LA ETERNA SEGURIDAD DEL CREYENTE
"… Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano…"
(Juan 10: 22-30)
Quisiera hablar sobre
este pasaje de la Escritura, y pasar luego a considerar dos o tres versículos más de la Palabra de Dios, pasajes sobre los
cuales se discute mucho y que son citados muy a menudo por cuantos no creen que los que son salvos una vez, salvados son para
siempre. Cuando recurrimos a la Escritura, debemos examinar los distintos lados, o aspectos, de la cuestión.
Conocida es la historia
de aquellos dos hombres que disputaban por una moneda. Mientras el uno sostenía que era de oro, el otro afirmaba que era de
plata. Comenzaban ya a lanzarse miradas siniestras, y a usar un lenguaje descortés, cuando apareció un tercero, y les preguntó
el motivo de la disputa. - «Esta moneda es de oro, y este hombre sostiene que es de plata», dijo el uno; a lo cual el otro,
muy airado, replicó: - «Esta moneda es de plata, y este hombre persiste en afirmar que es de oro.» Falló entonces el tercero:
- «Los dos tenéis razón: sólo que el uno mira únicamente una cara y el otro la otra; la moneda es de oro por una parte y de
plata por la otra.»
POR LOS DOS LADOS:
Vamos, pues, a examinar
la cuestión por ambos lados, y antes de terminar llamaré vuestra atención sobre algunos textos de la Escritura que tratan
de este asunto, y que muy a menudo son mal interpretados por los creyentes.
Para comenzar, (me dirijo
a aquellos que confían en nuestro Señor Jesucristo para la salvación de sus almas), diré, que nunca avanzaremos ni un sólo
paso, en lo que a nuestras almas se refiere, si no creemos firmemente que este libro, la
Biblia, es el libro de Dios, divinamente inspirado, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Este libro es semejante a un
arco: quitad una sola piedra al arco y todo el conjunto caerá; no podéis eliminar un solo libro de los que forman la Biblia,
sin dañar todo lo restante. - ¿Un libro, dije?, ¡ni un sólo versículo! Sólo el que conoce bien el Antiguo Testamento podrá
comprender el Nuevo. No es posible entender la Epístola a los Hebreos sin estar familiarizado con los cinco libros de Moisés.
Ni es posible comprender bien la Epístola a los Romanos, sin estudiar la Ley y la Historia de los hijos de Israel.
Una vez sentados estos
principios, damos por aceptado que la Escritura no se contradice a sí misma; que es completamente imposible que un versículo
contradiga a otro; aunque - juzgando ligeramente - parezca así en algún caso. Contradicciones
buscan los incrédulos en la Biblia (y no el perdón de Dios). Y al hallar lo que se imaginan ser una discrepancia, como por
ejemplo, cuando una profecía dice que el rey Sedequías sería llevado cautivo a Babilonia, mientras otra dice del mismo que
jamás vería Babilonia; exclama entonces el incrédulo: «¿Cómo pueden ser verdad las dos profecías?» «¿Puede ir Sedequías a
Babilonia, y al mismo tiempo no verla?» Y, sin embargo, esta objeción, que les parecerá incontestable, tiene una explicación
sumamente sencilla: Sedequías fue hecho prisionero y llevado cautivo; mas el Rey de Babilonia mandó arrancarle los ojos; de
manera que fue llevado allá en cautiverio, pero no vio la tierra. Por lo tanto, en éste como en otros puntos que pueden citarse,
no existe contradicción alguna.
Aquellos que van a Jesús
con fe, y esperan en Él, han de progresar en el Camino. Los cristianos recién convertidos - en un afán digno de alabanza -
quieren muchas veces comprender toda la Biblia de una vez. Que estén agradecidos por lo que comprenden, que procuren instruirse
cada día más, y confíen en que Dios les enseñará Su voluntad y Sus propósitos.
LA ESCRITURA NO PUEDE CONTRADECIRSE:
Partamos de este principio: "Toda
la Escritura es inspirada por Dios." (2 Timoteo 3:16). Tengamos la certeza de que es así, desde el primero hasta el último
versículo. Hemos leído algunos versículos del capítulo 10 del Evangelio según Juan, y podemos estar seguros de que ninguna
otra parte de la Escritura contradice estas dulces palabras salidas de la boca de nuestro Señor Jesucristo.
¿Cómo se estudia muchas
veces la Biblia? Al notar que un versículo parece discrepar de otro, se busca un tercer versículo que parece calificar, o
aclarar, el sentido del segundo, y, al unirlos los tres y cotejarlos, se deduce lo que se llama el sentido general. Si dicho
método es de indubitable interés, no hay que olvidar, por otra parte, que cada verso de la Escritura puede responder por sí;
es decir, tiene su mensaje y su significación «peculiar». En éste vemos lo que es distintico en las ovejas del Señor: «Oír Su voz» y «Seguirle». Algunos de los
amados lectores, y tal vez muchos de ellos, han oído ya la voz del Buen Pastor, y desean seguirle. Mirando hacia atrás, algunos
de vosotros recordáis el tiempo en que no os importaban estas cosas, no las comprendíais, ni deseabais comprenderlas tampoco;
pero más tarde, la gracia de nuestro Señor Jesucristo conquistó vuestros corazones, y un día oísteis su voz deciros: "Venid a Mí".
CONFIAD EN MÍ:
Y entonces contestasteis:
- «Señor, oigo Tu voz, y busco Tu gracia para seguirte». Desde aquel instante, no seguís a ciertos credos, seguís a Cristo;
no estáis siguiendo unas teorías, sino una Persona.
Sobre una cosa no discuten
los cristianos. Todos están de acuerdo acerca de la bondad de Cristo. Todos están de acuerdo acerca de Jesús. Su nombre hace
vibrar la cuerda sensible de su corazón, si son cristianos, sean quienes sean, y estén donde estén. Tal vez haya algunos que
hace poco tiempo que han oído por vez primera la voz del Buen Pastor. Quizás algunos han sido atormentados por dudas y temores
¿quién sabe? Con todo, sabed que vuestras
quejas son muy comunes, y propias de todos los países del mundo, por todas partes se oye lo mismo. Nuestro corazón es muy
engañoso, y el diablo es sumamente astuto, y procura inducirnos a mirar dentro, cuando deberíamos mirar fuera. El corazón
humano es igual en todo el mundo.
NO PERECERÁN JAMÁS:
Examinemos la Palabra
de Dios, y que sus palabras, revestidas de suprema autoridad, sean así recibidas por nuestras almas.
¿Qué dice el Buen
Pastor referente a las ovejas?: "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás." (Juan 10:28).
¿No es esto suficiente para reanimarnos? Quizás algún lector
abrigue el temor de carecer un día de esta bendición. ¿Oísteis la voz de Jesús y procuráis seguirle? Atended pues: "Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás." ¿No os basta esto para reanimar vuestras almas? El Buen Pastor
dio Su vida por las ovejas, lo cual es una seguridad; pero tenemos una seguridad todavía en que confiar. ¿Os preguntáis que
quiero decir con esto? Cristo murió en la cruz para salvarnos, pero Él vive ahora en la gloria por nosotros.
Leemos en Romanos 5:10,
"Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida." El Señor Jesucristo vive para salvarnos, y como dijo acertadamente
un viejo cristiano: «un Pastor muerto no puede llevar en sus hombros las ovejas;
para esto es necesario un Pastor viviente». Cristo, muerto en la cruz, vive ahora
para Sus ovejas; en este instante se ocupa en llevarlas en Sus poderosos hombros, hacia las regiones celestiales: Da a Sus
ovejas la vida eterna, y jamás perecerán.
¡BENDITA CERTIDUMBRE!:
En 1 Juan 5:13, leemos:
"Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para
que sepáis que tenéis vida eterna." (1 Juan 5:13 - RVA).
"Para que sepáis que tenéis vida eterna"... Aclararemos este punto valiéndonos de una comparación. Suponed que
mañana, al despertar, os encontráis con una carta en cuyo sobre están escritas estas palabras:
«A vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios».
[Pues, de este modo empieza nuestro versículo]. Leéis aquella extraña dirección. ¿Tenéis derecho a abrirla? La
carta va dirigida a cuantos creemos en el Hijo de Dios. ¿Podéis abrirla sin cometer una violación? ¿Sí o no? ¿Creéis en el
nombre del Hijo de Dios? ¿Os habéis entregado a Cristo? ¿Podéis decir: - «Sí, creo en Él de todo corazón»"? Si es así, abrid
la carta, pues a vosotros va dirigida. Romped el sobre, desdoblad la carta; ésta
contiene la voluntad de Dios, lo que dice a vuestras almas, leedla: "Estas cosas os
he escrito a vosotros, para que sepáis que tenéis vida eterna"; es decir, los "que
creéis en el nombre del Hijo de Dios". ¡Cuán sencillo es, y cuán bendito!
Sin embargo, hay muchos
que - equivocadamente - leen lo siguiente: «Para que esperéis, si algún día, por
la misericordia de Dios tendréis la vida eterna». Aquellos que tocan de este modo la trompeta, dan un sonido muy incierto.
¿Qué dice la Escritura? "Para que SEPÁIS
que TENÉIS vida eterna". No puede existir,
ni cabe, error sobre este punto.
LA FIRMA DE DIOS:
Había un peón de albañil
cuyo oficio era transportar ladrillos al piso alto de una casa en construcción. Hallábase cargado y dispuesto a subir la escalera,
cuando pasa el cartero, le llama por su nombre y le entrega una carta para él. Nuestro hombre deja su carga sobre el suelo,
abre la carta y ve que está firmada por un notario.
Comenzaba la carta con
un «Muy distinguido señor mío», y después de un corto preámbulo le notificaba la muerte de un pariente lejano que le legaba
la cantidad de medio millón de dólares. Como he dicho ya, la veracidad del contenido de la carta estaba avalada, o garantizada,
por una respetable firma. El operario, no pudiendo contenerse, echó su gorra al aire, y exclamó: «¡Qué felicidad! ¡Ya no tengo
necesidad de estar aquí arrastrando esta vida de fatigas. A hora soy rico; no me verán más acarreando ladrillos». Creyó lo
que la carta decía, y abandonó su trabajo. No tenía un solo centavo (o moneda) en su bolsillo, pero había recibido la grata
noticia de su fortuna, y creyó en ella.
Nosotros tenemos una carta
enviada por Dios, y sin embargo, hace muchos años que estáis transportando una carga de dudas y temores. Dios os ha mandado,
ahora, una carta. ¿Podéis darle crédito? Si así es, echad al suelo vuestra carga, y decid: - «No la volveré a cargar más;
en vez de ser un miserable pecador, soy un hijo de Dios». Porque, este es el contenido de la carta que os envía: "Para que sepáis que tenéis vida eterna". ¡Qué bienaventuranza! No puede haber en esto engaño alguno.
Meditemos sobre algo mejor
todavía. Él dice; "Ni nadie las arrebatará de mi mano" Juan 10:28), y más adelante
añade: "Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de
la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos." (Juan 10: 29, 30). Escuchad, estamos en las manos del Hijo y en las manos
del Padre. ¿No es esto altamente consolador. Atended a esta afirmación: poseemos una doble seguridad divina, estamos en las
manos del Padre y en las manos del Hijo.
Se dice que debemos alzar
nuestra mano a Cristo. Me parece que es Cristo quien alarga Su mano hacia nosotros. Estamos fuertemente asidos por las manos
del Pastor. Cristo dice: "Yo y el Padre uno somos (una sola cosa)": uno en amor,
uno en sabiduría, uno en cuidado para Sus ovejas. Esto no deja lugar a dudas, ni recelo alguno, en el corazón del creyente
más tímido.
"OCUPAOS EN VUESTRA SALVACIÓN..."
Examinemos el otro lado
de la cuestión. Algunos preguntan: - «¿No hay un versículo que dice, en Filipenses 2:12, "Ocupaos
en vuestra salvación con temor y temblor"? ¿Cómo se explica eso?» Observad, en primer lugar, que estas palabras se encuentran
en la epístola a los Filipenses. ¿A quién va dirigida? A los cristianos de Filipos.
Por consiguiente, no va dirigida a los incrédulos incitándoles a obrar o trabajar para lograr la salvación, sino a cristianos, exhortándoles a disfrutar de su salvación. Si tuvieran
que trabajar para conseguir la salvación, no podría decirse que ya les pertenecía, como afirma la Escritura, al decir "vuestra": "Ocupaos en vuestra salvación";
y más adelante: "porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad." (Filipenses
2:13).
Muchos interpretan mal
este pasaje, tomándolo como un aviso a los incrédulos para que trabajen a fin de obtener su salvación; pero esto no es así.
Además, en la Versión Moderna, este versículo de Filipenses 2: 12, resulta mucho más claro: "llevad a cabo la obra de vuestra misma salvación, con temor y temblor", es decir, "con solicitud y recelo". Es pues una exhortación a los cristianos para que obremos, o demos pleno desarrollo a
lo que hemos alcanzado ya. La salvación no es una palabra huera sino de gran significación. Toca no solamente a lo futuro,
sino también a lo presente. Guarda relación tanto con la actual salvaguardia del poder del pecado, como con la liberación
de la futura pena del pecado. Para alcanzar la última, echamos mano una sola vez de la obra consumada de Cristo, por el valor
de la cual estamos eternamente guardados del juicio: empero la salvación actual es continua, y no de una vez para siempre.
Ésta consiste en una aplicación diaria de la muerte de Jesús a nuestra vida, sabiendo que, para Dios, nuestro viejo hombre
(lo que fuimos antes como incrédulos), fue crucificado con Cristo (Véase Romanos cap. 6).
"DE LA GRACIA HABÉIS CAIDO":
Ahora bien, alguien se presentará seguramente preguntando:
«Gálatas 5:14 habla de algunos que «caían de la gracia»; ¿qué significa esto?»
Significa lo que textualmente está escrito; no que han caído de la vida, sino:
"de la gracia habéis caído".
Al estudiar la Epístola,
veréis que los cristianos de Galacia habían iniciado bien su carrera, pero luego dieron oídos a ciertos judíos, o judaizantes,
que les aconsejaron la circuncisión, induciéndoles a que aceptasen la ley de Moisés, como medio de perfección. Enterado de
ello, el apóstol Pablo les apostrofa como sigue: - «¿Por qué os colocasteis bajo la ley? ¡De la gracia habéis caído!»
Supongamos que un hombre
acaudalado llega a conocer a un joven de modesta condición, le lleva a su casa, le adopta como a hijo, y le dice: - «Desde
hoy eres mi hijo, y los criados tienen la obligación de servirte. Puedes mandar por el automóvil cuando quieras, o pedir que
te ensillen un caballo siempre que apetezcas dar un paseo. Puedes disponer de todo como si efectivamente fueses mi hijo».
Al día siguiente pregunta: - «¿Dónde está mi ahijado?» Y uno de los criados, sonriendo contesta: - «Está en el zaguán limpiando
las botas de la familia». El hombre rico va a verlo y, en efecto, le halla así ocupado. Asombrado le pregunta: - «Pero, ¿por
qué haces esto, hijo mío?» y él contesta: - «Me reconocí tan indigno del lugar y posición a la cual me ha elevado Ud., y he
querido hacerme merecedor de mi estancia en esta mansión». Entonces su corazón se entristece viendo el poco aprecio que aquel
muchacho hace de su bondad y favor, que en vez del rango que él le señalaba, se añade él mismo al número de los criados.
Cayó de la gracia, mas no cesó de ser su hijo adoptivo, porque, al adoptarle le hizo tal; fue el joven quien por
un acto propio se privó de gozar de esa posición. Esto es lo que podemos aprender de éste versículo de Gálatas.
El que cae de la gracia
no es, como muchos imaginan, una persona que vuelve al mundo, y se entrega de nuevo a los vicios, sino por el contrario, una
persona que habiendo creído en Cristo para su justificación, pretende mantenerse en el favor de Dios por su vida ejemplar
y su observancia de la ley, o sea por sus propios esfuerzos.
REGLAMENTOS DE POLICIA
Alguno me dirá: «No le parece que debemos guardar los diez mandamientos?»
Yo opino que debemos hacer más que esto. Supongamos que tengo dos medidas. Una de cinco metros de altura y la otra de seis.
Si llego a la que tiene seis metros, es natural que llegue a la que tiene cinco. Cristo es, pues, la medida del cristiano.
Si se ama a Cristo sin duda se ha de cumplir la ley; aunque ésta no sea la medida del cristiano, ni su regla de vida, "para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu." (Romanos 8:4). El Espíritu no une nuestros corazones a la legalidad, sino a Cristo.
Hay un gran contraste las "obras de la
ley" y "el fruto del Espíritu".
¿Qué os parecería si un
príncipe, al casarse, regalase a su esposa un ejemplar de los reglamentos de policía, y las últimas leyes aprobados por el
Parlamento? No, un hombre no haría semejante regalo. Él sabe que es amado; ella participa de su posición, desea mantener la
dignidad de su esposo, y de seguro que jamás le ocurrirá al esposo obligar a su esposa a acatar las leyes. De igual manera
nuestra posición no es la de siervos. La gracia de Dios nos llama a ser compañeros de Cristo: somos hijos de Dios. Debemos
procurar seguir a Cristo. Si volvemos al pasado y procuramos ganar el favor de
Dios por el servil medio de guardar la ley, hemos caído de la gracia; estamos privados de disfrutar de los beneficios que
en Cristo nos pertenecen; dejamos de realizar que es por Cristo "por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes." (Romanos 5:2).
HACER LO QUE A CRISTO AGRADA
En la Epístola a
los Romanos, capítulo 7 versículo 4, leemos: "hermanos míos, también a vosotros se
os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo." (Romanos 7:4 - LBLA); ahora todo se encierra en Cristo. No agradamos
a la carne; no hacemos nuestra voluntad, sino la de Cristo. Esto nos recuerda al ciego Bartimeo, cuyos ojos le fueron abiertos.
Lo primero que vio fue la faz de Aquél que le devolvió la vista. Jesús le dice: "Vete", pero ¿qué hace él?: "seguía a Jesús en
el camino" (Marcos
10:52).
Se dice que esto es dejar al hombre hacer su propia voluntad,
pero ¿cuál será la voluntad de todo cristiano? Hacer lo que a Cristo agrada. Bien sé que la salvación es libre, libre como
el aire que respiramos; mas al conocimiento de la salvación sigue una vida constante y fervorosa. La fe y las obras van siempre
juntas.
Los que son salvos sienten
en su corazón impulsos de amor y gratitud hacia Cristo; y el Espíritu Santo que en ellos mora, les alienta en el deseo de
servir a Dios, seguir a Cristo y hacer su voluntad.
RECAER...
Puede que alguno pregunte, «¿No hay en la Epístola a los Hebreos, capítulo 6, un versículo que habla de recaer?» Leed en el citado
capítulo los versículos del 4 al 6 con mucha atención:
"Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron
del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes
del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y exponiéndole a vituperio."
Dice en ellos que es imposible
que los que recaen sean de nuevo renovados para el arrepentimiento. Esto significa que no hay misericordia para los que recaen.
La perdición de los tales es tan cierta como la del diablo, pues que dice. "Porque
es imposible que los que una vez fueron iluminados… y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento".
Creo que estas palabras
se refieren, más bien, a ciertos judíos que profesaban el cristianismo y recayeron en el judaísmo; como creo, asimismo, que
su profesión era una impostura. Volvieron al antiguo régimen, crucificaron otra vez a Cristo, exponiéndole al vituperio, pues
renegando de la misma fe, volvieron a declarar que Cristo era un impostor, quitando todo el interés para ocuparse de Él.
Estoy seguro que ninguno
de nosotros es lo que puede llamarse un verdadero apóstata. En el capítulo de la Epístola a los Hebreos se trata de una verdadera
apostasía, se trata de individuos que tenían los ojos abiertos a la luz, mas perdieron todo su interés por Cristo; no queriendo
tener nada, absolutamente, que ver con Él. Sé que hay muchas personas que viven alejadas de Dios, mas en el fondo de su pecho
existe cierto respeto por Cristo, y no quieren desligarse de Él por completo. Estas personas, quizá recordando aquellos tiempos
felices exclaman: «Daría cuanto poseo por encontrarme como entonces». Esto no es una apostasía; se trata solamente de un desvío.
Tales personas ambicionan gozar de nuevo de la gracia de Dios; mas necesitan confesar sus pecados para gozar de nuevo de su
presencia.
LA PUERCA LAVADA
Otro puede decirme: «¿Cómo
se compagina esto con lo que se halla escrito en la Epístola de Pedro capítulo 2, versículo 22?» Se lee allí: "Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en
el cieno." No dice que la oveja vuelve a revolcarse en el cieno, sino la puerca lavada.
Se trata solamente de
un incrédulo que se hizo religioso y así practicaba.
Voy, pues, a ocuparme
de las puercas lavadas. No son en manera alguna, ovejas.
Una puerca, aunque intentemos
sacarla del lodazal, y con un cepillo, agua caliente y jabón, la limpiemos completamente, no cambia su NATURALEZA. Hay personas
religiosas; asisten regularmente a la Iglesia; participan de los 'sacramentos', se alistan en alguna congregación cristiana,
y son, en apariencia, buenas personas. Mas si conocieseis sus corazones descubriríais que su naturaleza no ha experimentado
cambio alguno. Asisten a las reuniones, les gusta cantar los himnos, pero en realidad no son otra cosa que puercas lavadas
y si muriesen de esta manera, su alma irá a parar al infierno. Judas Iscariote, era una puerca lavada. Simón el Mago era otra;
y en los países llamados cristianos se pueden contar por millares. He encontrado gran número de ellos, y les pregunto: «¿Dónde
está vuestra religión?»
«¿DENTRO 0 FUERA?»
«¿Podéis decir que amáis
a Dios de todo corazón? ¿Podéis afirmar que Cristo es para vosotros "el señalado entre diez mil" (Cantar de los Cantares 5:10)?
¿Están perdonados vuestros pecados? ¿0 podéis únicamente decir: Estoy bautizado, voy a la iglesia y tomo la comunión?» No
digo esto con intención de ofender a nadie; pero es necesario que todos seamos lo que profesamos ser, y que estemos bien seguros
del lugar que ocupamos.
Si hay algún lector que
está íntimamente persuadido de no ser salvo; de no haber sido convertido, es necesario que se entere de esta gran verdad:
si no es nacido de nuevo, a pesar de su religión, no es más que una puerca lavada. No obstante, para él, hay aún misericordia
en Cristo Jesús.
Supongamos que voy a visitar
a cierto labrador, y al llegar al lugar de su residencia, reparo en un gran movimiento: el labrador está en el corral de la
casa. En la ciudad vecina se celebra una gran exposición agrícola, y nuestro labrador quiere presentar en ella algunos de
sus animales. ¿Veis aquella corpulenta puerca tan bien engalanada? ¿Reparáis en aquella linda oveja? Pues va a exponerlas
y, si no me engaño mucho, ciertamente ganará algún premio. Sale nuestro amigo guiando a sus animales, mas pasando cerca de
un foso lleno de inmundicia, la puerca da un resoplido de satisfacción, pega un salto y se hunde en el cieno. Y es que a pesar
de su estado de limpieza y los lazos que lucía, su naturaleza es la misma; en nada ha cambiado. De un salto se echa al foso
arrastrando consigo a la pobre oveja que queda, asimismo, inundada de barro. Entonces ¿qué sucede? La puerca está satisfecha,
pero la pobre oveja esta afligida. ¿Por qué? Porque una puerca lavada conserva su primitiva naturaleza, y por tanto le gusta
revolcarse en el pantano y cubrirse de fango. La oveja se siente afligida por la misma razón de que es una oveja. Del mismo
modo, una oveja de Cristo, cuando cae en pecado siente una gran aflicción en su alma.
No quiero en modo alguno,
desanimar a ningún creyente y menos a ningún creyente flaco en su fe. Si hay un tal le diré: «¿Oíste la invitación de Cristo
"Venid a Mí"? ¿Dices que sí, que confías en Él en cuanto a tu salvación y que procuras
seguirle? Deseas ser más celoso en Su servicio?» Lo mismo deseamos todos nosotros; pero en ninguna manera nuestra salvación
depende de seguirle más de cerca o de nuestro ferviente servicio, aunque todo es bueno y esto debemos hacer, sino que nuestra
salvación depende exclusivamente de Su obra consumada y de Su sangre derramada por nosotros.
Quiera Dios que estas
palabras pronunciadas por Jesús penetren bien en nuestros oídos y nunca las perdamos de vista: "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás." (Juan 10:28).
He aquí una almohada donde
podemos reclinar nuestra cabeza cuando estemos fatigados del largo camino. Podemos decir antes de entregarnos al sueño: «Si
yo no despierto en este mundo, despertaré en la presencia de Jesús».
Entre los creyentes del
Antiguo Testamento y los del Nuevo existe una diferencia parecida a la que hay entre los barcos de vela y los barcos de vapor.
Los creyentes de los tiempos del Antiguo Testamento son como los buques de vela, los del Nuevo Testamento como los buques
de vapor. El Espíritu de Dios vino sobre los creyentes antiguos: mientras que el Espíritu Santo habita en los creyentes de ahora. El poder, la potencia, como en el barco de vapor, está en el interior.
Para los creyentes del
Antiguo Testamento tenemos un ejemplo en el caso de Sansón: "Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él." (Jueces
13:25). Sin embargo, desde la ascensión de Nuestro Señor Jesús, el Espíritu Santo descendió a la tierra y vino a habitar dentro
de los creyentes, y ahora, así como los barcos de vapor tienen su fuerza dentro de sí mismos que les habilita para navegar
contra viento y marea, de un modo semejante el cristiano tiene un poder dentro de sí mismo, que le habilita, si hace buen
uso de él, para vencer todas las oposiciones del mundo.
Por lo tanto, podemos
ahora aprovecharnos de esta lección sencilla: "Yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás." Y en Lucas, capítulo 15, vemos que el buen pastor pone a la oveja sobre sus hombros y la lleva a su casa. Por
pocos conocimientos que tengamos de historia natural, sabremos pues, que las ovejas no tienen manos y que por tanto no pueden
hacer nada por sí propias para asegurarse, sino que el mismo pastor la coge amorosamente y la pone en lugar seguro.
Nosotros estamos en las
manos benditas del Hijo y en las del Padre: es decir, tenemos una doble garantía del amor divino y son estas palabras de Jesús:
"Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás."
Que estas palabras penetren
en nuestros corazones, y nos proporcionen una verdadera paz ahora y en el futuro, por amor a Cristo Jesús nuestro Salvador.
Amén.
A.
J. P.
Revista
"VIDA CRISTIANA", Año 1956, No. 23 y 24.-