SINOPSIS
de
los Libros
de
la Biblia
Todas las
citas bíblicas
se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
JND = Una traducción
literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John
Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La
Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión
Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
APOCALIPSIS
Los diferentes ministerios de Pedro, Pablo y Juan
Nosotros tenemos
autoridad Escrituraria
para considerar a Pedro y Pablo como los apóstoles de la circuncisión y de la
incircuncisión, respectivamente. Pedro y los doce permanecieron en Jerusalén
cuando los discípulos fueron dispersados, continuando (aunque Dios fue
cuidadoso en mantener la unidad) la obra de Cristo en el remanente de Israel,
reuniendo en una asamblea en la tierra las ovejas perdidas de la casa de
Israel. Pablo, habiendo recibido el ministerio de la asamblea, así como el de
las buenas nuevas (el evangelio) "a toda criatura debajo del cielo"
(Colosenses 1 - VM), como perito arquitecto, pone el fundamento (1ª. Corintios
3:10). Pedro nos pone en marcha como peregrinos en nuestra travesía para seguir
a Cristo resucitado hacia la herencia en lo alto. Pablo, en el desarrollo pleno
de su doctrina (aunque reconociendo esto, como en Filipenses 3), nos muestra a
los santos sentados en lugares celestiales en Cristo, herederos de todo lo que
Él es heredero. Todo esto era dispensacional, y está lleno de enseñanza. Pero
Juan ocupa un lugar diferente. Él no aborda el asunto de la dispensación;
tampoco sitúa al santo, ni siquiera al propio Señor, en el cielo, aunque una o
dos veces declara el hecho (tal como en Juan 13:1; Juan 14: 1 al 3; Juan 17:24;
Juan 20:17). Para él, Jesús es una Persona divina, La Palabra hecha carne
manifestando a Dios y a Su Padre, la vida eterna descendida a la tierra. La
epístola de Juan trata el hecho de que nosotros somos participantes de esta
vida, y de su carácter.
La continuación de los tratos de Dios con la tierra es enunciada
al final del evangelio de Juan; la vida eterna era la misma
en la corrupción dispensacional
y
en el desorden exterior,
Pero al final
del Evangelio de Juan,
después de aseverar el envío del Consolador después de Su partida, Cristo
revela a los discípulos (aunque de manera misteriosa) la continuación de los
tratos de Dios con la tierra, de lo cual Juan es, ministerialmente, el
representante, vinculando la manifestación de Cristo en la tierra en Su primera
venida, con Su manifestación en Su segunda venida; siendo la Persona de Cristo
y la vida eterna en Él, la seguridad permanente y la simiente viva de Dios
cuando todo estuviese corrupto dispensacionalmente, y en confusión y en
decadencia. Si todo estuviese exteriormente en desorden, la vida eterna seguía
siendo la misma.
La destrucción de Jerusalén; el cese de la asamblea Judía;
el comienzo de la apostasía
La destrucción
de Jerusalén constituyó
una época trascendental en cuanto a estas cosas, porque la asamblea Judía,
formada como tal en Pentecostés, había cesado (más bien había cesado incluso
antes); sólo se consumó, en aquel entonces, el acto judicial. Los Cristianos habían
sido advertidos que dejasen el campamento. La ruptura del Cristianismo con el
Judaísmo estaba consumada. Cristo ya no pudo tomar a la asamblea, establecida
en el remanente de los Judíos, como Su sede de autoridad terrenal. [*]
[*] Esto
fue moralmente cierto a partir
de Hechos 3, donde los líderes Judíos rechazan el testimonio de un Cristo
glorificado que volvería, del mismo modo
que habían rechazado a Aquel humilde. Hechos 7, por boca de Esteban, finaliza
los tratos de Dios con ellos en testimonio, y comienza la reunión celestial,
siendo recibido su espíritu en lo alto. La destrucción de Jerusalén finalizó,
judicialmente, la historia Judía.
Pero ¡lamentablemente!
la asamblea, tal
como Pablo también lo había establecido, había caído ya de su estado primario —
no podía, en sentido alguno, asumir la herencia caída de Israel. Todos buscan
sus propios intereses, dice Pablo, no los de Cristo Jesús. (Filipenses 2:21 –
LBLA). Todos los que estaban en Asia — aun los de Éfeso, la amada escena donde
toda Asia había oído la Palabra de Dios — le habían abandonado. (2ª. Timoteo
1:15). Los que habían sido llevados especialmente con plena comprensión al
lugar de la asamblea, no pudieron mantener este lugar en el poder de la fe. De
hecho, el misterio de iniquidad estaba en acción antes de esto, e iba a
continuar y crecer hasta que el obstáculo a la apostasía final fuese quitado.
(2ª. Tesalonicenses 2: 7 al 12).
El ministerio de Juan en la decadencia y ruina universales
En este estado
de decadencia y ruina
universales, entra aquí el ministerio de Juan. La estabilidad estaba en la
Persona de Cristo, para vida eterna primeramente, pero también para los modos
de obrar de Dios en la tierra. Si la asamblea era vomitada de Su boca, Él era
el testigo fiel, el principio de la creación de Dios. Sigamos el rastro de los
vínculos de esto en su Evangelio. En Juan 20, como se observó en detalle en
otra parte, tenemos un retrato de los modos de obrar de Dios, desde la
resurrección de Cristo hasta que llegamos al remanente de Israel en los días
postreros, representado por la mirada de Tomás "al que traspasaron",
y al hecho de creer al verle. En Juan 21 tenemos, aparte del remanente, la
reunión milenial en pleno. Luego, al final del capítulo, el ministerio especial
de Pedro y Juan es señalado, aunque misteriosamente. Las ovejas de Jesús de la
circuncisión son confiadas a Pedro, pero este ministerio iba a terminar como el
de Cristo. La asamblea no sería establecida sobre este terreno, así como
tampoco lo sería Israel. No se tuvo que
esperar aquí hasta que Cristo viniese de nuevo. [*]
[*] A Pablo,
obviamente, no se lo
menciona en ninguna manera. Para él la asamblea pertenecía al cielo — era el
cuerpo de Cristo, la casa de Dios. Él fue un arquitecto.
El ministerio
de Pedro, en efecto,
había terminado, y la asamblea de la circuncisión fue dejada sin pastor, antes
que la destrucción de Jerusalén pusiera punto final para siempre a toda esa
relación. Pedro pregunta después en cuanto a Juan. El Señor responde,
declaradamente de manera misteriosa, pero posponiendo el final del ministerio
de Juan como algo que no concernía a Pedro el cual había de seguirle a Él,
prolongando este ministerio en la posibilidad de que perdurase hasta que Cristo
viniese. Ahora bien, de hecho, el Esposo tardó; pero el servicio y el
ministerio de Juan por la Palabra (que era todo lo que iba a permanecer, y no
algún apóstol en cuanto a cuidado personal), continuó hasta el regreso de Cristo.
El lugar especial de Juan en relación con la asamblea
Juan no fue ningún
perito arquitecto
como Pablo — no se le encomendó ninguna administración. Él estuvo relacionado
con la asamblea en su estructura terrenal al igual que Pedro, no en la estructura
de Éfeso, o de la celestial; él no fue ministro de la circuncisión, sino que
continuó el sistema terrenal entre los Gentiles, reteniendo la Persona de
Cristo. Su lugar especial fue el de testimonio a la Persona de Cristo venido a
la tierra con título divino sobre ella — Su poder sobre toda carne. Esto no
rompió los vínculos con Israel, tal como lo hizo el ministerio de Pablo, sino
que elevó el poder que reunió todas las cosas en la Persona de Cristo, a una
altura que lo hizo permanecer a través de cualquier época oculta, o poder
oculto, hasta su establecimiento sobre el mundo al final; ello no excluía a
Israel como tal, pero ampliaba la escena del ejercicio del poder de Cristo como
para establecerlo sobre el mundo, y no lo establecía en Israel como su fuente,
aunque podría establecer al propio Israel en su lugar desde una fuente de poder
celestial.
La asamblea exterior en la tierra contemplada como estando
en decadencia y su posterior juicio, y la asamblea verdadera
contemplada en gloria y gracia
¿Qué lugar ocupa,
entonces, la asamblea
en este ministerio de Juan, tal como se lo encuentra en el libro del
Apocalipsis? Ninguno en su carácter Paulino, excepto en una frase, que se
introduce después que la Revelación (Apocalipsis) está terminada, donde se
indica su verdadero lugar en ausencia de Cristo (Apocalipsis 22:17). Tenemos a
los santos en la época, en su propia relación consciente con Cristo, con
referencia, también, al lugar real y sacerdotal para Su Dios y Padre, en la que
ellos están asociados con Él. Pero el testimonio ministerial de Juan, en cuanto
a la asamblea, la ve como la asamblea exterior en la tierra [*] en su estado de
decadencia — Cristo juzgando esto — y ve la asamblea verdadera, la ciudad
capital y sede del gobierno de Dios sobre el mundo al final, pero en gloria y
gracia. Se trata de una morada, y donde moran Dios y el Cordero
[*] Y por
tanto, en asambleas
particulares, las cuales, obviamente, podían ser juzgadas y eliminadas. Hay
aquí otro punto de sabiduría divina. Aunque tenemos, no lo dudo, la historia
completa de la asamblea hasta su final en este mundo, ello se presenta mediante
hechos presentes en aquel entonces, para que no se dejara de lado la venida del
Señor. Así, en las parábolas, las vírgenes que se duermen son las mismas que se
despiertan; los siervos que reciben los talentos son los mismos que se
encuentran a la venida del Señor, aunque sabemos que han pasado siglos y ha
entrado la muerte.
Todo esto facilita
nuestra comprensión
de los objetivos y de la relevancia del libro. La asamblea ha fracasado; los
Gentiles, injertados por medio de la fe, no han continuado en la bondad de
Dios. La asamblea Efesia, el vaso inteligente, y la expresión de lo que era la
asamblea de Dios, había dejado su estado primario, y, a menos que se
arrepintiese, el candelero iba a ser quitado. La Éfeso de Pablo llegó a ser el
testimonio en la tierra de la decadencia y del hecho de ser quitada de la vista
de Dios, así como Israel había sido quitado. La paciencia de Dios se mostraría
hacia la asamblea, así como había sido mostrada hacia Israel; pero la asamblea
no mantendría el testimonio de Dios en el mundo, así como Israel tampoco lo
había hecho. Juan mantiene este testimonio, juzgando ministerialmente las
asambleas por medio de la Palabra de Cristo, [**] y luego juzga al mundo desde
el trono, hasta que Cristo viene y toma para Sí mismo Su gran poder y reina.
Durante este trato de transición del trono, los santos celestiales son vistos
en lo alto. Cuando Cristo viene, ellos vienen con Él.
[**] Tomen
nota de este principio
inmensamente importante: la iglesia es juzgada por la Palabra, y no es la
iglesia la que juzga; y el Cristiano individual es llamado a prestar atención a
este juicio. La iglesia (yo uso la palabra aquí deliberadamente, tal como es
usada para reclamar esta autoridad para juzgar) no puede ser una autoridad
cuando el Señor me llama, si es que tengo oídos para oír, para oír y recibir el
juicio pronunciado por Él sobre ella. Yo juzgo su estado mediante las Palabras
del Espíritu, estoy obligado a hacerlo así: ella no puede ser una autoridad,
por tanto, estando en ese estado no puede ser una autoridad en nombre del Señor
sobre mí. La disciplina no está aquí en duda, sino la iglesia como ejerciendo
autoridad.
La relación entre los escritos de Juan
Entonces, la primera
parte de las
epístolas de Juan es la continuación, por así decirlo, del Evangelio, antes de
los dos últimos capítulos dispensacionales (Juan 20 y 21); el Apocalipsis es la
continuación de estos dos últimos capítulos en los cuales, Cristo habiendo
resucitado y no siendo presentada ascensión alguna, los tratos dispensacionales
de Dios son insinuados, en gran medida, en las circunstancia que ocurren; a la
vez que se muestra que Él no podía establecer personalmente el reino en aquel
entonces. Él debe ascender primeramente. Las dos epístolas cortas (1ª y 2ª de
Juan) nos muestran que la verdad (la verdad en cuanto a Su Persona) era la
prueba del amor verdadero, y debía ser retenida cuando entrara lo que era
anticristiano; y la libertad gratuita de ministración de la verdad debía ser
retenida contra la supuesta autoridad eclesiástica o clerical, como estando en
contraste con la asamblea. El apóstol había escrito a la asamblea. Diótrefes
rechazaba el libre ministerio.
Paso ahora al
libro en sí.
CAPÍTULO 1
La revelación confiada a Jesucristo y dada a conocer a Juan;
su carácter profético
La Revelación
(Apocalipsis) es una
revelación que pertenece a Jesucristo, que Dios le dio, y Él la da a conocer a
Juan. Aunque Dios es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, Él es
visto aquí como Hijo del Hombre, el Mesías o Cordero rechazado, y por tanto,
como Cabeza sobre todas las cosas. Este hecho de que la revelación es una
revelación confiada a Él, es importante, porque ello hace que ella sea, de
inmediato, el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, siendo comunicada por
Jesús, y dada a Él por Dios. Este testimonio de Jesús y la Palabra de Dios
viene como una visión a Juan, el cual ha dado testimonio de todo lo que vio.
Todo ello es profético en carácter, no es el Espíritu de Dios, el mensajero de
la gracia del Padre y del Hijo a la asamblea en su propio lugar — no es una
comunicación inspirada directa a la asamblea misma por sí misma como estando en
su lugar correcto — sino una revelación profética a Juan acerca de ella como
estando en el mundo, y acerca del mundo mismo.
El rechazo y la remoción de la asamblea en la tierra;
otro sistema va a ser establecido; siete iglesias contemporáneas
representando la historia de la Cristiandad en fases sucesivas
Estando ya la
asamblea en decadencia y
por ser removida, independientemente de la tardanza de gracia, el tiempo estaba
cerca, y el rechazo de la asamblea en la tierra debía ser tomado como punto de
partida. Otro sistema iba a ser establecido. El apóstol no tenía su rostro
vuelto hacia las asambleas, en absoluto, sino su espalda. El pensamiento del
Espíritu es hacia Cristo tomando el reino. No obstante, Cristo estaba aún entre
ellas, pero como Hijo del Hombre, el carácter en el cual Él juzga y hereda el
mundo. El apóstol se vuelve y Le ve. Aun así correspondía, si estaba relatando
el trato venidero con el mundo en juicio, llamar la atención, de paso, acerca
de "las [cosas] que son." Presentándolas en siete iglesias contemporáneas,
no fue necesario presentar época alguna; ello dejaba el resultado final como
estando ante la puerta, porque ellas estaban en los días postreros. No
obstante, ello presentaba, si había demora, una oportunidad para un retrato
moral completo de toda la historia de la asamblea. Yo sólo veo en esto la
sabiduría del Espíritu, y el carácter exacto del ministerio de Juan. "Si
quiero que él quede hasta que yo venga…" (Juan 21: 22 y 23).
Entonces, no puedo
dudar ni por un
momento que (si bien es manifiestamente de aplicación universal para todos los
que tienen oído, y no es un mensaje a la conciencia general de la asamblea),
las siete asambleas representan la historia de la Cristiandad, es decir, la
asamblea bajo la responsabilidad del hombre, el juicio del mundo acaeciendo
después de su final (siendo las asambleas "las [cosas] que son" de
Apocalipsis 1:19) y el carácter de los sucesos, comenzando con el abandono del
primer amor por parte de la asamblea, y finalizando con el hecho de retener
hasta que Él venga, y con el hecho de ser vomitada de la boca de Cristo. La
adopción del número siete, que no puede significar integridad al mismo tiempo,
debido que los estados son diferentes; la referencia a la venida de Cristo; la
referencia a la gran tribulación que vendrá sobre toda la tierra en la carta a
Filadelfia; el objetivo claro de advertir a la asamblea hasta que Cristo
viniese, estando el mundo, en aquel entonces, en la escena para el juicio: todo
esto no deja nube alguna sobre la conclusión de que las siete iglesias son
fases sucesivas de la historia de la asamblea profesante, aunque no son
exactamente consecutivas (continuando la cuarta hasta el final; comenzando
entonces nuevas fases, y continuando estas, de manera colateral, también hasta
el final). [*]
[*] Existen
razones morales a partir
del contenido. Veremos, más adelante, que la estructura del libro confirma esto
plenamente.
Dios mismo aparece como el administrador del mundo;
Su existencia actual, absoluta, Su bondad pasada y futura;
Jesucristo el Hombre, Su
testimonio actual, fiel,
Su pasada resurrección y futura preeminencia
Pero aunque se
habla así de la
asamblea, Dios mismo aparece aquí como el administrador del mundo, aun cuando
se dirige a la asamblea; y Cristo aparece como Hombre subordinado a Él para
este propósito, siendo el Espíritu Santo percibido como el agente directo del
poder, en la séptuple perfección en la cual este poder es ejercido. No se trata
del Padre y del Hijo, sino de Dios que es, y, sin embargo, el que abarca en Su
ser el pasado y el futuro, y que jamás es inconsistente consigo mismo,
cumpliendo a su tiempo todo aquello en lo que Él se ha anunciado a Sí mismo en
el pasado. La forma de esto, no obstante, es aquí peculiar. No se trata
meramente de la idea abstracta acerca de Jehová, el cual era, y es, y ha de
venir. Él es anunciado primeramente mediante Su existencia presente absoluta,
"del que es", el "Yo soy", Dios mismo; y luego, para
relacionarse Él mismo con anteriores tratos (no con relaciones actuales),
declara que Él es Aquel que era (se había revelado a la tierra o a los hombres
en épocas anteriores, a hombres como Abraham y Moisés de tiempos antiguos), y,
a la vez, era Aquel que venía a cumplir todo lo revelado acerca de Él y por Él
mismo. Jesucristo (el cual ocupa el postrer lugar como el Hombre en relación
inmediata con el testimonio que Dios da a la tierra, y con el gobierno de la
tierra) es presentado como el testigo fiel de Dios — tal como Él fue
personalmente en la tierra; es presentado como resucitado de los muertos (pero
sin ninguna mención a Su ascensión, o al hecho de ser Cabeza de la asamblea),
tomando todo en este carácter, y no según la carne; y, finalmente, en el
gobierno no establecido aún, como el Soberano de los reyes de la tierra.
Los santos expresan ser conscientes de lo que Cristo ha hecho por ellos
Los santos expresan,
entonces, su
conciencia acerca de lo que Él ha hecho por ellos, no obstante, siempre con
referencia al reino, y no como al cuerpo o a la esposa, o a sus gozos
celestiales, sino de la manera más elevada posible con respecto a la gloria y
el lugar dados. Esta es la necesaria consecuencia de la conciencia que tienen
de una relación cercana y bienaventurada. Cualquiera sea la gloria de Aquel con
quien estamos relacionados, es lo que Él es para uno, la cercanía propia
individual a Él, lo que viene a la mente cuando la gloria es declarada. Si un
general estuviese a punto de marchar triunfante en una ciudad, el sentimiento
de un hijo o una esposa sería, «Ése es mi padre», —«Ése es mi marido».
Aunque el sentimiento es
aquí de este carácter, es más desinteresado. "Al que nos amó, y nos lavó
de nuestros pecados con su sangre" (Apocalipsis 1:5). Es Su amor por
nosotros lo que se celebra, no obstante, con el sentimiento personal expresado
por la palabra "nos". Los santos conocen lo que Él ha hecho por
ellos, y adicionalmente, lo que Él ha hecho de ellos. Su amor es perfecto. Rey
y Sacerdote son aquí Sus caracteres más elevados: más cercanos a Dios en poder,
visto de manera descendente, y acercándonos a Él, visto de manera ascendente.
Él nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre: ¡a Él sea la gloria!
Ese es el pensamiento del santo cuando se habla de Él. Él nos amó, nos limpió,
y nos ha dado un lugar con Él mismo. Esto brota en el momento en que Él es
nombrado. Es la respuesta de corazón cuando Él es anunciado, antes de que
alguna comunicación tenga lugar. No se anuncia que Él ha hecho esto; es la
propia conciencia de los santos. [*]
[*] Encontraremos
la misma cosa al
final cuando la profecía termina. Aquí tenemos lo que Él ha sido para los
santos y lo que Él ha hecho: allí lo que Él es para el futuro. Véase
Apocalipsis 22:17.
Cristo apareciendo al mundo en juicio
En cuanto a los
demás, todo debe ser
dicho. El punto siguiente, el primero que se anuncia, es Su aparición al mundo.
No hay ninguna comunicación directa a la asamblea de por sí — el libro no es
eso. La asamblea tiene eso aquí sólo en su propia conciencia, como hemos visto.
"He aquí que viene con las nubes"; todo ojo le verá, también los
Judíos que le traspasaron, "y todas las tribus de la tierra harán
lamentación por El (Apocalipsis 1:7 – LBLA). Su aparición es en juicio.
Dios y Cristo unidos peculiarmente en la mente del apóstol
Encontramos, a
continuación, eso que es
tan notable en Juan, a saber, de qué
manera Dios y Cristo se entremezclan en lo que se expresa. En el versículo 8 no
se puede decir si se trata de Uno o del Otro. Se trata de Cristo; pero de
Cristo Jehová, el Todopoderoso, el Señor; que es y que era y que ha de venir;
el Principio y el Fin (compárese con Apocalipsis 22: 12 y 13).
El círculo completo de la posición desde el día de Juan hasta
el fin, esperando en el reino; el nombre genérico aplicado a todo su
ministerio
Tenemos así a
los santos de estos días;
la aparición de Cristo para el juicio; Él es Dios, el primero y el último, el
Alfa y la Omega; el círculo completo de la posición desde el día de Juan hasta
el fin. La posición práctica que Juan asume con todos los santos es "en el
reino y en la paciencia de Jesucristo. Él pertenece al reino, pero debe esperar
mientras Cristo espera, " esperando hasta que sus enemigos sean puestos
por estrado de sus pies." El nombre genérico dado al testimonio se aplica
a todo su ministerio, al igual que a la profecía — la Palabra de Dios y el
testimonio de Jesús: solamente que uno podría haber pensado que esto último no
era profecía, puesto que no estaba dirigida a la asamblea, acerca de ella
misma, desde su Cabeza; pero "el testimonio de Jesús es el espíritu de la
profecía." (Apocalipsis 19:10).
Los modos de obrar de Dios tras las escenas,
Pero Él está detrás moviendo
todas las escenas
Tal es la introducción
a este libro.
Entramos ahora en su contenido. Juan estaba en el Espíritu en el día del Señor.
No obstante, de lo que se habla aquí es de su lugar y privilegio como
Cristiano, no del período profético en el que él se introducía. En el día de la
resurrección — su lugar propio — el día en que los Cristianos se reúnen, el
apóstol, alejado de la sociedad de Cristianos, disfrutaba, aun así, del
especial poder elevador del Espíritu Santo aunque estaba solo; y es usado así
por Dios, habiéndose permitido su destierro para el propósito, para lo que él
no podía haber comunicado a la asamblea para su edificación de manera normal.
El emperador perseguidor pensó poco en lo que nos estaba dando cuando desterró
al apóstol; no más de lo que Augusto supo acerca de que, en sus planes
políticos en cuanto al censo del imperio, estaba enviando un pobre carpintero a
Belén, con su esposa, para que Cristo pudiera nacer allí; o de lo que los
Judíos y los soldados de Pilato supieron acerca de que estaban enviando al
ladrón al cielo, cuando ellos le rompieron las piernas en un despiadado respeto
para con sus supersticiones u ordenanzas. Los modos de obrar de Dios están tras
las escenas; pero Él mueve todas las escenas en las que Él está detrás.
Nosotros tenemos que aprender esto, y dejarle obrar a Él, y no pensar mucho
acerca de los movimientos de los hombres: ellos llevarán a cabo la obra de
Dios. El resto de todos ellos perecerá y desaparecerá. Nosotros sólo tenemos
que hacer tranquilamente Su voluntad.
El Hijo del Hombre en medio de los vasos de la luz de Dios
en la tierra; el progreso moral de la asamblea desde
su primer deterioro hasta su
completo rechazo
La misma voz que
llamó después a Juan a
subir al cielo (Apocalipsis 5), él la oye ahora detrás de él en la tierra — la
voz del Hijo del Hombre. Ella llama su atención con poder; y volviéndose para
ver la voz, tal como Moisés hacia la zarza, Juan no ve la imagen de la
presencia de Dios en Israel, sino los vasos de la luz de Dios en la tierra, y
un resumen completo de todo ello, y, en medio de ellos, ve a Cristo como el
Hijo del Hombre. Encontramos, así, en el Apocalipsis, que Dios nos presenta la
historia completa del mundo, o la historia de lo que es de Él en el mundo, desde
el primer deterioro de la asamblea
hasta los cielos nuevos y tierra nueva. Pero era imposible para Dios dejar de
lado la expectativa actual por la venida de Cristo, o justificar a la asamblea
en su pensamiento descuidado pero pecaminoso, a saber, "Mi señor tarda en
venir." Por eso es que, como
siempre, esta historia, y especialmente la de la asamblea, es presentada de una
manera que deja el tiempo completamente afuera. El progreso moral de la
asamblea es presentado en retratos del estado de las asambleas existentes
seleccionadas para ese propósito. Comenzando con su primer deterioro, y
finalizando con su completo rechazo. Siendo tomadas como asambleas, el principio
general de la responsabilidad está en perspectiva, y la asamblea no es vista
como el indefectiblemente bendito cuerpo de Cristo, sino como pudiendo ser
rechazada y desechada en la tierra; puesto que una asamblea local y la asamblea
exterior visible pueden claramente serlo.
Las siete asambleas vistas como distintivas portadoras de luz
en su testimonio en el mundo
Estas asambleas
son vistas como distintivas
portadoras de luz o candeleros; es decir, en su lugar de servicio, o más bien,
en su posición de testimonio en el mundo. Ellas son vistas en su propio
carácter adecuado como siendo de Dios; como establecidas por Él en el
mundo, y estos candeleros son de oro. Él
los puede quitar debido a que dan una luz tenue, o ninguna luz verdadera o testimonio
para Dios; pero la cosa quitada estaba fundamentada en la justicia divina, y
había sido fundada, originalmente, por una mano divina.
La
posición y el carácter de Aquel que estaba
entre
las portadoras de luz
Pero el Espíritu Santo se
ocupa del carácter de Aquel que estaba entre ellas. Tenemos, en primer lugar,
Su posición real, antes de declarar lo que Él era. Él estaba como Hijo del
Hombre. Nosotros no Le tenemos aquí como Cabeza del "un cuerpo", ni
siquiera como Intercesor celestial; tampoco tenemos al Cristo, obviamente (es
decir, el carácter Judío del Señor). Se encontrará que estos son exactamente
los caracteres de Cristo omitidos también en el primer capítulo del evangelio
de Juan. Juan Le ve en el carácter amplio en el cual Él es colocado sobre todas
las obras de la mano de Dios, y Heredero de todas las promesas y de todos los
propósitos de Dios para con el hombre, conforme a la justicia divina. Él no es
el Hijo del Hombre en servicio. Su ropa llega hasta los pies, y un cinto de
justicia divina ciñe su pecho. Este es Su carácter.
Las
cualidades del Hijo del
Hombre como juez divino
Tenemos, a continuación,
Sus cualidades
y atributos. En primer lugar, Él es el Anciano de días. La misma verdad sale a
la luz en el libro de Daniel. El Hijo del Hombre viene al Anciano de días
(Daniel 7); pero, más adelante en el capítulo, es el Anciano de días el que
viene. El Hijo del Hombre es Jehová. Esto caracteriza todo el testimonio. El
Rey de reyes y Señor de señores lo muestra a Él (véase 1ª. Timoteo 6:15); pero,
cuando Él viene, encontramos que Él es Rey de reyes y Señor de señores (véase
Apocalipsis 19:16). Pero en esta gloria Él tiene los atributos del juicio —
ojos como llama de fuego — eso que penetra todo, y el fuego es siempre indicio
de juicio. Este era su carácter penetrante, escudriñador. Sus pies semejantes
al bronce bruñido, a saber, la firmeza con que se afrontaba el pecado; ya que
el bronce es justicia, vista, no de manera intrínseca como en el caso de alguno
que se acerca a Él, sino como tratando con el hombre, en su responsabilidad
como hombre. En el Tabernáculo en el desierto, el propiciatorio era de oro, el
altar del holocausto y la fuente eran de bronce. Pero había allí un altar, es
decir, un sacrificio tratando con el pecado del hombre, aunque había fuego
allí, pero aquí se trata del horno ardiente del juicio. La voz era la
indicación de poder y majestad.
La supremacía oficial del Señor
Tenemos, inmediatamente
después, la supremacía oficial. Él ostentaba todo lo que era autoridad subordinada
en cuanto a luz y orden, mencionados aquí con respecto a la asamblea, en Su
diestra, en Su poder. Él tenía el poder del juicio por la Palabra, y la
autoridad suprema —el sol— en la plenitud de su más elevado carácter. Tenemos
Su gloria personal como Jehová; Sus cualidades como Juez divino; y Su suprema
posición oficial.
El
Redentor sosteniendo al santo,
declarándose a Sí mismo como
el
primero y el último, como
Jehová, el libertador
Pero Él era, no
obstante, el Redentor,
aquel que, en Su gracia, asegura la bendición de los que eran Suyos. Juan (como
sucede siempre ante la visión profética de Jehová, ya que no se trata aquí del
espíritu de adopción) cae como muerto a Sus pies. Así también Daniel (Daniel
10); así también, en espíritu, Isaías (Isaías 6); pero Su poder sostiene al
santo, no le destruye. Él pone Su diestra sobre el propio Juan; Él declara ser
el primero y el último, Jehová mismo, pero además, el mismo que murió en amor y
que tiene completo poder sobre la muerte y el Hades; el que libera de la muerte,
no el que somete al hombre a
ella. Él ha resucitado de la muerte y del Hades, y tiene las llaves — el pleno
poder sobre ellos — poder o sustento divino; y Aquel que murió y resucitó, y
vive para siempre como Hombre, no hace esto sencillamente en el poder de la
vida divina en el hombre, sino en la victoria sobre todo aquello a lo cual el
hombre estaba sometido por el pecado y la debilidad.
Las cosas que Juan había visto y debía escribir:
"las que son", el presente del estado de la asamblea,
y "las que han de ser después de estas",
cuando la historia de la asamblea hubiese finalizado
Esta es la posición
que Él asume aquí
con respecto a Juan Su siervo y a las asambleas, respectivamente. Nosotros
veremos que el estado de las últimas asambleas saca a relucir otros caracteres
conocidos sólo al ojo abierto de la fe. Estas cosas eran las que Juan había
visto, y que él debía escribir. Después, con respecto a los hechos proféticos,
él debía escribir las cosas que eran, es decir, el estado de estas varias
asambleas como descripción, históricamente hablando, de los diversos estados de
la asamblea — una historia; y las cosas que iban a suceder después de estas (es
decir, cuando la historia de la asamblea ha finalizado en la tierra). La asamblea
completa es así, para el Espíritu, el tiempo actual — "las [cosas] que
son." El futuro consistía en lo que venía después de ella, los tratos de
Dios con el mundo. Esto, a la vez que dejaba la venida del Señor, o los
acontecimientos proféticos preparatorios, en una expectativa inmediata, dejaba,
si es que había demora (y la habría) el período sin definir, y dejaba la
expectativa, aunque prolongada, siendo aún una expectativa actual.
La gloria personal de Cristo; el carácter o lugar relativo que
Él asume posteriormente
Podemos destacar
que tenemos aquí la
gloria personal de Cristo, acompañada por la posición en cuanto a las
asambleas. Él no es revelado personalmente como Hijo del Hombre, es decir, como
asumiendo el lugar del Hijo del Hombre: solamente Aquel que es el Anciano de
días es visto así, como para hacernos comprender que se trataba de Uno que
tenía aquel lugar — y ese era el Hijo del hombre. Posteriormente en el
Apocalipsis, no se trata de Su carácter personal intrínseco, sino de algún
carácter o lugar relativo que Él asume. Sólo tenemos algo análogo a esto cuando
entra el relato de cosas futuras. Con respecto al mundo, Él es visto como el
Cordero, Uno a quien el mundo ha rechazado, pero que tiene el derecho de
redención sobre él. Él es visto allí con siete cuernos y siete ojos
(Apocalipsis 5) — indicando Su poder sobre el mundo, tal como es visto aquí,
con las siete estrellas como Hijo del Hombre. Estas son las cosas que Juan
había visto.
"Las [cosas] que son"; las estrellas en la diestra de Cristo
Pasamos ahora
a las cosas "que
son." Las estrellas están en la diestra de Cristo; Él habla primeramente
de ellas; Él anda en medio de las asambleas. Estas últimas son portadoras de
luz, las asambleas, o asamblea, como establecida en una posición dada, y vista
como tal delante de Dios; no se trata de lo que las personas llegaron a ser,
sino de lo que la asamblea es ante Sus ojos; tal como Israel era Su pueblo,
independientemente de lo que los Israelitas llegaron a ser. Las estrellas son
aquello que es considerado por Cristo como dando luz y teniendo autoridad,
aquello que Él hace responsable para este fin delante de Él. Por consiguiente,
Se trata, en cierto sentido, de todos los que componen la asamblea, y a menudo
se dice así en los mensajes a las asambleas; pero se trata, más especialmente,
de los que están en responsabilidad, a través de su relación con Él, las
estrellas en Su mano. Ellas deben resplandecer e influenciar y representarle a
Él, cada una en su lugar durante la noche. Es muy cierto que el clero asumió
gradualmente este lugar, y, en este sentido, son responsables en dicho lugar,
pero es asunto de ellos responder por ellos mismos delante del Señor. El
Espíritu no lo presenta así aquí. Ellos lo asumen como un honor; pero ellos
tienen este lugar como responsabilidad. Si alguna vez ellos fueron llamados
"ángeles", fue, evidentemente, sólo por esa suposición, y fue tomada
de aquel lugar. Nuevamente, no se puede dudar que los líderes, los ancianos u
otros, estaban en un lugar especial de responsabilidad, suponiendo que ellos
sean justamente eso. En Hechos 20, ellos son tratados así; pero el Espíritu no
los reconoce así aquí. Cristo no se dirige a los ancianos, ni tampoco a la
noción moderna de un obispo, que, de hecho, no existía en aquel entonces.
Tampoco se piensa en una diócesis [*] en estos mensajes. Ustedes verán que en
la Escritura no se habla de autoridades (ancianos), de las que había siempre
varias; y este pasaje de la Escritura no se puede aplicar a organizaciones
humanas tal como existen ahora.
[*] A excepción
del nuevo mundo
(América), los que son llamados obispos son siempre obispos de una ciudad,
mostrando que las diócesis son, históricamente, una organización posterior. Los
ángeles no eran los oficiales principales de la sinagoga.
El ángel como el representante místico de uno que, en realidad,
no se ve, representando la responsabilidad general y moral
de la asamblea
¿Qué
es, entonces, el ángel? No es un
símbolo, propiamente hablando. La estrella es el símbolo, y es vista aquí en la
mano de Cristo. El ángel es el representante místico de uno que, en realidad,
no se ve (ya que la palabra ángel es usada siempre donde no se trata, en
realidad, de un mensajero celestial o terrenal). Se usa así con respecto a
Jehová ("el ángel de Jehová"), se usa así con respecto a un niño ("Mirad
que no menospreciéis a
uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre
el rostro de mi Padre que está en los cielos." Mateo 18:10), se habla así
acerca de Pedro ("Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a
escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro,
de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que
Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba
que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!" Hechos 12: 13 al 15).
Los ancianos pueden haber sido responsables desde su posición; pero el ángel
representa a la asamblea, y especialmente a los que, por la cercanía a Él y la
comunión con Él, o por la responsabilidad de ello a través de la operación de
Su Espíritu en ellos para Su servicio, Él observa como responsables por el
estado de Su asamblea ante Sus ojos. Sin duda, toda la asamblea es responsable,
y, por tanto, el candelero es quitado cuando la infidelidad se hace evidente en
ella; pero Cristo está en comunicación inmediata con estos con respecto a ello
— un pensamiento solemne para todos los que tienen en consideración el bien de
la asamblea.
La manera en que los ángeles y las asambleas son identificados
La manera en que
los ángeles y las
asambleas son identificados, y cualquier distinción en el grado o manera de
ello, requieren una atención un poco más detallada. Es evidente que, en los
mensajes a los ángeles, se habla a las asambleas en su responsabilidad general.
Puesto que se dice, "lo que el Espíritu dice a las iglesias." No es
una comunicación privada a una autoridad para su enseñanza, como en el caso de
Tito o Timoteo, sino que se habla a las asambleas; es decir, el ángel representa
la responsabilidad de ellas. De modo que encontramos advertencias para partes
distintivas de ellas. "el diablo echará a algunos de vosotros en la
cárcel"; "No temas en nada lo que vas a padecer"; "Pero
tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí…"; "mi testigo fiel
fue muerto entre vosotros"; "'Pero a vosotros, a los demás que están
en Tiatira,…, os digo…" (se debe leer así). Aun así, el ángel y la
asamblea o candelero, son diferenciados. "Quitaré tu candelero de su
lugar." "Toleras que esa mujer Jezabel."
Pero esta separación
entre el ángel y
la asamblea no tiene lugar en las tres últimas asambleas. Al ángel se le habla
de principio a fin de los mensajes. También en cuanto a estas tres últimas,
sólo se dice que Cristo tiene las siete estrellas (Sardis), y no se dice que
las tiene en Su diestra (véase Apocalipsis 1:16; Apocalipsis 1:20; Apocalipsis
2:1). En Esmirna y en Filadelfia no hay juicio; ellas fueron probadas, se
hallaron fieles, y se las animó. En cuanto a los juicios, o más bien amenazas
amonestadoras — en el caso de Éfeso que presenta el hecho general del primer
deterioro de la asamblea — la advertencia presentada es que el candelero podía
ser quitado a menos que se arrepintieran: la asamblea no se arrepintió, lo
sabemos por la Escritura y por la realidad, y por estas asambleas, consideradas
como una historia sucesiva. En Pérgamo y Tiatira, los ofensores son aquellos
especialmente juzgados; en el caso de Tiatira, juicios terribles sobre Jezabel
y sobre aquellos relacionados con ella: ella había tenido tiempo para
arrepentirse y no lo había hecho; pero aquí se espera que todo cambie en la
venida del Señor. Todo esto muestra que los ángeles son los representantes de
las asambleas, pero lo son moralmente; la advertencia de Cristo va a ser
dirigida a ellos (tal como nosotros podemos comprender fácilmente que este es
el caso en cualquiera que tuviese en consideración el interés de la asamblea),
a los cuales Cristo les confió esto; pero dicha advertencia es para ser identificados,
hasta aquí, con las
asambleas que incluían a todos los que las componían, mientras los juicios
particulares eran promulgados sobre las partes culpables.
CAPÍTULO 2
La serie de las siete asambleas; la asamblea en este
mundo sometida a juicio; Dios la juzgará y la
desechará si ella se aparta de su energía espiritual;
Éfeso
Podemos abordar
ahora la serie de asambleas particulares; pero lo haremos brevemente, en
relación con la estructura completa del libro, en lugar de entrar en los
detalles ilustrativos, lo cual he hecho en otra parte, en una serie de
conferencias [*]
[*] N. del T.: El
autor se refiere a su obra 'Siete
conferencias acerca de los mensajes proféticos a las Siete Iglesias', obra que
puede ser consultada en su integridad, en idioma español, en la siguiente
dirección de Internet: www.graciayverdad.net/7iglesias/
El
primer gran hecho es que la asamblea es sometida a juicio, y que su existencia
completa, y su lugar delante de Dios como portadora de luz en el mundo, son
desechados; el segundo hecho es que Dios hará esto si ella se aparta de su
primera energía espiritual. Este es un principio inmenso. Él ha establecido la
asamblea para que sea un testigo fiel de lo que Él ha manifestado en Jesús; de
lo que Él es cuando Jesús se ha ido a lo alto. Si ella no es esto, ella es un
testigo falso, y será desechada. Dios puede tener paciencia, y la tiene de
manera bienaventurada. Él puede proponerle que regrese al primer amor, y lo
hace; pero, si esto no sucede, el candelero es quitado, la asamblea deja de ser
la portadora de luz de Dios en el mundo. El primer estado debe ser mantenido,
o, en caso contrario, la gloria de Dios y la verdad son falsificadas; y la
criatura debe ser desechada. Pero ninguna simple criatura que no es sostenida
hace esto, ninguna como tal. Por eso es que, todo fracasa y es juzgado, excepto
cuando está en el Hijo de Dios, el Segundo Hombre, o que esté sostenida por Él.
Éfeso había andado bien al mantener la consistencia, pero ese olvido del 'yo' y
el pensar sólo en Cristo, que son las primicias de la gracia, habían
desaparecido. Tal como se ha señalado hasta ahora, había obras de trabajo y
paciencia, pero la fe, la esperanza y el amor, en su verdadera energía,
desaparecieron. Ellos habían rechazado la pretensión de los falsos maestros, y
trabajaron y no desmayaron. Todo lo que se puede decir acerca de ellos, es
dicho para mostrar el amor de Cristo, y que Él no se olvida de ellos, o de lo
bueno manifestado en ellos. Aun así, ellos habían dejado (N. del T.: no 'perdido', como se suele oír en
algunas partes) su primer amor;
y, a
menos de que se arrepintieran de ello y que hiciesen las obras primeras, esto
implicaba la remoción del candelero.
Cuando
la fidelidad se aparta de Dios, Dios remite
a
los individuos de regreso a Su Palabra a título
personal;
advertencia de remoción del candelero
Otro principio importante
se encuentra aquí, y es que cuando la asamblea se ha apartado de la fidelidad,
cuando, colectivamente, ella ha dejado de ser la expresión del amor en el cual
Dios ha visitado el mundo, Dios remite a los individuos de regreso a la Palabra
de Dios a título personal: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias." La asamblea es juzgada, y de ese modo, ella no puede
ser la seguridad para la fe; el individuo es llamado a oír lo que el Espíritu
dice. La advertencia en cuanto a que el candelero será quitado, es aquí
especialmente digna de mención, porque había una gran cantidad de cosas que el
Señor aprobaba en gran manera, y los animaba mostrándoles que Él lo hacía;
pero, sin embargo, si se había dejado el primer amor, el candelero podía ser
quitado.
La promesa es dada al vencedor individual
El carácter de
Cristo, y las promesas, son generales, ya que la asamblea de Éfeso es
característica de todo el principio sobre el cual la asamblea descansa. Cristo
tiene las estrellas en Su diestra y anda en medio de los candeleros. No se
trata de un carácter especial aplicable a un estado especial, sino del talante
completo de Su posición en medio de las asambleas. A la asamblea, contemplada
como habiendo dejado su primer amor, nunca se le promete nada. Ella no puede
dirigir a un creyente cuando ella misma viene a estar bajo reprensión y juicio.
La promesa es, entonces, para el vencedor individual: un principio muy
importante. La promesa dada al que vence es la promesa general — es el
contraste con la ruina de Adán, pero de una manera más elevada y mejor que la
de la promesa en la que él disfrutaba del bien que perdió. El vencedor comerá
del árbol de la vida. Pero este no es el árbol en el paraíso del hombre en este
mundo, sino el paraíso de Dios mismo. Debemos señalar, asimismo, que ahora no
es como lo fue con el primer Adán, es decir, mantener individualmente el primer
estado, sino vencer. Y lo que está ante nosotros, y hay que vencer, no sólo
está en el mundo y sus hostilidades (aunque puede ser eso), sino dentro de la
esfera de la iglesia misma. Es el llamado a oír lo que el Espíritu dice a las
asambleas lo que brinda la ocasión para hablar acerca de vencer. Esta es una
verdad importante con respecto a la afirmación de la asamblea en cuanto a que
ella debe ser oída. El mensaje es dirigido a la asamblea, no es dirigido por
ella a los individuos, y a ella se le advierte acerca de su negligencia, y el
santo individual es llamado a vencer.
Esmirna: tribulación y
pobreza es la porción de la
asamblea; Dios lo permite en
misericordia; la segunda muerte
La palabra a
Esmirna es breve. Cualesquiera que sean la malicia y el poder de Satanás, él
tiene, a lo sumo y si se le permitía, nada más que el poder de la muerte.
Cristo es el primero y el postrero, Aquel que es antes y después de la muerte,
Dios mismo; pero más que eso, él la ha afrontado y ha pasado a través de su
poder. Los santos en Esmirna no debían temer. Satanás obraría, se le permitiría
zarandear, encarcelar. Que los santos sólo sean fieles hasta el punto extremo
de su poder; todo lo que estaba más allá, estaba más allá de él, pertenecía a
Cristo; y el fiel recibiría de Él la corona de vida. Tribulación, pobreza, el
desprecio de los que pretendían tener el legítimo derecho hereditario a ser el
pueblo de Dios — y que son siempre los perseguidores, sean ellos Judíos o
Cristianos — era aquí la porción de esta asamblea; y Dios lo permitió. Se
trataba, realmente, de misericordia para con la asamblea en deterioro. La
esperanza de ellos estaba más allá de todo ello cuando Cristo presentó la
corona de vida. Esto hizo que la asamblea, que se estaba deslizando en el
mundo, o estando a punto de hacerlo de manera insensible por la disminución del
primer amor, tomara conciencia de que el mundo estaba en manos de Satanás — que
el mundo no era el lugar de descanso de los santos. Pero, si bien el Señor la
permitió, Él limitó la tribulación. Todo estaba en Sus manos. No sólo estaba
allí la corona para los que padecían, sino que para cualquiera que venciera,
esta porción estaba asegurada: la muerte como consecuencia del juicio, la
segunda muerte, no le haría daño.
Pérgamo: Cristo revelado en
un carácter especial
para un estado especial; la
fidelidad es perseguida,
pero la seducción mediante la
mala enseñanza estaba en su interior
Necesitamos
ahora un juicio más directo. Cristo aparece como Aquel que tiene la espada
aguda de dos filos de la Palabra saliendo de Su boca. Se observará que aquí, en
Esmirna y en Pérgamo, un carácter especial de Cristo se aplica a un estado
especial. No hay resultado general alguno para la asamblea. En Éfeso tenemos la
posición de Cristo como Juez en medio de
los candeleros, y a la asamblea recibiendo la amenaza de ser quitada de su
lugar de testimonio en la tierra. En Tiatira, Él toma Su lugar como Hijo de Dios,
como Hijo sobre Su propia casa, y, como las cosas (en cuanto a la
asamblea) empeoraban, es revelado como
ejerciendo juicio que penetra todo y que es inmutable, y toda la bendición del
nuevo estado es prometida al vencedor. En Pérgamo encontramos fidelidad en su
andar previo, el nombre y la fe de Cristo retenidos a pesar de la persecución.
Ella se diferencia de Filadelfia en que no se dice que retiene Su Palabra como
la Palabra de la paciencia de Cristo (cosa que la asamblea de Pérgamo, en su
estado, no hacía), pero retenía la confesión de Cristo en medio de la
persecución. Pero otra clase de mal entró — la seducción para caer en las
usanzas del mundo mediante la mala enseñanza en su interior. La doctrina de
Balaam estaba allí. La idolatría afluyó a su interior. Había también sectas en
el interior de esta asamblea, que enseñaban una supuesta santidad, pero una
mala práctica. A estos juzgaría el Señor.
La promesa al vencedor en
Pérgamo cuando la corrupción estaba avanzando
La verdad
general acerca de la remoción del candelero no tiene aquí lugar, ni como una
verdad general, cuando la asamblea podía ser llamada a guardar su primer amor,
ni tampoco como un juicio abrasador, debido a que ella se hubiese desviado
completamente; pero había corruptores, y
los siervos de Cristo eran llevados a la idolatría y al mal. La aprobación
personal por parte de Cristo, la comunión con Él en una futura bendición (en
espíritu en aquel entonces), como Aquel que fue humillado y rechazado (cosa que
la asamblea había dejado de ser), un nombre dado por Cristo, y de tal ternura
por Su parte, un vínculo conocido sólo por aquel que lo tenía. En una palabra,
la promesa dada al vencedor era la de una asociación individual y una bendición
individual de secreto deleite, cuando la corrupción estaba avanzando, no siendo
aún dominante, y sin obstáculo, en la asamblea.
Tiatira: la idolatría y
Jezabel son permitidas; el juicio aplicado en justicia inmutable; la venida del
Señor; el Papado; si bien
ella continúa hasta el final,
Tiatira no caracteriza el testimonio
de Dios hasta el final
En Tiatira la asamblea llega hasta el final. Se
encontró allí, en lo que Cristo reconocía en este estado de cosas, una
creciente consagración. Pero se toleraba, en la propia asamblea, a Jezabel, y
la relación con el mundo, la idolatría, y los hijos engendrados por ella. Todo
sería juzgado, gran tribulación caería sobre Jezabel, y sus hijos serían
heridos de muerte. Cristo escudriñaba el corazón y la mente (los íntimos
pensamientos), y aplicaba el juicio en justicia inmutable. Los fieles de esta época,
esos "vosotros" a los cuales se dirige especialmente, no son sino
"los demás", un remanente, pero consagrados de manera especial y
creciente ("Pero a vosotros,
a los demás que están en Tiatira,…,
os digo…" [se debe leer así en Apocalipsis 2:24]).
Podemos comentar aquí, que lo que está
especialmente en perspectiva es lo que las asambleas son respecto de Cristo. No
se menciona lo que Jezabel hizo respecto a los fieles. La venida del Señor es
el momento que se tiene en cuenta: y toda bendición milenial es prometida al
vencedor; tanto el hecho de reinar con Cristo, como el propio Cristo, la
estrella de la mañana. La expresión "el que tiene oído" está situada
ahora después de la promesa dada al que venciere; es decir, no se dice en
relación con la asamblea, sino con relación a los que vencen estando en ella.
El estado es el estado caracterizado por esto. Tiatira puede continuar hasta el
final, pero no caracteriza el testimonio de Dios hasta el final; otros estados
deben ser introducidos para hacer eso. Se trata, no tengo duda alguna, del
Papado de la Edad Media hasta la Reforma aproximadamente; el Catolicismo Romano
mismo continúa hasta el final. El juicio sobre Jezabel es final. El Señor le
había dado tiempo para que se arrepintiera, y ella no se había arrepentido.
Será una asociación obligada con aquellos que ella había seducido una vez, para
ruina de todos ellos. El carácter completo es aquí el de un juicio penetrante,
conforme a la propia naturaleza de Dios y a Sus demandas; una prueba y un
juicio especiales, y sin embargo la bendición no es especial, sino que es la
porción de los santos en general, en aquello que ellos tienen con Cristo; ya
que el alejamiento y el juicio eran completos — hay adulterio, no meramente
fracaso en el primer amor.
CAPÍTULO
3
Sardis: una nueva fase
colateral de la historia de la asamblea;
tiene un nombre de que vive,
pero está muerta en la práctica;
falta de energía espiritual; el
hecho de ser tratada
como el mundo; el
Protestantismo
Hemos visto, en
Tiatira, que el fin se contemplaba ocurriendo a la venida del Señor. Sardis
comienza una nueva fase colateral de la historia de la asamblea. Excepto por el
hecho de tener las siete estrellas, no se menciona ninguno de los caracteres
eclesiásticos de Cristo, ninguno de aquellos observados en Él, cuando se le ve
andando en medio de las asambleas. No obstante, la asamblea es mencionada como
tal. Se trata aún de la historia de la asamblea. Pero habiendo sido mencionada
la venida del Señor, todas las características de Cristo se refieren a lo que
Él tendrá en el Reino. Sin embargo, Él tiene aún las siete estrellas — la
autoridad suprema sobre la asamblea. No se trata de nada peculiar a esta
asamblea. Él tiene esta autoridad sobre todo y en cuanto a todo. Él tiene que
ver con Sardis en este carácter. Él tiene los siete espíritus, la plenitud de
la perfección en la cual Él gobernará la tierra. Él es así competente para
bendecir en la asamblea, aunque no hay una relación eclesiástica regular. Él
tiene poder sobre todo, y la plenitud del Espíritu; ambas cosas en perfección.
Independientemente de lo que la asamblea es, Él es todo esto. Este es un gran
consuelo. La asamblea no puede fracasar en el lugar de testimonio por carecer
de la plenitud de la gracia en Él. Él tampoco le puede fallar a aquel que tiene
oído para oír.
Pero el estado
de la asamblea mostraba que ella estaba lejos de valerse de esto. Tenía,
efectivamente, un nombre de que vivía; ella era superior, en sus pretensiones,
al mal de Tiatira; tampoco había allí una Jezabel y corrupción. Pero había
muerte en la práctica. No había integridad en sus obras delante de Dios. Aquí
no se trataba del mal, sino de la falta de energía espiritual. Pero esto
permitía que los individuos ensuciaran sus vestiduras en el mundo. Ella no fue
llamada a recordar sus primeras obras, sino a recordar lo que ella había
recibido y oído, la verdad encomendada a ella, el evangelio y la Palabra de Dios;
de no ser así, ella sería tratada como el mundo. El Señor vendría como ladrón;
porque la venida del Señor está ahora siempre en perspectiva.
No hay amenaza
alguna de quitar el candelero: eso ya
estaba resuelto. El juicio, desechando la asamblea, estaba ya establecido. Pero
este cuerpo sería tratado como el mundo, no de manera eclesiástica como una
asamblea corrupta (compárese con 1ª. Tesalonicenses 5). Sin embargo, algunos
habían preservado su integridad y serían reconocidos; y ellos andarían con
Cristo como aquellos que habían hecho justicia. Esta era también la promesa. Ellos
habían confesado Su Nombre de manera práctica delante de los hombres, delante
del mundo, y el nombre de ellos sería confesado delante de Dios cuando la
asamblea nominal fuese tratada como el mundo. Ellos eran Cristianos verdaderos
en medio de una profesión mundana, y
sus nombres no serían borrados del registro, mal llevado, en aquel entonces, en
la tierra, pero rectificado infaliblemente mediante el juicio celestial. Se ha
comentado que, simultáneamente con la introducción de la venida del Señor, el
'oído para oír' viene después que se hace la distinción de los vencedores. Sólo
se está pendiente de un remanente semejante. Yo no puedo dudar que tenemos aquí
el Protestantismo.
Filadelfia asociada de manera
peculiar con Cristo mismo;
el carácter personal de
Cristo como Santo y Verdadero;
Su Nombre confesado abiertamente,
la Palabra guardada,
el Nombre no negado
La asamblea de
Filadelfia tiene un carácter peculiarmente interesante. Nada se dice acerca de
sus obras, pero se dice que Cristo las conoce. Pero lo que es interesante en
ella, es que está asociada de manera peculiar con Cristo. Cristo, en todas
estas últimas asambleas, no es visto en Sus caracteres personales en los que Él
andaba en medio de las asambleas, sino en el carácter que la fe reconoce de
manera peculiar cuando la organización eclesiástica ha llegado a ser el foco de
la corrupción. Aquí está Su carácter personal, lo que Él es intrínsecamente,
Santo y Verdadero, lo que la Palabra muestra y demanda, y lo que la Palabra de
Dios es en sí misma — carácter moral y fidelidad. En efecto, esta última
palabra incluye todo: fidelidad a Dios adentro y afuera, conforme a lo que está
revelado, y fiel para cumplir con todo lo que Él ha declarado.
Cristo es conocido
como el Santo. Por consiguiente, las asociaciones o pretensiones eclesiásticas
no servirán para nada. Debe existir lo que es adecuado a Su naturaleza, y fiel
consistencia con esa Palabra que Él ciertamente cumplirá. Con esto Él tiene la
administración; y abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Vean lo que
fue Su senda en la tierra: en Su gracia, un Hombre dependiente en aquel
entonces, tal como nosotros somos. Él era Santo y Verdadero, y a la vista de
los hombres, tenía poca fuerza, guardaba la Palabra, vivía por medio de cada
Palabra que procedía de los labios de Dios, esperaba pacientemente a Jehová
(véase Salmo 40), y el portero Le abrió la puerta (Juan 10:30). Él vivió en los
últimos días de una dispensación, el Santo y Verdadero rechazado, y, para el
ojo humano, fracasando en cuanto a tener
éxito con los que decían que eran Judíos, pero eran sinagoga de Satanás.
Del mismo modo es aquí con respecto a los santos: ellos andan en un lugar
semejante al Suyo; ellos guardan Su Palabra, tienen poca fuerza, no se
distinguen por tener una energía similar a la de Pablo por el Espíritu, pero no
niegan Su Nombre. Este es el carácter y el motivo de toda la conducta de ellos.
Su Nombre es confesado abiertamente, la
Palabra es guardada, el Nombre no es negado. Parece poco; pero en la decadencia
universal, en la mucha pretensión y en la mucha reivindicación eclesiástica, y
cuando muchos recaen en los razonamientos humanos, el todo consiste en mantener
la Palabra de Aquel que es Santo y Verdadero y no negar Su Nombre.
El carácter de la fe
perfecta; la puerta abierta; la aprobación del Señor
Y este elemento
es mencionado. Cristo, el Santo, el Verdadero, está esperando. Aquí en la tierra,
Él esperó pacientemente a Jehová (véase Salmo 40). Se trata del carácter de la
fe perfecta. La fe tiene un carácter doble — la energía que vence, y la
paciencia que espera en Dios y confía en Él (véase el primer carácter en Hebreos
11: 23 al 34; y el segundo en Hebreos 11: 8 al 22). El carácter de la fe que se
encuentra aquí es el segundo: la palabra de Su paciencia es guardada. Pero fueron
dadas promesas en relación con las cualidades esenciales del primer carácter de
la fe (a saber, guardar la Palabra y no negar el Nombre de Cristo, aunque con
poca fuerza), en presencia de la pretensión eclesiástica a una religión
sucesoria establecida por Dios. Cristo obligará a estos pretenciosos aspirantes,
a venir y reconocer que Él había amado a los que guardaron Su Palabra. Una
puerta abierta fue dada en estos tiempos, y ninguno podía cerrarla; tal como el
portero le había abierto a Él la puerta, de tal modo que los escribas y los
Fariseos y los
sacerdotes no pudieron impedirlo. En el futuro, ellos mismos tendrían que reconocer,
humillados, que los que siguieron la Palabra del Santo y verdadero, eran
aquellos que Él había amado. Mientras tanto, Su aprobación era suficiente. Esta
era la prueba de la fe — estar satisfecho con Su aprobación, estar contento con
la autoridad de Su Palabra.
Esperando en paciencia
Pero había
también una promesa en cuanto los juicios del Señor en la tierra. Cristo está
esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. Nosotros
debemos esperar eso para ver el mundo enmendado. Debemos continuar donde el
dios de este mundo hace lo que le parece, aunque bajo limitación divina. El
pensamiento acerca de que el bien va a tener sus derechos en este mundo,
equivale a olvidar la cruz y a Cristo. Nosotros no podemos tener nuestros
derechos hasta que Él los tenga, porque no tenemos derecho alguno, sino los que
son de Él. El juicio (desde que Pilato lo consintió, y Cristo fue el Justo delante
de él) no había vuelto aún a ser justo ("Porque el juicio volverá a ser
justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán." Salmo 94:15 – LBLA).
Hasta entonces, Cristo espera, aunque a la diestra de Dios; y nosotros
esperamos. No tenemos aquí persecución y martirio, como en el caso de Esmirna.
Se trata, quizás, de una dura tarea, o, en todo caso, de nuestra tarea ahora — paciencia
y contentamiento con la aprobación de Cristo, guardando Su Palabra no negando
Su Nombre.
La hora de la prueba que
viene sobre todo el mundo;
los que guardaron la Palabra
de la paciencia de Cristo
son guardados de ella; la
venida del Señor
es nuestra esperanza
Pero había,
además, otros y bienaventurados estímulos. Había una hora de prueba que venía
sobre todo el mundo, para probar a los que pertenecían a la tierra, a los que
moraban allí como perteneciendo a ella. Algunos podrían ser perdonados,
victoriosos en la prueba; pero los que guardaban la Palabra de la paciencia de
Cristo serían guardados de ella. Dicha prueba vendría sobre todo el mundo; ¿y
dónde estaban ellos? Estaban fuera del mundo. No habían pertenecido a él cuando
estaban en él. Ellos habían estado esperando que Cristo tomase Su poder — esperando
Su tiempo para tener el mundo. Ellos pertenecían al cielo, pertenecían a Aquel
que estaba allí; y serían tomados para estar con Él, cuando el mundo iba a
estar en el tiempo de la terrible prueba. Había un tiempo especial antes de que
Él tomara Su poder; y ellos no sólo reinarían con Él como resultado, sino que
serían guardados de esa hora, y tendrían la seguridad de ello en el tiempo de
su prueba. Y por eso es que el Señor les señala Su venida como la esperanza de
ellos; no como una advertencia de que los impenitentes serían tratados como el
mundo cuando Él aparezca. Él venía pronto, y ellos debían, entonces, ocuparse
de la corona, reteniendo lo que tenían, débilmente pero espiritualmente
asociados con Él como lo estaban, para que ninguno la tome.
Esperando a Cristo;
reconocidos públicamente en aquello
que parecía que no tenían y
donde parecían no tener nada
Tenemos ahora la
promesa general en los lugares celestiales, caracterizada por una asociación
especial con Cristo; y ellos son reconocidos públicamente en aquello en lo cual
parecían no tener nada en la tierra. Otros tenían la pretensión de ser el pueblo
de Dios, la ciudad de Dios — pretendían tener derecho religioso divino; estos
Filadelfios eran consistentes sólo con Su Palabra, y esperaban a Cristo. Pues
bien, cuando Cristo toma Su poder, cuando las cosas son reales, conforme a Él
en poder, ellos tienen este lugar conforme a Dios. Aquí abajo fue la cruz y el
desprecio; en lo alto es la exhibición del Nombre de Dios y de la ciudad
celestial.
Una columna en el templo de
Dios: asociación con Cristo
en Su propia bendición con
Dios
Examinemos la
promesa presentada aquí a los vencedores. Aquel que sólo tenía poca fuerza, es
una columna en el templo de Dios, en quien y con quien es bendecido. A él se lo
consideró, quizás, como estando afuera de la unidad y el orden eclesiásticos;
pero él es una columna en dicho templo en el cielo, y nunca más saldrá. Sobre
aquel que apenas fue reconocido como teniendo parte en la gracia, el Nombre de
su rechazado Dios Salvador ha sido públicamente estampado en gloria. Aquel que
apenas fue considerado como perteneciendo a la santa ciudad, tiene también su
nombre celestial escrito sobre él, y el nuevo nombre de Cristo — el nombre no
conocido por los profetas y por los Judíos según la carne, pero que Él ha
tomado como muerto a este mundo (donde la falsa asamblea se establece) y como resucitado
a la gloria celestial. La esmerada asociación con Cristo es aquí sorprendente,
y da su carácter a la promesa. "El templo de mi Dios", Cristo dice; "el nombre
de mi Dios; de la ciudad de mi Dios", "mi nombre nuevo." Asociado en la
propia paciencia de Cristo, Cristo confiere sobre él lo que le asocia plenamente
en Su propia bendición con Dios. Esto es de una bendición peculiar, y pleno de
estímulo para nosotros.
Laodicea: el último estado de
la profesión en la asamblea;
el juicio de las pretendidas
adquisiciones; rechazo irremediable;
gracia para el individuo
Laodicea sigue a
continuación. La tibieza caracteriza el último estado de la profesión en la
asamblea. Ella es nauseabunda para Cristo; Él la vomitará de Su boca. No se
trataba de una mera falta de poder, se trataba de falta de corazón — el peor de
todos los males. Esta amenaza es perentoria, no es condicional — ella implicaba
un rechazo irremediable. Con esta falta de corazón para con Cristo y Su
servicio, había mucha pretensión en cuanto a la posesión de recursos y
competencia en ellos mismos; "Yo soy rico", mientras que ellos no
tenían nada de Cristo. Se trata de la asamblea profesante considerándose rica
ella misma, sin tener a Cristo como las riquezas del alma por medio de la fe.
Por lo tanto, Él les aconseja que compren de Él justicia verdadera y aprobada,
vestiduras para su desnudez moral, y aquello que daba visión espiritual, ya que
ellos eran, con respecto a lo que Cristo es y da, pobres, desnudos y
miserables, y especialmente eso, delante de Dios. Este es el juicio de Cristo
acerca de sus pretendidas adquisiciones según el hombre. No obstante, mientras
la asamblea subsiste, Cristo continúa tratando
con ella en gracia, está a la puerta y llama, insiste, de la manera más
íntima, sobre la conciencia para que se Le reciba. Si alguno, estando aún en lo
que Él iba a vomitar de Su boca, oía Su voz y abría, Él le daría admisión para
estar con Él, y una parte en el reino.
La venida del Señor en
relación con las varias asambleas;
el arrepentimiento de ellas
No se menciona
aquí, en Laodicea, ninguna venida; tampoco hubo mención de ella para el juicio
de Jezabel. Eso era prácticamente Babilonia; y ella es juzgada antes de que
Cristo venga. Esta asamblea (Laodicea) es vomitada de la boca de Cristo,
desechada como no teniendo valor alguno para Él; pero el cuerpo general es
juzgado como el mundo. En Tiatira, y en Filadelfia también, la venida del Señor
es por los santos. Ese es el aspecto, y ese solamente, en cuanto a la asamblea.
Sardis es reducida, si no se arrepiente, a la condición del mundo, y es juzgada
como tal. Cuando llega el estado de Laodicea, la asamblea es repudiada y
rechazada por Cristo en ese carácter: pero para eso no se debe hablar de Su
venida. Aunque Tiatira va hasta el final, y cierra, eclesiásticamente, la
historia de la asamblea, no obstante, en las primeras tres tenemos a la
asamblea en general, tratada como sujeto de arrepentimiento. En Tiatira se
había dado tiempo a Jezabel para que se arrepienta, y ella no lo hizo: y la
escena va a finalizar y va a ser reemplazada por el reino, En este respecto,
las cuatro últimas asambleas van juntas. No hay perspectiva alguna de
arrepentimiento, o restauración, de toda la asamblea. Sardis es llamada a
guardar y arrepentirse, y a recordar lo que ella había recibido; pero, si ella
no vela, va a ser tratada como el mundo. Por eso es que, tal como hemos visto,
el llamado a oír es dirigido a los vencedores después de la promesa.
El carácter de Cristo en
relación con Laodicea
El carácter de
Cristo en relación con esta asamblea no debe ser obviado. Dicho carácter saca a
relucir el paso de las varias condiciones de la asamblea, a Su autoridad en lo
alto, y más allá de ello, a Su autoridad sobre el mundo. Cristo asume,
personalmente, aquello que la asamblea había dejado de ser. Él es el Amén, el
cumplimiento y el verificador de todas las promesas, el verdadero testigo y revelador
de Dios y de la verdad, cuando la asamblea no lo es; y es el principio de la
creación de Dios — Cabeza sobre todas las cosas, y la gloria y el testigo de lo
que ella es de parte de Dios — como nueva creación. La asamblea debiera haber
exhibido el poder de la nueva creación por el Espíritu Santo; ya que "si
alguno está en Cristo, hay una nueva creación" (" 2ª. Corintios 5:17
- JND), donde todas las cosas son de Dios. Nosotros, como primicias de la nueva
creación, somos creados de nuevo en Él. La asamblea tiene así las cosas que
permanecen (2ª. Corintios 3). Pero ella ha sido un testigo infiel de ello.
¿Posee ella una parte en esto? Si la respuesta es sí, es porque Cristo la
posee, y Él es verdadero principio de ello, como mostrado realmente. Una vez
que el testigo responsable de ello por el Espíritu Santo fracasó, Cristo asume ahora
ese lugar para una exhibición eficaz.
El ministerio de Juan en
relación con la venida del Señor;
ninguna mención del
arrebatamiento, aun así, los santos
que pertenecen a la asamblea
son vistos siempre en lo alto,
después que se le habla a las
siete asambleas
Pero, la serie
de acontecimientos preparatorios en el mundo deben ser examinados a fondo. Y se
debe observar que no hay aquí mención alguna del hecho de la venida del Señor
con referencia a la asamblea. Se promete que Él vendrá pronto; y la asamblea es
amenazada con ser vomitada de Su boca. Pero no se enuncia el hecho de Su venida
por los Suyos, el arrebatamiento de la asamblea en cualquier momento. Esto
coincide plenamente con lo que hemos visto acerca del ministerio de Juan [*] —
a saber, el hecho de que él se ocupa de la manifestación del Señor en la
tierra, y que hace escasa referencia (solamente cuando es necesario, al dejar
el Señor a los discípulos) de las promesas celestiales. En Juan 14 y 17 él lo
hace excepcionalmente.
[*] Su carácter fue, también, para
juicio entre las asambleas y la asamblea en la tierra; no de Su esposa, sino
del cuerpo exterior en la tierra.
Aquí, en este
libro, ello es dejado afuera. Incluso en Apocalipsis 12, capítulo que confirma
notablemente lo que digo, el arrebatamiento es visto solamente como identificado
con el arrebatamiento del "hijo varón", que es Cristo. Por eso no
tenemos aquí mencionada ninguna época específica para el arrebatamiento de los
santos, excepto por la mención de que ellos son tomados antes de la guerra en
el cielo, la cual conduce a los últimos tres años y medio. Pero, por otra
parte, los santos que pertenecen a la asamblea, o los anteriores a ella, son
vistos siempre en lo alto cuando las cartas a las asambleas han finalizado.
Ellos están esperando que se les dé el juicio para vengar su sangre; pero jamás
son vistos en la tierra.
CAPÍTULO 4
Las cosas que sucederán después de estas: comienzan los tratos
de Cristo con el mundo; el Cordero en medio del trono;
los santos teniendo su lugar propio en el cielo
Pero tenemos que
considerar en qué momento del capítulo 4 comienzan los modos de obrar de Dios.
No se infiere, necesariamente, que la asamblea ha sido vomitada de la boca de
Cristo. Ella ha sido amenazada; pero
el juicio sobre Sardis, o incluso sobre Tiatira, no había sobrevenido aún. Pero
ello sucede después que Cristo ha dejado de tratar con la asamblea profesante
como tal, contemplándola como portadora de luz ante el mundo. El nombre que
ella se dé a sí misma no se declara aún; Él no está tratando con ella.
Sobrevendrá una abierta apostasía. La fecha de dicha apostasía no se revela;
tampoco se revela la fecha en cuanto al arrebatamiento. Pero yo deduzco, de la
lectura de 2ª. Tesalonicenses 2, que el arrebatamiento será antes de la
apostasía. Lo que hemos enunciado, entonces, es que después que todo trato de
Cristo con las asambleas ha finalizado, comienzan, en el Apocalipsis, los
tratos posteriores con el mundo. Las asambleas son "las [cosas] que
son"; lo que sigue a continuación son, "las [cosas] que han de ser
después de estas." (Apocalipsis 1:19). Cristo no es visto ahora andando en
medio de las asambleas. Él es el Cordero que está en medio del trono. A Juan no
se le ve ocupado en verle allí en medio de las asambleas, o enviando mensajes a
las asambleas, sino que es llamado a subir al cielo, donde todos los modos de
obrar de Dios prosiguen, y prosiguen con el mundo, no con la asamblea. Nosotros
tenemos, asimismo, el trono, no el sacerdote vestido de una ropa que llega
hasta los pies. Los reyes y sacerdotes acerca de los cuales leímos en el
capítulo 1, están ahora en lo alto. Otros podrán seguirles; pero ellos están en
los lugares celestiales, sentados en tronos, o alabando, o presentando sus
incensarios llenos de incienso. Por otra parte, en este capítulo, el Señor no
ha venido a juzgar el mundo, sino que está a punto de recibir la herencia. Los
santos, entonces, que serán arrebatados para encontrarse con Cristo, son vistos
aquí solamente en lo alto; ellos pertenecen al cielo, y no se trata ya con
ellos como estando en la tierra, sino que tienen su lugar propio en el cielo.
Las dos partes del Apocalipsis;
Cristo que estaba juzgando
en medio de la iglesia
profesante, está ahora en lo alto abriendo
el libro del juicio del
mundo; la escena en el cielo
La relación
entre las dos partes del Apocalipsis es esta: Cristo, que estaba juzgando en
medio de la iglesia profesante, es visto ahora en lo alto, abriendo el libro
del juicio de este mundo, del cual Él está a punto de tomar la herencia
públicamente. Los santos están lejos de esta escena de juicio. La ocupación del
Apóstol con las asambleas termina ahora — un punto importante, porque el
Espíritu Santo debe ocuparse de ella mientras los santos están en ella en la
tierra — y es llevado al cielo, y ve allí a Dios en pacto con la creación, en
un trono de gobierno, con un arco iris a su alrededor. Las criaturas vivientes
Le celebran como el Creador, Aquel por quien todas las cosas fueron creadas. El
trono no era un trono de gracia, sino que salían de él signos de poder y de
juicio; pero alrededor de él, los que representan a los santos recibidos en la
venida de Cristo, los reyes y sacerdotes, están sentados en tronos, en un
círculo alrededor del trono. No se ve ningún altar de sacrificio, como si fuera
un tiempo de acercamiento; la fuente de bronce tiene vidrio en lugar de agua.
Se trata de una santidad firme, consumada, no se trata de lavamiento de pies.
Los ancianos están coronados, recordando, el número veinticuatro, los turnos
(clases, grupos) de los sacerdotes. Los siete espíritus de Dios están allí en
el templo (una alusión a las siete lámparas que estaban en el tabernáculo y en
el templo), no son los que esgrime Cristo para la asamblea (Apocalipsis 3:1), o
los enviados por toda la tierra (Apocalipsis 5:6), sino las perfecciones, en
cuanto a los atributos, que caracterizan las acciones de Dios en el mundo. Esto
es lo que lleva ahora luz al mundo.
Los cuatro seres vivientes
Además de estos,
cuatro seres vivientes están allí en el círculo mismo del trono y alrededor del
trono. Se los puede ver como formando parte del trono, o estando aparte de él,
aunque relacionados con él como centro. Ellos tienen algunos caracteres de los
querubines, algunos de los serafines, pero un tanto diferente de ambos. Ellos
estaban llenos de ojos delante y detrás, y también por dentro, para ver todas
las cosas conforme a Dios, teniendo también seis alas; perfectos en percepción
interior, pero una percepción dada, y en la celeridad de sus movimientos. Ellos
abarcaban, también, las cuatro especies de la creación en la tierra ordenada:
hombre, ganado, bestia del campo, ave del aire: simbolizando estos los poderes
o atributos de Dios, siendo ellos mismos adorados por los paganos, pero siendo
aquí sólo los instrumentos del trono. Los paganos no conocían a Aquel que
estaba sentado en él. La inteligencia, la firmeza, el poder, la rapidez de
ejecución, que pertenecen a Dios, estaban tipificados por ellos, tal como en
otra parte de la Escritura. Ellos son símbolos. Diversos agentes pueden ser los
instrumentos de su actividad. Pero aunque existía la analogía general del
querubín, a saber, poder judicial y gubernamental, estos tenían un carácter
peculiar.
Los querubines y los
serafines
Los querubines
en el templo tenían dos alas, las cuales formaban el trono; ellos cubrían el
arca del pacto, y, al mismo tiempo, por el hecho de ser de oro puro, se
caracterizaban por la justicia divina del trono al cual había que acercarse. En
Ezequiel, ellos eran el soporte del firmamento por encima del cual estaba el
Dios de Israel: se trataba de un trono de juicio ejecutivo. Ellos eran como
bronce muy bruñido y como fuego — un símbolo que ya hemos considerado. Tenían
cuatro alas: dos para volar, dos para cubrirse. Al leer Ezequiel 10, parece que
ellos estaban llenos de ojos (pero no se dice que los tuvieran "por
dentro", como en el caso de Apocalipsis 4). Ello era para gobernar lo que
estaba afuera, según Dios, y no inteligencia divina adentro. En Isaías 6, los
serafines (o abrasadores, fogosos) tienen seis alas tal como aquí; ellos están
encima del trono, y dicen, al igual que aquí, ¡Santo, santo, santo! Ellos, con
un carbón encendido, limpian los labios del profeta; ellos estaban encima del
trono.
El trono de juicio
ejecutorio, el gobierno de toda la tierra
Los símbolos usados
aquí llegan a ser más claros a través de estos
casos. Los seres vivientes están en el trono y alrededor de él; porque es un
trono de juicio ejecutorio, con los atributos de los querubines unidos a él.
Pero no es, como en Israel, un mero juicio terrenal, providencial, un viento
tempestuoso que viene del norte. Está ante nosotros el gobierno de toda la
tierra, y el juicio ejecutorio según la santidad de la naturaleza de Dios [*].
[*] Porque el juicio final,
aunque gubernamental, dando término a la historia de la tierra, no era
meramente así (querúbico), sino según la santidad y la naturaleza de Dios
(seráfico), particularmente en Isaías 6, un Dios conocido en Israel.
No sólo está la
percepción plena de todo, sino la percepción intrínseca
moralmente. No se trata de un propiciatorio de oro al cual hay que acercarse,
como en el tabernáculo. La santidad intrínseca de Dios es aplicada al juicio.
Él está haciendo efectivos Su naturaleza y carácter en toda la creación. La
providencia no sería ya más un enigma. No se trataba de atributos complejos sin
resolver, por así decirlo, aunque aplicados en circunstancias especiales; cada
acto tendría su carácter.
El Dios de los siglos cuyos
atributos celebran ahora
Su Nombre íntegro
Observen, también,
que aquí no es como en Apocalipsis 1, el Dios que
es, aunque abarcando pasado y futuro, Dios en Sí mismo (Apocalipsis 1:8; sino
el Dios de los siglos, "el que era, el que es, y el que ha de venir."
(Apocalipsis 4:8). Aun así, Él tiene todos los nombres del Antiguo Testamento:
Jehová, Elohim, Shaddai. Sus atributos celebran ahora Su Nombre íntegro, como
el Santo que vive por los siglos de los siglos — Su poder y Su existencia no
son pasajeros, como el hombre que en su mejor estado es vanidad. Y los santos
se postran aquí ante el trono, se inclinan delante de Su lugar en la gloria, y
Le adoran en Su existencia eterna, y echan sus coronas, es decir, la gloria que
se les dio, delante de Su gloria suprema
y apropiada, atribuyendo toda gloria sólo a Él, como el Único digno de ella;
pero aquí, según la naturaleza de la celebración de ello, como el Creador para
el cual son todas las cosas. En todos los cambios, estas permanecían
verdaderas.
La declaración de los seres
vivientes; la adoración inteligente
de los ancianos entronizados;
el lugar de ellos delante
del trono del juicio
Se observará aquí
que los seres vivientes sólo celebran y declaran; los
ancianos adoran con entendimiento. A lo largo de todo el Apocalipsis los
ancianos presentan su razón para adorar. Hay inteligencia espiritual en ellos.
Además, observen
que cuando los truenos y los relámpagos y las voces de
terror salen del trono en juicio, los ancianos entronizados permanecen
impasibles; ellos están en tronos que están alrededor del trono de juicio,
cuando este trono es presentado. Este es el lugar de ellos delante de Dios con
respecto al juicio. Cuando Él hace juicio, esta es la posición de ellos. Ellos
son parte de la gloria — son asesores del trono desde el cual sale el terror.
Cuando Aquel que se sienta en dicho trono es celebrado, ellos son todo
actividad, reconocen que toda la gloria es Suya, se postran sobre sus rostros,
y echan sus coronas delante de Él, más bienaventurados reconociendo Su gloria
que poseyendo la de ellos.
Dios mostrado aquí como
Jehová
Nosotros no encontramos
aquí al Padre; se trata de Jehová. Y, de hecho,
si preguntáramos en quién es mostrado Él personalmente, ello sería, como
siempre, en el Hijo; pero es aquí, de sí, sencillamente el Jehová del Antiguo
Testamento.
CAPÍTULO 5
El libro de los consejos de Dios, empuñado por
Su poder,
el cual podía ser abierto sólo por el Cordero, el Mesías rechazado
En el siguiente
capítulo (Apocalipsis 5) encontramos al Cordero. Un libro estaba en la mano
derecha de Aquel que estaba sentado en el trono. Eran consejos, empuñados por
Su poder. ¿Quién podía abrirlos y dar lugar a su ejecución? ¿Quién tenía el
derecho de hacerlo? Nadie en el cielo o en la tierra, excepto Uno. Los ancianos
explicaron al profeta que se lamentaba, que los modos de obrar de Dios deben
acallarse, que el Fuerte de Judá, la fuente verdadera de todas las promesas
hechas a David, había vencido para abrir el libro y desatar los sellos. Este
era el Cordero, el Mesías rechazado. Él era más que esto, tal como el capítulo
continúa mostrando; pero Él es esto. El Mesías rechazado estaba en medio del
trono divino; y, rodeado por todas las muestras de providencia y gracia — a
saber los seres vivientes y los ancianos —, estaba de pie un Cordero como
inmolado. Él tenía la plenitud del poder de Dios sobre la tierra — siete
cuernos —, y los siete espíritus de Dios para el gobierno de toda la tierra,
conforme a la perfección de Dios. Cuando Él ha tomado el libro, los seres
vivientes y los ancianos se postran delante de Él, con incensarios de oro
llenos de las oraciones de los santos. Ellos son aquí sacerdotes.
El terreno de la dignidad del
Cordero para abrir el libro,
la alabanza resultante
Un cántico nuevo
es entonado ahora para celebrar al Cordero. Lo que pareció ser Su deshonra y
rechazo en la tierra, era el terreno de Su dignidad para tomar el libro. Aquel
que padeciéndolo todo, y costándole todo a Él mismo, había glorificado todo lo
que Dios era, podía, y era digno de desplegar, aquello que lo cumplía a modo de
gobierno. No se trataba del gobierno de Israel, sino de toda la tierra; no era
meramente un castigo terrenal, según la revelación que Dios había hecho de Él
mismo en Israel, sino de la muestra, en poder, de todo lo que Dios era en toda
la tierra. Aquel que había glorificado todo lo que Dios era, y que, mediante
las buenas nuevas de lo que Él era, había redimido de toda la tierra (de todo
linaje y lengua y pueblo y nación), por Su muerte, era el Competente para
llevarlo a cabo en poder. Él no ha prorrumpido aún; pero Su obra es el digno
instrumento, el motivo divino, para la visualización de todo ello. Él puede
abrir los sellos de los modos de obrar y de los misterios de Dios. Yo leo así
el pasaje: " Fuiste inmolado, y has redimido para Dios, mediante Tu
sangre, de toda tribu, y lengua, y pueblo, y nación, y los has hecho para
nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinarán sobre la tierra." (Apocalipsis
5:9 – JND). De este modo, no se trata de alguna clase de personas en
particular, sino del valor del hecho que es el motivo de alabanza, y de que
todo sea confiado a Él.
La alabanza de los ángeles;
alabanza universal y eterna a Dios
y al Cordero
Los ángeles entran
aquí para alabar, no en el capítulo 4. Apenas puedo
dudar de que ocurre aquí un cambio en el orden administrativo. Hasta que el
Cordero hubo tomado el libro, ellos eran el poder administrativo; eran los
instrumentos a través de los cuales era ejercido en la tierra aquello que simbolizaban
los cuatro seres vivientes. "Porque no sujetó a los ángeles el mundo
venidero, acerca del cual estamos hablando." (Hebreos 2:5). Por eso es
que, tan pronto como el Cordero aparece y toma el libro, tan pronto como la
idea de la redención es introducida, a los seres vivientes y a los ancianos se
los reúne, y los ángeles toman su propio lugar aparte. Tal como los seres
vivientes anteriormente, ellos no dan razón para su alabanza. Los ángeles, como
cabezas de la creación en cuanto a su naturaleza, celebran con todas las
criaturas, el derecho a la gloria que tiene el Cordero y Su dignidad,
atribuyendo a Aquel que está sentado en el trono, y al Cordero, alabanza por
los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes, es decir, todo el
ejercicio del poder de Dios en la creación y en la providencia, unen su Amén, y
los ancianos adoran a Dios en la excelencia de Su Ser. Pero los seres vivientes
y los ancianos están juntos (Apocalipsis 5:8) al postrarse delante del Cordero.
Yo no pienso que hay intención de diferenciarlos en la última parte del
versículo [*], sino que se unen a los ancianos, simbolizando un servicio
diferente, pero no son ahora dos clases.
[*] Es decir, la palabra Griega ἔχω (echō), traducida
al
Español como "tenían", no se aplica sólo a los ancianos.
El versículo 9 es
el hecho general; no se debe leer
"cantaban" sino "cantan." Esto tiene lugar en el cielo;
pero los nombrados están en el pensamiento de manera general. Se muestra así,
la fuente de lo que sigue a continuación, el trono, y las personas involucradas
en el cielo delante de Dios en todo lo que pasa: desde dónde emana el juicio,
quién rodea el trono de Dios en lo alto, y quién está en él, todos estos
detalles han sido traídos ante nosotros; estamos ante la escena celestial, y el
coro, y los asistentes.
CAPÍTULO 6
Escenas en la tierra cuando los
del libro son abiertos:
la visión profética previa de Juan desde la ruina de
la iglesia hasta que Cristo viene
Comienza ahora
lo que va a suceder a continuación en la tierra, cuando los siete sellos son
abiertos. Se observará aquí que Juan, situado en la ruina de la asamblea,
presenta, proféticamente, todo lo que sucede desde aquel fracaso hasta que
Cristo viene en el capítulo 19. No se menciona la ascensión de Cristo, ni el
arrebatamiento, excepto en la medida que Apocalipsis 12:5 las presenta juntas.
Plagas providenciales y
limitadas, como preparación
para los juicios directos de
Dios
Los primeros
sellos son sencillos; ni tampoco tengo algo muy nuevo que ofrecer acerca de
ellos: en primer lugar tenemos conquistas imperiales, a continuación guerras,
luego hambruna, después pestilencia, trayendo consigo lo que Ezequiel denomina
los "cuatro juicios terribles" (la espada, el hambre, las bestias
feroces y la peste) (Ezequiel 4:21). Estos juicios hablan del curso
providencial de los tratos de Dios, por eso es que las cuatro bestias llaman a
prestar atención a ello; pero tienen la voz de Dios en ellos, la voz del Todopoderoso:
aquello que oye el oído de aquel que tiene el Espíritu. Esto completa las
plagas providenciales, tal como se habla de ellas en la Escritura. Los juicios
directos vienen después: pero estas que hemos comentado son lo que podemos
llamar 'medidas preparatorias'.
Tengo que
mencionar que en las plagas completas de Apocalipsis 6:8, no se incluye todo la
tierra sometida al Imperio Romano. Se trata de la cuarta parte no de la
tercera. Noten también que, en su extensión y esfera, las plagas son limitadas,
no son universales.
Santos martirizados: sus
ropas blancas es el reconocimiento de
su justicia, reconociendo su
servicio
Los santos
son
aquellos en los cuales Dios está pensando realmente, y ellos son recordados
antes que otras escenas sean puestas de manifiesto. Aquellos que habían sido
martirizados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían,
preguntaban cuánto tiempo pasaría antes de ser vengados; porque aquí, siempre
tenemos que ver con un Dios de juicio. El hecho de que ellos están bajo el
altar significa simplemente que ellos habían ofrecido su cuerpo a Dios, como
sacrificios por la verdad. Las ropas blancas son el testimonio de su justicia —
la clara aprobación de Dios hacia ellos; pero el tiempo para que ellos sean
vengados no había llegado aún. Yo no pienso que la dación de ropas blancas se
refiere a la resurrección. La primera resurrección es la gracia soberana
dándonos el mismo lugar con Cristo ("siempre con el Señor" – (1ª.
Tesalonicenses 4:17), posterior a Su obra, y al hecho de que Él es nuestra
justicia, que es la misma para todos nosotros. Ropas blancas conferidas así,
son el reconocimiento de las acciones justas (griego: δικαιωματα; dikaiomata) [*] de los santos—por eso se los ve en Apocalipsis 19 en Su aparición
(manifestación), "andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son
dignas."
[*] "y le ha sido dado que se
vista de lino fino, resplandeciente y puro; pues el lino fino es las justicias
de los santos. (Apocalipsis 19:8 - JND). Es muy posible que el plural
"justicias" sea un Hebraísmo para justicia. Se trata de un caso común
en las cosas morales. En todo caso es de los santos.
Yo no estoy
negando que somos hechos limpios, y que nuestras ropas se han emblanquecido en
la sangre del Cordero. Pero, aun donde se dice esto en Apocalipsis 7, yo pienso
que se refiere especialmente a la manera en que ellos han estado asociados, por
medio de la fe, con la posición de padecimiento de Cristo. Aquí, en Apocalipsis
6:11, a ellos se les da ropas blancas — su servicio es reconocido; pero, para
la venganza, ellos deben esperar hasta que una escena nueva de persecución les
haya traído compañeros que han sido honrados y vengados igual que ellos. No
obstante, esto señala un progreso y encuentra su causa en el trato de Dios para
producir este nuevo estado de cosas, que da como resultado el juicio final y
que el mal es desechado. Los juicios son aquí providenciales.
La desintegración del sistema
completo de gobierno terrenal;
el terror de todos en la
tierra; el Dios de juicio
Lo que sigue a
la reivindicación de venganza, es la desintegración del sistema completo de
gobierno terrenal, y el terror de todos en la tierra. ¡Cuán claramente vemos
aquí que estamos en una escena de juicio, y que Dios es un Dios de juicio! Los
deseos de los santos se parecen a los deseos de los Salmos. No estamos con
hijos delante del Padre, con la gracia, con el evangelio, y con la asamblea;
sino que estamos con Jehová, donde Dios es un Dios de juicio, y las acciones
son ponderadas por Él. Nosotros estamos sobre terreno Antiguo Testamentario, es
decir, de la profecía, no de la gracia para el impío, aunque el juicio trae
bendición.
La apertura del
sexto sello trae un terremoto, es decir, una violenta convulsión de la
estructura completa de la sociedad. Todos los poderes gobernantes son
visitados; y, al ver que todo está subvertido, los pequeños y los grandes
piensan (con las malas conciencias que ellos tienen) que el día de la ira del
Cordero ha llegado, Pero no ha llegado aún, aunque los juicios preparatorios
con miras a Su reino están allí.
CAPÍTULO 7
Los pensamientos de Dios acerca de Sus santos en la tierra;
el remanente de Israel es sellado, asegurado y apartado para
bendición antes de los juicios de Dios; una multitud de Gentiles
delante del trono atribuyendo la salvación a Dios y al Cordero
Pero Dios piensa
también en Sus santos en la tierra (donde, debemos recordar, la asamblea nunca
es vista ahora) con anterioridad a las escenas que siguen a continuación, sean
ellas juicios sobre la tierra sometida al Imperio Romano o las operaciones
especiales del mal, para asegurar y sellarlos para aquel día. En primer lugar,
el número perfecto del remanente de Israel es sellado, antes que se permita
actuar a los instrumentos de los juicios de Dios; 144.000 = 12 x 12 x 1000.
Ellos son asegurados para bendición según los propósitos de Dios y apartados
por Él; a ellos no se les ve aún en sus bendiciones, pero ellas les son
aseguradas. Posteriormente, se ve la vasta multitud de entre los Gentiles. Debemos
comentar aquí que no hay anuncio profético previo de la bendición de los
salvados en la gran tribulación (no se refiere a los tres años y medio de Mateo
24, pues esto se refiere a los Judíos, sino a lo que se menciona en la carta a
la iglesia en Filadelfia, a saber, la hora de la prueba). Por eso es que esto
es presentado aquí plenamente, y se nos dice claramente quiénes son ellos. Una
multitud de Gentiles es vista estando de pie (Apocalipsis 7:9 – VM), no como
estando alrededor del trono, sino delante de él y delante del Cordero, siendo
reconocida la justicia de ellos, y siendo ellos mismos victoriosos. Ellos
atribuyen la salvación a Dios revelado así, es decir, a Dios en el trono, y al
Cordero. Ellos pertenecen a estas escenas terrenales, no a la asamblea. Esto es
respondido por los ángeles que están alrededor del trono, los ancianos y los
seres vivientes — constituyendo, todos juntos, la parte celestial de la escena
relacionada ya con el trono; los ángeles rodean a los demás, los cuales forman
el centro y el círculo más cercano al trono, estando, la multitud vestida de
ropas blancas, delante de él. Los ángeles dan su "Amén", y
pronuncian, también, la alabanza de su Dios.
La diferencia entre las
alabanzas de las varias clases de adoradores
Todo esto pertenecía
a la multitud vestida de ropas blancas y a los ángeles; pero sólo los primeros
hablan del Cordero, que era también su salvación. Los ángeles añaden su
"Amén" a esto; pero alaban a su Dios. Ellos habían atribuido gloria y
bendición al Cordero con anterioridad (Apocalipsis 5); pero, naturalmente,
atribuir la salvación al Cordero no era aquí su parte del cántico. Pero, los
cuatro seres vivientes y los ancianos no adoran aquí, porque sus relaciones
eran diferentes y no es de estas relaciones de lo que se habla aquí. Ellas se
encuentran, en lo que respecta al libro, en los capítulos 4 y 5, donde ellos
están en tronos rodeando
al trono de Dios, y echan sus coronas delante del trono, y adoran "al que
vive por los siglos de los siglos." Ellos presentan los motivos de
adoración según las relaciones en que están: la relación de los ángeles es con
su Dios; la de la multitud vestida de ropas blancas, es con el Dios del trono y
el Cordero, como teniendo el derecho al gobierno y a la liberación de la tierra
como una cosa inmediata. El hecho de que el Cordero era el Hijo, en efecto, el
Dios que creó los ángeles, no es aquí el asunto, sino que cada clase habla en
su relación propia, como para sacar a la luz estas relaciones.
La multitud vestida de ropas
blancas sale de la gran tribulación:
Una clase aparte, distinta de
los santos celestiales y mileniales
y el remanente Judío
Tenemos así, los
ejércitos celestiales, los santos glorificados, y la multitud vestida de ropas
blancas, cada clase en una relación diferente, pero los primeros y los últimos
unidos en lo general — los santos glorificados formando una clase aparte. Ellos
no adoran aquí. Pero uno de los ancianos, el cual posee siempre la inteligencia
de Dios, explica al profeta quienes son los que componen la multitud vestida de
ropas blancas. Esta multitud no formaba parte alguna de la revelación profética
hasta ahora, y no se trataba del lugar propio de la asamblea. "Señor, tú
lo sabes", dice el profeta. Ellos habían salido de la gran tribulación,
fueron fieles en ella, y han emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero.
Ellos no eran santos mileniales, es decir, no eran los nacidos en aquel tiempo,
y sometidos, por nacimiento, a la responsabilidad de esa condición (que la
gracia tenía que satisfacer). Estos santos del milenio estaban limpios y se los
reconocía como estándolo, teniendo la conciencia de ello, y la victoria cuando
los demás comenzaban; de modo que ellos, ya limpios y reconocidos, están
siempre delante del trono como una clase especial, y Le sirven día y noche en
Su templo.
Esto los
distingue de inmediato de los adoradores celestiales; no hay ningún templo
allí; el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo (Apocalipsis
21:22). El que está sentado en el trono extenderá Su tabernáculo sobre estos,
como lo hizo una vez sobre el tabernáculo. Ellos no son solamente como Israel
en los atrios, o como las naciones en el mundo: ellos tienen un lugar
sacerdotal en el templo del mundo. Las multitudes mileniales son adoradores,
estos son sacerdotes. Al igual que Ana, la hija de Fanuel, que no se apartaba
del templo mismo (Lucas 2: 36 y 37), ellos tienen siempre acceso al trono. Pero
tenían, también, bendiciones bajo el Cordero, al cual ellos atribuyen
igualmente su salvación — el Buen Pastor expulsado, y que había pasado, Él
mismo, a través de tribulación, que fue también grande, y que los apacentaría;
ya no tendrían hambre ni sed, como las habían tenido a menudo; ni tampoco los
alcanzaría persecución o tribulación. El Cordero, tal como es conocido en este
tiempo de transición, pero exaltado en el trono, los apacentará y los llevará a
fuentes de agua de vida. No se trata, como en nuestro caso, de una fuente de
agua que salta para vida eterna (Juan 4: 13 y 14), y que fluye como un río;
pero ellos serían alimentados, confortados, y perfectamente cuidados, por la
gracia del Cordero al cual ellos habían seguido; y Dios mismo enjugaría toda
lágrima de los ojos de ellos. Tendrían las consolaciones de Dios, en
correspondencia a todas las aflicciones
por las que ellos habían pasado. Pero sus bendiciones son consolaciones, no es
el gozo celestial propiamente dicho. Ellos son, de este modo, una clase aparte,
distinta de los ancianos o de los santos celestiales, y distinta de los santos
del milenio, los cuales nunca verán tribulación, teniendo una conocida posición
inamovible delante de Dios. Se trata de una revelación nueva en cuanto a los
que pasan por la gran tribulación. Los 144.000 del capítulo 14 son una clase
similar de entre los Judíos, saliendo de su especial tribulación.
CAPÍTULO 8
La intercesión del gran Sumo Sacerdote por los santos
en la tierra transformada en juicios
Nuevamente, el
interés divino en los santos, puesto de manifiesto en acción, mediante la
intercesión eficaz del gran Sumo Sacerdote, hace que los juicios caigan sobre
el mundo. Para los que están bajo el altar no había intercesión (Apocalipsis
6:9); ellos habían sido hechos perfectos, habiendo sido rechazados y muertos
como Cristo. Hay santos en la tierra que necesitan aún esta intercesión, para
que el clamor en su debilidad sea oído y respondido. El humo del incienso subió
con las oraciones de los santos. El gran mediador toma fuego del altar, lo pone
en el incensario, y lo arroja a la tierra. La intercesión se transformó en
juicios como respuesta, y las señales del poder de Dios fueron manifestadas, y
la subversión del orden en la tierra siguió a continuación — voces, truenos,
relámpagos (como cuando el trono fue establecido) y un terremoto.
Juicios específicos sobre la
tierra Romana: cuatro plagas
Una vez que se
da la señal desde lo alto, juicios específicos siguen a continuación. Estos
juicios caen sobre la tierra Romana [*], la tercera parte de la tierra (véase
Apocalipsis 12:4).
[*] N. del T.: Tierra Romana =
territorio del Imperio Romano revivido.
En primer lugar,
juicio desde el cielo, granizo y fuego; y violencia o destrucción de los
hombres; en la tierra, sangre: el resultado fue la destrucción de los que eran
considerados como personas importantes en la tierra Romana, y de toda la
prosperidad general. A continuación, un gran poder, como juicio de Dios, fue
arrojado sobre las masas de los pueblos — no obstante, yo entiendo que esto
sucede en la tierra Romana, puesto que la destrucción de los hombres, y de todo
lo que pertenecía a su subsistencia y comercio, continuó en esos límites.
Después, un personaje que debería haber sido una fuente especial de luz y orden
en cuanto a gobierno, cayó de su lugar y corrompió las fuentes morales de los
motivos y sentimientos populares — eso que gobierna y sojuzga a los pueblos con
el fin de caracterizarlos. Estas fuentes se vuelven amargas, y muchos hombres
mueren a causa de ello. La última de estas cuatro plagas cae sobre los poderes
gobernantes, y los desorganiza, como de parte de Dios: todo esto en los límites
de la tierra Romana. Esto finalizaba los juicios generales, subvirtiendo y
produciendo desastre y confusión en la tierra Romana, donde el poder del mal
estaba contra los santos.
Un triple "ay"
anunciado sobre la clase de personas
Perversamente incrédulas,
dormidas e impasibles
ante los juicios de Dios
"¡Ay!"
(especialmente sobre aquellos que tienen su lugar establecido en la tierra, en
contraste con el llamamiento celestial, y que permanecían dormidos e impasibles
ante los juicios que caían sobre la tierra, pero se aferraban, a pesar de todo,
a ella como su hogar) Es lo que se anuncia entonces. ¡Un triple ay! La
expresión "los que moran en", o "los habitantes de", la
tierra, no ha sido usada aún, excepto en la promesa a Filadelfia, y en el
clamor de las almas que estaban bajo el altar: porque ambos casos estaban en
contraste con los tales. Después de todos estos tratos de Dios, ellos son una
clase de personas clara y manifiesta, y se habla de ellas, en lo que sucede en
la tierra, como tales. Contra esta clase de personas perversamente incrédulas,
los juicios terrenales de Dios son dirigidos ahora: el primero, contra los
Judíos; el segundo, contra los habitantes de la tierra Romana; el último,
universal.
CAPÍTULO 9
El pozo del abismo donde el mal es encadenado es abierto:
el poder Satánico es soltado para atormentar a los Judíos impíos
El quinto ángel
toca la trompeta; y uno que, por su posición, debería haber sido el instrumento
de luz y orden gubernamental sobre la tierra, fue visto como habiendo perdido
su lugar; y se le dio el poder para soltar la plena influencia de
oscurecimiento de Satanás. Este personaje abrió el pozo del abismo — el lugar
donde el mal es encerrado y encadenado; pero no es el lugar donde el mal es
castigado, es decir, el lago de fuego.
El mal, es decir, la influencia Satánica que fue soltada, oscurece, y
hace que cesen, la autoridad suprema y toda luz celestial sobre la tierra, y la
saludable influencia del orden. Ni era esto todo: instrumentos directos del
poder Satánico salieron de esta mala influencia en cantidades; multitudes de
langostas morales con el aguijón de falsa doctrina en su cola. Pero no era para
destruir la prosperidad temporal en la tierra, sino para atormentar a los
Judíos impíos; no para matar, sino para acosarlos y oprimirlos. Esto iba a
continuar por cinco meses; ya que no se trata del juicio final. El tormento era
peor que la muerte — dolor y angustia de corazón. Pero, para los que se
encontraban con ellas, estas langostas tenían
la apariencia del poder militar imperial, coronadas, y con energía
masculina; pero si se las veía por detrás y el secreto era desvelado, estaban
bajo sujeción y eran débiles: sus caras eran como caras de hombres, su cabello
era como cabello de mujeres. Pero estaban armadas en una conciencia acerada.
Ellas eran el instrumento directo del poder de Satanás, y estaban bajo sus
órdenes. El que las conducía era el ángel del pozo del abismo — aquel que
controla las profundidades de los ardides de Satanás, como controlador del
poder de oscurecimiento. Nosotros somos demasiado incrédulos en cuanto a la
influencia directa de Satanás para oscurecer las mentes de los hombres, cuando
se le permite hacerlo. Tormentos crueles, acosadores, peores que la muerte, con
oscurecimiento de sus mentes, llega a ser la porción del pueblo una vez amado.
Un "Ay" ha pasado.
Los juicios de Dios contra
los habitantes del Imperio Latino mediante instrumentos desde más allá del
Éufrates con doctrina Satánica
El sexto ángel
toca la trompeta. El "ay" que sigue a continuación es mucho más
humano y providencial. Está dirigido contra los habitantes del Imperio Latino.
Sus instrumentos son soltados desde más allá del Éufrates — una multitud
innumerable de jinetes. Pero
ellos no eran solamente eso. Tanto sus conciencias, como sus palabras, estaban
en poder de Satanás, pero llevando a cabo el juicio de Dios. Pero ahora mataban
hombres. Sus bocas expelían con fuerza el poder de Satanás, y su influencia en
la doctrina era Satánica: ellos hacían daño con ambas cosas. Pero yo no creo
que esta muerte es aquí una mera muerte temporal (puede ser eso), sino que se
trata de hacer apóstatas. El resto, los que no cayeron así, no se arrepintieron
de su idolatría y sus injusticias.
CAPÍTULO 10
El librito abierto como parte de una bien conocida profecía;
Cristo afirma Su derecho a todo lo que está abajo; el anuncio de
un punto final; recomienza la profecía a los pueblos, naciones
y lenguas
Estos eran los
'ayes' preliminares pronunciados sobre el cuerpo de Judíos y Gentiles
cristianizados, no el antagonismo directo del poder del mal contra Dios. Esto
es expuesto ahora, pero, en primer lugar, en el librito abierto, es puesto en
su lugar en la historia general. El libro es abierto como parte de una bien
conocida profecía, y que es llevada ahora a un resultado final sobre un terreno
conocido; pero no se trata de los modos de obrar de Dios no revelados y menos
evidentes, introduciendo el resultado final. Cristo desciende y afirma Su
derecho a todo lo que está abajo; pone Su pie derecho sobre el mar, el
izquierdo sobre la tierra, y emite la voz de Su poder, a lo cual la voz del
Todopoderoso responde en poder (los siete truenos). Pero las revelaciones del
librito estaban selladas; pero Cristo jura por Aquel que vive por los siglos de
los siglos, que no habría más demora. Todas las cosas están llegando a un punto
final. Al sonido de la última trompeta, el misterio de Dios sería consumado —
Su poder directo ha venido. El profeta debe recomenzar su profecía en cuanto a
los pueblos, naciones, lenguas.
CAPÍTULO 11
La
media semana de dolores en Jerusalén; los verdaderos
adoradores
son reconocidos, la profesión general de Judaísmo
es rechazada;
los dos testigos del derecho de Dios
a la
tierra son muertos
Estamos, de
inmediato, en el centro de los temas proféticos — Jerusalén, el templo, el
altar, y los adoradores. Los adoradores y el altar son reconocidos y aceptados
por Dios — los que adoran en la privanza de Dios en el interior del templo. La
profesión general de Judaísmo es rechazada
y repudiada. Dicha profesión es entregada a ser hollada bajo los Gentiles, y
eso continuará por la media semana (tres años y medio) de dolores. Los que
ocupaban el lugar de sacerdotes eran reconocidos. Los verdaderos adoradores,
conforme al pensamiento de Dios, estaban allí y eran reconocidos; y Dios dio
también un testimonio adecuado — dos testigos — aquello que se requería bajo la
ley; y ellos continúan día tras día a dar testimonio, constantemente durante
todo el período, o media semana (tres años y medio). Los testigos estaban en
dolor y oprobio, pero con poder; como estuvieron Moisés y Elías cuando el
pueblo estuvo en apostasía y cautividad. No se trataba del restablecimiento de
Israel con realeza y sacerdocio, como sería después — el candelabro de Zacarías
con los dos olivos junto a él (Zacarías 4) — sino el testimonio suficiente de
ello. Tampoco podían estos dos testigos ser tocados mientras duraba la media
semana de su ministerio profético; la palabra de ellos traía muerte sobre sus
adversarios. Nosotros tenemos sacerdocio y profecía en el remanente, no tenemos
realeza, obviamente, sino un testimonio de ella de manera práctica: el
padecimiento señalaba su ausencia, y aun así, nadie podía tocarles hasta que su
tiempo llegase. En esto, ellos se parecían a Cristo en Su humillación en medio
de Israel; solamente que Él no mataba a Sus enemigos. En los Salmos, él lo
distingue como siendo la porción del remanente. La humillación completa y la
respuesta plena de Dios a la palabra profética de ellos caracterizaban su
estado. Pero cuando el testimonio de ellos haya acabado, el caso es diferente.
Ellos tuvieron que vérselas con la bestia que sube del abismo. Ellos estaban
delante del Dios de la tierra — no eran predicadores del evangelio celestial,
sino testigos del derecho que tiene Dios a la tierra — de Su amor a Su pueblo
en relación con ello. Ellos rindieron testimonio a la reivindicación de Dios
cuando los Gentiles hostiles estaban en posesión de la tierra. La bestia, ahora
que la hora de ellos ha llegado, los mata, y sus cuerpos son arrojados a la
calle principal de la ciudad. Los de las naciones se regocijan sobre ellos y se
alegran. Los que moran en la tierra, los cuales habrían querido la tierra para
ellos mismos, y se habrían sentido cómodos en ella, estaban encantados: porque
los testigos del Dios de la tierra los atormentaban; pero transcurridos tres
días y medio, vivificados por el poder del Espíritu de Dios, ellos ascendieron
en una nube, no como Cristo lo hizo a distancia, sino a la vista de sus
enemigos. Una décima parte de la gran ciudad del mundo se derrumbó, al mismo
tiempo, en la convulsión que tuvo lugar en la tierra; y el remanente se
aterroriza, y da gloria al Dios del cielo. El segundo "ay" ha pasado.
El misterio de Dios consumado;
el ay de Dios y Su ira;
la ira del hombre y el juicio
de Dios; el pleno 'ajuste de cuentas'
y la liberación final
Se nos indica,
así, el final de la media semana; la séptima trompeta fue tocada rápidamente,
lo cual iba a consumar el misterio de Dios (véase Apocalipsis 10:7). Suena la
trompeta; y hubo grandes voces en el cielo declarando que el Reino terrenal ha
venido a ser de su Señor (Jehová) y de Su ungido (Cristo) — el mayor "ay"
y terror de todos para
los habitantes de la tierra. El "ay" de Satanás había sido
especialmente sobre los Judíos; el "ay" del hombre, especialmente
sobre los hombres del Imperio Latino; este "ay" es el de Dios cuando
las naciones están airadas, y la ira de Dios ha llegado, y llega el pleno
ajuste de cuentas y la liberación final. Tenemos aquí, nuevamente, a los
ancianos anunciando la razón de la alabanza y de la acción de gracias. Voces en
el cielo anuncian el hecho del reino de Jehová y de Su Cristo, según el Salmo
2, y que Él (ya que, como siempre, Juan une ambos en un pensamiento) ha de
reinar por los siglos de los siglos; y así será. Pero tanto el reino terrenal
como el reino celestial son celebrados. Solamente en el reino eterno, la
distinción del reino terrenal y la subordinación de Cristo son omitidas. En la
acción de gracias de los ancianos, Jehová Elohim Shaddai, el "Señor Dios
Todopoderoso", es celebrado también como el gran Rey que toma Su poder
para Sí y reina; porque se trata del reino de Dios. Nosotros tenemos dos partes
en la declaración de los ancianos: las naciones airadas — esto introduce el
tiempo de la ira de Dios; y el tiempo de juzgar a los muertos. Esta es la
primera mitad: la ira del hombre, y el juicio de Dios. Después, Él da
galardones a los profetas, a los santos, y a todos los que temen Su nombre, y
aparta de la tierra a los que la corrompían. Esto es bendición. La primera
parte es general, el tiempo de la ira y del juicio; la segunda es galardón y
liberación de los santos en la tierra. Esto finaliza enteramente la historia
simbólica general. La última trompeta ha sonado, y el misterio de Dios terminó.
Detalles del misterio de
Dios: trato terrenal, profético,
con especial referencia a los
Judíos, caracterizado por el juicio
En lo que sigue
a continuación de este capítulo, tenemos detalles: la bestia, y la relación de
la asamblea y los Judíos con ella; Babilonia; y después, las bodas del Cordero,
los juicios de la bestia y del falso profeta; Satanás es atado; las dos
resurrecciones, y el juicio final; y la descripción de la ciudad celestial.
Pero esta nueva profecía comienza (Apocalipsis 11:19), en cuanto al trato
terrenal, profético, con especial referencia a los Judíos.
El
templo de Dios es abierto en el cielo, y el arca de Su pacto, lo cual
se refiere a Israel, es vista allí. Pero el juicio la caracteriza ahora;
juicios de todo tipo, los que descienden desde lo alto, y la subversión y el
desastre abajo. [*]
[*] Donde el trono es establecido para juicio, este se
caracteriza sólo por lo que procede directamente de Dios. No hay terremotos y
granizo; aquí los hay.
CAPÍTULO 12
Resumen
de todo el curso de acontecimientos; los temas
y el
resultado de los modos de obrar de Dios simbolizados
por
una mujer; Israel y el hijo-varón-Cristo
El capítulo 12
nos presenta un breve, pero fundamental, resumen de todo el curso de
acontecimientos, que no es visto en sus instrumentos en la tierra o en el
juicio de estos, sino según la visión divina de todos los principios en acción,
es decir, el estado de cosas revelado por Dios. La primera persona simbólica,
que es tema de la profecía y resultado de todos los modos de obrar de Dios en
ella, es una mujer vestida del sol, teniendo una corona de doce estrellas, y la
luna bajo sus pies. Se trata de Israel, o de Jerusalén como su centro, como en
el propósito de Dios (compárese con Isaías 9:6 y Salmo 87:6). Ella está vestida
con autoridad suprema, investida con la gloria de la perfecta administración en
el hombre, y toda la gloria original de esta administración, reflejada bajo el
antiguo pacto, está debajo de sus pies. Ella estaba clamando con dolores de
parto, en la angustia del alumbramiento. Por otra parte, está el poder de
Satanás en la forma del Imperio Romano, completo en cuanto a la forma del poder
— siete cabezas — pero incompleto en cuanto a supremacía administrativa — diez
cuernos, no doce. Pero Satanás, como el enemigo declarado, infiel, de Dios y
del poder de Dios en Cristo, procuraba devorar al hijo tan pronto como naciese,
el cual iba a regir la tierra, de parte de Dios. Pero el hijo, es decir,
Cristo, y la asamblea con Cristo, es arrebatado para Dios y para Su trono — no
recibe aún el poder, pero es situado en la fuente misma de él, fuente dela cual
emana dicho poder. No tenemos aquí el arrebatamiento en cuanto al gozo; ya que
ello retrocede hasta Cristo mismo, sino de Su colocación y la asamblea en Él y
con Él, en la sede desde la cual emana el poder para el establecimiento del
reino. No se menciona un tiempo para esto: Cristo y la asamblea son todos uno.
Pero la mujer —es decir, los Judíos — huye al desierto después de esto, donde
Dios ha preparado un lugar para ellos, para la media semana (tres años y
medio).
Los lugares respectivos de
los santos celestiales,
de los santos terrenales
(Judíos), y del hijo que va a tener poder
La asamblea, o
santos celestiales (tal como Cristo, nótese), sube al cielo para estar a
trasmano. Los Judíos, o santos terrenales, son protegidos mediante el cuidado
providencial en la tierra. Esto presenta el estado completo de cosas, y los que
están en perspectiva en esta escena, y sus respectivos lugares. Aquella que va
a tener gloria y poder en la tierra es expulsada. El hijo que va a tener poder
en y desde el cielo, es arrebatado previamente a cielo. Esto hace que la posición
sea muy clara.
Guerra en el cielo; la fuente
de la victoria; los santos celestiales
Y el remanente Judío
Prosigue ahora
el curso histórico de acontecimientos, y se entiende que el hijo ha sido ya
arrebatado. Hay guerra en el cielo; y el diablo y sus ángeles son echados
fuera, y no tienen más lugar allí. Esto resalta aún más claramente la
distinción entre los santos celestiales y el remanente Judío. Los santos
celestiales habían vencido al acusador por medio de la sangre del Cordero y de
la palabra del testimonio de ellos; la descendencia de la mujer tiene los
mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo, es decir, el Espíritu de la
profecía. Lo que ellos tienen de Dios en la Palabra es según el Antiguo
Testamento.
El reino de Dios proclamado
desde el cielo, desde donde
Satanás fue echado fuera;
"ay de los moradores de la tierra"
Pero, para
dar
seguimiento a la última parte del capítulo, una gran voz proclama en el cielo
que el reino de nuestro Dios y el poder de Su Cristo han venido — todavía es el
testimonio del Salmo 2; solamente que, hasta ahora, esto era proclamado sólo
desde el cielo, donde el poder del reino ya había sido hecho efectivo por el
abatimiento de Satanás. El poder anti-sacerdotal de Satanás había terminado
para siempre. Él podría dárselas de rey y profeta, pero su lugar celestial era
cosa del pasado. Los santos de los lugares celestiales le habían vencido por
medio de aquello que purificó sus conciencias e hizo efectivo su derecho al
cielo — a saber, la sangre del Cordero, y la palabra del testimonio de ellos,
la espada de Dios por el Espíritu — y la entrega de sus vidas hasta la muerte.
Los cielos y los que moran allí podían regocijarse ahora; pero ello resulta en
un "¡Ay de los
moradores de la tierra y del
mar!" porque el diablo había descendido, sabiendo que tenía poco tiempo.
Yo pienso que el versículo 11 implica que hay santos que son muertos después
del arrebatamiento de la asamblea, que, sin embargo, pertenecen al cielo. Si
esos santos que fueron muertos debido a su fidelidad no fuesen tomados a lo
alto, ellos perderían la tierra y el cielo, aunque eran más consagrados que los
que tenían la tierra. Nosotros los vemos, además, en el capítulo 20 en la
primera resurrección. Las almas que están bajo el altar tenían que esperar
también a otros — a sus hermanos que tenían que ser muertos, tal como ellos lo
fueron (Apocalipsis 6: 9 al 11); y nosotros debemos notar que a los que se
celebra aquí como bienaventurados, son aquellos a los que se les dio muerte, a
ningún otro. No obstante, ello sucede antes de los tres años y medio.
Los tres grupos en
perspectiva cuando Satanás procura destruir
el testimonio de los Judíos
en la tierra en el remanente fiel
De modo que tenemos estos tres grupos
en
perspectiva: la voz de los que están en el cielo; (nuestros) sus hermanos que
habían vencido; y los que estarían en los tres años y medio de la ira de
Satanás, que no habían aún comenzado. Ahora bien, si esa voz es la del hijo
varón en el cielo, como lo hemos considerado, es decir, Cristo y los santos
arrebatados, la voz (Apocalipsis 12:10) sería de los que ya están allí [*] y
todo es evidente: los santos arrebatados asociados con Él, celebran el hecho de
que el acusador ha sido lanzado abajo, y la liberación de los que pertenecían
al cielo, llamándoles "nuestros hermanos" — los hermanos cuyo
conflicto con el acusador había terminado, ya que él había sido derribado, pero
que habían tenido que resistirle como un potentado celestial, un
anti-sacerdote, todo lo cual es parte de un misterio para Juan — y los que
serían juzgados ahora, cuando él actuaría con ira en la tierra, como rey y
profeta.
[*]
Yo no sigo diciendo que la voz es la de Cristo. El hecho de aplicarla a Él es
demasiado cuestionable.
Porque el dragón, arrojado a la tierra
e
incapaz de acusar en el cielo, o incapaz de oponerse a los santos que tienen un
llamamiento celestial (y el sacerdocio se refiere a los tales, no a la unión),
persigue a los Judíos, y procura destruir el testimonio de ellos; pero Dios no
dio poder para resistir — el Señor debe venir a librar — sino poder para huir y
escapar y hallar refugio donde la mujer era sustentada durante toda la media
semana (tres años y medio), fuera del alcance de la serpiente. El diablo (la
serpiente) procura perseguir; pero no tiene alas: sino que usa un rio, es
decir, los movimientos de gentes bajo la influencia de un motivo y una guía
especiales, para abrumar a la mujer. Pero la tierra, este sistema organizado en
el cual viven los hombres, se tragó las aguas. Esta influencia fue ejercida en
vano — no fue enfrentada por un ejército, por un contrapoder, sino que fue
anulada. Había una disposición tal, o un curso tal de la tierra, que
neutralizaba completamente el esfuerzo. Así ordenó Dios en Su providencia; y el
dragón volvió a perseguir, individualmente, al remanente fiel de la
descendencia de la mujer — los Judíos que se mantenían sujetos por la Palabra
de Dios.
CAPÍTULO 13
Los
instrumentos del mal de Satanás: las dos bestias
En el capítulo
13 tenemos el claro y pleno desarrollo de los instrumentos del mal de satanás.
Ellos son dos — la bestia que tiene diez cuernos y la que tiene dos. El dragón
que con su cola arrastró a la tercera parte de las estrellas del cielo y las
arrojó sobre la tierra (Apocalipsis 12: 3 y 4), es decir, Satanás bajo la forma
del Imperio Romano, dio su trono y mucha autoridad a la primera bestia [*].
[*] Por lo tanto, no debemos
sorprendernos, si la bestia tiene, al final, solamente un dominio local,
aunque, originalmente, Dios había dado dominio universal a las bestias: y
nosotros sabemos cuán ampliamente ejercido.
La segunda
bestia, no sólo ejercía el poder de la primera administrativamente delante de
ella, sino que era el poder activo del mal para llevar a los hombres a
reconocer la primera, y en ello, a reconocer al dragón. La bestia es el Imperio
Romano original, pero en gran parte modificado y en un carácter nuevo. Ella
tiene una integridad perfecta en sus formas de gobierno o cabezas, pero se
compone de diez reinos, expresando también, yo no lo dudo, integridad
administrativa imperfecta. Ella no tiene doce cuernos; es incompleta. Siete
sería una integridad de categoría superior. El Cordero tenía siete cuernos
(Apocalipsis 5:6); la mujer tenía doce estrellas sobre su cabeza (Apocalipsis
12:1). Los siete cuernos expresan la perfección en sí misma; las doce estrellas
expresan la perfección, de manera administrativa, en el hombre. Siete es el
número primo más alto (usted no puede hacerlo, ya que sólo es divisible por sí
mismo y por 1); el doce es el número más perfectamente divisible, compuesto de
los mismos elementos, pero multiplicados unos por otros, no sumados como
números simples. Del mismo modo, el número cuatro expresa la perfección finita,
tal como lo hace un cuadrado, y aún más un cubo, perfectamente lo mismo en
todos los sentidos, pero finito. Pero la bestia tenía nombres blasfemos
(Apocalipsis 13:1 – LBLA). Ella era el enemigo declarado de Dios y de Su
Cristo. Ella absorbió los imperios anteriores y los representó. El dragón, el
poder directo de Satanás en la forma de Imperio Romano pagano, dio su trono y
poder a esta nueva bestia. Este poder no era de Dios. Dios no reconocía poder
alguno en la tierra ahora que la asamblea no estaba, hasta que Él asuma el
Suyo. La tierra estaba en guerra con Él.
Una cabeza imperial de la
primera bestia es herida y restaurada;
el dragón es adorado; la
blasfemia de la bestia
Una de las
cabezas de la bestia (yo no dudo que es la imperial) fue vista como herida de
muerte, pero fue sanada. La cabeza imperial fue restaurada y el mundo estuvo en
admiración; y ellos adoran al dragón por haber dado su poder a la bestia. A
ojos de ellos, nada iguala a la bestia; pero la tierra se desembaraza de Dios.
A la bestia le es dado tener grandes pretensiones en su hablar y en su
indignación contra Dios. Blasfemaba contra Su nombre y Su morada, y contra los
santos celestiales — contra todo el Cristianismo y el Dios del Cristianismo. El
dragón había sido echado fuera del cielo; los santos arrebatados habían sido
recibidos allí. Él blasfemaba, pero sólo podía blasfemar contra ellos.
La bestia es adorada por
todos los moradores de la tierra excepto los elegidos
Con respecto a
los que habitan en la tierra (dado que la división no era meramente una
división espiritual), todos adoraban a la bestia, excepto los elegidos — los
que habían sido inscritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida
del Cordero. La resistencia humana por medio de la fuerza no constituía la
senda de obediencia. Se mostraba aquí la paciencia y la fe de los santos. El
que tomaba la espada, a espada perecería; este no es nunca el modo de obrar de
Cristo, de modo que la senda de la obediencia era la paciencia sin resistencia;
pero la bestia que tomaba la espada perecería. Este era, entonces, el poder
imperial, un poder blasfemo organizado por Satanás, con el lugar del antiguo
Imperio Romano, el cual representaba a todos los cuatro imperios, modificados
en la forma, pero con la cabeza Imperial restaurada.
La segunda bestia haciendo
que toda la tierra adore a la primera
bestia; el Anticristo, el
falso Cristo de Satanás, llevando
a cabo milagros engañosos
Pero había una
segunda bestia; ella no subió de la masa de los pueblos (el mar) para ser un
imperio, sino de la organización ya formada (los Judíos) con la cual Dios tenía
que ver como tal. Tenía la forma del reino del Mesías en la tierra, es decir,
dos cuernos semejantes a los de un cordero; pero se trataba del poder directo
de Satanás. Aquel que la oía hablar, con un oído divinamente enseñado para oír,
oía, inmediatamente, la voz de Satanás. Todo el poder de la primera bestia, la
segunda lo ejercía en presencia de ella; esta segunda bestia es, con su poder,
su ministro, y hace que la tierra y los que moran en ella, le adoren (es decir,
el Imperio Romano restaurado en la persona de su jefe. Se trata del Anticristo,
el falso Cristo de Satanás, el cual somete la tierra al Imperio Romano Satánico.
Este personaje hace grandes prodigios, con el fin de dar a los hombres una
prueba tan buena del derecho de la bestia delante de los hombres, como la que
dio Elías con respecto al derecho de Jehová. Compárese con 2ª. Tesalonicenses,
donde el hombre de pecado presenta las mismas pruebas, si bien mentirosas, que
Jesús hizo para demostrar que Él era el Cristo. Él engaña a los moradores de la
tierra mediante sus milagros, haciendo que hagan una imagen a la bestia. Él
infunde aliento a esta imagen; para que ella "hablase e hiciese matar a
todo el que no la adorase." Todos por igual estaban obligados a que se les
pusiera un sello y la marca del servicio de la bestia en el trabajo, o
profesión declarada, de ellos, y a ninguno que no tuviera el nombre de la bestia
como marca se le permitía comerciar.
El poder que reconoce el
poder público de Satanás y que hará
que todos se sometan a él;
Satanás asumiendo el lugar
de realeza y profecía de
Cristo; el poder Gentil que
avanza mediante el engaño; sometiendo
a los Judíos
a la idolatría, y a los gentiles a la primera bestia
Ese es el poder
que tiene el carácter del reino del Mesías, en su forma, y que es animado con
la energía más plena de Satanás, y, reconociendo el poder público que Satanás
había instaurado en el mundo, hará que todos se sometan a él, y que nadie
comercie sin reconocerlo. Y todos lo harán, excepto los elegidos. El poder
anti-sacerdotal de Satanás en los cielos ha terminado; a él le queda aún la
realeza y la profecía, en oposición a Cristo que no ha aparecido aún. Él asume
estas dos; pero no desecha, ni puede desechar, el poder de los Gentiles — eso
queda para Cristo — pero instaura este poder Gentil como su delegado; y, tal
como los Judíos apóstatas de antaño, del mismo modo ahora, ese pueblo, excepto
el remanente escogido, se someten a él como sus instrumentos, y le sirven.
Ustedes tienen, de este modo, todo el poder de Satanás en ejercicio. Pero, al
instaurar su Mesías, él está obligado a engañar; y adelanta, por medio de sus
milagros engañosos, a lo que no puede desechar — a saber, el poder Gentil; y
somete a los Judíos a la idolatría y a los Gentiles; y a todos los Gentiles que
moran en la tierra, los somete al depositario de la autoridad de Satanás — es
decir, la primera bestia.
Este es un
estado de cosas singular, alejado de los sentimientos Judíos y de las
esperanzas modernas de los Gentiles; pero el espíritu inmundo de la idolatría
va a regresar a su casa. La mente supersticiosa de los hombres será gobernada
por las señales, no por la verdad; ellos serán entregados a creer una mentira.
Aquí en su reino, aunque él asume el carácter de Cristo, de lo que se habla
principalmente es de su acción sobre los Gentiles; los Judíos se han mezclado
con ellos, tal como lo vemos en Isaías 66 y en Daniel. Se trata de una época
liberal, pero, a la vez, es una época de la tiranía más completa con respecto a
los que no se someten al poder de Satanás, y a las ordenanzas establecidas por
él. Lo que caracteriza esta época es la ausencia de verdad.
El número de la bestia
Con respecto al número de la bestia,
Yo no
tengo duda alguna de que será muy sencillo de comprender para el piadoso,
cuando la bestia esté allí, y llegue el tiempo de espiritualidad que la juzga,
y ese nombre guiará, de manera práctica, a los que tienen que ver con dicho
tiempo. Hasta entonces, las especulaciones de los hombres no tienen mucho
valor; la antigua interpretación de Ireneo, Λατεινος (Lateinos)
[*] es tan buena como cualquier otra.
[*]
N. del T.: Ireneo de Lyon (Nacido en Esmirna, Asia Menor, en 130 – Murió en
Lyon, Francia, en 202) representa la palabra "Lateinos" ya que el
valor numérico de sus letras en griego suma 666
(30+1+330+5+10+50+70+200=666). Otra
posibilidad es que represente al emperador Nerón, el terrible perseguidor de
los Cristianos. Su nombre escrito en letras hebreas suma también 666. En ambos
casos, la bestia representa al perseguidor de los Cristianos.
CAPÍTULO 14
Los
tratos de Dios con el mal; el remanente es reconocido
y
puesto aparte; un cántico nuevo de redención en relación con
las
bendiciones terrenales
En el capítulo
14 tenemos los tratos de Dios con el mal, sólo que, en primer lugar, el
remanente es reconocido y puesto aparte. El remanente pertenece enteramente a
la tierra renovada: ellos son vistos en eso que es el centro de dominio y
gloria en la tierra — el monte de Sion, donde el Cordero reinará. Ellos tenían
Su nombre y el nombre de Su Padre en sus frentes; es decir, por medio de su
manifiesta confesión de Dios y del Cordero, ellos habían sido testigos de ello,
y padecieron como Cristo había padecido en Su vida al reconocer a Dios Su
Padre: solamente que ellos no habían padecido la muerte. Se trataba de un nuevo
comienzo, no se trataba de la asamblea, no era una escena celestial, sino la
bendición de una tierra liberada en sus primicias, en aquellos que habían
padecido por el testimonio rendido a ello. El cielo lo celebra con un estruendo
de muchas aguas, y como de trueno, pero con gozo. Esta voz era la voz de arpas.
Un cántico nuevo es entonado delante del trono y de los seres vivientes y de
los ancianos. El hecho es aquí la cosa importante. En el capítulo 5 habíamos
leído que hubo un cántico en el cielo en relación con la redención; pero allí,
aquellos que habían sido redimidos habían sido hechos reyes y sacerdotes. Aquí
se trataba de redención en relación con las bendiciones terrenales, no con el
reino y el sacerdocio en lo alto; y este cántico es entonado delante de la
compañía celestial y el trono. El cielo, no obstante, está relacionado
directamente con el cántico. Tenía relación con el triunfo sobre el poder del
mal por medio de haber resistido pacientemente el padecimiento.
El remanente de los Salmos
caracterizado por la pureza
en la contaminación circundante
Lo que los
caracterizaba especialmente era el hecho de que se mantuvieron puros en la
contaminación que los rodeaba. Este paso a través del dolor y la victoria los
relaciona directamente con los conquistadores celestiales. No se trataba del
cántico nuevo de redención celestial; aun así, se trataba de la victoria cuando
estuvieron a las puertas de la muerte, aunque no murieron realmente. Era "como
si fuese un cántico nuevo" (Apocalipsis 4:3 – VM). Nadie podía aprender
este cántico sino aquellos que compartieron los padecimientos del Cordero, y
sería ahora Sus compañeros en Su realeza terrenal; ellos Le habían seguido, y
Le seguirían adondequiera que Él fuese. Ellos eran las primicias de la escena
nueva. No se habían corrompido allí
donde todo se había corrompido. No formaron parte de los que amaban la mentira
o decían mentira, o se entregaban a ella. Ellos habían sido guardados libres de
la corrupción y la falsedad, confesando abiertamente la verdad. Ellos no tenían
el lugar celestial, pero no tenían falta alguna, y compartían el lugar y la
gloria terrenales del Cordero, acompañándole por dondequiera que Él va, en la
manifestación de esa gloria. Todo lo que conducía a estos privilegios no tenía
lugar alguno una vez que el reino fuera establecido. Era, entonces, demasiado
tarde para mostrar fidelidad de esta manera. Hay una relación con los santos
celestiales que no se encuentra en el capítulo 7. La multitud vestida de ropas
blancas (capítulo 7) estaba delante del trono y del Cordero. Ellos están delante
del trono de Dios, adoran en Su templo, y el Cordero los consuela. Aquí, en el
capítulo 14, hay una asociación especial con el Cordero en la tierra, en la
senda de ellos y en su posterior lugar. Se trata del remanente descrito en los
Salmos (especialmente en los salmos 1 al 41). Pero, aunque están en la tierra
con el Rey, ellos son redimidos de entre los hombres antes de que Cristo viene
a la tierra; y el cántico que ellos aprenden a cantar es entonado delante de
los ancianos y de los seres vivientes. No están con ellos, sino que entonan el
cántico delante de ellos; es decir, la multitud Gentil es admitida a
privilegios especiales delante de Dios y del Cordero (Capítulo 7); y el remanente
Judío (los 144.000 del capítulo
14) está asociado con el Cordero en la tierra, y, en un cierto sentido, con el
cielo.
El evangelio eterno; la advertencia la tierra para que
abandone
la idolatría, porque la hora
del juicio de Dios había llegado;
la caída de Babilonia
El progreso de
los modos de obrar de Dios sigue a continuación — la advertencia a la tierra
para que abandone la idolatría; porque la hora del juicio de Dios había
llegado. El evangelio eterno es el testimonio del poder de Cristo, desde el
paraíso en adelante, como estando en contraste con el anuncio especial de la
asamblea, y las buenas nuevas relacionadas con ella. Se anuncia que Babilonia
ha caído; hay amenazas y advertencias para cualquier persona que reconozca a la
bestia; pero ha llegado ahora el tiempo cuando el hecho de morir en el Señor
iba a finalizar; solamente la bienaventuranza de ellos permanecía de aquí en
adelante. El morir y la tribulación habían terminado. Ellos son considerados
como un cuerpo completo; y aunque quedasen aún algunos por morir, ellos morían
en el Señor; no tenían aún reposo, ni eran aún bienaventurados. El reposo y la
recompensa de ellos han llegado ahora.
La tierra es segada y el
lagar es pisado por completo, juicio divino
A continuación,
Cristo siega la tierra — separación, recolección, juicio; y pisa el lagar,
ejerce una venganza completa sobre los malos. Por eso es que, en este último
juicio, el ángel que tenía poder sobre el fuego es el que llama a que se
ejecute este juicio; era un juicio completo, divino. Este juicio no se llevó a
cabo dentro de los límites de Babilonia — no fue en la esfera en la que el
hombre había formado su organización en oposición a Dios. Esto concluye la
escena completa de aquello en lo cual la historia tuvo su comienzo, en el
arrebatamiento del hijo varón al cielo (capítulo 12). Él ha regresado en
venganza.
La viña de la tierra
Surge aquí una
pregunta interesante: ¿Qué es "la viña de la tierra? Es eso que es la
organización que produce frutos, o lo que debería serlo (esa es la idea de
ello), en una relación profesada con Dios, como siendo Lo que Él plantó en la
tierra (véase Jeremías 2:21). Israel era la vid sacada de Egipto (Salmo 80:8).
Cristo en la tierra era la vid verdadera. No se trata de una relación con Él en
el cielo. Nosotros somos considerados allí como perfectos, no como para llevar
fruto ni para ser podados. Pero, de manera análoga, ello continuó después que
Él hubo ascendido a lo alto, y los Cristianos profesantes son los pámpanos.
Pero tenemos aquí a la viña de la tierra, eso que tiene su carácter y su
crecimiento en ella, pero con la pretensión de asumir el lugar religioso en la
tierra por medio de la sucesión. Los santos verdaderos se han ido a lo alto, o
constituyen un remanente perseguido, individual. Yo no tengo duda alguna que
los Judíos serán el centro de ese sistema en aquel entonces, pero ellos estarán
mezclados con los Gentiles, habrán regresado a la idolatría, y tendrán siete
espíritus peores que el que había salido (Mateo 12: 43 al 45); y los Gentiles
apóstatas estarán plenamente asociados con todo ello (véase Isaías capítulos
34, 63, 65 y 66).
CAPÍTULO 15
El
último juicio de Dios antes de que Cristo venga;
los
siete ángeles teniendo las últimas siete plagas;
los
santos son vistos en seguridad y victoria verdadera
antes
de Su venida
El capítulo 15
es una visión nueva y despliega otra escena delante del profeta, a saber, las
últimas plagas o los últimos juicios de Dios, y, especialmente, el juicio de
Babilonia, antes de la venida de Cristo. Los siete ángeles, teniendo las
últimas siete plagas, constituían el objeto principal de la visión, pero, como
siempre, los santos que tienen que ver con esta escena son vistos en seguridad
antes que comiencen los juicios. Ellos han sido purificados, pero han pasado,
también, por el fuego de la tribulación. Están en pie sobre un mar de vidrio
mezclado con fuego. Ellos habían pertenecido a la época cuando la bestia y su
imagen estaban en el poder, pero habían obtenido la victoria sobre ella.
Parecía, quizás, que habían sucumbido — pero se trataba de una verdadera
victoria.
El cántico de Moisés y el
cántico del Cordero son cantados por el
remanente que sufrió la
muerte, víctimas victoriosas que
pertenecen al cielo; las
obras, los caminos, y la gloria de Dios
son celebrados
El cántico de
ellos es muy peculiar. El cántico de Moisés expresa el triunfo sobre el poder
del mal mediante los juicios de Dios. El cántico del Cordero expresa la
exaltación del Mesías rechazado, de Aquel que padeció, y ellos habían padecido de
manera semejante; porque encontramos aquí a los que componen el remanente que
sufrió la muerte en medio del Israel infiel y apóstata. Lo que ellos celebran
son las obras de Jehová Elohim Shaddai ("Señor Dios Todopoderoso", el
Dios del Antiguo Testamento), pero que se ha manifestado ahora en juicio,
conocido por Sus obras que son públicas para el pueblo. Él mostró Sus caminos a
Moisés, Sus obras a los hijos de Israel (Salmo 103:7). Sus obras son celebradas
ahora. Son las obras de Jehová Elohim Shaddai (Señor Dios Todopoderoso), el
Juez de toda la tierra. Pero Sus caminos son celebrados también. Había una
comprensión de dichos caminos, a lo menos en lo que concernía al justo juicio.
Estos caminos en juicio eran justos y verdaderos. Israel comprendería la liberación,
y de qué manera ella vino; pero Moisés conocía los caminos de Dios. Pero esto
es todo. No se trata meramente de una celebración de cualidades y atributos,
tal como lo hacen los ángeles, ni tampoco se trata del conocimiento pleno de la
obra de dios por medio de la sangre del Cordero. No es el corazón que se eleva
en la conciencia de su propia relación, sino una celebración de la gloria del
Señor, el cual será celebrado ahora por las naciones, porque Sus juicios se
habían manifestado. Se trataba de entendimiento cuando los juicios se habían
manifestado, no cuando todo estaba aún por ser aprendido dentro del velo.
El templo del tabernáculo del
testimonio es abierto;
los siete ángeles; la
exhibición plena de Dios en juicio
Habiéndose
llevado a cabo esta celebración de lo que acababa de prorrumpir, fue abierto en
el cielo el templo del tabernáculo del testimonio, y no se ve meramente el
templo con el arca del pacto. Eso aseguraba el resultado para la fe, cuando el
mal estaba en su apogeo en la tierra. El arca del pacto de Dios daba seguridad
a Israel. Se trataba de un testimonio abierto, no de un pacto que daba
seguridad en la hora del mal, sino de un
testimonio que cumplía con lo que el arca del testimonio aseguraba; puesto que
el templo fue abierto, y los mensajeros de justicia salieron — es decir, la
ejecución del juicio de Dios para la restauración y bendición de Israel, por
medio del juicio de los Gentiles y de todos los que corrompían la tierra. La
limpieza a los ojos de Dios, y la justicia divina, caracterizaban y animaban
este juicio — lino limpio y resplandeciente, y cintos de oro: yo entiendo que
lo anterior es en respuesta a la corrupción que se había producido en aquello
que debería haber tenido esto — Babilonia (compárese con Apocalipsis 19:8). Es
decir, se trataba de un juicio que demandaba limpieza y era conforme a ella,
y a la justicia divina
también. No es bronce bruñido, refulgente como en un horno (Apocalipsis 1:15) —
es decir, simplemente una ejecución de juicio tratando con los hombres, aunque
eso tenía lugar — sino que es Dios realizando Su propia naturaleza y carácter
contra la corrupción; el carácter esencial del Dios eterno que la asamblea
tenía que haber exhibido; mientras que Babilonia era enteramente lo contrario,
y también la bestia. Los siete ángeles juzgan todo conforme a estos caracteres
de Dios, porque se trataba realmente de reivindicar lo que Dios era, como fue
plenamente revelado a la asamblea; pero el lino blanco se refiere, no lo dudo,
especialmente a Babilonia, aunque los hombres con la marca de la bestia caerían
bajo el juicio. Uno de los cuatro seres vivientes da las copas; porque se trata
del poder judicial de Dios en la creación, no se trata aún del Cordero. La
gloria de Dios en juicio llenó el templo; y nadie podía dirigirse a Él en
adoración, o acercarse a Él, mientras estas plagas se estaban ejecutando. Era
la exhibición plena de Dios en juicio.
CAPÍTULO 16
Los
cuatro primeros juicios: el círculo completo de naturaleza
simbólica,
la esfera profética de los tratos de Dios, los pueblos
en
general, principios morales y autoridad soberana
Los que son
objetos de las cuatro primeras plagas son los mismos que lo fueron de las
cuatro primeras trompetas — el círculo completo de naturaleza simbólica, pero
aquí vemos que ello es directamente con respecto a los hombres — la tierra, el
mar, los ríos y el sol; la ordenada esfera profética de los tratos de Dios (la
tierra), las masas de los pueblos como tales vistas como desorganizadas (el
mar), los principios morales que dan un impulso a sus movimientos (los ríos), y
la autoridad soberana (el sol). Pero aquí no se ve afectada la tercera parte
(es decir, la tierra Romana) sino que el juicio es general.
Juicio sobre todos los que
tenían la marca de la bestia
La primera copa
trajo la máxima angustia y la vergonzosa miseria extrema sobre todos los que
habían tomado la marca de la bestia.
Muerte moral sobre la masa de
los pueblos
La segunda copa
trajo el poder moral de la muerte sobre la masa de los pueblos; murieron todos
los que estaban entre ellos, dentro delos límites de la tierra profética — yo
entiendo que esto significa que ellos abandonaron una profesión que era
meramente exterior. Tenemos aquí un ejemplo del uso de símbolos que es bueno
notar. Todas las copas son derramadas sobre la tierra, es decir, son aplicadas
a la esfera de una relación ya formada con Dios. Pero en esta, podía haber una
relación especial en la cual los hombres tenían que ver con Dios en este mundo
— eran habitantes de la tierra, o la masa de los pueblos dentro de esa esfera.
Las fuentes de la acción
popular y el sentimiento
de alejamiento de Dios llegan
a ser mortales
La tercera copa
fue derramada sobre todas las fuentes de influencia y acción popular; y estas
fuentes llegan a ser positivamente mortales. Me parece que la influencia mortal
que lleva en sí el hecho de estar lejos de Dios, dentro de la esfera de la
profecía, es señalada aquí con firmeza. La muerte es usada, generalmente, como
la expresión del poder de Satanás.
La autoridad suprema es hecha
terriblemente opresora
Después (la
cuarta copa), la autoridad suprema es hecha terriblemente opresora. Estas
cuatro copas presentaron los cuatro primeros de los juicios directos conforme a
la división habitual.
El reino de Satanás se cubre
de tinieblas
La quinta copa
golpea el trono de la bestia, es decir, la sede y la estabilidad de su
autoridad que Satanás le había dado; y su reino se cubrió de tinieblas. Todo
fue confusión y miseria, y no queda recurso alguno: ellos se mordieron sus lenguas
con angustia y blasfemaron contra Dios.
La introducción de Los poderes
Asiáticos en el conflicto;
la suma de todas las
influencias del mal y los reyes del mundo
reunidos para la batalla del gran
día de Dios
El sexto ángel
derrama su copa sobre el río Éufrates —
y yo entiendo que, al hacer esto, destruye la frontera que da seguridad
a los poderes Occidentales proféticos — no destruye la sede del poder de estos,
sino que rompe su frontera, para que se prepare el camino para los reyes del
Este (Oriente). Yo considero esto sencillamente como la introducción de los
poderes de Asia en el conflicto, para la conflagración universal de poderes. La
sexta copa envía tres espíritus inmundos, la suma de todas las influencias del
mal: la del poder directo de Satanás como antagónico a Cristo; la del poder del
último imperio, la bestia; y la de la segunda bestia de Apocalipsis 13,
conocida, de ahí en adelante, como el falso profeta, la influencia de Satanás
como el Anticristo, un poder idólatra para hacer prodigios; y los reyes del
mundo reunidos para la batalla del gran Dios Todopoderoso. La alusión es a
Jueces 5: 19 y 20.
CAPÍTULO 17
Desintegración
general; Babilonia es juzgada
En la séptima
copa, hay una desintegración y una subversión generales, y Babilonia es
juzgada. Y el granizo de Dios, el juicio de Dios cayó sobre los hombres desde
el cielo (Apocalipsis 16: 17 al 21) (Compárese con Isaías capítulos 32 y 33).
Todos los intereses independientes separados y los poderes establecidos
desaparecieron. Esto sucedió sobre la tierra — el juicio de Dios por medio de
la providencia y Sus instrumentos (los ángeles) — pero el Cordero no había
venido aún. Los detalles de los juicios de Babilonia son reservados para los
capítulos siguientes.
Los caracteres de Babilonia
Los caracteres
de Babilonia son retratados en primer lugar. Al igual que la bestia, ella es
sólo una cosa en el juicio, pero moralmente, ella es más importante que todo el
resto. El carácter general es el de la gran y activa idólatra que ha obtenido
influencia sobre la masa de las naciones. Después, tenemos el hecho de que las
naciones de la tierra han vivido en culpable intimidad con ella, procurando sus
favores, mientras los que moran en la tierra han perdido sus sentidos por medio
de su perniciosa y embriagadora influencia. Esta es la idea general presentada
en primer lugar, un carácter lo suficientemente claro como para indicar el
sistema Romano o papal.
Babilonia como un sistema
religioso corrupto y persecutor
— el estado al que había
llegado la iglesia
Pero más
detalles siguen a continuación. Había una mujer, un sistema religioso, sentada
sobre una bestia imperial llena de nombres de blasfemia, que tenía la forma que
la señalaba como siendo Romana. La mujer estaba magnífica e imperialmente
vestida, tenía sobre sí la gloria y el ornamento humanos, y una copa lujosa de
idolatrías impuras y también densas, en su mano. "Abominaciones"
significa sencillamente ídolos; "la inmundicia de su fornicación", es
decir, toda la terrible corrupción que la acompaña. Su copa estaba llena de
ellas. Ella estaba en el desierto; no había allí ningún manantial de Dios. No
era, por decirlo así, la tierra de Dios, ninguna patria celestial. Para el
entendimiento espiritual, ella tenía en su frente su carácter (aun así, un carácter
conocido sólo cuando era espiritualmente conocido), el carácter de la gran
ciudad de la corrupción, fuente de toda seducción para los hombres, y de toda
idolatría en la tierra: eso era papismo. [*]
[*] N. del T: Papismo = Entre los
protestantes y cismáticos, Iglesia católica, con sus organismos y doctrinas.
(Fuente: Diccionario de la lengua española (DRAE).
Pero esto no era
todo: toda la sangre de los santos se hallaba en ella: ella era la asesina
persecutora de aquellos en los que Dios se deleitaba, y que dieron testimonio
de Jesús [**]. El profeta estaba atónito, porque se trataba de aquello a lo que
la iglesia había llegado.
[**] Es importante señalar que la
religión formal, la cual se apoya sobre antiguas reivindicaciones como habiendo
sido establecida, y que es dejada atrás en cuanto a la verdad por otros que han
recibido esta verdad, es la frecuente y habitual instigadora de persecución,
aunque otros
puedan ser los persecutores. Así fue en el caso de los Judíos, así fue en la
historia universal del mundo. La religión formal siempre llega a ser falsa con
respecto a la verdad, aunque ella pueda retener algunas e importantes verdades.
Las verdades que ponen a prueba el corazón y su obediencia no tienen cabida en
este tipo de religión.
La bestia sobre la cual
cabalgaba la mujer: el Imperio
Romano renovado, blasfemo y
diabólico, va a aparecer
en una octava y última forma
y va a la perdición
El ángel
describe, a continuación, la bestia sobre la que ella cabalgaba. Esta bestia
había existido, y había dejado de existir, y, entonces, sube nuevamente de
fuentes diabólicas directas — sube del abismo. El Imperio Romano renovado, que
había desaparecido, es blasfemo y diabólico en cuanto a naturaleza, y en este
carácter, va a la perdición. Sin embargo, todos en la tierra, excepto los
elegidos, se asombrarán por ello, cuando vean la bestia que era y no es, y estará presente. (Apocalipsis 17:8 – JND). Esto
señala, de por sí, al Imperio Romano o
Latino, sólo que este reaparecerá más formalmente. Pero Roma es más
claramente señalada. Se trata de la ciudad de las siete colinas. Ni tampoco era
esto todo. Ella era la autoridad que existía en el tiempo de la profecía: cinco
de sus poderes gobernantes habían caído; uno estaba allí; había uno que estaba
por venir después por un corto espacio de tiempo, y luego, la bestia sube del
abismo, a saber, el último estado del imperio, aparecería, e iría a la
perdición. La última, no obstante, no es una forma nueva; es una de las siete,
aunque es una octava. Mi impresión es que el primer Napoleón, y su breve
imperio es la séptima forma, y nosotros tenemos que esperar ahora, el
desarrollo de la última. La bestia, aunque es imperial, tiene diez cuernos,
diez reinos distintos. Ellos tienen su poder, y por el mismo período de tiempo,
juntamente con la bestia. Pero todos ellos entregan su poder a la bestia, y
pelean contra Cristo, el rechazado en la tierra; pero Él los vencerá, porque,
despreciado como Él puede ser, la autoridad suprema es Suya, y hay otros que
vienen con Él, no meramente ángeles, sino los llamados, Sus santos.
Detalles y explicaciones de
los símbolos empleados
y de los medios del juicio
de Babilonia;
la mujer es identificada
A continuación,
detalles son añadidos. Se explica el significado de "las aguas": son
pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas — masas de poblaciones en sus
diversas divisiones. Después, los diez cuernos, es decir, los reinos que están
asociados con la bestia, y la bestia (ya que se debe leer así: "Y los diez cuernos que viste, y la bestia, éstos aborrecerán a la
ramera…" Apocalipsis 17:16 – JND), aborrecen a la ramera y comen su carne
y la queman con fuego (le quitan, en primer lugar, todos sus bienes y su
abundancia, y luego la destruyen); porque ellos deben entregar su reino a la
bestia blasfema hasta que se cumplan las palabras de Dios. Y entonces, se nos
dice expresamente, que la mujer (no "la ramera" — su carácter
corrupto, idólatra, es su último carácter — sino la mujer), la cual cabalgando
sobre la bestia debía ser tal, es Roma. Todo este capítulo 17 es descriptivo.
CAPÍTULO 18
Una
advertencia desde el cielo anunciando el juicio
de
Babilonia: el llamado a salir de ella
El capítulo 18
anuncia el juicio. La única dificultad radica aquí en el versículo 4, por estar
donde está; pero, al igual que toda dificultad en la Escritura, esto conduce a
más luz. La destrucción de Babilonia es bastante sencilla. Ella cae por el
juicio de Dios justo antes de que Cristo viene a juzgar la tierra; y quizás,
perdiendo en primer lugar su poder e influencia, es destruida por los cuernos y
la bestia (Apocalipsis 17:16). La comparación del capítulo 14:8, y el lugar que
ocupa, con Apocalipsis 16:19, Apocalipsis 18:8, y el comienzo del capítulo 19,
otorga claridad al asunto. El capítulo 18 es una advertencia desde el cielo, no
se trata del ángel del juicio de la tierra. Lo que se describe no es el
resultante de los acontecimientos, sino que supone una comprensión espiritual
de los pensamientos del cielo. Este es el caso cuando se trata sencillamente de
una voz desde el cielo. Este llamado, entonces, era un llamado espiritual, no
un juicio manifiesto. Este llamado puede ser más urgente y directo antes del
juicio, y yo no dudo que lo será: tal como el llamado en Hebreos 13:13 es a
salir fuera del campamento porque el día
de Jerusalén estaba por llegar. Por eso es que yo pienso que esto se
aplica siempre que vemos que el sistema es Babilonia, y que el hecho de
percibir sus iniquidades oprime la conciencia.
La ejecución real del juicio
de Babilonia
A continuación,
el capítulo continúa hasta la ejecución real del juicio conforme al capítulo
17:16. Los cuernos, o reyes relacionados con la bestia, la han destruido. Los
reyes hacen duelo por ella; hacen lo mismo los que han procurado sacar provecho
y tener comodidad y comerciar en la tierra. El sistema real y comercial es
destrozado mediante el desbaratamiento del sistema. Aquello que caracteriza a
Babilonia, aquello por lo que es juzgada, es la idolatría, la corrupción, la
mundanalidad y la persecución. Ella es juzgada y destruida, y la prosperidad de
los mundanos, y las esperanzas de los reyes que habían comerciado con ella, son
golpeadas por su caída. La sangre de todos los santos se halló en ella, tal
como en Jerusalén en su día. La persecución viene de parte de la religión
relacionada con la ventaja mundanal. Pero ¡qué retrato tenemos aquí del mundo,
de las relaciones de los reyes y de los santos con Babilonia!
CAPÍTULO 19
El
juicio de Roma es el gran gozo del cielo
El capítulo 19
muestra claramente el aspecto en el cual ella es juzgada — la gran ramera que
corrompía; y Dios venga la sangre de Sus siervos. Este juicio de Roma es el
gran gozo del cielo. Hay cánticos de aleluya y de salvación. Los ancianos y los
cuatro seres vivientes se postran en tierra y adoran, y la voz de la multitud
proclama la llegada de las bodas del Cordero, cuando la mujer falsa es
desechada. Hasta entonces, aunque desposada, la asamblea no estuvo unida
realmente así en las bodas celestiales del Cordero. Aun así, no hubo, no podía
haber, ningún acontecimiento mayor que un juicio de Roma. La bestia tenía que
ser destruida, sin duda. El poder, cuando Dios le diera oportunidad, pronto
haría eso. Pero la antigua corruptora y persecutora fue desechada para siempre.
El cielo se llena de gozo. No hay ninguna celebración de gozo como esta en el
Apocalipsis.
El misterio de Dios
consumado;
Dios viene en poder para
establecer Su reino
El resto del
libro es sencillo y bastante claro, porque el misterio de Dios ha terminado. Yo
mismo no atribuyo ninguna importancia a la distinción, como una clase, de
aquellos llamados a participar del gozo de aquel día. Ello significa, yo creo,
según la parábola de las bodas del hijo del rey, que los invitados son aquellos
que han compartido el gozo de las bodas. Pero varios puntos deben ser tomados
en cuenta: Dios ha venido, en poder, a establecer Su reino.
El misterio de iniquidad,
caracterizado por la falsedad
y la violencia, es juzgado y
es destruido por el poder divino
La verdadera
sede del poder del mal ha sido juzgada y destruida, si bien no era aún
manifiesta. Dos caracteres del mal, la falsedad o la corrupción engañosa, y la
violencia, han existido desde que el propio Satanás comenzó su carrera; siendo
él mismo falso, era también homicida para otros. El misterio de iniquidad
contenía ambos caracteres, aunque ocultando este último y usando a otros para
ello. Aun así, ella (la gran ramera) se caracterizaba por la corrupción y por
lo que era falso. La violencia directa estaba en manos de la bestia. La destrucción
de eso liberaría, sin duda, a la tierra de la opresión; pero para el cielo y
todo lo que era celestial, la destrucción de esta corrupción que deshonraba a
Cristo, esclavizaba el alma y la degradaba, era gozo y alegría, y era el
testimonio de que el poder divino había llegado. Este poder había desechado el
peor de los males, la corrupción de lo que era de Dios, bajo la pretensión de
ser lo que Cristo había comprado para Sí mismo, el único objeto precioso de Su
especial amor. Ellos cantan, "¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios
Todopoderoso reina!"
La introducción del poder
manifiesto de Cristo; la mujer malvada
es desechada; las bodas del
Cordero; la asamblea es presentada
a Cristo purificada y blanca;
el efecto sobre el Apóstol
Esto fue para abrir
paso a la introducción de lo que era Suyo — el poder manifiesto de Su Cristo.
Pero antes de eso, la asamblea debe tener su lugar de asociación con Él en eso
— Él mismo debe tenerla: las bodas del Cordero han llegado. Esto no podía
suceder hasta que la mujer malvada hubiese sido desechada. Este es el carácter
del gozo y la redención celestial, mediante la cual nosotros somos llevados a
ello. El hombre en la tierra, al ser creado, es primeramente bueno, después
cede a la tentación. La redención supone primeramente el mal, e incluso la
esclavitud a él, pero viene después la liberación de este mal y el hecho de
ser nosotros situados más allá
de él, habiendo tomado Dios Su poder para Él (para Su Cristo). La asamblea es
presentada a Cristo sin mancha ni arruga, ni cosa semejante, purificada y
blanca, adecuada a Cristo. El Apóstol se dispuso, a la vista de esta
bienaventuranza, a postrarse y a adorar a aquel que había revelado esto. Su
mente fue llevada a la devoción por estas escenas. Su objeto inmediato fue el
mensajero celestial, y él se vuelve para inclinarse ante él, pero se le prohíbe
hacerlo. Este mensajero era un consiervo, y lo era igualmente con respecto a
todos los que poseían el testimonio de Jesús; pues se nos dice que el espíritu
de la profecía es el testimonio de Jesús. El testimonio de que no hay que
adorar a seres intermediarios, es la última advertencia dejada a una asamblea
decadente, tal como, por así decirlo, fue dada a una de las primeras asambleas
(véase Colosenses 2).
La venida de Cristo en poder
como Rey de reyes
y Señor de señores; los
caracteres de suma importancia
en los cuales Él aparece
Llegamos ahora
al gran anuncio de la venida de Cristo en poder. El cielo, que había sido
abierto sobre Jesús, y para Esteban, se abre ahora para Jesús como Rey de reyes
y Señor de señores. Él había sido conocido por la fe como el Santo y el
Verdadero, y como el Testigo fiel y verdadero. Él es ahora esto último, pero no
como testigo, sino en juicio, excepto en el sentido de que el juicio mismo es
el testigo de Su fidelidad y Su verdad. Los caracteres en que Él aparece son
claros pero de suma importancia. Aparece primero en juicio general pero en la
forma de guerra, no en lo que nosotros podemos llamar una sesión de juicio,
sino en poder vencedor. La sesión de juicio está en Apocalipsis 20 desde el
versículo 4. Sus ojos tienen la penetración del juicio divino. Él tenía muchas
diademas, testimonio de Su dominio variado y universal. Pero, aunque es
revelado así como hombre, Él tenía una gloria en la que nadie podía penetrar
[*]; de la cual Él tenía el poder consciente, pero que no era revelada. Él era
el vengador — Su ropa estaba teñida en sangre. Todo Le caracterizaba, podemos
observar aquí, según aquello en lo que Él es manifestado por el juicio mismo.
Se trataba del Revelador, el Verbo de dios — Su carácter eterno — lo que Él era
antes de la creación; haciéndolo efectivo ahora en juicio.
[*] Fue así en cuanto a Su Persona
y a Su servicio. Ninguno conoció al Hijo sino el Padre. Este fue el secreto de
Su rechazo. Él fue eso, y eso necesariamente en el mundo. Pero el mundo bajo la
influencia de Satanás no toleraría eso. En Su humillación, Su gloria divina fue
mantenida en las profundidades insondables de Su Persona. Él es revelado ahora
en gloria; pero permanecía siempre allí eso que ninguno podía escudriñar o en
lo que ninguno podía penetrar — Su Persona y Su naturaleza. Su nombre revelado
era el Verbo (la Palabra) de Dios. Nosotros Le conocemos como revelando a Dios
en gracia o poder como para darlo a conocer. Pero Su Persona como Hijo permanece
siempre inescrutable. Su Nombre
está escrito, de modo que sabemos que es
incognoscible — no es desconocido, sino incognoscible. Pero Él hacía efectivos
ahora el carácter y los requerimientos de Dios con respecto al hombre — lo que
ellos debían ser con Dios, y lo que Dios era para ellos en la relación natural
de ellos, revelada con respecto a la responsabilidad de ellos. El juicio se
refiere a estas cosas, y a nosotros mismos.
El triunfo de Cristo; Su
juicio inmediato y final de la bestia y
del falso profeta;
Satanás es arrojado al abismo
Los ejércitos en
el cielo no tenían ropas teñidas en sangre. Ellos eran triunfantes; ellos Le
seguían en Su triunfo, puros y perfectos. Eran Sus elegidos, llamados y fieles
(véase Apocalipsis 17:14). La venganza de Edom no era la parte de ellos, aunque
compartían Su victoria sobre la bestia. La venganza en Edom tenía un carácter
más terrenal, y está más relacionada con Judá. El Asirio está allí (véase Salmo
83), no la bestia. La bestia y el falso profeta son destruidos por Él cuando
viene del cielo. Él hiere a las naciones con la espada aguda que sale de Su
boca, y las rige con vara de hierro: y los santos tendrán parte en esto con Él
(Apocalipsis 2: 26 y 27). Él pisa también el lagar [*]. Esta es la parte que es
más terrenal, tal como Isaías 63 lo muestra.
[*] Esto también lo hace Él solo;
pero no se trata de que los santos no pueden estar con Él como su comitiva, por
así decirlo, sino que la ejecución del juicio es Suya. En Isaías 63 se dice
solamente que "de los pueblos, ningún hombre estaba" con
Él (Isaías 63:3 - LBLA). En la sesión de juicio, el juicio es dado a ellos
(Apocalipsis 20:4).
Así que Aquel
que está sentado sobre una nube arroja su hoz en la tierra. Fue un ángel el que
echó las uvas en el lagar, y el lagar fue pisado [**] — no se dice que fue
pisado por uno que estaba sentado sobre la nube (Apocalipsis 14).
[**]Yo ya he declarado que la
cosecha es un juicio discriminatorio: hay trigo para el granero. El lagar habla
de venganza, venganza justa.
El carácter del
juicio de la bestia y del falso profeta es celestial — es el verbo de Dios, el
Señor desde el cielo; el lagar es terrenal. Él es pública, oficial e
intrínsecamente Rey de reyes y Señor de señores. La bestia y el falso profeta
son lanzados vivos dentro del lago de fuego: este fue un juicio inmediato y
final — los demás fueron muertos judicialmente.
No se dice que el juicio final de estos engañados tiene aquí lugar.
Satanás no es lanzado aún dentro del lago de fuego, sino que es arrojado al
abismo, donde la legión de demonios rogó al Señor para que los mandase allí. Él
es atado allí para que no engañe a las naciones por mil años. No habrá
seducción por parte de Satanás durante los mil años.
CAPÍTULO 20
Autoridad
judicial ejercida en paz y concedida a los santos;
viviendo
y reinando con Cristo mil años; la primera y la segunda
muerte;
la suerte de los santos y la de sus enemigos
Hemos
llegado ahora, una vez que el poder del mal ha sido desechado, al
ejercicio de la autoridad judicial en paz; y esta autoridad es concedida a los
santos. El profeta no ve meramente los tronos como se los ve establecidos en
Daniel 7, sino que ve también a los que están sentados sobre dichos tronos.
Además de todos aquellos a quienes se les da el juicio en general, dos clases
especiales son mencionadas, porque podía parecer que era demasiado tarde para
ellos, o que habían perdido su parte, a saber:
1.-
los decapitados por causa del testimonio de Jesús (después del
arrebatamiento de la asamblea, puesto que lo que nosotros estamos considerando
es el período del Apocalipsis), y
2.-
los que no habían adorado a la bestia (compárese con Apocalipsis 6:
9 al 11; Apocalipsis 13:15). Estos, así como también los santos que habían
fallecido anteriormente, tuvieron su parte, viviendo y reinando con Cristo mil
años. Pero los que no pertenecían a Cristo, es decir, el resto de los muertos,
no vivieron de nuevo hasta que los mil años terminaron [*]. Estos fueron
finalmente librados de la segunda muerte. Ellos habían experimentado la primera
muerte, la paga natural del pecado, pero en fidelidad; en la segunda muerte, es
decir, el juicio final contra el pecado, ellos no tendrían parte alguna. La
muerte no podía tener potestad sobre ellos. Por el contrario, ellos tenían una
relación especial con Dios y con Cristo, eran sacerdotes de Dios y de Cristo, y
reinarían con Él mil años. Ellos son también sacerdotes y reyes. Observen de
qué manera Dios y Cristo están unidos aquí en un pensamiento, como siempre en
los escritos de Juan. De este modo, la bestia y el falso profeta están en el
lago de fuego, sus ejércitos han sido aniquilados, y Satanás es atado en el
abismo, y los santos resucitados son sacerdotes de Dios y de Cristo, reinando
con Cristo mil años. Presten atención al hecho de que los detalles y efectos no
son presentados aquí. El objeto es presentar el lugar de los santos, y
especialmente de los santos que padecieron durante el período de tiempo
descrito en este libro. Los demás son introducidos como un hecho general, había
los que estaban sentados en los tronos de juicio; pero los fieles de la
profecía son mencionados especialmente.
[*] Se puede observar aquí que, según la lectura
verdadera, el vivir y el reinar significan, ciertamente, resurrección, algo que
se repite en, "Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta…";
de modo que el vivir y el reinar son usados aquí en lugar de la palabra
resurrección, tal como lo confirman las siguientes palabras: "Esta es la
primera resurrección."
Satanás es soltado
nuevamente; el último y necesario juicio
del hombre; el juicio de Dios
desde el cielo;
el ejercicio de la ira de
Dios termina
Cuando los mil
años terminan, Satanás es soltado nuevamente. Él sube a la tierra, pero jamás
vuelve a subir al cielo. Pero las naciones son probadas mediante su tentación.
Ni siquiera por haber visto a Cristo, y por haber disfrutado de los frutos de
Su gloria — ya que ningún medio, por sencillo que sea, puede dar seguridad al
corazón del hombre, si es que se va a depender de dicho corazón; y, por tanto,
los hombres caen en un número que es como la arena del mar, en manos de
Satanás, tan pronto como son tentados; disfrutando de la bendición, allí donde
la infidelidad habría sido una pérdida inmediata (quizás cortándolos) y donde
no hubo nada que los tentase (durante el milenio), pero ellos son infieles tan
pronto como son tentados, tan pronto como el corazón es probado. Se trataba del
último y necesario juicio del hombre; necesario debido a que ellos no podían
disfrutar finalmente de Dios con corazones naturales, y el corazón natural no
había sido probado allí donde la bendición presente estaba en el reconocer a un
Cristo presente, visible, glorioso. La multitud engañada, que no está limitada
ahora a un tercio de la tierra, o un distrito profético especial, sino que
abarca la anchura de la tierra, subió contra el campamento de los santos, y lo
rodeó, y rodeó también la ciudad amada, a saber, Jerusalén. Es notable aquí el
hecho de que no hay una presencia especial de Cristo entre ellos.
Aparentemente, ellos son dejados para ser rodeados por sus enemigos. El Señor
ha permitido toda esta separación que sirve para probar la fidelidad personal.
Si Él hubiese aparecido, estas multitudes hostiles no habrían subido,
obviamente, ni tampoco la prueba minuciosa del corazón habría probado la
fidelidad de los santos, los cuales no seguirían las seducciones de Satanás.
Ellos son presionados y son rodeados por el enemigo, pero permanecen fieles.
Una vez que esta separación y prueba completa ha sido consumada, los juicios de
Dios caen sobre ellos desde el cielo y los destruye. Después, el diablo fue
lanzado en el lago de fuego, donde ya estaban la bestia y el falso profeta,
donde ellos son atormentados por los siglos de los siglos. Esto dio fin al
ejercicio de la ira, de la destrucción del poder hostil — una escena asombrosa
— ¡el hecho de que Dios tuviera enemigos en este mundo! Entra ahora en escena
el poder judicial, como tal, sesionando en derecho propio. Se puede comentar
que el ejercicio del juicio sobre los vivos no forma parte del contenido de
este libro. El poder hostil de la bestia fue destruido por Aquel que juzga y
pelea (Apocalipsis 19:6), habiendo llevado a los santos a la gloria. Las
multitudes de apóstatas, al final de los mil años, son destruidas por el fuego
del cielo. Pero el juicio de Mateo 25 no se encuentra aquí, a menos que exista
una posible relación con el juicio descrito en Apocalipsis 20:4.
El juicio de los muertos
delante del gran trono blanco;
Dios tratando con las almas;
el libro de la vida;
el lago de fuego, la muerte
segunda
Viene ahora el
juicio de los muertos. No se trata aquí de la venida de Cristo. Un gran trono
blanco es establecido; el juicio es llevado a cabo conforme a la pureza de la
naturaleza de Dios. Él no estaba tratando con la tierra, o con el poder del
mal, sino con las almas. El cielo y la tierra — siendo todos ellos escenas de
juicio—desaparecen. Los secretos de los corazones de los hombres son juzgados
por Aquel que los conoce todos. El cielo y la tierra huyen de delante de la faz
de Aquel que estaba sentado en el trono, y los muertos, pequeños y grandes,
están de pie delante del trono. El juicio era según las obras, tal como estaba
escrito en los libros de registro. No obstante, otro elemento es expuesto. Sólo
la gracia soberana había salvado conforme al propósito de Dios. [*] Había un
libro de la vida. El que no se halló inscrito allí fue lanzado en el lago de
fuego.
[*] De
este modo, el propósito de Dios y la responsabilidad del hombre jamás se
confunden, pero, a partir de los dos árboles en el huerto del Edén, dicho
propósito y dicha responsabilidad están en yuxtaposición; la vida es llevada a
estar en relación con la responsabilidad en la
ley, la responsabilidad es colocada en primer lugar, presentándose así
la demostración de que el hombre no puede estar delante de Dios; pero la
cuestión se resuelve sólo en Cristo, el cual llevó nuestros pecados, el cual
murió por nosotros al pecado, y el cual es vida. Los consejos y la promesa de
vida en Cristo vienen en primer lugar, lego la responsabilidad, en la criatura
en la tierra, entonces la gracia cumple los consejos, en justicia, por medio de
la cruz.
Pero esta era,
finalmente, la escena finalizadora y separadora para toda la raza de los
hombres y este mundo. Y aunque ellos fueron juzgados, cada uno según sus obras,
aun así, la gracia soberana había librado sólo a algunos; y el que no se halló
inscrito en el libro de la gracia, fue lanzado en el lago de fuego. El mar
entregó los muertos que había en él; y se dio fin para siempre a la muerte y
al Hades
mediante el juicio divino. El cielo y la tierra pasan, pero iban a ser
revividos; pero la muerte y el Hades no reviven nunca jamás. Para ellos sólo
había destrucción y juicio divinos. Son considerados como el poder de Satanás.
Él tiene el poder de la muerte y las puertas del Hades; y es por eso que tanto
la muerte como el Hades son destruidos judicialmente para siempre. Nunca más
volverán a tener poder. Ellos son personificados como enemigos; pero,
obviamente, no se trata de que hay para ellos tormento o castigo: pero sí los
hay para ellos cuando el diablo es lanzado en el lago de fuego. Pero la muerte
no fue destruida en aquel momento; porque los muertos malvados no habían resucitado
para ser sometidos al juicio. Ellos habían resucitado ahora, y el último
enemigo es destruido. La fuerza de la imagen, yo no lo dudo, es que todos los
muertos juzgados ahora (todo el contenido del Hades, en el cual había estado el
poder de la muerte) fueron lanzados en el lago de fuego, de modo que a la
muerte y al Hades, los cuales no tenían existencia alguna sino sólo a causa de
estos muertos, se les dio fin entera y judicialmente al ser lanzados en el lago
de fuego. Los santos habían salido hacía mucho tiempo de ellos; pero estos dos
subsistían a causa de los malos. Ahora
bien, con posterioridad al gran juicio del trono blanco, estos dos fueron
lanzados en el lago de fuego — la muerte segunda. El límite y la medida de
escape era el libro de la vida.
CAPÍTULO 21
Un
cielo nuevo y una tierra nueva; Dios es todo en todos;
la
ciudad santa, la nueva Jerusalén; termina la historia de los
modos
de obrar de Dios
Pero
hubo un cielo nuevo y una tierra nueva; pero ya no había mar —
ninguna separación, ni hubo tampoco parte del mundo que no fuese llevada a una
tierra ordenada delante de Dios. No encontramos aquí ningún reino medianero. El
Cordero no está en esta escena. Dios es todo en todos. No más dolor o llanto,
ningún pueblo terrenal de Dios distinto de los habitantes de la tierra. Estos
habitantes son el pueblo de Dios, y Dios mismo está con ellos, pero además, Su
tabernáculo está con ellos. Esta es la ciudad santa, la nueva Jerusalén. La
asamblea tiene su carácter propio, es la morada de Dios en una manera especial,
cuando sobreviene el estado inalterable, y todo es hecho nuevo. Dios es el fin,
así como el principio. Al que tiene sed ahora, Dios le refrescará con la fuente
del agua de la vida — el vencedor heredará todas las cosas. El mundo es ahora
para el Cristiano un gran Refidim (alusión a Éxodo 17. Esta es la doble porción
de la bienaventuranza final: él tendrá a Dios como su Dios, y será Su hijo. Los
que temieron andar por esa senda — los que no vencieron al mundo y a Satanás,
sino que habían andado en iniquidad—tendrían su parte en el lago de fuego. Esto
da fin a la historia de los modos de obrar de Dios.
La
ciudad celestial: su relación milenial con la tierra;
la
sede organizada del poder celestial; la nueva,
y
ahora celestial, ciudad capital del gobierno de Dios
Lo que sigue a
continuación es la descripción de la ciudad celestial, así como anteriormente
tuvimos la de Babilonia. Su carácter celestial, y su relación milenial con la
tierra son revelados. Uno de los siete ángeles, como en el caso de Babilonia,
viene a mostrar la desposada (la novia) al profeta, la esposa del Cordero. El
resultado del juicio en la tierra es la introducción de mejores y más elevadas
bendiciones. El profeta es llevado, como Moisés, a ver la escena de la promesa,
y ve la nueva Jerusalén descendiendo del cielo, de Dios. Este era su carácter
doble dado por Dios: divina en su origen y también celestial (compárese con 2ª.
Corintios 5:1). Podría ser de Dios y terrenal. Podría ser celestial y angélica.
Pero no era ninguna de las dos: era divina en origen y celestial en naturaleza
y carácter. Estaba vestida con la gloria divina: y debe estarlo, ya que está
fundamentada en la obra de Cristo. El fulgor de esta gloria era como de jaspe
transparente, siendo usado el jaspe como un símbolo de la gloria divina
(Apocalipsis 4:3). Esta ciudad es segura, teniendo un muro grande y alto. Este
muro tiene doce puertas: Los ángeles
vienen a ser los porteros de la gran ciudad, el fruto de la obra
redentora de Cristo en gloria. Esto indicaba también, por parte del hombre
llevado así en la asamblea a la gloria, el lugar más elevado en la creación, y
el orden providencial de Dios, del cual los ángeles habían sido previamente los
administradores. Las doce puertas están plenas de humana perfección de poder
gubernamental administrativo. La puerta era el lugar de juicio. El número doce,
y lo hemos visto a menudo, denota perfección y poder gubernamental. El carácter
de este poder gubernamental está señalado por el nombre de las doce tribus.
Dios las había gobernado así. Ellas no eran el cimiento; pero este carácter del
poder se encontraba allí. Había doce cimientos, pero estos eran los doce
apóstoles del Cordero. Ellos eran, en su obra, el cimiento de la ciudad
celestial. De este modo, la exhibición del poder creativo y providencial, del
gubernamental (Jehová) y la asamblea, están todos reunidos en la ciudad
celestial, que es la sede organizada del poder celestial. Esta ciudad no es
presentada aquí como la desposada (la novia), aunque es la desposada (la
novia), la esposa del Cordero. No la tenemos en el carácter Paulino de cercanía
de bendición a Cristo. Se trata aquí de la asamblea fundada en Jerusalén bajo
los doce — la sede organizada del poder celestial, la nueva, y ahora celestial,
ciudad capital del gobierno de Dios. Ellos habían padecido y servido al Cordero
en la Jerusalén terrenal, y bajo Él, eran los cimientos de la celestial. Ella
es por igual, vasta y perfecta, y todo es medido y reconocido por Dios. No se
trata ahora de un remanente medido; se trata de la ciudad. Ella no tiene
perfección divina (eso no podía ser), pero tiene perfección divinamente dada.
Es un cubo, todos sus lados son iguales, es decir, perfección finita. Así
también el muro (recuerden que estos son meramente símbolos) era perfecto: 12 x
12. El muro que le daba seguridad era la gloria divina. Tal como está escrito
acerca de la Jerusalén terrenal, "Salvación puso Dios por muros y
antemuro." (Isaías 26:1).
La naturaleza de la ciudad es
mostrada
La ciudad estaba
formada, en su naturaleza, en justicia divina y santidad — oro puro,
transparente como vidrio. Eso que era forjado, y aplicado ahora por el Verbo en
los hombres abajo en la tierra, era la naturaleza misma de todo el lugar
(compárese con Efesios 4:24). Las piedras preciosas, o la variada exhibición de
la naturaleza de Dios, el cual es luz, en relación con la criatura (vista en
creación, Ezequiel 28; en gracia en el pectoral del sumo sacerdote), resplandecían
ahora en
gloria permanente y adornaban los cimientos de la ciudad. Las puertas tenían la
belleza moral, la cual atraía a Cristo en la asamblea y en un modo glorioso.
Aquello sobre lo cual andaban los hombres, en lugar de traer peligro o
contaminación, era, en sí mismo, justo y santo; las calles, todo aquello con lo
cual los hombres se ponían en contacto, eran justicia y santidad — oro puro,
transparente como vidrio.
El templo de la ciudad donde
los hombres se pueden acercar;
su luz
No había
ocultamiento alguno de la gloria de Dios en lo que impresionaba por su
exhibición — no había un templo al cual los hombres se allegasen pero donde
ellos no se pudiesen acercar, donde Dios estaba oculto. El Señor Dios
Todopoderoso y el Cordero eran su templo. Los hombres se acercaban en sus
propias naturaleza y gloria, rodeados sólo por lo plenamente exhibido.
Tampoco había
necesidad de luz creada allí en esta ciudad; la gloria de la naturaleza divina
iluminaba todo, y el Cordero era la lumbrera de ella.
El carácter de la ciudad
Observen
aquí, que no tenemos al Padre como siendo el templo. Tenemos al
Gobernante dispensacional revelado, el Dios verdadero, y el Cordero que ha
hecho efectiva Su gloria. Este era el carácter de la ciudad.
La
relación de la ciudad con los que están en la tierra;
sus
habitantes; la imposibilidad de que entre el mal;
los
únicos que encuentran lugar allí
La visión
continúa para mostrar la relación de la ciudad con los que están en la tierra,
y sus habitantes: una aparente inconsistencia, pero que no es una
inconsistencia real, puesto que la ciudad es contemplada como la propiedad de
la esposa. Allí donde se habla de los habitantes, se trata de la bendición
individual. Las naciones, que han sido perdonadas en los juicios en la tierra,
andan a la luz de ella; el mundo lo hace, en una medida, en esa luz que la
asamblea tiene ahora. En aquel entonces, la gloria será perfecta. La ciudad
disfruta de la luz directa interior; el mundo disfruta de la luz de la gloria que
es transmitida. Los reyes de la tierra traen su gloria y honor a ella. Ellos
reconocen que los cielos y el reino celestial es la fuente de todo, y traen
allí su homenaje al poder. No hay noche allí, y sus puertas están siempre
abiertas; no es necesaria defensa alguna contra el mal, aunque la seguridad
divina no deja que el mal se acerque. Los propios reyes traen su homenaje
voluntario a esta ciudad. Pero la gloria y el honor de los Gentiles es llevada
también a ella. El cielo es visto como la fuente de toda la gloria y el honor
de este mundo. Por eso es que estos son ahora verdaderos. Nada que contamine
entra allí, ni tampoco lo que introduce ídolos y falsedad. Ni el mal del
hombre, ni el engaño de Satanás pueden existir o producir allí corrupción.
¡Cuán a menudo, cuando algo bueno es establecido ahora, el corazón atento sabe
que el mal entrará, y Satanás engañará y corromperá! Nosotros tenemos la
certeza que esto jamás puede suceder allí. Lo que caracterizaba a la ciudad
santa no era meramente la ausencia del mal, sino la imposibilidad de que
entrase. Estaba allí eso que, teniendo su fuente en la gracia perfecta,
involucra todos los bienaventurados afectos en relación con el Cordero en los
que están dentro de la ciudad. Solamente los que están inscritos en el libro de
la vida del Cordero encontraron lugar en la ciudad.
CAPÍTULO 22
La
relación de la ciudad santa con la tierra;
el
río de Dios y el árbol de la vida; la fuente de bendición
está
en la presencia constante de Dios; Sus siervos reinando
por
los siglos de los siglos
La
relación de la ciudad santa con la tierra, aunque esta ciudad no está
en ella, se ve por todas partes. El río de Dios refrescaba la ciudad, y el
árbol de la vida, cuyos frutos siempre maduros eran alimento para los
habitantes de ella, tenía en sus hojas sanidad para las naciones. Solamente los
santos glorificados comían siempre el fruto del crecimiento constante; pero lo
que era manifestado y exhibido exteriormente, como hojas de un árbol, era la
bendición constante para los que están en la tierra. Nosotros vemos la gracia
caracterizando a la asamblea en gloria. La nación y el reino que no sirvan a la
Jerusalén terrenal perecerán totalmente — ella conserva su carácter terrenal y
de realeza; la asamblea conserva su carácter propio; las hojas del árbol del
cual se nutre son para sanidad. Ya no hay más maldición. El trono de Dios y del
Cordero está en ella. Esta es la fuente de bendición, no de maldición; y Sus
siervos Le sirven. A menudo ellos no pueden hacerlo aquí abajo como querrían.
Observen que nuevamente, también aquí, se habla de Dios y del Cordero como
siendo uno, como sucede constantemente en los escritos de Juan. Sus siervos
tendrán el privilegio más completo de Su constante presencia, verán Su rostro,
y el hecho de que ellos Le pertenecen como siendo Suyos, va a ser evidente para
todos. No hay noche allí, ni necesidad de luz, porque Dios el Señor la da; y,
en cuanto a su estado, ellos reinan, no por los mil años, así como lo hacen
sobre la tierra, sino por los siglos de los siglos.
Esto
pone término a la descripción de la ciudad celestial y al volumen
profético completo. Lo que sigue a continuación se compone de advertencias, o
la expresión final de los pensamientos de Cristo acerca de la asamblea, y de la
relación con ella.
Se
advierte, a los que les concierne, que guarden las palabras
del
libro debido a la cercanía de la venida de Cristo;
la
adoración de Juan rendida al ángel es rechazada;
cuando
el libro ponga término a su testimonio, los hombres
permanecerían
en el mismo estado para juicio o bendición;
Cristo
vendría en breve
El
ángel declara la verdad de estas cosas, y que el Señor, Dios de los
profetas — no como el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, ni tampoco como
enseñando directamente a la asamblea como morando en ella por el Espíritu — el
Señor, Dios de los profetas ha enviado su ángel para informar a Sus siervos
acerca de estos acontecimientos. "¡He aquí…!", dice Cristo, hablando
como antaño, en el espíritu profético elevándose hasta Su testimonio personal,
"¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la
profecía de este libro. La asamblea es vista, no como siendo el tema de la
profecía, sino como siendo "las [cosas] que son" (Apocalipsis 1:19),
no tomando en cuenta el tiempo, especialmente el tiempo venidero. Los que
guardaban las palabras de la profecía de este libro, son aquellos interesados
en el libro, los que son advertidos de que Cristo pronto estará allí. No hay
duda de que todos nosotros podemos beneficiarnos por ello, pero no estamos en
las escenas de las que habla esta profecía. Juan, impresionado por la dignidad
del mensajero, se postra y le habría adorado. Pero los santos de la asamblea,
incluso si son hechos profetas, no debían regresar a la incertidumbre de los
días antiguos. El ángel era sólo un ángel, el consiervo de Juan, y consiervo de
sus hermanos los profetas: Juan debía adorar a Dios. Tampoco debían ser
selladas las palabras de la profecía, como sucedió en el caso de Daniel (Daniel
12): el tiempo estaba cerca. Cuando la profecía pusiera término a su
testimonio, los hombres permanecerían en el mismo estado para juicio o
bendición. Y Cristo vendría pronto, y cada uno recibiría según fuese su obra.
El versículo 7 era una advertencia en forma de bendición, para los que estaban
en las circunstancias mencionadas, a guardar las palabras del libro, pero este
versículo 12 es el registro de la venida de Cristo al juicio general de los
vivos.
Cristo
mismo se anuncia como Dios antes y después de todo;
la
bendición de los redimidos, los lavados;
la
estrella resplandeciente de la mañana
Finalmente,
Cristo mismo se anuncia, habiendo asumido la palabra en Persona en el versículo
12, como el Alfa y la Omega, el principio y el fin — Dios antes y después de todo;
y llenando la duración. Yo supongo que debemos tomar la verdadera lectura, a
saber: "Bienaventurados aquellos que lavan sus ropas, para que tengan
derecho de llegar al árbol de la vida, y que puedan entrar por las puertas en
la ciudad." (Apocalipsis 22:14 – VM). Los redimidos, los lavados, pueden
entrar allí y nutrirse del árbol de la vida; ya que yo supongo que se trata
aquí del fruto. Afuera están los inmundos y violentos, y los que aman la
falsedad y la idolatría Satánicas, pecan contra la pureza, contra su prójimo,
contra Dios, y siguen a Satanás.
Esto pone
término al resumen. El Señor Jesús se revela ahora a Sí mismo en Su Persona,
hablando a Juan y a los santos, y declara quién es Él, en qué carácter Él
aparece para decirlo a ellos. "Yo soy la raíz y el linaje de David"—
el origen y el heredero de las promesas temporales de Israel; pero mucho más
que esto — Él es la Estrella resplandeciente de la mañana. Se trata de lo que
Él es antes de que aparezca, en ambos aspectos; sólo que lo primero es con respecto
a Israel, nacido del linaje de David según la carne. Pero el Señor ha asumido
otro carácter: Él no ha salido aún como el Sol de justicia sobre este globo
terráqueo sumido en la obscuridad; sino que, para la fe, el amanecer está allí,
y la asamblea Le ve en la noche ahora avanzada,
como la Estrella de la mañana, Le conoce, mientras vela conforme a Su
propia Palabra, en Su carácter resplandeciente, celestial — un carácter que no
despierta a un mundo dormido, pero que es el deleite y gozo de aquellos que
velan. Cuando salga el sol, Él no será conocido así: la tierra jamás lo
conocerá así, por muy resplandeciente que pueda ser el día. Cuando Cristo está
en este lugar, el Espíritu mora en la asamblea que está abajo, y la asamblea
tiene su relación propia. Es la esposa de Cristo, y su deseo es hacia Él.
El clamor del Espíritu y la
Esposa; nuestros deseo y esperanza
comunes; la invitación es:
"el que tiene sed, venga",
"el que quiera, tome"
Por
consiguiente, "el
Espíritu y la Esposa
dicen: Ven." Lo que despierta el deseo de la Esposa no es una advertencia
de uno que viene como juez y como galardonador, sino la revelación de Él mismo,
según la relación en la cual la gracia la ha situado. Tampoco es un sentimiento
o deseo: el Espíritu que mora en la asamblea conduce y sugiere el pensamiento
de ella. Pero el Espíritu, y el corazón de aquel que disfruta la relación, se
vuelven también a los demás. "El que oye" — es decir, aquel que oye
la voz del Espíritu en la asamblea — únase al clamor, y diga, "Ven."
Se trata de una esperanza común, este debería ser nuestro deseo común; y la
conciencia de lo que está por venir sobre la tierra, y la conciencia del
fracaso en las cosas que son, sólo debiesen, aunque ello fuese, en verdad, un
motivo inferior, incitar a todos a clamar. Pero mientras está aquí, el santo
tiene también otro lugar. No sólo sus deseos se elevan en pos de Dios y del
Esposo celestial, sino que él refleja el carácter conocido de Dios, teniendo Su
naturaleza y Espíritu, manifestado también en el amor de Cristo, y en la
posesión del agua viva, aunque no del Esposo. Dicho santo se vuelve e invita a
otros, " el que
tiene sed, venga", y lo proclama
entonces al mundo, "y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente."
Así, el lugar completo del santo celestial, consciente del lugar de la
asamblea, es sacado a la luz en este versículo, desde su deseo por la venida de
Cristo hasta su llamamiento a todo aquel que quiera venir.
Advertencia a preservar la
integridad del libro; la animadora
aseguranza de Cristo; la
promesa y el deseo como las últimas
palabras de Jesús en el
corazón
La integridad del libro es preservada
mediante una advertencia solemne acerca del peligro de perder una parte en el
árbol de la vida [*] y en la santa ciudad.
[*] En cuanto al versículo
19, la verdadera traducción y lectura es aquí "árbol", no
"libro"; pero el libro de la vida no es vida, ni el hecho de que
nuestros nombres estén inscritos allí es el registro final, aunque lo sea a primera
vista, a menos que, en efecto, ellos hayan sido inscritos allí antes de la
fundación del mundo; pero, aun así, no es la misma cosa que el hecho de poseer
vida.
Cristo alegra, entonces, el corazón del
santo, asegurando que Él vendría en breve; y el corazón del santo verdadero
responde con sincero y ferviente deseo, "Amén; sí, ven, Señor Jesús."
Y entonces, con la salutación de gracia, el libro finaliza, dejando en el
corazón la promesa y el deseo de las últimas palabras de Jesús.
La posición consciente de los santos presentada en
el principio
y en el final del libro
Que el lector
observe aquí que, en el principio y en el final del libro, antes y después de
las declaraciones proféticas, tenemos, en una manera hermosa, la posición
consciente de los santos. La primera mención, al comienzo del libro completo,
presenta la bendición individual, consciente, por medio de lo que Cristo ha
hecho. La última mención presenta la posición completa de la asamblea,
distinguiendo así claramente los santos bajo el evangelio, de aquellos cuyas
circunstancias son dadas a conocer proféticamente a ellos en este libro.
"Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo
reyes y sacerdotes para Dios, su Padre." (Apocalipsis 1: 5 y 6). Tan
pronto como Cristo es nombrado (y es así en ambos casos), despierta en los
santos la conciencia del amor de Cristo y del lugar de ellos en relación con
Él. Ellos están ya lavados de sus pecados en Su sangre, y han sido hechos reyes
y sacerdotes para Dios, Su Padre — es decir, tienen su lugar y estado fijo,
antes que se desarrolle cualquier parte profética del libro, y en el reino
venidero, ellos disfrutarán de aquel lugar, no por ser bendecidos bajo Cristo,
sino por estar asociados con Él. Ellos tienen aquí su lugar simplemente en el
reino y en el sacerdocio; se trata de un derecho individual resultante de Su
primera venida. Ellos son amados, lavados en Su sangre, y son asociados con Él
en el reino.
Cristo como la estrella
resplandeciente de la mañana:
la asamblea es motivada en
amor activo; el deseo del Espíritu y
la Esposa por la segunda
venida de Cristo; el llamado
del Espíritu
Al final del
libro, Cristo es revelado como la estrella resplandeciente de la mañana, un
lugar que no forma parte de la profecía, pero que en el cual la asamblea, que
Le ha esperado, es asociada, de por sí, con Él, y con el reino (compárese con
la promesa a los vencedores en Tiatira) [*].
[*] Compárese con el lugar de la
nube en Lucas 9 (en la transfiguración). Allí está la voz del Padre.
Esto motiva en
amor activo (no como antes, sencillamente siendo amados, y lo que somos hechos)
— en primer lugar, amor dirigido hacia Cristo en la conocida relación de la
asamblea con Él, después hacia los santos que oyen, a continuación hacia los
sedientos, y entonces hacia todo el mundo. El deseo de la asamblea, como la
Esposa con la cual está el Espíritu, es dirigido a la segunda venida de Cristo
para sí misma — a la posesión de la estrella resplandeciente de la mañana;
entonces el Espíritu se vuelve a los santos, llamándoles a decir a Jesús,
"Ven"— los llama a unirse en este deseo. Pero tenemos el Espíritu,
aunque no el Esposo; por consiguiente, todo el que tiene sed es llamado a venir
y beber, y así, el evangelio es proclamado ampliamente, "el que quiera,
tome del agua de la vida gratuitamente." Es el amor actuando en el santo
por todas partes, el amor que viene de Cristo a los pecadores en el mundo.
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2014
-à Enero 2015.-