LA SALVACIÓN
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles
("") y han sido tomadas de la
Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones,
tales como:
LBLA = La Biblia
de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by
The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVR1865 =
Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada
por: Local Church Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909
USA).
I. La salvación del alma
La palabra "salvación" es empleada
en la Palabra de Dios en diferentes sentidos. Es importante que no los confundamos
y que no omitamos ninguno de ellos, pues es así como muchas almas llegan a turbarse
o inquietarse.
Cuando, en la cárcel de Filipos (Hechos 16),
el carcelero espantado y temblando se derribó a los pies de Pablo y de Silas
pidiéndoles: "¿qué debo hacer para ser salvo?”, ellos dijeron: "Cree
en el Señor Jesucristo y serás salvo".
Así es como Jesús da al alma que gime bajo el
peso de sus pecados, una salvación perfecta y eterna, adquirida en la cruz del
Calvario. Es la maravillosa certidumbre que nos da Juan 3:36: "El que cree
en el Hijo, tiene vida eterna".
Es bueno que el alma que crea en Jesús como
Salvador comprenda también la verdad siguiente: y es que su salvación no tiene
como base sus propios méritos o sus sentimientos, sino únicamente la obra de
Cristo; y esta obra ha satisfecho completamente todas las exigencias de la
justicia divina. Dios ha dado la prueba de su entera satisfacción resucitando a
Jesús de los muertos. De manera que, para la fe, Cristo resucitado es la
prueba de nuestra perfecta justificación delante de Dios (Romanos 4: 21-23).
En cambio, querido lector, si no escuchas el
llamamiento de Dios para que te arrepientas, y si menosprecias el don de su
Hijo, ‘¿cómo escaparás si tuvieres en poco una salvación tan grande?’ (Hebreos
2:3).
II. La redención de nuestro
cuerpo
Otra salvación es prometida a los que han aceptado
a Jesús como Salvador. Es la "redención de nuestro cuerpo", la cual
deseamos ardientemente, gimiendo dentro de nosotros mismos. El apóstol habla
de dicha salvación en Romanos 8:23. Esta salvación del cuerpo es también obra
de Cristo. Será completamente realizada cuando Cristo vuelva para buscar a los
suyos. "Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los
pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvación de los que
ansiosamente le esperan.” (Hebreos 9:28 – LBLA). Actualmente, esta salvación es
el objeto de la fe del creyente: "porque en esperanza somos salvos
(Romanos 8:24 – RVR1865), y es lo que le aparta de las cosas terrestres y le
hace fijar los ojos en un Salvador resucitado, ahora en los cielos, pero que
volverá en breve. "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde
también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria
suya.” (Filipenses 3: 20, 21). ¡Qué maravillosa esperanza!
III. La
salvación del andar cristiano
La Palabra nos habla de otra salvación, en la
cual la responsabilidad del creyente juega un papel.
El que vino a ser un hijo de Dios corre a
cada instante el peligro de caer en las numerosas trampas que Satanás y el mundo
ponen en su camino. Debe tener mucho cuidado de qué manera anda (Efesio 5:15).
Es en el mismo sentido que el apóstol Pablo decía a los Filipenses:
"ocupaos en vuestra salvación
(no, ‘de vuestra salvación’)
con temor y
temblor (Filipenses 2:12). Había combatido juntamente con ellos (Filipenses 1:
27-30), y luego, durante su ausencia, ellos mismos tenían que trabajar, no para
conseguir la posición de hijos de Dios, posición adquirida por la obra de
Cristo, sino para alcanzar o ganar, cada día, la victoria sobre el enemigo
hasta el fin de su carrera en este mundo. El enemigo hará siempre esfuerzos
para arruinar el testimonio del cristiano. Lo que nos salva es la fe, por la
cual aceptamos el don de Dios, pero, ¿qué pensar de aquel que declara poseer la
fe, por la cual aceptamos el don de Dios, y cuyo andar no corresponde en nada
a esta fe? En vez de ser ‘perfeccionada’, como dice el apóstol Santiago (Santiago
2:22), es "muerta" (Santiago 2:20), "muerta en sí misma" (Santiago
2:17), ya que no hay obras que demuestren su existencia. Es muerta a los ojos
de los hombres, "...conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación” (1ª. Pedro 1:17).
Si no realizamos esta exhortación, nadie
puede afirmar que somos hijos de Dios. Sin duda alguna, Dios conoce a los suyos:
el "justo" Lot fue salvado como a través del fuego, pero su testimonio
en la tierra fue inexistente, lo que no honra a Dios.
B.
S.
Revista
“Vida
Cristiana”, Año 1965, No. 76.-