"UNÁNIMES"
(Unánimes = de común acuerdo = de un mismo acuerdo = de un solo ánimo)
Actualmente - al final de la historia de la Iglesia sobre la tierra - no podemos pretender el restablecimiento del estado de cosas que caracterizaba a los creyentes de los
cuales nos habla Hechos 2 y 4, pero lo que sí podemos hacer es manifestar los rasgos que resaltaban en aquellos cristianos
primitivos relativos a su marcha individual y en sus relaciones mutuas; entonces conoceremos en la asamblea - sin duda en cierta medida - la
vida y la lozanía que poseyó el testimonio en su origen. Todos los recursos que ellos poseían - o, por mejor decir, tenían a su disposición - permanecen inalterables
aún hoy; y son tan perfectos y tangibles como entonces, pues lo que de Dios proviene no puede variar.
No
es nuestro objeto examinar punto por punto lo relativo a Hechos 2:42 al 47, mas deseamos en este artículo escribir algo con
referencia a la expresión "unánimes" (versículo 46).
Puede
existir unanimidad para obrar lo que no es según Dios. Pilatos y Herodes, enemigos entre sí hasta aquel entonces en lo que atañe a su oposición contra la persona
de Cristo, tuvieron una 'entente' de significado matiz (Compárese con Lucas 23:12).
¡Líbrenos Dios de ponernos de acuerdo en lo que no puede complacerle y pensemos en cambio que estamos en una plena y verdadera
comunión los unos con los otros! Nuestra comunión debe de ser primeramente
"con el Padre y con su Hijo Jesucristo". Solamente así podremos tener comunión entre nosotros y nuestro gozo será cumplido
(1 Juan 1: 3 y 4). Este es el secreto para que la unanimidad
reine entre los hermanos. Cultivando cada cual de su parte la comunión con nuestro Dios y Padre y con nuestro Salvador y Señor
Jesucristo, tendremos así "la mente de Cristo" y en consecuencia todos unidos, un solo y mismo pensamiento. Las divergencias
vienen, la mayor parte de las veces (por no decir todas
las veces), de nuestros diferentes grados de comunión
con el Señor. ¡Cuánta pérdida ocasionamos, tanto a nosotros mismos como al testimonio, cuando la unanimidad no es la norma
que nos rige! Lo mismo entre nosotros que entre los que nos rodean, unas almas son desanimadas, otras alejadas...
Que
Dios nos conceda el estar atentos a todo lo que puede perjudicar el acuerdo que debe reinar en la asamblea.
Tal
o cual cosa que es excelente en sí deberá ser dejada por el momento a un lado
si ello ha de causar turbación en la concordia fraternal. Es necesario esperar el 'momento oportuno' para realizarla o para exponerla.
Esperar que Dios haya dispuesto los corazones para ser aceptada por todos 'unánimemente'. Este tiempo de espera y ejercicio
no es tiempo perdido, a pesar de las apariencias.
"¿Andarán
dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?" (Amos 3:3). Pues bien, los hermanos están llamados en su marcha a realizarla
en la misma senda y a manifestar los mismos rasgos y carácter que los cristianos primitivos. En nuestras relaciones mutuas
y en la asamblea no andaremos de manera que complazca al Señor sino en la medida que realicemos lo que es la 'unanimidad'.
¡'Concordar', cuán
necesario es en las diferentes reuniones de asamblea y particularmente en el culto y en la reunión de oración!
En
la reunión del culto: "Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis
al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 15:6). ¿Cómo podremos rendir debido culto en el Santuario si los hermanos no están unánimes? El Espíritu queda contristado por
nuestra conducta y, como consecuencia, Dios es frustrado en lo que le es
debido; pues todo lo que conduce a un desacuerdo en la asamblea termina en
definitiva en esto: ¡en que Dios queda frustrado por nosotros! ¿Pensamos acaso en ello? (Subrayemos aquí, como paréntesis, la importancia del "por tanto" con que empieza el versículo 7 de Romanos 15.
No podremos glorificar a nuestro Dios y Padre de un 'común
acuerdo' "a una voz" si perdemos de vista la exhortación que sigue: "Recibíos
los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios." (Romanos 15:7). Recepciones que no son "para la gloria de Dios" perjudicarán la comunión de la asamblea y Dios no recibirá
la alabanza que le es debida.)
En
la reunión de oración: "Otra vez os digo, que si dos de vosotros
se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos."
(Mateo 18:19). El estar "de acuerdo" es condición indispensable para
recibir respuesta de parte de Dios. Este acuerdo ¿nos caracteriza en las reuniones de oración? Si existen problemas en
los cuales cunde el desacuerdo en cuanto a nuestra manera de apreciar las cosas, ¿tenemos la suficiente sabiduría para callarnos
o para orar cual conviene, rogando a Dios que nos conceda su propio pensamiento, a fin de hallarnos plenamente de acuerdo
los unos con los otros? Conviene evitar pedir lo que particularizaría cierto asunto o problema, pero sobre el cual nuestros hermanos no estarían de acuerdo. Qué hermoso ejemplo nos ofrecen los cristianos
de Hechos 4:23 y 24 cuando Pedro y Juan libertados vienen a los "suyos"
contando todo lo que de parte de los príncipes de los sacerdotes judíos les había sido dicho: "ellos, habiéndolo
oído, alzaron unánimes la voz a Dios...". No existen allí pensamientos divergentes, ellos no oran para que Dios les evite sufrimientos, ni oran otros para que los apóstoles no caigan
en manos de los jefes del pueblo judío. La unanimidad preside todo y a una voz - "una misma voz" - piden a Dios por una sola y misma cosa: "concede
a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra." (Hechos 4:
29-30).
El versículo 31 nos dice cuál fue la respuesta de Dios a tal oración
elevada 'unánimemente'.
No
pensamos que haya necesidad de desarrollar el tema. Los pasajes citados son, con toda certidumbre, suficientes para ejercitar los corazones
y las conciencias.
¡Quiera
Dios operar por medio de los tales a fin de producir en nosotros frutos para
Su gloria y también para la bendición de Su testimonio!
"Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos igualmente
en uno... allí envía Jehová bendición, y vida eterna." (Salmo 133 - RVR1909).
Paul Fuzier
Revista
"VIDA CRISTIANA", Año 1960, No. 44.-