"TODA LA ARMADURA DE DIOS"
(Efesios 6: 10-20)
No olvidemos
nunca, amados hermanos, que todos los esfuerzos que multiplica Satanás contra nosotros tienen por fin separarnos de las cosas
celestiales, separarnos de Cristo. Satanás intenta interponerse entre nosotros y Cristo, entre nosotros y las cosas celestiales
para que no disfrutemos de ellas o para que perdamos el gozo que ellas nos proporcionan. Obra con el fin de quitar a Cristo,
de hacer desaparecer el cielo de delante de nuestros ojos. Por un lado, hace alarde de todos sus artificios, y por otro, de
todo su poder con el fin de espantarnos, para impedir que sigamos adelante, o para hacernos retroceder.
En el desierto
del Sinaí y en Canaán, el pueblo de Israel nos da un ejemplo de lo que es la lucha contra Satanás: al atravesar la soledad
desértica, Amalec (figura de Satanás obrando por medio de la carne) entorpece la marcha de ellos. Cuando los Israelitas
hubieron atravesado el Jordán, el enemigo levantó una fortaleza para impedir que tomasen posesión del país; por fin, cuando
entraron en el país, redobló sus esfuerzos para impedirles que se mantuvieran en esa posesión o conquista y sacasen provecho
de ello; pues para gozar de las cosas celestiales hay que haber pisado cada porción del país de la promesa, es decir, haberlo
recorrido en todos los sentidos. Tenemos que tomar posesión gradualmente del mismo, y es precisamente a ello que se opone
Satanás.
La epístola
a los Efesios nos introduce directamente en el cielo. Somos bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales
en Cristo" (Efesios 1:3); ella nos presenta "santos y sin mancha delante de Dios en amor" (Efesios 1:4 - RCR1909); nos da
una herencia, una parte o porción con Cristo; nos hace sentar en lugares celestiales en Él; nos introduce en la plena y entera
posesión de las cosas celestiales en Cristo antes de que entremos en la gloria.
Al final de
la epístola, vemos que se trata ahora de luchar para que Satanás no nos impida gozar de estos bienes. El enemigo dispone de
dos armas, tan peligrosa una como otra.
La primera,
mencionada en 1 Corintios 15:12; 2 Tesalonicenses 2:2 y 2 Timoteo 2:18, son las falsas doctrinas, arma que introduce encubiertamente en la Iglesia, entre los hijos de Dios. Mediante
esta estratagema, intenta hacernos despreciable la persona de Cristo, separarnos de Cristo, arrebatarnos el gozo de las cosas
celestiales, y robarnos nuestra esperanza.
La segunda
arma, tema principal de este pasaje, arma que maneja con frecuencia y contra la cual tenemos que luchar, es el mundo, hacia el cual quiere atraer nuevamente nuestros corazones
y pensamientos; con dicha arma él quiere que nos establezcamos, que nos tendamos a nuestras anchas en medio de los muertos,
en medio de las tinieblas; como si perteneciéramos a ellos. Nos hace cerrar los ojos a nuestra esperanza, a la esperanza
de la venida de Cristo, y cuando lo consigue, el mundo ya no puede reconocernos como cristianos que esperan al Señor.
Lo principal para Satanás es quitarnos el gozo de las cosas celestiales, ocultárnoslas, robarnos la luz, asimilarnos al mundo,
a las tinieblas, hacer de nosotros, en vez de una "epístola (o carta) de Cristo" (2 Corintios 3:3 - VM), conocida y leída
por todos los hombres (2 Corintios 3:2), una carta del mundo, conocida y leída por el mundo.
Queridos hermanos,
allí está el peligro para nosotros hoy en día,
y casi siempre es al mismo peligro que aluden los pasajes refiriéndose a la lucha cristiana. Consideremos pues, tres de ellos
en las epístolas del Apóstol Pablo a los Romanos, a los Tesalonicenses y a los Efesios.
Veamos primeramente
ROMANOS 13: 11, 12 y 14: "conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros
nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas,
y vistámonos las armas de la luz..."
"Vestíos del Señor Jesucristo..." Satanás
se las ingenia para que los cristianos pertenezcamos a las tinieblas y perdamos así de vista la esperanza que está delante
de nosotros. Pero consideremos a un cristiano que lucha, habiéndose vestido de una armadura que le protege en medio de las
tinieblas: esta armadura es la misma luz, y ya que de vistió de esas armas de luz, ya que la luz es su arma, ¿cómo podrían
influir las tinieblas sobre él? Si yo estoy vigilando, el mundo reconocerá que algo me separa o distingue del ambiente
mundano. El solo hecho de vigilar demuestra que no pertenezco a las tinieblas y que estoy esperando aquella salvación
"que está más cerca" que cuando yo creí.
Ahora bien,
en 1 Tesalonicenses 5: 4 - 8, vemos que cuando realizamos esto, todo el poder de Satanás ya no puede hacer nada en contra
nuestro: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros
sois hijos de luz e hijos del día;
no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos
y seamos sobrios." (¡Lo contrario de lo que es el mundo!) "Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan,
de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo." He aquí lo
que necesitamos para luchar contra el sopor espiritual que nos impide esperar a Jesús viniendo del cielo.
Tenemos en
esos versículos tres partes que constituyen una coraza o armadura completa. Si en el primer capitulo de 1 Tesalonicenses vemos
que la fe, el amor y la esperanza son las características de la marcha cristiana (1 Tesalonicenses 1:3), vemos aquí que estas
cosas son las verdaderas armas para resistir a Satanás. Si Cristo es el objeto tanto de mi afecto como de mi fe, si su venida es el motivo de mi esperanza, es imposible que yo caiga en el sopor espiritual. Mi corazón está lleno de un tan excelso tema
que me impide dormitar. Tengo, como yelmo protegiendo mi cabeza, la esperanza de salvación. La armadura que se nos exhorta
a vestir hace que podamos resistir ese sopor en el cual Satanás trata de hacernos caer.
El ministerio
del apóstol tenía que enfrentarse de modo especial con el ya mencionado primer acometimiento de Satanás: las falsas doctrinas.
2 Corintios 6:7 alude a eso. Pablo entraba en la lid bien pertrechado, con "armas de justicia a diestra y a siniestra", para
poder resistir en lugar de otros. Pero notemos que él iniciaba la lucha hiriéndose a sí mismo (1 Corintios 9:27). Lo mismo
que en Hebreos 4:12, la espada ha de aplicarse primeramente a nuestra propia conciencia, antes de que podamos valernos eficazmente de ella contra el enemigo.
Tengamos pues
cuidado, nosotros también, de no sucumbir al sueño. Cada uno podrá reconocer o confesar que es su propia tendencia, pero que
también hay momentos en que el Señor nos despierta y nos da refrigerio espiritual, hay momentos en los cuales todos tenemos
los ojos abiertos. ¿Cuanto tiempo dura eso? ¿Cuánto tiempo permanecemos sobrios? ¿Cuánto tiempo estamos velando? Pronto nuestros
párpados se hacen pesados, los ojos se van cerrando, nos acomete el sueño: ya estamos hundidos en las tinieblas,
en el mundo, y Cristo pierde el precio que tiene para nuestras almas, ha prevalecido el poder de Satanás. Si nosotros estamos
durmiendo o somnolientos, Satanás, en cambio, está siempre alerta, merodeando, "alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro
5:8), enfriando nuestros corazones y desviando el amor que profesamos a Cristo.
En tercer
lugar, consideremos la "armadura de Dios" tal como nos la describe el apóstol en EFESIOS 6: 10-20. Para que podamos resistir,
nos dice: "Vestíos de toda la armadura
de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo." No lo olvidemos: tenemos que revestirnos de la armadura
antes de que vengan los días malos.
Toma tiempo el vestirse de una armadura, y el enemigo se nos presenta siempre de modo repentino. No, hermanos, hay que
estar siempre bajo las armas. Cuando vienen los malos días tenemos que haber sido ejercitados por Dios, y estar en posesión
de todas las armas que Dios pone a nuestro alcance. Es preciso que éstas nos vistan de pie a cabeza, para estar listos
en los días malos y permanecer firmes. A ello alude Pablo cuando dice: "para que podáis resistir en el día malo." No basta
vencer una vez: hay que quedar firmes durante todo el tiempo de nuestra peregrinación.
El apóstol sabe que somos incapaces de resistir por nosotros mismos el poder del enemigo, y dice: "fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza"; detallando luego
la armadura, describe sus dos partes. La primera parte es la parte
defensiva, lo que podemos llamar las
armas «pasivas». La segunda es la parte ofensiva,
o las armas «activas». No se puede tomar la ofensiva sin haberse vestido previamente de toda la armadura. Examinemos
pues las dos partes de la misma.
I.- Todas las piezas de la ARMADURA DEFENSIVA son cosas absolutamente prácticas. Se trata de un estado práctico, y de ninguna manera de una posición o de conocimientos
doctrinales.
1) "Ceñidos vuestros lomos" es la primera parte de dicha armadura:
"ceñidos vuestros lomos con la verdad."
(Efesios 6:14). El cinto ha de ceñir nuestros lomos, es decir lo que hay de más íntimo, el hombre interior. Se aplica
para fortalecerle. Este cinto es pues figura de la fortaleza, la cual fortaleza se encuentra en la verdad. El cinto,
el poder, es la verdad misma.
La verdad
se compone de tres cosas inseparables:
1.- El Señor dice: "Yo soy...la verdad" (Juan 14:6); es pues la persona de Jesús.
2.- Dice también: "Santifícalos en tu verdad" (Juan 17:17),
3.- y también: "El Espíritu es la Verdad » (1 Juan 5:6).
La Palabra de Dios aplicada a nuestro hombre interior nos presenta la misma persona de Cristo, por el poder del Espíritu
Santo. El cinto de la verdad es el arma más escondida, menos evidente, aquella que está debajo de todas las demás. Este
cinto desempeña un papel importante en todas las circunstancias de nuestra vida.
Israel estaba
ceñido para la marcha. (Éxodo 12:11).
Aquí lo estamos para la lucha (Efesios
6:14). El cinto de lino del Sumo Pontífice era una prenda necesaria para el culto (Levítico 16:4). En Lucas 12:35 y ss., los lomos tenían que estar ceñidos para la espera; necesitamos pues la Palabra, que fortalece nuestro hombre
interior, para esperar a Cristo. En el mismo capítulo, Lucas 12:37, el cinto es necesario para el servicio. También es necesario para presentar la Palabra a las almas; en efecto, los que llevaban la palabra
profética estaban ceñidos de un cinto, o faja ancha (cinturón), de cuero (2 Reyes 1:8; Mateo 3:4). En una palabra, en todos
los grandes momentos de la vida cristiana, es menester que estemos en contacto con la Palabra que nos habla de Cristo
y nos permite resistir la somnífera influencia del ámbito de Satanás. Notemos bien, vuelvo a repetirlo, que no se trata
aquí de una posición, ni de conocimientos, ni de inteligencia, sino del estado práctico de un corazón completamente entregado a Cristo.
La verdad nos presenta un objeto para nuestros afectos. Si tenemos otro cinto que el de la verdad, nuestros afectos van hacia otros
objetos, hacia el mundo, hacia las obras del mundo, gastamos nuestro vigor, intelectual o material, en conseguir cosas
que en realidad nos separan de Cristo, y perdemos así las únicas bendiciones que necesitamos. Tengamos esto muy en cuenta:
si no estamos continuamente en relación con Cristo por su Espíritu y Su Palabra, no podemos estar firmes delante del enemigo.
El cinto (o cinturón) representa pues un estado subjetivo del alma.
2) "Vestidos
con la coraza de justicia." El apóstol
escribía a Tito: "la gracia de Dios se ha manifestado... enseñándonos que,... vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente." (Tito 2: 11-13). Se trata de justicia práctica, y no de una posición de justicia delante de Dios.
Esta justicia consiste en estar separado del mal y del pecado en nuestra marcha. La justicia delante de Dios implica
siempre la ausencia del pecado, pero debemos mostrarla prácticamente en nuestra marcha en medio del mundo. Un justo se
conduce siempre con toda justicia. Sí tiene los lomos ceñidos, esto es, si sus afectos están bien orientados, si se ha
vestido con la coraza de justicia, entonces su conciencia estará en regla también. Satanás ataca solamente al viejo hombre,
la vieja naturaleza que permanece aminorada en nosotros.
Tenemos que
mostrar esta justicia práctica que agrada a Dios y tener esta buena conciencia delante de Dios y de los hombres (comparen
con Hechos 24:16). De este modo podemos ir adelante ya que los golpes de Satanás se estrellarán contra la armadura que llevamos.
Cuando mi conciencia no está tranquila y no es examinada sinceramente en presencia de Dios, el enemigo logra detenerme
y tiene, entonces, poder sobre mí.
3) "Y habiéndoos
calzado los pies de alegre prontitud
para propagar el evangelio de la paz." (Efesios 6:15 - VM). Cuando
recibí el Evangelio en mi alma, me trajo la paz. Es la gracia de Dios que obra así: por la fe, tengo la paz; el estado de
enemistad no existe más y yo me encuentro en una posición de paz para con Dios, lo que hace que yo sea humilde. Pienso en
lo que Dios hizo por un miserable pecador y camino humilde y apaciblemente en medio del mundo. Sin embargo, no nos olvidemos
que se trata de la lucha y no de la marcha, y el Cristiano no puede ir con los pies descalzos. Y si camina hacia adelante
con un espíritu humilde, no obrará con otro espíritu en el combate.
4) "Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con
que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno." Esa es pues la pieza de la armadura que hay que ponerse sobre
todo, que se muestre bien al exterior. El escudo era el arma de la mano izquierda que servía para atajar los golpes del enemigo.
Esa palabra "fe" es de nuevo una cosa práctica: la
confianza en la bondad y la gracia inalterables de Dios.
Pero si nos
falta la coraza de justicia, si no tenemos buena conciencia, o si no tenemos el cinto de la verdad, nuestros afectos
puestos en Cristo, ni los pies calzados, si tenemos orgullo, y el estado del corazón y de la conciencia, juntamente con la
marcha, no están en regla, entonces no podemos tener esta confianza inalterable en Dios y confiamos en nosotros mismos. Pero
el apóstol dice: No confiamos "en nosotros mismos." (2 Corintios 1:9).
Con el escudo
de la fe, puedo ir adelante. ¿Qué podrá hacerme Satanás? Si tengo mala conciencia me esconderé de Dios; si no me juzgo
continuamente en la presencia de Dios, dejaré caer el escudo de la fe y los dardos de fuego del maligno me alcanzarán.
Estaré vencido y perderé hasta la seguridad y el conocimiento de mi salvación.
5) "Y tomad
el yelmo de la salvación." Si la fe
es la confianza en lo que Dios es, el yelmo de la salvación es el gozo de lo que Dios hizo por mí. Si el yelmo me protege la cabeza, el enemigo no me puede herir mortalmente
en la misma. Si voy a la lucha, confiando en Dios, alegrándome por lo que El hizo, tengo la armadura práctica, "toda la armadura
de Dios."
II.- Viene
ahora la ARMADURA OFENSIVA: Tengo dos armas ofensivas.
1) La primera
es la espada del espíritu. "Tomad...
la espada del Espíritu, que es la palabra de
Dios." Puedo hacer uso de ella; es lo que hizo Jesús, quien como hombre, iba revestido de toda la armadura de Dios.
"Escrito está" es lo que contesta tres
veces al tentador en Mateo 4:1 al 11. ¿Hubo acaso hombre que, como Él se haya ceñido del cinto de la verdad, se haya aplicado
la Palabra a sí mismo; que haya caminado en la senda de la justicia, de la paz, que haya llevado el escudo de la plena confianza
en Dios, que haya contado con el Dios de su salvación y haya tomado la espada del espíritu para manejarla contra Satanás como
Él lo hizo? Y Satanás huyó de El.
2) La segunda
arma ofensiva es la oración. "Orando
en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio..."
¡la oración! ¡Cuán sumamente importante es!
a) "Toda oración y súplica." Ello no significa repetir cada día una misma
oración por un mismo objeto. Eran esas oraciones y súplicas que el Señor Jesús conocía tan bien. "Y Cristo, en los días
de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas
con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente." (Hebreos 5:7). El
Señor es el ejemplo perfecto que se nos presenta en esto como en todo. Tenemos también un ejemplo de lo que son las oraciones
y las súplicas en Daniel capítulo 8; cuando ve que el momento de la liberación ha llegado, sigue arrodillándose, orando
y suplicando.
b) Notemos
que el apóstol dice "en todo tiempo",
y no una o dos veces al día, sino "en todo tiempo." Es algo que debe caracterizar al cristiano. La oración es un
arma ofensiva, con la cual podemos vencer todo el poder del enemigo. Cuando Pablo escribió, "gran lucha sostengo por vosotros,
y por los que están en Laodicea" (Colosenses 2:1), estaba cautivo, pero arrodillado delante de Dios, presentando toda clase de plegarias y súplicas en todo tiempo por el Espíritu. No se trata de cosas que se repiten
sencillamente porque ya fueron formuladas dos, tres, diez veces, y que no cuesta presentar nuevamente delante del Señor.
c) Es necesario
que las oraciones y las súplicas sean "en el
Espíritu", "velando en ello con
toda perseverancia." ¡Cuántos términos acumula el apóstol para definir claramente cuál ha de ser la actitud diaria
del cristiano, de todos los cristianos!
d) "Súplica
por todos los santos." No sólo nos
hace falta presentar nuestras necesidades, las de nuestra familia, de la asamblea local. No estamos, en efecto, limitados
a aquel circulillo nuestro: tenemos que presentar nuestras súplicas por todos los santos, todos sin
excepción alguna, por aquellos millones que peregrinan juntamente con nosotros en el mundo.
e) Y añade
el apóstol: "y por mí." Se trata de
la obra de Dios, del ministerio del Señor Jesús en medio de este mundo. ¡Cuánto más fruto abundaría en el ministerio cristiano
si todos los santos orasen por aquellos a quienes se digna Dios emplear para llevar su Palabra a los inconversos o para
presentarla a los santos! Hay momentos en que el siervo que Dios emplea siente una lasitud, cierta sequedad espiritual, al
tener que presentar la Palabra a las almas. Cuando esto no es el resultado de una situación personal, la cual el siervo
mismo ha de juzgar en la presencia de Dios, ¿no se debe, acaso, a que los santos se olvidan de ésta recomendación del
apóstol y no presentan en todo tiempo oraciones y súplicas por el siervo de Dios?
Amados hermanos,
no debemos contentarnos con sólo tener la Palabra de Dios, sino que debemos estar en íntima y directa relación con el
Señor. La oración es la señal de la dependencia, y nosotros tenemos que orar por todas las cosas: sea la obra de evangelización,
sea la del ministerio. Y tengamos muy en cuenta que aquí no se trata sólo de reuniones de oración, sino mayormente de
la oración individual y privada de cada cristianó. ¿Poseemos esta parte o pieza de la armadura, caracterizada por la oración,
que poseían un Samuel y un Daniel? Acaso, ¿no tenemos el continuo ejemplo del Señor Jesucristo; siempre absorto en oraciones
y súplicas por todo lo que constituía la gloria de su Padre?
En verdad,
necesitamos este estado práctico que nos capacita para resistir las artimañas del enemigo el cual quiere a toda costa desviarnos
de la comunión con nuestro Dios y nuestro Señor Jesucristo.
Estemos alerta,
hermanos, ¡tomemos TODA la armadura dé Dios!
Henri Rossier
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1953. No.3.-