SINOPSIS
de
los Libros
de
la Biblia
MARCOS
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas dobles ("") y estas han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
Versión Reina-Valera 1909 Actualizada
(Publicada por Editorial Mundo Hispano).
Versión Moderna, traducción de 1893 de
H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
El carácter especial del Evangelio de Marcos; su asunto
El Evangelio según Marcos tiene un carácter que difiere en ciertos aspectos de los otros evangelios. Cada evangelio
tiene su propio carácter; cada uno se ocupa de la Persona del Señor bajo un punto de vista diferente: como Persona divina,
el Hijo de Dios; como el Hijo del Hombre; como el Hijo de David, el Mesías presentado a los Judíos, Emanuel. Pero Marcos no
se ocupa de ninguno de estos títulos. Es el Siervo a quien encontramos aquí - y en particular Su servicio llevando
la palabra - el servicio activo de Cristo en el evangelio. La gloria de Su Persona divina es mostrada, a decir verdad, de
una manera notable, a través de Su servicio y, por decirlo así, a pesar de Él mismo, de modo que Él evita sus consecuencias.
Pero, con todo, el servicio es el tema del libro. Indudablemente nosotros encontraremos el carácter de Su enseñanza desarrollándose
(y, consecuentemente, a la verdad estremeciendo las formas Judías bajo las que había sido mantenida), así como el relato de
Su muerte, de la que todo dependía para el establecimiento de la fe. Pero aquello que distingue este Evangelio es el carácter
de servicio y de Siervo que está unido a la vida de Jesús - la obra que Él vino a cumplir personalmente viviendo en la tierra.
Por esto, la historia de Su nacimiento no se encuentra en Marcos. Comienza con el anuncio del comienzo del evangelio. Juan
el Bautista es el heraldo, el precursor, de Aquel que trajo estas buenas nuevas al hombre.
Capítulo 1
La misión de Juan el Bautista
El mensaje es nuevo - por lo menos en el carácter absoluto y completo que asume, y en su aplicación directa e
inmediata. No eran los privilegios Judíos los que debían ser obtenidos al arrepentirse y al volver al Señor. El Señor estaba
viniendo conforme a Su promesa. Juan estaba predicando el arrepentimiento para perdón de pecados, para preparar Su camino
delante de Él. Esto era lo que ellos necesitaban: perdón de pecados para el arrepentido era lo verdaderamente importante,
el objeto formal de la misión de Juan.
Arrepentimiento y perdón de pecados;
perdón gubernamental y justificador
El arrepentimiento y el perdón de pecados se refieren claramente a la responsabilidad del hombre, aquí la de
Israel, en su posición natural con Dios; y clarificando que en cuanto al estado del hombre para con Dios, estos dos lo califican
moral y responsablemente para la recepción de la bendición propuesta - moralmente, en que él juzga los pecados en principio,
como la hace Dios y, responsablemente, por el hecho que Dios los perdona todos. De ahí que el perdón sea forzosamente una
necesidad presente. Hay un perdón gubernativo así como uno justificativo, pero el principio es el mismo, y este último es
la base del primero. Solamente donde es gubernativo puede ir acompañado de varios tratos de Dios, sólo que el pecado ya no
es más imputado en cuanto a la relación presente con Dios, como en el justificativo, esto es eternamente verdadero. En el
perdón justificativo que leemos en Romanos 4, que es mostrado mediante el uso
del Salmo 32, el carácter común de no-inculpación se fundamenta en la obra de Cristo, y, por ello, es absoluto e inmutable.
El pecado no es imputado y nunca puede serlo, porque la obra está hecha y finalizada y esto lo aleja de la mirada de Dios:
eso - de suyo eterno, absoluto e inmutable - es también la base de todos los tratos de Dios con el hombre en gracia. La gracia
reina a través de la justicia. Hebreos 9 y 10 desarrollan esto, donde se consideran la conciencia y el venir a Dios, y ello
en el Lugar Santísimo. Lo mismo sucede con Romanos 3 a 5, donde la cuestión es judicial, un asunto de juicio, ira y justificación.
Es la base de las bendiciones, no el propósito, grande como de suyo pueda ser - paz con Dios y reconciliación. Aquí se trataba
del terreno de todas las bendiciones que Israel tendrá por medio del nuevo pacto (fundamentado en la muerte de Cristo), pero
al ser rechazado, aquellos que creyeron entraron en bendiciones mejores y celestiales. En Éxodo 32: 14 y 34, tenemos el perdón gubernativo, no el justificativo. En el caso del gran pecado de David, éste fue perdonado cuando fue reconocido, su iniquidad fue quitada, pero un severo castigo
fue relacionado con éste, pues él había dado ocasión a los enemigos del Señor para que blasfemasen. La gloria de Dios en justicia
tenía que ser mantenida ante el mundo (2 Samuel 12: 12, 14).
Aquí se trataba de una propuesta de perdón presente para Israel, la cual se cumplirá en los postreros días; y
entonces, como su largo rechazo habrá culminado en perdón gubernativo, ellos también, por lo menos el remanente, por medio
de la muerte y el derramamiento de la sangre de Cristo, serán perdonados y justificados para el disfrute de las promesas bajo
el nuevo pacto (comparar con Hechos 3).
La conciencia del pueblo incitada; confesión de pecados
Los profetas, de hecho, habían anunciado el perdón si el pueblo volvía al Señor; pero aquí se trata del objetivo
presente del discurso. El pueblo sale como un solo cuerpo para sacar provecho de ello. Al
menos su conciencia fue despertada; y cualquiera hubiese sido el orgullo de sus líderes, el sentimiento de la condición
de Israel fue sentido por el pueblo, tan pronto como algo fuera de la rutina de la religión actuaba en el corazón y en la
conciencia - es decir, cuando Dios hablaba. Ellos confesaron sus pecados. En
el caso de algunos quizás se trató sólo de la conciencia natural, es decir, no una obra realmente vivificadora; pero, de todos
modos, era efectuada sobre el testimonio de Dios.
La proclamación de Juan
Pero Juan, separado rígidamente del pueblo, y viviendo aparte de la sociedad humana, anuncia a otro más poderoso
que él, cuya correa del calzado no era digno de desatar: Él no predicaría solamente el arrepentimiento aceptado por
el bautismo de agua; Él daría el Espíritu Santo, poder, a aquellos que recibieran Su testimonio. Aquí nuestro Evangelio pasa
a ocuparse rápidamente del servicio de Aquel que Juan anunció de esta forma. Sólo presenta sumariamente lo que le introduce
a Él en este servicio.
La posición del Señor en servicio en la tierra
El Señor toma Su lugar entre los arrepentidos de Su pueblo, y, sometiéndose al bautismo de Juan, ve que los cielos
se abren a Él, y al Espíritu Santo descendiendo como paloma sobre Él. El Padre le reconoce como Su Hijo en la tierra, en quien
tiene complacencia. Luego es conducido por el Espíritu Santo al desierto, donde Él sufre la tentación de Satanás durante cuarenta
días; Él está con las fieras, y los ángeles ejercen su ministerio hacia Él. Vemos aquí Su posición completa - el carácter
que el Señor asume en la tierra - todas sus características y relaciones con lo que le rodeaba, reunidas en estos dos o tres
versículos. Esto ha sido tratado en sus detalles en Mateo.
El camino del Señor del servicio siempre dispuesto;
Su palabra de poder
Después de esto, Juan desaparece de la escena, dando lugar al ministerio público de Cristo, de quien él sólo
era el heraldo; y Cristo mismo aparece en el lugar de testimonio, declarando que el tiempo se había cumplido; que no se trataba
ahora de profecías ni de tiempos venideros, sino de que Dios iba a establecer Su reino y que ellos deberían arrepentirse recibiendo
las buenas nuevas que les eran anunciadas en aquel mismo instante.
Nuestro evangelista pasa [1] rápidamente a ocuparse de todos los aspectos del servicio de Cristo. Habiendo presentado
al Señor emprendiendo el servicio público que llamaba a los hombres a recibir las buenas nuevas como algo actual (habiendo
llegado el tiempo del cumplimiento de los caminos de Dios), Él se exhibe invitando a otros a cumplir esta misma obra en Su
nombre, siguiendo en pos de Él. Su palabra no fracasa en sus efectos: aquellos a quienes llama, abandonan todo y le siguen
[2].
[1] Esta rapidez caracteriza a Marcos, como lo confirma la palabra "inmediatamente." (gr.: eutheos).
(N. del T.: "E inmediatamente el Espíritu le impele al desierto." Marcos 1:12 - Versión Moderna).
[2] Es el hecho en sí mismo lo que se presenta aquí, como también en Mateo. El relato de Lucas dará la oportunidad
de entrar más en detalle acerca del llamamiento de los discípulos. Desde los días de Juan el Bautista, ellos habían estado,
en mayor o menor medida, asociados con el Señor - estos, por lo menos, habían estado.
Él entra a la ciudad para enseñar en el día de reposo. Su Palabra
no consiste de argumentos que evidencian la incertidumbre del hombre, sino que se presenta con la autoridad de Uno que conoce
la verdad que anuncia - autoridad que, de hecho, era la de Dios, quien puede comunicar la verdad. Él habla también como Uno
que la posee; y Él ofrece pruebas de que la posee. La palabra, que se presenta así a los hombres, tiene poder sobre los demonios.
Había allí un hombre poseído por un espíritu malo. El espíritu malo dio testimonio,
a pesar de él mismo, de Aquel que hablaba, y cuya presencia le era insoportable; pero la palabra que le despertó tenía poder
para echarle fuera. Jesús le reprende - le ordena callar y salir del hombre; y el espíritu malo, tras manifestar la realidad
de su presencia y su maldad, se somete, y se aleja del hombre. Tal era el poder de la palabra de Cristo. No es sorprendente que la fama de este hecho se extendiese a través de todo el país; pero el Señor continúa
Su senda de servicio allí donde se requería la obra. Él entra en casa de Pedro, cuya suegra estaba acostada con fiebre. Él la sana inmediatamente, y cuando el día de reposo hubo acabado, traen a Él todos los enfermos.
Él, siempre dispuesto a servir (¡precioso Señor!), los sana a todos.
El carácter de Su servicio en dependencia
de Su Dios y Padre
Pero el Señor no trabajaba para rodearse de una multitud; y muy de mañana, siendo aún muy oscuro, Él se aleja
al desierto para orar. Tal era el carácter de Su servicio - realizado en comunión con Su Dios y Padre, y en dependencia de
Él. Él va solo a un lugar solitario. Los discípulos le encuentran y le dicen que todos le están buscando; pero Su corazón
está en Su obra. El deseo general no le hace volver. Él continúa en Su camino para cumplir la obra que le fue dada a hacer
- predicar la verdad entre el pueblo; pues éste era el servicio al que Él se dedicó.
La curación del leproso; servicio en la fuerza del amor
Pero, no obstante lo dedicado que Él estaba a este servicio, Su corazón no se volvió rígido por la preocupación;
Él mismo estaba siempre con Dios. Un pobre leproso vino a Él, reconociendo Su poder, pero inseguro de Su voluntad y del amor
que manejaba ese poder. Ahora bien, esta terrible enfermedad no sólo dejaba al
hombre aislado, sino que contaminaba a todo aquel que tocase siquiera al que la padecía. Pero nada detiene a Jesús en el servicio
al que Su amor le llama. El leproso era miserable, un proscrito de sus semejantes y de la sociedad, y excluido de la casa
de Jehová. Mas el poder de Dios estaba presente. El leproso debía ser tranquilizado en cuanto a la buena voluntad en la que
su abatido corazón no podía creer. ¿A quién podía importarle un miserable como él? Él tuvo fe en cuanto al poder que había
en Cristo; pero sus pensamientos acerca de sí mismo le velaban la magnitud del
amor que le había visitado. Jesús extiende Su mano y le toca.
El más humilde de los hombres se acerca al pecado, y a lo que era señal del mismo, y lo dispersa; el Hombre,
quien en el poder de Su amor tocó al leproso sin ser contaminado, era el Dios quien solo podía
quitar la lepra que hacía a una persona que fuera afligida por ella, miserable y desechada.
La autoridad del Señor declarando Su amor y divinidad
El Señor habla con una autoridad que expresa al instante Su amor y Su divinidad: "Quiero, sé limpio." "Quiero"
- aquí estaba el amor del que dudaba el leproso, la autoridad de Dios quien solo tenía derecho a decir: "QUIERO." El
efecto siguió a la expresión de Su voluntad. Éste es el caso cuando Dios habla. ¿Y quién curaba la lepra excepto sólo Jehová?
¿Era Él Aquel que había descendido lo bastante como para tocar a este ser contaminado que contaminaba a cualquier otro
que tuviese que ver con él? Sí, el Único; pero era Dios quien había descendido, el amor que había llegado tan abajo, y el
cual, al hacerlo así, se mostraba poderoso para todo aquel que confiaba en dicho amor. Era pureza en poder que no se contamina,
y que podía, por consiguiente, ministrar en amor al más vil y que se deleita en hacerlo. Él vino al hombre contaminado, no
para ser contaminado por medio del contacto, sino para quitar la contaminación. Él tocó al leproso en gracia, pero la lepra
ya no estaba.
Él evita las aclamaciones humanas, y ordena al hombre que había sido sanado a ir y mostrarse a los sacerdotes
según la ley de Moisés. Pero este sometimiento a la ley daba testimonio, de hecho, de que Él era Jehová, pues Jehová solo,
bajo la ley, purificaba soberanamente al leproso. El sacerdote era sólo el testigo de que esto había sido hecho. Habiéndose
divulgado este milagro, y atrayendo la multitud, esto hace que Jesús salga al desierto.
Capítulo 2
Derechos divinos de perdón en ejercicio
Después, Él entra otra vez en la ciudad, y una multitud se reúne inmediatamente. ¡Qué retrato viviente de la vida de servicio del Señor! Él les predica. Éste era Su objetivo y Su servicio (véase el cap. 1:38).
Pero de nuevo, al dedicarse al humilde cumplimiento de este servicio tal como le había sido encomendado, Su mismo servicio,
Su amor - porque, ¿quién sirve como Dios cuando Él se digna hacerlo? - esta dedicación
presenta Sus derechos divinos. Él conocía la verdadera fuente de todos esos males, y podía introducir sus remedios. "Tus pecados",
dijo al pobre paralítico, quien fue traído a Él con una fe que superó las dificultades, perseverando a pesar de ellas - esa
perseverancia de la fe que es alimentada por el sentido de necesidad, y por la certeza de que se hallará poder en Aquel que
es buscado - "tus pecados te son perdonados." Para el razonamiento de los escribas, Él da una respuesta que silenciaba a todo
negador. Él ejerce el poder que le autoriza a pronunciar el perdón del pobre sufriente [3].
[3] Debemos distinguir entre el perdón gubernamental y el perdón absoluto de los pecados. Sólo que, tal como es el hombre, no podría haber existido el primero sin este último. Pero hasta
que Cristo no fue rechazado y muerto, esto no fue plenamente sacado a la luz.
La murmuración de los escribas puso en doctrinal evidencia quién estaba allí; puesto que el veredicto de los sacerdotes, que declaran limpio al leproso, pone el sello de su autoridad sobre la verdad
de que Jehová, el sanador de Israel, estaba allí. Aquello que Jesús lleva a cabo es Su obra, Su testimonio. El efecto es poner
de manifiesto que Jehová está allí, y que ha visitado a Su pueblo. Es el Salmo 103 el que se cumple, con respecto a los derechos
y la revelación de la Persona de Aquel que obraba.
El llamamiento de Leví, de pecadores, un nuevo progreso
del ministerio del Señor
Jesús deja la ciudad; el pueblo se reúne en torno a Él; y de nuevo les enseña. El llamamiento de Leví da ocasión para una nueva fase de Su ministerio. Él vino a llamar a pecadores, y no a los justos. Después
de esto, Él les dice que no podía colocar la nueva energía divina, desplegada en Él mismo, en las viejas formas del Fariseísmo.
Y había otra razón para ello - la presencia del Esposo. ¿Cómo podían los que están de bodas ayunar mientras el esposo estuviera
con ellos? Él les sería quitado, y entonces sería el momento de ayunar. Él continua insistiendo en la incompatibilidad entre
los viejos odres Judíos y el poder del evangelio. Éste último no haría sino subvertir
el Judaísmo, al cual ellos procuraban apegarse. Aquello que sucedió cuando los
discípulos pasaron por los sembrados, confirma esta doctrina.
Las cosas nuevas de gracia y poder;
las cosas viejas pasaron
Las ordenanzas perdieron su autoridad en presencia del Rey constituido por Dios, rechazado y peregrino en la
tierra. Además, el día de reposo - una señal del pacto entre Dios y los Judíos - fue hecho para el hombre, y no el hombre
para el día de reposo. Como Hijo de David rechazado, las ordenanzas perdieron
su fuerza y fueron subordinadas a Él. Como Hijo del Hombre poseedor (delante de Dios) de todos los derechos que Dios había
otorgado a los hombres, Él era Señor del día de reposo, día que fue hecho para el hombre. En principio, las cosas viejas habían
pasado. Se trata, de hecho, de las cosas nuevas en gracia y poder, que no admitían el antiguo orden de cosas. Pero la pregunta
era si Dios podía actuar en gracia y otorgar bendición, soberanamente, a Su pueblo - si acaso Él tenía que someterse a la
autoridad de los hombres que esgrimen Sus ordenanzas en contra de Su bondad, o bien tenía que hacer el bien conforme a Su
propio poder y amor que estaban por encima de todo. ¿Iba el hombre a poner límites
a la operación de la bondad de Dios? Y esto, a decir verdad, era el vino nuevo que el Señor trajo al hombre.
Capítulo 3
La mano seca sanada;
el servicio del Señor a la bondad y a los derechos de Dios
Tal fue la interrogante suscitada en la sinagoga en la ocasión del hombre que tenía la mano seca. El Señor lo
expone públicamente ante la conciencia de ellos; pero ni el corazón ni la conciencia le responden; y Él actúa en Su servicio
de acuerdo con la bondad y los derechos de Dios, sanando al hombre [4]. Los Fariseos y sus enemigos, los Herodianos - pues
todos estaban contra Dios y unidos en esto - consultaron unánimes acerca de cómo podrían destruir a Cristo. Jesús va a la
costa del mar de Tiberias. La multitud le siguió allí, a causa de todo lo que Él había hecho; de tal modo que se vio en la
obligación de proveerse de un bote para estar fuera del gentío. Los espíritus se sujetan a Él, forzados a reconocer que Él
es el Hijo de Dios; mas Él les prohíbe que lo den a conocer.
[4] Uno no puede sino ver cómo el antiguo sistema, basado en lo que el hombre tenía que ser para Dios, está
siendo desechado por aquello que Dios es para el hombre. Pero, habiendo sido el primer sistema establecido por Dios, nada
excepto las palabras y las obras de Jesús habrían justificado que los Judíos lo abandonaran. Tal como era, se trataba de una
clara oposición y odio hacia la plena revelación de Aquel que había establecido el segundo sistema. Comparar con Juan 15:
22, 24.
Servicio modesto no circunscrito por el Judaísmo
El servicio en predicación y en la búsqueda de almas, dedicándose Él a todos, mostrándose Él mismo, por Sus hechos,
como poseedor del poder divino, ocultándose de la curiosidad de los hombres, para cumplir, alejado de sus aplausos, el servicio
que Él había emprendido - tal fue Su vida humana en la tierra. El amor y el poder divinos se descubrían en el servicio que
el amor le indujo a llevar a cabo, y en el cumplimiento del cual ese poder era ejercido. Pero esto no podía ser reducido en
sus límites por el Judaísmo, por mucho que el Señor estuviera sujeto a las ordenanzas de Dios dadas a los Judíos.
La oposición carnal del hombre; la incredulidad premeditada, deliberada, trae condenación irremediable
Pero, siendo Dios así manifestado, la oposición carnal del hombre pronto se manifiesta [5]. Aquí finaliza, entonces, la descripción del servicio de Cristo, y su efecto es manifestado. Este efecto es desarrollado en lo que pronto sigue, tanto con respecto a la iniquidad del hombre
como a los consejos de Dios. Entretanto, el Señor establece a doce de Sus discípulos para que le acompañen y para que salgan
a predicar en Su nombre. Él no meramente podía obrar milagros, sino también comunicar a otros el poder para realizarlos, y
esto por vía de autoridad. Él regresa a la casa, y la multitud volvió a reunirse. Y aquí los pensamientos del hombre se manifiestan
al mismo tiempo que los de Dios. Sus amigos le buscan como a uno que estaba fuera de sí. Los escribas, poseyendo influencia
como hombres sabios, atribuyen a Satanás un poder que no podían negar. El Señor
les responde mostrando que, en general, todos los pecados podían ser perdonados; pero que reconocer el poder, y atribuirlo
al enemigo, en vez de reconocer a Aquel que hizo uso de él, no era ocupar el lugar de la incredulidad ignorante, sino el de
adversarios, blasfemando así contra el Espíritu Santo - esto era un pecado que nunca podría perdonarse. El "hombre fuerte"
estaba allí; pero Jesús era más fuerte que él, pues Él echó fuera a los demonios. ¿Se atrevería Satanás a arruinar su propia
casa? El hecho de que el poder de Jesús se manifestara de esta manera, los dejaba sin excusa. El "hombre fuerte" de Dios
había venido entonces: Israel le rechazó; y, por lo que respecta a sus líderes, blasfemando contra el Espíritu Santo, ellos
mismos se colocaron bajo una condenación irremediable. Por lo tanto, el Señor distingue
inmediatamente al remanente que recibió Su palabra, de todas las relaciones naturales que Él tenía con Israel. Su madre
o Sus "hermanos", son los discípulos que están alrededor de Él, y aquellos que hacen la voluntad de Dios. Esto realmente hace
a un lado a Israel en ese momento.
[5] Éste es el secreto de toda la historia de Jesús, Hijo de David. Estando todas las promesas en Él para los
Judíos, el siervo para cada necesidad también y para cada tristeza, aun siendo Dios, y Dios manifestado en Él, el hombre no
podía comprenderlo. La mente carnal es enemistad contra Dios.
Capítulo 4
El carácter presente en aquel tiempo, el carácter futuro
y el resultado del servicio del Señor
Esto introduce el verdadero carácter y el verdadero resultado de Su propio servicio, y toda la historia del servicio
que debía cumplirse para un futuro más distante; así como la responsabilidad de Sus discípulos con respecto a la parte que
tendrían en ello; y la tranquilidad de uno que confiaba en Dios mientras trabajaba; asimismo, las tempestades que tenían que
ocurrir, que tenían que ejercitar la fe mientras Jesús, aparentemente, no tenía cuidado de ellos; y la justa confianza de
la fe, así como el poder que la sostenía.
El Sembrador y la semilla
Todo el carácter de la obra en ese momento, y hasta el regreso del Señor, es descrito en este cuarto capítulo.
El Señor reanuda en este capítulo Su habitual obra de instrucción, en relación con el suceso que acababa de ocurrir
en sus relaciones con los Judíos. Él siembra. Ya no busca fruto en Su viña. En el versículo 11, vemos que la diferencia entre
los Judíos y Sus discípulos es señalada. A estos últimos les fue dado saber el misterio del reino, pero a aquellos que
estaban fuera, todas estas cosas se les daban en parábolas. Yo no repito
las observaciones que hice al hablar del contenido de esta parábola en Mateo. Pero lo que viene a continuación, en el versículo
21, pertenece esencialmente al evangelio de Marcos. Hemos visto que el Señor estaba ocupado en predicar el evangelio del reino,
y Él encomendó también la predicación de este evangelio a otros. Él era un sembrador, y sembraba la Palabra. Éste era Su servicio,
y asimismo el de ellos. Pero, ¿se enciende una luz para ser escondida? Además, nada debía ocultarse. Si el hombre no manifestaba
la verdad que había recibido, Dios manifestaría todas las cosas. Que cada uno preste atención a ello.
El objetivo del servicio encomendado a los discípulos
En el versículo 24, Él aplica este principio a Sus discípulos. Ellos debían prestar atención a todo lo que oían,
pues Dios actuaría con ellos según su fidelidad en la administración de la palabra encomendada a ellos. El amor de Dios envió
la palabra de gracia y del reino a los hombres. El objetivo del servicio encomendado a los discípulos era que esto alcanzara
sus conciencias. Cristo se los comunicó; ellos tenían que darlo a conocer a los demás en toda su plenitud. Según la medida
con la cual ellos diesen libre curso a este testimonio de amor (proporcionalmente al don que habían recibido), así les sería
medido en el gobierno de Dios. Si ellos habían prestado atención a lo que Él les comunicó, recibirían más; pues, como principio
general, aquel que se apropiaba de lo que le llegaba obtendría aún más; y sería quitado de aquel que no se apropiaba verdaderamente
de ello.
La ausencia del Rey; Su regreso en el tiempo de la siega
El Señor, entonces, les muestra cómo debía ser con respecto a Sí mismo. Él había sembrado, y del mismo modo que
la semilla germina y crece sin ninguna acción de parte del sembrador, así Cristo permitiría que el evangelio se extendiese
en el mundo sin interponer ninguna forma evidente, siendo el carácter peculiar del reino el hecho de que el Rey no estaba
allí. Pero cuando llega el tiempo de la siega, el sembrador tiene que ver de nuevo con esta. Así debía ser con Jesús; Él volvería
para encargarse de la siega. Él estaba personalmente involucrado en la siembra y en la siega. En el intervalo, todo continuó,
aparentemente, abandonado a sí mismo, realmente sin la interferencia del Señor
en Persona.
La semilla de mostaza: la formación de un gran poder terrenal como resultado de la verdad predicada
El Señor hace uso de otra semejanza para describir el carácter del reino. La pequeña semilla que Él sembró llegaría
a ser un gran sistema, exaltado hasta lo sumo en la tierra, capaz de ofrecer protección temporal a aquellos que se refugian
en él. Tenemos así la obra de la predicación de la palabra; la responsabilidad de los obreros a quienes el Señor la confiaría
durante Su ausencia; Su propia acción en el principio y en el fin, en épocas de siembra y de siega, permaneciendo Él a distancia
durante el intervalo; y la formación de un gran poder terrenal como el resultado de la verdad que Él predicó, y que creó un
pequeño núcleo alrededor de Él.
La tempestad; la presencia del Creador;
la incredulidad de los discípulos
Una parte de la historia de Sus seguidores tenía que mostrarse aún. Ellos debían encontrar las más serias dificultades
en el camino. El enemigo haría surgir una tempestad contra ellos. Aparentemente Cristo no tuvo cuidado de la situación de
ellos. Ellos le llaman, y le despiertan clamando, a lo que Él respondió en gracia. Él habla al viento y al mar, y sobrevino
una gran calma. Al mismo tiempo reprende la incredulidad de ellos. Deberían haber contado con Él y con Su poder divino, y
no haber pensado que Él iba a ser tragado por las olas. Deberían haber recordado su propia relación con Él - que, por gracia,
ellos estaban asociados con Él. ¡Qué tranquilidad la del Señor! La tempestad no le perturbaba. Entregado a Su obra, Él tomó
Su reposo en el momento cuando el servicio no requería Su actividad. Él reposó durante la travesía. Su servicio sólo le permitía
aquellos momentos arrebatados a la labor por las circunstancias. Su tranquilidad divina, que no sabía de desconfianza, le
permitió dormir durante la tempestad. No fue así con los discípulos; y, olvidando Su poder, desconocedores de la gloria de
Aquel que estaba con ellos, sólo piensan en sí mismos, como si Jesús los hubiera olvidado. Una palabra de Su parte exhibió
en Él al Señor de la creación. Éste es el verdadero estado de los discípulos cuando Israel es desechado. La tempestad se levanta.
Jesús parece no prestarle atención. Ahora bien, la fe debería haber reconocido que ellos estaban en la misma barca con Él.
Es decir, si Jesús deja crecer hasta la siega la semilla que ha sembrado, Él está, no obstante, en la misma barca; Él comparte,
y verdaderamente no en menor medida, la suerte de Sus seguidores, o, más bien, son ellos los que comparten la de Él. Los peligros
son aquellos en los que se desenvuelven Él y Su obra. Es decir, no hay realmente ninguno. Y cuán grande es la insensatez de
la incredulidad. ¡Piensen en la suposición de ellos de que, cuando el Hijo de
Dios ha venido al mundo para cumplir la redención y los establecidos propósitos de Dios, una tempestad imprevista, a los ojos
de los hombres, haría que Él y toda Su obra se hundiesen inesperadamente en el lago! Nosotros estamos, bendito sea Su nombre,
en la misma barca con Él. Si el Hijo de Dios no se hunde, nosotros tampoco.
Capítulo 5
El endemoniado liberado del poder de Satanás
llamado a servir en la ausencia de Jesús
Pero, en otro sentido, ellos no están con Él. Son llamados a servir cuando Él deja la escena de Su labor. Aprendemos
esto de la Legión demoníaca, liberada de su miserable condición. El hombre - e Israel en particular - estaba completamente
bajo el poder del enemigo. Cristo, en cuanto a la obra de Su poder, liberó completamente a aquel en cuyo nombre era ejercido
este poder. Él está vestido - no desnudo - en su juicio cabal, y sentado a los
pies de Jesús escuchando Sus palabras. Pero las gentes del lugar tienen temor, y a Jesús le envían lejos - lo que el mundo
ha hecho con Cristo; y en la historia del hato de cerdos tenemos el retrato de Israel después que el remanente ha sido sanado.
Ellos son inmundos, y Satanás los conduce a la destrucción. Ahora bien, cuando Cristo se marcha, a aquel que había experimentado
personalmente los efectos poderosos de Su amor, le hubiera gustado quedarse con Él; pero debía irse a casa y dar testimonio
a los que estaban alrededor de él, de aquello que Jesús había hecho. Tenía que servir en la ausencia de Jesús. En todas estas
narraciones vemos la obra y la entrega del siervo, pero, al mismo tiempo, el divino poder de Jesús manifestado en este servicio.
Curación de una enfermedad incurable y
vida dada a los muertos
En las circunstancias siguientes a la curación del endemoniado, encontramos la verdadera posición de Jesús retratada en Su obra. Él es llamado a sanar a la hija de Jairo - del mismo modo que vino a sanar a los Judíos, si ello hubiese sido posible. Mientras se dirigía a la casa de Jairo
para realizar esta obra, una pobre mujer, enferma incurable, toca el borde de Su vestidura con fe, y es sanada al instante.
Éste fue el caso con Jesús durante Su paso entre los Judíos. En la multitud que le rodeaba, algunas almas, por gracia, le
tocaron por fe. Verdaderamente, la enfermedad de ellos era incurable de por sí; pero Jesús tenía vida en Sí mismo conforme
al poder de Dios, y la fe hizo salir su virtud tocándole. Los tales son llevados a reconocer su condición, pero son sanados.
Exteriormente, Él estaba en medio de todo Israel - la fe cosechó su beneficio en la conciencia de su propia necesidad y de
la gloria de Su Persona. Ahora bien, con respecto a aquella que era el objetivo de Su viaje, ya no tenía remedio. Jesús la
halla muerta, pero no pierde de vista el objetivo de Su viaje. Él la resucita, pues Él puede dar vida. Así también con respecto
a Israel. En el camino, aquellos que tenían fe en Jesús eran sanados, incurables como ellos mismos eran; pero, de hecho, en
cuanto a Israel, la nación estaba muerta en delitos y pecados. Al parecer, esto es lo que puso fin a la obra de Jesús. Pero,
finalmente, la gracia restaurará la vida a Israel. Vemos la gracia perfecta de Jesús interceptando el efecto de las malas
nuevas traídas desde de la casa del gobernante. Tan pronto como el mensajero le hubo relatado acerca de la muerte de su hija,
y de la inutilidad de molestar más al Maestro, Él le dice a Jairo: "No temas, cree solamente." En efecto, aunque el Señor
restaura la vida a un Israel muerto al final de los tiempos, no obstante, esto tendrá lugar por medio de la fe. El caso de
la pobre mujer, aunque en su aplicación directa no va más allá de los Judíos, con todo, se aplica en principio a la sanación
de cada Gentil que, por gracia, es llevado a tocar a Jesús por fe.
Esta historia ofrece, entonces, el carácter de Su servicio, la manera en la cual - a causa de la condición del
hombre - tenía que ser cumplido.
Capítulo 6
Servicio paciente acompañado por el testimonio del juicio
por el rechazo de Su misión
En lo que sigue a continuación, la historia (propiamente llamada así) de Su servicio es reanudada. Sólo le vemos
rechazado ya por un pueblo ciego, a pesar del poder que Él había manifestado, y el cual dio testimonio a la gloria de Su Persona.
No obstante, Él continúa Su servicio y envía a Sus discípulos para que no faltase
ningún esfuerzo; pero con el testimonio del juicio que aguardaba a aquellos que iban a ser culpables del rechazo de Su misión
- un rechazo que ya estaba sucediendo. El Señor, no obstante, continúa dando
pruebas, en misericordia y bondad, de que Jehová, quien tuvo compasión de Su pueblo, estaba allí; hasta que, finalmente, tuvo
que preparar a Sus discípulos para el seguro resultado de Su obra, a saber, Su muerte de manos de los Gentiles, a quienes
le entregarían los principales sacerdotes.
El servicio del Señor, limitado por la incredulidad de Israel,
extendido a lugares vecinos
Para los Judíos Él era el carpintero, el hijo de María. La incredulidad
de ellos detuvo la mano benéfica de Dios para con ellos mismos. Jesús continúa con Su obra en lugares vecinos, y envía a Sus
discípulos - un hecho que implicaba la posesión de poder divino. La misión que recibieron de Él les dirigía, aún, a Israel,
y tenían que pronunciar el juicio en la tierra de Emanuel, la tierra de Israel, como una tierra contaminada, dondequiera que el testimonio de ellos fuera rechazado. Ellos tenían que salir descansando en la poderosa protección de Aquel que los enviaba, y no deberían carecer de nada. Él era el
Señor soberano: todas las cosas estaban a Su disposición. Cristo no sólo puede comunicar bendiciones como el canal de bendición
que Él mismo es, sino que también concede a Sus discípulos el poder de echar fuera demonios. Los discípulos cumplen con su
tarea. Este pasaje muestra de manera extraordinaria la posición y la gloria de Cristo. Él es el Siervo - para los hombres,
el hijo del carpintero. En Su nuevo servicio, Él no toma un lugar para sí, sino que completa aquello que Dios le había dado
a hacer. Él no pudo realizar obras poderosas allí, a causa de la incredulidad de ellos - siempre dispuesto a servir
pero silenciado, limitado en el ejercicio de Su amor, allí donde ninguna puerta se abrió para recibir su influencia; y la
naturaleza juzgando según la vista nunca lo hace. Sólo donde había una necesidad, Su amor, incansable, obra - debe obrar.
Unos pocos enfermos se beneficiaron de un amor que no desprecia a nadie, porque nunca busca lo suyo propio.
Poder y amor divinos mostrados en el Siervo dependiente
Pero, en el siguiente versículo, Aquel que no podía efectuar obras poderosas (puesto que Su servicio dependía
de condiciones divinas, en las cuales Dios podía hallar y seguir llevando a cabo Sus relaciones con los hombres a fin de revelarse
Él mismo), da ahora poder a otros sobre todos los espíritus inmundos, un poder que es divino. Cualquiera puede realizar milagros,
si Dios da el poder; pero Dios solo puede darlo. No les iba a faltar nada, pues Emanuel estaba allí; y debían anunciar el
juicio si rechazaban su mensaje. El amor divino le había hecho a Él enteramente un Siervo dependiente; pero el Siervo dependiente era Dios presente en gracia y en justicia.
La oposición mortífera de las autoridades en Israel;
la muerte de Juan el Bautista
Pero el efecto de todas estas manifestaciones de poder es, que la conciencia del rey que entonces reinaba en
Israel es despertada; y el evangelista nos abre la historia de la oposición homicida de las autoridades en Israel hacia los
testigos de la verdad. Herodes hizo ejecutar a Juan para satisfacer la iniquidad de una mujer que le agradaba - iniquidad
que compartió con ella. Una danza fue el precio por la vida del profeta de Dios. Tal era el gobernante de Israel.
La compasión y el poder de Jesús:
saciando a los pobres con pan
Los apóstoles regresan. Jesús los aparta de la muchedumbre inquisitiva y necesitada, yendo hacia un lugar desierto;
pero la multitud le sigue. Jesús, rechazado como lo es por la tierra que amaba, se compadece de los pobres del rebaño y manifiesta,
a favor de ellos, el poder de Jehová, para bendecirlos conforme al Salmo 132. A sus pobres sacia de pan. Habiendo despedido
a la multitud, Él cruza el mar andando; y, reuniéndose con Sus discípulos, el viento cesa - una figura de la cual ya hemos
hablado cuando meditábamos en Mateo. La obra de ellos había acabado. En cuanto a ellos, pese a todos Sus milagros, sus corazones
permanecían endurecidos en aquel entonces, y uno tras otro olvidaron los milagros. El Señor continúa Su obra de bendición.
Sólo bastaba tocarle y ser sanado.
Capítulo 7
El corazón del hombre y el corazón de Dios
El poder gobernante en ejercicio entre los Judíos había manifestado ser hostil al testimonio de Dios, y había
dado muerte a uno a quien Él había enviado en el camino de justicia. Los escribas y aquellos que fingían seguir la justicia
habían corrompido al pueblo por medio de su enseñanza, y habían quebrantado la
ley de Dios.
Ellos lavaban vasos y jarros, pero no sus corazones; y, con tal que los sacerdotes - la religión - salieran beneficiados
de esto, dejaban a un lado las obligaciones de los hijos hacia sus padres. Pero Dios miraba en el corazón, y del corazón del
hombre procedían toda clase de impurezas, iniquidad y violencia. Esto era lo que contaminaba al hombre, y no que tuviera sus
manos sin lavar. Tal es el juicio sobre la religiosidad sin conciencia y sin el temor de Dios, y el verdadero discernimiento
de lo que es el corazón del hombre ante los ojos de Dios, cuyos ojos son más puros como para contemplar la iniquidad.
Pero Dios debe mostrar también Su propio corazón; y si Jesús juzgaba esto del hombre con la mirada de Dios -
si Él manifestaba Sus modos y Su fidelidad a Israel, los manifestaba, no obstante, a través de todo lo que Dios era para aquellos
que sentían su necesidad de Él y acudían a Él con fe, reconociendo y reposando en Su bondad pura. De la tierra de Tiro y Sidón
viene una mujer de la raza condenada, una Gentil, una Sirofenicia. El Señor le contesta, ante la demanda de que Él sanara
a su hija, que los hijos (los Judíos) debían ser saciados primeramente; que no estaba bien tomar el pan de los hijos y echarlo
a los perrillos: una abrumadora respuesta, si el sentido que ella tenía de su necesidad y de la bondad de Dios no hubiera
ido más allá, y hubiese puesto a un lado todo otro pensamiento. Estas dos cosas hicieron que ella se humillara en el corazón,
y la prepararon para reconocer el soberano favor de Dios hacia el pueblo de Su elección en este mundo. ¿No tenía Él derecho
de escoger un pueblo? Y ella no era uno de ellos. Pero eso no destruyó Su bondad y Su amor. Ella no era más que un perrillo
Gentil, sin embargo, tal era la bondad de Dios que Él tenía pan incluso para los perrillos. Cristo, la expresión perfecta
de Dios, la manifestación de Dios mismo en la carne, no podía negar Su bondad y Su gracia, ni podía decir que la fe tenía
más elevados pensamientos de Dios de los que eran ciertos, pues Él mismo era ese amor. La soberanía de Dios fue reconocida
- no se hizo ninguna pretensión a cualquier derecho en absoluto. La pobre mujer descansó sólo en la gracia. Su fe, con una
inteligencia dada por Dios, se aferró a la gracia que fue más allá de las promesas hechas a Israel. Ella penetra en el corazón
del Dios de amor, tal como Él es revelado en Jesús, del mismo modo que Él penetra en el nuestro, y ella goza del fruto de
ello. Pues esto era introducido ahora: Dios mismo en presencia del hombre y en relación con él, y el hombre tal como era ante
Dios - no una norma o sistema para que el hombre se preparase para Dios.
El oír y el habla conferidos en gracia
aparte de la multitud
En el siguiente milagro, vemos al Señor, mediante la misma gracia, otorgando el oír y el habla a un hombre que
era sordo e incapaz, incluso, de expresar sus pensamientos. Él no podía haber recibido fruto de la palabra, de parte de Dios,
y no podía dar ninguna alabanza a Él. El Señor regresó al lugar donde Él se presentó como la luz en Israel; y Él trata aquí
con el remanente solo. Toma al hombre aparte de la multitud. Es la misma gracia que ocupa el lugar de todas las pretensiones
de justicia en el hombre, y que se manifiesta al desvalido. Su forma, aunque ejercida ahora a favor del remanente de Israel,
es apta para la condición del Judío o del Gentil - es la gracia. Pero en cuanto a éstos, también sucede lo mismo: Él toma
al hombre aparte de la multitud, para que la obra de Dios pueda ser realizada: la muchedumbre de este mundo no tenía parte
en ello. Vemos aquí a Jesús, Su corazón conmovido por la condición del hombre, y más especialmente por el estado de Su siempre
amado Israel, del cual este pobre sufriente era un retrato sorprendente. Él hace
que el sordo oiga y que el mudo hable. Así fue individualmente, y así será con todo el remanente de Israel en los últimos
días. Él actúa y hace bien todas las cosas. El poder del enemigo es destruido, la sordera del hombre, su incapacidad para
usar su lengua tal como Dios se le había dado, son quitadas por Su amor que actúa con el poder de Dios.
El milagro de los panes dio testimonio a la presencia del Dios de Israel, según Sus promesas; esto, para la gracia
que fue más allá de los límites de estas promesas, de parte de Dios, quien juzgaba la condición de aquellos que afirmaban
un derecho para ellos basado en la justicia humana, perversa en sí misma, y quien liberó al hombre y le bendijo en amor, sacándole
del poder de Satanás y capacitándole para oír la voz de Dios, y alabarle.
Oculto de los Judíos, en rechazo; la necesidad satisfecha
en gracia y poder por Uno solo que podía suplir
Hay aún unos rasgos notables en esta parte de la historia de Cristo, los cuales deseo señalar. Estos manifiestan el espíritu en el cual Jesús obraba en ese momento. Él se aleja de los Judíos, habiendo mostrado
la vaciedad e hipocresía de su culto, y la iniquidad de cada corazón humano como fuente de corrupción y pecado.
El Señor - en este solemne momento, el cual exhibió el rechazo de Israel - se aleja del pueblo para ir a un lugar
donde no había oportunidad para el servicio entre ellos, hacia las fronteras de las ciudades extranjeras y Cananeas de Tiro
y Sidón (cap. 7:24), y (angustiado Su corazón), no comunicaría a nadie dónde se encontraba. Pero Dios se había manifestado
con demasiada evidencia en Su bondad y en Su poder como para permitirle que se ocultara de donde se requería Su servicio.
La fama de quien era Él se había extendido, y el perspicaz ojo de la fe descubrió aquello que sólo podía satisfacer su necesidad.
Esto es lo que encuentra a Jesús (cuando todos los que tenían exteriormente un derecho a las promesas, son engañados por la
pretensión misma y por sus privilegios). Es la fe la cual conoce su necesidad, y sabe sólo eso, y que Jesús solo puede satisfacerla.
Aquello que Dios es para la fe, se manifiesta al que lo necesita, de acuerdo a la gracia y al poder que están en Jesús. Oculto
de los Judíos, Él es gracia para el pecador. Así, también (cap. 7:33), cuando sana al sordo de su sordera y del impedimento
en su habla, Él le toma aparte de la multitud, levanta los ojos al cielo y gime. Angustiado en Su corazón por la incredulidad
del pueblo, Él toma aparte el objeto del ejercicio de Su poder, levanta los ojos a la soberana Fuente de toda bondad, de todo
auxilio para el hombre, y se duele al pensar en la condición en la cual se encuentra el hombre. Este caso, entonces, ejemplifica
más particularmente al remanente conforme a la elección de gracia de entre los Judíos, el cual es separado por gracia divina
del resto de la nación, siendo ejercitada, en estos pocos, la fe. El corazón de Cristo está lejos de rechazar a su pueblo
(terrenal). Su alma está acongojada por el sentimiento de incredulidad que los separa de Él y de la liberación; no obstante,
Él quita el corazón sordo de algunos, y suelta su lengua para que el Dios de Israel pueda ser glorificado.
De este modo, también en la muerte de Lázaro, Cristo se aflige por el dolor que la muerte produce sobre el corazón
del hombre. Allí, no obstante, fue un testimonio público.
La fe no es abandonada, pero el poder no es ejercido
donde hay incredulidad manifiesta
Hallaremos, en el capítulo 8, otro ejemplo de aquello que hemos estado observando. Jesús conduce al ciego fuera
de la ciudad. Él no olvida a Israel dondequiera que hay fe; pero Él separa a aquel que la posee de la multitud, y le trae
a la relación con el poder, la gracia, el cielo, lugares desde donde la bendición fluía - bendición que, consecuentemente,
alcanzó a los Gentiles. El poder no fue ejercido en medio de la incredulidad manifiesta. Esto destaca claramente la posición
de Cristo con respecto al pueblo. Él continúa Su servicio, pero se retira a estar con Dios debido a la incredulidad de Israel:
pero se retira a estar con el Dios de toda gracia. Allí Su corazón encontró refugio hasta la gran hora de la expiación.
Capítulo 8
La infatigable intervención de Dios en poder
a pesar del rechazo
Es a propósito de esto, me parece, que tenemos en este capítulo el segundo milagro de la multiplicación de los
panes. El Señor actúa nuevamente a favor de Israel, pero ya no más como administrando el poder Mesiánico en medio del pueblo
(lo que estaba implícito, como hemos visto, en el número doce, como en Mateo 14:29). sino que a pesar de Su rechazo por parte
de Israel, continuando ejerciendo Su poder de un modo divino y aparte del hombre. El número siete [6] tiene siempre la fuerza
de la perfección sobrehumana - aquello que es completo: esto, no obstante, se aplicaba a lo que era completo tanto en el poder
del mal como en el poder del bien, cuando no es humano y está subordinado a Dios. Aquí esto es divino. Es aquella intervención
de Dios que es incansable, y que es según Su propio poder, lo cual es el principal objetivo para se mostrase la repetición
del milagro.
[6] Se puede hacer notar aquí que siete es el número primo más alto, es decir, es indivisible; doce, es el número
más divisible que existe.
La condición de los jefes de Israel y del remanente
es exhibida
Acto seguido se muestra la condición de los principales de Israel y del remanente. Los Fariseos piden una señal; pero ninguna señal sería dada a esa generación. Se trataba simplemente de incredulidad cuando
pruebas abundantes sobre quién era Él estaban ante ellos; estas eran las cosas mismas que habían llevado a la demanda. El
Señor se aleja de ellos. La ciega y poco inteligente condición del remanente es manifestada también. El Señor les advierte
que se guarden del espíritu y de la enseñanza de los Fariseos, de los que falsamente pretendían un celo santo por Dios; y
de los Herodianos, serviles seguidores del espíritu del mundo, quienes, con tal
de complacer al emperador, dejaban totalmente de lado a Dios.
Al emplear la palabra "levadura", el Señor da a los discípulos la ocasión de mostrar su falta de inteligencia espiritual. Si los Judíos no aprendían nada de los milagros del Señor, sino que aún pedían señales, ni siquiera los discípulos comprendían el poder divino manifestado en ellos.
No dudo que esta condición es presentada en el ciego de Betsaida.
El ciego de Betsaida; la condición de los discípulos;
el anuncio de la muerte y resurrección del Señor
Jesús le toma de la mano y le saca fuera de la ciudad, lejos de la multitud, y usa aquello que era de Él mismo, para efectuar la curación [7]. El primer efecto describe bien la condición de los discípulos.
Ellos vieron, indudablemente, pero de manera confusa, a "hombres, como árboles,. . . andando." (Marcos 8:24 - Versión Moderna).
Pero el amor de Dios no desmaya ante la incrédula lentitud de entendimiento de ellos; Él actúa conforme al poder de Su propia
intención hacia ellos, y les hace ver con claridad. Después - lejos de Israel - la incertidumbre de la incredulidad es vista
en yuxtaposición a la certidumbre de la fe (por muy oscura que pueda ser su inteligencia), y Jesús, prohibiendo
a los discípulos hablar de lo que ellos ciertamente creían (había pasado el tiempo de convencer a Israel de los derechos de
Cristo como Mesías), les anuncia lo que le iba a suceder, para la consumación de los propósitos de Dios en gracia como Hijo
del Hombre, después de Su rechazo de parte de Israel [8]. Así que todo está ahora, podríamos decir, en su lugar. Israel no
reconoce al Mesías en Jesús; por consiguiente, Él ya no se dirige al pueblo en ese carácter. Sus discípulos creen que Él es
el Mesías, y Él les habla de Su muerte y resurrección.
[7] La saliva, en relación con la santidad de los Rabinos, era muy apreciada por los Judíos en este sentido;
pero aquí su eficacia está relacionada con la Persona de Aquel que la utilizó.
[8] No tenemos aquí nada referente a la iglesia, ni a las llaves del reino. Éstas dependen de lo que no se presenta
aquí como parte de la confesión de Pedro - el Hijo del Dios viviente. Tenemos la gloria del reino viniendo en poder, en contraste
con el Cristo rechazado, el profeta-siervo en Israel.
La oposición de Pedro como el instrumento de Satanás
Ahora bien, puede haber (y esto es una verdad práctica de la mayor importancia) fe verdadera, sin que el corazón
sea formado de acuerdo a la plena revelación de Cristo, y sin que la carne esté, en forma práctica, crucificada en proporción
al conocimiento que uno tiene del objeto de la fe. Pedro reconoció, verdaderamente, por la enseñanza de Dios, que Jesús era
el Cristo; pero él estaba lejos de tener el corazón puro conforme a los pensamientos de Dios en Cristo. Y cuando el Señor
anuncia Su rechazo, humillación y muerte, y todo eso ante todo el mundo, la carne de Pedro - herida por la idea de un Maestro
así rechazado y menospreciado - muestra su energía atreviéndose a reconvenir al Señor mismo. Este esfuerzo de Satanás para
desalentar a los discípulos por medio de la deshonra de la cruz, estremece el corazón del Señor. Todo Su afecto por Sus discípulos,
y la vista de aquellas pobres ovejas ante las cuales el enemigo ponía una piedra de tropiezo, traen una vehemente censura
sobre Pedro, como siendo el instrumento de Satanás y hablando de parte de él. ¡Ay de nosotros! la razón era evidente - él saboreaba las cosas de los hombres, y no las de Dios; porque la cruz comprende en
sí misma toda la gloria de Dios. El hombre prefiere la gloria del hombre, y de este modo Satanás le gobierna. El Señor llama
al pueblo y a Sus discípulos, y les explica claramente que si querían seguirle debían tener parte con Él y llevar Su cruz.
Porque de este modo, al perder su vida, la salvarían, y el alma valía más que todo lo demás. Además, si alguno se avergonzaba
de Jesús y de Sus palabras, el Hijo del Hombre se avergonzaría de él cuando viniera en la gloria de Su Padre con sus santos
ángeles. Porque la gloria le pertenecía a Él, cualquiera que pudiese ser Su humillación.
Él, entonces, expone esto ante Sus principales discípulos a fin de fortalecer la fe de ellos.
Capítulo 9
La transfiguración: la venida del reino
en poder y gloria en la tierra
En Mateo vimos la transfiguración anunciada en condiciones que se relacionaban con el tema de ese evangelio -
el Cristo rechazado tomando Su gloriosa posición como Hijo del Hombre. En cada uno de los evangelios está en relación con
el momento cuando esta transición es expuesta claramente; pero en cada caso con un carácter particular. En Marcos hemos visto
el humilde y dedicado servicio de Cristo al anunciar el reino, por mucho que brillara la gloria divina a través de Su humillación.
Conforme a esto, la manifestación de la transición a la gloria se anuncia aquí como la venida del reino en poder. No hay nada
que distinga muy particularmente el relato aquí de aquel en Mateo, excepto que el aislamiento de Jesús y de los tres discípulos
en este momento es señalado con más fuerza en el versículo 2, y que los hechos son relatados sin añadidos. Después, el Señor
les manda que no dijesen a nadie lo que habían visto, hasta después de Su resurrección de entre los muertos.
Podemos observar aquí que es, efectivamente, el reino en poder el que es manifestado. No se trata del poder del
Espíritu Santo vinculando al pecador a Cristo la Cabeza, como miembro santo del cuerpo, y
revelando en esto la gloria celestial de Cristo tal como Él está a la diestra del Padre. Cristo está en la tierra.
Él está en relación con los grandes testigos de la economía Judía (la ley y la profecía), pero unos testigos que le ceden
a Él todo el lugar, al tiempo que participan con Él en la gloria del reino. Pero Cristo es manifestado en gloria en la tierra
-el hombre en gloria es reconocido como Hijo de Dios, tal como Él es conocido en la nube. Era la gloria tal como se manifestará
en la tierra, la gloria del reino, estando Dios aún en la nube, aunque revelando Su gloria en ella. Ésta no es todavía nuestra
posición como sin un velo; sólo que el velo, en cuanto a nuestra relación con Dios, es rasgado de arriba abajo, y tenemos
confianza para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Cristo. Pero este es un privilegio espiritual, no una manifestación
pública - nuestro velo, en cuanto a eso, nuestro cuerpo, no está rasgado; pero el de Cristo, como título para la entrada,
sí lo está. [9]
[9] La entrada en la nube no forma parte de la revelación aquí. La hallamos en Lucas. La nube para Israel era
el lugar donde Dios moraba; era una nube de luz (Mat. 17).
Un nuevo orden de cosas establecido en resurrección
Pero esta posición de gloria no podía ser tomada por el Señor, ni el glorioso reinado podía establecerse, excepto
en un orden nuevo de cosas. Cristo debe resucitar de los muertos para establecerlo. No
armonizaba con Su presentación como Mesías, como Él lo era entonces. Por tanto, Él manda a Sus discípulos que no lo
dieran a conocer hasta después de Su resurrección. Entones sería una poderosa confirmación de la doctrina del reino en gloria.
Esta manifestación de la gloria confirmó la fe de los discípulos en ese momento (tal como Getsemaní les enseñó la realidad
de Sus sufrimientos y de Sus conflictos con el príncipe de las tinieblas); y esto formaría, a la postre, un tema para el testimonio
de ellos, y su confirmación, cuando Cristo hubiera tomado Su nueva posición.
Podemos ver el carácter de esta manifestación, y su relación con el reino terrenal de gloria del que hablaron
los profetas, en 2 Pedro 1:19. Lean allí: 'Tenemos la palabra profética confirmada.' ["la palabra profética más segura", en
nuestras Biblias españolas RVR60 - N. del T.].
El Hijo del Hombre como la resurrección y la vida
Los discípulos se detuvieron en el umbral. De hecho, aunque sus ojos estaban abiertos, veían "a hombres como
árboles, andando." (Marcos 8:24 - Versión Moderna). Se preguntaban, ¿qué podía significar esta 'resurrección de entre los
muertos'? La resurrección era conocida para ellos; toda la secta de los Fariseos creía en ella. Pero este poder que liberaba
de la condición en que el hombre e incluso los santos se hallaban, implicando también que otros serían dejados en ella cuando
este poder se ejercitara, esto ellos lo desconocían totalmente. Que había una resurrección en la cual Dios levantaría a todos
los muertos en los últimos días, no lo dudaban. Pero, que el Hijo del Hombre era la resurrección y la vida - el triunfo absoluto
sobre la muerte del postrer Adán, el Hijo de Dios teniendo vida en Sí mismo, vida manifestada por Su resurrección de entre
los muertos (una liberación que se cumplirá también en los santos a su debido tiempo), de esto ellos no entendían nada. Sin
duda recibieron las palabras del Señor como verdaderas, como poseyendo autoridad; pero Su significado era incomprensible para
ellos.
Las dificultades de la incredulidad
Ahora bien, la incredulidad tarda en hallar dificultades que la justifiquen a sus propios ojos, los cuales rehúsan
percibir las pruebas divinas de la verdad - dificultades bastante grandes en apariencia, y que pueden atribular las mentes
de aquellos que, a través de la gracia, se inclinan a creer, o los que ya han creído, pero son aún débiles en la fe.
Los profetas habían dicho que Elías debía venir primero. Los escribas insistían en esto. Impactados por la gloria
que confirmaba innegablemente los derechos de Cristo, los discípulos le hablan acerca de esta dificultad. La convicción que
la perspectiva de la gloria produjo en sus mentes, les hizo confesar la dificultad con respecto a lo cual ellos antes habían
callado, no atreviéndose a presentarla. Pero ahora la prueba es suficientemente fuerte como para animarlos a enfrentar la
dificultad.
Sufrimientos antes de la gloria
De hecho, la Palabra hablaba de ello, y Jesús la acepta como la verdad; Elías tenía que venir y restaurar todas
las cosas. Y él vendrá, efectivamente, antes de la manifestación de la gloria del Hijo del Hombre; pero, antes de nada, el
Hijo del Hombre debía sufrir y ser rechazado. Esto también estaba escrito, así como la misión de Elías. Además, antes de esta
manifestación de Cristo, que probó a los Judíos en cuanto a su responsabilidad, Dios no había dejado de proporcionarles un
testimonio de acuerdo al espíritu y poder de Elías; y ellos le habían maltratado como quisieron. Estaba escrito que el Hijo
del Hombre debía sufrir antes de Su gloria, tan verdadero como que Elías había de venir. Sin embargo, como hemos dicho, como
prueba del testimonio a los Judíos, aquel que tomó moralmente el lugar de Elías había venido. Ellos le habían tratado de la
misma manera como iban a tratar al Señor. Así también Juan había dicho que él no era Elías, y cita Isaías 40, que habla del
testimonio; pero él nunca cita Malaquías 4, que se refiere personalmente a Elías. El Señor (en Mateo 11:10) aplica Malaquías
3:1; pero Juan aplica Isaías.
Gran necesidad; fe débil y vacilante;
poder omnipotente para sanar
Descendido de la montaña, el pueblo se apresura hacia Él, sorprendido, aparentemente, ante esta misteriosa ausencia
lejos de Sus discípulos, y le saludan con la reverencia con la que toda Su vida les había inspirado. Pero lo que había sucedido
en Su ausencia sólo confirmaba la verdad solemne de que Él debía partir, hecho que acababa de ser demostrado por un testimonio
aún más glorioso. Incluso el remanente, aquellos que creían, no sabían cómo beneficiarse del poder que estaba ahora en la
tierra. Incluso la fe de aquellos que creían no comprendía la presencia del Mesías - el poder de Jehová, el Sanador de Israel:
¿por qué quedarse, entonces, entre el pueblo y los discípulos? El pobre padre expresa su aflicción de una manera conmovedora,
en palabras que muestran un corazón traído por el sentido de su necesidad a una condición correcta, pero muy débil en fe.
Se relata el miserable estado de este hijo, y su corazón presenta un retrato real de la condición del remanente - fe que necesitaba
apoyo por causa de la incredulidad en la que estaba enterrada. Israel no estaba en una condición mejor que la del pobre muchacho.
Pero el poder estaba presente, capaz de todas las cosas. Esa no era la dificultad. La pregunta era: ¿Hay allí fe para beneficiarse
de ello? "Si tú puedes" (Marcos 9:22 - Versión Moderna), dijo el afligido padre
a Jesús. "¡Si tú puedes!" (Marcos 9:23 - Versión Moderna) (contestó el Señor) se aplica a tu fe; 'si tú puedes creer,
todas las cosas son posibles.' El pobre padre, de corazón sincero, confiesa su propio estado con pesar, y busca, en la bondad
de Cristo, ayuda para su fracaso. Así la posición de Israel fue claramente mostrada. El poder todopoderoso estaba presente
para sanarlos, para liberarlos del poder de Satanás. Se tenía que hacer a través de la fe, pues el alma debía volver a Dios.
Y había fe en aquellos que, tocados por el testimonio de Su poder, conmovidos por la gracia de Dios, buscaban en Jesús el
remedio para sus males y el fundamento para sus esperanzas. Su fe era débil y vacilante; pero allí donde existía, Jesús actuaba
con el poder soberano de Su propia gracia, y de la bondad de Dios que encuentra su medida en sí misma. Por muy lejos que hubiera
ido la incredulidad en aquellos que debieron ser beneficiados por la gracia de una dispensación, dondequiera que había una
necesidad que satisfacer, Jesús responde a ella cuando se le mira a Él. Y esta es una gran misericordia y un gran estímulo
para nosotros.
No obstante, para que este poder pudiera ser ejercido por el hombre (a lo cual Dios le llamaba), era necesario
que él se acercase lo más posible a Dios - que aquel a quien era encomendado se habituara a la comunión con Dios, retirándose
de todo lo que le conectaba con el mundo y con la carne.
La incredulidad traída a Jesús; el enemigo echado fuera
Recapitulemos aquí los principios de esta narración con respecto a la aplicación general de ellos. El Señor,
que se iba a marchar para no ser más visto por el mundo hasta venir en gloria, encuentra, al descender del monte de la transfiguración,
un caso del poder de Satanás sobre el hombre, sobre el pueblo Judío. Esto había continuado desde casi el comienzo de la existencia
del muchacho. La fe que reconoce la intervención de Dios en Cristo, y que se refugia en ella del mal actual, es débil y vacilante,
preocupada con el mal, cuya vista oculta en gran medida el poder que lo domina y lo elimina. Con todo, el sentido de necesidad es lo suficientemente profundo como hacerlo recurrir a este poder.
Es la incredulidad que no sabe contar con el poder que está presente, lo que pone fin a las relaciones de Cristo
con el hombre. No es la miseria del hombre lo que lo produce - esto fue lo que le hizo descender a la tierra. Pero el poder
todopoderoso está presente - sólo es necesaria la fe para beneficiarse de él. Pero si el corazón, a causa del poder del enemigo,
se vuelve a Jesús, puede (gracias a Dios) traer su incredulidad a Él, así como todo el resto. Hay amor y poder en Él para
toda clase de debilidad. El pueblo se agolpa, atraídos a la vista del poder del
enemigo. ¿Puede el Señor sanarle? Pero, ¿permitirá Él que el testimonio del poder de Satanás invada sus corazones? Ésta es
la curiosidad de los hombres, cuya imaginación está llena del efecto de la presencia del enemigo. Pero, cualquiera que pudiera
ser la incredulidad del hombre, Cristo estaba presente, el testimonio de un poder que, en amor hacia los hombres, destruía
los efectos del poder del enemigo. La multitud se agolpa - Jesús ve esto, y con una palabra echa fuera al enemigo. Él actúa
según la necesidad de Su poder, y de los propósitos del amor de Dios. Así, el esfuerzo del enemigo ocasionó la intervención
de Jesús, que la debilidad de la fe del padre tendió a detener. No obstante, si dejamos todas nuestras debilidades, así como
nuestras miserias, delante de Cristo, Él responde conforme a la plenitud de Su poder.
La inteligencia en los caminos de Dios
obstaculizada por la carne
Por otra parte, si la carne se entromete con los pensamientos de la fe, esto obstaculiza la comprensión de los
caminos de Dios. Mientras viajaba, Cristo explicó Su muerte y Su nueva condición en resurrección. ¿Por qué culpar a la falta
de inteligencia que escondía todo esto de ellos, y llenaba sus mentes con ideas de la gloria terrenal y Mesiánica? El secreto
de la falta de inteligencia en ellos radicaba aquí. Él se los había dicho claramente; pero en el camino, disputaban entre
ellos sobre quién tendría el primer lugar en el reino. Los pensamientos de la carne llenaban sus corazones, con respecto a
Jesús, con exactamente lo opuesto a lo que llenaba la mente de Dios respecto a Él. La debilidad, presentada a Jesús, encuentra
una respuesta en poder y en gracia soberana; la carne y sus deseos ocultan de nosotros, incluso cuando pensamos en Él, toda
la importancia de los pensamientos de Dios. Era su propia gloria la que estaban buscando en el reino; la cruz - el verdadero
camino a la gloria - era incomprensible para ellos.
Los discípulos enseñados en cuanto al rechazo de su Señor
Después de esto, el Señor reanuda con Sus discípulos el gran asunto delante de Él en este momento; y que era,
en todo sentido, aquello que debía ser decidido ahora. Él iba a ser rechazado, y se separa de la multitud, con Sus discípulos,
para instruirles sobre este punto. Preocupados por Su gloria, por Sus derechos como Mesías, ellos no comprenden esto. Hasta
su fe, tal como era, les enceguece para todo lo que está más allá de eso; porque, mientras ésta se une correctamente a la
Persona de Cristo, vinculaba - o más bien, sus propios corazones, en los que existía fe, vinculaban - con Cristo, el cumplimiento
de aquello que su propia carne deseaba y buscaba en Él para ellos mismos. ¡Qué sutil es el corazón! Este se delata a sí mismo en su disputa por el primer lugar. La fe de ellos es demasiado débil para soportar
explicaciones que contradecían sus ideas (vers. 32). Estas ideas se manifiestan entre ellos tal como son. Jesús los reprueba
y les presenta un niño como ejemplo, tal como antes lo había hecho a menudo. Aquel que siguiese a Cristo, debería tener un
espíritu totalmente opuesto al del mundo - un espíritu que perteneciese a aquello que era débil y despreciado por el orgullo
del mundo. Al recibir a un tal, ellos recibirían a Cristo; al recibir a Cristo, recibirían al Padre. Eran las cosas eternas
las que estaban en cuestión, y el espíritu de un hombre debía ser, entonces, el espíritu de un niño.
Enseñanza para la vida Cristiana como separados para Dios
y participando del rechazo del Señor
El mundo era tan contrario a Cristo, que el que no era con Él, era contra Él [10]. El Hijo del Hombre tenía que
ser rechazado. La fe en Su Persona era el asunto, y no el servicio individual a Él. ¡Lamentable! los discípulos todavía pensaban
en ellos mismos: "él no nos sigue." Ellos debían participar de Su rechazo,
y si alguien les daba un vaso de agua fresca, Dios lo recordaría. Cualquier cosa que los hiciese tropezar en el camino, aunque
fuese su propio ojo derecho o su mano, harían bien en cortarlos y echarlos fuera, pues no eran las cosas de un Mesías terrenal
las que estaban en cuestión, sino las cosas de la eternidad. Y todo debía ser sometido a prueba por la santidad perfecta de
Dios, y eso a través del juicio, por un medio u otro. Todos debían ser salados con fuego - los buenos y los malos. Donde hubiese
vida, el fuego consumiría solamente la carne; pues cuando somos juzgados, somos castigados por el Señor, para no ser condenados
con el mundo. Si el juicio alcanza a los impíos (y los alcanzará fuera de toda duda) se trata de la condenación - un fuego
que no se apaga. Pero para los buenos, había también algo más: debían ser salados con sal. Los que estaban consagrados a Dios, cuya vida era una ofrenda para Él, no carecerían del poder de la gracia santa, que
vincula el alma con Dios e interiormente la preserva del mal. La sal no es la gentileza que complace (que la gracia produce, sin duda), sino esa energía de Dios dentro de nosotros que vincula todo lo que está
en nosotros con Dios y dedica el corazón a Él, ligándolo a Él en el sentido del deber y del deseo, rechazando todo lo que
en uno mismo es contrario a Él (deber que fluye de la gracia, pero que actúa con tanto más poder por ese motivo). Así, en
forma práctica, era la gracia distintiva, la energía de la santidad, que separa de todo mal; pero separándose para Dios. La
sal era buena: el efecto producido en el alma, la condición del alma, es llamada así, al igual que la gracia que produce esta
condición. De este modo, aquellos que se ofrecían a Dios, eran apartados para Él; ellos eran la sal de la tierra. Pero si
la sal pierde su sabor, ¿con qué puede ser salada? Es utilizada para sazonar otras cosas, pero si la sal precisa de sí misma,
no queda nada que la pueda salar. Así sería con los Cristianos; si aquellos que eran de Cristo no rendían este testimonio,
¿dónde se podría encontrar algo, aparte de los Cristianos, que les rindiera testimonio y que lo produjese en ellos?
[10] Algunos tienen dificultad en reconciliar esto con: "No se lo prohibáis", "el que no es conmigo, contra
mí es." (Mateo 12:30). Pero estas expresiones se combinan cuando el punto principal es visto: Cristo constituía un criterio
divino del estado del hombre, y planteaba seriamente las cosas. El mundo estaba total y absolutamente en Su contra. Si un
hombre no lo estaba, no cabían medias tintas, él era con Él. Pero habiendo sido planteadas las cosas, si un hombre no era
por Él, era del mundo, y por lo tanto en contra de Él.
Ahora bien, este sentido del deber hacia Dios que separa del mal, este juicio de todo mal en el corazón, debe
ser en uno mismo. No es un asunto de juzgar a otros, sino de colocarse uno mismo ante Dios, llegando a ser, de este modo,
la sal, teniéndola en uno mismo. Con respecto a los demás, uno debe buscar la paz, y la separación práctica de todo mal es
lo que nos capacita para caminar juntos en paz.
En una palabra, los cristianos tenían que mantenerse separados del mal y cerca de Dios ellos mismos; y caminar
con Dios en paz los unos con los otros.
Ninguna enseñanza podía ser más clara, más importante y de más valor. En pocas palabras, ella juzga y dirige
toda la vida cristiana.
Las relaciones de Dios con el hombre;
la obediencia del Señor como Hombre
Pero el final del servicio del Señor se acercaba. Habiendo descrito en estos principios las exigencias de la
eternidad y el carácter de la vida cristiana, Él regresa todas las relaciones de Dios con el hombre a sus elementos originales, poniendo aparte al mundo y su gloria, y la gloria Judía también, en cuanto a
su cumplimiento inmediato, y destacando la senda de la vida eterna en la cruz, y en el poder salvador de Dios. Sin embargo,
Él mismo toma el lugar de obediencia, y de servicio - el verdadero lugar del hombre - en medio de todo esto: Dios mismo es
presentado, por otra parte, en Su carácter propio como Dios, en Su naturaleza y en Sus derechos divinos; siendo omitidas la
gloria que pertenece a las dispensaciones y las relaciones apropiadas a ellas.
Capítulo 10
Las relaciones naturales restablecidas
Es un extraordinario principio el que encontramos aquí: las relaciones naturales (como Dios mismo las creó en
el comienzo) restablecidas en su autoridad original, mientras el corazón es juzgado, y la cruz como el único medio de acercarse
a Dios, quien era la fuente creativa de ellos. En la tierra Cristo no pudo ofrecer nada excepto la cruz a aquellos que le
seguían. La gloria a la cual la cruz conduciría ha sido mostrada a algunos de ellos; pero, en cuanto a Él se refiere, Él tomó
el lugar de siervo. Era el conocimiento de Dios por medio de Él que debía formarlos para esta gloria y conducirlos a ella;
pues, de hecho, eso era la vida eterna. Todos los otros caminos intermedios llegaron a ser, en manos de los hombres,
hostiles al Dios que los había concedido, y, por lo tanto, hostiles a Su manifestación en la Persona de Cristo.
La familia; la ley y el corazón del hombre;
rectitud natural y la verdadera condición del hombre
Hallamos, entonces (versículos 1-12), la relación original del hombre y la esposa formada por la creativa mano
de Dios; en los versículos 13-16, hallamos el interés que Jesús tuvo en los niños, el lugar de ellos ante la compasiva mirada
de Dios, el valor moral de aquello que ellos representaban delante de los hombres. En el versículo 17 llegamos a la ley, al
mundo, y al corazón del hombre en presencia de los dos. Pero, al mismo tiempo, vemos que Jesús se complace en aquello que
es amable en la criatura, como criatura que es - un principio de profundo interés
expuesto en este capítulo - mientras que aún aplica moralmente la piedra de toque al corazón de él. Con respecto a la ley,
de la forma que el corazón natural puede verla (es decir, la acción exterior que ella requería), el joven la había guardado;
y con una sinceridad natural, y una rectitud, que Jesús pudo apreciar como una cualidad de la criatura, y que nosotros debemos
reconocer siempre allí donde exista. Es importante recordar que Aquel que como Hombre estuvo perfectamente separado para Dios
- y eso, debido a que tenía los pensamientos de Dios - podía reconocer las inmutables
obligaciones de las relaciones establecidas por Dios mismo; y, también, cualquier cosa que fuese amable y atractiva en la
criatura de Dios, como tal. Teniendo los pensamientos de Dios - siendo Dios manifestado en carne, ¿cómo no podía Él reconocer
en Su criatura aquello que era divino? Y mientras hace esto, Él debe establecer los deberes de las relaciones en las que le
ha puesto, y exhibir la ternura que sentía por los representantes infantiles del espíritu que Él apreciaba. Él tiene que amar
la rectitud natural que podía desarrollarse en la criatura. Pero Él debe juzgar, también, la verdadera condición del hombre
plenamente sacada a la luz, y los afectos que reposaban sobre los objetos suscitados por Satanás, y la voluntad que rechazaba
y se alejaba de la manifestación de Dios que le llamaba a abandonar esas vanidades y a seguirle a Él, sometiendo así su corazón
moralmente a prueba.
La ley utilizada para justicia propia
Jesús exhibe la perfección absoluta de Dios aún de otra manera. El joven vio la perfección exterior de Cristo,
y, confiando en el poder del hombre para realizar aquello que es bueno, y viendo su cumplimiento práctico en Jesús, se aplica
a Él - y, humanamente hablando, con sinceridad - para aprender, de Uno en quien vio tanta perfección, aunque contemplándolo
meramente como un Rabino, la norma de la vida eterna. Este pensamiento es expresado en su saludo cordial y sincero. Él corre,
hinca la rodilla, ante el Maestro, a quien valoraba muy positivamente, diciendo: "Maestro bueno." El límite humano de sus
ideas sobre esta bondad, y su confianza en los poderes del hombre, se manifiestan con las palabras: "¿qué haré para heredar
la vida eterna?" El Señor, tomando toda la importancia de su palabra, responde: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno,
sino sólo uno, Dios." Aquel que conoce a Dios, respetará las cosas que Dios ha creado, cuando se presentan como tal en su
verdadero lugar. Pero Dios solo es bueno. El hombre, si es inteligente, no tratará de mostrarse bueno ante Dios, ni soñará
en la bondad humana. Este joven tenía, por lo menos, la esperanza de llegar a ser bueno
mediante la ley [11], y él creía que Jesús también lo era como hombre. Pero las grandes ventajas que la carne podía
reconocer y que respondían a su naturaleza, no hacían más que cerrar eficazmente la puerta de la vida y del cielo para el
hombre. La carne utilizaba la ley para la justicia propia, siendo que el hombre no era bueno, sino pecador. Y, de hecho, si
tenemos buscar justicia, es porque no la poseemos (es decir, porque somos pecadores y no podemos lograr esta justicia en nosotros
mismos). Además, las ventajas mundanas, que parecían hacer al hombre más capacitado
para hacer el bien, ataban su corazón a cosas perecederas, y fortalecían el egoísmo, y hacían que le diera poco valor a la
imagen de Dios.
[11] Él no pregunta: "¿qué debo hacer para ser salvo?" Él asumía que iba a obtener la vida por medio de la ley.
La dificultad de Pedro; el hombre en la presencia de Dios
Pero las enseñanzas de este capítulo van aún más lejos en cuanto al asunto de la condición del hombre ante Dios.
Las ideas de la carne acompañan y dan su forma a los afectos del corazón, en uno que ya ha sido vivificado por el Espíritu
de gracia actuando mediante la atracción por Cristo, hasta que el Espíritu Santo mismo comunica a esos afectos la fuerza de
Su presencia, dándoles por objetivo la gloria de Cristo en el cielo; y haciendo, al mismo tiempo, que la luz de esa gloria
brille (para el corazón del creyente) sobre la cruz, invistiéndola con todo el valor de la redención que consumó, y de la
gracia divina que era su fuente, y produciendo la conformidad a Cristo en cada uno que la lleva con Él. Pedro no comprendió
cómo alguien podía ser salvo, si ventajas tales como las que los Judíos poseían en su relación con Dios (y las cuales estaban
especialmente presentes en el caso de este joven). sólo obstruían el camino al reino de Dios. El Señor se encuentra con él
sobre este terreno mismo; pues el hombre en presencia de Dios era ahora la cuestión. Por lo que al hombre respecta, era imposible
- una segunda verdad profunda - en cuanto a su condición. No sólo no había nadie bueno excepto Dios, sino que nadie podía
salvarse, según lo que el hombre era. Cualesquiera que fuesen las ventajas que tuviese
como medios, de nada le servirían en su estado de pecado. Pero el Señor presenta otra fuente de esperanza - "todas
las cosas son posibles para Dios." El todo de esto, en realidad, toda esta parte del evangelio, al poner al sistema Judío
a un lado, lo hace, porque, mientras aquel se fundamentaba en la prueba de la posibilidad de adquirir justicia por medio de
la posesión de ordenanzas divinamente otorgadas, y una posición delante de Dios todavía no revelada, esta nueva fuente de
esperanza reveló a Dios y trajo al hombre y al corazón del hombre frente a frente, como algo real, con Él; en gracia, pero,
con todo, cara a cara tal como era. Los discípulos, no habiendo recibido aún el Espíritu Santo, están todavía bajo la influencia del antiguo sistema, y sólo ven a los hombres como árboles que andan; y esto
es desarrollado plenamente en este capítulo. En realidad, ellos podían pensar en el reino, pero aún con pensamientos carnales.
Seguir al Señor y su recompensa
Pero la carne, la mente carnal, penetra aún más lejos en la carrera de la vida de gracia. Pedro recuerda al Señor
que los discípulos habían dejado todo para seguirle. El Señor contesta que todo aquel [12] que hubiese hecho eso, tendría
todo lo que le haría feliz en sus afectos sociales, como Dios le había formado, y todo lo que este mundo pudiese darle en
cuanto al disfrute real de ello y cien veces más, junto con la oposición con la que Él mismo se encontró en este mundo; pero
en el mundo venidero (Pedro no estaba pensando en eso), no se trataría de unas ventajas privadas personales, sino de la vida
eterna. Él fue más allá de la esfera de la promesa relacionada con el Mesías en la tierra, para entrar, y hacer entrar a otros,
en aquello que era eterno. En cuanto a la recompensa individual, no podía juzgarse por las apariencias.
[12] Esto iba más allá, incluso, de la relación de los discípulos con los Judíos, y, en principio, admitía a
los Gentiles.
La cruz; el lugar de servicio, humillación y obediencia
Pero, además, ellos siguieron realmente a Jesús, y pensaban en el galardón, pero muy poco en la cruz que conducía
a aquel; estaban sorprendidos de ver a Jesús subiendo deliberadamente a Jerusalén, donde el pueblo intentaba matarle, y tuvieron
miedo. Si bien le siguieron, no estaban a la altura para comprender todo lo que el camino implicaba. Jesús les explica esto
asiduamente - Su rechazo, y Su entrada al nuevo mundo por la resurrección. Juan y Jacobo, poco afectados por las comunicaciones
del Señor, utilizan su fe en la realeza de Cristo para presentar los deseos carnales de su corazón, a saber, el estar a Su
mano derecha e izquierda en la gloria. Nuevamente el Señor les asegura que debían participar en la cruz con Él, y Él mismo
toma el lugar del cumplimiento de Su servicio y de traer a otros a la comunión con Sus sufrimientos. En cuanto a la gloria
del reino, sería de ellos, para quienes el Padre lo había preparado: el disponer de él no estaba en Sus manos, sino que es
para ellos (versículo 40). Éste es el lugar de servicio, de humillación, y de obediencia, en los que este evangelio siempre
le presenta. Tal debía ser el lugar de Sus discípulos.
Hemos visto lo que era la carne en un joven recto, a quien Jesús amó, y en Sus discípulos, quienes no sabían
cómo tomar la verdadera posición de Cristo. El contraste de esto con el triunfo pleno del Espíritu Santo es notable, tal como
lo hallamos al comparar este capítulo con Filipenses 3.
La justicia humana hecha sin valor para Pablo;
la justicia de Dios por fe resplandece con la gloria de Cristo
Tenemos en Saulo a un hombre irreprensible exteriormente, según la ley, como el joven en el evangelio: pero él
había visto a Cristo en la gloria, y, por la enseñanza del Espíritu Santo, vio la justicia conforme a la cual Cristo entró
en la gloria en la que Él se reveló a Saulo. Todo lo que para él había sido ganancia, lo dio por perdido por amor de Cristo.
¿Tendría él una justicia carnal, una justicia humana, incluso si la hubiese cumplido, cuando había visto una justicia resplandeciente
con la gloria de Cristo? Él poseía la justicia que era de Dios por la fe. ¿Qué valor tenía esa justicia por la que
había trabajado, ahora que poseía la justicia del todo perfecta que Dios daba por la fe? No sólo eran quitados los pecados:
la justicia humana perdía todo su valor mediante ella. Pero sus ojos habían sido abiertos a esto por el Espíritu Santo, y
viendo a Cristo. Las cosas que ocupaban el corazón del joven y le retenían en el mundo que Cristo abandonó, y que en Él había
rechazado a Dios - ¿podían estar cosas retener a uno que había visto a Cristo en el otro mundo? Estas cosas no eran sino basura
para él. Él había abandonado todo para poseer a este Cristo. Él las consideraba totalmente sin valor. El Espíritu Santo, al
revelar a Cristo, le había liberado completamente.
El asombro y el temor de los discípulos
contrastados con el deseo de Pablo
Pero esta manifestación al corazón de Cristo glorificado va más allá. Aquel que rompe de este modo con el mundo,
debe seguir a Aquel cuya gloria alcanzará; y esto significa que se coloque él mismo bajo la cruz. Los discípulos habían dejado
todo para seguirle. La gracia los había ligado a Cristo para que pudieran seguirle. El Espíritu Santo no los había vinculado
todavía con Su gloria. Él sube a Jerusalén. Ellos estaban asombrados ante esto; y, (aunque Él va delante de ellos, y tienen
Su guía y Su presencia) ellos tienen miedo. Pablo busca conocer el poder de Su resurrección: él desea tener
comunión con Sus sufrimientos, y ser conformado a Su muerte. En lugar de asombro y miedo, hay una plena inteligencia espiritual
y el deseo de conformidad a esa muerte que los discípulos temían; porque él halló a Cristo moralmente en ella, y era la senda
a la gloria que había visto.
Cristo mismo es deseado, no un buen lugar a Su lado
Además, esta visión de Cristo purifica los deseos del corazón incluso con respecto a la gloria. Juan y Jacobo
desean para ellos mismos el mejor lugar en el reino - un deseo que sacaba provecho (con un objetivo carnal y egoísta) de la
inteligencia de la fe - una fe percibida a medias que buscaba inmediatamente el reino, y no la gloria y el mundo venidero.
Pablo había visto a Cristo: su único deseo en la gloria era poder poseerle a Él: "para que yo gane a Cristo" (Filipenses 3:8
- Versión Moderna), y un estado nuevo conforme a ello; no un buen lugar cerca de Él en el reino, sino Él mismo. Esto es liberación - el efecto de la presencia del Espíritu Santo revelando a un Cristo glorificado.
La cruz como el único camino a Dios;
Cristo el que conduce en este camino
Podemos observar que en cada caso el Señor introduce la cruz. Era la única vía de paso de este mundo natural,
al mundo de gloria y de vida eterna [13]. Al joven Él le muestra la cruz;
a
los discípulos que le siguen Él les muestra la cruz; a Juan y a Jacobo, quienes buscaban un
buen
lugar en el reino, Él les muestra la copa que tendrían que beber al seguirle. La vida eterna, aunque recibida ahora, estaba,
en posesión y goce conforme al propósito de Dios, al otro lado de la cruz.
[13] Desde la transfiguración hasta que Sus derechos como Hijo de David son puestos en duda, es la cruz lo que
se presenta. Profeta y predicador hasta entonces, ese ministerio finalizó con la transfiguración, en la cual Su gloria futura
brilló en este mundo sobre la cruz que iba a concluir Su servicio aquí abajo. Pero antes de que Él llegara a la cruz, Él mismo
se presentó como Rey. Mateo comienza con el Rey, pero en Marcos es esencialmente el Profeta.
Observen, también, que el Señor estaba tan perfectamente, tan divinamente, por sobre el pecado en que yacía la naturaleza, que Él podía reconocer todo lo que era de Dios en ella, y mostrar, al mismo tiempo,
la imposibilidad de cualquier relación entre Dios y el hombre en el terreno de lo que el hombre es. Las ventajas no eran sino estorbos. Se debe experimentar aquello que es muerte para la carne: debemos
tener justicia divina, y entrar en espíritu (de hecho, de aquí en adelante) en otro mundo, para poder seguirle y estar con
Él - para "ganar a Cristo." ¡Solemne lección!
En conclusión, Dios solo es bueno, y - habiéndose introducido el pecado - es imposible, si Él fuera manifestado,
que el hombre pueda estar en relación con Dios; pero con Él todo es posible. La cruz es el único camino a Dios. Cristo conduce
hasta ella, y nosotros debemos seguirle en este camino, que es el de la vida eterna. Un espíritu infantil entra en este camino
por gracia; el espíritu de servicio y de renunciación al yo camina en él. Cristo anduvo en él, dando Su vida en rescate por
muchos. Esta parte de la enseñanza del Señor termina aquí. La humildad de servicio es el lugar al cual Cristo nos lleva; pues
en éste Él anduvo. Este capítulo merece toda la atención que el Cristiano, por medio de la gracia, puede dedicarle. Habla del terreno sobre el cual el hombre puede permanecer, habla de hasta qué punto Dios
reconoce lo que es natural, y de la senda de los discípulos aquí abajo.
Los últimos tratos de Cristo con los Judíos; la necesidad y
la fe del ciego en Jericó satisfechas en poder
En el versículo 46 comienza otro asunto. El Señor entra en el camino de Sus relaciones finales con Israel, presentándose
como Rey, Emanuel, antes que como el profeta que tenía que ser enviado. Como el Profeta, Su ministerio se había cumplido.
Él había sido enviado (dijo a Sus discípulos) a predicar. Esto le había conducido a la cruz, como hemos visto. Es necesario
para Él anunciarlo como el resultado a aquellos que le seguían. Él reanuda ahora Su relación con Israel, pero como el Hijo
de David. Se acerca a Jerusalén, desde donde se había marchado y donde Él iba a ser rechazado, y el poder de Dios se manifiesta
en Él. Por el camino de Jericó, la ciudad de la maldición, entra Aquel que trae bendición al precio de la entrega de Sí mismo.
El pobre ciego [14] (y tal, de hecho, era el estado la nación en sí misma) reconoce que Jesús de Nazaret es el
Hijo de David. La gracia de Jesús responde en poder a la necesidad de Su pueblo, que se expresaba por la fe, y perseveraba
en ella, a pesar de los obstáculos puestos en su camino por la multitud que no
sentía esta necesidad, y que seguía a Jesús atraída por la manifestación de Su poder, sin estar ligada con Él por la fe del
corazón. Esa fe tenía el sentido de necesidad. Jesús se detiene y llama al ciego, y ante todo el pueblo manifiesta
el poder divino que respondió, en medio de Israel, a la fe que reconocía en Jesús de Nazaret al verdadero Hijo de David, al
Mesías. La fe del pobre hombre le había sanado, y siguió a Jesús en el camino sin disimulo o temor. Porque la fe que confesó
que Jesús era el Cristo era fe divina, aunque quizás no supiese nada de la cruz que Él acababa de anunciar a Sus discípulos
como el resultado de Su fidelidad y servicio, y en la cual la fe debe seguir si es genuina.
[14] Ya he hecho la observación acerca de que el ciego de Jericó es, en todos los tres primeros Evangelios,
el punto donde comienza, la historia de los últimos tratos de Cristo con los Judíos y Sus sufrimientos finales, concluyendo
así Su ministerio general y servicio.
Capítulo 11
Cristo presentándose en Jerusalén como Rey
Seguidamente, Jesús se presenta a Jerusalén como Rey. Su recibimiento muestra hasta qué punto el testimonio que
Él había rendido había actuado en el corazón de los simples. Dios ordenó, por lo tanto,
que esto tuviera lugar. Hay poca diferencia entre el relato aquí y en Mateo. Sólo que el reino es presentado de manera
más sencilla como tal: "El reino de nuestro padre David."
El Juez de todas las cosas;
la sabiduría del hombre en la presencia de Dios
¡Con qué dignidad, como Juez de todas las cosas, Jesús toma conocimiento de todo lo que se realizaba en el templo,
y sale sin decir palabra! El Señor había visitado Su templo, así como también había entrado en la ciudad montado sobre un
pollino, en el cual ningún hombre había montado. Israel es juzgado en la higuera condenada [15]. La gloria del Señor, de la
casa de Jehová, es vindicada con autoridad - una autoridad que Él reivindica, y que ejerce en Su propia persona. Los escribas
y los principales sacerdotes retroceden ante el ascendiente que Su Palabra le había dado sobre el pueblo, y sale de la ciudad
sin ser molestado, no obstante la malicia de ellos. Al día siguiente, Él asegura a Sus discípulos, los cuales estaban atónitos
al ver secarse la higuera, que cualquier cosa que pidieran con fe sería cumplida; pero debían actuar en gracia, si querían
gozar de este privilegio. Los escribas y sacerdotes y ancianos están confundidos,
y le preguntan acerca de Su autoridad. Él se dirige a sus conciencias, pero de una manera tal que demuestra su incompetencia
para hacerle una pregunta semejante, exponiendo, al mismo tiempo, su falta de sinceridad. Ellos no podían decidirse respecto
al bautismo de Juan: ¿con qué derecho, entonces, podían ellos someterle a sus preguntas con respecto a Sus derechos? Ellos
no pudieron decidir cuando el caso estuvo ante ellos. Por otro lado, o bien sancionaban Su obra con su respuesta, o perdían
su autoridad ante el pueblo al negar el bautismo de Juan, que había dado testimonio de Cristo. Ya no se trataba de una cuestión
de ganar a estos hombres; sin embargo, ¡qué cosa más vacía es la sabiduría del
hombre en presencia de Dios y de Su sabiduría!
[15] Eso es el hombre bajo el antiguo pacto, la carne bajo el requisito divino, y ningún fruto que creciera
en él nunca jamás.
Características diferentes del Evangelio de Mateo y Marcos
en cuanto al cambio de dispensación
El cambio de dispensación ocupa un lugar más definido en Mateo, así como el pecado que rechazó al Rey. En Marcos
se trata más del servicio de Cristo como Profeta. Luego, como hemos visto, Él se presenta como Rey. Y, en ambos evangelios,
vemos que es Jehová quien llena el oficio que Él se ha dignado llevar a cabo.
Por consiguiente, hallamos en Mateo más acusaciones personales, como en la parábola de los dos hijos (cap. 21:
28-32), y el detalle del cambio de dispensación en la parábola de la fiesta de bodas (cap. 22: 1-14); ninguna de las cuales
está en Marcos. En nuestro evangelio, la inmutable dignidad de Su Persona y el simple hecho de que el Profeta y Rey fuese
rechazado (rechazo que condujo al juicio de Israel), son presentados ante nosotros por el Espíritu de Dios. Fuera de eso,
se trata del mismo testimonio general que hemos repasado en Mateo.
Capítulo 12
La ley como el principio de bendición; la piedra de toque
del corazón en el rechazo de Cristo
Después, el Señor da la sustancia de toda la ley, como el principio de bendición entre la criatura y Dios, y
aquello que constituía la piedra de toque para el corazón en el rechazo de Cristo. Digo para el corazón, porque la prueba
estaba realmente allí, aunque era en el entendimiento donde parecía estar. Aun cuando hubiese realmente principios ortodoxos
(siendo Cristo rechazado), el corazón que no estaba unido a Su Persona no podía
seguirle en el camino que conducía a Su rechazo. El sistema de los consejos de Dios que dependían de ese rechazo era una dificultad.
Aquellos que estaban unidos a Su Persona le siguieron, y se hallaron en él, sin haberlo comprendido bien de antemano. Así
el Señor ofrece lo medular de toda la ley - la totalidad de la ley como enseñanza esencialmente divina - y el punto en que
los consejos de Dios son trasplantados a la nueva escena, donde se cumplirán aparte de la impiedad o de la mala voluntad del
hombre. Así que en estos pocos versículos (cap. 12: 28-37), la ley y el Hijo de David son presentados, y este último tomando
Su lugar como Hijo del Hombre - a la diestra de Dios. Éste era el secreto de todo lo que estaba sucediendo. La unión de Su
Cuerpo, la asamblea, con Él mismo, era todo lo que quedaba oculto. Solamente en Marcos, el Profeta reconoce la condición moral,
bajo la ley, que tiende hacia la entrada en el reino (vers. 34). Este escriba tenía el espíritu de entendimiento.
Devoción verdadera y falsa
El retrato de la condición que introduciría el juicio, el cual hallamos en Mateo 23, (ver el comentario acerca
de Mateo 23 de la Sinopsis) no se nos da aquí. Este no era Su asunto. Jesús, aún como el Profeta, advierte moralmente a Sus
discípulos; pero el juicio de Israel, por rechazar al Hijo de David, no está aquí ante Sus ojos de la misma manera (es decir,
no es el asunto del cual el Espíritu Santo está hablando aquí). Se señala el verdadero carácter de la devoción de los escribas,
y los discípulos son advertidos contra ellos. El Señor les hace sentir, también, qué es aquello que, a los ojos de Dios, da verdadero valor a las ofrendas llevadas al templo.
Capítulo 13
El servicio de los discípulos en Israel y en testimonio,
continuando la predicación del Señor
En el capítulo 13, el Señor se ocupa mucho más del servicio de los apóstoles en las circunstancias que les iban
a rodear, que del desarrollo de las dispensaciones y de los caminos de Dios respecto al reino - un punto de vista presentado
más en Mateo, donde se trata este asunto.
Se observará que la pregunta de los discípulos toma solamente una perspectiva general sobre este asunto que les
preocupaba. Le preguntan cuándo se iban a cumplir el juicio sobre el templo y todas estas cosas. Y desde los versículos 9
al 13, aunque se incluyan algunas circunstancias halladas en Mateo 24, el pasaje se refiere aún más a lo que se dice en Mateo
10. Este habla del servicio que los discípulos cumplirían en medio de Israel, y testificando contra las autoridades que les
perseguirían, siendo predicado el evangelio a todas las naciones antes que viniese el fin. Como predicadores, ellos tendrán
que llenar el lugar que Jesús había ocupado entre el pueblo, sólo que el testimonio se iba a extender mucho más allá. Esto
sería llevado a cabo ante todo posible sufrimiento y ante persecuciones muy severas.
Prevenidos de días venideros
de tribulación sin precedentes
Pero habría un momento cuando este servicio terminaría. La bien conocida señal de la abominación desoladora indicaría
este final. Entonces tendrían que huir. Estos serán los días de tribulación sin precedentes, y de señales y prodigios, los
cuales, si fuese posible, engañarían aun a los escogidos. Pero ellos estaban prevenidos. Todo será conmovido después de este
tiempo, y el Hijo del Hombre vendrá. El poder ocupará el lugar del testimonio, y el Hijo del Hombre juntará a Sus escogidos
(de Israel) de todos los confines de la tierra.
El juicio acerca de Jerusalén cercano y
aquello que está aún en el futuro
Me parece que en este evangelio, más que en cualquier otro, el Señor reúne el juicio entonces cercano sobre Jerusalén,
y lo que aún ha de acontecer, trasladando la mente a lo último, porque Él se ocupa más de la conducta de Sus discípulos durante
esos sucesos. Israel, todo el sistema al cual el Señor había venido, iba a ser
puesto aparte provisionalmente para introducir la asamblea y el reino en su carácter celestial, y después el milenio - es
decir, la asamblea en su gloria y el reino establecido en poder - cuando el sistema legal e Israel bajo el primer pacto sean
finalmente dejados de lado. En estos dos períodos, la posición general de los discípulos sería la misma; pero los sucesos
del último período serían definitivos e importantes, y el Señor habla especialmente de ellos. No obstante, lo que era más
inminente, y lo que, por el momento, deja a Israel de lado y el testimonio, requería que se dirigiese una advertencia a los
discípulos a causa del peligro inmediato que corren; y la reciben conforme a ello.
El esfuerzo de los Judíos para restablecer su sistema al final, sin tener en cuenta a Dios, sólo conducirá a
la abierta apostasía y al juicio definitivo. Éste será el tiempo de aflicción inigualable del cual habla el Señor. Desde el
tiempo de la primera destrucción de Jerusalén por Tito, hasta la venida del Señor, los Judíos son considerados como desechados
y bajo este juicio, sea cual fuere el grado en que se pueda haber cumplido.
La duración desconocida del servicio durante
la ausencia del Maestro
A los discípulos se les manda velar, pues no conocen la hora. Es la conducta de los discípulos en este aspecto,
lo que está aquí especialmente ante los ojos del Señor. Es de este gran día y de la hora de su llegada, que los ángeles y
el Hijo, como Profeta, no saben. Porque Jesús debía sentarse a la diestra de Dios hasta que Sus enemigos fueran puestos
por estrado de Sus pies, y el tiempo cuando Él se levante de su asiento no es revelado. El Padre lo ha puesto, dice Jesús,
en Su sola potestad. Véase Hechos 3, donde Pedro propone a los Judíos el regreso del Señor. Ellos rechazaron su testimonio;
y ahora esperan el pleno cumplimiento de todo lo que ha sido dicho. Entretanto, los siervos son dejados para servir durante
la ausencia del Maestro. Él ordenó al portero en particular que velara. Desconocían la hora cuando el Maestro vendría. Esto
se aplica a los discípulos en su relación con Israel, pero es, al mismo tiempo, un principio general. El Señor lo dirige a
todos.
Capítulo 14
Los propósitos del hombre y las disposiciones de Dios
Este capítulo reanuda el hilo de la historia, pero con las solemnes circunstancias que pertenecen al final de
la vida del Señor.
Los escribas y Fariseos ya estaban consultando la manera en que podían prenderle por engaño, y matarle. Ellos
temían la influencia del pueblo, el cual admiraba las obras, la bondad y la humildad de Jesús. Por lo tanto, deseaban evitar
prenderle durante la fiesta, cuando la multitud se aglomerara hacia Jerusalén: pero Dios tenía otros propósitos. Jesús tenía
que ser nuestro Cordero Pascual, ¡bendito Señor! y Él se ofrece a Sí mismo como la víctima propiciatoria. Ahora bien, siendo
éstos los consejos de Dios y el amor de Cristo, Satanás no carecía de agentes adecuados que pudieran llevar a cabo todo lo
que él podía hacer contra el Señor. Ofreciéndose Jesús mismo para esto, el pueblo pronto sería inducido a entregar, incluso
a los Gentiles, a Aquel que les había atraído tanto; y la traición no escasearía para lanzarle, sin dificultad, en manos de
los sacerdotes. Con todo, los arreglos propios de Dios, que le reconocía y le manifestaba en Su gracia, debían tener el primer
lugar; y la cena en Betania y en Jerusalén habían de preceder - la una, a la proposición de Judas, y la otra, a la acción
de Judas. Pues, independientemente de cual sea la maldad del hombre, Dios siempre toma el lugar que Él escoge, y nunca permite
que el poder enemigo oculte de la fe Sus caminos, ni deja a Su pueblo sin el testimonio de Su amor.
Todo en manos de Dios para cumplir Sus propósitos,
en el momento, en la forma, y mediante
Sus instrumentos escogidos
Esta porción de la historia es digna de mucha atención. Dios presenta los pensamientos y temores de los líderes
del pueblo, a fin de que podamos conocerlos; pero todo está absolutamente en Sus manos; y la malicia del hombre, la traición,
y el poder de Satanás, cuando obran de la manera más enérgica (nunca habían estado tan activos), sólo llevan a cabo los propósitos
de Dios para la gloria de Cristo. Antes de la traición de Judas, Él tiene el testimonio del afecto de María. Dios pone el
sello de este afecto sobre Aquel que iba a ser traicionado. Y, por otro lado, antes de ser abandonado y entregado, Él puede
testificar de todo Su afecto por los Suyos, y en Su propia última cena con ellos. ¡Qué hermoso testimonio del interés con
que Dios cuida y consuela a Sus hijos en los momentos más oscuros de su angustia!
Amor por Cristo para guiar la conducta adecuada
Observen, también, de qué manera el amor a Cristo halla, en medio de las tinieblas que rodean Su senda, la luz
que dirige su conducta, y lo dirige precisamente a aquello que era adecuado para el momento. María no tenía conocimiento profético,
pero el peligro inminente en que el Señor se hallaba debido al odio de los Judíos, estimula su afecto para realizar un acto
que había de darse a conocer dondequiera que la muerte de Cristo y Su amor por nosotros hubiese de ser anunciado en todo el
mundo. Ésta es la verdadera inteligencia - la verdadera guía en asuntos morales. La acción de ella llega a ser en una ocasión
que produce tinieblas en Judas; esta acción está revestida de la luz de la inteligencia divina por el propio testimonio del
Señor. Este amor por Cristo discierne lo que es adecuado - aprehende el bien y el mal de un modo justo y conveniente. Es bueno
preocuparse de los pobres. Pero en aquel entonces todos los pensamientos de Dios estaban centrados en el sacrificio de Cristo.
Ellos tendrían siempre la oportunidad de aliviar a los pobres, y era correcto
hacerlo. Compararlos con Jesús, en el momento de Su sacrificio, era sacarlos de su lugar y olvidar todo lo que era precioso
para Dios. Judas, a quien sólo le importaba el dinero, se aprovechó de la situación de acuerdo a sus intereses. No vio la
preciosidad de Cristo, sino los deseos de los escribas. Su sagacidad venía del enemigo, así como la de María venía de Dios.
Las cosas avanzan: Judas acuerda con ellos su plan para entregarles a Jesús a cambio de dinero. El hecho mismo queda establecido
de acuerdo a sus pensamientos y a los de ellos. No obstante, es muy notable ver aquí la manera en que - si permiten que me
exprese de esta forma - Dios mismo dirige la situación. Aunque es el momento
en que la malicia humana está en su punto más alto, y cuando el poder de Satanás es ejercido a lo sumo, aun así, todo se cumple
exactamente en el momento, de la manera, y mediante los instrumentos escogidos por Dios. Nada, ni siquiera lo más insignificante,
escapa de Él. Nada se cumple excepto aquello que Él quiere, y como Él quiere, y cuando Él quiere. ¡Qué consuelo para nosotros!
y, en las circunstancias que estamos considerando, ¡qué testimonio sorprendente!
El Espíritu Santo, por consiguiente, ha informado el deseo (fácil de ser entendido) de los principales sacerdotes y escribas
de evitar la ocasión de la fiesta. ¡Deseo inútil! Aquel sacrificio se iba a cumplir en ese momento; y se cumple.
La última Pascua durante la vida de Jesús,
Él es el Cordero de Dios
Se acercaba el día de la última fiesta de la Pascua que tuvo lugar en la vida de Jesús - aquella en que Él mismo
iba a ser el Cordero y donde no iba a dejar como memorial a la fe nada más excepto el de Él y de Su obra. Por tanto, Él envía
a Sus discípulos que preparasen todo lo necesario para celebrar la fiesta. Al anochecer se sienta con Sus discípulos, para
conversar con ellos, y para dar testimonio de Su amor por ellos como su compañero. Pero esto es para decirle (pues Él debía
sufrirlo todo) que uno de ellos le traicionaría. El corazón, por lo menos de cada uno de los once, contestó, lleno de pesar
ante este pensamiento [16]. De este modo lo iba a hacer uno de aquellos que comía del mismo plato que Él, pero ¡ay de aquel
hombre! Con todo, ni el pensamiento de tal iniquidad, ni el dolor de Su propio corazón, pudieron detener el amor que manaba de Cristo. Él les da muestras de este amor en la cena del Señor. Era Él mismo,
Su sacrificio, y no una liberación temporal, lo que ellos deberían recordar en adelante. Todo quedaba ahora absorbido en Él,
y en Él muriendo en la cruz. Después, al ofrecerles la copa, Él pone el fundamento del nuevo pacto en Su sangre (en una figura),
dándola a ellos como participación en Su muerte - un verdadero sorbo de vida. Cuando todos hubieron bebido de ella, Él les
anuncia que esto es el sello del nuevo pacto - algo bien conocido para los Judíos, según Jeremías; añadiendo que era derramada
por muchos. La muerte debía entrar para el establecimiento del nuevo pacto, y para el rescate de muchos. Para esto, la muerte
era necesaria, y los lazos de las asociaciones terrenales entre Jesús y Sus discípulos se disolvieron. No bebería más del
fruto de la vid (la señal de esa relación) hasta que, de manera diferente, Él renovaría estas asociaciones con ellos en el
reino de Dios. Cuando el reino fuera establecido, Él estaría nuevamente con ellos y renovaría estos lazos de asociación (sin
embargo, realmente, de otra forma y de un modo más excelente, sin duda). Pero
todo estaba cambiando ahora. Ellos cantan, y salen, dirigiéndose al lugar de costumbre en el Monte de los Olivos.
[16] Hay algo muy hermoso y conmovedor en esta pregunta. Sus corazones fueron encarecidos, y las palabras de
Jesús tienen todo el peso de un testimonio divino en sus corazones. Ellos no pensaban
traicionarle, excepto Judas; pero Su palabra era seguramente verdadera, sus almas lo reconocían, y desconfiaban de
ellos mismos en presencia de las palabras de Cristo. No hubo una certeza jactanciosa
de que no le entregarían, sino una reverencia de corazón ante las solemnes y terribles palabras de Jesús. Judas evitó
la pregunta, pero después, para no ser menos que los demás, la formula, solamente para ser señalado personalmente por el Señor,
un seguro alivio para los otros (Mat. 26:25).
La relación con Sus discípulos a ser reanudada
y establecida en resurrección
La relación de Jesús con Sus discípulos aquí abajo debía, de hecho, romperse, pero esto no sería por medio del
hecho de que Él los abandonara. Él fortaleció, o, por lo menos, manifestó los sentimientos de Su corazón y la fortaleza (de
Su parte) de estos lazos, en Su última cena con ellos. Pero ellos se escandalizarían por Su posición y le abandonarían. No
obstante, la mano de Dios estaba en todo esto. Él heriría al Pastor. Pero, una vez resucitado de los muertos, Jesús
reanudaría Sus relaciones con Sus discípulos - con los pobres del rebaño. Él iría delante de ellos al lugar donde comenzaron
estas relaciones, a Galilea, lejos del orgullo de la nación, y donde la luz había aparecido en medio de ellos conforme a la
Palabra de Dios.
La muerte de Cristo como el juicio de Dios sobre el pecado
ministrando su remedio
La muerte estaba ante Él. Debía pasar por ella a fin de que cualquier relación entre Dios y el hombre pudiera
ser establecida. El Pastor sería herido por el Señor de los ejércitos. La muerte era el juicio de Dios: ¿podía el hombre sufrirlo?
Sólo había Uno que podía. Pedro, quien amaba a Cristo demasiado bien para abandonarle
de corazón, penetra tan profundamente en la senda de la muerte que retrocede ante ella, dando así un testimonio del todo sorprendente
de su incapacidad de atravesar el abismo que se abría ante sus ojos en la Persona de su Maestro, a quien desconoció. Después de todo, para Pedro sólo era la exterioridad de la muerte. La debilidad ocasionada
por sus temores le hizo incapaz de mirar al abismo que el pecado ha abierto ante nuestros pies. En el momento cuando Jesús
lo anuncia, Pedro resuelve enfrentarse a todo lo que venía. Sincero en su afecto, no sabía lo que el hombre era, que yacía
desnudo ante Dios y en presencia del poder del enemigo que tiene como arma la muerte. Él ya había temblado, pero la mirada
de Jesús, la cual inspira afecto, no dice que la carne que nos impide que le glorifiquemos esté, en un sentido práctico, muerta.
Además, él no conocía nada de esta verdad. Es la muerte de Cristo la que ha sacado nuestra condición a plena luz, al tiempo
que ministra su único remedio - muerte, y vida en resurrección. Como el arca en el Jordán, Él descendió solo, para que Su pueblo redimido pudiera pasar en seco. Ellos no habían pasado antes por este camino.
La perfección y la gloria manifestadas por
la prueba del Señor
Jesús se acerca al final de Su prueba - una prueba que sólo manifestó Su perfección y Su gloria, y que, al mismo
tiempo, glorificó a Dios Su Padre, pero una prueba que no le escatimó nada que hubiera tenido poder para detenerle, si algo
pudiese haberlo hecho, y que prosiguió incluso hasta la muerte, y hasta cargar la ira de Dios en esa muerte, una carga que
trasciende todos nuestros pensamientos.
En Getsemaní; el pleno conocimiento del Señor
de lo que se presentaba ante Él
Él se acerca al conflicto y al sufrimiento, no con la ligereza de Pedro, quien se hundió en ellos porque ignoraba
su naturaleza, sino con pleno conocimiento; colocándose Él mismo en la presencia de Su
Padre, donde todo es pesado, y donde la voluntad de Aquel que le dio esta tarea es claramente declarada en Su comunión
con Él; así que Jesús la cumple, como si Dios mismo la estuviera contemplando, de acuerdo al alcance y a la intención de Sus
pensamientos y de Su naturaleza, y en perfecta obediencia a Su voluntad.
Percibiendo todo el ámbito de Sus sufrimientos,
pero en comunión con Su Padre
Jesús se adelanta a orar solo. Y, moralmente, Él pasa a través de todo el ámbito de Sus sufrimientos, conociendo
toda la amargura de ellos, en comunión con Su Padre. Teniéndolos ante Sus propios ojos, los trae ante el corazón de Su Padre,
a fin de que, si fuera posible, pasara de Él esa copa. De lo contrario, al menos sería de la mano de Su Padre que la recibiría.
Ésta era la piedad a causa de la cual Él era oído, y Sus oraciones subían a lo alto. Él está allí como un hombre - satisfecho
de tener a Sus discípulos velando con Él, satisfecho por aislarse y derramar Su corazón en el seno de Su Padre, en la condición
dependiente de un hombre que ora. ¡Qué escena!
Pedro, quien iba a morir por su Maestro, ni siquiera es capaz de velar con Él. El Señor, humildemente, pone su inconsistencia ante él, reconociendo que su espíritu, verdaderamente, estaba lleno de buena voluntad,
pero que la carne no servía para nada en el conflicto con el enemigo y en la prueba
espiritual.
El carácter y la relación moral de acontecimientos
en Marcos, mostrando el Hombre perfecto, el Siervo fiel
La narración de Marcos, que pasa tan rápidamente de una circunstancia (que exhibe la condición moral completa
de los hombres con quienes Jesús estaba asociado) a otra, de tal forma que coloca estos sucesos en relación unos con otros,
es tan conmovedor como el desarrollo de los detalles hallados en los otros Evangelios. Se imprime un carácter moral en cada
paso que damos en la historia, dándole, como un todo, un interés que nada puede sobrepasar (exceptuando aquello que está por
sobre todas las cosas, sobre todos los pensamientos), excepto Aquel Único, la Persona de Aquel que está aquí delante de nosotros.
Él, al menos, veló con Su Padre; ya que, después de todo, obediente como era por gracia, ¿qué podía el hombre hacer por Él?
Completamente hombre como Él era, Él tenía que apoyarse en Uno solo, y así fue el hombre perfecto. Yendo a orar otra vez,
Él vuelve para hallarlos durmiendo nuevamente, y presenta de nuevo el caso a Su Padre, y luego despierta a Sus discípulos,
pues había llegado la hora en que no podían hacer nada más por Él. Judas viene con su beso. Jesús se somete. Pedro, quien
durmió durante la oración ferviente de su Maestro, se despierta para luchar cuando su Maestro se entrega como un cordero al
matadero. Él golpea a uno de los ayudantes, y le corta su oreja. Jesús razona con aquellos que habían acudido a prenderle,
recordándoles que, cuando Él estaba constantemente expuesto, humanamente hablando, a su poder, no pusieron sus manos sobre
Él; pero había una razón muy diferente para que aquello sucediese así ahora -
los consejos de Dios y la Palabra de Dios debían cumplirse. Fue el fiel cumplimiento del servicio encomendado a Él. Todos
le abandonan y huyen; porque, ¿quién, aparte de Él, podía seguir este camino hasta el final?
Un joven intentó verdaderamente ir más allá; pero tan pronto como los oficiales de justicia le detuvieron asiéndole por su vestido de lino, huyó y lo dejó en sus manos. Aparte del poder del Espíritu
Santo, cuanto más lejos se aventura uno en el camino en que se hallan el poder del mundo y de la muerte, tanto mayor es la
vergüenza con la que se logra escapar, si Dios permite el escape. Huyó desnudo.
El Testigo fiel ante el sumo sacerdote;
testigos falsos; incredulidad de Pedro
Los testigos fracasan, no en malicia, sino en la certidumbre del testimonio, así como el uso de la fuerza no
podía hacer nada contra Él hasta el momento que Dios había asignado. La confesión de Cristo, Su fidelidad al declarar la verdad
en la congregación, es el medio de Su condenación. El hombre no puede hacer nada, aunque había hecho todo en lo que concierne
a su voluntad y culpa. El testimonio de Sus enemigos, el afecto de Sus discípulos - todo fracasa: esto es el hombre. Es Jesús
quien da testimonio de la verdad; es Jesús quien vela con el Padre - Jesús quien se entrega a aquellos que nunca fueron capaces
de prenderle hasta que llegó la hora que Dios había asignado. ¡Pobre Pedro! Él fue más allá
que el joven en el huerto; y le hallamos aquí, la carne en el lugar del testimonio, en el lugar donde este testimonio
debe ser rendido ante el poder de su oponente y de sus instrumentos. La Palabra de Cristo será veraz, si la de Pedro es falsa
- Su corazón es fiel y lleno de amor, si el de Pedro (como todos los nuestros, ¡lamentablemente!), es infiel y cobarde. Él
confiesa la verdad, y Pedro la niega. No obstante, la gracia de nuestro bendito Señor no le falla; y, tocado por ella, él
cubre su rostro y llora.
El Rey rechazado es el Hijo del Bendito, El Hijo del Hombre
La palabra del profeta se ha de cumplir nuevamente. Él será entregado en manos de los Gentiles. Allí es acusado
de ser un rey, la confesión de lo cual ha de causar ciertamente Su muerte. Pero esto era la verdad.
La confesión que Jesús había hecho ante los sacerdotes se relaciona, como hemos visto en otros casos en este
Evangelio, con Su relación con Israel. Su servicio era predicar en la congregación de Israel. Él se había presentado, de hecho,
como Rey, como Emanuel. Ahora confiesa que Él es para Israel la esperanza del pueblo, y que esto es lo que Él será en el futuro.
"¿Eres tú", había dicho el sumo sacerdote, "el Cristo, el Hijo del Bendito?" Ese era el título, la gloriosa posición, de Aquel
quien era la esperanza de Israel, según el Salmo 2. Pero Él añade aquello que Él va a ser (es decir, el carácter que Él asumiría,
siendo rechazado por este pueblo, aquel carácter en el cual se presentaría al pueblo rebelde); este carácter sería el del
Salmo 8, del 110, y también de Daniel 7, con sus resultados - es decir, el Hijo del Hombre a la diestra de Dios, y viniendo
en las nubes del cielo. El Salmo 8 sólo le presenta de una manera general; es el Salmo 110 y Daniel 7 los que hablan del Mesías
de ese modo particular, conforme a lo que el propio Cristo anuncia aquí. La blasfemia que el sumo sacerdote le atribuyó fue solamente el rechazo de Su Persona, pues aquello que Él dijo estaba escrito en la Palabra.
Capítulo 15
Ante Pilato; el último servicio del Señor;
sacado para ser crucificado
Ante Pilato, Él solo da testimonio de la buena profesión, un testimonio a la verdad donde la gloria de Dios lo
requería, y donde este testimonio se oponía al poder del adversario. A todo lo demás, Él no da respuesta. Él les permite continuar;
y el evangelista no entra en detalles. Rendir este testimonio era el último servicio y deber que tenía que realizar. Este
es rendido. Los Judíos escogen al sedicioso homicida Barrabás; y Pilato, escuchando la voz de la multitud, incitada por los
principales sacerdotes, entrega a Jesús para que sea crucificado. El Señor se somete a los insultos de los soldados, quienes
mezclan el orgullo y la insolencia de su clase con el endurecimiento del verdugo, cuyas funciones estaban llevando a cabo.
¡Tristes ejemplos de nuestra naturaleza! El Cristo que vino para salvarlos estaba, por el momento, bajo su poder. Él no utilizó
Su poder para salvarse a Sí mismo, sino para liberar a otros del poder del enemigo. Finalmente, le conducen al Gólgota y le
crucifican. Allí le ofrecen una mezcla soporífera, la cual Él rehúsa; y le crucifican con dos ladrones, uno a Su derecha y
el otro a Su izquierda, cumpliendo así (pues era todo lo que ellos hicieron o podían hacer) todo cuanto estaba escrito acerca
del Señor. Ahora era la hora de los Judíos y de los sacerdotes; obtuvieron, ¡ay de ellos! el deseo de su corazón. Y ellos
hicieron que se manifestase, sin saberlo, la gloria y la perfección de Jesús. El templo no podía levantarse nuevamente sin
ser derribado; y, como instrumentos, establecieron el hecho que Él había anunciado entonces. Él salvó a otros y no a Sí mismo.
Éstas son dos partes de la perfección de la muerte de Cristo con referencia al hombre.
La voluntad de Dios cumplida;
el servicio del Señor completado
Pero, cualesquiera fuesen los pensamientos de Cristo y Sus sufrimientos con respecto a los hombres (aquellos
perros, aquellos toros de Basán), la obra que Él tenía que cumplir contenía profundidades que sobrepasaban aquellas cosas
exteriores. Tinieblas cubrieron la tierra - divino y compasivo testimonio de aquello que, con una oscuridad mucho más profunda,
cubrió el alma de Jesús, abandonado por Dios por el pecado, pero exhibiendo así, incomparablemente más que en cualquier otra
ocasión, Su absoluta perfección; al tiempo que las tinieblas marcaban, en una señal externa, Su entera separación de las cosas
exteriores, siendo toda la obra algo entre Él y Dios solo, conforme a la perfección de ambos. Todo sucedió entre Él y Su Dios.
Poco comprendido por los demás, todo es entre Él y Dios; y exclamando otra vez
en voz alta, Él entrega el espíritu. Su servicio se completó. ¿Qué más tenía que hacer Él en un mundo donde vivió sólo para
cumplir la voluntad de Dios? Todo estaba terminado, y Él necesariamente parte. Yo no hablo de necesidad física, pues Él aún
conservaba Su fuerza; pero, moralmente rechazado por el mundo, no había ya más lugar en él para mostrarle Su misericordia:
la voluntad de Dios fue enteramente cumplida por Él. Él había bebido en Su alma la copa de la muerte y del juicio por el pecado.
A Él no le quedaba otra cosa sino el acto de morir; y Él expira, obediente hasta el final, a fin de comenzar en otro mundo
(ya sea para Su alma separada del cuerpo, o en gloria), una vida en donde el mal no podría entrar nunca, y donde el nuevo
hombre será perfectamente feliz en la presencia de Dios.
Obediencia perfeccionada en la muerte por
el Príncipe de vida
Su servicio se completó. Su obediencia tuvo su término en la muerte - Su obediencia, y por tanto Su vida, vivida
en medio de pecadores. ¿Qué habría significado una vida en la cual no hubiera más obediencia que cumplir? Al morir ahora,
Su obediencia fue perfeccionada, y Él muere. El camino al Lugar Santísimo está abierto ahora - el velo se rasga de arriba
abajo. El centurión Gentil confiesa, en la muerte de Jesús, a la Persona del Hijo de Dios. Hasta entonces, el Mesías y el
Judaísmo iban juntos. En Su muerte, el Judaísmo le rechaza, y Él es el Salvador del mundo. El velo ya no oculta a Dios. En
este aspecto, esto fue todo lo que el Judaísmo pudo hacer. La manifestación de la gracia perfecta está allí para el Gentil, quien reconoció - porque Jesús entregó Su vida dando una gran voz, lo que demostraba la
existencia de tanta fortaleza - que el Príncipe de vida, el Hijo de Dios, estaba allí. Pilato también se sorprende de que
ya hubiese muerto. Sólo lo cree cuando el centurión le certifica esta verdad. En cuanto a la fe - lejos de la gracia, e incluso
de la justicia humana - no se turbó en absoluto acerca de ese punto.
El cuerpo de Jesús puesto en la tumba
La muerte de Jesús no le separó de los corazones de aquellos débiles que le amaban (quienes tal vez no habían
entrado en el conflicto, pero que la gracia había sacado ahora de su retiro); aquellas mujeres piadosas quienes le habían
seguido y que habían atendido a menudo Sus necesidades, y José, quien, aunque tocado en su conciencia, no le había seguido,
hasta ahora, fortalecido al fin por el testimonio de la gracia y la perfección de Jesús (encontrando la integridad del consejero
en las circunstancias, no una ocasión para temer, sino aquello que le indujo a manifestarse) - aquellas mujeres y José están
igualmente ocupados acerca del cuerpo de Jesús. Este tabernáculo del Hijo de Dios no es dejado sin aquellos servicios que
eran debidos por parte del hombre a Aquel que acababa de dejarlo. Además, la providencia
de Dios, así como Su operación en sus corazones, había hecho los preparativos para todo esto. El cuerpo de Jesús es puesto
en la tumba, y todos ellos esperan que el día de reposo termine para realizarle su servicio. Las mujeres habían tomado conocimiento
del lugar.
Capítulo 16
La resurrección; la relación restablecida
entre Jesús y el remanente
El último capítulo está dividido en dos partes - un hecho que, incluso, ha dado lugar a cuestionamientos acerca de la autenticidad de los versículos 9 al 20. La primera parte del capítulo,
versículos 1 al 8, relata el fin de la historia en relación con el restablecimiento de aquello que ha estado siempre delante
de nosotros en este Evangelio: las relaciones del Profeta de Israel, y del reino, con el pueblo (o, al menos, con el remanente
del pueblo escogido). Los discípulos, y Pedro, a quien el Señor reconoce individualmente a pesar (si, en gracia, a causa)
de su negación de su Maestro, tenían que ir y encontrarle en Galilea, como Él les había dicho. Allí la relación fue restablecida
entre Jesús en resurrección y los pobres del rebaño, quienes le esperaban (siendo reconocidos ellos solos como el pueblo delante
de Dios). Las mujeres no dicen nada a nadie. El testimonio del Cristo resucitado fue confiado sólo a Sus discípulos, a estos
despreciados Galileos. El miedo fue el medio empleado por la providencia de Dios para impedir que las mujeres hablaran, cosa
que hubiesen hecho de forma natural.
El mensaje enviado por medio de María Magdalena;
la comisión de los discípulos a toda criatura
Versículos 9 al 20. Éste es otro testimonio. Los discípulos no aparecen aquí como un remanente elegido, sino
en la incredulidad que le es natural al hombre. El mensaje es enviado a todo el mundo. María
Magdalena, anteriormente poseída por siete demonios - la esclava absoluta de ese temible poder - es utilizada para
comunicar el conocimiento de Su resurrección a los compañeros de Jesús. Después, Jesús mismo se aparece a ellos y les da su
comisión. Les dice que vayan por todo el mundo y que prediquen el evangelio a toda criatura. No se trata ya específicamente
del evangelio del reino. Cualquiera que por todo el mundo creyera y se uniera a Cristo por el bautismo, sería salvo:
el que no creyera, sería condenado. Era una cuestión de salvación o condenación - el creyente, salvo, el que rechazaba el
mensaje, condenado. Además, si alguien estaba convencido de la verdad, pero rehusaba
unirse con los discípulos confesando al Señor, tanto peor sería su caso. Por consiguiente, se dice: "el que cree y
es bautizado." (Marcos 16:16 - Versión Reina Valera 1909 Actualizada). Señales de poder acompañarían a los creyentes, y serían
guardados del poder del enemigo.
Señales de poder sobre el poder del enemigo;
la proclamación de gracia a todos los hombres
La primera señal debía ser su dominio sobre los malos espíritus; la segunda, la prueba de esa gracia que iba
más allá de los estrechos límites de Israel, dirigiéndose a todo el mundo. Hablarían diversas lenguas.
Además de esto, con respecto al poder del enemigo, manifestado en hacer daño, el veneno de las serpientes y bebidas
venenosas no tendrían ningún efecto sobre ellos, y las enfermedades desaparecerían ante su autoridad.
En una palabra, debía ser la destrucción del poder del enemigo sobre el hombre, y la proclamación de la gracia
a todos los hombres.
La ascensión de Cristo al trono del poder;
la esfera de servicio de los discípulos
Habiéndoles dado así su comisión, Jesús asciende al cielo, y se sienta a la diestra de Dios - el lugar desde
el cual vendrá así en poder a bendecir, y desde el cual Él volverá para poner a los pobres del rebaño en posesión del reino.
Mientras tanto, los discípulos ocupan Su lugar, extendiendo su esfera de servicio hasta los confines de la tierra; y el Señor
confirma la palabra de ellos mediante las señales que les siguen.
El cumplimiento del servicio
del gran Siervo-Profeta rendido a Su Padre
contemplado en el Evangelio de Marcos
Quizás podría pensarse que me he detenido poco en los sufrimientos de Cristo en lo que he escrito sobre Marcos.
Nunca se agotará este tema; es tan vasto como deben ser la Persona y la obra de Cristo. ¡Bendito sea Dios por ello! En Lucas
tenemos más detalles. Y yo sigo el orden de pensamiento que el Evangelio presenta ante mí; y me parece que, en lo que respecta
a la crucifixión de Cristo, es el cumplimiento de Su servicio lo que el evangelista tiene en mente. Su gran tema era el Profeta.
Le era necesario relatar Su historia hasta el final; y nosotros poseemos, en una narración breve, un retrato muy completo
de los sucesos que marcan el final de la vida del Señor - de aquello que Él tuvo que cumplir como el Siervo de Su Padre. He
seguido este orden del Evangelio.
J. N. Darby
Traducido del
Inglés por: B.R.C.O. - 2006.-