del Espíritu Santo, se iba aumentando." Hechos 9:31 - VM). La paz que Él otorga brinda la oportunidad para madurar en
la gracia y en el conocimiento de Él. Nosotros aprendemos los modos de obrar y el gobierno de Dios en medio de la imperfección
del hombre.
[15] Parece que esto sucedió más tarde, pero se destaca aquí para colocar a Saulo, por decirlo así, en su lugar
entre los Cristianos.
La energía y la obra apostólicas de Pedro existiendo
con la nueva luz y la nueva obra, no puestas a un lado por ellas
Habiéndose
establecido la paz mediante la bondad de Dios - único recursos de aquellos que realmente esperan en Él en sometimiento a Su
voluntad - Pedro pasa a través de todas las partes de Israel. El Espíritu de Dios relata aquí esta circunstancia, entra la
conversión de Saulo y su obra apostólica, para mostrarnos, yo no lo dudo, la energía apostólica de Pedro existiendo en el
tiempo mismo cuando el llamamiento del nuevo apóstol iba a introducir nueva luz, y una obra que era nueva en muchos aspectos
importantes (aprobando así como Su propia obra, y en su lugar, aquello que había sido hecho anteriormente, independientemente
del avance en el cumplimiento que Sus consejos pudieran hacer); y para mostrarnos la introducción de los Gentiles en la asamblea
tal como ella fue fundada por Su gracia en el principio, preservando así su unidad, y colocando Su sello sobre esta obra de
la gracia celestial.
Capítulos 10:1 al 11:18
La asamblea
existía. La doctrina de su unidad, como cuerpo de Cristo, fuera del mundo, aún no se daba a conocer. La recepción de Cornelio
no anunciaba esta unidad, aunque pavimentaba el camino para este anuncio.
La entrada de Cornelio en la casa de Dios
mediante el ministerio de Pedro;
el Espíritu Santo dado a Gentiles así como a
Judíos
El poder
sin menoscabo de Pedro, su autoridad apostólica, en medio de lo cual la entrada de Cornelio a la casa espiritual de Dios tiene
lugar, en conexión con el ministerio de Pedro, y eso, después del llamamiento de Saulo, lo cual abrió una nueva perspectiva
- todos esos hechos tomados en su conjunto confirmaron lo que había sucedido anteriormente. La obra original no fue puesta,
de ningún modo, a un lado para introducir otra. No obstante, la visión de Pedro no reveló a la asamblea como el cuerpo de
Cristo, ni tampoco lo hizo el hecho de que Cornelio fuera admitido en ella. Ambas cosas no hicieron más que mostrar que en
toda nación Dios se agrada de aquel que le teme - en una palabra, que el favor de Dios no ese limitaba a los Judíos, y que
no había necesidad de convertirse en Judío para compartir la salvación que es en Cristo. La unidad del cuerpo unido a su Cabeza
en el cielo no fue sacada a la luz por este acontecimiento; pero este suceso preparó el camino para la promulgación de aquella
verdad, puesto que, de hecho, el Gentil era admitido en la tierra sin convertirse en un Judío. El hecho fue llevado a cabo
en la tierra individualmente, aunque la doctrina misma no fue enseñada. El arrepentimiento para vida eterna fue concedido
a los Gentiles como tales. El Espíritu Santo - el sello de la bendición cristiana entre los Judíos, el fruto de la redención
cumplida por Jesús - era dado a Gentiles así como a Judíos. Estos últimos podrían estar atónitos ante ello, pero no hubo resistencia
a Dios. Ellos podían alabarle a Él por medio de la gracia.
La puerta abierta a los Gentiles; resumen
de la obra del Espíritu
en los capítulos 9:32 a 11:18
Entonces,
desde el capítulo 9:32 al 11:18, nosotros encontramos el poder del Espíritu de Dios con Pedro en medio de Israel, y la admisión
de Gentiles en la asamblea terrenal, sin que ellos se convirtieran en Judíos, o se sometieran al antiguo orden que estaba
feneciendo; encontramos el sello del Espíritu Santo puesto sobre ellos; y a los líderes de la asamblea en Jerusalén, y a los
más fervorosos de la circuncisión, aceptando el hecho como la voluntad de Dios, y alabándole mientras se someten a ella, a
pesar de sus prejuicios. La puerta, entonces, está abierta para los Gentiles. Este fue un paso inmenso. La preciosa doctrina
de la asamblea debía ser aún anunciada.
Pedro había
proclamado el llamamiento de los Gentiles en su primer discurso; pero el hecho de que se llevara a cabo, y se diera forma
a sus condiciones, en conexión con aquello que ya existía históricamente, requería la intervención, la autoridad, y la revelación
de Dios. El progreso es evidente por medio de la paciente gracia de Dios; pues no se trataba de la sabiduría del hombre. Totalmente
Judío en el comienzo, el pueblo de Jerusalén fue enseñado que Jesús regresaría si ellos se arrepentían. Este testimonio de
gracia es rechazado, y, en la persona de aquel que lo mantenía, las primicias de la asamblea suben al cielo (a saber, Esteban).
El Espíritu Santo, en Su libertad soberana, actúa en Samaria y entre los prosélitos. Habiendo sido esparcida la asamblea mediante
la persecución, Saulo en introducido en ella mediante la revelación de un Cristo glorioso, y por un testimonio de Su boca,
lo cual implica la unión de los santos en la tierra con Él mismo, quien es Cabeza de ellos, en el cielo como un solo cuerpo.
Después de esto, un piadoso Gentil, convertido pero sin embargo un Gentil, recibe fe en Cristo y el Espíritu Santo; de modo
que, jalonados por este testimonio - este sello de parte de Dios mismo a su fe - el apóstol y los discípulos que eran los
más unidos al Judaísmo le reciben; Pedro lo hace bautizándole, y los demás, aceptando el acto de Pedro.
El significado de la salvación: el sello del
Espíritu
Observemos
aquí que la salvación no es solamente el hecho de ser vivificados y ser piadosos, sino que es el hecho de una liberación completa
que Dios concede a todos los que tienen vida mediante la operación de Dios, para que nosotros seamos presentados a Él mismo
en justicia. Cornelio era piadoso y lo era sinceramente; pero él oye acerca de una obra efectuada para él por medio de la
cual él podía ser salvo, y (como sabemos) fue salvo. Por último, el sello del Espíritu Santo, al creer en Jesús [16], es el
terreno sobre el cual son reconocidos aquellos a quienes Dios acepta. Es decir, ello es la evidencia plena para el hombre.
[16] Si examinamos detenidamente las Escrituras en sus declaraciones y hechos, yo pienso que encontraremos que,
en cuanto al detalle, es la fe en la obra de Jesús para remisión de pecados la que es sellada.
Capítulo 11: 19 - 30
El nuevo orden de cosas que distingue el ministerio
de Pablo
El versículo
19 del capítulo 11 comienza la narración del nuevo orden de cosas por medio del cual el ministerio de Pablo es distinguido.
Entre los que habían sido esparcidos con ocasión de la muerte de Esteban, y que fueron tan lejos como a Antioquía predicando
al Señor Jesús, había algunos que, siendo hombres de Chipre y Cirene, estaban más habitualmente relacionados con los Griegos.
Por consiguiente, ellos hablaron a los Griegos en esta antigua capital de los Seléucidas, y muchos recibieron la palabra de
ellos y se volvieron al Señor. La asamblea en Jerusalén, preparada ya por la conversión de Cornelio, mediante la cual Dios
les había mostrado el ingreso de los Gentiles, acepta este acontecimiento y envía a Bernabé - siendo él mismo un hombre de
Chipre - a Antioquía de Siria. Siendo un varón bueno y lleno del Espíritu Santo, su corazón se llena de gozo al ver esta obra
de la gracia de Dios; y una gran multitud es agregada al Señor.
Bernabé y Saulo en Antioquía de Siria: se forma una asamblea local compuesta principalmente de Gentiles, diferente a Jerusalén, pero
unida a esa ciudad
Hasta ahora
todo está unido a la obra en Jerusalén, aunque extendiéndose ahora a los Gentiles. Bernabé, no siendo ya, aparentemente, suficiente
para la obra y, en todo caso, conducido por Dios, parte en busca de Saulo, que había ido a Tarso, cuando procuraron matarle
en Jerusalén. Y estos dos se congregan con la asamblea en Antioquía de Siria, enseñando a mucha gente. Sin embargo, todo sucede
en conexión con Jerusalén, desde donde algunos profetas descienden y anuncian una hambruna. Los vínculos entre el rebaño y
Jerusalén como centro son mostrados y fortalecidos, mediante el envío de socorro a esa metrópolis religiosa del Judaísmo,
y del Cristianismo considerada como teniendo su comienzo en el remanente Judío que creyó en Jesús como el Cristo.
A los mismos
Bernabé y Saulo se les encarga este servicio, y suben a Jerusalén a llevarlo a cabo. Esta circunstancia nos lleva de regreso
a Jerusalén, donde el Espíritu tiene aún algo que mostrarnos acerca de los modos de obrar de Dios.
Capítulo 12
La persecución de Herodes; la respuesta
de Dios a la oración
Herodes,
para complacer a los Judíos, comienza a perseguir a la asamblea en esa ciudad. Podemos observar aquí que la compañía de creyentes
en Antioquía de Siria es llamada también la asamblea (iglesia), lo cual no es el caso en ninguna otra parte hasta ahora. Todos
eran considerados como formando parte integralmente de la obra en Jerusalén [17], así como todos los Judíos estaban en relación
con aquel centro de su sistema religioso, independientemente de lo numerosas que fueran sus sinagogas o de lo grande que fuera
la influencia de sus rabíes (rabinos). Todo Judío, como tal, surgía de Jerusalén. Bernabé y Saulo se reúnen con la iglesia
o asamblea en Antioquía de Siria. Una asamblea local, consciente de su existencia - distinta de Jerusalén, pero relacionada
con esa ciudad - había sido formada; y asambleas sin una metrópolis comienzan a aparecer.
[17] Hay una cuestión acerca de la interpretación en el capítulo 9:31 ("asamblea" y no "asambleas") que, no
obstante, no afecta el pensamiento general, y consiste en que una asamblea local, distinta de Jerusalén, compuesta principalmente
de Gentiles, se formó ahora.
Volvamos
nuestra atención a Jerusalén. Herodes, un rey impío, y siendo, en ciertos aspectos, un tipo del rey adversario al final, comienza
a perseguir al remanente fiel en Jerusalén. No son solamente los Judíos los que se oponen a ellos. El rey - al cual, siendo
ellos Judíos, detestaban - se les une por su odio hacia el testimonio celestial, pensando ganar el favor de ellos mediante
esto. Él mata a Jacobo, y procede a prender a Pedro y lo pone en la cárcel. Pero Dios protege a Su siervo, y lo libera por
medio de Su ángel en respuesta a las oraciones de los santos. Él permite que algunos sean muertos (dichosos testigos de su
porción celestial en Cristo), y preserva a otros para que continúen el testimonio en la tierra, a pesar de todo el poder,
aparentemente irresistible, del enemigo - un poder que el Señor frustra mediante la manifestación de aquello que le pertenece
a Él y solamente a Él, y que Él emplea cuándo Él quiere y cómo Él quiere. Los pobres santos, aunque estaban orando fervientemente
(ellos tenían reuniones de oración en aquellos días), apenas pueden creer, cuando Pedro llega a la puerta, que Dios hubiese
concedido la oración de ellos. Habitualmente el deseo se presenta sinceramente a Dios; pero la fe casi no cuenta con Él.
La soberbia y el pecado de Herodes contrastados
con el poder
de la Palabra de Dios
Herodes,
confundido por el poder de Aquel a quien él resistía, condena a los instrumentos de su odio a la muerte (Hechos 12:19), y
se marcha a la sede Gentil de su autoridad, a Cesarea. Exhibiendo allí su gloria, y aceptando el homenaje adulador del pueblo,
como si él fuese un dios, Dios mismo lo abate, y muestra que Él es el gobernador de este mundo, no obstante cuán grande sea
la soberbia del hombre. Pero la Palabra de Dios se extiende por medio de Su gracia, y Bernabé y Saulo, habiendo cumplido con
su ministerio, regresan a Antioquía, tomando con ellos a Juan, cuyo sobrenombre era Marcos.
Capítulo 13
La misión de Pablo; enviado por el Espíritu
Santo desde Antioquía, una ciudad Griega
Llegamos
ahora al comienzo de la historia directa de la obra, una obra nueva en algunos aspectos importantes, es decir, una obra relacionada
con la misión de Pablo por la intervención inmediata del Espíritu Santo. Ya no se trata de Cristo en la tierra, quien mediante
Su autoridad personal envía a los doce, que fueron después investidos con el poder del Espíritu Santo desde lo alto para anunciar
Su exaltación al cielo y Su regreso, y para reunir bajo el estandarte de la cruz a aquellos que habrían de creer en Él. Pablo
ha visto a Cristo en la gloria y, por tanto, él se ha unido a la asamblea ya
reunida. Pero aquí no está Cristo personalmente presente para enviarlo como testigo de Su presencia en la tierra, o de Su
rechazo como Aquel a quien Pablo hubiera conocido en la tierra. El propio Espíritu Santo le envía, no desde Jerusalén, sino
de una ciudad Griega, en la que en poder libre y soberano, Él había convertido y reunido algunos Gentiles, igualmente a algunos
Judíos sin duda, pero formando una asamblea cuya existencia se caracterizó primeramente por el hecho de que el evangelio había
sido predicado a los Griegos.
La acción independiente del Espíritu;
la fuente del ministerio de Pablo y Bernabé
En el capítulo
13 nosotros nos encontramos nuevamente en la asamblea en Antioquía de Siria, y en medio de la acción independiente [18] del
Espíritu de Dios. Algunos profetas se encontraban allí, entre ellos Saulo. Ellos ayunaban y se ocupaban en el servicio del
Señor. El Espíritu Santo les manda que le aparten a Bernabé y a Saulo para la obra a la cual Él los había llamado (Hechos
13:2). Esa era la fuente del ministerio de estos dos. Ciertamente ello rindió testimonio a Aquel en quien ellos habían creído,
y a quien Saulo, a lo menos, había visto, y fue bajo Su autoridad que ellos actuaron; pero la fuente positiva y obvia de la
misión de ellos fue el Espíritu Santo. Fue el Espíritu Santo quien los llamo a la obra. Ellos fueron enviados (Hechos 13:4)
por Él - un principio trascendental en cuanto a los modos de obrar de Dios en la tierra. Nosotros salimos de Jerusalén, del
Judaísmo, de la jurisdicción de los apóstoles nombrados por el Señor mientras Él estuvo en la tierra. Cristo ya no es conocido
según la carne, tal como Saulo (cuando ya es llamado Pablo) lo expresa (2 Corintios 5:16). Ellos tienen que luchar contra
el espíritu Judío; tienen que mostrar consideración por él en la medida en que este es sincero; pero las fuentes de la obra
de ellos no están ahora relacionadas con el sistema que aquella obra ya no reconoce como punto de partida. Un Cristo glorioso
en el cielo, el cual reconoce a los discípulos como miembros de Su cuerpo estando con Él mismo en lo alto - una misión de
parte del Espíritu Santo en la tierra que sólo conoce Su energía como la fuente de acción y autoridad (rindiendo testimonio,
obviamente, a Cristo) - esta es la obra que comienza ahora, y que es confiada a Bernabé y Saulo.
[18] La actuación del Espíritu es siempre independiente; pero yo quiero decir aquí que esto sucedió fuera de
la autoridad de los apóstoles. Esta autoridad no es la fuente de lo que se hace; ni tampoco lo que se hace se atribuye a ella.
Bernabé como el vínculo entre el Judaísmo
y la obra de parte de Cristo
en el cielo
Bernabé,
es cierto, forma un vínculo entre los dos. Él mismo era un Helenista de Chipre; fue él quien presentó a Saulo a los apóstoles
después de su conversión cerca de Damasco. Bernabé tenía más grandeza de corazón - fue más abierto a los testimonios de la
gracia divina - que los mismos apóstoles y los demás que habían sido criados en un Judaísmo estricto; pues Dios en Su gracia
provee para todas las cosas. Siempre hay un Bernabé, al igual que un Nicodemo, un José, e incluso un Gamaliel, dondequiera
que sea necesario. Las actuaciones de Dios en este respecto son notables en toda esta historia. ¡Ojalá nosotros sólo confiáramos
más enteramente en Aquel que dispone todas las cosas mientras por el Espíritu hacemos Su voluntad!
No obstante,
aun este vínculo se rompe pronto. Estaba todavía en relación con el 'paño viejo', con los "odres viejos"; no obstante lo bienaventurado
que este hombre era, de quien el Espíritu Santo rendía un testimonio tan excelente, y en quien vemos un carácter exquisito.
Él determinó llevar también a su pariente Marcos (Juan Marcos) (ver Colosenses 4:10). Marcos (Juan Marcos) regresa a Jerusalén
casi desde el principio de la obra de evangelización en las regiones Gentiles; y Saulo continua su obra con los instrumentos
que Dios formó bajo su mano, o con un Silas que escogió permanecer en Antioquía de Siria (habiendo terminado el servicio particular
que se le había confiado en Jerusalén) cuando él, naturalmente, podría haber regresado allá con Judas (Ver Hechos 15).
Predicando a los Judíos primeramente y después
a los Gentiles
Enviados
así por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo, con Juan Marcos como siervo ministrador de ellos, se marchan a Seleucia, luego
a Chipre; y estando en Salamina, una ciudad en esa isla, ellos predican la Palabra de Dios en las sinagogas de los Judíos.
Por tanto, no obstante cuál podría ser la energía del Espíritu Santo, Él actúa en relación con los consejos y las promesas
de Dios, y lo hace con paciencia perfecta. Hasta el final de su vida, no obstante la oposición de los Judíos, vejatoria e
implacable como podría ser, el apóstol continúa yendo - como los modos de obrar y los consejos de Dios en Cristo habían ordenado
- a los Judíos primeramente, y después a los Gentiles. Una vez introducidos donde
la verdad y la gracia eran reveladas plenamente en la asamblea de Dios, no había diferencia entre Judío y Gentil. Dios es
uno en Su carácter y plenamente revelado, y el velo se había rasgado; el pecado es uno en su carácter y se opone a Dios; el
fundamento de la verdad no cambia, y la unidad de la asamblea está relacionada con la altura de la gracia en Dios y desciende
a la profunda totalidad del pecado, respecto al cual aquella gracia se ha mostrado. Pero, respecto a los modos de obrar de
Dios en la tierra, los Judíos tenían el primer lugar, y el Espíritu, el cual está por sobre todo, puede, por consiguiente,
actuar en plena libertad reconociendo la soberanía de todos los modos de obrar de Dios; incluso como Cristo, quien se hizo
siervo en gracia, se sometió a todos ellos, y ahora, estando exaltado en lo alto, une todos estos variados modos de obrar
y dispensaciones en Él mismo como cabeza y centro de una gloria a la cual el Espíritu Santo rinde testimonio, para cumplirla
aquí abajo, en la medida que pueda serlo, por medio de la gracia.
Esto no
evita que Él presente un juicio distintivo y positivo en cuanto a la condición de los Judíos cuando la ocasión lo requiere.
La necesidad satisfecha dondequiera que es hallada;
juicio pronunciado sobre lo que resiste al evangelio de Dios
Aun aquí,
al comienzo de su ministerio, las dos cosas con presentadas juntas. Ya hemos observado que él comienza con los Judíos. Habiendo
atravesado la isla, él llega a la sede de gobierno (Hechos 13:6). Allí el procónsul, un hombre prudente y reflexivo, pide
oír el evangelio. Acosado ya por un falso profeta (quien sacó ventaja de la sentida necesidad de un alma que, mientras permanecía
ignorante, deseaba fervientemente algo que pudiera llenar el vacío que experimentaba en la vaciedad de las ceremonias paganas,
y en su desagradable inmoralidad, él hace traer a Bernabé y a Pablo. Elimas se les opone. Esto era natural. Él perdería su
influencia con el gobernador si este último recibía la verdad que Pablo predicaba. Ahora bien, Elimas era Judío. Saulo (quien
de aquí en adelante es llamado Pablo) lleno del Espíritu Santo, pronuncia una sentencia sobre él, de parte de Dios, de ceguera
temporal, ejecutada de inmediato por la poderosa mano de Dios. El procónsul, sorprendido por el poder que acompañó su palabra,
se somete al evangelio de Dios.
Yo no dudo
que en este miserable Barjesús nosotros vemos un retrato de los Judíos en el tiempo actual, golpeados con ceguera por algún
tiempo, porque están celosos de la influencia del evangelio. Para llenar la medida de su iniquidad, ellos resistieron que
el evangelio se estuviera predicando a los Gentiles. La condición de ellos es juzgada: la historia de ellos es presentada
en la misión de Pablo [19]. Opuestos a la gracia, y procurando destruir sus efectos sobre los Gentiles, ellos han sido golpeados
con ceguera - sin embargo, sólo por algún tiempo.
[19] Yo no sé si acaso el cambio de nombre indicado en esta ocasión - cuyo significado ha excitado la curiosidad
de los etimologistas - es simplemente una alteración mediante la cual su forma Judía se perdía, para asumir un aspecto Romano
o Gentil.
Visita a Antioquía de Pisidia; el testimonio
de Pablo en la sinagoga
Partiendo
desde Pafos, ellos van a Asia Menor; y Pablo toma definitivamente ahora su lugar ante los ojos del historiador del Espíritu
(N. del T.: el escritor se refiere
ciertamente a Lucas). Todos
sus compañeros son solamente los que estaban con Pablo, una expresión en Griego que hace que Pablo sea todo ("Pablo y sus
compañeros", lit. "aquellos alrededor de Pablo"). Cuando llegaron a Perge, Juan Marcos los deja para regresar a Jerusalén
- una forma suave y más moderada de la influencia Judaica, pero que muestra que, dondequiera ella ejercía su influencia, si
no producía oposición, a lo menos arrebataba el vigor necesario para la obra de Dios, tal como se estaba desplegando ahora
entre los Gentiles. Sin embargo, Bernabé va más allá, y continúa aún con Pablo en la obra. Este último, cuando ellos habían
llegado a Antioquía [20], comienza nuevamente con los Judíos primeramente. Él va a la sinagoga en el día de reposo y, ante
la invitación del principal, proclama a Jesús, rechazado por los Judíos en Jerusalén y crucificado, pero resucitado por el
poder de Dios, y por medio de quien ellos podrían ser justificados de todas las cosas de las que ellos no podían ser justificados
por la ley de Moisés. Aquí el testimonio de Pablo es muy parecido al de Pedro, y es muy particularmente afín al comienzo de
la Epístola a los Hebreos, con respecto al carácter del testimonio: el versículo 33 de Hechos 13 es exactamente el testimonio
de Pedro en Hechos 3. En el versículo 31 de Hechos 13, él establece a los doce distintivamente en el lugar de testimonio a
Israel, como aquellos que habían acompañado personalmente al Señor, y quienes le habían visto después de Su resurrección.
"Los cuales ahora son", él dice, "sus testigos ante el pueblo." (Hechos 13:31). Pero el testimonio de Pablo (el cual, en cuanto
al cumplimiento de las promesas mediante la venida de Cristo, y las misericordias fieles de David aseguradas en Su resurrección,
regresa al orden de la predicación de Pedro) se aleja de él en un punto importante. Él no dice nada acerca de que Dios hizo
a Jesús tanto Señor como Cristo. Él anuncia que la remisión de pecados es proclamada en Su nombre, exhortando a sus oidores
a no descuidar esta gran salvación [21].
[20] Antioquía en Pisidia, o, Antioquía de Pisidia.
[21] Ambos, como hemos visto, siguen (en lo principal) la comisión que leemos en Lucas 24.
El evangelio de paz rechazado por los Judíos
- Pablo y Bernabé se vuelven con denuedo a los Gentiles
Muchos siguen
a Pablo [22] y a Bernabé como consecuencia de este anuncio, y son exhortados por ellos a perseverar en la gracia que les había
sido proclamada.
[22] Pablo es colocado aquí antes que Bernabé; en el capítulo anterior, Bernabé tiene el primer lugar.
La mayoría
del pueblo se reúne el siguiente día de reposo para oír la Palabra de Dios; habiéndoles rogado los Gentiles que este evangelio
de gracia pudiera serles predicado nuevamente. Sus almas habían encontrado más verdad en la doctrina del único Dios, reconocido
por los Judíos, que en la adoración sin sentido de los Paganos, la cual, para una mente despertada e insatisfecha, ya no presentaba
más ningún alimento que pudiera apaciguarla - una mente que estaba demasiado activa para permitir que la imaginación se entretuviera
con ceremonias que no tenían ninguna atracción salvo para la ignorancia, que pudiera ser cautivada por la pompa de los festivales,
a los cuales estaba acostumbrada, y que gratificara el elemento religioso de la carne. Con todo, el frío reconocimiento de
un único Dios verdadero, aunque liberaba el alma de todo lo que la sobresaltaba en la mitología sin sentido e inmoral del
Paganismo, no alimentaba en absoluto el alma como sí lo hacía el testimonio poderoso de un Dios actuando en gracia, dado por
el Espíritu por boca de mensajeros a quienes Él había enviado - un testimonio que, mientras era fiel a las promesas hechas
a los Judíos, con todo, se presentaba él mismo como siendo "la palabra de esta salvación" (Hechos 13:26) a todos los que temían
a Dios. Pero los Judíos, celosos del efecto de este evangelio que satisfacía así la necesidad del alma de un modo que el sistema
de ellos no podía, resisten a Pablo y blasfeman la doctrina de Cristo. Por consiguiente, Pablo y Bernabé se vuelven con denuedo
a los Gentiles.
Las declaraciones proféticas del Antiguo Testamento
convertidas en luz y autoridad cuando el Espíritu presenta la aplicación que les corresponde
Fue un momento
decisivo e importante. Estos dos mensajeros del Espíritu Santo citan el testimonio del Antiguo Testamento con respecto al
propósito de Dios hacia los Gentiles, de quienes Cristo había de ser la luz - un propósito que ellos cumplieron según la comprensión
de ello que el Espíritu les dio, y por medio de Su poder. El pasaje en Isaías 49 ("Muy poca cosa es para mí que tú seas mi
siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te daré por luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra." Isaías 49:6 - RVR1977), donde la oposición de Israel, que
hizo inútil el testimonio de Cristo para ellos, brindó a Dios la ocasión para declarar que esta obra no era más que una "muy
poca cosa", y que Cristo había de ser luz para las naciones, y grande aun hasta los confines de la tierra.
Haremos
bien en observar esta última circunstancia: la energía en acción impartida mediante inteligencia espiritual, y la manera en
que las declaraciones proféticas se convierten en luz y autoridad para la acción, cuando el Espíritu de Dios presenta el verdadero
significado práctico - la aplicación. Otro quizás podría no entenderlo; pero el hombre espiritual tiene una plena garantía
para su propia conciencia en la Palabra que él ha comprendido. Él deja el resto a Dios.
Los Gentiles creen; el verdadero carácter de
los Judíos mostrados como enemigos del Señor y Su verdad
Los Gentiles
se regocijan ante el testimonio, y la elección cree ("Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra
del Señor, y creyeron todos cuantos estaban destinados a vida eterna (lit. puestos
en dirección hacia.)." Hechos 13:48 - RVR1977). La Palabra se extiende por toda la región. Los Judíos se muestran ahora
en su verdadero carácter de enemigos del Señor y de Su verdad. Con respecto a ellos, Pablo y Bernabé sacuden contra ellos
el polvo de sus pies. Los discípulos, no obstante cuales pudieran ser las dificultades, no son obstáculo para esto. La posición
tomada aquí por los Judíos - la cual, además, nosotros la encontramos por todas partes - nos hace comprender qué fuente de
tristeza y pena ellos deben haber sido para los apóstoles.
Capítulo 14
En Iconio; Judíos incrédulos incitan a los Gentiles
contra la obra; adoración ofrecida y rechazada en Listra, seguida por apedreamiento y partida
El trabajo
misionero de ellos continua en Iconio con la misma oposición de parte de los Judíos quienes, siendo ellos suspicaces de la
obra, excitan a los gentiles contra los que la están realizando. Mientras era sólo oposición, no era sino un motivo para la
perseverancia; pero, siendo advertidos a tiempo de un asalto que se había planeado contra ellos, ellos parten hacia Listra
y Derbe. Allí, habiendo sanado a un hombre lisiado, ellos excitan al respeto idolátrico de estos pobres paganos; pero, llenos
de horror, les hacen volver de su error mediante la energía del Espíritu Santo - fieles al testimonio del Dios de ellos. Los
Judíos les siguen también hasta acá. Ahora bien, si el hombre no hará alianza con la idolatría del corazón, y no aceptará
la exaltación de parte de los hombres, el poder de su testimonio, que ellos comenzaron admirando mientras pensaban que podían
elevar al hombre y adquirir importancia por medio del hecho de que sus adulaciones fueran aceptadas, finaliza excitando el
odio de sus corazones. Los Judíos ponen este odio en acción e incitan al pueblo, los cuales dejan a Pablo creyendo que estaba
muerto. Pero él se levanta y entra nuevamente en la ciudad, permaneciendo tranquilamente allí un día más, y al día siguiente
va con Bernabé a Derbe.
Finaliza la primera misión formal a los
Gentiles; sus resultados
Después
que ellos vuelven a visitar las ciudades por las cuales habían pasado, y en Listra, Iconio, y Antioquía de Pisidia, ellos
confirman a los discípulos en la fe, y les enseñan que ellos debían pasar por muchas tribulaciones para heredar el reino.
Escogen ancianos para ellos; y pasando por algunas otras ciudades de camino hacia el lugar donde habían desembarcado, ellos
regresan a Antioquía de Siria, desde donde habían sido encomendados a Dios para la obra, causando gran gozo a los discípulos
el hecho de que la puerta de la fe se abriera a los Gentiles. Esta es la primera misión formal entre los Gentiles donde se
forman asambleas, donde ancianos son constituidos por los apóstoles, y donde la hostilidad de los Judíos hacia la gracia de
Dios, fuera de su nación e independientemente de su ley, es señalada distintivamente. La Palabra asume un carácter positivo
entre los Gentiles, y la energía del Espíritu Santo se muestra a sí misma para este fin, constituyéndolos y formándolos en
asambleas, estableciendo ancianos locales en ellas, fuera e independientemente de la acción de los apóstoles y de la asamblea
que estaban en Jerusalén, y de la obligación de la ley que aún se mantenía allí.
Una interrogante referente a esto (es decir, si esto se podía permitir)
surge pronto en Antioquía de Siria. Ya no se trata de la oposición de los Judíos hostiles al evangelio, sino de la intolerancia
de aquellos que lo habían abrazado, deseando imponer la ley sobre los Gentiles convertidos. Pero la gracia de Dios provee
también para esta dificultad.
Capítulo 15
Creyentes Judíos de Jerusalén procuran imponer los requisitos del Señor
sobre los Gentiles
El Capítulo 15 contiene el relato de esto.
Ciertas personas vienen desde Jerusalén, donde todo continuaba aún en conexión con los requisitos de la ley, y procuran imponer
estos requisitos sobre los Gentiles en este nuevo centro y punto de partida de la obra que se había formado en Antioquía de
Siria. Fue la voluntad de Dios que este asunto fuera resuelto, no por la autoridad apostólica de Pablo, o por la acción de
Su Espíritu en Antioquía de Siria solamente, cosa que podría haber dividido a la iglesia, sino por medio de un concilio en
Jerusalén, con el fin de mantener la unión, cualesquiera que pudieran ser los prejuicios de los Judíos. Los modos de obrar
de Dios respecto a esto son notables, mostrando la manera en que Él ha mantenido un cuidado soberano en gracia sobre la iglesia.
Al leer la Epístola a los Gálatas, nosotros vemos que, en realidad, había cosas en cuestión que tocaban el Cristianismo en
su esencia, que afectaban sus fundamentos mismos, los profundos principios de la gracia, de los derechos de Dios, de la condición
pecaminosa del hombre - principios sobre los cuales se fundamente todo el edificio de las relaciones eternas del hombre con
Dios. Si alguno se circuncidaba, él estaba bajo la ley; él había renunciado a la gracia, se había desligado de Cristo. No
obstante Pablo el apóstol, Pablo lleno de fe, de energía, de ardiente celo, se ve obligado a subir a Jerusalén, adonde él
no había deseado ir, para arreglar este asunto. Pablo había trabajado en Antioquía de Siria, pero la obra en esa ciudad no
era su obra. Él no fue el apóstol en Antioquía de Siria así como lo fue de Iconio, de Listra, y después de Macedonia y de
Grecia. Él salió de Antioquía de Siria, del seno de la iglesia ya formada allí. La cuestión iba a ser resuelta para la iglesia,
aparte de la autoridad apostólica de Pablo. El apóstol debe ceder ante Dios y Sus modos de obrar.
Pablo discute con los hombres de Judea, pero
no se llega a una conclusión. Se determina enviar a algunos miembros de la iglesia a Jerusalén, pero a Pablo y Bernabé con
ellos, que estaban tan interesados en esta cuestión. Además, Pablo tuvo una revelación de que debía subir a Jerusalén. Dios
dirigía sus pasos. No obstante, es bueno que uno se vea obligado a someterse algunas veces, por mucha razón que tengamos o
por mucho que estemos llenos de energía espiritual.
La sabiduría de Dios al ordenar que el asunto fuese resuelto en Jerusalén
Entonces, Jerusalén se hace cargo del asunto.
Era ya una gran cosa que el sometimiento de los Gentiles a la ley tuviese que ser resistido en Jerusalén, y aún más que ellos
debieran decidir allí no hacerlo. Vemos la sabiduría de Dios al ordenar que esto fuera así, es decir, que semejante resolución
debiera tener su origen en Jerusalén. Si no hubiera existido allí ningún fanatismo, la cuestión no habría sido necesaria;
pero ¡cuán lamentable! el bien debe ser hecho a pesar de toda la debilidad y de todas las tradiciones de los hombres. Una
resolución hecha en Antioquía de Siria habría sido una cosa muy diferente de una resolución hecha en Jerusalén. La iglesia
Judía no habría reconocido la verdad, la autoridad apostólica de los doce no le habría dado su aprobación. El curso en Antioquía
y el de los Gentiles habría sido un curso aparte; y un continuo conflicto habría comenzado, teniendo (al menos en apariencia)
la autoridad de la iglesia primitiva y apostólica por una parte, y la energía y la libertad del Espíritu con Pablo como su
representante, por la otra. La tendencia Judaizante de la naturaleza humana está siempre dispuesta a abandonar la alta energía
del Espíritu, y para regresar a los modos de obrar y a los pensamientos de la carne. Esta tendencia, alimentada por las tradiciones
de una fe antigua, ya había dado tristeza y dificultad enormes a aquel que estaba trabajando especialmente entre los Gentiles
conforme a la libertad del Espíritu, sin la fuerza adicional de tener la aprobación de la línea de acción de los apóstoles
y de la iglesia en Jerusalén.
Las declaraciones del apóstol; Jacobo resume el criterio de la asamblea
Después de mucha discusión en Jerusalén,
para lo cual se dio plena libertad, Pedro, tomando la iniciativa, relata el caso de Cornelio. Después, Pablo y Bernabé declaran
la manifestación maravillosa de Dios por medio del Espíritu Santo que había tenido lugar entre los Gentiles. Jacobo resume,
entonces, el criterio de la asamblea, al cual todos dan su asentimiento, de que los Gentiles no serán obligados a circuncidarse,
o a obedecer, sino solamente a abstenerse de sangre, de la carne de animales estrangulados (ahogados), de fornicación, y de
carne ofrecida a ídolos. Haremos bien en considerar la naturaleza y estipulaciones de este decreto.
Los principios establecidos en el decreto de Jacobo
Se trata de una instrucción que enseña, no
la que es abstractamente buena o mala, sino aquella que era adecuada al caso presentado. Era 'necesario' (Hechos 15:28), no
'justo delante de Dios', abstenerse de ciertas cosas. Las cosas podían ser realmente malas, pero no se las considera aquí
de esta forma. Había ciertas cosas a las que los Gentiles estaban acostumbrados, a las cuales era conveniente que ellos renunciaran,
para que la asamblea pudiera andar como debía delante de Dios en paz. Ellos no debían sujetarse a las demás ordenanzas de
la ley. Moisés tenía a aquellos que lo predicaban. Eso bastaba, sin obligar a los Gentiles a someterse a su ley, cuando ellos
se unían, no a los Judíos, sino al Señor.
Por lo tanto, este decreto no se pronuncia
sobre la naturaleza de las cosas prohibidas, sino sobre la conveniencia - habiendo estado los Gentiles, de hecho, acostumbrados
a hacer todas estas cosas. Debemos observar que estas no eran cosas prohibidas sólo por la ley. Se trataba de lo que era contrario
al orden establecido por Dios como Creador, o a una prohibición dada a Noé cuando se le dijo que comiera carne (Génesis 9:4).
La mujer debía relacionarse con el hombre solamente en la santidad del matrimonio, y esto es una bendición muy grande. La vida pertenecía a Dios. Toda comunión con ídolos era un ultraje contra la autoridad del Dios
verdadero. Que Moisés enseñe sus leyes; estas cosas eran contrarias al conocimiento inteligente del Dios verdadero. Por tanto,
no se trata de una ley nueva impuesta por el Cristianismo, ni una acomodación a los prejuicios de los Judíos. No tiene el
mismo tipo de validez como la de una ordenanza moral que es obligatoria en sí misma. Se trata de la expresión para la inteligencia
cristiana de los términos de las relaciones verdaderas del hombre con Dios en las cosas de la naturaleza, dada por la bondad
de Dios, por medio de los líderes en Jerusalén, para Cristianos ignorantes, librándolos de la ley, e iluminándolos con respecto
a las relaciones entre Dios y el hombre, y a lo que era adecuado para el hombre - cosas que, como Gentiles idólatras, ellos
ignoraban. Yo he dicho que estas cosas iban dirigidas a la inteligencia cristiana: por consiguiente, no hay nada inconsistente
en comer cualquier cosa que se venda en la carnicería; puesto que yo reconozco a Dios quien la dio, y no a un ídolo (1 Corintios
10: 23-33). Pero si el acto de comer implica comunión con el ídolo, aun para la conciencia de otro, ello sería provocar a
Dios a celos; haciendo esto yo peco contra Él o contra mi prójimo. Yo no sé si un animal ha sido estrangulado (ahogado) o
no, pero si las personas actúan como para dar a entender que ello es indiferente al hecho de si la vida pertenece a Dios o
no, yo peco nuevamente; yo no me contamino por medio de la cosa, sino que yo fallo en cuanto a inteligencia cristiana con
respecto a los derechos de Dios como Creador. Con respecto a la fornicación, esto entra en la categoría de la pureza cristiana,
además de ser contraria al orden del Creador; de modo que se trata de una cuestión directa de bien o mal, y no sólo de los
derechos de Dios revelados a nuestra inteligencia. Esto era importante como un principio general, más que en el detalle de
las cosas mismas.
En resumen, los principios establecidos son
estos: pureza mediante el matrimonio según la institución original de Dios; que la vida pertenece a Dios; y la unidad de Dios
como un único Dios verdadero - Deidad, vida, y la ordenanza original de Dios para el hombre. La misma cosa es verdadera acerca
de los fundamentos puestos por la asamblea en la base del decreto de ellos, "ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros."
(Hechos 15:28).
La autoridad apostólica representando la autoridad de Cristo,
pero todo el rebaño actuando de acuerdo con ellos
El Espíritu Santo se había manifestado en
el caso de Cornelio y de la conversión de los Gentiles, de lo cual Pedro y Pablo y Bernabé habían dado cuenta. Por otra parte,
los apóstoles eran los depositarios de la autoridad de Cristo, ellos eran aquellos a quienes se les había encomendado el gobierno
de la asamblea formada en conexión con la verdadera fe Judía. Ellos representaban la autoridad de Cristo ascendido a lo alto,
exactamente como el poder y la voluntad del Espíritu Santo habían sido mostrados en los casos que he mencionado recién. La
autoridad era ejercida en conexión con aquello que, en cierto sentido, era la continuación del Judaísmo ampliado por nuevas
revelaciones, y que tenía su centro en Jerusalén, reconociendo como Mesías al rechazado por el pueblo y ascendido Jesús. Cristo
les había encomendado la autoridad necesaria para gobernar la asamblea. Ellos habían sido sellados también en el día de Pentecostés
a fin de realizarlo.
El espíritu de gracia y sabiduría es visto
verdaderamente en su modo de actuar. Ellos dan su plena aprobación a Pablo y Bernabé, y envían con ellos a Jerusalén a personas
destacadas en la asamblea, de las cuales no se podía sospechar que trajeran una respuesta en apoyo de sus propias pretensiones,
como se podría haber supuesto en el caso de Pablo y Bernabé.
Los apóstoles y ancianos se reúnen para deliberar;
pero todo el rebaño actúa concertadamente con ellos.
Las decisiones en Jerusalén de que la ley no era obligatoria para los Gentiles
enviadas por medio de Judas y Silas a Antioquía de Siria
Jerusalén ha decidido, de este modo, que
la ley no era obligatoria para los Gentiles. Estos, sinceros en su deseo de andar con Cristo, se regocijan grandemente al
verse librados de este yugo. Judas y Silas, siendo profetas, los consuelan y los confirman, y después son despedidos en paz.
Pero a Silas le parece bien quedarse por su propia cuenta, influenciado por el Espíritu. Él prefiere la obra entre los Gentiles
en vez de regresar a Jerusalén. Judas regresa de dicha obra a Jerusalén.
La obra continúa en Antioquía de Siria por
medio de Pablo y Bernabé y otros. En Antioquía vemos nuevamente la plena libertad del Espíritu Santo.
La segunda visita de Pablo a las asambleas en Asia Menor: desacuerdo con Bernabé,
Pablo se separa de él.
Pablo propone a Bernabé que ellos debían
ir y visitar las asambleas ya formadas por medio de ellos en Asia Menor. Bernabé consiente, pero determina llevar a Juan,
quien los había abandonado anteriormente. Pablo deseaba a alguien que no se hubiese arredrado ante la obra, ni que los hubiese
abandonado, por ir a su hogar, el lugar de ser extranjero por causa de la obra. Bernabé insiste; y estos dos preciosos siervos
de Dios se separan. Bernabé toma a Marcos y va a Chipre. Ahora bien, Marcos era su pariente, y Chipre era su país. Pablo toma
a Silas, quien había preferido la obra antes que Jerusalén en lugar de preferir a Jerusalén para la obra, y parte. De su nombre
podemos creer que Silas era un Helenista.
Produce alegría encontrar que, después de
esto, Pablo habla de Bernabé con completo afecto, y desea que Marcos vaya con él, habiéndole encontrado útil para el ministerio
(2 Timoteo 4:11).
El título dado a Pablo y Bernabé conferido por la obra de ellos
Además, Pablo es encomendado por los hermanos
a la gracia de Dios en su obra. El título dado a Pablo y Bernabé por los apóstoles muestra la diferencia entre el ministerio
apostólico, establecido por Cristo en persona, y aquel que fue constituido como tal por el poder del Espíritu Santo - enviado
por el propio Cristo, sin duda, pero con referencia a ser enviado por la instrucción del Espíritu Santo, y la misión de ellos
autorizada por Su poder. Con los apóstoles, Pablo y Bernabé no tienen ningún título excepto su obra - "hombres que han expuesto
su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo." (Hechos 15:26). Ellos son lo que el Espíritu Santo ha hecho que ellos
sean. Los apóstoles son los doce.
Capítulo 16
Pablo caracterizado por el Espíritu de libertad y poder
La libertad y el poder del Espíritu caracterizan
a Pablo. Él es lo que el Espíritu hace que él sea. Si Jesús se le había aparecido, aunque Ananías pueda testificarlo, él debe,
en realidad, demostrarlo por medio del poder en su ministerio. Los efectos de este ministerio se relatan, al igual que su
carácter, en los capítulos 16 al 20. La acción y la libertad del Espíritu Santo son mostradas allí de un modo notable.
La circuncisión de Timoteo
Quizás no existe un ejemplo más notable de
lo arriba mencionado que lo que Pablo hace con respecto a Timoteo. Él utiliza la circuncisión en toda libertad para desestimar
el prejuicio Judío. Es muy incierto el hecho de que, conforme a la ley, él debiese haber sido circuncidado. Esdras y Nehemías
nos muestran a las esposas extranjeras siendo expulsadas; pero aquí, siendo la madre una Judía, Pablo hace que el hijo de
este casamiento mixto siga la norma de los Judíos y se someta a aquel rito. La libertad reconoce plenamente la ley en su lugar,
aunque ella misma está eximida de ella, y declara claramente, para certeza de los Gentiles, la ausencia de toda pretensión,
de parte de los Cristianos Judíos, de imponer la ley a los Gentiles. Pablo circuncida a Timoteo, y no se somete ni por una
hora a los que habrían obligado a Tito a ser circuncidado (ver Gálatas 2:3). Él llegaría a ser un Judío para los Judíos por
amor; pero los propios Judíos deben renunciar a toda pretensión de imponer la ley a otros. Las ordenanzas dadas en Jerusalén
son dejados en las iglesias - una clara respuesta a todo Judío que deseara someter a los Gentiles al Judaísmo. Las ordenanzas,
podemos comentar, eran las de los apóstoles y los ancianos.
La instrucción del Espíritu Santo: llamado a Macedonia
Es sólo el Espíritu Santo quien dirige al
apóstol. Él le prohíbe predicar en Asia (la provincia de Asia), y no le permitirá ir a Bitinia. Mediante una visión en la
noche ellos son llamados a ir a Macedonia. El historiador (N. del T.: es decir, Lucas) se encuentra
con ellos aquí. Es el Señor quien los llama a Macedonia. Es bueno notar aquí que mientras el evangelio es enviado, bajo el
ministerio de Pablo, a toda la creación bajo el cielo, sin embargo, hay instrucción específica en cuanto a dónde debemos ir.
En Filipos; la obra del Espíritu y la de Satanás por medio de un espíritu malo
El apóstol va aquí primero a los Judíos,
aun cuando fuesen sólo unas pocas mujeres que se reunían junto al río, un lugar, como parece, escogido habitualmente donde
no había ninguna sinagoga. Una mujer Griega que adoraba al Dios de Israel, es convertida por gracia. De este modo la puerta
está abierta, y otros también creen (versículo 40). Satanás intenta aquí estropear la obra rindiendo un testimonio a los ministros
de la Palabra. No es que este espíritu reconociera a Jesús - en ese caso, no habría sido un espíritu malo, no habría poseído
a la muchacha. Este espíritu habla de los agentes, a fin de tener una parte de la gloria, y habla del Dios altísimo - obligado
a hablar, quizás, por la presencia del Espíritu, tal como había sido el caso con otros espíritus malos por la presencia de
Jesús, cuando Su poder estaba ante sus ojos. El testimonio de Satanás no podía ir tan lejos como para reconocerle como Señor;
y si Pablo no hubiese sido fiel, ello habría mezclado la obra del enemigo con la del Señor. Pero Pablo no procuraba un testimonio
rendido a Pablo, ni tampoco un testimonio rendido por un espíritu malo, cualquiera que pudiera ser la apariencia de su testimonio.
La prueba que el espíritu malo tenía que dar de que el poder de Dios estaba presente era someterse a él siendo expulsado de
la mujer. No podía ser una ayuda para la obra de Dios. Nosotros vemos en esta circunstancia el desinterés del apóstol, su
discernimiento espiritual, el poder de Dios con él, y la fe que no aceptará otra ayuda que la de Dios. Habría sido inútil
aceptar un testimonio rendido a su ministerio: los razonamientos de la carne podrían haber dicho, «Yo no lo busqué.» La persecución
habría sido evitada. Pero Dios no aceptará otro testimonio que aquel que Él da de Sí mismo. Ningún otro testimonio puede ser
un testimonio que proviene de Él, pues Él se revela a Sí mismo donde Él no es conocido; la fe espera sólo en Él para rendir
este testimonio. Pablo continuó sin atribularse acerca de este intento malicioso del enemigo, y posiblemente en sabiduría,
evitando el conflicto donde no había fruto para el Señor, hasta que por su persistencia, el apóstol fue forzado a ocuparse
de ello. El Espíritu de Dios no tolera la presencia de un espíritu malo cuando este se hace activamente manifiesto delante
de Él. Él no se presta para sus estratagemas dándole importancia mediante una interposición voluntaria; pues Él tiene Su propia
obra, y no se aparta de ella para ocuparse Él mismo acerca del enemigo. Él se ocupa, en amor, de las almas. Pero si Satanás
viene a Sus caminos, como para confundir a estas almas, el Espíritu se revela en Su energía, y el enemigo huye delante de
Él.
Los recursos de Satanás; el uso que Dios hace del mal evidente para bendición
del carcelero y para la reunión de una asamblea
Pero Satanás no carece de recursos. El poder
que no puede ejercer en un modo directo, él lo emplea en excitar las pasiones y las codicias de los hombres en oposición a
aquel poder contra el cual él mismo no puede resistir, y que no su unirá a él, ni le reconocerá. Así como los Gadarenos desearon
que Jesús se marchase, cuando Él había sanado a Legión, de igual modo los Filipenses se levantan tumultuosamente contra Pablo
y sus compañeros instigados por los hombres que habían perdido sus ganancias deshonestas. Pero Dios hace uso de todo esto
para dirigir el avance de Su obra, y le da la forma que Él quiere. El carcelero ha de ser convertido, y los propios magistrados
han de confesar su error con respecto a los mensajeros de Dios. La asamblea es reunida, un rebaño (tal como la epístola dirigida
a ellos da testimonio) lleno de amor y afecto. El apóstol se va a trabajar a otra parte. Nosotros vemos aquí un testimonio
más activo, más enérgico, que en el caso similar que sucedió a Pedro. La intervención de Dios es más sorprendente en el caso
de Pedro. Se trata de la antigua Jerusalén, desgastada en todo excepto en odio, y de Dios siendo fiel a aquel que confiaba
en Él. El odio es desilusionado. Pablo y Silas cantan, en lugar de dormir tranquilamente; de repente las puertas se abren
de golpe, y el propio carcelero se convierte, y su familia. Los magistrados se ven obligados a venir como suplicantes a Pablo.
Tal es el resultado del tumulto. El enemigo se equivocó aquí. Si él detuvo la obra de ellos en Filipos, envió a los apóstoles
a predicar a otra parte conforme a la voluntad de Dios.
Capítulo 17
Enérgico testimonio de la fe Cristiana; el poder y la persecución del enemigo
Nosotros no debemos pasar por alto, en silencio,
esta energía que abrazaba a familias completas, y las sometía a la fe cristiana. No obstante, sólo vemos esto cuando se trata
acerca de introducir a los Gentiles [23]. Pero Cornelio, Lidia, el carcelero de Filipos, todos ellos son testigos de este
poder.
[23] Vemos, no obstante, en el caso de Lida y Sarón, lo que es más análogo a la introducción de un pueblo. Ellos
oyeron acerca del milagro hecho a Eneas, y la ciudad y el vecindario se volvieron al Señor. Sarón es un distrito a lo largo
de la costa. (Hechos 9: 32 -35).
En el último caso, el del carcelero, fue
el poder ejercido por el enemigo sobre las pasiones de los Gentiles lo que causó la persecución de los apóstoles: en Tesalónica
encontramos nuevamente la antigua y universal enemistad de los Judíos. Sin embargo, muchos Judíos y prosélitos recibieron
el evangelio. Allí también, después de un tumulto, los apóstoles se marchan a Berea. Los Judíos son más nobles allí; lo que
ellos oyen, ellos lo examinan por la Palabra de Dios. Por medio de esto, un gran número de entre ellos creyó. No obstante,
los Judíos de Tesalónica, celosos del avance que hacía el evangelio, se trasladan a Berea. Pablo deja la ciudad y es enviado
a Atenas. Silas y Timoteo permanecen momentáneamente en Berea, al ser Pablo el objeto especial de la persecución de los Judíos.
En Atenas, aunque él acudía a la sinagoga, con todo, su espíritu se indignaba al contemplar la idolatría universal en esa
ciudad ociosa, y discute diariamente en público con sus filósofos; como consecuencia de estas entrevistas, él proclama el
Dios verdadero a los hombres principales de esa capital intelectual. Él había enviado a decir a Silas y Timoteo que se unieran
a él allí.
Idolatría universal en Atenas: cultura intelectual sin Dios;
la predicación de Pablo acerca de Jesús y la resurrección
Con un pueblo como los Atenienses - tal es
el efecto de la cultura intelectual sin Dios - él ha descendido al escalón más bajo en la escala de la verdad. Él presenta
la unicidad de Dios, el Creador, y la relación del hombre con Él, declarando también que Jesús juzgará al mundo, de lo cual
Dios ha dado pruebas resucitándole de los muertos. Con la excepción del juicio de este mundo siendo puesto en el lugar de
las promesas respecto al regreso de Jesús, nosotros podríamos pensar que era Pedro dirigiéndose a los Judíos. No debemos imaginar
que el historiador (Lucas) relata todo lo que Pablo dijo. Lo que se presenta es su defensa, no su predicación. El Espíritu
Santo nos presenta lo que caracterizaba la manera en que el apóstol enfrentaba las circunstancias de aquellos a quienes él
se dirigía. Lo que quedaba en las mentes de sus primeros oyentes era que él predicaba a Jesús y la resurrección. Parece, incluso,
que algunos recibieron la resurrección, así como a Jesús, como a un Dios. Se trata, de hecho, de la base del Cristianismo,
el cual se fundamenta sobre Jesús personalmente, y sobre el hecho de Su resurrección; pero se trata solamente de la base.
Lo adecuado de la predicación de Pedro y Pablo
Yo he dicho que se nos recuerda aquí la predicación
de Pedro. Quiero decir, en cuanto al grado de altura en su doctrina con respecto a Cristo. Observaremos, al mismo tiempo,
lo adecuado de la aplicación de los hechos, en uno y otro caso, a las personas a las cuales se habla. Pedro presenta al Cristo
rechazado ascendido a lo alto, dispuesto a regresar ante el arrepentimiento de los Judíos (Hechos 3: 19 - 26), y presenta
a quien establecería en Su venida todas las cosas de las cuales habían hablado los profetas. El juicio del mundo - aprobación
de la verdad para la conciencia natural - es presentado aquí a los hombres eruditos, y al pueblo inquisitivo; ello no era
nada que pudiera interesar a sus mentes filosóficas, pero era un testimonio claro y convincente de la locura de su idolatría,
conforme, incluso, a lo que la conciencia natural de sus propios poetas había reconocido.
Capítulos 18:1 a 19:7
El poder del evangelio
La ganancia deshonesta, a la cual Satanás
suministraba la oportunidad, enfrentó al evangelio en Filipos; la dureza y la indiferencia moral de conocimiento que adulaban
la vanidad humana, lo enfrentó en Atenas; y en Tesalónica, el evangelio fue enfrentado por los esfuerzos del celo Judío. El
evangelio sigue su camino, victorioso sobre lo uno, cediendo al efecto de lo otro, y, después de dejar expuestos a los eruditos
Atenienses en cuanto a todo lo que la condición de ellos toleraba, dejándoles, y encontrando, entre el lujo y las maneras
depravadas de la rica ciudad de Corinto, un pueblo numeroso a ser traído a la asamblea. Tales son los modos de obrar de Dios,
y los ejercicios de Su siervo consagrado conducido por el Espíritu Santo.
Podemos notar, que esta energía, que busca
a los Gentiles, nunca pierde de vista el favor de Dios hacia Su pueblo elegido - un favor que los buscó hasta que ellos lo
rechazaron.
La ayuda del apóstol; su curso osado y decisivo conducido por Dios;
volviéndose a los Gentiles
En Tesalónica, Pablo recibe dos veces socorro
desde Filipos; en Corinto, donde el dinero y el comercio abundaban, él no lo toma, sino que trabaja tranquilamente con dos
de sus paisanos del mismo oficio que él. Él comienza nuevamente con los Judíos, quienes se oponen a su doctrina y blasfeman.
El Apóstol toma su curso con el brío y la decisión de un hombre verdaderamente conducido por Dios, calmada y conscientemente,
para no ser desviado. Él sacude sus vestidos en señal de que está limpio de la sangre de ellos, y declara que él se vuelve
ahora a los Gentiles conforme a Isaías 49, tomando esa profecía como un mandato de Dios.
Pablo trabaja en Corinto; su deseo de ir a Jerusalén
Dios tiene "mucho pueblo" en Corinto (Hechos
18: 9, 10). Por tanto, Él utiliza la incrédula indiferencia de Galión para derrotar los proyectos y la maldad de los Judíos,
celosos como nunca de una religión que eclipsaba la importancia de ellos, cualquiera que pudiera ser la gracia hacia ellos.
Pablo, después de trabajar allí por un largo tiempo, se marcha en paz. Sus amigos Judíos, Priscila y Aquila, van con él. Él
iba a Jerusalén. Él estaba también bajo un voto. La oposición de los Judíos no le quita su apego a su nación - es decir, su
fidelidad al predicar el evangelio a ellos primeramente - al reconocer todo lo que les pertenecía en gracia delante de Dios.
Él se somete incluso a ordenanzas Judías. Posiblemente la costumbre tenía alguna influencia sobre él, lo cual no era del Espíritu;
pero, según el Espíritu, él no pensaba desestimar aquello que la paciente gracia de Dios concedía al pueblo. Él se dirige
a los Judíos en Éfeso. Ellos se inclinan a oírle, pero él desea guardar la fiesta en Jerusalén. Aquí, él es aún un Judío con
sus fiestas y votos. El Espíritu ha introducido, evidentemente, estas circunstancias para presentarnos un retrato verdadero
y completo de la relación que existía entre los dos sistemas - el grado de libertad de la influencia de la una, así como la
energía que establecía a la otra. Lo primero permanece a menudo hasta un cierto grado, donde la energía para hacer lo otro
está en un grado muy alto. La libertad que condesciende a los prejuicios y costumbres no es lo mismo que el sometimiento a
estos prejuicios en la propia persona de uno. En nuestra debilidad los dos se mezclan, pero ellos, de hecho, se oponen lo
uno a lo otro. Para respetar lo que Dios respeta, aun cuando el sistema ha perdido toda fuerza y valor reales, si uno es llamado
a actuar en conexión con este sistema cuando este no es nada más que una superstición y una debilidad, es algo muy diferente
a ponerse uno mismo bajo el yugo de la superstición y la debilidad. Lo primero es el efecto del Espíritu; lo último es el
efecto de la carne. En nosotros ¡lamentablemente! lo uno es confundido a menudo con lo otro. La caridad se convierte en debilidad,
dando incertidumbre al testimonio.
Pablo como Judío
Pablo emprende su viaje, sube a Jerusalén,
y saluda a la asamblea; desciende a Antioquía de Siria, y visita nuevamente todas las primeras asambleas que había formado,
uniendo así toda su obra - Antioquía de Siria y Jerusalén. Yo dejo que el lector juzgue por sí mismo en qué proporción influyeron
sus antiguas costumbres en sus modos de actuar. Él era Judío. El Espíritu Santo querría que viéramos que él estaba tan lejos
como era posible de cualquier desprecio para con el antiguo pueblo de Dios, para los cuales el favor divino no cambiará jamás.
Ciertamente este sentimiento era correcto. En otra parte parece que él fue más allá de los límites del Espíritu y de la espiritualidad.
Aquí sólo tenemos los hechos. Él podría haber tenido alguna razón privada que era válida a consecuencia de la posición en
que estaba. Uno puede estar en circunstancias que contradicen la libertad del Espíritu y que, sin embargo, cuando estamos
en ellas, tienen cierto derecho sobre nosotros, o ejercen una influencia que necesariamente debilita en el alma la energía
de esa libertad. Nosotros podemos haber hecho mal al situarnos en esas circunstancias, pero, estando en ellas, la influencia
es ejercida y los derechos afirman su demanda. Por ejemplo: un hombre llamado a servir a Dios, expulsado de la casa de su
padre, anda en la libertad del Espíritu. Sin ningún cambio en su padre, él va a la casa paternal: los derechos de su padre
reviven - ¿dónde está su libertad? O un padre en posesión de mucha inteligencia espiritual se coloca en medio de amigos que
están, espiritualmente, enteramente por debajo de él: es casi imposible que él retenga un juicio espiritual. Independientemente
de cómo haya sido aquí, el vínculo se forma ahora, voluntariamente, de parte de aquel que estuvo en el lugar de la libertad
y la gracia, y los Cristianos en Jerusalén permanecen en el nivel de sus antiguos prejuicios, y demandan paciencia e indulgencia
de aquel que era el instrumento y el testigo de la libertad del Espíritu de Dios.
Esto, con el suplemento de su obra en Éfeso,
forma el círculo de los trabajos activos del apóstol en el evangelio, para mostrarnos en él los modos de obrar del Espíritu
con los hombres.
Apolos ilustrado por Aquila y Priscila
Desde Hechos 18:24 a Hechos 19:7, nosotros
tenemos una especie de resumen del avance hecho por la doctrina de Cristo, y del poder que la acompañaba. Apolos conocía sólo
la enseñanza de Juan el Bautista; pero, siendo recto de corazón, él confesaba y predicaba públicamente lo que él conocía.
Era la fe de un alma regenerada. Aquila y Priscila le ilustran plenamente con respecto a los hechos del evangelio, y la doctrina
de un Cristo muerto y glorificado. En Corinto, él llega a ser un poderoso maestro del evangelio, un maestro del Señor entre
los Judíos, confirmando así la fe de los discípulos. La energía del Espíritu Santo se manifiesta en él sin intervención alguna
del apóstol o de los doce. Él actúa independientemente; es decir, el Espíritu actúa independientemente en él. Las personas
podían decir, "Yo soy de Apolos." Es interesante ver estas diferentes manifestaciones del poder y la libertad del Espíritu,
y recordar que el Señor está por sobre todo, y que, si Él actúa grandemente por medio de Pablo, Él actúa también en quien
Él quiere.
En Éfeso; el bautismo de Juan (el Bautista) y el Cristianismo
Por otra parte, en lo que sigue a continuación
nosotros encontramos hecho muy evidente el avance de la revelación divina unida al poder apostólico de Pablo mediante la capacidad
de comunicar el Espíritu Santo. Doce personas habían creído, pero con ninguna otra enseñanza más que la de Juan el Bautista:
ellos se habían bautizado con referencia a dicha enseñanza. En el caso de esta enseñanza, ellos esperaban a un Cristo por
venir, y a un Espíritu Santo que Él comunicaría. Ahora bien, el bautismo de Juan requería arrepentimiento, pero en modo alguno
salía de los límites Judíos, aunque abría una perspectiva de alguna cosa diferente, conforme a la soberanía de Dios, y como
resultado de la venida de Cristo. Pero se trataba de un bautismo para arrepentimiento para el hombre en la tierra, y no la
muerte y resurrección de Cristo. La gracia actuó en el remanente de Israel, pero de los cuales Jesús fue un compañero en la
tierra. Ahora bien, el Cristianismo (puesto que el pecado del hombre ha sido puesto de manifiesto plenamente) se fundamenta
en la muerte y resurrección; primeramente, en la muerte de Cristo, cumpliendo así la redención, y entonces en nuestra muerte
y resurrección con Él, de modo de colocarnos en Él, y como Él, delante de Dios en una vida sin pecado, vida de Su vida, y
lavados en Su sangre de todos nuestros pecados. Pero el bautismo de Juan, de hecho, sólo enseñaba arrepentimiento aquí abajo
para recibir a Cristo; el Cristianismo enseñaba la eficacia de la muerte y resurrección de un Cristo rechazado, en virtud
de lo cual el Espíritu Santo, el Paracleto descendido del cielo, debía ser recibido.
Estos doce hombres (aunque Juan anunció que
el bautismo del Espíritu Santo sería el resultado de la intervención de Cristo) no sabían siquiera si había un Espíritu Santo
[24] - una clara demostración de que ellos no habían entrado a la casa de Dios en la que Él moraba. Pablo les explica esto,
y ellos son bautizados en el nombre de Jesús. Pablo, en su capacidad apostólica, pone sus manos sobre ellos, y ellos reciben
el Espíritu Santo. Ellos hablan en idiomas (lenguas), y profetizan.
[24] Literalmente, "si acaso existía el Espíritu Santo." La expresión,
que es la misma que aparece en Juan 7, es un testimonio muy sorprendente de la particularidad y la importancia de la presencia
del Espíritu Santo aquí abajo en la tierra. Es llamado "el Espíritu Santo", aunque todos sabemos que Él ha existido siempre.
Pero lo que es llamado el Espíritu Santo, es decir, Su presencia aquí abajo - esto jamás había ocurrido.
Capítulo 19: 8 a 41
En Asia. Pablo como fundador de lo que era conforme a Dios;
los discípulos separados; la presencia y el poder de Dios
Este poder, y aquel que era su instrumento,
iban a ser puestos en evidencia en inconfundible relieve. La ciudad capital de Asia (es decir, de la provincia Romana llamada
así) es el teatro en el cual esto iba a ser llevado a cabo. Nosotros veremos un poder mostrado en esta localidad que actúa
independientemente de todas las formas tradicionales, y que gobierna todo lo que le rodea, sea el hombre, la conciencia, o
el enemigo - un poder organizador, que forma él mismo y para sí mismo las instituciones y el cuerpo que le convienen, y que
gobierna toda la posición. El poder de la gracia activa ha sido mostrado en la obra de Pablo, comenzando con Antioquía; y
se había mostrado en diferentes formas. Tenemos aquí algunos detalles de su establecimiento formal en un gran centro.
Durante tres meses de paciencia, él predica
a Cristo en la sinagoga, y discute con los Judíos, consciente de la fuerza divina y de la verdad. Él concede precedencia,
como esfera de su testimonio, a aquello que había sido el instrumento y pueblo de Dios: "Al judío primeramente." (Romanos
1:16). Ya no se dice, "La salvación viene de los judíos." (Juan 4:22), sino que es predicada a ellos primeramente.
Pero habiendo tenido esta obra su desarrollo,
y existiendo muchos que habían tomado el lugar de adversarios, Pablo actúa como el fundador de lo que era conforme a Dios
y de parte de Dios. Él separa a los discípulos (Hechos 19:9), y diserta sobre el Cristianismo en el paraninfo de un Griego
que tenía una escuela pública. Esto continuó por espacio de dos años: de manera que la doctrina fue difundida por todo el
país tanto entre los Judíos como entre los Griegos. Dios no dejó de rendir testimonio a la Palabra de Su gracia, y Su poder
se mostró en una manera notable en conexión con la persona del apóstol que daba el testimonio. Las manifestaciones del poder
del enemigo desaparecen ante la acción de este poder liberador del Señor, y el nombre de Jesús era glorificado. Ahora bien,
la realidad de esta acción fue demostrada de un modo sorprendente, es decir, su fuente en la acción personal, positiva, y
real del Señor por una parte, y, por la otra, la misión de Pablo, y la fe como el instrumento mediante el cual este poder
sobrenatural obraba. Algunos Judíos desearon hacer uso de ello para su propio interés; y desprovistos de fe, ellos utilizan
el nombre de "Jesús, el que predica Pablo" (Hechos 19:13) como si ello hubiera sido una especie de encantamiento. Pero el
espíritu malo, cuyo poder era, a su manera, tan verdadero y real como el del Señor, el cual él fue obligado a reconocer cuando
ese poder estuvo en ejercicio, sabía muy bien que aquí no era así, que allí no había fe ni poder. "A Jesús conozco," dijo
él, "y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?" (Hechos 19:15). Y el hombre que estaba poseído los atacó y los hirió.
Sorprendente testimonio de la acción del enemigo, pero a la vez de esa fuerza superior, de la realidad de esa intervención
de Dios, que se llevó a efecto por medio de Pablo. Ahora bien, cuando Dios mismo se muestra, la conciencia siempre se muestra
a sí misma; y el poder del enemigo sobre ella se manifiesta y cesa. Los Judíos y los Griegos se llenan de temor, y muchos
que se habían convertido en Cristianos trajeron las pruebas de sus hechicerías (Hechos 19:19).
La acción poderosa del Espíritu se mostró
mediante la decisión que produjo, por la actuación inmediata y resuelta de los pensamientos y las resoluciones producidas
en el corazón. Ya no había más argumentos interiores; la presencia y el poder de Dios producían sus efectos naturales.
El poder del enemigo entre los Gentiles utilizado por los Judíos;
Demetrio y "Diana de los Efesios"
Sin embargo, los recursos del enemigo no
se habían agotado. La obra de Dios fue hecha, en el sentido del establecimiento del testimonio, por medio del trabajo apostólico;
y Dios estaba enviando a su siervo a otra parte (Hechos 19: 20 - 22). El enemigo, como era habitual, provoca un disturbio,
exacerbando las pasiones de los hombres contra los instrumentos del testimonio de Dios. Pablo ya había decidido marcharse,
pero, por consiguiente, un poco después había enviado a Timoteo y Erasto antes que él fuera a Macedonia, proponiéndose visitar
Macedonia, Acaya, y Jerusalén, y después ir a Roma; y él se queda aún por algún tiempo en Asia. Pero después de la partida
de estos dos hermanos, Demetrio excita al pueblo contra los Cristianos. Obstinado contra el evangelio, el cual sacudía el
sistema completo que estaba en conexión con lo que él hacía su fortuna, y que estaba ligado con todo lo que le proporcionaba
importancia, este agente del enemigo supo como actuar sobre las pasiones de los obreros que tenían su mismo oficio; pues él
hacía pequeños templecillos portátiles de Diana de plata. Su empleo estaba conectado con aquello que todo el mundo admiraba,
con lo que tenía posesión de las mentes de los hombres - un gran consuelo para el hombre que siente la necesidad de algo seguro
- con aquello que había dado desde hacía mucho tiempo su matiz a sus costumbres religiosas. Una gran parte de la influencia
ejercida no era «¡Grande es Diana!» sino "¡Grande es Diana de los efesios!" (Hechos 19:28). Era, en resumen, el poder del
enemigo entre los Gentiles. Los Judíos, aparentemente, procuraron valerse de esto sacando de entre la multitud a un tal Alejandro
- posiblemente el mismo que había resistido a Pablo (2 Timoteo 4:14), y quien, por tanto, ellos suponían que sería escuchado
por el pueblo. Pero fue el espíritu malo de idolatría el que los agitaba; y los Judíos vieron frustrada su esperanza. Pablo
fue prevenido, tanto por los hermanos como por algunos de los Asiarcas [25], en el sentido de que no se presentase en el teatro
(Hechos 19:31). La asamblea fue disuelta por las autoridades de la ciudad; y Pablo, cuando hubo visto a los discípulos, se
marchó en paz [26].
[25] Asiarcas = magistrados honorarios de entre los notables, quienes presidían sobre la celebración de festivales
religiosos.
[26] Podría quizás interesar y ayudar al lector a comprender esta parte de la historia del Nuevo Testamento,
si yo señalo la época en la que Pablo escribió algunas de sus epístolas. Él escribió Primera a los Corintios desde Éfeso,
y la envió por medio de Tito. A Timoteo lo envió a través de Macedonia. Este último podía ir, quizás a Grecia; "Y si llega
Timoteo", el apóstol dice a los Corintios (1 Corintios 16:10). Entonces vino el tumulto, y justo en este momento, o casi al
mismo tiempo, su vida estuvo en peligro; él ni siquiera supuso que salvaría su vida. Él se había propuesto ir a Macedonia
pasando por Grecia, y luego regresar a Grecia; pero el estado en que estaba la asamblea en Corinto lo impidió, y él fue primeramente
a Macedonia. De camino, él va a Troas, pero no se queda allí; en Macedonia su mente es muy ejercitada (2 Corintios 7:5), y
no tiene descanso, porque Tito no le había traído noticias de los Corintios. Sin embargo, Tito lo encontró allí, y el apóstol
fue consolado en su tribulación por las buenas noticias del retorno de los Corintios a una mente correcta. A raíz de esto,
él les escribe la segunda carta (2 Corintios) y, después de haber visitado las asambleas, él prosigue su viaje a Corinto,
desde donde escribió su epístola a los Romanos. Yo sólo hablo aquí de lo que se relaciona a esta parte de la historia del
apóstol, y que proyecta luz sobre sus labores.
Su obra allí estaba terminada, y el evangelio
estaba establecido en la capital de la provincia de Asia, e incluso en toda la provincia: Grecia y Macedonia ya lo habían
recibido.
El evangelio en Roma como deseo del apóstol;
la vida libre y activa de Pablo finalizada
Faltaba todavía Roma. ¿De qué manera él debería
ir allá? Esta era la pregunta restante. Su vida libre y activa finalizó con los acontecimientos que ahora nos ocupan, en la
medida que esto nos es presentado por el Espíritu Santo. Una vida bendecida con una fe casi inigualable, con una energía que
sobrepasaba cualquier cosa que haya sido vista en los hombres, y que, mediante el poder divino que obraba en ella, producía
sus efectos a pesar de obstáculos aparentemente insuperables, a pesar de toda clase de oposición, en desprecio y privación,
y que imprimió su carácter sobre la asamblea dándole, instrumentalmente, su existencia; y que, no sólo a pesar de dos religiones
hostiles que dividían al mundo civilizado entre ellos, sino a pesar de un sistema religioso que poseía la verdad, pero que
siempre procuró confinarlo dentro del límite de las tradiciones que otorgaban algún lugar a la carne - un sistema que pretextaba
prioridad, y que era aprobado por las costumbres de aquellos apóstoles que fueron nombrados por el propio Señor.
La senda de la tradición y las formas nunca es poder
La asamblea, tal como Pablo lo había previsto,
volvió pronto, efectivamente, a sus modos Judaicos de obrar, cuando la energía del apóstol estuvo ausente. Se requiere el
poder del Espíritu Santo para elevarse sobre la religiosidad de la carne. La piedad no necesariamente hace esto; y poder jamás
es tradición - es poder en sí mismo, y por tanto, independiente de los hombres y de sus tradiciones, aun cuando tiene paciencia
con ellos en amor. Por consiguiente, la carne regresa siempre a la senda de las tradiciones y las formas; debido a que la
carne jamás es poder en las cosas de Dios, aunque ella pueda reconocer el deber. Por lo tanto, la carne no se eleva al cielo;
no comprende la gracia; ella puede ver lo que el hombre debiera ser para Dios (sin embargo, sin percibir las consecuencias
de esto, si Dios es revelado), pero no puede ver lo que Dios es en Su gracia soberana para el hombre. Ella la retendrá, quizás,
como ortodoxia, donde el Espíritu ha obrado; pero nunca traerá el alma a ella. Esto fue, más que la violencia de los paganos
o el odio de los Judíos, lo que partió el corazón y causó la angustia del fiel y bendito apóstol, quien, por gracia, tenía
un carácter, o más bien una posición, más parecida a la de Cristo que cualquier otro en la tierra.
La notable posición de Pablo utilizada por el Espíritu Santo
Estos
conflictos nos serán desplegados en las Epístolas, al igual que aquel corazón ardiente que - mientras abarca en sus pensamientos
todos los consejos revelados de Dios, y pone cada parte en su lugar, y abarcando en sus afectos la totalidad de la obra y
de la asamblea de Dios - podía concentrar igualmente toda su energía de pensamiento en un sencillo punto importante, y de
afecto sobre un pobre esclavo que la gracia le había dado en sus cadenas. Instrumento del Espíritu, Pablo resplandece con
una luz celestial a través de toda la obra del evangelio. Él condesciende en Jerusalén, brama en Galacia cuando las almas
estaban siendo pervertidas, conduce a los apóstoles a decidir por la libertad de los Gentiles, y usa toda su libertad para
hacerse él mismo un Judío a los Judíos, y como si estuviera sin ley para aquellos que no tenían ley, como no estando ya bajo
la ley, sino sometido siempre a Cristo. Con todo, ¡qué difícil mantener la altura de vida y de revelación espiritual en medio
de tantas tendencias opositoras! Él tenía también "una conciencia sin ofensa." (Hechos 24:16). Nada en su interior obstaculizaba
su comunión con Dios, que era de donde él obtenía su fuerza para ser fiel entre los hombres. Él, y nadie más que él, podía
decir, "todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con
gloria eterna" (2 Timoteo 2:10), palabras que no serían impropias en boca del Señor - en un sentido más exaltado, indudablemente,
porque Él soportó por Pablo la ira que habría sido su eterna condenación - y sin embargo, palabras que exponen la notable
posición de este hombre de Dios, como instrumento del Espíritu Santo, por Quien él fue usado. "(Yo) cumplo", él dice, "en
mi carne lo que falta [27] de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, .
. . , para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios,." (Colosenses 1: 24, 25).
[27] El lector debe distinguir entre las aflicciones de Cristo por el
pecado de parte de Dios en justicia, y las que Él soportó de parte de hombres pecadores por causa de la justicia. Nosotros
participamos de los últimos, mientras que Cristo nos ha salvado de los primeros, en los cuales no es cuestión de participación,
sino de Su sustitución por nosotros cuando merecíamos la condenación debida al pecado.
La parte de Pablo
en lo que Juan sostenía
Juan (mediante su íntimo conocimiento de la Persona de Cristo, nacido en la tierra e Hijo de Dios) pudo sostener esta
verdad esencial e individualmente vital, en el mismo campo en el cual Pablo trabajó; pero fue la parte de Pablo ser instrumento
activo para la propagación de la verdad que salva el alma, y trae al hombre arruinado a relacionarse con Dios por medio de
la fe, al comunicar todos Sus consejos de gracia.
El poder intrínseco del Judaísmo
si un hombre toma su lugar
por debajo de la gracia
Con todo, Pablo era un hombre, aunque era un hombre maravillosamente bendecido. El poder intrínseco del Judaísmo en
conexión con su relación con la carne es maravilloso. En cuanto al resultado, en efecto, si el hombre toma su lugar por debajo
de la gracia, por debajo de Dios, es mejor, en cierto sentido, que él deba ser un hombre bajo ley que un hombre sin ley. Él
será lo uno o lo otro; pero al adoptar la idea exclusiva del deber, él olvida a Dios tal como Él es - puesto que Él es amor;
y demasiado a menudo él olvida al hombre tal como él es - puesto que él es pecado. Si él une las ideas de deber y de pecado,
ello resulta en continua esclavitud, y es a esto a lo que el Cristianismo es reducido en general; con el añadido de ordenanzas
para aligerar la conciencia cargada, o de formas para crear piedad allí donde la comunión está ausente; vistiendo todo esto
con el nombre de Cristo, y con la autoridad de la así llamada iglesia, cuya existencia misma en su realidad está identificada
con el principio de la gracia soberana, y está caracterizada por la sujeción [28].
[28] Ver Efesios 5:24.
Pero volvamos a la historia de Pablo.
Capítulo 20
En Macedonia y Grecia; el
largo discurso de Pablo en Troas;
a muerte y resucitación
de Eutico
Después que el alboroto hubo cesado, él envía a buscar a los discípulos, los abraza, y parte para ir a Macedonia; él
visita todo el país, y llega a Grecia. El comienzo de la Segunda Epístola a los Corintios da los detalles de esta parte de
su historia. En Grecia él permanece tres meses; y cuando los Judíos le preparan una emboscada, él vuelve por Macedonia, en
lugar de navegar directamente a Siria. En Troas (donde se le había abierto una puerta cuando iba de camino a Grecia, pero
donde sus afectos por los Corintios no le habían permitido permanecer) él pasa su Domingo, y aun toda la semana, para ver
a los hermanos. Nosotros percibimos el objetivo habitual de la asamblea de ellos: ellos se reunían "para partir el pan"; y
la ocasión habitual para llevar esto a cabo era: "El primer día de la semana." (Hechos 20:7). Pablo se vale de esto para hablarles
toda la noche; pero era una ocasión extraordinaria. La presencia y las exhortaciones de un apóstol no lograron mantenerlos
a todos despiertos. No obstante, no se trató de una asamblea reunida en secreto o en la oscuridad. Había muchas lámparas para
alumbrar el aposento alto en el cual ellos se reunieron. Por el lugar en que ellos se reunieron nosotros podemos ver que las
asambleas no estaban compuestas de muchas personas. El aposento alto en Jerusalén recibió, quizás, a ciento veinte. Parece,
a partir de diferentes salutaciones, que ellos se reunían en casas particulares - probablemente en varias, si es que el número
de creyentes lo requería; pero aunque había varias reuniones, había sólo una asamblea.
Eutico paga el precio de su falta de atención; pero Dios rinde testimonio a Su propia bondad, y al poder con el cual
Él había investido al apóstol, levantándole de un estado de muerte. Pablo dice que su alma estaba aún en él: él tenía solamente
que renovar la conexión entre ella y su organismo físico [*]. En otros casos el alma había sido vuelta a llamar.
[*] N. del T.: "Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: "¡No os alarméis, porque su vida
está en él!"" - Hechos 20:10 - RVA.
"Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándole en sus brazos dijo: «No os inquietéis,
pues su alma está en él.» - Hechos 20:10 - BJ.
Pablo, el centro de energía
en sus labores sólo como estando lleno del Espíritu
Pablo escogió ir solo desde Troas a Asón. Nosotros vemos que a través de toda la historia, él arreglaba, mediante el
poder que el Espíritu le dio sobre ellos, los servicios voluntarios de sus compañeros - no como amo de ellos, indudablemente,
pero con todo, más absolutamente que si él lo hubiese sido. Él es (bajo Cristo) el centro del sistema en el cual él labora
, el centro de energía. Sólo Cristo puede ser, por derecho propio, el centro de la salvación y de la fe. Fue sólo como estando
lleno del Espíritu que Pablo era el centro aun de esa energía; y fue, como hemos visto, al no contristarlo a Él, y al ejercitarse
él mismo para tener una conciencia sin ofensa para con Dios y los hombres.
Pablo no se detiene en Éfeso, porque en un lugar tan central él debería haberse quedado por algún tiempo. Es necesario
evitar aquello que tiene una cierta demanda moral sobre nosotros, si no queremos y no debemos ser detenidos por la obligación
que ella impone sobre nosotros.
El discurso de Pablo a los
ancianos Efesios: cómo y qué había predicado él: este ministerio finalizaba; la responsabilidad de ellos
No hubo falta de afecto por los amados Efesios, ni hubo ningún pensamiento acerca de descuidarlos. Él envía a llamar
a los ancianos, y les dirige un discurso que debemos examinar un poco, como colocando ante nosotros la posición de la asamblea
en aquel tiempo, y la obra del evangelio entre las naciones.
Las asambleas estaban consolidadas sobre una extensión bastante amplia del país, y al menos en diversos lugares habían
tomado la forma de una institución regularmente ordenada. Ancianos fueron establecidos y reconocidos. El apóstol pudo enviar
a llamarles para que acudieran a él. Su autoridad era reconocida, también, por parte de ellos. Él habla de su ministerio como
una cosa pasada - ¡solemne pensamiento! pero los lleva a ser testigos no sólo de que él les había predicado la verdad, sino
de una verdad que habló a sus conciencias; colocándoles delante de Dios por una parte, y, por la otra, presentándoles a Aquel
en quien Dios se dio a conocer, y en quien Él comunicaba toda la plenitud de la gracia a favor de ellos - es decir, a Jesús,
el objeto de la fe de ellos, el Salvador de sus almas. Él había hecho esto a través de problemas y a través de dificultades,
a pesar de la oposición sin escrúpulos de los Judíos, quienes habían rechazado al Ungido, pero de acuerdo con la gracia que
surgió por sobre todo este mal y declaró la salvación a los Judíos, y, yendo más allá de estos límites (debido a que se trataba
de gracia) se dirigió a los Gentiles, a todos los hombres, como pecadores y responsables ante Dios. Pablo había hecho esto,
no con la soberbia de un maestro, sino con la humildad y la perseverancia del amor. Él deseaba, también, terminar su ministerio,
y no fracasar en nada de lo que Jesús le había encomendado. Y él iba ahora a Jerusalén, sintiéndose obligado en el espíritu
para hacer esto, sin saber lo que le acontecería allí, pero siendo advertido por el Espíritu Santo que prisiones y aflicciones
le esperaban. Con respecto a ellos, él sabía que su ministerio había finalizado, y que no volvería a ver sus rostros. En lo
sucesivo la responsabilidad descansaría especialmente sobre ellos.
Habiendo finalizado
las labores apostólicas, la asamblea era responsable de estar firme; peligros y dificultades iban a complicar la obra de los
ancianos
De este modo, el Espíritu Santo establece aquí ante nosotros que ahora, cuando el detalle de la obra de Pablo de implantar
el evangelio entre los Gentiles se relata como una escena completa entre Judíos y Gentiles, él dice adiós a la obra; para
dejar en una nueva posición a aquellos que él había reunido y, en un cierto sentido, para dejarlos a ellos mismos [29]. Es
un discurso que marca el cese de una fase de la asamblea - la de las labores apostólicas - y la entrada en otra - su responsabilidad
de estar firme ahora que esas labores habían cesado, el servicio de los ancianos a quienes el Espíritu Santo había puesto
"por obispos" o supervisores (Hechos 20:28), y que advierte, al mismo tiempo, acerca de los peligros y dificultades que conllevaría
la cesación de la labor apostólica, y que complicarían la obra de los ancianos sobre los cuales la responsabilidad recaería
ahora más especialmente.
[29] Nosotros no tenemos ningún relato escritural acerca de si Pablo fue
dejado en libertad alguna vez y si regresó a estas partes (no necesariamente a Éfeso) tal como Filipenses y Filemón, y quizás
2 Timoteo, nos llevan a suponer.
La sucesión apostólica
completamente negada
La primera observación que se infiere de la consideración de este discurso es que la sucesión apostólica es completamente
negada mediante él. Varias dificultades surgirían debido a la ausencia del apóstol, y no habría nadie en su lugar para enfrentar
o evitar estas dificultades. Por consiguiente, él no tuvo sucesores. En segundo lugar, aparece el hecho de que una vez que
esta energía que reprimía el espíritu del mal estuviera lejos, lobos rapaces desde afuera, y maestros de cosas perversas desde
dentro, levantarían sus cabezas y atacarían la sencillez y la felicidad de la asamblea, la cual se vería acosada por los esfuerzos
de Satanás sin poseer ella energía apostólica para resistirlos.
El deber de los ancianos de cuidar, apacentar, y velar sobre el rebaño
y sobre ellos mismos; ellos son encomendados a Dios y a la Palabra de Su gracia
Este testimonio de Pablo es de la más alta
importancia con respecto a todo el sistema eclesiástico. La atención de los ancianos que son dejados a cargo es dirigida a
otra parte más que a presentar el cuidado apostólico (como no teniendo más este recurso, o algo que lo reemplazara oficialmente),
para que la asamblea pudiera ser guardada en paz y protegida del mal. La parte de ellos era cuidar de la asamblea en estas
circunstancias. En siguiente lugar, lo que debía hacerse principalmente para impedir el mal era apacentar el rebaño, y velar,
ya sea sobre ellos mismos o sobre el rebaño, para ese propósito. Les recuerda cómo él mismo los había exhortado día y noche
con lágrimas. Por consiguiente, que ellos velen. Luego él los encomienda, no a Timoteo, ni a un obispo (supervisor), sino
- de una manera que desecha todo recurso oficial - a Dios, y a la palabra de Su gracia (Hechos 20:32), la cual podía edificarlos
y asegurarles la herencia. Fue aquí cuando él dejó la asamblea; lo que la asamblea hizo después no es mi tema aquí. Si Juan
vino más tarde a trabajar a estas partes, ello fue un gran favor de parte de Dios, pero no cambió oficialmente en nada la
posición. Sus labores (con la excepción de las advertencias a las siete asambleas en el Apocalipsis, por lo que respecta a
juicio) consideran la vida individual, su carácter, y aquello que la sostenía.
El afecto de Pablo mostrado en su despedida de la asamblea Efesia
Con profundo y conmovido afecto, Pablo se
despide de la asamblea en Éfeso. ¿Quién llenó el vacío? Él apeló, al mismo tiempo, a sus conciencias para la rectitud de su
andar. Las libres labores del apóstol de los Gentiles habían finalizado. ¡Pensamiento solemne y conmovedor! Él había sido
el instrumento escogido por Dios para comunicar al mundo Sus consejos con respecto a la asamblea, y para establecer en medio
del mundo este precioso objeto de Sus afectos unido a Cristo a Su diestra. ¿Qué habría de ser de ella aquí abajo?
Capítulo 21
El testimonio personal del apóstol en sufrimiento
Después de este tiempo, el apóstol tiene
que dar cuenta de sí mismo, y llevar a cabo de una manera sorprendente las predicciones del Señor. Llevado ante tribunales
por la maldad de los Judíos, entregado por el odio de ellos en manos de los Gentiles, todo ello se iba a tornar en un testimonio.
Reyes y gobernantes oirán el evangelio, pero el amor de muchos se enfriará. Esta es, en general, su posición; pero había detalles
que eran personalmente suyos.
El desarrollo en el libro de los Hechos de la enemistad
y el antagonismo de los Judíos
Podemos observar aquí un rasgo principal
en este libro, el cual ha sido poco notado; es decir, el desarrollo de la enemistad de los Judíos, dando lugar a su rechazo
final, tal como ellos eran. El libro de los Hechos finaliza con el último caso presentado; la obra en medio de aquel pueblo
es dejada en el olvido, y la obra de Pablo ocupa toda la escena en la narrativa histórica presentada por el Espíritu. El antagonismo
de los Judíos mostrado a la manifestación de la asamblea, que tomaba el lugar de ellos y borraba la distinción entre ellos
y los Gentiles, mediante la introducción del cielo y la gracia soberana plena en contraste con la ley la cual, aun siendo
universal en su orientación, fue dada a un pueblo definido (gracia de la cual el pecador se beneficiaba por medio de la fe)
- este antagonismo, presentándose a cada paso en la carrera del apóstol, aunque él actuaba con la mayor circunspección posible,
es incitado a su plena intensidad en Jerusalén, su centro natural, y se manifiesta mediante la violencia y por los esfuerzos
hechos con los Gentiles con el propósito de eliminar a Pablo de la tierra. Esto hizo que la posición del apóstol fuese muy
seria con respecto a los Gentiles en Jerusalén - una ciudad aún más celosa de su importancia religiosa por haber perdido,
bajo la servidumbre Romana, la realidad de ella, por haberse transformado esta realidad en un espíritu de rebelión contra
la autoridad que la dejaba incapacitada.
Pablo en tres posiciones diferentes
Después
de la historia del Cristianismo, contemplado como estando en conexión con el Judaísmo (con referencia a las promesas y a su
cumplimiento en el Mesías), nosotros encontramos a Pablo en tres posiciones diferentes.
En
primer lugar, condescendiendo a tomar en cuenta aquello que aún existía en Jerusalén con el propósito de conciliación, y aun
al dirigirse a los Judíos en todas partes en sus sinagogas, como teniendo, administrativamente, el primer derecho a oír el
evangelio ("al judío primeramente, y también al griego" - Romanos 1:16; 2:10) pues Jesús "fué hecho ministro de la circuncisión,
a causa de la fidelidad de Dios, para confirmar
las promesas dadas a los padres." (Romanos 15:8 - VM). En este sentido él nunca falló,
y él establece estos principios clara y dogmáticamente en la Epístola a los Romanos.
Después lo encontramos en toda la libertad de la plena verdad de la gracia y los propósitos de Dios, en su propia obra
especial de la cual él condescendió en gracia. Esto está registrado en la Epístola a los Efesios.
En ambos casos él actúa bajo la guía del Espíritu Santo, llevando a cabo la voluntad de Dios.
Después, en tercer lugar, le vemos en conflicto con la hostilidad del Judaísmo legal, con cuyos emisarios él se encontraba
continuamente, y en el foco mismo de aquello en lo que él mismo se arrojó yendo a Jerusalén, en esa parte de la historia que
estamos considerando ahora. Cuánto de esto era de Dios - o cuánto era la consecuencia de sus propios pasos - es tema de consideración
en esta narración. Está más allá de toda duda el hecho de que la mano de Dios estaba en ello para el bien de la asamblea,
y al conducir a Su siervo amado para su propio bien al final. Nosotros debemos descubrir solamente cuán lejos la voluntad
y la mente de Pablo entró, como medio que Dios usó para producir el resultado que Él se proponía, sea para la asamblea o para
Su siervo, o para los Judíos. Estos pensamientos son del más profundo interés, y demandan un examen humilde de aquello que
Dios ha colocado ante nosotros para instruirnos sobre este punto en la historia que el Espíritu mismo nos ha dado de estas
cosas.
El Espíritu prohíbe
a Pablo que vaya a Jerusalén; algo le impulsó a ir allá
La primera cosa que nos sorprende al comienzo de esta historia es que el Espíritu Santo le dice que no vaya a Jerusalén
(Hechos 21:4). Esta palabra tiene una importancia evidente. Pablo se sentía obligado: había algo en su mente que lo impulsaba
a ir allá, un sentimiento que lo forzaba en esa dirección; pero el Espíritu, en Su testimonio positivo y externo, prohibió
su ida.
La intención de
Pablo de ir a Roma; su amor por su nación
La intención del apóstol había sido ir a Roma. El apóstol de los Gentiles había sido enviado a predicar el evangelio
a toda criatura, no hubo nada del yo en este proyecto que no fuese conforme a la gracia (Romanos 1: 13-15). No obstante, Dios
no le había permitido ir allí. Él se vio obligado a escribirles su Epístola sin verlos (Epístola a los Romanos). El cielo
es la metrópolis del Cristianismo. Roma y Jerusalén no deben tener ningún lugar con Pablo, excepto en cuanto a la relación
en afecto para con la una, y en estar preparado para evangelizar, cuando él pudiera, a la otra. La frase en Hechos 19:21 que
está traducida "en espíritu" significa solamente el espíritu de Pablo. Él se propuso, en su mente, diciendo, "Después que
haya estado allí, es preciso que yo vea a Roma también." (Hechos 19:21 - VM). Después, él mismo cargó con las ofrendas de
los santos en Acaya y Macedonia. Él quiso demostrar su afecto por los pobres de su pueblo (Gálatas 2:10). Todo esto estaba
bien. Yo no sé si era una función apropiada para un apóstol. Se trató, evidentemente, de un sentimiento Judío, el cual colocó
un valor peculiar sobre los pobres de Jerusalén, y hasta entonces, sobre Jerusalén misma. Un Judío prefiere ser pobre en Jerusalén
antes que rico entre los Gentiles. Había Cristianos pobres allí desde la época de su conversión, sin duda, pero ese fue el
origen de este sistema (comparen con Nehemías 11:2 y Hechos 24:17). Todo esto pertenecía a la relación con el Judaísmo (Romanos
15: 25-28). Pablo amaba a la nación a la que el pertenecía según la carne, y que había sido el amado pueblo de Dios y era
aún Su pueblo, aunque rechazado por un tiempo, teniendo que entrar ahora el remanente en el reino de Dios a través del Cristianismo.
Este apego de Pablo hacia ellos (que tenía su lado correcto y profundamente afectuoso, pero que, por otro lado, tenía que
ver con la carne) lo llevó al centro del Judaísmo. Él era el mensajero de la gloria celestial, el cual sacó a la luz la doctrina
de la asamblea compuesta de Judíos y Gentiles, unidos sin distinción en el un cuerpo de Cristo, borrando así el Judaísmo;
pero este amor por su nación lo llevó, repito, al centro mismo del Judaísmo hostil - Judaísmo que estaba enfurecido contra
esta igualdad espiritual. El Señor le había dicho que ellos no recibirían su testimonio (Hechos 22:18).
Pablo, como un siervo
amado y fiel, pero, aun así, un hombre
No obstante, la mano de Dios estaba indudablemente en ello. Pablo encontró individualmente su nivel.
Como instrumento de la revelación de Dios él proclama, en toda su extensión y en toda su fuerza, el propósito de la
gracia soberana de Dios. El vino no es adulterado; fluye tan puro como él lo ha recibido. Y él anduvo de una manera notable,
a la altura de la revelación que se le encomendó. Aun así, Pablo es, individualmente, un hombre; él debe ser ejercitado y
manifestado, y en esos ejercicios a los que Dios nos ha sometido. Allí donde la carne ha encontrado su placer, la esfera en
la que ella se ha gratificado a sí misma, es allí que cuando Dios actúa ella encuentra su aflicción. Con todo, si Dios vio
adecuado probar a Su siervo y que él se manifestase a sí mismo en cuanto a lo que él era, Él estuvo con él, y le bendijo aun
a través de la prueba misma - Él transformó esta prueba en un testimonio, y dio refrigerio al corazón de Su siervo amado y
fiel. La manifestación de aquello que en él no es conforme al Espíritu, o que no está a la altura de su llamamiento, fue para
su bendición y para bendición de la asamblea en amor. ¡Bienaventurado aquel que anda tan fielmente y mantiene su posición
en el mismo grado en la senda de la gracia! No obstante, Cristo es el único modelo. Yo no veo a ninguno que (en otra trayectoria)
se pareciera tanto a Él en Su vida pública como Pablo.
Mientras más escudriñamos el andar del apóstol, más veremos este parecido. Sólo que Cristo era el modelo de perfección
en obediencia; en Su precioso siervo estaba la carne. Pablo habría sido el primero en reconocer que esa perfección puede ser
adscrita solamente a Jesús.
La preponderante
mano de Dios
Yo creo, entonces, que la mano de Dios estuvo en este viaje de Pablo; que en Su sabiduría soberana Él quiso que Su
siervo lo emprendiese, y que tuviese bendición en su transcurso también; pero creo también que el medio empleado para conducirlo
a este viaje según esa sabiduría soberana, fue el afecto humano del apóstol para con el pueblo que eran sus parientes según
la carne; y que él no fue conducido a efectuar este viaje por el Espíritu Santo actuando de parte de Cristo en la asamblea.
Este apego a su pueblo, este afecto humano, se encontró con aquello entre el pueblo que lo puso en su lugar. Humanamente hablando,
se trató de un sentimiento amable; pero no se trató del poder del Espíritu Santo fundamentado en la muerte y resurrección
de Cristo. Aquí ya no había más ni Judío ni Gentil. En Cristo estando vivo en esta tierra este sentimiento era lo correcto.
Cristo continuó en él hasta el final para que Él pudiese morir; Él vino para este propósito.
El afecto de Pablo era bueno en sí mismo, pero como fuente de acción este no se elevaba a la altura de la obra del
Espíritu, el cual, de parte de Cristo, le había enviado lejos de Jerusalén a los Gentiles, para revelar la asamblea como Su
cuerpo unido a Él en el cielo. De esta manera, los Judíos le oyeron hasta que él llegó a esa palabra, y entonces clamaron
y provocaron un alboroto que causó la encarcelación de Pablo [30]. Él sufrió por la verdad allí donde la verdad no tuvo acceso
según el propio testimonio de Cristo: "no recibirán tu testimonio acerca de mí." (Hechos 22:18). Fue necesario, sin embargo,
que los Judíos manifestasen su odio al evangelio, y dieran esta demostración final de su oposición inveterada a los modos
de obrar de Dios en gracia.
[30] Y esta circunstancia es digna de mención, ya que fue la declaración
de Cristo acerca de que él debía ir a los Gentiles, a lo cual nosotros podemos añadir que, en aquel momento, esto fue acompañado
por la declaración, "sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." (Hechos 22:18). De modo
que lo que manifestó que su testimonio no fue de ninguna utilidad en Jerusalén fue la ocasión de su aprensión. En base a la
palabra de Cristo y su propia demostración, su servicio apostólico no estaba allí sino en otra parte.
Concluye la misión apostólica
a los Gentiles
en cuanto a la fundación de la asamblea
Al mismo tiempo, cualesquiera que puedan haber sido las labores posteriores del apóstol (el Espíritu Santo no menciona
si hubo algunas: Pablo ve a los Judíos en su propia casa, y recibe a todos los que vienen a él; pero) la página de la historia
del Espíritu concluye aquí. Esta historia ha finalizado. La misión apostólica en conexión con la fundación de la asamblea
ha concluido. Roma no es más que la prisión del apóstol de la verdad, a quien la verdad había sido encomendada. Jerusalén
lo rechaza, Roma lo encarcela y le da muerte así como la había hecho con Jesús, a quien el bendito apóstol se iba a asemejar
en esto también según su deseo en Filipenses 3; puesto que Cristo y ser semejante a Él en Su muerte eran su único objeto.
Se le concedió encontrar esta semejanza en su servicio, así como estaba tan fuertemente en su corazón y alma, con la necesaria
diferencia entre un ministerio que no iba a quebrar la caña cascada, ni alzar su voz en las calles, y uno que, en testimonio,
iba a traer juicio a los Gentiles.
El fracaso universal del hombre;
la asamblea permaneciendo como el objeto
de fe hasta que
ella sea manifestada en gloria como la Jerusalén celestial
La misión de los doce a los Gentiles, empezando desde Jerusalén (Mateo 28), nunca tuvo lugar, hasta donde cualquier
registro del Espíritu Santo indica [31].
[31] Marcos 16:20 es el único pasaje del que se puede suponer que alude
a lo que lo cumpliría; y aun así no como tal, pues ese pasaje y Colosenses 1:6 se refieren a todo el mundo, y se fundamentan
sobre la ascensión, no en una misión a los Gentiles basada sólo sobre la resurrección.
Jerusalén los detuvo. Ellos ni siquiera recorrieron las ciudades de Israel. El ministerio de la circuncisión fue dado
a Pedro y el de los Gentiles a Pablo en conexión con la doctrina de la asamblea y de un Cristo glorioso - un Cristo que él
ya no conocía según la carne. Jerusalén, ciudad a la cual el apóstol fue empujado por su afecto, lo rechazó tanto a él como
a su misión. Su ministerio a los Gentiles, por lo que respecta al libre efecto del poder del Espíritu, terminó igualmente.
Quizás la historia eclesiástica nos puede decir más; no obstante, Dios ha tenido cuidado de sepultar esto en una profunda
oscuridad. Nada ulterior es reconocido por el Espíritu. Ya no oímos más acerca de los apóstoles en Jerusalén; y Roma, como
hemos visto, no tuvo a ninguno, hasta donde el Espíritu Santo nos informa, exceptuando la información de que el apóstol de
los Gentiles fue allí un prisionero y que finalmente fue ejecutado. El hombre ha fracasado en todas partes en la tierra. Los
centros religiosos y políticos del mundo- centros, según Dios, en cuanto a la tierra - han rechazado el testimonio, y dan
muerte al que testifica; pero el resultado ha sido que el cielo ha mantenido sus derechos inviolados y en su absoluta pureza.
La asamblea, la verdadera metrópolis celestial y eternal de gloria y de los modos de obrar de Dios - la asamblea que responde
a Su corazón en gracia como unida a Cristo en gloria - permanece como el objeto de la fe. Está revelada conforme a los pensamientos
de Dios, y perfectamente tal como ella es en Su mente, hasta que, como la Jerusalén celestial, ella sea manifestada en gloria,
en conexión con el cumplimiento de los modos de obrar de Dios en la tierra, en el restablecimiento de Jerusalén como centro
de Sus tratos terrenales en gracia, Su trono, Su metrópolis aun en medio de los Gentiles, e incluso en la desaparición del
poder Gentil, cuya sede y centro era Roma.
El Cristianismo
en Roma antes de que algún apóstol lo estableciera allí
Examinemos ahora los pensamientos del apóstol, y lo que sucedió históricamente. Pablo escribió desde Corinto a Roma,
cuando él tuvo este viaje en consideración. El Cristianismo había afluido hacia aquel centro del mundo, sin que absolutamente
ningún apóstol lo hubiera establecido allí. Pablo lo sigue. Roma es, por decirlo así, una parte de su dominio apostólico que
se le escapa (Romanos 1: 13-15). Él regresa al tema en el capítulo 15 de Romanos. Si él no podría ir (pues Dios no comenzará
con la capital del mundo - comparen con la destrucción de Hazor en Canaán, Josué 11:11), por lo menos él les escribiría sobre
el terreno de su apostolado universal a los Gentiles. Algunos Cristianos estaban ya establecidos allí: así lo consentiría
Dios. Pero ellos eran, de alguna manera, de su provincia. Muchos de ellos habían estado personalmente en conexión con él.
Vean el número y el carácter de las salutaciones al final de la Epístola a los Romanos, los cuales tienen un sello peculiar,
haciendo a los Cristianos Romanos, en gran parte, hijos de Pablo.
Jerusalén, o Roma
y España
En Romanos 15: 14-29, él desarrolla su posición apostólica con respecto a los Romanos y otros. Él deseaba ir también
a España cuando hubiera visto a los hermanos en Roma por un tiempo breve. Él desea impartirles dones espirituales, pero para
ser consolado por el mutuo afecto de ellos, para disfrutar un poco de su compañía. Ellos están en conexión con él; pero tienen
su lugar como Cristianos en Roma sin que él jamás hubiera estado allí. Por consiguiente, cuando él los hubiera visto por un
tiempo breve, él iría a España. Pero fue decepcionado con respecto a estos proyectos. Todos lo que el Espíritu Santo nos dice
es que él fue un prisionero en Roma. Hay un profundo silencio en cuanto a España. En lugar de ir más allá cuando los hubo
visto y les hubo impartido dones, él permanece dos años como prisionero en Roma. No se sabe si él fue puesto en libertad o
no. Algunos dicen que sí, otros que no; la Palabra no dice nada.
Es aquí, cuando él hubo exteriorizado sus intenciones y el carácter de sus relaciones con Roma en el Espíritu, y cuando
un amplio campo se abre ante él en el occidente, que su antiguo afecto por su pueblo y por Jerusalén interviene: "Por ahora,
voy a Jerusalén para llevar ayuda a los hermanos, ya que Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los hermanos
pobres de Jerusalén. Lo hicieron de buena voluntad, aunque en realidad era su obligación hacerlo. Porque si los gentiles han
participado de las bendiciones espirituales de los judíos, están en deuda con ellos para servirles con las bendiciones materiales.
Así que, una vez que yo haya cumplido esta tarea y entregado en sus manos este fruto, saldré para España y de paso los visitaré
a ustedes." (Romanos 15: 25-28, NVI). ¿Por qué no ir a Roma según la energía
del Espíritu, habiendo terminado su obra en Grecia? (Romanos 15:23). Dios, sin duda, ordenó que estas cosas tuvieran que suceder
en Jerusalén, y que Roma y los Romanos tuvieran que ocupar este triste lugar con respecto al testimonio de un Cristo glorificado
y de la asamblea, testimonio que el apóstol rendía ante el mundo. Pero en cuanto a Pablo, ¿por qué poner a la rebelde Jerusalén
entre su deseo evangélico y su obra? El afecto era bueno, y el servicio era bueno, pero para un diácono, o para un mensajero
de las iglesias: ¡excepto para Pablo, quien tenía todo el occidente abierto ante su pensamiento evangelizador!
Por el momento, Jerusalén se interpuso en su visión. Por consiguiente, como hemos visto, el Espíritu Santo le advirtió
acerca de su camino. Él vio también, de antemano, el peligro al cual se estaba apresurando (Romanos 15: 30-32). Él estaba
seguro (Romanos 15:29) de llegar en la plenitud de la bendición del evangelio de Cristo, pero no estaba seguro de que él iría
con gozo. La cosa para la que el pidió las oraciones de ellos, resultó bastante distinta de lo que él deseaba. Él fue librado,
pero como un prisionero. El cobró aliento cuando vio a los hermanos en el Foro de Apio y en las Tres Tabernas (Hechos 28:15).
No hubo tampoco ningún viaje a España.
El Señor estando al lado de
Su siervo en el juicio,
pero dando la necesaria
disciplina
Para mí, todo esto es muy solemne. El Señor, lleno de gracia y ternura, estuvo con Su pobre pero amado siervo. En el
caso de alguien como Pablo, es una historia muy conmovedora, y los modos de obrar del Señor son adorables y perfectos en bondad.
La realidad de la fe está allí en pleno; los modos de obrar de la gracia son perfectos, y son perfectos también en ternura
en el Señor. Él está con Su siervo en el juicio en el cual él se encuentra, para darle ánimo y fortalecerlo. Al mismo tiempo,
con respecto al deseo de ir a Jerusalén, él es advertido por el Espíritu, y sus consecuencias son colocadas ante él; y, al
no volver atrás, él experimenta la necesaria disciplina, que lleva su alma a su lugar, un lugar pleno de bendición delante
de Dios. Su andar encuentra su nivel en cuanto a poder espiritual. Él siente exteriormente el poder de aquello de lo cual
él había sentido el poder moral procurando impedir su ministerio, y una cadena sobre su carne responde a la libertad que él
le había permitido. Hubo justicia en los tratos de Dios. Su siervo era demasiado precioso para que esto fuese de otra manera.
Al mismo tiempo, en cuanto al resultado y al testimonio, Dios ordenó todo para Su propia gloria, y con perfecta sabiduría
en cuanto al futuro bienestar de la asamblea. Jerusalén, como hemos visto, rechaza el testimonio a los Gentiles, en una palabra,
rechaza los modos de obrar de Dios en la asamblea (comparen con 1 Tesalonicenses 2: 14-16); y Roma llega a ser la prisión
de aquel testimonio; mientras el testimonio es llevado ante los gobernantes y reyes, y ante el propio César, conforme a la
promesa del Señor.
Pablo, colocado en la posición
de Cristo como entregado a los Gentiles
por el odio Judío
Yo he dicho que la gracia coloca a Pablo en la posición de Cristo entregado a los Gentiles por el odio de los Judíos.
Ello fue un gran favor. La diferencia - aparte del amor infinito del Señor quien se entregó a Sí mismo - fue que Jesús estuvo
allí en Su lugar verdadero delante de Dios. Él había venido a los Judíos: el hecho de que Él hubiera de ser entregado fue
el acto supremo de Su consagración y Su servicio. Ello fue, de hecho, la ofrenda de Sí mismo mediante el Espíritu eterno (Hebreos
9:14). Fue la esfera de Su servicio como enviado por Dios. Pablo reingresó en ello: la energía del Espíritu Santo lo había
colocado afuera - "librándote", dijo el Señor, "de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras
sus ojos", etc. (Hechos 26: 17, 18 y ss.). Jesús lo había sacado de ambos, para ejercer un ministerio que unía a los dos en
un cuerpo en Cristo en el cielo, quien lo había enviado de esta manera. Pablo, en su servicio, no conoció a nadie según la
carne; en Cristo Jesús no había Judío ni Griego.
Advertido por el
Espíritu Santo, pero no persuadido
Reanudemos su historia. El Espíritu Santo le advierte que no suba (capítulo 21:4). Sin embargo, él continúa su viaje
a Cesarea. Un profeta llamado Agabo desciende de Judea, y anuncia que Pablo sería atado y entregado a los Gentiles. Se podría
decir que esto no impidió su ida. Es verdad; aun así, viniendo después de otras advertencias, la de Agabo fortaleció la advertencia
ya dada. Cuando él andaba en la libertad del Espíritu, cuando era advertido del peligro, él huía de este, mientras que enfrentaba
cada peligro si el testimonio lo requería. En Éfeso él se dejó persuadir en el sentido de no ir al teatro.
El Espíritu Santo, habitualmente, no advierte de peligro. Él conduce en la senda del Señor, y si la persecución viene,
Él da fuerza para soportarla. Aquí Pablo fue advertido constantemente. Sus amigos le suplican que no suba. Él no se dejará
persuadir. Ellos callan, poco satisfechos, diciendo, "Hágase la voluntad del Señor." (Hechos 21:14). Y, yo no lo dudo, Su
voluntad fue hecha, pero para el cumplimiento de los propósitos que Pablo no conoció mediante la inteligencia dada por el
Espíritu Santo. El sólo se sintió presionado en espíritu para ir, y dispuesto a sufrir todas las cosas por el Señor.
Procurando complacer
a los creyentes Judíos, Pablo se encuentra en manos de los adversarios del evangelio
Por tanto, él se marcha a Jerusalén, y cuando está allí, va a casa de Jacobo, y todos los ancianos se reúnen (Hechos
21: 17, 18). Pablo les relata la obra de Dios entre los Gentiles. Ellos se vuelven a su Judaísmo, del cual la multitud estaba
llena, y, mientras se regocijaban en el bien que fue obrado por Dios mediante el Espíritu, ellos desean que Pablo se muestre
obediente a la ley. Los creyentes en Jerusalén se reúnen, inevitablemente, ante la llegada de Pablo, y sus prejuicios con
respecto a la ley deben ser satisfechos. El propio Pablo se ha colocado en presencia de las exigencias del hombre: rehusar
a conformarse a ellas sería decir que sus pensamientos acerca de él eran verdaderos; por otra parte, actuar conforme a sus
deseos era establecer una norma, no de la guía del Espíritu en toda libertad de amor, sino de la condición ignorante y prejuiciosa
de estos creyentes Judíos. Se trata de que Pablo no estaba allí conforme al Espíritu como un apóstol sino conforme a su adherencia
a estas cosas pasadas. Uno debe estar por sobre los prejuicios de los demás, y libre de la influencia de ellos, para poder
condescender a ellos en amor.
Estando allí, Pablo difícilmente puede hacer otra cosa que satisfacer las demandas de ellos. Pero la mano de Dios está
en ello. Este hecho le arroja en poder de sus enemigos. Procurando complacer a los creyentes Judíos, él se encuentra en la
boca del león, en manos de los Judíos que eran adversarios del evangelio. Se puede añadir que nosotros no oímos nada más de
los Cristianos de Jerusalén. Ellos habían hecho su obra. Yo no tengo dudas de que ellos aceptaron las ofrendas enviadas por
los Gentiles.
Capítulo 22
Pablo rescatado
por soldados Romanos; se le permite hablar al pueblo
Habiendo sido conmovida toda la ciudad y el templo cerrado, el tribuno de la compañía viene a rescatar a Pablo de los
Judíos, quienes deseaban matarle, prendiéndole, no obstante, él mismo, porque los Romanos estaban acostumbrados a estos tumultos,
y despreciaban completamente a esta nación amada por Dios, pero orgullosa y degradada en su propia condición. Sin embargo,
Pablo se gana el respeto del tribuno de la compañía mediante su manera de dirigirse a él, y este le permite hablar al pueblo.
Pablo había hablado en Griego al tribuno principal (Hechos 21: 37-39); pero, estando siempre preparado para ganar mediante
las atenciones del amor, y especialmente cuando el pueblo amado, pero rebelde, estaba en consideración, él les habla en Hebreo
(Hechos 21:40), es decir, en su lenguaje común llamado Hebreo. Él no se extiende sobre lo que el Señor dijo revelándose a
Sí mismo, sino que él da un particular relato de su posterior entrevista con Ananías (Hechos 22:12), un Judío fiel y estimado
por todos. Luego él entra a abordar el punto que caracterizaba necesariamente su posición y su defensa. Cristo se había manifestado
a Él, diciendo, "porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. . . . yo te enviaré lejos a los gentiles." (Hechos 22: 18-21).
¡Bendito sea Dios! es la verdad; pero, ¿por qué decir esta verdad a estas mismas personas que, conforme a las propias palabras
de Él, no recibirían el testimonio que él rendiría? La única cosa que dio autoridad a semejante misión fue la Persona de Jesús,
y ellos no creyeron en ella.
El efecto de su
discurso; él es llevado ante el Sanedrín
En su testimonio al pueblo, el apóstol puso énfasis en vano sobre la piedad Judía de Ananías: puesto que por muy genuina
que ella pudiera ser, no era más que una caña cascada. No obstante ello fue todo, excepto lo suyo propio. Su discurso no tuvo
más que un efecto - exponer el odio violento e incorregible de esta infeliz nación a cada pensamiento de gracia en Dios, y
el orgullo ilimitado que, de hecho, precedió a la caída que los aplastó. El tribuno, viendo la violencia del pueblo, y no
entendiendo en absoluto lo que estaba sucediendo, con el desprecio altanero de un Romano, ordena que Pablo sea atado y azotado
para hacerle confesar lo que ello significaba. Ahora bien, Pablo mismo era un ciudadano Romano, y había nacido como tal, mientras
que el tribuno había comprado esa libertad (Hechos 22: 25-29). Pablo da a conocer este hecho tranquilamente, y los que estaban
a punto de azotarle se apartan. El tribuno tuvo temor debido a que él le había atado; pero, como su autoridad se vio involucrada,
él le deja atado. Al siguiente día, él lo suelta y lo lleva ante el concilio, o Sanedrín, de los Judíos. El pueblo, no meramente
sus gobernantes, había rechazado la gracia.
Capítulo 23
El discurso de Pablo al concilio;
su resultado: es enviado
como prisionero a Cesarea
Pablo se dirige al concilio con la gravedad y dignidad de un hombre recto acostumbrado a andar con Dios. No es un testimonio
dado a ellos para su bien, sino una apelación de una buena conciencia a la conciencia de ellos, si es que ellos tenían alguna.
La respuesta inmediata es un ultraje de parte del juez o jefe del concilio. Pablo, exasperado por este procedimiento, pronuncia
juicio sobre él de parte de Dios (Hechos 23: 1-3); pero, advertido de que este era el sumo sacerdote (quien no estaba tan
vestido como para ser reconocido), él se excusa por su ignorancia acerca del hecho, citando la prohibición formal de la ley
en cuanto a hablar mal del príncipe del pueblo. Todo esto estuvo bien y en su lugar con respecto a los hombres; pero el Espíritu
Santo no podía decir, «Yo no sabía.» No se trata de la actividad del Espíritu llevando a cabo la obra de gracia y de testimonio.
Pero es el medio del juicio final de Dios sobre el pueblo. Es en este carácter, en lo que respecta a los Judíos, que Pablo
aparece aquí. Pablo hace una aparición mucho mejor que la de sus jueces, quienes se deshonran ellos mismos completamente y
manifiestan su terrible condición; pero él no aparece aquí ante ellos por cuenta de Dios. Él se aprovecha, después, de los
diferentes grupos en que estaba compuesto el concilio para provocar un completo desorden en él, al declarar que él mismo era
un Fariseo, hijo de un Fariseo, y que había sido puesto en tela de juicio por un dogma de aquella secta. Esto era verdad;
pero estaba por debajo de la altura de sus propias palabras, "cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida
por amor de Cristo." (Filipenses 3:7). Los Judíos, sin embargo, se manifestaron plenamente. Lo que Pablo dijo provocó un tumulto,
y el tribuno le arrebata de entre ellos. Dios tiene todas las cosas a Su disposición. Un sobrino de Pablo, nunca mencionado
en otra parte, oye acerca de una celada preparada para él y le advierte de ello. Pablo lo envía al tribuno, quien acelera
la partida de Pablo a Cesarea bajo escolta. Dios velaba sobre él, pero todo está en el nivel de los modos de obrar humanos
y providenciales. No hay aquí un ángel como en el caso de Pedro, ni el terremoto como en Filipos. Nosotros estamos, perceptiblemente,
sobre un terreno diferente.
Capítulo 24
Ante los gobernadores
Pablo aparece sucesivamente ante los gobernadores - el Sanedrín, Félix, Festo, Agripa, y después ante César. Y aquí,
cuando se ofrece la ocasión, nosotros tenemos sorprendentes apelaciones a la conciencia, cuando su defensa es puesta en cuestión,
que constaron de las varoniles y honestas declaraciones de una buena conciencia, que se elevaron sobre las pasiones e intereses
que le rodearon. Yo paso por alto, en silencio, el egoísmo mundano que se revela en Lisias y Festo, mediante su presunción
de todos los tipos de buenas cualidades y buena conducta. Esto fue nada más que la mezcla de una conciencia despertada y la
ausencia de principios en los gobernadores, el deseo de complacer a los Judíos para su propia importancia, o para facilitar
su gobierno de un pueblo rebelde, y el desprecio sentido por los que no eran tan responsables como Lisias para la tranquilidad
pública. La posición de Agripa y todos los detalles de la historia tienen un sello notable de verdad, y presentan los varios
caracteres al vivir de un estilo en el que parece que nosotros estamos en las escenas descritas. Vemos a las personas moverse
en ellas. Además, esto caracteriza sorprendentemente los escritos de Lucas.
Capítulo 25
Pablo apela a César
Otras circunstancias llaman nuestra atención. Festo, para complacer a los Judíos, propuso traer a Pablo a Jerusalén.
Pero Roma debía tener su parte en el rechazo del evangelio de la gracia, del testimonio de la asamblea, y Pablo apela a César.
Por consiguiente. Festo debe enviarlo allá, aunque se sentía incómodo por saber de qué crimen acusarlo al enviarlo. ¡Triste
retrato de la injusticia del hombre! Pero todo lleva a cabo los propósitos de Dios. Pablo, en el uso de los medios, no tiene
mejor éxito que en su tentativa de satisfacer a los Judíos. Este era quizás, ante los ojos de los hombres, su único recurso
bajo las circunstancias; pero el Espíritu Santo cuida de informarnos que él podría haber sido puesto en libertad si no hubiera
apelado a César.
Capítulo 26
La conciencia del
rey Agripa es despertada
Yo creo que en Agripa hubo más curiosidad que conciencia, aunque puede haber habido algún deseo de aprovechar la oportunidad
para saber qué doctrina era la que había agitado las mentes del pueblo, siendo esta una disposición que fue más que curiosidad.
Sus palabras, en general, son tomadas como si él no hubiese estado lejos de ser convencido de que el Cristianismo era verdadero:
él lo habría estado, quizás, si sus pasiones no se hubieran interpuesto en el camino. Pero podría cuestionarse si acaso esta
es la fuerza del Griego, como se supone generalmente, y no más bien, "«Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»"
(Hechos 26:28 - BJ), cubriendo su desasosiego apelando a su profesado Judaísmo ante Festo, mediante una observación afectada
y despreciativa. Y yo creo que tal es el caso. La noción de un 'casi cristiano' es completamente un error, aunque la mente
de un hombre pueda estar bajo influencias que deberían conducirle a ello, y, con todo, rechazarlo. A él le habría alegrado
que Pablo hubiera sido puesto en libertad. Expresó su convicción de que ello podría haberse hecho si él no hubiese apelado
a César. Él da su opinión a Festo como un hombre sabio y razonable; pero, en realidad, sus palabras fueron dictadas por su
conciencia - palabras que pudo aventurarse a pronunciar cuando Festo y todos los demás estuvieron de acuerdo en que Pablo
no había hecho nada digno de muerte o de cadenas.
Dios haría que la inocencia de su amado siervo fuera demostrada ante el mundo. Su discurso tiende a esto. Él va más
lejos, pero su objetivo es dar cuenta de su conducta. Su conversión milagrosa es relatada para justificar su carrera posterior;
pero está relatada de modo que actúe sobre la conciencia de Agripa, quien estaba familiarizado con las cosas Judías, y deseaba
oír, evidentemente, algo acerca del Cristianismo, del cual él sospechaba que era la verdad. Por consiguiente, él se aferra
con ahínco a la oportunidad que se le presenta de oír al apóstol explicarlo. Pero él permanece más o menos donde estaba. Sin
embargo, su condición de alma abre la boca de Pablo, y él se dirige directa y particularmente al rey; quien, además, absorbido,
evidentemente, por el tema, le había invitado a hablar. Para Festo todo esto era una rapsodia.
Un misionero de
parte de Dios ante los Gentiles
La dignidad de los modos de Pablo ante todos estos gobernantes es perfecta. Él se dirige a la conciencia con un olvido
de sí mismo que mostraba a un hombre en quien la comunión con Dios, y el sentido de su relación con Dios, llevaban al alma
por sobre todo efecto y circunstancias. Él estaba actuando por cuenta de Dios; y, con una deferencia perfecta por la posición
de aquellos a quienes él se dirigía, nosotros vemos aquello que era completamente superior a ellos. Mientras más humillantes
son sus circunstancias, más belleza hay en esta superioridad. Ante los Gentiles él es un misionero de parte de Dios. Él está
nuevamente (¡bendito sea Dios!) en su lugar correcto. Todo lo que él dijo a los Judíos era correcto y merecido; pero, ¿por
qué estaba él, que había sido librado del pueblo, sometido a la falta total de conciencia de ellos, y a sus ciegas pasiones
que no daban ningún lugar para al testimonio? Sin embargo, como hemos visto, debía ser así para que los Judíos pudiesen llenar,
en todo sentido, la medida de la iniquidad de ellos, y, de hecho, para que el bendito apóstol pudiese seguir las pisadas de
su Maestro.
El mensaje de Pablo
a Agripa; su historia personal; la conducta de los Judíos colocada bajo la luz más clara
El mensaje de Pablo al rey Agripa nos proporciona el retrato más completo de la entera posición del apóstol, tal como
él mismo la contemplaba cuando su largo servicio y la luz del Espíritu Santo iluminaban su mirada hacia el pasado.
Él no habla de la asamblea, pues esa era una doctrina para la enseñanza, y no una parte de su historia. Pero él presenta
en detalle todo lo que se relacionaba con su historia personal, lo que estaba en conexión con su ministerio. Él había sido
un estricto Fariseo; y él conecta aquí la doctrina de Cristo con las esperanzas de los Judíos. Él dice que estaba en cadenas
"por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres." (Hechos 26:6). Es indudable que la resurrección entró en
ello. ¿Por qué el rey debería pensar que la resurrección es imposible, que Dios no podía levantar a los muertos? Esto le lleva
a otro punto. Él mismo ciertamente había pensado que debía hacer muchas cosas contra Jesús de Nazaret, y las había llevado
a cabo con toda la energía de su carácter, y con el fanatismo de un Judío devoto. Su actual condición, como un testigo entre
los Gentiles, dependió del cambio obrado en él por la revelación del Señor cuando él estaba involucrado en procurar destruir
Su nombre. Cerca de Damasco, una luz más brillante que el sol los derribó a tierra a todos, y sólo él oyó la voz del Justo,
así que supo de Su propia boca que era Jesús, y que Él consideraba a todos los que creían en Él como siendo Él mismo. Él no
pudo resistir semejante testimonio. Pero como esto era el gran agravio para los Judíos, él muestra que su posición fue determinada
formalmente por el propio Señor. Él fue llamado a dar una evidencia ocular de la gloria que había visto; es decir, de Jesús
en esa gloria; y de otras cosas también, para cuya manifestación Jesús se le aparecería nuevamente. Un Jesús glorioso conocido
(personalmente) solamente en el cielo era el tema del testimonio que se le había encomendado. Para este propósito Él había
separado a Pablo de los Judíos, tanto como de los Gentiles, su misión perteneciendo inmediatamente al cielo, teniendo su origen
allí; y él fue enviado formalmente por el Señor de gloria a los Gentiles, para cambiar la posición de ellos con respecto a
Dios por medio de la fe en este glorioso Jesús, abriendo sus ojos, trayéndoles de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás
a Dios, y dándoles una herencia entre los santificados. (Hechos 26: 12-18). Esta era una obra definida. El apóstol no fue
desobediente a la visión celestial, y había enseñado a los Gentiles a volver a Dios, y a actuar como quienes lo habían hecho.
Los Judíos procuraban matarle por esta causa.
Nada hay más sencillo, y más verídico, que esta historia. Ella pone el caso de Pablo y la conducta de los Judíos bajo
la luz más clara. Cuando Festo lo llama al orden, el cual pensaba, naturalmente, que ello no era nada más que un entusiasmo
irracional, él apela con perfecta dignidad y rápido discernimiento al conocimiento de Agripa de los hechos sobre los que esto
se basaba: pues la cosa no se había hecho en algún rincón. (Hechos 26: 19-26)
El pobre prisionero
rico en Dios, y el Rey
Agripa no estuvo lejos de ser convencido, pero su corazón permaneció sin cambio. El deseo que Pablo expresa devuelve
el asunto a su realidad moral. La reunión es disuelta. El rey retoma su lugar regio en cortesía y condescendencia, y el discípulo
retoma su lugar como prisionero; pero, no obstante cuál haya sido la posición del apóstol, nosotros vemos en él un corazón
completamente feliz y lleno del Espíritu y del amor de Dios. Dos años de prisión no le habían producido ninguna depresión
de corazón o de fe, sino que sólo le había liberado de sus agobiantes conexiones con los Judíos, para darle momentos transcurridos
con Dios.
Agripa, sorprendido y dejándose llevar por la narración clara y franca de Pablo [32], se desahoga de la presión causada
por el discurso de Pablo diciendo, "«Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»" (Hechos 26:28 - BJ).
[32] Es difícil leer esto como 'casi'. Desahogándose, Agripa dice, "«Por
poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»" (Hechos 26:28 - BJ), cubriendo sus sentimientos, como he dicho, mediante
un discurso despreciativo. Pero yo no dudo que su mente estaba excitada grandemente.
El amor podría haber dicho, «!Quisiera Dios que tu lo fueras!» Pero hay una fuente en el corazón de Pablo que no se
detiene allí. "!Quisiera Dios", él dice, "que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!" (Hechos 26:29). ¡Qué alegría y qué amor (y, en Dios, estas dos cosas
van juntas) son expresados en estas palabras! Un pobre prisionero, envejecido y rechazado, es rico en Dios al final de su
carrera. ¡Años bienaventurados son los que él pasó en prisión! Él podía presentarse a sí mismo como un modelo de felicidad;
porque ésta llenaba su corazón. Hay condiciones de alma que se ponen de manifiesto a sí mismas inconfundiblemente. ¿Y por
qué él no podría ser feliz? Sus fatigas finalizadas, su obra, en un cierto sentido, terminada, él poseía a Cristo y en Él
poseía todas las cosas. El Jesús glorioso, quien le había llevado a las aflicciones y a los trabajos del testimonio, era ahora
su posesión y su corona. Este es siempre el caso. La cruz en el servicio - por virtud de lo que Cristo es - es el disfrute
de todo lo que Él es, cuando el servicio finaliza; y, en algún modo, es la medida de nuestro disfrute. Este fue el caso con
Cristo mismo, en toda su plenitud; este es también nuestro caso, en nuestra medida, según la gracia soberana de Dios. Sólo
que la expresión de Pablo implica que el Espíritu Santo esté actuando en el corazón para que este pueda ser libre para disfrutar,
y que el Espíritu no esté contristado.
El glorioso objeto
del corazón y de la fe de Pablo
La fuente infinita de gozo para Pablo era un Jesús glorioso - un Jesús que le amaba, un Jesús que puso el sello de
Su aprobación y amor sobre su servicio, un Jesús que le llevaría a Él mismo en la gloria, y con quien él era uno (y eso ahora,
conforme al abundante poder del Espíritu Santo, conforme a la justicia divina), un Jesús que reveló al Padre, y por medio
de quien él tenía el lugar de adopción - Él era el objeto glorioso de su corazón y de su fe; y, siendo conocido en amor, llenó
su corazón con aquel rebosante amor hacia todos los hombres. ¿Qué cosa mejor podía desear para ellos que fuesen como él, excepto
sus cadenas? ¿Cómo, lleno de ese amor, no podía él desearlo, o estar lleno de este gran afecto? Jesús era la medida de este
amor.
El siervo eclipsado
ante Cristo
Habiendo sido plenamente establecida y reconocida su inocencia por sus jueces, el propósito de Dios debe aún ser llevado
a cabo. Su apelación a César debe llevarle a Roma, para que él pueda dar testimonio allí también. En su posición aquí él se
parece nuevamente a Jesús. Pero al mismo tiempo, si nosotros los comparamos, el siervo, bienaventurado como él es, se ensombrece,
y es eclipsado ante Cristo, de modo que no podamos pensar más en él. Jesús se ofreció a Sí mismo en gracia; Él apeló solamente
a Dios; Él respondió nada más que para dar testimonio de la verdad - aquella verdad era la gloria de Su Persona, de Sus derechos,
humillado como Él estaba. Su Persona resplandece a través de todas las nubes oscuras de la violencia humana, las cuales no
podrían haber tenido ningún poder sobre Él si aquel no hubiese sido el momento para cumplir así la voluntad de Dios. Para
aquel propósito Él cede al poder dado a ellos desde arriba. Pablo apela a César. Él es un Romano- una dignidad humana conferida
por el hombre, y disponible ante los hombres; él la usa para él mismo, cumpliendo Dios de este modo Sus propósitos. Uno es
bendecido, junto con sus servicios; el otro es perfecto, el perfecto sujeto del testimonio mismo.
El prisionero lleno
de libertad y gozo; el estímulo del Señor por gracia
No obstante, si ya no está el libre servicio del Espíritu Santo para Pablo, y si él es un prisionero en manos de los
Romanos, por lo menos su alma está llena del Espíritu. Entre él y Dios todo es libertad y gozo. Todo esto redundará para su
salvación, es decir, para su victoria definitiva, en su contienda con Satanás. ¡Cuán bienaventurado! Por medio de las comunicaciones
del Espíritu de Jesucristo, la Palabra de Dios no será encadenada. Otros obtendrán fuerza y libertad en vista de sus cadenas,
incluso aunque, en el bajo estado de la iglesia, algunos saquen provecho de ellas. Pero Cristo será predicado y magnificado,
y Pablo se contenta con ello. ¡Oh, cuán verdadero es esto, y el perfecto gozo del corazón, pase lo que pase! Nosotros somos
los sujetos de la gracia (¡Alabado sea Dios!), así como instrumentos de la gracia en servicio. Sólo Cristo es su objeto, y
Dios asegura Su gloria - nada más es necesario: esto mismo es nuestra porción y nuestro gozo perfecto.
En esta interesante historia se observará que en el momento en que Pablo podría haber estado muy atribulado, cuando
quizás su curso era el menos evidente conforme al poder del Espíritu, cuando él introdujo desorden en el consejo al utilizar
argumentos que él mismo vacila en justificar después - es entonces cuando el Señor, lleno de gracia, se le aparece para darle
ánimo y fortalecerle. El Señor, quien le había dicho anteriormente en Jerusalén que se marchase porque ellos no recibirían
su testimonio, y quien le había enviado advertencias que no fuera allá, pero que había llevado a cabo Sus propios propósitos
de gracia en la debilidad y por medio de los afectos humanos de Su siervo, aun por medio de ellos, ejerciendo, a la vez, Su
saludable disciplina en Su sabiduría divina por estos mismos medios - Jesús se le aparece para decirle que, así como Él había
testificado de Él en Jerusalén, asimismo él debía dar testimonio en Roma también. Esta es la manera en que el Señor interpreta
en gracia la historia completa, en el momento cuando Su siervo podría haber sentido todo lo que era doloroso en su posición,
podría haber sido abrumado por ello, recordando que el Espíritu le había prohibido subir a Jerusalén; porque cuando se está
en la prueba, una duda es un tormento. Por tanto, el fiel y amable Señor interviene para dar ánimo a Pablo, y para poner Su
propia interpretación acerca de la posición de su pobre siervo, y para marcar el carácter de Su amor por él. Si fue necesario
ejercer disciplina por su bien a causa de su condición y para perfeccionarlo, Jesús estuvo con él en esta disciplina. Nada
más conmovedor que la ternura, lo oportuno, de esta gracia. Además, como hemos dicho, todo esto llevó a cabo los propósitos
de Dios con respecto a los Judíos, a los Gentiles, al mundo. Pues Dios puede unir en una dispensación los más variados fines.
Capítulo 27
Pablo, como amo
de la posición, en el viaje a Roma
Y ahora, restaurado, reanimado por la gracia, Pablo muestra en su viaje que es amo de la posición. Es él quien aconseja,
conforme a las comunicaciones que recibe de Dios, es él quien alienta, quien actúa, de cada manera, de parte de Dios, en medio
de la escena que lo rodea. La descripción, llena de vida y realidad, que Lucas y sus compañeros presentan de este viaje, no
necesita comentarios. Ella es admirable como un retrato vivo de toda la escena. A nosotros nos corresponde ver lo que Pablo
era entre la falsa confianza, o la angustia de toda la compañía.
Capítulo 28
Náufragos en Malta;
Dios está con él
Ahora lo encontramos en Malta ejerciendo nuevamente su habitual poder ante aquel pueblo bárbaro. Uno ve que Dios está
con él. Sin embargo, la evangelización no aparece en el relato de su estadía allí, o en el relato de su viaje.
En Roma como un prisionero;
se convoca a los Judíos; el juicio de Isaías declarado solemnemente ante el rechazo a Jesús
y al testimonio de Espíritu Santo
Una vez que él desembarcó en Italia, le vemos deprimido: el amor de los hermanos le infunde ánimo y lo reanima; y él
va a Roma, donde moró por dos años en una casa que él alquila, donde un soldado está con él como un guardia. Probablemente
a los que le trajeron a Roma se les había dado a comprender que se trataba sólo de un asunto de celo Judío, puesto que a lo
largo de todo el viaje ellos lo trataron con todo el respeto posible. Además él mismo era un Romano.
Una vez llegado a Roma, él convoca a los Judíos; y aquí, por última vez, la condición de ellos nos es presentada, y
el juicio que había estado pendiendo sobre sus cabezas desde que la profecía fue pronunciada (la cual estaba conectada especialmente
con la casa de David y con Judá) - es decir, el juicio pronunciado por Isaías, el cual el Señor declaró que habría de venir
sobre ellos debido a Su rechazo, juicio cuya ejecución estuvo suspendido por la paciencia de Dios, hasta que el testimonio
del Espíritu Santo fuese rechazado también - este juicio es evocado aquí por Pablo al final de la parte histórica del Nuevo
Testamento. Se trata de la condición definitiva de ellos solemnemente declarada por el ministro de la gracia soberana, y que
habría de continuar hasta que Dios se interpusiera en poder para darles arrepentimiento, y para librarles, y para glorificarse
Él mismo en ellos por medio de la gracia.
Los Judíos puestos aparte
es la característica del libro de los Hechos;
la asamblea, el
un cuerpo, es puesta en lugar de ellos por Dios como Su casa
Nosotros ya hemos señalado esta característica del libro de los Hechos, la cual sale a la luz aquí de una manera clara
y sorprendente - los Judíos son puestos aparte. Es decir, ellos mismos se ponen aparte mediante el rechazo del testimonio
de Dios, de la obra de Dios. Ellos mismos se sitúan fuera de lo que Dios estaba estableciendo. Ellos no le seguirán a Él en
Sus progresos de la gracia. Y de esta manera, ellos son dejados atrás completamente, sin Dios y sin comunicaciones actuales
con Él. Su Palabra y Su misericordia permanecen para siempre, pero otros toman el lugar de relación positiva y presente con
Él. Hay individuos de entre ellos que entran en otra esfera sobre otros terrenos; pero Israel desaparece y es hecho desaparecer
por un tiempo de la vista de Dios.
Es esto lo que el libro de los Hechos presenta. La paciencia de Dios es ejercida al principio hacia los propios Judíos
en la predicación del evangelio y en la misión apostólica. La hostilidad de ellos se desarrolla por grados y alcanza su apogeo
en el caso de Esteban. Pablo es levantado como un testigo de la gracia hacia ellos contemplados como un remanente escogido,
pues él mismo era de Israel; pero introduciendo, en conexión con un Cristo celestial, algo enteramente nuevo como doctrina,
a saber, la asamblea, el cuerpo de Cristo en el cielo; y la puesta aparte de toda distinción entre Judío y Gentil como pecadores,
y en la unidad de ese cuerpo. Esto está vinculado históricamente con aquello que había sido establecido en Jerusalén, para
mantener la unidad y la conexión de las promesas; pero en sí mismo, como una doctrina, se trataba de una cosa escondida en
Dios en todas las edades, habiendo estado en Sus propósitos de gracia antes de que el mundo existiese. La enemistad de los
Judíos para con esta verdad jamás disminuyó. Ellos utilizaron todo los medios para excitar a los Gentiles contra los que enseñaban
la doctrina, y para evitar la formación de la asamblea misma. Dios, habiendo actuado con paciencia y gracia perfectas hasta
el final, pone a la asamblea en el lugar de los Judíos, como Su casa, y como el vaso de Sus promesas en la tierra, haciendo
de ella Su habitación por el Espíritu. Los Judíos fueron puestos aparte (el espíritu de ellos pronto tomó ¡lamentablemente!
posesión de la asamblea misma); y la asamblea, y la doctrina clara y positiva de que no hay diferencia entre Judío y Gentil
(siendo por naturaleza, y por igual, hijos de ira), y de sus privilegios comunes e iguales como miembros de un único cuerpo,
ha sido declarada plenamente y ha sido hecha la base de toda relación entre Dios y cada alma que posee fe. Esta es la doctrina
del apóstol en las Epístolas a los Romanos y a los Efesios [33].
[33] En la Epístola a los Romanos en cuanto a la posición personal de
ellos, en la Epístola a los Efesios en cuanto a la posición corporativa.
Al mismo tiempo, el don de la vida eterna, tal como fue prometida
antes de que el mundo fuese, ha sido hecha manifiesta por el nuevo nacimiento [34] (siendo esto el comienzo de una existencia
nueva con un carácter divino), y participando de la justicia divina; estas dos cosas estando unidas en nuestra resurrección
con Cristo, por medio de la cual, siendo perdonados nuestros pecados, nosotros somos colocados ante Dios tal como Cristo está,
el cual es, simultáneamente, nuestra vida y nuestra justicia.
[34] La palabra "regeneración" no se aplica en la Escritura a nuestro
nuevo nacimiento; se trata de un cambio de posición en nosotros conectado con el hecho de que nosotros hemos muerto y resucitado
con Él. Se la encuentra dos veces; una vez en Mateo 19 donde se trata del reino venidero de Cristo (Mateo 19:28); y en la
Epístola a Tito se trata del lavamiento del bautismo, como sacándonos, típicamente, del estado del viejo Adán y colocándonos
en el estado cristiano, pero diferenciado de la renovación del Espíritu Santo (Tito 3:5).
Esta vida se manifiesta a sí misma mediante la conformidad a Cristo en la tierra, quien nos dejó ejemplo para que nosotros
sigamos Sus pisadas. Es la vida eterna manifestada en el hombre - en Cristo como el objeto, en nosotros como un testimonio.
La cruz de Cristo,
la base de toda relación con Dios
La cruz de Cristo es la base, el centro fundamental, de todas estas verdades - las relaciones entre Dios y el hombre
tal como él era, su responsabilidad; la gracia; la expiación; el fin de la vida, en cuanto al pecado, la ley, y el mundo;
el pecado quitado por medio de la muerte de Cristo, y sus consecuencias en nosotros. Todo está establecido allí, y da lugar
al poder de vida que estaba en Cristo, quien glorificó perfectamente a Dios allí - a esa nueva existencia en la que Él entró
como hombre en la presencia del Padre; por cuya gloria, así como por Su divino poder, y por la energía del Espíritu Santo,
Él fue resucitado de los muertos.
Los modos de obrar
de Dios en el gobierno con los Judíos en la tierra; con los Gentiles y con el mundo en juicio; advertencias para la asamblea
Esto no impide que Dios reanude Sus modos de obrar en el gobierno con los Judíos en la tierra, cuando la iglesia sea
completada y manifestada en lo alto; y que Él hará conforme a Sus promesas y a las declaraciones de la profecía. El apóstol
explica esto también en la Epístola a los Romanos; pero ello pertenece al estudio de esa epístola. Los modos de obrar de Dios
en juicio con respecto a los Gentiles en el mismo período nos serán mostrados también en el Apocalipsis, así como en los pasajes
proféticos de las Epístolas en conexión con la venida de Cristo, y aun con Su gobierno del mundo en general desde el principio
hasta el final. Todo esto junto con las necesarias advertencias para la asamblea cuando los días del engaño comiencen a clarear
y comiencen a desarrollarse moralmente en la ruina de la asamblea, contemplada como testigo de Dios en el mundo.
La historia de Pablo finaliza;
la historia de Roma en conexión
con el evangelio
comienza
Nuestro apóstol, una vez traído a Roma, declara (ante la manifestación de incredulidad entre los Judíos que hemos señalado)
que la salvación de Dios es enviada a los Gentiles; y él mora allí por dos años completos en la casa que él había alquilado,
recibiendo a quienes venían a él (porque él no tenía libertad de ir a ellos) predicando el reino de Dios y aquellas cosas
concernientes al Señor Jesús, con todo denuedo, sin que ningún hombre se lo impidiera. Y finaliza aquí la historia de este
precioso siervo de Dios, amado y honrado por su Maestro, un prisionero en esa Roma que, como cabeza del cuarto imperio, había
de ser la sede de la oposición entre los Gentiles así como Jerusalén fue la sede de la oposición entre los Judíos, al reino
y a la gloria de Cristo. El tiempo para la manifestación plena de esa oposición no había llegado aún, pero el ministro de
la asamblea y del evangelio de la gloria es un prisionero allí. Es de este modo que Roma comienza su historia en conexión
con el evangelio que el apóstol predicaba. No obstante, Dios estaba con él.
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Febrero/Marzo 2009.-