"…PERO EL MAYOR DE ELLOS…"
(1ª. Corintios 13)
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto
en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada
con permiso
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Desear ardientemente los mejores dones (1 Corintios 12:31 – VM), es una buena cosa, pero este deseo no ocupa su lugar ni tiene valor alguno, si no andamos o abundamos en
amor siguiendo ese "camino aun más excelente" que
todos los dones juntos.
Algunas veces se habla del 'don del amor' – un himno 'reclama', con intención sin duda loable, 'el rico don del amor' – pero el amor no es un 'don': en
cambio, el amor es
el motivo de la acción de los dones, y una expresión de la naturaleza de Dios, mientras que los dones espirituales,
testifican de atributos divinos, tales como el poder, el conocimiento y la sabiduría. Sin amor, aun con el más bello don de lenguas, no sería
otra cosa que un sonido; con el más grande entendimiento y ciencia y la más profunda fe, "nada soy" (1
Corintios 13: 1
al 3). Este alarde de actividad llamará la
atención y la admiración de los hombres, puede ser que ello me complazca, pero es inútil, puede ser peligroso, y yo juntamente
con ello. Un músico de gran talento que se plazca en tocar su instrumento a toda hora, y aún cerca de su madre enferma
a la cual fatigue, demostrará que puede ser un gran artista y sin embargo, no tener amor por su madre.
El apóstol no tiene porqué definir el amor: La Escritura no se preocupa de definiciones,
sino que nos coloca – eso sí – en presencia de lo que el amor es. Esta es la razón por la cual el
amor no se define: en cambio se da a conocer por acciones que tienen su propio sello; el sello divino.
Dios ha manifestado Su amor
al enviar su Hijo unigénito (1 Juan 4: 9-10). A su vez, el corazón lleno de ese amor que el Espíritu ha derramado, lo derrama fuera de sí, pues el amor toma posesión
del alma, no para ocuparse de ella sino de Dios y después de los otros; no para replegarse en sí misma, mas para proyectarse
al exterior, pues el amor se derrama.
No es cuestión de sentimientos naturales experimentados
hacia personas con quienes seamos afines. Aquí no se trata de inclinaciones por legítimas que puedan ser. El amor no es suscitado
por cualidades propias que dimanan de los que son su objeto. Sus motivos no los tiene fuera de sí, mas en sí mismo; es el efecto de un movimiento
interior de quien ama. Se manifestará en tal o cual circunstancia, pero no son estas las que lo producen: las circunstancias
proveerán solamente a su manifestación. Esto es precisamente lo que le hace ser superior a las circunstancias y a los
hombres, y le permite situarse por encima del mal. No busca su propia satisfacción, si no la de los otros. Es un libre don
de sí, y en definitiva su origen proviene también de la libre voluntad de Dios: ¿no es acaso el efecto de la naturaleza
divina en nosotros? No es porque fuésemos amables a los ojos de Dios que Él nos amó, al contrario, éramos "aborrecedores de Dios", indignos
de ser amados, y Dios mostró Su
amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores Cristo murió por nosotros. (Romanos 1:30; 5:8).
Pero por el hecho de que es la esencia, y más que esencia, el mismo ser de Dios
el amor "nunca
deja de ser". ¿Cómo podría ser de otra forma? El amor no se concibe fuera de la presencia de Dios. ¡Qué gran distancia media
entre este amor y
aquello a lo cual el lenguaje humano le aplica
el mismo nombre! ¡Cuánto cuidado hemos de tener en guardarnos de toda confusión en relación con esto! Aun lo que
la acción del Espíritu podría producir de más notable en un hombre, sin el amor no sería otra cosa que un "nada soy". El hecho de
'entregar su cuerpo para ser quemado' es una cosa, entregar el
corazón y el alma es otra cosa bien diferente. Las formas de obrar (y hay quince) que se enumeran
en 1 Corintios 13, versículos 4 al 7, no son
exclusivamente caracteres por los cuales el amor pueda ser reconocido, pues fluyen directamente del manantial profundo y puro
que es Dios mismo.
Son cualidades sin las cuales el amor no existiría y a su vez sin este, no tendrían en sí realidad alguna. No se imponen,
ni tampoco pueden simularse. Suponen, eso sí, la comunión con Dios, y corresponden a un orden de cosas unido a esta comunión.
Dios se halla presente.
Resulta obvio decir, hasta
qué punto el amor "se goza de la verdad", es inseparable de esta verdad. "Siguiendo la verdad en amor", dice Pablo a los Efesios: sin esta verdad en el amor no hay crecimiento
posible (Efesios 4:15).
Un amor sin verdad, solamente sería una máscara sin vida, disimulando la faz del egoísmo; eso
sería la negación del amor. Un amor que solo
quedara en palabras, paralelamente a lo antedicho, sería ficticio: hemos sido enseñados a amar "con hecho y de verdad" (1 Juan 3:18 - BTX).
De donde se desprende, también, que el amor no anda separado de la obediencia.
"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama", dice Jesús (Juan 14:21). Cuando
hay amor por los demás: "En
esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos
sus mandamientos … y sus mandamientos no son gravosos." (1 Juan 5: 2, 3). Y aun: "Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas … amaos unos a otros entrañablemente, de corazón
puro." (1 Pedro 1:22 – LBLA). Por otra
parte, aun cuando
Pablo tenía mucha libertad en Cristo para mandar lo que convenía a Filemón en relación con Onésimo, le ruega que lo reciba más bien por
amor; su deseo es que Filemón practique la obediencia del amor (Filemón 9 y ss.).
No nos engañemos; el amor no puede servir de tapadera
ni a la mentira, ni al error, ni a la voluntad propia. Si bien es cierto que "no toma en cuenta
el mal recibido"
(1 Corintios 13:5 – LBLA), que "todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" 1 Corintios 13:7), no hallamos en ninguna de estas cosas visos de indulgencia para
el mal. El amor no es ni ciego, ni débil. Solamente, que al contrario de nuestro corazón natural, no se complace
en descubrir,
ni en publicar,
el mal; el amor no supone su existencia; cuando le halla en su camino se aflige y en lugar de exponerlo a la malignidad
pública, busca para este, un remedio. Pero jamás trata al mal con indiferencia. Soporta y sufre las consecuencias que
le alcanzan personalmente sin quejarse ni vengarse, pero nunca se asocia con él. Por el hecho de querer el bien de aquel a quien ama y que a su vez
obró mal, trabajará con todas sus fuerzas para librarlo de ese mal. Tolerar el mal bajo
la capa del amor, en realidad no es otra cosa que amarse a sí mismo, hacer pasar su propio consentimiento y tranquilidad por encima de los intereses de Cristo y de los suyos. El
perjuicio peor que mi hermano puede ocasionarme, será el de animarme a proseguir mi mal camino, absteniéndose de reprenderme
en amor sobre mi marcha pecaminosa, por el solo hecho de no disgustarme.
Tengamos cuidado, hermanos amados del Señor, con las falsificaciones del amor.
Esto sitúa al hombre en el lugar de Dios. "Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro." (1 Pedro 1:22 - LBLA).
A. C.
Revista "VIDA CRISTIANA", Año
1962, No. 58.-