"LOS
SUYOS QUE ESTABAN EN EL MUNDO"
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX
= Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Lectura Bíblica: Juan 13
Artículo incluido en
"Verdad para Creyentes" (Truth for Believers) Vol. 1.- (Edición Nueva
y Ampliada en 1906).
Es
útil para la verdadera comprensión de la bendita
enseñanza del Señor Jesús que tenemos ante nosotros, observar el lugar que ella
ocupa en este evangelio. Todos nosotros podemos ver que ella es muy señalada.
Juan 10 nos presenta el resultado del testimonio de las palabras y obras de
Jesús en la nación. Siendo responsables desde hacía mucho tiempo de recibirle a
Él como el Cristo, ellos sólo esperaron la plena revelación de la gloria de Su
persona, como siendo uno con el Padre (Juan 10:30), para tomar piedras para
apedrearle. ¡Cuán infinita es la gracia que había traído al Hijo de Dios a
estar al alcance de ellos! ¡Esta era su estimación de ella! "¿Al que el
Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije:
Hijo de Dios soy?" (Juan 10:36). Juan 11 y Juan 12 sacan a la luz para
nosotros Sus glorias como Hijo de Dios (Juan 11:4), Rey de Israel (Juan 12:13),
e Hijo del Hombre (Juan 12: 23, 24). ¡Bendita respuesta de Dios al
apedreamiento de la turba en la tierra! Pero el rechazo de la nación hacia Él
es el juicio de la nación. Él les había sido presentado en la gracia de Isaías
53, y ellos no habían hallado hermosura en Él como para que Le desearan; y
ahora, Dios ha cerrado judicialmente esos ojos ciegos para que no pudiesen ver,
conforme a Isaías 6. Habiendo sido pronunciado así el juicio sobre los que
rechazan Su testimonio, Jesús vuelve Su espalda a un mundo frío, despiadado,
para encerrarse con la pequeña compañía de los Suyos, quienes Le habían sido
dados del mundo.
Desde
Juan 13 hasta el final del capítulo 17, Le
encontramos solo con Sus discípulos, libre para darles a conocer la plena
profundidad del lugar que ellos tenían en Su amor, ahora que Él estaba a punto
de dejarles y regresar al Padre, y de qué manera aquel amor estaría en
ejercicio para ellos. Amados, esto es lo que hace que estos capítulos sean tan
peculiarmente preciosos para nosotros; ya que tenemos toda nuestra parte en lo
que se despliega en ellos, tan ciertamente como nosotros somos Suyos.
Pongan
atención a las palabras de apertura del
Espíritu Santo, puesto que ellas son la clave de todo lo que sigue a
continuación. Ellas nos presentan la nueva posición de cosas sobre las que
depende la acción de Jesús en este capítulo para su significado pleno. "Conociendo
Jesús que había llegado su hora para salir
de este mundo, e ir al Padre" - tal es el lugar que Él toma ahora
anticipadamente -, "habiendo amado a
los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." (Juan 13:1 -
VM). Él ha ido al Padre; ¡nosotros somos dejados en el mundo sin Él! Cuán
terrible tener que regresar a la escena de la cual Él había sido rechazado;
¿para proseguir solos nuestra senda a través de ella? - ¿para ser olvidados?
¡Oh, no! ¡Sino para ser para Él lo que
nuestros
corazones jamás podrían haber concebido!
¡Escuchen! Él nos llama ¡"los suyos"!
¡Mucho más que si Él hubiera dicho, «Sus amigos», o incluso «Sus hermanos»!
"Los suyos" nos dice mucho.
El
corazón humano tiene un gozo particular al tener
algo que puede llamar suyo. No es tanto el valor de lo que se posee, como la
conciencia sencilla de que ello es mío. Ahora bien, Jesús habla justamente así
acerca de nosotros. Él me dice que yo soy Suyo, y que Él se deleita en que ello
sea así. Él no haría que nosotros nos ocupásemos de nosotros mismos, ni tampoco
con nuestra estimación pobre, débil de Él. Él querría que nosotros, por fin,
nos librásemos de nosotros mismos, y que nos ensimismemos en Sus pensamientos
acerca de nosotros.
¿Está
usted preparado, amado - preparado para el amor
divino, hablando y actuando desde su manantial el cual es santo en sí mismo,
sin preguntar de qué está siendo levantado desde principio a fin? ¡Oh, esto es
descanso! Él le conocía a usted, y no
obstante Él le amó. Él murió, no
meramente en la piedad y compasión que lo salvaría a usted del infierno, sino
en el amor que se fijó en usted como Su objeto, y Él le llama ahora «Suyo», así
como Él puede hacerlo. Nosotros somos Suyos por mucho más que todo aquello
mediante lo cual uno perteneció alguna vez a otro, y ello es nuestro con sólo
reconocerlo. ¿Se siente usted abrumado en presencia de semejante amor? Eso está
bien; usted nunca volverá a mirar otra vez para encontrar la razón de ello en
usted mismo; sino que estará satisfecho con que la única razón para ello
debería ser encontrada en lo profundo de ese mismo amor.
Pero
escuchen -
"los amó hasta el fin." ¿Pregunta usted hasta el fin de qué?
Hasta el fin de nuestra senda en el mundo, hasta que no necesitaremos más la
certeza de ello. Pero, ¡qué certeza para nuestro corazón! Él conoce mi senda
hasta el final. Él conoce el fracaso que marca cada paso de ella, la frecuente
frialdad e infidelidad y traición de mi corazón, y no obstante ¡Él me ama hasta
el fin! ¿Fue el amor alguna vez
probado como el Suyo? Y, ¡oh, de qué manera soporta la tensión más pesada puesta
sobre él! Qué tensión fue aquella, que iba a ser colocada sobre este amor esa
misma noche, tensión conocida por Él de antemano también (Juan 13:38), y sin
embargo Pedro estaba cerca, para escuchar
las benditas palabras y conocer su parte en un amor que jamás podía cambiar. Ahora
bien, es porque tenemos un lugar tan profundo en Su amor que Él se deleita en tenernos
cerca de Él en el gozo de aquel amor. Es cierto, es nuestro gozo estar allí; pero
eso no es nada para Su gozo de
tenernos allí. Él murió para que nosotros pudiésemos conocer y tomar nuestro
lugar allí, y Él vive ahora para asegurarnos y mantenernos en el disfrute sin
impedimentos de aquel lugar. Él no renunciará fácilmente a lo que Él ha
adquirido para Él mismo a tan infinito costo. "Los suyos" es aún el
manantial del servicio que Él emprende en esta capítulo - siendo el objeto de
ello asegurar nuestros corazones para Él mismo mientras Él está ausente. El
amor de Cristo se deleita de estar en ejercicio acerca de sus objetos; pero Él
tiene un interés en ello así como
nosotros también.
El
versículo 2 está puesto en terrible contraste con
todo lo que hemos estado considerando. Pero la traición despiadada de uno que
ha sido el compañero de Jesús, pero que nunca creyó en Él (Juan 6:64), no
disuadirá la gracia de Jesús del único servicio que podía satisfacer la
necesidad de aquellos a quienes Él estaba a punto de dejar en el mundo.
El
versículo 3. "Sabiendo Jesús que el Padre le
había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios
iba,…" No había llegado aún el tiempo para que Él tomase posesión de
"todas las cosas" que habían sido dadas en Sus manos; pero Él se
levanta para asegurar aquello que es más precioso para Él que todo lo demás -
la posesión ininterrumpida e incomparable de nuestros corazones, contra todo lo
que la disputaría con Él.
Versículos
4 y 5. "Se levantó de la cena, y se
quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo,
y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con
que estaba ceñido." Amados hermanos, la acción del Señor aquí es
eminentemente simbólica. Deducir meramente de ello la lección de humildad es,
no dudo en decirlo, perder el propósito de la enseñanza. Nosotros vemos que
dicha acción debe tener un carácter más profundo leyendo desde el versículo 7
hasta el versículo 10. Es esencial tener parte con Cristo. Es, de hecho, el
servicio actual del Señor en la presencia del Padre para Su pueblo en este
mundo.
El
agua es un símbolo bien conocido de la Palabra de
Dios aplicada por el Espíritu. Encontramos aquí una doble aplicación de este
símbolo, la fuerza de la cual está muy oscurecida en nuestra traducción de la
Biblia, pero que usted entenderá mejor si lee observando una distinción del
Espíritu de Dios, "El que ha sido bañado
no tiene necesidad de lavarse sino los pies, pues está todo limpio." (Juan
13:10 - BTX). ¿Cuál es, entonces, la aplicación primaria del agua de la Palabra
que no necesita ser repetida? Es aquella de la que se habla en Juan 3:5, "A
menos que el hombre naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios." (Juan 3:5 - VM). Es la
Palabra de Dios explicada en profundidad por el Espíritu a la conciencia en
aquel momento cuando nosotros descansamos, por vez primera, en una Palabra de
parte de Dios para nuestra salvación. Así nacimos nosotros "de Dios",
habiendo sido reengendrados de la incorruptible simiente de la Palabra. (1
Pedro 1:23 - VM), y hechos "participantes de la naturaleza divina."
(2 Pedro 1:4). Todas las medidas correctivas anteriores sólo revelaron más
completamente el alcance de la ruina del hombre. Pero ahora, lo que el hombre
nunca pudo hacer - es decir, limpiarse Él mismo - Dios lo ha hecho por Su
Palabra recibida en el alma. Nosotros somos limpios a Sus ojos - sí, totalmente
limpios. Los pecados, y la naturaleza de pecado en nuestro interior, han
recibido su condena en la muerte de Aquel en quien hemos creído, y nosotros
hemos recibido Su vida más allá del alcance del juicio y de la muerte. Mientras
tanto, nos encontramos en un mundo contaminado por el pecado. Sólo Uno pasó una
vez a través de él sin
contaminación.
La
tentación abunda en todas partes y encuentra
demasiado pronto una respuesta en la carne dentro de nosotros. Tal como los
pies contraen inmundicia en una senda sucia, así nuestras conciencias son
susceptibles de contraer contaminación a cada momento mientras pasamos a través
del mundo. El pecado nunca más puede venir sobre
nosotros para juicio e ira; pero puede y debe necesariamente, si se le
permite, nublar el disfrute del amor de Jesús, romper la comunión y colocarnos
en un lugar de distancia práctica de Él. Esto es lo que Él no puede soportar.
Nosotros debemos recordar que no hay nada
sobre lo cual el ojo puede descansar, o de lo cual la imaginación se puede
ocupar, en las cosas de la naturaleza que no tenga esta tendencia. Porque todo
lo que hay en el mundo no es del Padre, - y todo lo que es de la carne - de la
naturaleza y de la vida del primer Adán - es eso que Dios ha tenido que
exterminar para el creyente en la cruz de Cristo.
¡Cuán
grande y real es, entonces, nuestra necesidad,
amados, y cuán dulcemente el amor de Jesús hace que Él se ocupe, para nosotros,
en el servicio mismo adecuado para dicha necesidad! Porque esto es lo que se
simboliza en el lavamiento de los pies. Se trata de la segunda aplicación de la
Palabra dada a nosotros en Juan 13:10. Nosotros encontramos nuevamente en
Efesios 5:26, "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en
el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante."
Entonces, si hemos de tener parte con Jesús, Él debe aplicar el agua de la
Palabra para separarnos de todo aquello que impediría la comunión con Él mismo.
Noten bien que no es algo que Él deja para que nosotros lo hagamos, de lo contrario
jamás sería hecho. Se trata
de, "Si [Yo] no te lavo, no
tienes parte conmigo." (Juan 13:8 - VM).
Yo
creo que nosotros no hacemos bien al limitar el
servicio del Señor, como está simbolizado aquí, a la restauración de la
comunión cuando ella ha sido interrumpida.
Esto está allí, ciertamente; pero, además, hay más - está todo lo que se
necesita para mantenernos en un disfrute constante, ininterrumpido de Su
presencia. Porque la Palabra de Dios, aplicada a nosotros por el Señor, juzga
todo aquello que es incompatible con esto, y nos señala así una senda limpia,
separada de la contaminación a nuestro alrededor, donde el propio Señor puede
estar con nosotros. Amados, este es Su objetivo en el ministerio de la Palabra.
¿Y no le bendecimos a Él por ello? ¿Qué más se necesita para la plenitud del
gozo?
Pero
entonces, ¿estamos nosotros preparados para
someternos al Señor Jesús para que Él pueda lavar nuestros pies? Ah, ¡esta es
una pregunta para nuestras conciencias! Siendo la Palabra la Revelación de
Cristo a nosotros, ella debe juzgar implacablemente
todo lo que es diferente a Él mismo. Cristo es la única medida de su juicio.
Oh, amado, ¿hay una sola cosa que a usted les
gustaría pasar por alto? Escudriñe y vea si usted mismo se está entregando
honestamente a la acción escudriñadora de la Palabra sobre el corazón y la
conciencia. Piense en el terrible costo al cual usted reserva algo que la
Palabra debería juzgar - ¡incluso interrumpir la comunión con Él! Y ¿qué ha ganado
usted con la pérdida de esto?
¿Dónde puede el corazón encontrar algo para satisfacerlo lejos de Él? Es
cierto, Él nunca descansará por el
amor que Él le tiene a usted hasta que le conduzca de regreso a Su lado; pero
oh, ¡qué cosa grave y terrible es la contaminación del pecado! Nadie sino el Hijo
de Dios pudo deshacer su efecto, y usted necesita que Él se detenga a lavar sus
pies. "Si [Yo] no te lavo, no tienes parte conmigo." (Juan 13:8 - VM).
Pero la acción de la Palabra de Dios no es sencillamente negativa al juzgar y
al conducirnos a juzgar el mal. No, sólo es esto debido a que es la revelación
plena, positiva del propio Cristo a nosotros. Así, mediante todo lo que Él nos
enseña - lentamente, puede ser, debido a nuestros lerdos corazones, pero
seguramente - Él nos está conduciendo con paciencia y gracia maravillosas a un
conocimiento más profundo de Él mismo. Y hay un poder irresistible en el conocimiento
de Cristo para unirse a Él y para separarse así de todo lo que no es de Cristo.
¿Acaso Él le quitaría a usted todos
sus pequeños intereses y le dejaría nada más que un espacio vacío? No, no;
lejos de ello. Él sabe que nada puede llenar su corazón excepto Él mismo; por
tanto, Él le lleva a usted a juzgar con Él todo lo que crearía o mantendría una
nube entre usted y Él: y Él lo hace en Su propia dulce manera. Él lo hace
mediante la revelación a nosotros de lo que Él
es en Sí mismo hasta que nuestros corazones llegan a ocuparse de Él como su
objeto. Fácilmente, entonces, y sin espacio para el pesar, nosotros dejamos
caer lo que para nosotros sólo debilitaba el poder del más rico gozo celestial.
Ya que si el resultado de cada verdad, cuando es recibida debidamente, es la
separación de la cosas de la carne y del mundo, ello es solamente separarse a
una aún más cercana comunión con el Señor Jesús: y esto es, inmediatamente,
precioso para Él y necesario para nosotros
ahora que hemos probado de su disfrute.
¡Es
lamentable! temo que demasiado a menudo, igual que
Pedro, nosotros resistimos el agua sana de la Palabra; y más culpablemente que
él. Él podría haber esgrimido ignorancia acerca de la intención de Cristo; pero
no así nosotros. Nosotros sabemos ahora que Él nos formaría sólo por una
intimidad más profunda con Él mismo porque somos los Suyos; pero nosotros
amamos demasiado bien algo que Él debe separar de nosotros. Y no obstante,
¡Jesús se inclina para lavarte! Mi hermano, mi hermana, ¿puede usted decirle a
Él, "No me lavarás los pies jamás"? (Juan 13:8). Pero nosotros
decimos esto virtualmente si tenemos temor a la verdad, y procuramos alejar su
filo de nosotros y de nuestros modos de obrar. Es así como vienen las nubes -
nosotros rechazamos la Palabra del Hijo de Dios, y la conciencia se contamina
mediante aquello de lo cual ella nos habría limpiado.
Pedro
lo rehusó, porque él tenía que aprender aún su
necesidad del amoroso servicio del Señor. La confianza en la carne fue la raíz
de ello en él, así como en un gran número de nosotros desde entonces. Cuán
pronto y cuán terriblemente él sacó de ello la experiencia - pero, ¿acaso no
podemos nosotros decirlo también de la gracia restauradora del Señor? Aquel que
había dicho, "Mi vida pondré por ti" (Juan 13:37) esa misma noche,
maldiciendo y jurando, negó que alguna vez Le conociera. "Entonces, vuelto
el Señor, miró a Pedro" (Lucas 22:61). ¡Qué mirada fue aquella para Pedro!
No es de extrañar que ella rompiera su corazón, ya que dicha mirada le dijo a
Pedro que Jesús aún lo amaba: él podría cambiar para Jesús, pero jamás Jesús para
él. Dudo muy poco que esa mirada fuera suficiente para asegurar a Pedro que él
estaba perdonado; pero esto no era suficiente para el Señor. Quedaban, no
obstante, tristes resultados. La comunión de Pedro con el Señor había sido interrumpida.
Una nube pesada pendía aún sobre él. Qué testimonio de ello fue esta expresión
- "Voy a pescar." (Juan 21:3). Él, una vez, había considerado todo
esto como pérdida por Cristo, pero eso fue cuando su corazón estaba lleno con
Cristo. Ah, él le había negado ahora, y el pobre corazón de Pedro procuró en
vano llenar el vacío que había allí, reanudando sus antiguas ocupaciones; pero
yo estoy seguro que fue un trabajo a desgano, miserable. ¿Quién de nosotros no
ha conocido algo de tan terrible experiencia?
Y
todo esto nos demuestra que el perdón es una cosa, y
la comunión con Cristo, como el objeto que llena nuestros corazones, es
realmente otra. Amados, ¿han aprendido ustedes la solemne diferencia? Muchos de
nosotros hemos obtenido todo lo que hemos podido de Cristo, y nos hemos
marchado a andar a una distancia constante de Él en el mundo y sus intereses;
otros de nosotros hemos probado el gozo de andar con Él, y si la nube se ha
interpuesto - nunca, nunca se puede hallar descanso
hasta que ella se haya roto. Y Jesús
nunca puede descansar hasta que ella se rompe. Pongan atención a Sus modos de
obrar con Pedro. "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora" Jesús
había dicho (Juan 13:7), "mas lo entenderás después." Y el tiempo
había llegado cuando Pedro sabría, en la realidad de su bendición, la acción
del lavamiento de la Palabra, y daría la bienvenida al amor de Jesús que se
inclinó a hacerlo. Ya que, adelantado y próspero como Pedro podría ser en sus
labores de pesca, el Señor Jesús no podía soportar la distancia que se había
interpuesto entre ellos. Pero la restauración no es una obra liviana. La
conciencia debe ser probada, y la raíz del fracaso desvelada. La pregunta
"¿me amas más que éstos?"
hará su propio trabajo. (Juan 21:15). Traerá a la mente la jactancia, "Aunque
todos serán escandalizados a causa tuya, yo nunca seré escandalizado"
(Mateo 26:33 - BTX); y luego, la conciencia de que la suya fue la caída más
profunda de todas. Experiencia triste, dolorosa, pero necesaria, para que él se
conociese a sí mismo. Obra dolorosa, también, tener que volver a exponerla
nuevamente en presencia del Señor y de todos, pero para resultar en el juicio
pleno del mal que había estado obrando, para que ni siquiera una nube pudiese
permanecer sobre su gozo. La pregunta, "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?"
(Juan 21:16) repetida tres veces, así como él había negado al Señor tres veces,
desata su corazón para confiar en Él así como él no lo podía hacer en otro en
la tierra - sólo Juan sabía que él había jurado que nunca Le había conocido -
"Señor, tú lo sabes todo; tú sabes
que te amo." (Juan 21:17). El Señor Jesús responde confiándole a él
Sus intereses más preciosos en la tierra, "Apacienta mis ovejas."
¡Qué
gracia perfecta, amados, son estos modos de obrar
de nuestro Señor, como cada uno de nosotros mismos los ha probado! El corazón
ha estado cargado debido a estar a distancia de Cristo. Alguna pequeña palabra
del Señor ha sido traída a la mente. Ella satisface precisamente la necesidad.
Usted dice, ¡qué extraño que la Palabra tan adecuada para el momento haya
venido a la mente! Ah, amado, fue el Señor Jesús quien se inclinó así para
lavar sus pies, y ¡usted no discernió que era Él! Pero, ¡qué terrible es el
carácter del fracaso y de la reincidencia y el pecado cuando es juzgado en la
luz de semejante gracia! ¡El Señor conceda profunda sometimiento de corazón a
Su Palabra, para que podamos ser guardados de probar Su amor de forma tan
extrema! Pero la nube es disipada - el corazón de Pedro ha sido restaurado a su
descanso en comunión con Cristo, y el Señor puede darle, en el poder de esto,
la senda que él había procurado tomar en la energía de la carne, y en la cual
él había fracasado tan completamente. Era Su propia senda de muerte, lo cual es
todo lo que Él puede dar aquí a cualquiera de nosotros (Comparen con Juan 13:
36, 37; Juan 12: 24-26 y Juan 21: 18, 19).
Sí,
amados, la senda del Señor Jesús en este mundo
sólo puede ser tomada en el poder de la comunión con Él. Se trata, por tanto,
como me parece, de que la preciosa provisión del Señor para el mantenimiento de
esto mientras Él está ausente precede a toda la otra enseñanza de Sus palabras
de despedida para nosotros. El lugar de Juan sobre el pecho de Jesús ("Estaba
recostado sobre el pecho de Jesús uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba."
Juan 10:23 - VM) es el lugar en que Él nos mantendría en el disfrute de (con
una experiencia algo más profunda del amor de ello), mediante el servicio de la
primera parte del capítulo. Pero usted puede decir, «Ciertamente aquel lugar
sólo pertenecía a Juan, como siendo, por
excelencia, el discípulo a quien Jesús amaba.» Amado, usted agravia el amor
de Cristo mediante pensamientos tales como estos. La parcialidad es un defecto
del amor humano. No hay nada de eso en el amor divino. El amor divino tiene la
medida única de amor para cada uno de nosotros, y para todos. "Como el
Padre me ha amado, así también yo os he amado." (Juan 15:9). No hay
espació aquí para grados, porque el amor para cada uno es infinito y no puede
ser excedido. Verdaderamente excede a todo conocimiento. (Efesios 3:19).
Además, decir que Él ama a uno más que a otro, equivale a decir que Él ha
hallado algo que amar en aquel a
quien Él ama. Mientras que no había nada en ninguno de nosotros que atrajera Su
amor. El amor humano es provocado por algo digno de amar en su objeto; pero
esta es la resplandeciente característica diferenciadora del amor divino, que
sus objetos son todos igualmente indignos. La fuente del amor de Jesús está en
el mismo amor - profundo, profundo en los secretos de Su propio corazón. Sería
terrible si, de hecho, después de todo, usted insistiría acerca del lugar de
distancia. ¿No daría usted crédito a Su amor tomando el lugar cercano que Él le
da? ¡Es todo lo que Él le ha dejado a usted por hacer! El amor es gratificado
teniendo a su objeto cerca de él mismo. Se deleita en la confianza que ha
engendrado, confianza que tomará tranquilamente el lugar de cercanía - ni
temerá que ello sea contado como una intrusión. Esta es la respuesta que Su
amor busca de nosotros. Juan lo sabía, y se recostó sobre Su pecho, y él mismo
escribe ¡"el discípulo a quien amaba Jesús."! (Juan 19:26; 20:2;
21:7; 21:20). No es más que el estilo y la firma de la fe, que hace que el 'yo'
sea reducido a nada, pero hace que el amor de Cristo sea todo, excluyendo todo
mérito y dignidad humanos. Pedro está a distancia comparativa, sólo porque
tanto del 'yo' se adhería aún a él.
La
comunión es, además, el manantial de toda
comprensión de la mente del Señor, revelada ahora nosotros en Su Palabra. Pedro
tiene que inquirir acerca de ella a través de Juan. Juan estaba 'recostado'
sobre Su pecho antes; él sólo tenía que 'recostarse' más cerca ahora. (Juan
13:25). Quizás algunos podrían objetar que nadie puede estar tan cerca de Jesús
ahora que Él ha ido al Padre, así como podían estar los que estuvieron con Él
en la tierra. No es así, amados; el Espíritu Santo nos ha sido dado desde entonces
conforme a la promesa de Jesús (Juan 14: 16, 20), para que nosotros podamos ser
llevados a un orden de intimidad mucho más elevado con Él del que pudiese haber
sido el de ellos: y mantenernos en esto es justamente el objetivo del servicio
del Señor Jesús en este capítulo que hemos estado considerando - que ni una
nube de distancia moral pueda
interponerse entre nosotros.
Yo sólo
puedo señalar, además, que el Señor Jesús nos encomienda una participación muy
dulce en este Su servicio para nosotros (Juan 13: 14, 15). "Pues si yo, el
Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os
he hecho, vosotros también hagáis." Él da, nuevamente, Su mandamiento
nuevo en el versículo 34: "como yo os he amado, que también os améis unos
a otros." Si Su amor es la única medida
del amor que debemos tenar los unos por los otros, Él nos da un ejemplo de la manera
en que dicho amor será
ejercitado. Y esto es solemnemente importante en estos postreros días, amados.
¿Quién de nosotros no ha sido testigo con gozo de un acercamiento tal de los
corazones de los hijos de Dios en nuestra común fe y nuestra común bendición,
como no ha ocurrido, tan generalmente, quizás, desde que Satanás sembró por
primera vez les semillas de división en la asamblea de Dios en la tierra?
Antiguas barreras de credos y de religión ancestral no han podido resistir
contra el deseo de que el pueblo de Dios deba estar junto. El peligro consiste
en que Satanás prevalezca para estropear este precioso fruto de Dios obrando
entre nosotros, mediante la mezcla del principio de sociabilidad común de la
naturaleza (reuniones de carácter meramente social), con el amor al cual Cristo
manda a su pueblo. El amor verdadero tiene a Cristo como su primer objeto, y
este amor en nosotros acepta a todos los que son Suyos, para amarlos, tal como
Él nos amó; y será, sobre todo, esencial para ello procurar asegurar el gozo de Cristo
en Su pueblo. De este
modo, si usted me ama verdaderamente,
mi hermano, y descubre en mis modos de obrar o en mis asociaciones algo que
tendería a mantenerme a distancia de Cristo, algo que sea contrario a la verdad
y santidad, usted no descansará nunca hasta que usted se haya inclinado para
lavarme la mancha moral mediante el ministerio de alguna Palabra de Cristo.
Usted habrá aprendido, experimentando dulcemente los modos de obrar de Cristo,
la gracia tan necesaria para esta expresión de su amor; y usted no será
refrenado por la soberbia que pueda despreciar su interferencia, hasta que
usted me haya conducido a mi lugar de privilegio y gozo. Aquello que consentiría
que cada uno de nosotros hiciera su propia voluntad, sin tomar en consideración
a Cristo o actuando sin depender de Él, bajo el pretexto del amor, ha perdido
toda característica del amor cristiano.
Que
el Señor nos conceda, amados, elevarnos más en Sus
pensamientos y Sus deseos acerca de nosotros. Oh, que entremos en las
profundidades de aquel término que Su amor ha fijado sobre nosotros, ¡"los
suyos"! (Juan 13:1). ¡Qué reconvención para cada pensamiento que no es
conforme a Su mente! ¡Qué correctivo a toda tendencia de cosas, dentro y
alrededor, que nos atraen y nos alejan de Él! En ninguna parte pueden ser
hallados ahora el descanso o el gozo para nosotros, salvo en el sereno disfrute
de cercanía a Cristo y de intimidad con Él.
John Alfred
Trench
Traducido del
Inglés por: B.R.C.O. - Diciembre 2010.-
Título original en inglés:
"HIS OWN WHO WHERE IN THE WORLD", by J. A. Trench
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