EL SERVICIO
El verdadero servicio tiene a Cristo por único objeto, siendo Él
Señor y Maestro de los que Le sirven. Sin duda, podemos también ser servidores de la Iglesia (comparar con Colosenses 1:25
y Romanos 16:1), pero no se puede decir que [en realidad] la Iglesia o asamblea sea nuestro Maestro. Por cierto, servimos
y hemos de servir a la Iglesia, pero [lo hacemos] recibiendo del Señor las directrices necesarias, pero por Él y en Su dependencia
obramos, atentos a servir dónde, cómo y a quiénes Él nos indica. El verdadero servicio dimana naturalmente de la vida [de
Dios]: es la obra del amor: no es en nada forzado ni incierto; el cristiano cumple sin demorar y sin razonar el servicio que
el Señor le presenta.
LA COMUNION: ESTAR
PREPARADO
Pero nuestro servicio sólo puede ser realizado en [la] comunión
con el Señor; si nuestra alma no se halla en comunión con Él, no puede haber servicio verdadero, y ésta es la condición indispensable
del servicio.
Por otra parte, hemos de velar y examinarnos para que en verdad
seamos aptos, o 'útiles para los usos del Señor' (2 Timoteo 2:21 - RVR1909); es el secreto de la aptitud, o capacidad.
La aptitud no es la actividad; ser apto y obrar son dos cosas distintas: la capacidad significa estar dispuesto, apto
para un servicio; es la preparación, la purificación y la separación del corazón, el ojo sencillo, los afectos dirigidos hacia
las cosas de arriba, en una palabra, la santa actividad de un corazón que obra juzgando el "yo", negándose a sí mismo,
y teniendo a Cristo en sí mismo, por la fe.
El verdadero siervo siempre está dispuesto [para servir]: "Heme
aquí" (1 Samuel 3:4; Isaías 6:8). "¿Qué haré, Señor?" (Hechos, 22:10), así es como se expresa. No escoge [cuál será] su obra;
obedece a su Maestro. Si no le es presentado servicio alguno, permanece tranquilo, espera... y no bien recibe una
orden de su Maestro, obedece y lo ejecuta con gozo y sin vacilar.
DISCERNIR NUESTRO
SERVICIO
No se puede considerar como verdadero servicio a lo que no proviene
de un discernimiento inteligente y abnegado de la voluntad del Maestro. La mayor parte de nuestras dificultades en cuanto
al servicio vienen de que no discernimos la voluntad de nuestro Maestro. Pensamos en alguna misión importante, y dejamos de
lado lo que está a nuestro alcance; queremos ser empleados en una obra a la cual el Señor no nos llama. La consecuencia de
este estado de desobediencia es que nos hallamos en la incertidumbre en cuanto a lo que tenemos que hacer. Estoy persuadido
que muchos santos podrían confesar que no saben exactamente a qué obra el Señor les ha llamado. Quisieran servir al Señor,
y muchas veces lo intentan, ocupándose un día en una cosa, otro en una actividad diferente, y ello sin resultado... Y es que
antes de emprender su obra, no se sentaron a los pies de Jesús para conocer su voluntad en cuanto a su servicio.
COMUNION EN EL SERVICIO
¡Cuántas veces, entre los cristianos, se oye la queja de Marta:
"Señor: ¿No te importa que mi hermana me dejó sola para servir?"!
(Lucas 10:40 - BTX). Esta palabra "sola", bien revela el carácter de servicio de Marta. Si
servimos al Señor por El, con fe y con amor, no nos quejaremos nunca de servir solos. En realidad, el verdadero servicio
se realiza individualmente, pues tiene como base la responsabilidad y la fe individuales. La comunión en el servicio
es, por cierto, una cosa muy preciosa, cuando gozamos de ella. No obstante, un siervo fiel, que conoce el pensamiento de su
Señor y le sirve, no se quejará nunca de estar solo, y no deseará la ayuda de uno que no sea llamado dispuesto y capacitado
para la misma obra. Es por cierto muy precioso hallar a un compañero de trabajo, un 'hermano compañero' que camine con
nosotros, en la misma senda, pero no es muy corriente.
Existen muchos malentendidos en cuanto a la comunión en el servicio,
y los santos tienen de ello una idea poco elevada, y a menudo falsa. Algunos, por ejemplo, estiman que pueden obrar de
concierto con aquellos con quienes no tienen comunión en la Mesa del Señor. No ven ni realizan que nuestra comunión en Cristo
es lo primero que hemos de mantener, y que esta comunión se halla expresada [prácticamente | en la Mesa del Señor.
Si no estoy de acuerdo con un cristiano sobre este punto, ¿sería posible que rebaje esta base vital de comunión para
colocarme con él sobre un terreno inferior (aunque precioso también) del servicio?
Por otra parte, no se ha de creer que el hecho de tener comunión
con un creyente en la Mesa del Señor, sea suficiente para que podamos servir con él. Es preciso que haya confianza fraternal
en los corazones, en los propósitos y en la marcha... y hemos de confesar que son cosas que no siempre acompañan una
posición verdadera en la Iglesia. Un servidor que anda en fidelidad no se quejará pues de servir solo, aunque, por otra
parte, sí lamente la inactividad de los otros. No obstante, Marta no podía quejarse de la inactividad aparente de María,
y no tenía nada que decir en contra de la "buena parte" escogida por ella; pero ella desfallecía bajo el peso de un servicio
que había emprendido con sus propias fuerzas, y que su Señor no le pedía. Lo que ella buscaba era ser aliviada en su trabajo,
y no el deseo de hacer partícipe a su hermana de una bendición que resultara de esta actividad. Este aspecto del carácter
de Marta se deja sentir, en nuestros días, en la mayoría de aquellos que profesan el cristianismo.
BENDICION Y GOZO
EN EL SERVICIO
Cuando caminamos en la dependencia de Dios, con el firme propósito
de ser y de hacer lo que Él quiere, experimentamos un gozo en el servicio, y este gozo y bendición que sentimos
al servir a Cristo no depende de los resultados aparentes o exteriores de la actividad, sino de la medida en la
cual nos dejamos guiar por El y de la comunión - más o menos íntima - que realizamos con los deseos y designios del corazón
y del pensamiento de Dios. Creo también que el creyente que no realiza lo que es el servicio individual, el indispensable
ejercicio personal ante el Señor, pasa por numerosas decepciones y desalientos.
EL REMEDIO A
LAS DIFICULTADES ACTUALES
Por cierto, todos hemos de confesar lamentables faltas e inconsecuencias,
mucha tibieza, indiferencia y negligencia. Pero no olvidemos, hermanos, que el remedio no consiste en las quejas y murmuraciones,
sino en el enjuiciamiento propio y en el sincero deseo de discernir a qué obra somos llamados.
Todos los cristianos no son predicadores, pero todos tienen su
sitio en el cuerpo de Cristo, y ser miembro del cuerpo de Cristo significa e implica la actividad y la vida, la responsabilidad
para con la Cabeza [o el Jefe] y la solicitud para con todos los miembros. Somos llamados a adornar en todo la doctrina
de nuestro salvador Dios (Tito 2:10), y considerando el hecho en una forma universal, todos vivimos en medio de una nación
maligna y perversa, entre los cuales hemos de resplandecer "como luminares en el mundo." (Filipenses 2:15).
Si somos aptos para el servicio del Maestro y preparados para toda
buena obra, no tardaremos en experimentar que no es tiempo de quejarse, sino que, al contrario, el tiempo nos falta para hacer
todas las cosas que el Señor nos pone delante, día tras día y hora tras hora.
Puede ser que
Dios no nos llame a predicar en grandes congregaciones..., ni tampoco en pequeñas; pero hay mucho que hacer aparte de la predicación,
y numerosos servicios [o actividades] aparentemente sin importancia, conocidos sólo por el Maestro, y que hallarán su recompensa
en aquel día en el cual cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios.
En conclusión, tengamos bien presente, amados hermanos, que para
servir a Dios de una manera que le agrade, hemos de realizar Su presencia en nuestros corazones, viniendo cerca de Él, y con
conciencias ejercitadas. Busquemos, pues, ante todo, esta proximidad y comunión, para que nuestro servicio sea como un río
tranquilo y apacible brotando de un corazón lleno y preocupado ante todo por los intereses del Señor. Luego, que cada uno
aprenda de Dios lo que tiene que hacer y [que] lo haga, meditando lo que el Apóstol decía para Arquipo: "Mira que cumplas
el ministerio que recibiste del Señor." (Colosenses 4:17).
Le Messager Evangélique (1957)
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1957, No. 27.-