EQUILIBRIO
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que,
además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
Tener afición por el aislamiento, puede conducirnos al desprecio mordaz de todo lo que nos liga
genuinamente con el prójimo. La torre de marfil, suele ser el refugio de los engreídos y esto es una grave enfermedad
que mina el organismo de toda sociedad o cuerpo. Todo miembro que se aísla voluntariamente en su norma de conducta del
trato ajeno, hurta, por así decir, energías y vitalidad al cuerpo al que genéricamente pertenece. Esto acarrea serias
consecuencias y responsabilidades a la vez.
Por otra parte, una vida de actividad sin reposo, un afán de servicio visible, un movimiento irrazonado,
sin beber de las fuentes motoras de la energía que coordina el trasiego de nuestro andar diario, conduce indefectiblemente
a la vacuidad en cuanto a sus resultados.
¿Qué no deducir pues, de esta falta de equilibrio, llevando o mirando estas cosas como correspondiendo
a lo que se ata y se desata? (Mateo 18:18). Pero veamos algunos rasgos positivos y bien equilibrados. Consideremos aquella
medida, o pesa cabal, que tanto agrada al Señor (Proverbios 11:1) y de la cual se constituyó ejemplar Maestro.
¿Es que acaso el Señor amaba la soledad? o por lo contrario ¿era Su vida eminentemente social?
No; ni lo uno ni lo otro (Proverbios 8:31 y Juan 6:15). El Señor era un Hombre con mayúscula. El equilibrio más perfecto
gobernó todo el curso de aquella vida de humanidad sin mácula. Era el limpio de manos y puro de corazón del Salmo 24; el que
podía residir en el monte de la santidad del Salmo 15. Así es que, en ese maravilloso equilibrio, sabía exactamente buscar
la comunión y aún las directrices del Padre (puesto que voluntariamente tomó un lugar de dependencia). A los ojos de
sus contemporáneos, o de algún crítico ligero, podía parecer un solitario en ciertas ocasiones, mas Su conducta obedecía al
hecho de querer aplicar la medida divina de la gracia en favor de los hombres, una vez que descendiendo de la esfera sublime
de la intimidad del Padre, se introducía en las circunstancias de estos por miserables que fueran, y entonces esos mismos
contemporáneos decían de él: "Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores." (Lucas 7:43).
"Pero la sabiduría es justificada por sus obras." (Mateo 11:18 – BTX).
¡Que retiro más precioso para el servicio necesario! Nuestra vida no es ni contemplativa, ni
nerviosamente activa. ¡Que el Señor nos guíe en su senda humilde de perfecciones sin par! Pero ahí si, en esa senda Él estuvo
solo. Visiblemente, ni una nota de simpatía, ni comprensión vibró a Su alrededor.
Halló eso sí, una mujer que le hizo exclamar: "Oh mujer, grande en tu fe" (Mateo 15:28), y esto daba
gozo al corazón del Señor. Hallo también otra de quien pudo decir que había escogido "la buena parte" (Lucas 10:42), y que
también en vida le ungió para su sepultura (Juan 12:7); pero un corazón en quien poderse descansar y ser correspondido a lo
largo de Sus condensados tres años de amar y de servir, no lo halló entre los hombres; no lo había. En este aspecto ha
sido el bendito solitario. Y aunque exclamaba "no estoy sólo" (Juan 16:32), la comunión, la identificación, la perseverancia
en un amor constante y santo la hallaba, o mejor dicho la vivía (pues nunca la perdió para recobrarla), en el seno del Padre.
En este camino; en esta soledad, siempre Le tendremos como amigo. En Él hallaremos un
corazón invariable que nos consolará con el mismo amor que a Él le consoló en Su senda. Y si cantamos el himno: 'Tu camino solitario – por donde fuiste a la cruz –
de todos desconocido – sea nuestro oh Jesús', con más deseo que cadencia
musical, ciertamente nos será concedido.
Fue el camino que poco después – unos años apenas – el 'Pablo viejo' anduvo, y que a medida
que se acrisolaba su fidelidad hacia el divino Precursor, más solitario se le hacía... Por poco que probemos andar en él,
apenas si hallaremos unos pocos Timoteos y Lucas por los cuales podamos dar gracias a Dios; y si el combate es fuerte
y lo lidiamos con armas de legitimidad, cuando "todos me desampararon" dice el apóstol – "el Señor estuvo a mi
lado y me dio fuerzas" (2ª. Timoteo 4: 16—17); eso es lo que cuenta.
Sobre la medida del camino solitario, un recordado siervo del Señor escribió lo siguiente:
«De la proporción entre la medida secreta
de comunión de nuestra marcha con Dios y de lo que pasa de hora en hora entre nuestra alma y Él, podrá calcularse el grado
de nuestro aislamiento. En lo que debemos prestar atención de forma particular, es en que nuestras obras sean perfectas
delante de Dios; que todas nuestras acciones sean medidas en relación inmediata con Él; y esto necesariamente, debe
de producir un cierto grado de aislamiento. Este fue el caso de Cristo. Siempre humilde, siempre solitario y sin
embargo, lleno de amor por todos, de una afabilidad perfecta hacia toda alma en la necesidad, así como en favor de Sus
discípulos. Poco importa que bajemos en la estimación ajena; es la consecuencia necesaria de la fidelidad.»
«...Al
mismo tiempo es buena cosa caminar con los santos guardando y cultivando su afecto, pero cuanto más la marcha individual
estará marcada por la fidelidad, más el aislamiento será manifiesto porque esto sólo es comprendido por los menos. Asimismo,
cuanto más cerca estemos de Cristo, la gracia hacia los demás irá en aumento según el Señor dijo: "que os améis los unos a
los otros, como yo os he amado". Así habrá, en una senda cerca de Dios, el sentimiento permanente de Su favor secreto;
pero entonces esta dependencia personal de Dios nos conducirá al aislamiento; es por lo que, nuestro sendero será solitario
como lo fue siempre el de Cristo.»
Hasta donde pueda llegar la medida de restricción que nos toque vivir, sólo Dios lo sabe. El Señor
no tenía necesidad de límites en Su senda. Si se sometió a algunos de ellos, fue para manifestarnos más y más, la gloria del
carácter moral en Su humanidad. En Su perfección tenía la prerrogativa de manifestar un amor gratuito por encima de la responsabilidad
del hombre, pero Él ha trazado unos límites en nuestro sendero. Unos límites necesarios que no debemos trasgredir so
pena de arruinar el testimonio. Límites de una esencia moral en nuestra marcha que no pueden mezclarse: los del amor en la
verdad y los de la verdad en amor.
¡Que el Señor nos conceda salvar el escollo de nuestra debilidad!
C. S. C.
Revista
"VIDA CRISTIANA", Año 1963, No. 62.-