"HE LAVADO VUESTROS PIES"
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60)
El amor por "los suyos" había sido – y sigue siendo – el móvil del servicio del Señor,
tal como nos lo presenta el principio del capítulo 13 del evangelio según Juan. Del mismo modo, el amor a nuestros hermanos
será lo que nos llevará a ser imitadores del Señor, como somos exhortados en los versículos 14 y 15: "vosotros también
debéis lavaros los pies los unos a los otros"; lavarnos los pies los unos a los otros, ¡cuán poco sabemos hacerlo, hermanos!
Preguntémonos, pues, el porqué, considerando esta hermosa enseñanza del Señor.
En primer lugar, faltamos de amor hacia nuestros hermanos, de un amor verdadero que se olvida
de sí mismo, y no piensa más que en el bien de los demás. Ocurre que muchas veces consideramos con indiferencia las inconsecuencias
o caídas de nuestros hermanos; esta indiferencia es una falta de amor según Dios. Sin embargo, esta indiferencia, generalmente
la consideramos como la manifestación de un espíritu de gracia. Otras veces, hay en nuestros corazones malos pensamientos
hacia nuestros hermanos, y – por lo tanto – es cuando resulta imposible poner en práctica la exhortación del Señor.
En segundo lugar, no podemos lavar los pies a nuestros hermanos porque no siempre nos hallamos en
el estado moral conveniente para hacerlo. Si no hemos dejado al Señor lavarnos los pies, nuestros corazones permanecen
más o menos bajo la influencia de las cosas de la tierra, y nos resulta imposible lavar los pies a nuestros hermanos.
Si quisiéramos hacerlo en semejante estado, tan sólo lograríamos añadir más polvo a los nuestros, cuando necesitan primero
ser lavados.
Para estar los creyentes en un estado moral que nos permita imitar el ejemplo que el Señor nos
ha dado, hemos de amar como el Señor ama, y gozar por nosotros mismos de nuestra parte con Él. Entonces podremos colocarnos
a los pies de nuestro hermano y hablarle de Cristo y de Su amor. Y así sus pies serán lavados. No lo olvidemos, hermanos:
no será recordándole sus faltas, y menos aún juzgándole por su conducta cómo podremos lavarle los pies. Este es un método
de obrar demasiado corriente, lo cual no puede dar buenos resultados. ¡El lavado de los pies es una cosa muy distinta!
Consiste en colocarse a los pies del hermano, es decir, más bajo que él, para alcanzar su corazón presentándole la persona
de Cristo para que su conciencia sea tocada. Una lección de moral, un sermón, darán resultados opuestos a los que deseamos
obtener: irritarán al hermano, o, le desanimarán. Sí, hermanos, EL CORAZÓN será siempre el verdadero camino para alcanzar
la conciencia. ¿Podría quedar insensible el corazón del redimido cuando Cristo le es presentado en la excelencia
de Su Persona, en la perfección de Su obra y la grandeza de Su amor?
Pedro había negado a su Maestro. Sin embargo, vemos en el capítulo 21 del evangelio según Juan que
el Señor no le hizo reproche alguno (versículos 15 al 19). Nada le dice de todas las circunstancias que hubiera podido recordar
para trabajar su conciencia. Ni una palabra acerca de su caída, o para recordarle que había negado a su Señor... En cambio,
¡con qué amor habla a su corazón! Y la conciencia del discípulo es alcanzada; Pedro juzga profundamente su falta tan grave,
y es restaurado. De nuevo puede gozar de la comunión con el Señor y de su parte con Él. Lo que el Señor había hecho en la
escena de Juan capítulo 13, no lo entendía, pero lo comprendería más tarde. Cuando fue restaurado Pedro, se manifestó
la grandeza del Amor del Señor, en Su servicio de abogado.
"Si no te lavare, no tendrás parte conmigo" (Juan 13:8).
"Vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que
como yo os he hecho, vosotros también hagáis." (Juan 13: 14-15).
"Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13:17).
Paul Fuzier
Revista "VIDA
CRISTIANA", Año 1963, No. 65.-