MOBI |
|
EPUB |
|
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
RVR1909
= Versión Reina-Valera Revisión 1909 (con permiso de Trinitarian Bible Society, London, England)
DEPENDENCIA, OBEDIENCIA Y VOLUNTAD DE DIOS
Tanto en las cosas materiales
como
en
las
espirituales, es necesario aprender una sola cosa a la vez. Así como es necesario que un niño aprenda a caminar antes de correr,
sucede lo mismo en las cosas de Dios. Las primeras lecciones nos preparan para las que siguen; sin ellas no sería posible
adelantar y vivir una vida ordenada. Sería extraño ver correr a un
niño que haya olvidado
como
caminar; es
lo mismo en las cosas de Dios. Si los creyentes procuramos correr antes de haber aprendido a caminar, el resultado es
que caemos.
Una de las primeras lecciones
que aprende el creyente después de haber recibido el perdón de sus pecados, es LA DEPENDENCIA.
Aquí abajo es donde vive y debe crecer espiritualmente,
pero no puede depender
de nada de lo que hay alrededor: depende del cielo. Aunque no es difícil esta lección, es necesario que la aprenda bien, pues la necesitará toda la vida. El creyente más avanzado es el que más siente que no puede
depender de lo que hay alrededor, ni tampoco de sí mismo,
y por lo tanto acude
a
los
recursos que tiene en el cielo. ¡Qué diferente esto a lo presentado en las doctrinas
ajenas
a
la
verdad, en las que se nos dice que el hombre tiene algo de bueno en sí y debe cultivarlo! El tal no depende del cielo: es independiente.
¡Cuántas veces, cuando un creyente adelantado cae después de haber caminado muchos años con
Dios, la causa es
que ha descuidado esta lección
tan
importante de la dependencia! Confió en lo que había aprendido o en la confianza que otros tenían en él, dejo de mirar al cielo, y se miró a sí mismo y a lo que le rodeaba. En esto
faltaron nuestros primeros padres
Adán y Eva. En lugar
de creer que lo que Dios dijo era lo
mejor y depender de
Él,
escucharon la voz de un extraño, y entró la independencia. De aquí parten las dos sendas, una en independencia, resultando en pecado y en su paga o salario: la muerte; la otra en dependencia, creciendo en el conocimiento
de Dios y la vida eterna. No hay cosa más intolerable para el hombre natural, así como también para
el creyente carnal, que tener que depender de Dios. Sus deseos, sus pensamientos, toda la inclinación de su ser son hacia él y en sí mismo, mientras que los deseos, pensamientos e inclinaciones del creyente espiritual
van dirigidas y están en el cielo.
El hombre independiente dice: «yo necesito cosas prácticas,
no
teorías ni
doctrinas.» A esto contestamos que no
hay cosa más práctica en la vida del creyente que la dependencia. Es como el respirar. Él pone esto "por obra" todo el tiempo, forma parte de su vida.
Pero el ser dependiente no termina
en esperar el cielo. El Señor
nunca falta
a los que en
Él esperan,
y el resultado es que reciben respuesta
del
cielo. No es posible vivir con una persona sin conocer sus gustos. De
la misma forma, no
es posible vivir en comunión con el Señor Jesús, sin aprender pronto
lo que a Él le agrada; de aquí viene la práctica. LA OBEDIENCIA consiste no sólo en hacer
sino en hacer lo
ordenado. Tampoco requiere el Señor de nosotros la obediencia sin habernos hecho conocer
Sus deseos. Por ejemplo, no
es desobediencia el hecho
de que un niño juegue en la calle, pero si lo hace después de habérselo prohibido, entonces es desobediencia. Así que
para obedecer, es necesario haber recibido
un mandato. No sería extraño ver que un creyente recién convertido no hiciera todo lo que hace uno más avanzado. Por ejemplo, el Señor dice: "Haced esto en memoria de mí", pero no diríamos que un creyente recién convertido desobedece este mandato si no lo
hace enseguida
de haber recibido el perdón de sus pecados, aunque sin duda no tardará
en hacerlo si continúa en dependencia, pues pronto verá
que así el
Señor lo ha expresado en Su Palabra. De este modo, el hombre dependiente aprende lo que le agrada al Señor, y lo "pone por obra";
en otras palabras, es obediente.
Cuando el creyente continúa
en dependencia y obediencia, experimenta cuán dulce
es, y desea aprender y obedecer cada día más. Experimenta que
"Mi yugo es fácil y ligera Mi carga" (Mateo
11:30), le agrada obedecer y se complace
en hacerlo siempre más; luego, desea obrar
solamente
la voluntad del Señor. Son deseos producidos
por el
mismo Señor, y sin duda es lo que Él quiere de todos nosotros. Pero vamos a ver que para ello
Dios nos pide una voluntad
quebrantada.
Si lo realizáramos, ello llenaría de gozo y dulzura cada uno de nuestros pasos, cada minuto del día. ¡Cuán hermoso
sería
estar solamente a
las órdenes de tal Maestro! Recuerdo haber oído decir a un creyente que caminó muchos
años con el Señor, y que
ahora está con Él: «Es dulce hacer la voluntad
de Dios; es verdad,
lo sé, porque lo be
probado», pero continuó diciendo:
«Es dulce tener mi voluntad quebrantada.» Cuando la voluntad de Dios
nos conduce
"junto a aguas
de reposo", no es muy difícil decir que es dulce, pero ¿podemos decirlo también aunque 'andemos en valle de sombra de muerte' y añadir "no temeré"? ¿Sabemos realizar que es dulce el camino cuando nos conduce por lo que es muerte a nuestra voluntad? Hubo Uno quien declaró: "Así, Padre, pues que así agradó en tus ojos." (Mateo 11:26 - RVR1909). Esto es algo totalmente distinto
a la resignación.
El creyente no acepta una cosa debido a que
no hay otro remedio. Recuerdo un hermano que decía cuando perdió su esposa: «Hay que resignarse.» No creo que debamos decir esto. Lo piensa y dice el
incrédulo, pero el creyente dice:
"Así,
Padre, pues que así agradó
en
tus ojos."
Así que, si tengo un jefe,
debo servirle "como
a Cristo;
no
sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad
de Dios." (Efesios 6: 5, 6). Y si tengo uno que está a mis órdenes, la Palabra me dice: "dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos." (Efesios 6:9).
Y
a los hijos, la Palabra les dice: "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres." (Efesios 6:1). Vemos pues como la voluntad
de Dios entra en nuestra vida diaria, en las cosas más corrientes de cada día. Si durante el domingo me he gozado mucho en la presencia de Dios, deberé
gozarme también el lunes cuando vaya a cumplir mi trabajo y obligaciones. No iré como antes, tan sólo para ganarme el pan,
sino para hacer
la voluntad de Dios,
para
servir a Cristo, ya en un trabajo de oficina, ya en los negocios, ya manejando una herramienta, la pala o la aguja, o cuidando de los niños, o preparando las comidas. Todo lo puedo hacer por el Señor, y experimento
cuán dulce es realizarlo.
¡Cuán agradable ha
de ser para Dios cuando ve en esta tierra, aquí o allí, a un creyente que obra de esta manera! Él puede decir entonces: «Veo en él algo de lo que
hubo en mi amado Hijo cuando estaba sobre la tierra.»
Así vemos, hermanos, y no lo olvidemos que la verdadera vida cristiana no consiste tan sólo en asistir y seguir las
reuniones, sino que consiste en VIVIR o
realizar esta vida en nuestras ocupaciones
diarias.
Pero, para hacer la voluntad de
Dios, es necesario conocerla. No puedo hacer lo que desea mi jefe si no
conozco sus deseos. Por eso dice el apóstol a los Colosenses que ora sin cesar por ellos, pidiendo a Dios que "sean llenos
del
conocimiento de Su voluntad, en toda sabiduría
e inteligencia espiritual" (Colosenses 1:9), demostrando que la voluntad de Dios no es sólo que
aceptemos lo que Él permite que nos acontezca, sino que Él nos instruye en Su Palabra en cuanto a Sus deseos.
Por hermoso que sea esto,
comprendemos fácilmente que esto
no
se puede realizar fuera de la dependencia y de la obediencia. Cualquier otro esfuerzo sería vano; sería procurar alcanzar la felicidad que hay en el camino de la obediencia mediante la independencia. Pero,
lo mismo que la independencia en el huerto de Edén fue
seguida por la
desobediencia,
alejando la criatura de su creador, todo esfuerzo en independencia, me aparta del Señor y no puede acercarme a Él. Recuerdo que una vez me enfrié en cuanto
a las cosas del Señor (aunque no me había mundanizado) sin que ninguno haya notado la diferencia, pero yo sabía que
no gozaba de la proximidad del Señor y de su comunión como antes. Deseoso de tenerla nuevamente, me dije: «¿Qué haré?» Si leo la Palabra, no encuentro interés en ella; si
me pongo a orar, lo
hago
con pocos deseos.
Permanecer en ese
estado no me era de ningún provecho. Entonces pensé: «voy a volver»; determiné humillarme
y juzgarme, y decirle al Señor que no
deseaba seguir sin Él. Leía un poco la Palabra, y no pasaron
muchos
días sin que renaciera en mí el interés, el gozo y la comunión, "y me buscaréis y me hallaréis,… Y seré hallado por vosotros, dice Jehová." (Jeremías 29:
13, 14). Si por nuestra parte hay humillación y disposición,
Él no nos faltará. Pero, una vez hallado de nuevo recuperada la comunión,
hay que cuidarla, mantenerla, - pues muy pronto podemos caer en la independencia y aún
en la desobediencia -. Aprendamos y guardemos
con celo tan preciosas enseñanzas.
Recordemos también, hermanos, que nuestras
reuniones son
afectadas,
están influenciadas, no sólo por la luz que tenemos (cosa muy necesaria)
sino también por el estado de alma de cada uno. Bien puedo pasar por un hermano o una hermana de mucho conocimiento, pero si no estoy caminando en dependencia, tarde o temprano la independencia se manifestará,
y si se manifiesta en las
cosas de
Dios, es muy grave. La independencia en las cosas de Dios es llamada lepra en el Antiguo Testamento; ¡sí! es la voluntad del hombre obrando en las cosas de Dios. Ya es un pecado
del
hombre el
hacer su
voluntad,
en independencia de Dios; pero el hacerla en las cosas divinas
es pretender introducir nuevamente lo que es horrible sobremanera, pues
Su amado Hijo tuvo que dar Su vida para quitar el pecado de Su presencia para siempre.
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1960, No. 47.-
volver a la página de contenidos de EDIFICACIÓN CRISTIANA
|