Sinopsis de los Libros de la Biblia - Nuevo Testamento (J. N. Darby)

SANTIAGO (Sinopsis de los Libros de la Biblia (John N. Darby)

ÍNDICE SINOPSIS N.T.
INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO
MATEO 1 - 14
MATEO 15 - 28
MARCOS
LUCAS 1 - 8
LUCAS 9 - 24
JUAN 1 - 12
JUAN 13 - 21
HECHOS
LAS EPÍSTOLAS: INTRODUCCIÓN
ROMANOS
1 CORINTIOS
2 CORINTIOS
GÁLATAS
EFESIOS
FILIPENSES
COLOSENSES
1 TESALONICENSES
2 TESALONICENSES
1 TIMOTEO
2 TIMOTEO
TITO
FILEMÓN
HEBREOS
SANTIAGO
1 PEDRO
2 PEDRO
1 JUAN
2 JUAN
3 JUAN
JUDAS
APOCALIPSIS

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SINOPSIS

de los Libros de la Biblia

 

SANTIAGO

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60).

 

Introducción

 

Los destinatarios de la epístola y su tema

 

La epístola de Santiago no tiene como destinataria a la asamblea y no asume el terreno de  autoridad apostólica sobre las personas a las cuales ella es enviada. La epístola es una exhortación práctica que aún reconoce a las doce tribus y la conexión de los judíos cristianos con ellas, así como Jonás se dirigió a los gentiles aunque el pueblo judío tuviese su lugar ante Dios. De este modo el Espíritu de Dios aún reconoce aquí la relación con Israel como en el otro caso reconoció la relación con los gentiles y los derechos de Dios que son inmutables, con independencia de cuáles puedan ser los privilegios especiales concedidos a la asamblea o a Israel respectivamente. Nosotros sabemos que históricamente los judíos cristianos siguieron siendo judíos hasta el final de la historia del Nuevo Testamento e incluso fueron celosos de la ley, — cosa extraña para nosotros pero que Dios soportó por un tiempo.

 

La doctrina del cristianismo no es el tema de esta epístola. Ella da a Dios Su lugar en la conciencia y con respecto a todo lo que nos rodea. Ella ciñe así los lomos del cristiano presentando también la cercana venida del Señor y Su disciplina actual, — una disciplina respecto a la cual la asamblea de Dios debiese poseer entendimiento y actividad fundamentados en ella. También el mundo y todo lo que aparece en él es juzgado desde el punto de vista de Dios.

 

La posición de los cristianos vista con respecto a Israel

 

Unos pocos comentarios acerca de la posición de los cristianos (es decir, acerca de la manera en que esta posición es vista con respecto a Israel) nos ayudarán a comprender esta porción de la Palabra.

 

Israel todavía es considerado como el pueblo de Dios. Para  la fe de Santiago la nación todavía tiene la relación que Dios le había dado para con Él mismo. A los cristianos se les habla como todavía formando ellos parte de un pueblo cuyos vínculos con Dios no estaban aún judicialmente rotos; pero sólo los cristianos entre ellos eran los que poseían la fe que el Espíritu daba en el Mesías verdadero. Sólo estos, con el escritor, reconocían a Jesús como Señor de gloria. Exceptuando  los versículos 14 y 15 del capítulo 5 esta epístola no contiene ninguna exhortación que en su altura espiritual va más allá de la que podía ser dicho a un judío piadoso. De hecho, ella supone que las personas a quienes está dirigida tienen fe en el Señor Jesús; pero no las llama a lo que es exclusivamente apropiado al cristianismo y que depende de sus privilegios. Las exhortaciones emanan de esa fuente más elevada e irradian la más celestial atmósfera pero el efecto al que aspiran producir consiste en demostraciones reales de religión aquí abajo; ellas son como las que podrían ser oídas en la iglesia profesante, — un vasto cuerpo como Israel en medio del cual existían algunos cristianos.

 

La epístola no está fundamentada en relaciones cristianas

sino que las reconoce entre otros derechos

 

La epístola no está fundamentada en las relaciones cristianas aquí abajo. Las reconoce; pero sólo como un hecho en medio de otras que tienen derechos sobre la conciencia del escritor. Supone que aquellos a quienes la epístola están en una relación con Dios, conocida, incuestionable y de larga data, en medio de la cual el cristianismo ha sido introducido.

 

 

La medida moral de vida presentada por la epístola

 

Es importante mencionar la medida moral de vida que presenta esta epístola. Tan pronto como nosotros comprendemos la posición en que ella considera a los creyentes, el discernimiento de la verdad acerca de este asunto no es difícil. Es la misma que Cristo presentó cuando Él anduvo en medio de Israel y colocó ante Sus discípulos la luz y las relaciones con Dios que resultaban para ellos a causa de Su presencia. Verdaderamente Él estaba ausente ahora pero esa luz y esas relaciones son conservadas como siendo la medida de la responsabilidad. Y esto lo reivindicaría el regreso del Señor mediante el juicio sobre los que se negaban a aceptarla y a andar en ella. Hasta aquel día los fieles debían ser pacientes en medio de la opresión que estaban padeciendo por parte de los judíos que todavía blasfemaban el santo nombre mediante el cual ellos eran llamados.

 

Es lo contrario de la Epístola a los Hebreos con respecto a la relación de ellos con la nación judía; no moralmente sino debido a la proximidad del juicio cuando la Epístola a los Hebreos fue escrita.

 

Los principios fundamentales de Santiago;

la vida de Cristo es el modelo para andar

 mientras se espera pacientemente Su regreso

 

Los principios fundamentales de la posición de la que hemos estado hablando son los siguientes: la ley en su espiritualidad y perfección tal como fue afirmada y resumida por Cristo; una vida impartida que tiene los principios morales de la ley siendo en sí misma una vida divina; la revelación del nombre del Padre. Todo esto era verdad cuando el Señor estaba en la tierra y era el terreno sobre el cual (independientemente de cuán mal ellos lo entendieron) Él colocó en aquel entonces a Sus discípulos. Él les dijo que iban a ser testigos de ello, así como de todo lo que Él había dicho, después de Su muerte, diferenciando este testimonio del Espíritu Santo.

 

 

Esto es lo que Santiago enseña aquí, con la adición de aquello que el Señor también había dicho, — a saber, que Él vendría otra vez. Se trata de la doctrina de Cristo con respecto al andar en medio de Israel de acuerdo con la luz y las verdades que Él había introducido; y, — en vista de que Él todavía estaba ausente, — es una exhortación a la perseverancia y a la paciencia en ese andar, esperando el momento cuando mediante el juicio sobre aquellos que los oprimían Él vindicaría los principios sobre los cuales ellos andaban.

 

Aunque el juicio ejecutado sobre Jerusalén cambió la posición del remanente de Israel con respecto a esto, la vida de Cristo sigue siendo siempre nuestro modelo y tenemos que esperar con paciencia hasta que el Señor venga.

 

En esta epístola no tenemos la asociación del cristiano con Cristo exaltado en lo alto, ni por consiguiente el pensamiento de ir a Su encuentro en el aire como enseñó Pablo. Pero lo que ella contiene permanece siempre verdadero; y el que dice que permanece en Él (en Cristo) también debe andar como Él anduvo.

 

El juicio venidero en relación con el mundo,

los ricos y el remanente creyente; tribulaciones;

insistencia acerca de las evidencias prácticas de la fe

 

El juicio venidero nos hace comprender la manera en que Santiago habla del mundo, de los ricos que se regocijan de su porción en el mundo, y de la posición del remanente creyente oprimido y que padece en medio de la nación incrédula; del motivo por el cual él comienza con el tema de las tribulaciones y tan a menudo vuelve a él: del motivo por el cual él insiste también en las evidencias prácticas de la fe. Él todavía ve a todo Israel junto; pero algunos habían recibido la fe en el Señor de gloria y éstos eran tentados a valorar a los ricos y a los grandes en Israel. Siendo todos ellos todavía judíos nosotros podemos comprender fácilmente que aunque algunos creían verdaderamente y confesaban su creencia en que Jesús era el Cristo, sin embargo, como estos cristianos seguían las ordenanzas judías los meros profesantes podían hacer lo mismo sin que fuera demostrado el menor cambio vital mediante sus obras. Es evidente que una fe como esta no tiene valor alguno. Ella es precisamente la fe de aquellos que claman por obras en el día actual, — es decir, una mera profesión muerta de la verdad del cristianismo. Ser engendrado por la Palabra de verdad les resulta tan extraño y ajeno como resultaba a los judíos de los cuales habla Santiago.

 

Advertencia a la masa que se llamaba a sí misma creyente

 y a la conciencia individual

 

Estando los creyentes situados así en medio de Israel con algunos que meramente profesaban la fe podemos comprender fácilmente que el Apóstol se dirija a la masa como a los que podían participar en los privilegios que existían en medio de ellos; podemos comprender su mensaje a los cristianos como a los que tenían un lugar especial entre ellos; y su advertencia a los que se llamaban a sí mismos creyentes en Cristo. Muy fácil y perfectamente clara es la aplicación práctica a todas las épocas y en particular cuando una masa de personas se arroga un derecho por herencia a los privilegios del pueblo de Dios. Además de esto la epístola tiene una fuerza peculiar para la conciencia individual pues ella juzga la posición en que uno se encuentra y los pensamientos e intenciones del corazón.

 

Capítulo 1

 

Exhortación a gozarse en la prueba

 

La epístola comienza con una exhortación a gozarse en la prueba como medio de producir paciencia. Este tema continúa en lo esencial hasta el final del versículo 20 donde la idea gira hacia la necesidad de contener todo lo que se opone a la paciencia y hacia el verdadero carácter de quien está en la presencia de Dios. Este mensaje, como un todo, pone fin al capítulo. La conexión del razonamiento no siempre es fácil de encontrar; la clave para ello es la condición moral con la cual está ocupada la mente del Apóstol. Me esforzaré por hacer que la conexión sea más evidente.

 

Religión práctica: el andar ante Dios para mostrar realidad

 

En general el tema es que debemos andar ante Dios para mostrar la realidad de nuestra profesión en contraste con la unión con la religión práctica del mundo. Entonces la paciencia debe tener su obra perfecta; así la voluntad propia es sojuzgada y toda la voluntad de Dios es aceptada; por consiguiente, nada falta para la vida práctica del alma. El creyente puede padecer pero él espera pacientemente en el Señor. Esto hizo Cristo; ello fue Su perfección. Él esperó la voluntad de Dios y nunca hizo Su voluntad; la obediencia fue así perfecta, el hombre probado completamente. Pero, de hecho, a menudo nos falta sabiduría para saber lo que debiésemos hacer. La epístola dice aquí que el recurso es evidente: a saber, hemos de pedir sabiduría a Dios. Él da a todos abundantemente; sólo que nosotros debemos contar con Su fidelidad y con una respuesta a nuestras oraciones. De lo contrario, hay doblez de corazón; hay dependencia en otra parte en vez de depender de Dios; nuestros deseos tienen otro objeto. Si nosotros buscamos sólo lo que Dios quiere y lo que Dios hace, entonces dependemos con seguridad de Él para lograrlo; y en cuanto a las circunstancias de este mundo que podrían hacer que uno crea que es inútil depender de Dios, ellas se desvanecen como la flor del campo. Nosotros debiésemos ser conscientes de que nuestro lugar conforme a Dios no es lo que es de este mundo. Aquel que es de condición humilde debe gloriarse, es decir, debe tenerse por dichoso de que el cristianismo lo exalte; el rico, de que el cristianismo lo humille. No es en las riquezas en lo que debemos gloriarnos (éstas pasan), sino por los ejercicios de corazón de los que hablaba el Apóstol; porque después de haber sido probados recibiremos la corona de la vida.

 

La vida de uno que es así probado y en quien esta vida se desarrolla en obediencia a la entera voluntad de Dios, bien vale la de un hombre que satisface todos los deseos de su corazón en el lujo.

 

La fuente de las concupiscencias del corazón

 

Ahora bien, con respecto a las tentaciones de este último carácter en las que las concupiscencias del corazón hacen caer a los hombres, no debe ser dicho que estas concupiscencias proceden de Dios: el corazón del hombre es la fuente de ellas, — de sus concupiscencias que conducen a través del pecado a la muerte. Que nadie se engañe sobre este asunto. Lo que tienta interiormente el corazón viene de uno mismo. Toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de Dios y Él nunca cambia, Él no hace nada más que el bien. Consecuentemente, Él nos ha dado una nueva naturaleza, el fruto de Su voluntad que obra en nosotros mediante la Palabra de verdad, para que seamos, por así decirlo, primicias de Sus criaturas. El Padre de las luces, lo que es tinieblas no procede de Él.

 

Lo que la Palabra de verdad es y lo que ella hace

 

Por la Palabra de verdad Él nos ha hecho nacer para que seamos los primeros y más excelentes testimonios de aquel poder de bien que resplandecerá en el futuro en la nueva creación de la que nosotros somos las primicias. Esto es lo opuesto a ser la fuente de deseos corruptos. La Palabra de verdad es la buena semilla de vida; la voluntad propia es la cuna de nuestras concupiscencias, — su energía nunca puede producir los frutos de la naturaleza divina; ni la ira del hombre puede llevar a cabo la justicia de Dios. Por tanto nosotros estamos llamados a ser dóciles, a estar dispuestos a oír, a ser tardos para hablar, a ser tardos para airarnos, a desechar toda inmundicia de la carne, de toda energía de iniquidad, y a recibir la Palabra con mansedumbre, — una Palabra que siendo Palabra de Dios se identifica con la nueva naturaleza que está en nosotros (que ha sido implantada en nosotros) al mismo tiempo que la forma y la desarrolla conforme a su perfección; porque esta naturaleza misma tiene su origen en Dios por medio de la Palabra.

 

No es como una ley que está fuera de nosotros y que siendo opuesta a nuestra naturaleza pecadora nos condena. Esta Palabra salva el alma; es viva y vivificante, y ella obra eficazmente en una naturaleza que brota de ella y a la que ella forma e ilumina.

 

Hacedores de la Palabra, no solamente oidores

 

Pero es necesario ser hacedores de la Palabra, no solamente oírla con el oído, sino que ella produzca los frutos prácticos que son la demostración de que ella obra real y vitalmente en el corazón. De lo contrario, la Palabra es sólo como un espejo en el que tal vez podemos mirarnos por un momento y luego olvidar lo que hemos visto. Aquel que presta atención a la perfecta ley, la de la libertad, y permanece en ella, haciendo la obra que ella presenta, será bienaventurado en la actividad real y obediente que se desarrolla en él.

 

La Palabra de Dios como expresión de lo que Dios es

y de lo que Él quiere

 

Esta ley es perfecta; porque la Palabra de Dios, todo lo que el Espíritu de Dios ha expresado, es la expresión de la naturaleza y del carácter de Dios, de lo que Él es y de lo que Él quiere: porque cuando Él se revela plenamente (y hasta entonces el hombre no puede conocerle plenamente), Él quiere aquello que Él es, y esto es necesariamente así.

 

La ley de la libertad para la nueva naturaleza

 

Esta ley es la ley de la libertad porque la misma Palabra que revela lo que Dios es y lo que Él quiere nos ha hecho partícipes por gracia de la naturaleza divina; de modo que no andar conforme a esa Palabra sería no andar conforme a nuestra nueva naturaleza. Ahora bien, la verdadera libertad es andar conforme a nuestra nueva naturaleza, nueva naturaleza que es la naturaleza de Dios, y guiados por Su Palabra.

 

La ley dada en Sinaí;

la voluntad del hombre y la voluntad de Dios

 

La ley dada en Sinaí no escrita en el corazón sino fuera del hombre era la expresión en él de lo que debiesen ser la conducta y el corazón del hombre conforme a la voluntad de Dios. Ella reprime y condena todas las acciones del hombre natural, y no puede permitir que él tenga una voluntad pues él debiese hacer la voluntad de Dios. Pero él tiene otra voluntad y por eso la ley es esclavitud para él, una ley de condenación y muerte. Ahora bien, habiéndonos Dios hecho nacer por la Palabra de verdad la naturaleza que tenemos como nacidos así de Dios posee gustos y deseos conforme a esa Palabra; ella es de esa misma Palabra. En su perfección la Palabra desarrolla esta naturaleza, la forma, la ilumina, como hemos dicho; pero la naturaleza misma tiene su libertad para seguirla. Así fue con respecto a Cristo; si Su libertad pudiese haberle sido quitada  (lo que espiritualmente era imposible), habría sido impidiéndole hacer la voluntad de Dios el Padre.

 

La libertad del nuevo hombre:

la nueva naturaleza engendrada mediante la Palabra

y moldeada por ella

 

Lo mismo sucede con el nuevo hombre en nosotros (que es Cristo como vida en nosotros) que es creado en nosotros según Dios en justicia y santidad verdadera producidas en nosotros por la Palabra, la cual es la revelación perfecta de Dios, — de toda la naturaleza divina en el hombre; de la cual Cristo, la Palabra viviente, la imagen del Dios invisible, es la manifestación y el modelo. La libertad del nuevo hombre es libertad para hacer la voluntad de Dios, para imitar a Dios en carácter, como siendo Su hijo amado, de acuerdo con lo que ese carácter fue presentado en Cristo. La ley de la libertad es este carácter tal como está revelado en la Palabra, en el cual la nueva naturaleza encuentra su gozo y satisfacción; así como obtuvo su existencia de la Palabra que lo revela a Él, y de Dios que es revelado en ella.

 

Tal es la "ley de la libertad", — el carácter de Dios mismo formado en nosotros por la operación de una naturaleza engendrada mediante la Palabra que lo revela a Él, moldeándose a sí misma por la Palabra.

 

La lengua como exponente del hombre interior

 

El primer y más escudriñador exponente del hombre interior es la lengua. Un hombre que parece estar en relación con Dios y honrarle pero que no puede refrenar su lengua se engaña a sí mismo y su religión es vana.

 

Religión pura y sin mácula

 

La religión pura delante de nuestro Dios y Padre consiste en cuidar de aquellos que alcanzados en las más tiernas relaciones por la paga del pecado están privados de sus apoyos naturales; y en mantenerse uno mismo sin mancha del mundo. En vez de esforzarse por exaltarse y ganar reputación en un mundo de vanidad, lejos de Dios, nuestras actividades se vuelven, como Dios, hacia los afligidos que en su aflicción necesitan socorro; y nos mantenemos alejados de un mundo en el que todo es contaminante y contrario a la nueva naturaleza que es nuestra vida, y al carácter de Dios tal como lo conocemos por medio de la Palabra.

 

Capítulo 2

 

Profesión de fe en Cristo probada por la realidad de sus frutos

 

El Apóstol entra ahora en el tema de los que profesaban creer que Jesús era Cristo el Señor. Antes, en el capítulo 1, él había hablado de la nueva naturaleza en relación con Dios: aquí, la profesión de fe en Cristo es llevada al mismo criterio de prueba, — a saber, la realidad de los frutos producidos por ella en contraste con este mundo. Todos estos principios, — el valor del nombre de Jesús, la esencia de la ley tal como Cristo la presentó, y la ley de la libertad, — son presentados para probar la realidad de la profesada fe de ellos o para convencer al profesante de que él no la poseía. Dos cosas son reprobadas, a saber, hacer acepción por la apariencia externa de las personas y la ausencia de buenas obras como prueba de la sinceridad de la profesión.

 

Hacer acepción por la apariencia externa de las personas;

quebrantar la ley al despreciar a los pobres;

responsabilidad medida por la ley de la libertad

 

Luego él culpa en primer lugar el hecho de hacer acepción por la apariencia externa de las personas. Ellos profesan fe en el Señor Jesús ¡y sin embargo se aferran al espíritu del mundo! Él responde que Dios ha elegido a los pobres haciéndolos ricos en fe y herederos del reino. Estos profesantes los habían despreciado; estos ricos blasfemaban el nombre de Cristo y perseguían a los cristianos.

 

En segundo lugar él recurre al resumen práctico de la ley de la que Jesús había hablado,— la ley real. Ellos quebrantaban la ley misma al favorecer a los ricos. Ahora bien, la ley no permitía transgresión alguna de sus mandamientos porque la autoridad del legislador estaba implicada. Al despreciar a los pobres ellos ciertamente no amaban a su prójimo como a ellos mismos.

 

En tercer lugar ellos debiesen haber andado como aquellos cuya responsabilidad era medida por la ley de la libertad, en la que, — poseyendo una naturaleza que gustaba y amaba lo que era de Dios, — ellos estaban libres de todo lo que era contrario a Él; de modo que no podían excusarse si admitían principios que no eran los de Dios mismo. Esta introducción de la naturaleza divina lleva al Apóstol a hablar de la misericordia mediante la cual Dios se glorifica a Si mismo. El hombre que no muestra misericordia será objeto del juicio que él ha amado.

 

Buenas obras como evidencia de la fe;

demostrando su existencia a los hombres

 

La segunda parte del capítulo está relacionada con esto pues el autor comienza su discurso acerca de las obras como demostraciones de la fe hablando de esta misericordia que responde a la naturaleza y al carácter de Dios, naturaleza de la que como nacido de Él el cristiano verdadero es hecho partícipe. La profesión de tener fe sin esta vida , – cuya existencia es demostrada por las obras, — no puede ser provechosa para nadie. Esto es bastante claro. Yo digo esto acerca de la profesión de tener fe porque la epístola lo dice: "Si alguno dice que tiene fe". Esta es la clave de esta parte de la epístola. La persona lo dice: pero ¿dónde está la demostración de ello? Las obras son la demostración; y el Apóstol las usa de esta forma. Alguno dice que tiene fe. Ello no es algo que podemos ver. Por tanto yo digo con razón: «Muéstramela». Esta es la evidencia de la fe requerida para el hombre, — es sólo mediante sus frutos que nosotros la hacemos evidente a los hombres; porque la fe en sí misma no puede ser vista. Pero si yo presento estos frutos entonces ciertamente tengo la raíz sin la cual no podría haber frutos. De este modo la fe no se muestra a sí misma a los demás, ni yo puedo reconocerla, sin obras; pero las obras, fruto de la fe, demuestran la existencia de la fe.

 

La fe muerta de los demonios y de los hombres

 

Lo que sigue a continuación muestra que el autor está hablando de la profesión de una doctrina, verdadera tal vez en sí misma, — de ciertas verdades de las que se hace confesión; porque una fe real es considerada, — certeza de conocimiento y convicción, — la que tienen los demonios en la unidad de la Deidad. Ellos no lo dudan; pero no hay vínculo alguno entre el corazón de ellos y Dios por medio de una nueva naturaleza,— en realidad, ¡todo lo contrario!

 

Pero el Apóstol confirma esto mediante el caso de hombres en quienes la oposición a la naturaleza divina no es tan evidente. La fe, el reconocimiento de la verdad con respecto a Cristo, está muerta sin obras; es decir, una fe que no presenta nada está muerta.

 

Una profesión desprovista de realidad es distinta

de la fe viva que actúa mediante obras

 

Nosotros vemos en el versículo 16 que la fe de la que habla el Apóstol es una profesión desprovista de realidad; y el versículo 19 muestra que puede ser una certeza no fingida de que la cosa es verdadera: pero falta por completo la vida hecha nacer por la Palabra de tal modo que es formada una relación entre el alma y Dios. Porque esto tiene lugar por medio de la Palabra, ello es la fe; siendo engendrados por Dios tenemos una vida nueva. Esta vida actúa, es decir, la fe actúa, conforme a la relación con Dios mediante obras que, naturalmente, emanan de ella de manera natural y que dan testimonio de la fe que las produjo.

 

Frutos dando testimonio mediante su carácter de la fe

que los produjo,  evidenciados por Abraham y Rahab;

las obras son el sello de la fe

 

Desde el versículo 20 hasta el final el autor presenta una nueva demostración de su tesis fundamentada en el último principio que he mencionado. Ahora bien, estas demostraciones no tienen absolutamente nada que ver con los frutos de una naturaleza bondadosa (porque los hay), que nos pertenecen como criaturas, — pero no con esa vida que tiene como su fuente la Palabra de Dios mediante la cual Él nos hace nacer. Los frutos de los que habla el Apóstol dan testimonio de la fe mediante su propio carácter de la fe que los produjo. Abraham ofreció a su hijo; Rahab recibió a los mensajeros de Israel asociándose con el pueblo de Dios cuando todo estaba en contra de ellos y separándose de su pueblo por fe. Todo es sacrificado para Dios, todo es abandonado por Su pueblo antes de que éste hubiera obtenido una sola victoria y mientras el mundo estaba en pleno poder, tales fueron los frutos de la fe. Uno se refirió a Dios; y Le creyó de la manera más absoluta contra todo lo que hay en la naturaleza o con lo que la naturaleza puede contar; la otra reconoció al pueblo de Dios cuando todo estaba en contra de ellos; pero ninguno de los dos fue el fruto de una naturaleza amable o de algo bueno natural como los hombres llaman a las buenas obras. Uno era un padre yendo a dar muerte a su hijo, la otra era una mala mujer traicionando a su patria. Ciertamente se cumplió la Escritura que decía que Abraham creyó a Dios. ¿Cómo podría él haber actuado como lo hizo si no le hubiera creído a Dios? Las obras pusieron un sello sobre su fe; y la fe sin obras es como el cuerpo sin alma, una forma exterior desprovista de la vida que la anima. La fe actúa en las obras (sin ella las obras son una nulidad, no son las de la vida nueva), y las obras completan la fe que actúa en ellas; porque a pesar de la prueba, y en la prueba, la fe está en actividad. Las obras de la ley no tienen parte alguna en ello. La ley exterior que exige no es una vida que produce (aparte de esta naturaleza divina) estas santas y amorosas disposiciones que teniendo a Dios y a Su pueblo por objeto, no valoran ninguna otra cosa.

 

Justificados por la fe ante Dios;

justificados por las obras ante los hombres

 

Obsérvese que Santiago nunca dice que las obras nos justifican ante Dios; porque Dios puede ver la fe sin sus obras. Él sabe que la vida está allí. Está en ejercicio con respecto a Él, hacia Él, por la confianza en Su Palabra, en Él mismo, recibiendo Su testimonio a pesar de todo lo que hay dentro y fuera. Esto Dios lo ve y lo sabe. Pero cuando se trata de nuestros semejantes, cuando hay que decir: «Muéstrame», entonces la fe, la vida, se manifiesta en las obras.

 

Capítulo 3

 

La lengua como prueba de si acaso el nuevo hombre

está en acción o no lo está

 

En el capítulo 3 el Apóstol vuelve a presentar la lengua como el exponente más inmediato del corazón, la prueba de si acaso el hombre nuevo está en acción, si acaso la naturaleza y la voluntad propia están bajo control. Pero aquí no hay casi nada que necesite ser comentado aunque sí hay mucho que exige el oído que oye. Donde existe la vida divina el conocimiento no se manifiesta a sí mismo en meras palabras sino en el andar y mediante obras en las que será vista la mansedumbre de la verdadera sabiduría. La amargura y la contención no son frutos de una sabiduría que viene de lo alto sino que son terrenales, de la naturaleza de un hombre y del enemigo.

 

Las tres características de la sabiduría que viene de lo alto

 

La sabiduría que viene de lo alto teniendo su lugar en la vida, en el corazón, tiene tres características. En primer lugar, el carácter de pureza porque el corazón está en comunión con Dios, tiene comunión con Él; por lo tanto, es imprescindible que haya esta pureza. Luego, es pacífica, amable, dispuesta a ceder a la voluntad de otro. Seguidamente, es una sabiduría llena de buenas obras actuando conforme a un principio que, como su origen y sus motivos son de lo alto, hace el bien sin parcialidad; es decir, su acción no está guiada por las circunstancias que influyen la carne y en las pasiones de los hombres. Por el mismo motivo ella es sincera y sin hipocresía. Pureza, ausencia de voluntad y del yo, actividad en el bien, tales son las características de la sabiduría celestial.

 

Enseñar a otros es diferente de tener la vida vivificada

por el poder de la verdad

 

Estas instrucciones para refrenar la lengua como siendo ella el primer movimiento y expresión de la voluntad del hombre natural se extienden a los creyentes. No debe haber (en cuanto a la disposición interna del hombre) muchos maestros. Todos fracasamos; y enseñar a otros y fracasar nosotros mismos sólo aumenta nuestra condenación. Porque la vanidad puede ser fácilmente alimentada al enseñar a otros; y eso es una cosa muy diferente de tener la vida vivificada por el poder de la verdad. El Espíritu Santo concede Sus dones como Él quiere. El Apóstol habla aquí de la propensión a enseñar que existe en alguno, no del don que él puede haber recibido para enseñar.

 

Capítulo 4

 

El juicio de la naturaleza desenfrenada, de la voluntad

 

En todo lo que sigue a continuación (capítulo 4) tenemos todavía el juicio de la naturaleza desenfrenada, de la voluntad en sus diferentes formas: contenciones que surgen de las concupiscencias del corazón natural; peticiones hechas a Dios que proceden de la misma fuente; los deseos de la carne y de la mente desarrollándose y encontrando su ámbito en la amistad del mundo que es así enemistad contra Dios. La naturaleza del hombre codicia de manera envidiosa, está llena de envidia con respecto a los demás. Pero Dios da más gracia: hay poder que contrarresta si uno se contenta con ser pequeño y humilde, con ser como nada en el mundo. La gracia y el favor de Dios están con una persona tal; porque Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. En seguida el Apóstol presenta la acción de un alma dirigida por el Espíritu de Dios en medio de la multitud incrédula y egoísta con la que estaba asociada (versículos. 6 a 10). Porque él todavía supone que los creyentes a quienes se dirigía estaban en relación con la ley. Si hablaban mal de su hermano a quien la ley daba un lugar ante Dios, ellos hablaban mal de la ley [véase nota], según la cual el valor de él era tan grande. El juicio correspondía a Dios que había dado la ley y que vindicaría Su autoridad además de conceder liberación y salvación.

 

[Nota]. Compárese con 1ª Tesalonicenses 4:8 donde el Espíritu asume aquí el lugar de la ley.

 

Versículos 13 a 16. La culpa es atribuida a la misma voluntad propia y al hecho de olvidar a Dios, la falsa confianza que emana del hecho de contar con que uno puede hacer como a uno le place, — es decir, la ausencia de dependencia de Dios. El versículo 17 es una conclusión general fundamentada en el principio ya sugerido (véase capítulo 3:1), y en lo que se dice con respecto a la fe. El conocimiento de lo bueno sin su práctica hace que incluso la ausencia de la obra que uno podría haber realizado sea un pecado positivo. La acción del hombre nuevo está ausente, la del viejo hombre está presente; pues lo bueno está ante nuestros ojos, — nosotros sabemos lo que debemos hacer y no elegimos hacerlo; no hay inclinación a hacerlo— nosotros no lo haremos.

 

Capítulo 5

 

La venida del Señor en relación con las dos clases de Israel

y con el andar del cristiano

 

Las dos clases en Israel están claramente señaladas aquí en contraste una con otra, con la adición de la senda que el cristiano debiese seguir cuando es castigado por el Señor.

 

El Apóstol presenta la venida del Señor como término de la condición de ellos, tanto a los opresores incrédulos y ricos en Israel como al remanente pobre y creyente. Los ricos han acumulado tesoros para los postreros días; los pobres oprimidos han de ser pacientes hasta que el Señor mismo venga a liberarlos. El autor dice además que la liberación no tardaría. El labrador espera la lluvia y el tiempo de la siega; el cristiano espera la venida de su Maestro. Como hemos visto, esta paciencia caracteriza la senda de la fe. Ello había sido visto en los profetas; y en el caso de otros nosotros llamamos felices a los que soportan padecimientos por causa del Señor. Job nos muestra los modos de obrar del Señor: él necesitó tener paciencia pero el propósito final del Señor fue la bendición y la compasión para con él.

 

Esta expectativa de la venida del Señor era una solemne advertencia y al mismo tiempo el más fuerte estímulo, pero eran una advertencia y un estímulo que mantenían el verdadero carácter de la vida práctica del cristiano. Ello mostraba también en qué terminaría el egoísmo de la voluntad del hombre y reprimía toda acción de esa voluntad en los creyentes. Los sentimientos de los hermanos entre sí fueron puestos bajo la salvaguardia de esta misma verdad. Ellos no debían tener un espíritu de descontento, ni murmurar unos contra otros que tal vez eran más favorecidos en sus circunstancias externas pues "el juez" estaba "delante de la puerta".

 

Lo que muestran los juramentos

 

Los juramentos mostraban aún más el olvido de Dios y  por consiguiente las actuaciones de la voluntad propia de la naturaleza. "Sí" debiese ser sí, y "no", no. Las actuaciones de la naturaleza divina en la conciencia de la presencia de Dios y la represión de toda voluntad humana y de la naturaleza pecaminosa es lo que desea el escritor de esta epístola.

 

Recursos del cristiano para la alegría

y para la aflicción

 

Ahora bien, en el cristianismo había recursos tanto para la alegría como para la aflicción. Si algunos estaban afligidos, que ellos hagan oración (Dios estaba dispuesto a oír); si estaban alegres, que cantaran; si estaban enfermos, que llamaran a los ancianos de la asamblea, quienes orarían por el que padecía y lo ungirían, y el castigo sería quitado, y los pecados por los cuales él era castigado de esa manera de acuerdo con el gobierno de Dios,, serían perdonados en lo que respecta a ese gobierno; pues es sólo de eso de lo que se habla aquí.

 

La oración de fe; el castigo del Señor; la sanación

y los pecados perdonados gubernamentalmente

 

La imputación de pecado para condenación no tiene lugar aquí. La eficacia de la oración de fe es puesta ante nosotros; pero ello es en conexión con el mantenimiento de la sinceridad de corazón. El gobierno de Dios es ejercido con respecto a Su pueblo. Él los castiga mediante la enfermedad; y es importante que la verdad sea mantenida en el hombre interior. Los hombres ocultan sus faltas; desean andar como si todo estuviera yendo bien; pero Dios juzga a Su pueblo. Él prueba el corazón y la mente. Se los sujeta con cadenas de aflicción. Dios les muestra sus faltas o la inquebrantable voluntad propia de ellos. El hombre "también sobre su cama es castigado con dolor fuerte en todos sus huesos". (Job 33:19). Y ahora la iglesia de Dios interviene en amor y según su propio orden por medio de los ancianos; el enfermo se encomienda a Dios confesando su estado de necesidad; el amor de la iglesia actúa y lleva al castigado, según esta relación, ante Dios, — pues es allí donde está la iglesia. La fe aduce esta relación de gracia; el enfermo es sanado. Si los pecados, — y no meramente la necesidad de disciplina, — fueron la causa de su castigo, esos pecados no impedirán que él sea sanado, le serán perdonados.

 

Confesión y oración de unos por otros;

el amor reinando en la iglesia

 

Luego el Apóstol presenta el principio en general como la forma de proceder para todo, a saber, abrir sus corazones unos a otros para mantener la verdad en el hombre interior como a uno mismo; y orar unos por otros a fin de que el amor esté en pleno ejercicio con respecto a las faltas de los demás; siendo así formadas espiritualmente la gracia y la verdad en la iglesia y una perfecta unión de corazón entre cristianos, de modo que incluso sus faltas sean ocasión para el ejercicio del amor (como en Dios hacia nosotros), y una entera confianza unos en otros conforme a ese amor, tal como se siente hacia un Dios restaurador y perdonador. Qué hermoso retrato es presentado de los principios divinos que animan a los hombres y los hacen actuar conforme a la naturaleza de Dios mismo, y la influencia de Su amor sobre el corazón.

 

Nosotros podemos recalcar que de lo que se habla aquí no es de confesión a los ancianos. Eso habría sido confianza en los hombres, — confianza oficial. Dios desea la operación del amor divino en todo. La confesión de unos a otros muestra la condición de la iglesia, y Dios quiere que la iglesia esté en un estado tal que el amor reine así en ella, que ellos estén tan cerca de Dios como para poder tratar al transgresor conforme a la gracia que ellos conocen en Él: y que este amor sea hecho realidad de tal manera que la perfecta sinceridad interior sea producida por la confianza y la operación de la gracia. La confesión oficial destruye todo esto, — ella es contraria a ello. ¡Cuán divina es la sabiduría que omitió la confesión al hablar de los ancianos, pero que la ordena como la impresión viva y voluntaria del corazón!

 

El valor de las oraciones fervorosas del justo:

la obra del Espíritu

 

Esto nos lleva también al valor de las oraciones fervorosas del justo. Es su cercanía a Dios, es el sentido que él tiene de lo que Dios es lo que consecuentemente le da este poder (por la gracia y la operación del Espíritu). Dios tiene en cuenta a los hombres, y esto Él lo hace conforme a la infinitud de Su amor. Él tiene en cuenta la confianza en Él, la fe en Su palabra, manifestada por uno que piensa y actúa de acuerdo con una justa apreciación de lo que Él es. Eso es siempre la fe que hace sensible para nosotros lo que no vemos, — a Dios mismo, el cual actúa de acuerdo con la revelación que Él ha dado de Sí mismo. Ahora bien, el hombre que es justo por medio de la gracia en sentido práctico está cerca de Dios; como siendo justo él mismo no tiene que ver con Dios con respecto al pecado, lo cual mantendría su corazón a distancia; su corazón está así libre para acercarse a Dios conforme a Su naturaleza santa en favor de los demás; y movido por la naturaleza divina que lo anima y que le permite apreciar a Dios, él procura, según la actividad de esa naturaleza, que sus oraciones puedan prevalecer ante Dios, ya sea para el bien de los demás o para la gloria de Dios mismo en su servicio. Y conforme a esa misma naturaleza Dios responde bendiciendo esta confianza y respondiendo a ella para manifestar lo que Él es para la fe, para alentarla aprobando su actividad, poniendo Su sello sobre el hombre que anda por fe. [Véase nota].

 

Nosotros sabemos que el Espíritu de Dios actúa en todo esto; pero el Apóstol no habla aquí de Él, estando ocupado con el efecto práctico, y presentando al hombre tal como es visto actuando bajo la influencia de esta naturaleza en su energía positiva con respecto a Dios, y cerca de Él, de modo que él actúa en toda la intensidad de dicha naturaleza y movido por el poder de esa cercanía. Pero si nosotros consideramos la acción del Espíritu estos pensamientos son confirmados. El hombre justo no contrista al Espíritu Santo y el Espíritu obra en él de acuerdo con Su poder, no teniendo que rectificar su conciencia con Dios sino actuando en el hombre de acuerdo con el poder de su comunión.

 

[Nota]. Es bueno recordar que esto es llevado a cabo con respecto a los modos de obrar de Dios en cuanto a gobierno, y por lo tanto bajo el título de Señor, — un lugar que Cristo tiene especialmente, aunque el término es utilizado aquí de manera general. Compárese con el versículo 11 y con la referencia judía general del pasaje. Para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, y un Señor, Jesucristo. Él ha llegado a ser Señor y Cristo, y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor.

 

La eficacia de la oración de fe ilustrada por Elías

 

Por último, nosotros tenemos la seguridad de que la oración ardiente y fervorosa del justo tiene gran eficacia pues es la oración de la fe, la cual conoce a Dios y cuenta con Él y se acerca a Él.

 

El caso de Elías es interesante, ya que nos muestra (y hay otros ejemplos del mismo tipo) de qué manera el Espíritu Santo actúa interiormente en un hombre donde vemos la manifestación exterior de poder. En la historia tenemos la declaración de Elías: "Vive Jehová,… que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra". (1o. Reyes 17:1).  Esta es la autoridad, el poder, ejercido en el nombre de Jehová. En nuestra epístola es presentada la operación secreta, lo que sucede entre el alma y Dios. Él oró, y Dios le oyó. Nosotros tenemos el mismo testimonio por parte de Jesús ante el sepulcro de Lázaro. Sólo que en este último caso tenemos las dos cosas juntas, excepto que la oración misma no es presentada, — a lo menos en el gemido indecible del espíritu de Cristo.

 

El Dios vivo y que actúa revelado como interesado en Su pueblo

mediante Pablo, Elías y el Señor ante la tumba de Lázaro

 

Comparando Gálatas 2 con la historia en Hechos 15 nosotros encontramos una revelación de parte de Dios que determinó la conducta de Pablo con independencia de cuáles pueden haber sido los motivos externos que eran conocidos por todos. Mediante tales casos como los que el Apóstol propone a la iglesia, y los de Elías y el Señor Jesús, nos es revelado un Dios que vive, actúa y se interesa en todo lo que sucede entre Su pueblo.

 

La actividad del amor hacia los que se extravían de la verdad

 

Existe también la actividad del amor hacia los que se extravían de la verdad. Si alguien se aparta de la verdad y ellos lo hacen volver por medio de la gracia, que se sepa que hacer volver a un pecador del error de su camino es el ejercicio, — por sencilla que sea nuestra acción en ello, — del poder que libra a un alma de la muerte; por consiguiente, todos aquellos pecados que se extienden en la odiosa naturaleza de ellos ante los ojos de Dios y ofenden Su gloria y Su corazón con la presencia de ellos en Su universo, son cubiertos. Siendo el alma llevada a Dios por medio de la gracia, todos sus pecados son perdonados, no aparecen más, son borrados de delante de la faz de Dios. El Apóstol (como en todas partes) no habla del poder que actúa en esta obra de amor sino del hecho. Él lo aplica a casos que habían sucedido entre ellos; pero establece un principio universal con respecto a la actividad de la gracia en el corazón que es animado por ella. El alma extraviada es salvada; el pecado es quitado de delante de Dios.

 

El pecado vencido y sorbido por el amor que se ocupó de él

 

El amor en la asamblea suprime, por así decirlo, los pecados que de otro modo destruirían la unión y superaría ese amor en la asamblea y ellos aparecerían en toda su deformidad y toda su malignidad ante Dios. Mientras que al ser enfrentados mediante el amor en la asamblea, dichos pecados no van más allá y son, por así decirlo (en cuanto al estado de cosas ante Dios en este mundo), disueltos y quitados por el amor que dichos pecados no podían vencer. El pecado es vencido por el amor que se ocupó de él, desaparece, es sorbido por él. Por tanto, el amor cubre multitud de pecados. He aquí su acción en la conversión de un pecador.

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Mayo 2023

Título original en inglés:
JAMES, by J.N.Darby 
Synopsis of the Books of the Bible
Traducido con permiso
Publicado por:
Bible Truth Publishers
59 Industrial Road
P.O. Box 649
Addison, IL  60101
U.S.A.

Versión Inglesa
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