SINOPSIS
de los Libros
de la Biblia
2 TESALONICENSES
Introducción
En la segunda epístola a los Tesalonicenses,
el apóstol corrige algunos errores en los cuales estos discípulos habían caído con respecto al día del Señor por la intervención
de ciertos falsos maestros; así como en parte de la primera epístola él había esclarecido la ignorancia de los mismos creyentes
respecto a la porción de los santos en la venida de Cristo a tomarlos a Sí mismo - un punto sobre el cual ellos estaban, evidentemente,
muy poco instruidos.
Una medida de tinieblas Judías estaba en
sus mentes; y ellos estaban, en algunos puntos, sometidos aún a la influencia de aquella desdichada nación, la cual estaba
siempre esforzándose para mantener una posición perdida por su incredulidad.
Esta influencia Judía nos permite entender
por qué el apóstol habló como lo hizo en el capítulo 2: 15, 16, de la primera epístola, "los cuales mataron al Señor Jesús
y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidiéndonos
hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la
ira hasta el extremo." En aquel tiempo esta influencia se mostró a sí misma en la tendencia de los Tesalonicenses a perder
de vista el lado celestial de la venida del Señor, en pensar que Él volvería a la tierra y que ellos serían glorificados entonces
con Él - como un Judío podía haber creído - y que los santos fallecidos, por consiguiente, no estarían presente para compartir
esta gloria. Yo no digo que este pensamiento había asumido una forma determinada en las mentes de los Tesalonicenses. Para
ellos el objeto principal y vivo era el Señor mismo, y estaban esperando Su regreso con corazones llenos de gozo y de vida;
pero el lado celestial de esta expectativa no tenía su lugar claramente marcado en sus mentes, y ellos conectaban demasiado
la venida con la manifestación, de modo que el carácter terrenal predominaba, y la muerte parecía estar excluida de ello.
Cuando la segunda epístola fue escrita, esta
influencia Judía tenía otro carácter; y los falsos maestros estaban más directamente implicados con ella.
Capítulo 1
Los fieles en Tesalónica habían aprendido
a contemplar "el día del Señor" como un día de juicio. El Antiguo Testamento había hablado mucho de este día del Señor, un
día de tinieblas y de juicio sin paralelo, un día de prueba para los hombres (comparen Isaías 13; Joel 2; Amos 5:18). Ahora
bien, los Tesalonicenses estaban experimentando una terrible persecución. Quizás la esperanza de ellos en una intervención
terrenal del Señor, mientras vivían, se debilitó. El apóstol se regocijó, por lo menos, del aumento de su fe, y del abundante
ejercicio de su amor, mientras guarda silencio con respecto a su esperanza; y el gozo de la vida cristiana no se halla aquí
tal como fue manifestado en la primera epístola. No obstante, ellos estaban andando bien, y el apóstol se gloriaba de ellos
[1] en las iglesias de Dios. Pero los falsos maestros se aprovecharon de la condición de ellos para descaminarles por medio
de sus sufrimientos, que pesaron más fuertemente sobre sus corazones a causa de que el gozo de la esperanza se había debilitado
un poco; y al mismo tiempo, los restos de la influencia de pensamientos Judaizantes, o de hábitos de mente formados mediante
ellos, brindó la ocasión a los asaltos del enemigo. El agente de la sutil maldad les dijo que el día del Señor, ese tiempo
terrible, ya había llegado - la palabra (cap. 2:2) no es "está cerca" (RVR60; RVA), sino "llegado" (LBLA; RVR1909 Actualizada),
es decir, está 'presente' [2] - y que todo lo que los Tesalonicenses estaban sufriendo, y por cuya causa sus corazones eran
conmovidos, aparecía como un testimonio para demostrarlo y para confirmar las palabras de los falsos maestros. ¿No estaba
escrito que sería un día de prueba y angustia?
[1] En la primera epístola él dice que no tenía necesidad de hablar de ellos, viendo que el mundo mismo se refería
por todas partes a los principios por los que ellos se gobernaban. Veremos una diferencia similar de principio a fin. Ya no
es más la misma energía fresca de vida.
[2] Vean Romanos 8:38; 1 Corintios 3:22; donde el Griego es traducido "presente", en contraste con "lo por venir".
Además, las palabras de estos maestros pretendían
ser más que un razonamiento humano; se trataba de una palabra del Señor, era el Espíritu el que hablaba, era una carta de
un conducto inspirado: y tan osados e impíos eran ellos con respecto a este asunto, que no temían esgrimir el nombre del propio
apóstol como su autoridad para declarar que el día había llegado. Ahora bien, el dominio del temor, que Satanás puede ejercer
sobre la mente, cuando ella no es guardada por Dios en paz y gozo, es asombroso. "Y que no os aterráis en nada por los adversarios"
es la palabra del apóstol a los Filipenses (Filipenses 1:28 - SPTE), "lo cual es señal de perdición para ellos, pero de salvación
para vosotros, y esto, de Dios." (Filipenses 1:28B - LBLA). En un estado de mente tal como este se cree todo; o más bien,
se teme todo, y nada se cree. El corazón se rinde a este temor, y está listo para creer cualquier cosa, pues está en tinieblas
y no sabe qué creer. De esta manera, el apóstol exhorta a los Tesalonicenses (cap. 2) que no sean sacudidos fácilmente en
su modo de pensar, para que no pierdan su estabilidad en la verdad, y para que no se alarmen.
El apóstol trata con el caso de la misma
manera que en la primera epístola. Antes de abordar el error, el trata el tema mismo en su luz verdadera, edificando sobre
el conocimiento que los Tesalonicenses ya poseían. Solamente que él lo expone con claridad en su aplicación a las circunstancias
del momento. Por este medio ellos fueron librados de la influencia del error, y de la perturbación de mente que este había
causado; y fueron capacitados para considerar el error, como estando ellos mismos fuera de él, y de juzgarlo conforme a la
enseñanza que el apóstol les dio.
Ellos eran perseguidos y estaban en angustia
y sufriendo, y el enemigo se aprovechó de esto. El apóstol coloca el hecho en su lugar correcto. Él les anima con el pensamiento
de que ello era una clase de sello sobre ellos de que eran dignos del reino por el que estaban sufriendo. Pero más, el "día
del Señor" era la venida del Señor en juicio; pero no era para hacer sufrir a los Suyos que Él estaba viniendo - era para
castigar a los impíos. La persecución, por tanto, no podía ser el día del Señor; pues en la persecución los impíos llevaban
la ventaja y hacían su propia voluntad e infringían sufrimiento sobre aquellos a quienes el Señor amaba. ¡Podía éste ser Su
día! El apóstol no aplica este argumento a la cuestión, sino que coloca los hechos en su lugar; de modo que todo el uso que
el enemigo hacía de ellos se vino por sí mismo al suelo. La verdad de los hechos estaba allí en su simplicidad, dándoles su
carácter evidente y natural. Cuando Dios se haga cargo del asunto, Él retribuirá con tribulación a los que atribulan a Sus
hijos, y estos habrán de tener reposo - habrán de estar en paz. El momento en que ellos entran en este reposo no es en absoluto
el tema aquí, sino el contraste entre su condición actual y la que sería si Jesús hubiese venido. Él no iba a venir para perseguir
o para atormentar a los Suyos. En Su día ellos tendrían reposo, y los impíos estarían en angustia; pues Él vendría a castigar
a los últimos excluyéndolos para siempre de la gloria de Su presencia. Cuando nosotros entendemos que los Tesalonicenses habían
sido inducidos a creer que el día del Señor ya había llegado, la importancia de este primer capítulo es muy clara.
Dos principios se establecen aquí. Primero,
el justo juicio de Dios: es justo delante de Sus ojos, por una parte, recompensar a los que sufren por causa de Su reino:
y, por otra parte, darles el pago a los que persiguen a Sus hijos. En segundo lugar, la gloriosa manifestación del Señor Jesús:
los Suyos habrán de estar en reposo y felicidad con Él, cuando Su poder sea ejercido.
Vemos aquí, también, dos razones para el
juicio - ellos no conocieron a Dios, y no obedecieron al evangelio de nuestro Señor Jesucristo (v. 8). Estando todos sin excusa
en cuanto al testimonio que Dios siempre ha dado con respecto a Sí mismo, algunos entre ellos habían añadido el rechazo de
la revelación positiva de Su gracia en el evangelio de Cristo a su abuso de su relación natural con Dios y a su olvido de
Su majestad.
Entretanto el apóstol presenta el resultado
positivo en bendición de la manifestación de Jesús en gloria (v. 10). Él vendrá para ser glorificado en Sus santos, y para
ser admirado en todos los que hayan creído en Él, y por tanto, en los Tesalonicenses: una prueba completa de que, por lo menos,
no debían considerar su condición perseguida como una demostración de que el día había llegado. Con respecto a ellos, fueron
completamente librados de este modo de la confusión mediante la cual el enemigo procuró inquietarlos; y el apóstol pudo tratar
la cuestión de este error con corazones que, en cuanto a su propia condición, fueron libertados de él y estaban en reposo.
(V. 11). Estas consideraciones caracterizaron
sus oraciones a favor de ellos. Él pidió a Dios que ellos pudieran ser siempre dignos de este llamamiento (o, esta vocación),
y que el Señor pudiera ser glorificado en ellos mediante el poder de la fe, que debería resplandecer aún más a través de sus
persecuciones; y que después ellos pudieran ser glorificados en Él en la manifestación de Su gloria conforme a la gracia de
Dios y del Señor Jesucristo.
Capítulo 2
Ahora que el apóstol ha situado sus almas
sobre el terreno de la verdad, él aborda el tema del error, mostrando aquello que había ocasionado sus observaciones. De esto
ya hemos hablado.
Respondiendo a este error, y guardándoles
de los arteros esfuerzos de los seductores, él pone aquí todo en su lugar apelando a las preciosas verdades de las que él
ya había hablado (v. 1). La reunión de ellos con Cristo en el aire era una demostración de la imposibilidad de que aquel día
del Señor ya hubiese llegado.
Además, con respecto a esto último, él presenta
dos consideraciones:
-
primero, el día no podía haber llegado ya, puesto que los Cristianos no habían sido reunidos aún con el Señor, y ellos debían
venir con Él;
-
segundo, el inicuo que debía ser juzgado en ese entonces no había aparecido aún, de modo que el juicio no podía ser ejecutado.
El apóstol ya había instruido a los Tesalonicenses
con respecto a este inicuo, cuando él estuvo en Tesalónica; y en la epístola anterior les había enseñado referente al rapto
de la iglesia. Para que el Señor venga en juicio, la iniquidad debe haber alcanzado su apogeo, y la abierta oposición a Dios
debe haberse manifestado. Pero la verdad tenía otro y un más precioso aspecto: los santos iban a estar en la misma posición
que Cristo, iban a ser reunidos con Él, antes de que Él pudiera manifestarse en gloria a los de afuera. Pero estas verdades
requieren un examen más coherente.
La reunión de ellos con Cristo antes de la
manifestación era una verdad conocida por los Tesalonicenses; no es revelada aquí, es utilizada como un argumento. El Señor
iba a venir, pero era imposible que Él estuviera sin Su iglesia en la gloria. El Rey efectivamente castigará a Sus súbditos
rebeldes; pero, antes de hacerlo, Él traerá a Sí mismo a los que habían sido fieles a Él en medio de los infieles, para traerlos
de regreso con Él y honrarles públicamente en medio de los rebeldes. Pero el apóstol habla aquí solamente del rapto mismo,
y los insta a que sólo por medio de esa verdad, no permitan ser movidos de su modo de pensar como si el día ya hubiese llegado
(v. 2). ¡Que verdad segura debe haber sido ésta para los Cristianos, puesto que el apóstol pudo apelar a ella como a un punto
conocido, sobre el cual el corazón podía reposar! La relación de la iglesia con Cristo, el hecho de estar ella necesariamente
en la misma posición que Él, hacía de la idea de que el día ya había llegado una mera locura.
En segundo lugar, el hecho ya conocido es
confirmado, de que la apostasía debe tener lugar previamente, y después el hombre de pecado se manifestará (v. 3). ¡Verdad
solemne! Todo ocupa su lugar. Las formas y el nombre del Cristianismo han sido mantenidos por mucho tiempo; Cristianos verdaderos
han sido repudiados; pero ahora habría una renunciación pública de la fe - una
apostasía. Los Cristianos verdaderos han de tener su verdadero lugar en el cielo. Pero, aparte de esto, habrá una persona
que hará realidad plenamente en pecado el carácter del hombre sin Dios. Él es el hombre de pecado. Hace su propia voluntad
- no es más que Adán plenamente desarrollado; e, incitado por el enemigo, él se opone a Dios (se trata de enemistad abierta
contra Dios) y se exalta a sí mismo "sobre todo lo lleva el nombre de Dios" (v. 4 - BJ); él toma el lugar de Dios en Su templo.
De tal modo que hay apostasía, es decir, la abierta renunciación del Cristianismo en general, y un individuo que concentra
en su propia persona (en cuanto a los principios de iniquidad) la oposición que es llevada a cabo contra Dios.
Se observará que el carácter del inicuo aquí
es religioso, o más bien, anti-religioso. El apóstol no habla de un poder secular del mundo, cualquiera que pueda ser su iniquidad.
El hombre de pecado asume un carácter religioso. Él se alza contra el Dios verdadero, pero se hace pasar por Dios en el templo
de Dios. Observen aquí que el círculo de acción es sobre la tierra. No es un dios para la fe. Él se hace pasar por un dios
para la tierra. La profesión del Cristianismo ha sido abandonada. El pecado caracteriza entonces a un individuo, a un hombre,
quien llena la medida de la apostasía de la naturaleza humana, y, como hombre, proclama su independencia de Dios. El principio
del pecado en el hombre es su voluntad propia. Él se levanta, como ya hemos visto, del rechazo del Cristianismo. En este aspecto
el mal también está en su apogeo.
Este hombre de pecado se exalta a sí mismo
sobre Dios, y, sentándose como Dios en el templo de Dios, desafía al Dios de Israel. Este último rasgo presenta su carácter
formal. Él está en conflicto con Dios, colocándose él mismo públicamente en esta posición - haciéndose pasar por Dios en el
templo de Dios. Es el Dios de Israel quien se vengará de él.
El Cristianismo, el Judaísmo, la religión
natural, todos son rechazados. El hombre toma un lugar allí en la tierra, elevándose sobre todos ellos, oponiéndose a Dios;
y, en particular, arrogándose (pues el hombre necesita un Dios, necesita algo para adorar) el lugar y la honra de Dios, y
del Dios de Israel [3].
[3] En la Primera Epístola de Juan, capítulo 2, hallamos el carácter doble del Anticristo con respecto al Cristianismo
y al Judaísmo. Él niega al Padre y al Hijo, rechaza el Cristianismo; niega que Jesús es el Cristo, lo cual es incredulidad
Judía. Su poder es conforme a la actividad de Satanás, tal como lo hallamos aquí ("inicuo cuya venida es conforme a
la actividad de Satanás, con todo poder y señales y prodigios mentirosos." 2 Tesalonicenses 2:9 - LBLA). Como hombre él se
establece para ser Dios. Así que su impiedad se manifiesta en todas las formas. Como el asunto es más sobre la tierra, se
trata del Dios de la tierra, sin embargo el Hombre del cielo será quien le juzgue.
Estos versículos presentan al inicuo en conexión
con el estado del hombre, y con las diferentes relaciones en que el hombre se ha mantenido hacia Dios. En todas ellas él se
muestra como apóstata, y entonces asume el lugar de Dios, el principal objetivo de la ambición humana, así como su logro fue
la primera sugerencia de Satanás.
En lo que sigue a continuación, no vemos
la propia condición de la apostasía con respecto a las diferentes posiciones en que Dios había colocado el hombre, sino simplemente
al hombre desenfrenado, y la obra de Satanás. El hombre no es más que el instrumento del poder del enemigo.
El Hombre en quien habita la plenitud de
la Deidad, el Señor Jesús, y el hombre llenado con la energía de Satanás, se oponen uno al otro. Antes, se trataba del hombre
olvidando a Dios, impío, y exaltándose él mismo. Aquí, se trata de oposición contra Dios de parte del hombre, desenfrenado,
e inspirado por el propio Satanás. Por consiguiente, tenemos (no al impío, sino) al inicuo - al hombre sin freno. El principio
es el mismo que para "el pecado es infracción de la ley" (vean observaciones a 1 Juan 3:4). Pero en este primer caso el hombre
es contemplado en su alejamiento de Dios, y en su culpabilidad; en el segundo caso, como no reconociendo a nadie más que a
sí mismo.
(V. 6). Para esta condición en que toda restricción
será removida, una barrera ha existido aún.
El apóstol ya les había hablado de la apostasía,
y de la manifestación del hombre de pecado. Él dice ahora que los Tesalonicenses tenían que conocer el obstáculo que existía
para su progreso y su manifestación antes del tiempo señalado. Él no dice que les había dicho, sino que ellos tenían que conocerlo.
Conociendo el carácter del inicuo, la barrera se revelaba a sí misma. El punto principal aquí es que era una barrera. El principio
del mal estaba ya en acción: una sola barrera evitaba su desarrollo. Su carácter, cuando se desarrollara, sería el de una
voluntad desenfrenada que se exalta y se opone [4].
[4] Noten este punto. Todo estaba listo y completo en la época del apóstol, sólo detenido. Así Cristo estaba
listo para juzgar. Sólo que la paciencia de Dios espera, en el tiempo aceptable.
Siendo la voluntad propia desenfrenada el
principio del mal, lo que le pone freno a esta voluntad es la barrera. Ahora bien, esta voluntad se exalta por sobre todo
lo que lleva el nombre de Dios, o que es objeto de culto: lo que la detiene es, por tanto, el poder de Dios que actúa en el
gobierno aquí abajo como autorizado por Él. Aun el más grosero abuso de poder exhibe este último carácter. Cristo pudo decir
a Pilato, "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba." (Juan 19:11). Inicuo como pudiera ser, su
poder se reconoce como viniendo de Dios. De este modo, aunque los hombres habían rechazado y crucificado al Hijo de Dios,
de tal modo que su iniquidad pareció estar en su apogeo, sin embargo el impedimento existía en pleno. Después Dios, habiendo
enviado Su Espíritu, reúne a la iglesia, y, aunque el misterio de iniquidad comenzó inmediatamente a obrar mezclando la voluntad
de los hombres con la adoración a Dios en Espíritu, Dios tuvo siempre (Él tiene aún) el objeto de su cuidado amoroso en la
tierra. El Espíritu Santo estaba aquí abajo, la asamblea, cualquiera fuese su condición, estaba aún en la tierra, y Dios mantenía
la barrera. Y del mismo modo que el portero había abierto la puerta a Jesús a pesar de todos los obstáculos, de la misma manera
Él sustenta todas las cosas, independientemente de cuán grande sea la energía y el progreso del mal. El mal tiene puesto un
freno: Dios es la fuente de autoridad en la tierra. Hay uno que lo detiene hasta que él sea quitado de en medio. Ahora, cuando
la asamblea (la asamblea, o sea, la que está compuesta por los miembros verdaderos de Cristo) se haya ido, y, por consiguiente,
el Espíritu Santo como el Consolador ya no esté morando aquí abajo, entonces acontece la apostasía [5], el tiempo de quitar
el impedimento ha llegado, el mal ya no tiene freno, y finalmente (sin decir cuánto tiempo tomará) el mal asume una forma
definida en aquel que es su jefe. La bestia sube del abismo (Apocalipsis 11:7). Satanás - no Dios - le da su autoridad; y
en la segunda bestia toda la energía de Satanás está presente. El hombre de pecado está allí.
[5] El principio de esto puede estar ampliamente en acción, como en 1 Juan 2 había comenzado, pero la abierta
manifestación pública estaba por venir. Judas presenta la entrada encubierta para producir corrupción (Judas 1:4). Juan presenta
la salida que caracteriza al Anticristo (1 Juan 2: 18, 19).
No se habla aquí del poder exterior y secular,
sino del lado religioso de la energía de Satanás.
Con respecto a los instrumentos individuales
que componen la barrera, ellos pueden cambiar a cada momento, y no fue el objetivo del Espíritu Santo nombrarlos. El que de
ellos existía cuando esta epístola fue escrita no existiría en la época actual; haberle nombrado en ese entonces no habría
sido de utilidad en el día presente. El objetivo fue declarar que el mal que debía ser juzgado ya estaba obrando, que no había
remedio para ello, que sólo era un obstáculo de parte de Dios lo que detenía su pleno desarrollo: un principio de la mayor
importancia con respecto a la historia del Cristianismo.
Cualquiera que sea la forma que pueda adoptar,
la apostasía de los hombres que renuncien a la gracia será necesariamente más absoluta que cualquier otra. Se trata de oposición
al Señor. Tiene el carácter de un adversario. El otro principio de iniquidad humana entra en ella, pero esta es la fuente
de la "perdición." Se trata del rechazo de la bondad; es enemistad directa.
'Lo que lo detiene' es, en general, solamente
un instrumento, un medio, que detiene la manifestación del hombre de pecado - el inicuo. Mientras la asamblea esté en la tierra,
la pretensión de ser Dios en Su templo no puede suceder o, al menos, no tendría influencia. Satanás tiene su esfera de acción,
y es necesario que la tenga, en el misterio de iniquidad; pero ya no existe más un misterio cuando el lugar de Dios en Su
templo es tomado abiertamente. Lo que lo detiene está, por consiguiente, aún presente. Pero hay una persona activa manteniendo
esta detención. Aquí, en efecto, yo pienso que es Dios en la Persona del Espíritu Santo, quien durante el tiempo llamado "las
(cosas) que son" (Apocalipsis 1:19), detiene el mal y conserva la autoridad divina en el mundo. Mientras eso subsista, la
desenfrenada exaltación de la impiedad no puede tener lugar. Por consiguiente, yo no dudo que el rapto de los santos es la
ocasión en que el obstáculo será removido y toda restricción eliminada, aunque algunos de los modos de obrar de Dios se desarrollan
antes de la plena manifestación del mal.
Este pensamiento no descansa solamente sobre
grandes principios: el propio pasaje proporciona elementos que mostraban el estado de cosas cuando el poder del mal progresa:
1º: La apostasía ya ha tenido lugar. Sería
difícil decir esto si el testimonio de la asamblea aún subsistiera, como lo había hecho en tiempos pasados, e incluso aún
más distintivamente como librándose de todos los elementos falsos y que corrompen.
2º: La autoridad - como establecida por Dios,
ejerciendo hasta la fecha una restricción sobre la voluntad del hombre en el nombre de Dios - ha desaparecido de la escena,
pues el inicuo se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, y se hace pasar por Dios en el templo de
Dios. Comparen con el Salmo 82, donde Dios está de pie entre los dioses (los jueces) para juzgarlos antes de que Él herede
las naciones. Antes de esa hora solemne cuando Dios juzgará a los jueces de la tierra, este inicuo, despreciando toda autoridad
que procede de Él, se establece a sí mismo como Dios: y eso, en la tierra, donde se manifestará el juicio. Y entonces,
3º: En lugar del Espíritu Santo y Su poder
manifestado en la tierra, nosotros hallamos el poder de Satanás, y precisamente con las mismas señales que daban testimonio
a la Persona de Cristo.
De modo que el propio pasaje, ya sea en cuanto
al hombre o en cuanto al enemigo, nos presenta (en los tres puntos de los que hemos hablado) la plena confirmación de aquello
que nos hemos aventurado a exponer.
La asamblea, los poderes designados por Dios
en la tierra, el Espíritu Santo presente aquí como el Consolador en lugar de Cristo, todos ellos (en cuanto a la manifestación
del gobierno y la obra de Dios) han cedido el paso al obstinado hombre desenfrenado, y al poder del enemigo.
Al decir esto nosotros hablamos del ámbito
de esta profecía, que abarca además el ámbito del testimonio público de Dios en la tierra.
Entonces, tenemos aquí claramente al hombre
en su naturaleza - como ella se ha exhibido al desechar a Dios - en la plena prosecución de su propia voluntad en rebelión
contra Dios; el hombre obstinado, desarrollado como el resultado de la apostasía de la posición de gracia en que la asamblea
permanecía, y en desprecio de toda autoridad gubernamental de Dios en la tierra. Y puesto que esa autoridad se había mostrado
directa y adecuadamente en Judea, este desprecio y el espíritu de rebelión en el hombre, que se exalta por sobre todas las
cosas, pero que no puede ser celestial (el cielo, y toda pretensión al cielo, es abandonado por el hombre, y perdido para
Satanás), se exhiben en el hombre al ocupar el lugar de Dios en Su templo bajo la forma más avanzada de apostasía y blasfemia
Judía. Al mismo tiempo Satanás actúa - habiendo Dios soltado su rienda - con un poder (un poder mentiroso, efectivamente,
pero) que da el mismo testimonio ante los hombres que aquel que las obras de Cristo dieron al Salvador; y también con toda
la habilidad que la iniquidad posee para engañar. Es en el inicuo, en el hombre sin ley, que Satanás obra estas cosas. Nuestra
consideración del desarrollo de la última parte de esta escena solemne será incluida (si es la voluntad de Dios) en el comentario
acerca del libro del Apocalipsis. Podemos añadir, que allí tenemos a este inicuo como el falso Mesías, y como profeta, en
la forma de su reino - dos cuernos semejantes a los de un cordero. Él (Satanás) había sido derribado desde el cielo donde
había sido un anti-sacerdote, y toma ahora los títulos de Cristo en la tierra, s saber, de rey y profeta. En Daniel 11 él
es visto como rey; aquí, le vemos como el hombre desenfrenado, y en particular como el resultado de la apostasía [6], y la
manifestación del poder de Satanás. En una palabra, en lugar de la asamblea, la apostasía; en lugar del Espíritu Santo, Satanás;
y, en lugar de la autoridad de Dios como una restricción sobre el mal, el hombre desenfrenado estableciéndose él mismo como
Dios en la tierra.
[6] Podemos comentar aquí que la apostasía se desarrolla bajo las tres formas en que el hombre ha estado en
relación con Dios;
1.- La Naturaleza -
es el hombre de pecado desenfrenado, quien se exalta a sí mismo;
2.- El Judaísmo -
él se sienta como Dios en el templo de Dios;
3.- El Cristianismo - es a este que el término apostasía se aplica directamente en el pasaje ante nosotros.
Otra circunstancia, ya mencionada, demanda
una atención particular. Yo he dicho que él se presenta como el Mesías (es decir, en Sus dos caracteres como rey y profeta,
que son Sus caracteres terrenales). Entonces, Satanás no tiene nada más que hacer en el cielo: él ha sido echado de allí,
así que no hay imitación del sumo sacerdocio del Señor. En ese aspecto Satanás había desempeñado, en su propia persona, otro
papel. Él era previamente en el cielo el acusador de los hermanos. Pero, en el tiempo del que estamos hablando, la asamblea
está en lo alto, y el acusador de los hermanos es echado para no volver jamás allí. En un hombre inspirado por él, él mismo
se hace profeta y rey. Y en este carácter él hace las mismas cosas (en mentira) como aquellas por las que Dios había aprobado
la misión de Cristo ante los hombres (comparen el versículo 9 y Hechos 2:22). En Griego las palabras son idénticas [7]. Yo
recordaría también aquí otro hecho solemne para completar este cuadro. En la historia de Elías hallamos que la prueba de la
divinidad de Baal, o la de Jehová, se hace reposar sobre el hecho de sus respectivos siervos haciendo descender fuego del
cielo. Ahora, en Apocalipsis 13 aprendemos que la segunda bestia hace descender fuego del cielo delante de los hombres. De
modo que hallamos aquí las obras maravillosas que acreditaron la misión del Señor, y allí aquello que probó que Jehová es
el verdadero y único Dios. Y Satanás realiza ambas para engañar a los hombres.
[7] "Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos" 2 Tesalonicenses
2:9 - RVR60.
"Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón acreditado por Dios entre vosotros, con milagros,
prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis" Hechos 2:22 - RVR1977).
Solamente la palabra para "milagro" o "poder" está en plural en
Hechos 2.
Esto nos puede dar una idea del estado de
cosas en que ellos estarán; e indica, asimismo, que esas cosas sucederán en relación con los Judíos, bajo el doble aspecto
de su conexión con Jehová, y su rechazo de Cristo y su recepción del Anticristo.
De esta manera, gracias a Dios, la verdad
de que estas cosas no se relacionan con la asamblea sino con aquellos que habiendo tenido la oportunidad de beneficiarse mediante
la verdad la han rechazado y han amado la iniquidad, es confirmada abundantemente. Tampoco esto se relaciona con los paganos,
sino solamente con los que de entre ellos les ha sido anunciada la verdad [8]. Ellos la rechazaron, y Dios envía una mentira,
y una mentira eficaz, para que ellos la crean. Él hace esto en juicio. Él hizo la misma cosa con las naciones (Romanos 1:
24, 26, 28); Él lo hizo también con los Judíos (Isaías 6: 9, 10); Él lo hace aquí con los Cristianos nominales. Pero ello
se relaciona con los Judíos como una nación que rechazó la verdad - el testimonio del Espíritu Santo (Hechos 7) - pero más
aún con los Cristianos (de nombre); en resumen, con todos aquellos a quienes se les habrá presentado la verdad.
[8] Yo aludo solamente a la conexión entre la renunciación del Cristianismo y el desarrollo del Judaísmo apóstata,
que están ligados en el rechazo del Cristo verdadero, y la negación del Padre y del Hijo - rasgos dados en 1 Juan como característica
del Anticristo. Pero estoy persuadido de que mientras más examinemos la Palabra, más veremos (quizás con sorpresa) que este
hecho es confirmado. Además el regreso al Judaísmo, y la tendencia a la idolatría mediante la introducción de otros mediadores
y patronos, y la pérdida de vista de nuestra unión con la Cabeza, y así de la perfección y de la liberación de la ley que
son nuestras en Cristo, han caracterizado, en todos los tiempos, el misterio de iniquidad y el principio de la apostasía.
El apóstol tuvo que combatir esto incesantemente. De lo que hablamos arriba no es más que su manifestación plena.
Con los Cristianos nominales esto tiene necesariamente
el carácter de apostasía, o por lo menos está conectada con esta apostasía, y es consecuencia de ella; como el versículo 3
nos enseña, la apostasía tiene lugar, y entonces el hombre de pecado se revela.
En conexión con su carácter de hombre de
pecado, él se presenta sin restricción en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios [9]. En relación con el poder mentiroso
de Satanás y su eficiente obra, él se presenta en el carácter de Cristo - él es el Anticristo, asumiendo, por consiguiente,
un carácter Judío. No se trata solamente de la soberbia del hombre levantándose contra Dios, sino del poder de Satanás en
el hombre engañando a los hombres, y en particular a los Judíos, por medio de un falso Cristo; para que, si fuera posible,
los mismos escogidos fueran engañados. Podemos hacer notar que todos estos caracteres son precisamente lo opuesto a Cristo
- mentira en lugar de verdad, iniquidad en lugar de justicia, perdición en lugar de salvación.
[9] Este es el punto culminante en su carácter como un apóstata que ha renunciado a la gracia. El versículo
9 y los siguientes muestran el desarrollo de su actividad positiva y engañosa mediante la cual procura ganarse a los hombres.
Esto explica la mezcla (la que, además, existe generalmente) de ateísmo en voluntad, y superstición.
Es a un poder como este, de mentiras y destrucción,
que el hombre - habiendo abandonado el Cristianismo y habiéndose levantado en soberbia contra Dios - será abandonado. La apostasía
(es decir, la renunciación del Cristianismo) será la ocasión de este mal; Judea y los Judíos, la escena en que ella madure
y se desarrolle de una manera positiva.
El Anticristo negará al Padre y al Hijo (es
decir, el Cristianismo); él negará que Jesús es el Cristo (esto es, la incredulidad Judía). Con la carga de pecado contra
el Cristianismo sobre él, contra la gracia, y contra la presencia del Espíritu Santo, él se aliará siempre con la incredulidad
Judía, para que no sólo pueda haber la expresión plena de la soberbia humana, sino también, por un tiempo, la influencia satánica
de un falso Cristo, quien fortalecerá el trono de Satanás entre los Gentiles ocupados con la primera bestia a quien le ha
sido dada la autoridad del dragón. Él establecerá, asimismo, su propio trono subalterno sobre los Judíos, como siendo el Mesías,
a quien la incredulidad de ellos está esperando; mientras al mismo tiempo él introducirá la idolatría, el espíritu inmundo
que había salido hacía mucho tiempo atrás regresará entonces a esta casa que está desprovista de Dios.
(V. 8). Y ahora, con respecto a su destrucción
(a quien el Señor Jesús matará con el espíritu de Su boca y destruirá con la
manifestación de Su presencia, o de Su venida), el primero de estos medios caracteriza el juicio; es la palabra de verdad
aplicada en juicio conforme al poder de Dios. En el Apocalipsis, se dice que la espada sale de Su boca (Apocalipsis 19:15).
Aquí no se habla de Él en el carácter de un varón de guerra, como en Apocalipsis 19. El espíritu de Su boca es ese poder interno
y divino que se enciende y ejecuta el juicio. No es un instrumento, es la fuente divina de poder que ejecuta su propósito
mediante una palabra (comparen con Isaías 30:33). Pero hay otro aspecto de este juicio. El Señor, el Hombre Jesús, regresará.
Su regreso tiene dos partes - el regreso en el aire para tomar a Su asamblea a Sí mismo, y la manifestación pública en gloria
de Su regreso.
En el primer versículo de nuestro capítulo
hemos leído acerca de Su regreso y de nuestra reunión con Él. Aquí, en el versículo 8, se trata de la manifestación de Su
presencia públicamente en la creación. En el tiempo de esta manifestación pública de Su venida Él destruye la obra completa
y todo el poder del inicuo. Se trata del Hombre obediente y que se humilló a Sí mismo antes en la tierra, exaltado por Dios,
y que llegó a ser Señor de todo, quien destruye al hombre sin ley (impío) que se ha levantado por sobre todas las cosas y
se ha hecho pasar por Dios, en lugar de obedecer a Dios.
Este mal - en el aspecto de la influencia
de Satanás - ya estaba en acción en tiempos del apóstol; solamente que fue refrenado e impedido de avanzar, hasta que aquello
que lo detenía no estuviese más en la escena. Entonces el inicuo se revelaría. Para resumir, el arrebatamiento de la asamblea,
y la apostasía, eran necesarios en primer lugar; y entonces este hombre se presentaría como un Judío incrédulo [10], y el
poder de Satanás sería exhibido en él.
[10] Yo no digo que su primera aparición será la apostasía del Judaísmo; yo no creo que será. Él se presentará
a ellos como siendo el Cristo, pero conforme a las esperanzas y pasiones de los Judíos. Pero después será una apostasía incluso
desde el Judaísmo, como había sido parcialmente el caso en los días de los Macabeos - un hecho que el Espíritu utiliza en
Daniel 11, como una figura premonitoria del tiempo del Anticristo. Él es, desde su primera aparición, un incrédulo y el enemigo
de Dios, un apóstata en cuanto a la asamblea, y niega que Jesús sea el Cristo.
Juan nos enseña positivamente, que el rechazo del Cristianismo y la incredulidad Judía se unen en el Anticristo.
Parece que la apostasía con respecto al Cristianismo
y la incredulidad Judía están conectadas y van juntas, y después la apostasía Judía y la abierta rebelión contra Dios, lo
cual, al ocasionar el clamor del remanente, trae al Señor, y todo finaliza. Ahora bien, el apóstol (capítulo 2: 3, 4) presenta
el retrato completo de la iniquidad del hombre, desarrollada cuando la apostasía de la gracia del evangelio haya tenido lugar
(él se levanta a sí mismo, incluso hasta hacerse pasar por Dios), sin tocar el lado Judío o el poder manifiesto de Satanás.
Estos versículos nos muestran que el hombre de pecado es el resultado de la apostasía que estallará en medio de la Cristiandad.
Además, el versículo 9 comienza a enseñarnos
que el advenimiento de este inicuo está también en conexión inmediata con un poderoso despliegue de la energía de Satanás.
quien engaña por medio de obras maravillosas y un poderoso engaño, a los que Dios entrega a los hombres, y de lo que hemos
hablado en el texto. Aquí es el hombre y Satanás, con lo suficiente para demostrar su conexión con el Judaísmo en los postreros
días (así como el misterio de iniquidad estaba vinculado con el Judaísmo en los días del apóstol), aunque no es esta la ocasión
de dar los detalles del desarrollo Judío del mal. Tenemos que buscar estos detalles en otra parte, donde ellos están en su
lugar, como en Daniel. Apocalipsis y 1 Juan nos proporcionan los medios de conectarlos: sólo aludimos aquí a esta conexión.
Ahora bien, esta influencia satánica era
para quienes habían rechazado la verdad. De los Tesalonicenses - a quienes él había dado estas explicaciones con respecto
al día que ellos imaginaron que había llegado - el apóstol pensaba muy diferentemente. Dios había escogido a estos "hermanos
amados por el Señor" (v. 13) desde el principio para salvación, "por medio de la santificación del Espíritu" (RVR1865) y la
fe en la verdad, a lo cual Él los había llamado mediante el evangelio de Pablo (y el de sus compañeros), y para alcanzar la
gloria del Señor Jesús. ¡Cuán diferente era esto de las visitaciones del día del Señor, y las circunstancias de las que el
apóstol había hablado! Ellos se contaban entre quienes serían los compañeros en ese día del propio Señor Jesús.
No hay nada muy particular en las exhortaciones
del apóstol. Su gran preocupación era la explicación que hemos estado considerando. Él ora que Dios y el mismo Señor Jesús,
que les había dado las seguras y eternas consolaciones del evangelio, confortara sus corazones y los confirmara en toda buena
palabra y obra.
Capítulo 3
Él pide las oraciones de ellos para que pudiese
ser preservado en sus trabajos. Él no podía más que esperar hombres irrazonables y animados por la enemistad, pues la fe no
era la porción de todos. Era sólo un caso para la protectora mano de Dios. Con respecto a ellos, él contaba para este fin
con la fidelidad del Señor. Él contaba también con la obediencia de ellos, y ora para que Dios dirija sus corazones hacia
estos dos puntos (v. 5), de los que ya hemos hablado cuando estudiamos la primera epístola, el amor de Dios y la paciente
espera con la que el Cristo esperaba - los dos puntos en que se resume toda la vida cristiana con respecto a sus objetivos,
sus fuentes morales. Cristo mismo estaba esperando - ¡dulce pensamiento! Ellos tenían que esperar con Él, hasta el momento
cuando Su corazón y los corazones de los Suyos se regocijaran juntos en su reunión.
Esto era lo que ellos necesitaban. Por una
parte, ellos habían creído que los santos muertos no estarían preparador para ir y encontrar al Señor; por otra parte, habían
creído que el día del Señor ya había llegado. El disfrute del amor de Dios, y la paz de corazón al esperar a Cristo, era necesario
para ellos.
Esta excitación a la que ellos habían sido
conducidos también se había delatado en algunos de entre ellos por su abandono de sus trabajos usuales, "no trabajando en
nada, sino ocupados en curiosear" (v. 11 - RVA), entremetiéndose en los asuntos de los demás. Él apóstol les había dado un
ejemplo muy diferente. Les exhorta a estar firmes, y apartarse de aquellos que no obedecieran sus amonestaciones, sino que
continuaban andando desordenadamente y en ociosidad; sin embargo, no de manera tal como para tratarles como enemigos, sino
para amonestarles como hermanos.
Se observará aquí, que ya no hay la misma
expresión de la energía de comunión y vida como lo hubo previamente (comparen capítulo 3:16 con 1 Tesalonicenses 5:23). No
obstante, el Señor era aún el Señor de paz; pero la belleza de esa consagración completa a Dios, que resplandecería en el
día de Cristo, no se presenta a la mente y al corazón del apóstol como en la primera epístola. Él ora por ellos, sin embargo,
para que tuviesen siempre paz en toda manera.
El apóstol señala el método mediante el cual
él aseguraba a los fieles la autenticidad de sus cartas. Con la excepción de la de los Gálatas, él empleaba otras personas
para escribirles, pero incluía su propia firma para verificar el contenido de ellos a la iglesia, añadiendo la oración o bendición.
J.
N. DARBY
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Diciembre 2006.-