LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL (William Kelly) DANIEL- Capítulo 1 |
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versiones, tales como: LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL Una serie de conferencias sobre Las Profecías y Principios del Libro de Daniel por
William Kelly Capítulo 1 PREPARACIÓN PARA LA PROFECÍA Dos Partes de la Profecía del Antiguo Testamento Debe ser evidente, para cualquier lector atento, que este primer
capítulo es puramente un prefacio al libro. Nos introduce en la escena a la cual las profecías, de las que Daniel fue o el
intérprete o el receptor, son la gran representación final, el tema que el Espíritu de Dios está a punto de transmitirnos.
Podemos, por lo tanto, sacar ventaja de esto, inquirir en la naturaleza peculiar del libro en el cual estamos a punto de entrar. La parte estrictamente
profética de Daniel comienza con el capítulo segundo. Luego siguen ciertos incidentes históricos, que, tal como yo lo concibo,
tienen una conexión muy íntima con la profecía - si no directamente, en la forma de tipos - que muestran los principios morales
o los asuntos de los poderes del mundo, de los que el libro se ocupa. Para entender Daniel es necesario tener en mente que la profecía
en el Antiguo Testamento se divide en dos grandes partes. Hubo profecías que se referían al pueblo de Dios, Israel, cuando
ellos aún estaban bajo Su gobierno, a menudo infieles, pero, con todo, sometidos a Su disciplina y reconocidos por Él hasta
cierto punto. Isaías, Jeremías, Ezequiel, y de hecho, muchos de los profetas menores, tales como Oseas, Amos y Miqueas, tienen
este primer carácter. Israel todavía era reconocido como el pueblo de Dios, si no su totalidad, a lo menos esa parte del pueblo
con quienes Dios tenía aún ciertos tratos en la tierra: me refiero, por supuesto, a las tribus de Judá y Benjamín, las cuales
adhirieron a la casa de David. Después de poco tiempo ellos cayeron también, y el heredero de David llegó a ser el líder en
la rebelión idólatra contra el Señor. Luego se produjo un cambio de suprema importancia. El trono del Señor, que estaba establecido
en Jerusalén, dejó de estar completamente en la tierra. Dios ya no reconoció a Israel, ni siquiera a Judá, como Su pueblo.
Y yo llamo vuestra atención particularmente a esto, debido a que hay, a menudo, pensamientos vagos en cuanto a qué significa
la expresión "el pueblo de Dios" en la Escritura. Como Cristianos nosotros consideramos como pueblo de Dios a aquellos que
realmente le pertenecen a Él - Sus hijos por medio de la fe en Cristo. Ahora bien, existe un peligro de trasladar el mismo
pensamiento al lenguaje del Antiguo Testamento. Pero se hallará, si examinamos la Escritura con cuidado, que cuando en los
oráculos antiguos se habla de "pueblo de Dios", esta expresión se refiere solamente a los Judíos o Israel. Tampoco se trata
meramente de un cierto conjunto de los escogidos de entre ellos, sino a la nación entera, o de esa parte que aún se aferra
en una medida, aunque muy infielmente, al rey de Dios, y no obstante lo que ellos puedan ser, reconocidos como el pueblo de
Dios. Luego llegó un tiempo cuando Dios no reconoció a Su pueblo. Esto fue predicho por Oseas. Se cumplió cuando Dios entregó
al último rey de Judá al conquistador Caldeo. Dios habría sacrificado Su propia santidad, su propia verdad, y su propia majestad,
si Él hubiese tolerado por más tiempo a los Judíos o a su rey idólatra. El Escenario Mundial de la Profecía Ahora bien, es una cosa notable en la historia del mundo, que aunque
había ciertos poderes de creciente importancia y ambición en el Oriente (Este), a ninguno se le había permitido avanzar antes
a una superioridad positiva con respecto a todos los rivales. En el Occidente (Oeste) había solamente hordas de errantes,
o, si algunos estaban establecidos, ellos eran bárbaros incivilizados. En el Oriente (Este) y en el Sur los poderes habían
surgido rápidamente; uno de ellos, Egipto, es particularmente bien conocido en relación con Israel. Otro también, Assur (Asiria),
es bastante antiguo en su origen: nosotros leemos, de hecho, acerca de su nombre, y de ciertas aspiraciones y esfuerzos en
pos del poder, antes que nosotros podamos leer algo acerca de Egipto. Estos eran los grandes rivales del mundo temprano, y
ellos tenían su propia civilización. Estas civilizaciones podían tener un carácter rudo, pero nadie que crea a las Escrituras,
no, más aún, nadie que vea las reliquias de Egipto y Asiria, puede negar que fuera una grandeza barbárica. Bueno, estos poderes
lucharon constantemente por el dominio. Pero, de cualquier manera que Dios pudiera haber utilizado a los Egipcios y a los
Asirios, o a otros menos considerables, como una vara de disciplina para el bien de Israel, con todo, a ninguna nación en
la tierra se le permitió tener la supremacía hasta que fue perfectamente claro que el pueblo de Dios demostró que era indigno
de ser Sus testigos y de ser la escena de Su gobierno en la tierra. Entonces, en primer lugar, Efraín (las diez tribus), habiéndose
hundido en irremediable idolatría, fue barrido. Durante mucho tiempo había existido monarca tras monarca solamente siguiendo
o excediendo uno al otro en el mal; y a través de todo ese tiempo había sido una escena de rebelión e idolatría. Dios había
sido obligado así a desarraigar a un pueblo semejante que sólo lo deshonró a Él, de la tierra donde ellos habían sido plantados.
Todavía eran reconocidas las dos tribus que adhirieron a la casa de David. Pero nubes se cernían sobre ellas, y trampas de
la clase más fatal fueron colocadas por el enemigo. En esta crisis, la profecía alumbra en toda su plenitud. Pues la profecía
siempre, yo pienso, presupone fracaso. Ella nunca entra durante un estado normal. Pero cuando la ruina es inminente o ha comenzado,
entonces la lámpara de la profecía alumbra en lugar oscuro. Encontramos que esto es verdad desde el principio. Tomen la revelación
en Génesis 3 - que la Simiente de la mujer había de herir la cabeza de la serpiente. ¿Cuándo se presentó esto? No cuando Adán
caminaba inmaculadamente, sino después que él y su mujer cayeron. Entonces Dios aparece, y Su Palabra no sólo juzgó a la serpiente,
sino que tomó la forma de promesa que iba a realizarse en la verdadera Simiente - ciertamente una bendita revelación del futuro,
sobre la cual reposaba la esperanza de los que creían. Fue la condenación de su estado real. No permitió que los fieles que
siguieron se hundieran en la desesperación, sino que presentó un objeto por encima de la ruina de parte de Dios, con el cual
sus corazones llegaron a estar ligados. Nuevamente, Enoc es la persona en el mundo antediluviano de quien se dice, por sobre
las otras, que "profetizó", aunque nosotros no obtenemos el registro de ello hasta uno de los últimos libros del Nuevo Testamento.
"Y también de éstos profetizó Enoc, el séptimo contando desde Adam, diciendo: ¡He aquí que viene el Señor, con las
huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos, y para convencer a todos los impíos de
todas las obras impías que han obrado impíamente, y de todas las palabras injuriosas que han hablado contra él los
impíos pecadores!" (Judas 14, 15 - VM). Ahora que el mal, hallado en el origen en Adán, prorrumpió casi en toda corrupción
y violencia universal, tenemos una profecía bien definida de juicio que estaba por venir sobre el mundo. Se trató de la interferencia
de Dios en testimonio antes de que Él actuase en poder. Entonces se ve a Noé, quien, aún más que Enoc, estuvo públicamente
conectado con este mal estado. Yo creo que la profecía de Enoc tuvo una notable aplicación al diluvio, aunque mira más allá,
por supuesto, a la gran catástrofe en el día postrero. Cuando se da una profecía hay a menudo un cumplimiento parcial en aquel
momento o poco después. Pero nosotros nunca debemos mirar atrás a la prueba pasada como si la cosa completa se hubiera agotado.
Eso sería hacer que la Escritura fuese de "interpretación privada." Y este es el sentido verdadero de 2 Pedro 1:20: "ninguna
profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal" (LBLA) (o, "ninguna profecía de la Escritura procede
de interpretación privada" - VM). Tenemos que tomarla en el vasto alcance de los planes de Dios, y del desenvolvimiento de
Sus propósitos, que sólo encuentran su consumación al final. Toda la profecía mira a ese punto. Sólo entonces nosotros tenemos
el grandioso cumplimiento. De nuevo, tomemos a los patriarcas, quienes son llamados expresamente
profetas. "No consintió que nadie los agraviase, Y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos,
Ni hagáis mal a mis profetas." (Salmo 105: 14, 15). Su reivindicación a este título
puede ser explicada sobre el mismo principio. Ellos fueron, en ese entonces, los intérpretes de los pensamientos de Dios;
"convocados", debido a que había venido a este mundo un nuevo y espantoso mal, del cual nunca leemos antes de los días de
Abraham - la idolatría. La adoración de ídolos, hasta donde la Escritura nos lo revela, es mencionada solamente después del
diluvio. Esto se estaba esparciendo por todas partes, y estaba llegando a ser extrema incluso en los descendientes de Sem;
y, por lo tanto, Dios convocó a un testigo separado, en palabra y hecho, de tan flagrante iniquidad. La profecía, o un profeta,
siempre presupone la presencia de un mal nuevo y en aumento, debido a lo cual Dios se complace en revelar Sus pensamientos
con respecto al futuro, y hacer que esto sea algo de valor práctico presente a aquellos que están, en ese momento, en la tierra. En el caso de Moisés ello fue manifiesto; pues, aunque él fue el
gran legislador, el becerro de oro fue instalado casi inmediatamente después, y así, la ruina de Israel, como pueblo bajo
la ley, fue completa. Y de este modo, lo que le quedó por hacer fue, como el gran profeta de Israel ("Y nunca más se levantó
profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara." - Deuteronomio 34:10), revelar la corrupción cierta
y en aumento del pueblo, cualesquiera que podrían ser los recursos de la gracia de Dios al final; del mismo modo que él, en
una época temprana, había predicho el inevitable juicio de Dios sobre Egipto. Descendiendo en la historia de Israel, nosotros
tenemos a uno que comienza la línea de profetas, llamados enfáticamente así; pues él es mencionado de esta manera. "Y asimismo
todos los profetas que han hablado desde Samuel
y sus sucesores en adelante", etc. (Hechos 3:24 - LBLA). Su llamamiento fue en un período muy crítico en la historia
de Israel; en un tiempo cuando los hijos de Israel habían caído en un estado tan espantosamente bajo, que ellos estaban dispuestos
incluso a utilizar el arca de Dios como un fetiche para preservarlos del poder de sus enemigos. Fue entonces que Dios avergonzó
a Su pueblo. Su arca fue tomada, e Icabod (heb. 'la gloria ha partido', o, 'sin gloria)
fue el único nombre que el sentimiento piadoso pudo imponer (1 Samuel 4:21). La gloria se había ido. Casi en ese mismo tiempo
nosotros oímos de Samuel el profeta. Si esto fue una muestra de alguna crisis nueva, a lo menos mostró igualmente que Dios,
en vindicación de Su propio nombre, introduce la luz de la profecía como un consuelo para los corazones de quienes están a
favor de Él. Descendiendo aún más en la historia de este pueblo, hallamos que
la luz profética prorrumpe plenamente en el tiempo del profeta Isaías. La razón es evidente. Israel no se había dedicado meramente
a la idolatría, sino que el rey, hijo de David, había tomado realmente el modelo del altar pagano en Damasco, ¡y tuvo que
tener otro para él en la ciudad santa! (2 Reyes 16). Había un pecado atroz y era un gran insulto a Dios. Isaías es separado
para el cargo profético con inusual solemnidad. Él se da cuenta de la mala condición de los Judíos. Él ve la gloria del Señor,
la cual hace que confiese de inmediato su propia impureza y la del pueblo. "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre
inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos."
(Isaías 6:5). Pero uno de los serafines toca sus labios con un ascua encendida, asegurándole que su iniquidad había sido quitada,
y su pecado perdonado. ("Y voló, a donde yo estaba, uno de los serafines, y traía en su mano un ascua
encendida, que con las tenazas había tomado de sobre el altar; y con ella me tocó la boca, diciendo: ¡He aquí, ésta ha tocado
a tus labios! ¡ya ha sido quitada tu iniquidad, y está perdonado tu pecado!" Isaías 6: 6, 7 - VM). Y él es enviado con un
mensaje de tinieblas judiciales sobre el pueblo que deben durar hasta que las ciudades queden desoladas, y la tierra venga
a ser una desolación completa. ("Anda, y di a este pueblo: Oyendo oiréis, mas no entenderéis, y viendo veréis, mas no percibiréis.
Embota el corazón de este pueblo, y haz que sean pesados sus oídos, y cierra sus ojos; para que no vea con sus ojos, ni oiga
con sus oídos, y con su corazón no entienda, ni se convierta, ni sea sanado. Entonces yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? y respondió:
Hasta que las ciudades queden desoladas, por falta de habitantes; y las casas, por no haber hombre en ellas; y la tierra
venga a ser una desolación completa." (Isaías 6: 9, 10, 11 - VM). De este modo nosotros tenemos profecía tanto más brillante
debido a que el mal era manifiesto y profundo. La consecuencia de la advertencia profética, donde fue recibida, fue un genuino
espíritu de arrepentimiento y de intercesión. Y Dios, posteriormente, levantó Él mismo a un testigo real, para que el mal
fuese suspendido por un tiempo. Y todo esto mientras ustedes tienen la profecía saliendo a la luz
con más y más nitidez, dirigiendo los corazones de los santos a Aquel que la virgen había de concebir y dar a luz - el Hijo
de David, Emanuel. (Isaías 7:14), quien iba a ser el único y seguro fundamento puesto en Sion para el pueblo. Yo no necesito
tratar de dar ahora ni siquiera un bosquejo de las características distintivas de los profetas que siguieron. Pero hasta aquí,
yo confío, el gran principio es claro, a saber, que la profecía, como un todo, entra cuando hay ruina entre el pueblo de Dios.
En la medida que la ruina se profundiza, la profecía añade nueva luz en la bondad de Dios. Además de este carácter universal de la profecía, lo hemos visto,
en primer lugar, mientras Dios está aún disciplinando al pueblo y reconociéndolos como Suyos. Pero hay otra forma de la que
Daniel es el gran ejemplo en el Antiguo Testamento. Esta es, cuando Dios, no pudiendo dirigirse más a Su pueblo como tal,
hace que un individuo sea el objeto
de Sus comunicaciones. Pues este es el rasgo manifiesto de Daniel. Ya no es más un discurso
directo al pueblo, razonando, suplicando, advirtiendo, abriendo esperanzas resplandecientes, como en Isaías, etc. Tampoco
se trata, como en el caso de Jeremías, de "un profeta a las naciones", con conmovedores llamamientos a Israel y Judá, o por
lo menos a un remanente allí. En Daniel todo cambia. No hay mensaje a Israel en absoluto; y la primera y muy completa profecía
contenida en el libro, no fue dada en primer lugar al propio profeta, sino que fue más bien un sueño del rey pagano, Nabucodonosor,
aunque Daniel fue el único que lo pudo recordar, o proporcionar la interpretación. Las otras visiones fueron vistas solamente
por Daniel, y todas las interpretaciones fueron dadas a él. ¿Cuál es la gran lección que podemos obtener de esto? Dios estaba
actuando sobre el trascendental hecho de que Su pueblo había perdido su lugar - por lo menos por el momento. Ellos habían
perdido su situación distintiva como nación - Dios ya no los reconocería más. La presencia de personas escogidas entre ellos
no detuvo, en el más mínimo grado, la sentencia divina. No se trataba de que hubiera 'diez
justos' en medio de ellos. Eso se dijo de una corrupta ciudad Cananea, como Sodoma, como siendo una razón por la que había
de ser perdonada. Pero, ¿habla Dios alguna vez así acerca de Su pueblo? Él puede compararlos con Sodoma por la iniquidad de ellos, pero no puede haber un obstáculo semejante
para el juicio en el caso de ellos. Por el contrario, se dice expresamente en Ezequiel 14, que "si estuviesen en medio de
ella [la tierra de Israel] estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas"
(Ezequiel 14:14); y de nuevo, "ni a sus hijos ni a sus hijas librarían." (Ezequiel 14:16). Es decir, en Su propia tierra,
y en medio de Su pueblo culpable, sin importar quien estuviera allí, ni cuál fuera su justicia, sólo los justos se librarían,
y los "cuatro juicios terribles" de Dios debían ser enviados. (Ezequiel 14:21). Y así, en esta crisis misma de la cautividad,
hubo hombres justos, tales como los propios profetas, y otros, de espíritus afines en su medida. Entonces, cualquiera sea
Su buena voluntad para perdonar al mundo, Dios no se abstiene de juzgar el mal de Su propio pueblo, a causa de que un puñado
de hombres justos esté en medio de ellos. "ESCUCHAD esta palabra que Jehová ha hablado contra vosotros, oh hijos de Israel,
(contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto,) diciendo: A vosotros solos he conocido de entre todas las
parentelas de la tierra; por tanto os castigaré por todas vuestras iniquidades." (Amos 1: 1, 2 - VM). De otro modo, nunca
podría haber habido un juicio nacional de Israel, en absoluto; pues siempre hubo una línea de fieles en medio de ellos. El
principio entero es falso. En un libro que encontré últimamente, tal era el motivo por el cual Inglaterra debía salir comparativamente
indemne de los terribles juicios que están por caer sobre las naciones de la tierra. ¡Hay tantos hombres buenos! - ¡tantos
cambios para bien en lo elevado y en lo bajo - tantas instituciones de beneficencia y Cristianas - las Escrituras no sólo
han sido impresas en abundancia, sino que se han hecho circular, leer, y exponer, por todas partes! Pero estos son justamente
los terrenos que, para mi forma de pensar, hacen que el juicio divino sea inevitable. Pues la Escritura expresa de forma bastante
clara, que, si ha de existir alguna diferencia en la medida, aquellos que conocen Su voluntad y no la hacen recibirán "muchos
azotes." (Lucas 12:47). Apenas se puede concebir una ilusión más espantosa que la que se imagina que la posesión de una mayor
cantidad de conocimiento y privilegios espirituales ha de ser una protección eficaz cuando la tierra sea juzgada. El Señor trajo a la memoria los casos de Tiro y Sidón (Mateo 11),
pero fue sólo para demostrar la culpa mucho mayor de las ciudades donde muchas de Sus poderosas obras fueron hechas. "!Ay de ti, Corazín! !Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran
hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto
os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras." Pero había otra
ciudad aún más favorecida (llamada en otra parte Su ciudad, Mateo 9:1), porque fue allí donde, por lo general, Él moraba;
y, por tanto, su caso era tanto más grave en la culpa. "Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades
serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día
de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti."
(Mateo 11: 23, 24). En otras palabras, la medida del privilegio es siempre la medida de responsabilidad. Nosotros hemos visto, entonces, el hecho sorprendente de que el
gobierno que Dios había establecido en Israel (acompañado por la señas visible de Su presencia, es decir, la Shekinah de gloria),
ya no iba a subsistir más. Dios mismo los despojó del nombre de ellos como Su pueblo. De ahora en adelante ellos eran "Lo-ammi",
no Mi pueblo (Oseas 1:9). Esa era ahora su calamidad, por lo que a Él respecta,
cualesquiera que pudieran ser los designios finales de Su gracia: porque Sus "dones y llamamientos" son "irrevocables" (o,
"no están sujetos a cambio de ánimo" Romanos 11:29 - VM). Junto con este triste cambio, y dependiente de ello, la profecía
de Daniel comienza. Y con respecto a esto, hay una fuerte analogía entre este libro y la gran profecía del Nuevo Testamento.
Sin duda, en esta última, se enviaron mensajes especiales a las siete iglesias por medio de Juan. Pero el libro del Apocalipsis,
como un todo, fue dirigido y confiado a él, por mucho que se haya previsto que las cosas habían de ser testificadas a las
iglesias. Cristo envió y dio a conocer la revelación, por medio de Su ángel, a Su siervo Juan (Apocalipsis 1:1), quien está
en el mismo tipo de relación con la Cristiandad que Daniel tenía con Israel. En ambos casos el fracaso era tan completo que
Dios ya no podía dirigir más la profecía a Su pueblo. De este modo, hay una sentencia moral muy seria de Dios sobre la condición
de la Cristiandad. Era una ruina con respecto al testimonio práctico para Dios - Éfeso amenazada con la remoción de su candelero,
si no se arrepentía, y Laodicea con la certeza de ser vomitada de la boca del Señor. No es que Dios no continuara salvando
almas: Él siempre lo hizo y lo hace. Pero ello no tiene nada que ver con el testimonio que son responsables de rendir los
que pertenecen a Su pueblo. Más de doscientos años después que Judá llegó a ser "Lo-ammi", Malaquías pudo decir acerca de
los que temían a Jehová hablando cada uno a su compañero: "Y ellos serán míos--dice el SEÑOR de los ejércitos-- el día en
que yo prepare mi tesoro especial, y los perdonaré como un hombre perdona al hijo que le sirve." (Malaquías 3:17 -
LBLA). Todo esto podía ser verdad; sin embargo, la solemne sentencia de Dios - "no sois mi pueblo" (Oseas 1:9) - permaneció
sobre ellos. Las circunstancias no podían afectar Su juicio de la nación, como tampoco Su gracia a las almas fieles dentro
de ella. Y lo que fue verdadero entonces, permanece igualmente verdadero ahora. La salvación y la bendición de almas continúan.
Pero ante Dios, aquello que lleva el nombre de Cristo en el mundo está tan lejos de satisfacer los pensamientos de Dios acerca
de nosotros, como el pueblo de Israel lo estaba de cumplir Sus designios en ellos. El Carácter del Libro Por consiguiente, hallamos que el carácter del libro está perfectamente
acorde con el tiempo y las circunstancias en que Daniel fue llamado a ser un profeta. Fue cuando los últimos vestigios del
pueblo de Dios estaban siendo llevados. En Jeremías 25:1, la fecha del reinado de Nabucodonosor es considerada desde el primer
ataque. Y yo solamente comentaría que existe una pequeña diferencia con lo que se dice en Daniel 2. En Babilonia, donde este
último escribió, la consideración fue naturalmente desde el tiempo cuando Nabucodonosor heredó el trono después de la muerte
de su padre; mientras que, en Jerusalén, donde Jeremías profetiza, fue de igual manera tan natural desde el tiempo en que
Nabucodonosor, durante la vida de su padre, ejerció el poder del reino, para ruina de Jerusalén y los Judíos. La verdad es
que el caso no es infrecuente, tanto en la historia sagrada como en la profana. Cualesquiera que puedan ser las dificultades
en la Palabra de Dios, ellas surgen, realmente, de la falta de luz. Generalmente, no se comprende el objetivo de la porción
particular donde ellas ocurren. Pero hablando de fechas, es bueno tener en cuenta otra pequeña cosa que el primer versículo
de nuestro capítulo nos da la ocasión de considerar, comparado con Jeremías 25:1: algunas veces los años son considerados
desde su principio, algunas veces desde su final, es decir, ya sea inclusivamente o exclusivamente. Es así en el bien conocido
ejemplo de los días entre la muerte y la resurrección de nuestro Señor, y de los siete u ocho días antes de la transfiguración.
De esta manera, en Daniel se dijo "En el año tercero del reinado de Joacim" (Daniel 1:1); pero en Jeremías leemos, "en el
año cuarto de Joacim." (Jeremías 25:1). Uno hace referencia al año completo, el otro al año en
curso. Examinando, entonces, el carácter moral de la profecía de Daniel,
la clave para los modos de obrar de Dios en el tiempo cuando fue dada radica en esto, que Dios ya no ejercía un gobierno directo,
inmediato, en la tierra. Él había reconocido a David y su simiente como los reyes que Él había establecido en el trono de
Jehová en Jerusalén (1 Crónicas 29:23). Otros reyes no fueron reconocidos así por Dios. Ellos eran, enfáticamente, Sus ungidos,
ante quienes incluso el sumo sacerdote tuvo que andar. Y aquí estaba lo que Dios tenía la intención de exponer por medio
de ellos: una prefiguración de lo que Él va a hacer, por medio de Cristo, y en el Cristo, el verdadero Hijo de David. La misma
cosa se encuentra a través de toda la Escritura. Primero, una posición es encomendada a la responsabilidad del hombre, y el
fracaso es inmediato; luego, es asumida por Cristo, quien la establece sobre un nuevo fundamento que no puede ser removido.
De este modo, Dios hace al hombre, y lo coloca sin pecado en el paraíso, con dominio sobre la creación inferior. El hombre
cae inmediatamente. Pero Dios nunca abandona Su propósito de tener un hombre en el paraíso. ¿Dónde lo hallaremos ahora? En
el primer Adán ello fracasó totalmente. Él fue echado del Edén: los de su raza se convirtieron en parias desde ese día hasta
hoy; y todos los esfuerzos y el progreso material que el hombre hace en este mundo son solamente unas cuantas medidas curativas
para esconder el hecho de que Dios le ha expulsado del paraíso. Pero el postrer Adán es la gloriosa respuesta de Dios a ese
primer encargo que fue confiado al cuidado del hombre - el Segundo Hombre exaltado en el paraíso de Dios. Otra vez, Noé, por
decirlo así, comienza el mundo de nuevo después del diluvio, y se encomienda por primera vez en sus manos el poder de la vida
y de la muerte. La espada de la magistratura fue introducida. "El que derramare la sangre del hombre, por el hombre será derramada su sangre; porque a la imagen de Dios hizo Jehová
al hombre." (Génesis 9:6 - VM). Esta fue la raíz del gobierno civil y, debido a eso, el hombre es hecho responsable de refrenar
o castigar la mano violenta. Esto nunca es revocado. El Cristianismo, en cualquier parte que se reciba, introduce otros y celestiales principios. Pero el mundo sigue estando obligado por este estatuto irreversible de Dios
para su guía. Noé, no obstante, fracasó en su encargo tan completamente como Adán había fracasado en el huerto. Él no se gobernó
a sí mismo, ni a su familia, para la gloria de Dios. Él se intoxica, y su hijo más joven le insulta: y el asunto es, que,
en lugar de la bendición universal de un gobierno justo, una maldición cae sobre una porción de sus descendientes. De este
modo, a su debido tiempo, el principio de un rey, responsable de gobernar sobre el pueblo de Dios, fue intentado en la casa
de David. ¿Y qué se encuentra? Aun antes de que David muriese, hubo un pecado tan espantoso que la espada nunca se iba a apartar
de esa misma familia que debería haber asegurado bendición a Israel. ¿Dios abandonó, por lo tanto, Sus designios? De ninguna
manera. El Señor Jesús asume el mando, el gobierno, y el trono del Hijo de David. Y así con todos los demás principios que
fracasaron en manos del hombre; todos serán ilustrados y establecidos para siempre en la persona y gloria del Señor Jesús. Nosotros vimos que Jerusalén deja de ser el trono de Jehová. Y
Jeremías nos muestra la ciudad santa contada como una entre las otras naciones; y así como fue muy privilegiada, de igual
modo fue la primera en beber la copa de la furia de Dios. Babilonia debe beberla también, pero Israel primero. Es en el mismo
capítulo (Jeremías 25) que ustedes tienen la clara predicción de la cautividad de setenta años, durante la cual Judá iba a
ser llevada a Babilonia; y luego vendría, al final, el juicio del poder que los llevó cautivos. Pero mientras Jeremías predice
la creciente supremacía de Babilonia, y su juicio final, y eso, también, no sólo como un tema de historia, sino como el tipo
del colapso del mundo en el día del Señor, nosotros no tenemos allí los detalles que acontecen. Igualmente Ezequiel, entre
los cautivos en Quebar, en la primera mitad de su profecía, nos llama a poner atención en el tiempo de la gran lucha por el
lugar principal entre los poderes del mundo. Faraón Necao, rey de Egipto, deseaba tenerlo; pero, al igual que los Asirios
antes que él, es destruido y Babilonia queda como la ambiciosa demandante del dominio universal. Existían estos tres poderes:
Asiria, Egipto, y Babilonia; la última comparativamente joven como gran reino, aunque fundada, probablemente, sobre las más
antiguas asociaciones de todas, a saber, Babel - "Y fue el comienzo de su reino Babel [del reino de Nimrod]" (Génesis 10:10).
Ellos eran como animales feroces, contenidos por una correa invisible hasta que el experimento fuera intentado completamente,
si la hija de Sion andaría humilde y obedientemente con el Señor, o si ella se volvería y arrepentiría de su reincidencia
en el pecado a Su llamamiento. Pero ella no hizo ninguna de las dos cosas. Esto dejó espacio para lo que nunca se había visto
antes - el surgimiento del imperio universal. Después del diluvio, y del juicio del Señor en Babel, la gran dispersión
de naciones tuvo lugar - familias, parentelas, idiomas, y tierras, todas separadas. Israel fue el centro de este sistema de
naciones independientes. Así está escrito en Deuteronomio 32:8: "repartiendo el Altísimo herencia a las naciones, cuando hizo
separarse a los hijos de Adam, iba fijando los límites de los pueblos conforme al número de los hijos de Israel." (VM). Todo
se arregló con referencia a Israel, "porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó." (Deuteronomio
32:9). Ellos fueron el centro divino para la tierra, y Dios, no obstante, cumplirá Su propósito. Aunque este propósito se
vio completamente frustrado por medio de la maldad del pueblo, Israel aún habrá de ser Su centro de naciones en este mundo,
porque la boca de Jehová lo ha hablado. Esto, también, fue intentado en las manos del hombre, y fracasó; entonces es entregado
en las manos de Cristo, quien lo establecerá a su debido tiempo. El orgullo de Israel lo hizo depender, en un principio, en
la obediencia de ellos a Dios. En el Sinaí ellos tomaron a su cargo la responsabilidad de la ley (Éxodo 19:8; 24:3). Cada
vez que un pecador intenta colocarse
sobre ese terreno con Dios, él está perdido. El único terreno seguro y humilde es, no lo que Israel sería para Dios, sino
lo que Dios sería en fidelidad y amor y compasión hacia Israel. Y así es siempre con cada alma. Aceptando Israel esa condición,
la ley se convirtió en su azote, y Dios se vio obligado a juzgarlos. La muerte fue, por consiguiente, inevitable, a pesar
de la maravillosa paciencia de Dios. El pueblo fracasa, los sacerdotes fracasan, y los reyes, finalmente, se convirtieron
en los líderes en todo mal. Dios se vio obligado a abandonar a Su pueblo. Desde ese momento todo lo que contenía a las naciones
de la tierra fue quitado, y las grandes dinastías rivales lucharon por el dominio. Dios ya no tenía un pueblo que Él reconociera
como el teatro de Su gobierno. Si solamente el corazón de ellos se hubiera vuelto a Él, como la aguja del compás se vuelve
al polo, pese a temblar de un lado a otro, habría habido longanimidad (como, de hecho, la hubo hasta lo sumo), y la intervención
del poder divino los habría establecido en bendición para siempre. Pero cuando no sólo el pueblo, sino el rey ungido por Jehová,
borraron Su mismísimo nombre, de la tierra; cuando Su gloria fue dada a otro en Su propio templo, todo había terminado por
el presente, y "Lo-ammi" fue la sentencia de Dios (Oseas 1:9). Ellos se habían convertido ahora en lo más amargo en su idolatría,
apostatando del Dios vivo, y, si se hubieran mantenido, habrían sido los activos paladines de las abominaciones paganas. Mediante
el juicio de Dios, por lo tanto, el pueblo y el rey pasaron, finalmente, a la cautividad. El Comienzo de los Tiempos de los Gentiles En esta crisis Daniel aparece en la corte del monarca Babilónico, conforme a la palabra segura de Isaías al Rey Ezequías (Isaías 39). "Los tiempos de
los gentiles" (pues así reza la notable frase en Lucas 21) habían comenzado, y de esos tiempos Daniel fue el profeta. Estos
tiempos no van a continuar siempre; tienen un límite asignado por Dios, que es cuando cesará la presente interrupción de Su
gobierno directo del mundo, e Israel será reconocido nuevamente como el pueblo de Dios. Durante este intervalo, tal como vimos,
habiéndose perdido el llamamiento distintivo de ellos, Dios permite, en Su providencia, que un nuevo sistema de gobierno,
el sistema de unidad imperial, surja en los grandes poderes Gentiles sucesivos. Ya no se trata de naciones independientes,
cada una teniendo su propio gobernante, sino de Dios mismo autorizando, en Su providencia, la rendición de todas las naciones
de la tierra a la autoridad absorbente de un único individuo. Esto es lo que caracteriza "los tiempos de los gentiles." Una
cosa semejante no tuvo precedente anteriormente, aunque podían haber existido reinos fuertes invadiendo reinos más débiles.
Incluso el historiador incrédulo está obligado a reconocer, tal como toda la historia lo hace, los cuatro grandes imperios
del mundo antiguo. Israel estaba ahora fusionada en la masa de naciones. Por eso se introduce esa expresión, el "Dios del
cielo." (Daniel 2: 18, 19, 37, 44). Dios se había retirado, por decirlo así, del control inmediato del país, carácter en el
cual, por lo menos en tipo, Él había gobernado Israel. Esto había desaparecido totalmente ahora, y Dios, actuando soberanamente,
y a distancia, por decirlo así, de la escena - el "Dios del cielo" - dio ciertos poderes definidos a los Gentiles para que
se sucedan unos a otros en un imperio mundial. Rasgos Morales del Capítulo 1 Antes de que estas observaciones preliminares finalicen, yo añado
una pequeña palabra acerca de los rasgos morales de este capítulo; pues si son sacados a la luz en forma destacada en Daniel,
ellos no fueron escritos sólo para su propio bien, sino para el nuestro, si deseamos la misma bendición. El capítulo comienza con la escena de la postración completa de
los Judíos ante su conquistador. Ellos estaban ahora sitiados y arrollados en su último reducto. "En el año tercero del reinado
de Joaquim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalem, y la sitió. Y el Señor entregó en su mano a Joaquim
rey de Judá, y parte de los vasos de la Casa de Dios; y él los llevó a la tierra de Sinar, a la casa de su dios; y puso los
vasos en la casa de los tesoros de su dios." (Daniel 1: 1, 2 - VM). Luego tenemos el cumplimiento de la notable profecía de
Isaías, a la que ya hemos aludido. Ezequías había estado enfermo, cercano a la muerte. Ante su urgente deseo de vivir, Dios
había añadido quince años a sus días, y esto le fue sellado mediante una llamativa señal; la sombra del sol que había descendido
se volvió diez grados atrás (Isaías 38). Pero habría sido preferible aprender bien la lección de muerte y resurrección, antes
que tener la vida prolongada, caer en una trampa, y oír acerca de los dolores que todavía le esperaban a su casa y, con ello,
el eclipse de las esperanzas de Israel. Yo no puedo decir si una señal tan notable fue lo que atrajo principalmente la atención
de una nación que era la más celebrada en el mundo antiguo por su tradición astronómica. Pero lo cierto es que, en ese tiempo,
el rey de Babilonia envió cartas y un presente a Ezequías, y esto, no meramente debido a que él se había recuperado de su
enfermedad, sino para inquirir acerca del prodigio que había acontecido en el país (2 Crónicas 32:31). En lugar de vivir silenciosamente
todos sus años, Ezequías muestra sus tesoros a los embajadores de Merodac-baladán. "No hubo cosa en su casa y en todos sus
dominios, que Ezequías no les mostrase." (Isaías 39:2). "Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra de Jehová de los ejércitos:
He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa, y lo que tus padres han atesorado hasta hoy;
ninguna cosa quedará, dice Jehová. De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el
palacio del rey de Babilonia." (Isaías 39: 5-7). Aquí vemos esto cumplido. "Y mandó el rey a Aspenaz, príncipe de
los eunucos, que trajese de entre los hijos de Israel (es decir, del linaje real y de los príncipes), algunos muchachos
en quienes no hubiese tacha alguna, sino que fuesen de hermosa presencia, e inteligentes en toda sabiduría, y conocedores
de las ciencias, y entendidos en conocimientos útiles, y que tuviesen la suficiencia para estar en el palacio del rey;
a los cuales enseñase las letras y la lengua de los Caldeos." (Daniel 1: 3, 4 - VM). En consecuencia, "el rey les señaló su
ración diaria de los manjares delicados del rey, y del vino que él mismo bebía; y mandó que los mantuviese así
por tres años; para que al fin de ellos se presentasen delante del rey." (Daniel 1:5 - VM). Junto con esto, los nombres de
Daniel y de sus tres compañeros son cambiados. Parecería que el deseo fue el de borrar la memoria del Dios verdadero, dándoles
nombres derivados de los ídolos de Babilonia. "A los cuales puso nombres el príncipe de los eunucos: a Daniel le llamó Beltsasar,
a Ananías, Sadrac, a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-nego." (Daniel 1:7 - VM); nombre que, con toda probabilidad, derivaban
de Bel y los otros dioses falsos adorados en ese entonces en Caldea. Y notemos ahora lo que el Espíritu Santo registra, mostrando en
forma peculiar el corazón de Daniel para con Dios, para que en sus modos morales de obrar él pudiera ser un vaso para honra,
y útil al Dueño. ¡Cuán notablemente es el poder de Dios superior a todas las circunstancias! Daniel y sus compañeros no dicen
nada acerca del cambio de nombres, no obstante lo doloroso que debe haber sido. Ellos eran esclavos, propiedad de otro, quien
tenía la autoridad para llamarlos como le placiera. "Daniel empero resolvió en su corazón que no se contaminaría con los manjares delicados del rey, ni con el vino que
bebía." (Daniel 1:8). De forma natural, ellos habrían recibido esa comida con gratitud; la fe obra, y la comida es rechazada.
Estaba relacionada con los dioses falsos del país, siendo parte de la comida diaria de un rey idólatra. Aun en su propio país,
y separados de ídolos, Dios insistió acerca de la separación entre las cosas limpias y las inmundas, y mucho de lo que era
apreciado entre los Gentiles era una abominación para un Judío. La ley era rigurosa en cuanto a estas contaminaciones, y Daniel,
como Judío, estaba bajo sus obligaciones. El Cristianismo entra y libra la conciencia de ansiedad en cuanto a tales cosas.
"De todo lo que se vende en la carnicería," dice Pablo, "comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia." (1 Corintios
10:25). E igualmente en un banquete. Sin embargo, si se sabía que cierto alimento había sido ofrecido a ídolos, el Cristiano
no debía comer, tanto por causa de quienes lo dijeron, como por motivos de conciencia (1 Corintios 10:28). Pero para el Judío,
se requería una separación sin reservas. Daniel se muestra, de inmediato, decidido por el Dios verdadero. Para él no se trató
de hacer en Babilonia lo que se hacía allí, sino de la voluntad de Dios ordenada a Israel. "Pidió, por tanto, al jefe de los
eunucos que no se le obligase a contaminarse." (Daniel 1:8). Mientras tanto, Dios había obrado en Su providencia para que
Daniel encontrase favor especial. Pero ello no aminoró la prueba de la fe. Y cuando intervenían dificultades y peligros, con
todo, él tiene confianza en Dios. Todos nosotros somos propensos a hallar buenas razones para las cosas malas; pero el ojo
de Daniel era sencillo, y todo su cuerpo estaba lleno de luz ("La lumbrera del cuerpo es el ojo; si, pues, tu ojo fuere sencillo,
todo tu cuerpo estará lleno de luz." Mateo 6:22 - VM) - y este es el único medio para entender la mente de Dios. Él no consideró
lo que le complacía a él mismo; no temió arriesgarse al peligro; él consideró el asunto en relación con Dios. Él sólo pide
que ellos puedan ser probados por diez días; "dándonos legumbres para comer y agua para beber; luego sean examinadas en tu
presencia nuestras caras," etc. (Daniel 1: 12, 13 - VM). Lo que un corazón fiel sintió que era la comida apropiada no fue
un "manjar delicado" (Daniel 10:3), sino aquello que hablaba de humillarse ellos mismos delante de Dios; una comida tal que
el más bajo en esa orgullosa y lujosa ciudad habría quizás desdeñado. ¿Cuál es el resultado de esta prueba? Los semblantes
de Daniel y sus compañeros resultan "mejores, y estaban más nutridos de carnes que los de todos los muchachos que comían
de los manjares delicados del rey." (Daniel 1:15 - VM). De este modo ellos evitaron más problemas con respecto a eso. Pero esto no es todo. Hubo la bendición positiva de Dios, dándoles
"conocimiento e inteligencia en todas las letras y la sabiduría de los Caldeos." (Daniel 1:17 - VM). Y de Daniel se
dice, que a él se le dio a entender "toda visión y sueños." Ellos fueron preparados por Dios, cada uno para lo que tenía que
cumplir después. Dios fue el maestro de ellos, y la prueba de su fe fue una parte necesaria, esencial, de su entrenamiento
en Su escuela. Entonces, cuando estuvieron en presencia del rey, no se halló a ninguno como ellos. Cuando el rey les consultó,
en todo asunto de sabiduría e inteligencia él los halló, "diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en
todo su reino." (Daniel 1:20). Si nosotros, también, hemos de entender las Escrituras, yo creo
que debemos transitar por la senda de separación del mundo. Nada destruye más la inteligencia espiritual que meramente flotar
con la corriente de las opiniones y de los modos de actuar de los hombres. La Palabra profética es lo que nos muestra el fin
de todos los proyectos y ambiciones del hombre. "Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre." (1 Juan 2:17). Indudablemente, "la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas
cubren el mar." (Habacuc 2:14). Pero primero, todos los planes de los hombres vendrán a ser nada, aunque "los pueblos se fatiguen
sólo para el fuego, y las naciones se cansen en balde." (Habacuc 2:13 - VM). Él mismo lo hará. Si hay una verdad Escrituraria
que se destaca de forma más prominente que otra, o más bien, que es la base de toda verdad, es el total fracaso del hombre
en todo lo que pertenece a Dios, antes de que Su gracia interfiere y triunfa. Y esto es verdad, desde entonces, no sólo de
hombres no convertidos, sino de Su pueblo de antaño, y de Su Iglesia. Tampoco hay una mayor ventaja para el enemigo, salvo
destruir los fundamentos, que mezclar a los santos de Dios con el mundo, y el consiguiente oscurecimiento de toda inteligencia
espiritual en quienes debería ser su luz. Dios nos querría tener en comunión práctica con Él: en Su luz vemos la luz. Si nosotros
vemos el fin de todos los complots de Satanás para frustrar la obra de Dios, ello nos separa de lo que conduce a eso, y nos
une con todo lo que es estimado para Él. Entonces "la senda de los justos es como la luz de la aurora, que se va aumentando
en resplandor hasta que el día es perfecto." (Proverbios 4:18 - VM). Caminando así, nosotros entenderemos la Palabra de Dios.
No se trata de capacidad intelectual y aprendizaje. Yo estoy seguro que la erudición humana en las cosas de Dios sólo es mucho
más basura, dondequiera que es obtenida para hacer a alguien algo más que un siervo. A menos que los Cristianos puedan mantener
su saber bajo sus pies, ellos son incapaces de sacar provecho plenamente de la Palabra de Dios. De otra manera, ya sea que
el hombre sepa mucho o poco, él se convierte en esclavo de ese saber, y ello usurpa el lugar del Espíritu de Dios. La fe es el único medio y poder de entendimiento espiritual, y
la fe nos pone y nos mantiene en sujeción al Señor, y en separación de este siglo malo. Daniel se separó de lo que, para un
Judío, deshonraba a Dios, y Dios le bendijo con sabiduría y entendimiento. William Kelly Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Mayo 2008.-
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