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Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""),
se indican otras versiones, tales como:
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
CONSEJOS A LOS SIERVOS DEL SEÑOR
Ponga mucho cuidado en
no decir, o afirmar, algo que sobrepase su experiencia: no hay nada más importante para nuestra propia alma.
No permita, tampoco, que
la obra le lleve a ocuparse de otros, de tal modo que se descuide a sí mismo. Es delante de Dios como ha hallado usted la
paz, es también ante Dios cómo se conserva la paz, en el sentido del gozo de la verdadera seguridad de su favor. "Mira por
ti mismo", dice el apóstol, "y por la enseñanza; persevera en estas cosas; porque haciendo esto, a ti mismo te salvarás,
y también a los que te oyen" (1 Timoteo 4:16 - VM). Si obra usted así, servirá de lección para los hermanos, y una lección
mucho más real y verdadera que muchas predicaciones. Sí, querido hermano, por encima de todo, guarde su alma delante de Dios.
No vaya a imaginarse que
la obra depende de usted, tenga en cuenta que ha sido hecha sin usted. Esto no quiere decir que no sea una gran bendición
trabajar en la obra del Señor, pero cuando lo hacemos, lo realizamos diciendo que somos siervos y sintiendo que es Dios
el que realiza toda la labor. Trabaje, pues, edifique a los demás; pero no trabaje más allá de su comunión con Dios. Nada
sería más propicio para hacerle perder la paz. Intente andar "en el temor del Señor", que es el principio de la sabiduría,
y es lo que acompaña "el consuelo del Espíritu Santo" en el libro de los Hechos. ("Así pues la iglesia tuvo paz por toda la
Judea y la Galilea y la Samaria, y fué edificada; y andando en el temor del Señor, y en el consuelo del Espíritu Santo, se
iba aumentando." Hechos 9:31 - VM).
Por otra parte, no se
sorprenda usted, ni se desanime, si no siente siempre todo el gozo que usted ha sentido al principio. Hay cosas más profundas
en el gozo de esta primera satisfacción porque se relacionan más cerca con la comunión de Dios mismo; pero en cuanto a nosotros,
pertenece a la condición humana el hecho de que la primera impresión vaya borrándose. No se contente usted con eso. Busque
reemplazarlo por una comunión más profunda, una revelación más completa de Dios, pero no se desanime.
Descanse sobre lo que
Cristo es, y no sobre lo que usted siente, allí es donde ha hallado la paz y allí es donde se conserva...
...Consideremos, en primer
lugar, esta seria exhortación: "Mira por ti mismo." Sería difícil expresar todo el alcance moral de estas palabras. Todo cristiano
debe observarlas, pero en modo especial, el obrero del Señor, a quien, además, van particularmente dirigidas en este pasaje.
Debe cuidar del estado de su corazón, de su conciencia, de todo su ser interior. El mismo debe conservarse "puro" (1
Timoteo 5:22). Sus pensamientos, sus efectos, su espíritu, su carácter, su lengua, todo ha de mantenerse bajo el santo
'control' del Espíritu y de la Palabra de Dios. Usted ha de ceñirse de la verdad y revestirse de la coraza de justicia. (Efesios
6:14). Tanto su condición moral como su conducta práctica deben corresponder a la verdad que proclama; de otro modo, el enemigo
tendrá seguramente ventaja sobre él.
Aquel que enseña debería
ser la viva expresión de lo que anuncia en sus palabras; a lo menos, tal debería ser la meta perseguida por él, con sinceridad,
seriedad y perseverancia. ¡Cuán bueno sería que esta santa norma estuviera siempre delante de 'los ojos de su corazón'! Por
desgracia, hasta el mejor falla y queda siempre por debajo de esa norma; mas si su corazón es sincero, sensible su conciencia,
si el temor de Dios y el amor ocupan el debido lugar en él, nada de cuanto esté por debajo de la norma divina satisfará al
obrero del Señor, tanto en su estado interior como en su conducta. En todo tiempo y por doquier, su ardiente anhelo será mostrar
en su conducta el efecto práctico de su enseñanza, y de ser "ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu,
fe y pureza." (1 Timoteo 4:12).
Sin embargo,
no creemos que al siervo del Señor le corresponda presentarse como ejemplo para quienes él anuncia la Palabra, que deba tomar
su propia experiencia como la medida de su ministerio. Un apóstol como Pablo podía decir: "Sed imitadores de mí" (1 Corintios
11:1), pero, ¿dónde está el predicador, dónde está el maestro que hoy día se atrevería a repetir semejantes palabras? Y en
cuanto a su ministerio, cualquier obrero del Señor debería poder decir: "no nos predicamos a nosotros mismos,
sino a Cristo Jesús, el Señor, y a nosotros, como siervos vuestros, por amor de Jesús." (2 Corintios 4:5 - VM). Sin embargo, jamás debemos perder de vista el hecho moral tan importante
de que aquel que enseña debe vivir la verdad que predica. Moralmente, es muy peligroso para un hombre enseñar en público
lo que desmiente su vida privada; es peligroso para sí mismo, deshonroso para el testimonio y perjudicial para aquellos con
quienes tiene que tratar. ¿Habrá cosa más deplorable y humillante para un hombre que contradecir por su conducta personal
y en su vida doméstica la verdad que hace oír públicamente en la asamblea? El resultado de esta conducta tan sólo puede resultar
en los más funestos resultados.
Que el firme propósito
y la meta formal de todos cuantos anuncian la Palabra y presentan la doctrina, sea de nutrirse de la preciosa verdad
de Dios, de apropiársela, de vivir y de moverse en su atmósfera, de tal modo que su ser interior sea fortalecido y formado
por ella, que habite ricamente en ellos, y que así pueda alcanzar a los demás con su vivo poder, su sabor, su unción
y su plenitud.
Es cosa muy pobre,
y hasta muy peligrosa, estudiar la palabra de Dios con el único propósito
de preparar conferencias o sermones para darlos luego a los demás. Nada hay más mortífero o agotador para el alma. Ocuparse
de la verdad de Dios, sólo intelectualmente, amontonar en su memoria ciertas doctrinas, ciertos puntos de vista v determinados
principios, y luego anunciarlos con cierta facilidad de palabra, es cosa que desmoraliza y engaña a la vez. Podríamos sacar
agua para los demás y ser nosotros siempre meros canales enmohecidos. Nada más triste que eso. "Si alguno tiene sed, venga
a mí y beba" dice el Señor. No dice: 'que saque agua.' El verdadero
manantial y el poder del ministerio en la Iglesia será siempre saciar nuestra sed con el agua vivificadora, y no sacarla
para los demás. "El que cree en mí, como dice la Escritura, de adentro de él fluirán ríos de agua viva" añade Jesús (Juan 7: 37, 38 - VM). Debemos permanecer junto al eterno manantial -- el corazón
de Cristo -- bebiendo a grandes sorbos y continuamente. De este modo, nuestras propias almas serán refrigeradas y enriquecidas;
ríos de bendición correrán de ellas para el refrigerio de los demás y olas de alabanzas subirán al trono y al corazón de Dios
por medio de Jesucristo. Esto es el ministerio Cristiano; esto es el cristianismo mismo, cualquier otra cosa carece absolutamente
de valor.
Detengámonos ahora, por
un momento, sobre el segundo punto de nuestro asunto: la doctrina o la enseñanza, ya que esta última palabra da el
verdadero significado del original. ¡Cuántas cosas no están encerradas en ello! "Mira por la enseñanza". Sería advertencia
que demuestra el cuidado y la santa vigilancia que han de conceder a la enseñanza aquellos a quienes Dios ha confiado este
ministerio. ¡En qué serio estado de oración y de constante espera en Dios, en que dependencia de El no hace falta permanecer,
para hacerlo! Tan- sólo Dios conoce el estado y las necesidades de las almas. No sabemos lo que les conviene. Así podríamos
ofrecer la "vianda firme" a los que tan sólo pueden soportar "la leche"; y de este modo tan sólo hacer mal. "Si alguno habla",
dice el apóstol, "hable como oráculo de Dios". Puede levantarse un hombre en la asamblea y hablar durante una hora, cada
una de sus palabras estando estrictamente de acuerdo con la letra de la Escritura, y en final de cuenta, no haber hablado
como oráculo de Dios; como siendo el órgano de Dios. Puede haber presentado la verdad, pero no la verdad necesaria en aquel
momento.
Todo eso es muy serio y nos hace sentir cuán importante es la advertencia del apóstol: ¡"Mira . . . por la enseñanza"!
(1 Timoteo 4:16 - VM). ¡Cuán urgentemente necesitamos despojarnos de nosotros mismos para depender enteramente del poder
y de la guía del Espíritu Santo! Allí se encuentra el precioso secreto del ministerio eficaz, sea oral, sea escrito. Podríamos
hablar durante horas enteras o escribir gruesos volúmenes, sin apartarnos de la Palabra, pero si no es con el poder
del Espíritu, nuestras palabras serán metal que resuena o címbalo que retiñe, y nuestros libros, un montón de papel sin
valor. Precisamos estar más y más a las plantas del Maestro, saciarnos más abundantemente de Su Espíritu, estar en comunión
con Su corazón, con el amor que Él tiene para con los corderos y las ovejas de su rebaño. Entonces estaremos en una disposición
de alma apta para dar el alimento en el tiempo conveniente.
Tan sólo el Señor sabe
lo que sus amados necesitan a cada instante. Tal vez podríamos sentirnos profundamente interesados en determinado aspecto
de la verdad, juzgando qué es lo que conviene para la asamblea y, al mismo tiempo, podemos
equivocarnos del todo. No es la verdad que nos interesa, sino la que responde a las necesidades de la asamblea la que debemos
presentar, y, para hacerlo, debemos depender constantemente del Señor. Deberíamos mirarle, con seriedad y sencillez,
y decirle: -- '¿Señor, qué quieres que diga a tus amados santos? Dame el mensaje que conviene.' Entonces, el Señor se valdría
de nosotros, cual canales suyos; la verdad se derramaría de Su amante corazón en los nuestros y, desde nosotros, ésta se esparciría,
conforme al poder de Su Espíritu, en el corazón de los Suyos.
Si así fuese para todos
cuantos hablan o escriben para la Iglesia de Dios, ¡qué resultados no podríamos esperar! ¡Cuánto poder, cuánto crecimiento,
cuántos progresos manifiestos no veríamos! Los verdaderos intereses del rebaño de Cristo serían la meta, el objeto, de todo
cuanto se dijera o escribiera. No habría nada equívoco, nada extraño, no se presentaría nada de lo que actúa sobre los sentidos.
De los labios de los que así hablan y de las plumas de los que así escriben, tan sólo brotaría lo sano, lo sobrio y lo conveniente.
Tan sólo se daría a conocer "sanas palabras" (1 Timoteo 6:3; 2 Timoteo 1:13), las que no pueden ser condenadas y se presentaría
únicamente lo que es bueno para la edificación.
Ojalá se aplicara a sí
mismo cada obrero del Señor, en todo el ámbito de la Iglesia de Dios, la advertencia del apóstol: "Mira por ti mismo y por
la enseñanza... porque haciendo esto, a ti mismo te salvarás y también a los que te oyen." (1 Timoteo 4:16 - VM).
"Trae estas cosas a su memoria, requiriéndoles solemnemente delante del Señor, que no
contiendan sobre palabras, que para nada aprovechan, sino para trastornar a los oyentes. Procura con diligencia presentarte
ante Dios como ministro aprobado, obrero que no tiene de qué avergonzarse, manejando acertadamente (o, dividiendo correctamente)
la palabra de la verdad." (2 Timoteo 2: 14-15; VM).
Traducido de "Le Messager Evangélique"
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El discernimiento espiritual no proviene de muchos conocimientos, de mucha ciencia. Los que tienen más discernimiento
son aquellos que viven más separados del mundo y que se esfuerzan en buscar la presencia de Dios.
J. N. Darby
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1958, No. 32.-
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