DIVORCIO Y RECASAMIENTO
Mateo 5: 31-32
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que,
además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por
Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Escrito por Arend Remmers
(Incluido en su comentario del Sermón del Monte)
"También
fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no
ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio."
En el 'Sermón del Monte', el Señor
Jesús aborda muchos temas que son de tanto interés ahora como lo eran en aquel entonces. Esto se aplica también al tema del
divorcio, un problema con el que se están enfrentando más y más incluso Cristianos verdaderos.
En Mateo 5: 27-30, Él había hablado
acerca del pecado de adulterio y había condenado también la codicia carnal. Los versículos 31 y 32, en los que Él habla acerca
del divorcio y el recasamiento, están puestos en conexión cercana con este pasaje. No solamente el adulterio y la codicia
carnal anteriormente mencionados son contrarios a los pensamientos de Dios con respecto al matrimonio, sino también el divorcio.
El pensamiento común principal – la relación entre hombre y mujer – y el hecho de que el adulterio es mencionado
dos veces en el versículo 32, indican una conexión. Por otra parte, las palabras introductorias, "fue dicho" y, "Pero yo os
digo", muestran que el Señor confronta aquí nuevamente las antiguas tradiciones con Su Palabra y Su voluntad (compárese con
los versículos 21, 27, 33, 38, 43). Y aun así, algunos ven los versículos 31 y 32 como una especie de apéndice del pasaje
anterior.
La carta de divorcio
El Señor Jesús no se refiere a un
mandamiento del Antiguo Testamento, sino a una costumbre de los Judíos que probablemente había existido antes de que la ley
fuese dada en el Sinaí – la costumbre de escribir una carta de divorcio. "Fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer,
dele carta de divorcio."
En Deuteronomio 24: 1-4 se dice:
"Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá
carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro
hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere
de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla
a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová."
El mandamiento en estos versículos
es, por consiguiente, que una mujer que se volvía a casar a continuación de un divorcio de su primer marido, no podía, bajo
ninguna circunstancia, volver a él. Pero el hecho de que una carta de divorcio es mencionada dos veces de ningún modo significa
que Dios mandaba divorciarse o incluso que lo aprobaba. En Mateo 19:8, el Señor Jesús explica a los Fariseos que Moisés les
permitía repudiar a sus mujeres debido solamente a la dureza del corazón de ellos. Él añade, "mas al principio (es decir,
según el orden creador) no fue así." (Mateo 19:8). Cuando el pueblo de Israel recibió la ley en Sinaí, la costumbre del divorcio
mediante una carta de divorcio ya existía, obviamente. Moisés la dejó así, quizás incluso para que la mujer fuera protegida
de un marido duro de corazón y malévolo que le podía causar gran daño si ellos continuaban viviendo juntos.
Sin embargo, a partir de esta concesión
en Deuteronomio 24, los Judíos habían derivado un permiso para el divorcio y un mandamiento para dar una carta de divorcio.
Podemos ver esto de la pregunta de los Fariseos en Mateo 19:7: "¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?"
El único desacuerdo entre ellos era acerca de las razones para el divorcio. Una escuela de rabinos enseñaba que la "cosa indecente"
(N. del T.: "cosa reprochable", "vicio notable", "cosa torpe", "algo indecoroso", "cosa
vergonzosa", como rezan otras versiones de la Biblia en Español) de Deuteronomio 24:1 era adulterio o alguna otra forma
de conducta inmoral, mientras otros rabinos aceptaban cualquier cosa que a un marido no le agradase acerca de su mujer como
una razón para el divorcio. En Mateo 19:3, parece que los Fariseos se refieren a estos desacuerdos entre sus maestros, "¿Es
lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?"
El matrimonio es un pacto de por vida
Es con las siguientes serias palabras
que el Señor se opone a esta irreflexión con respecto al divorcio, irreflexión entre los Judíos de aquel entonces y dentro
de la Cristiandad en la actualidad: "Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace
que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio." (Mateo 5:32).
Debemos notar, en primer lugar,
que estas palabras no se aplican solamente al hombre, sino también a la mujer. En Marcos 10: 11-12, el Señor menciona expresamente
a la mujer en un mismo contexto. "Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si
la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio."
Según la voluntad de Dios, el matrimonio
es indisoluble. El Señor Jesús dice esto claramente en Mateo 19:6: "por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre."
Esto no sólo es aplicable a los matrimonios llevados a cabo "en el Señor", sino a todo matrimonio. Ya en el Antiguo Testamento
Dios había dicho a los Judíos que se habían divorciado de sus mujeres, "Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece
el repudio." (Malaquías 2:16).
Según el orden creador de Dios todo
matrimonio, no sólo el de Cristianos, es de por vida. El divorcio es, en todos los casos, un resultado del pecado y un alejamiento
del estándar divino. En nuestros tiempos, cuando entre un cuarto y un tercio de los matrimonios termina en divorcio, la impiedad
del mundo llega a ser evidente también en esta área. El divorcio entre Cristianos es, por tanto, una evidencia especialmente
triste del hecho de conformarse al mundo.
Propongo, por tanto, algunos consejos
muy serios para los recién convertidos. A través de la oración y escudriñando la Palabra de Dios procuren primeramente estar
seguros si su intención de contraer matrimonio puede ser llevada a cabo realmente "en el Señor", es decir, de acuerdo con
Su voluntad (1ª. Corintios 7:39). Contraer matrimonio sin mucho pensar es tan válido delante de Dios como cualquier otro matrimonio
y debe ser honrado por ambas partes. "Honroso sea el matrimonio entre todos, y sea el lecho conyugal sin mancilla; porque
a los fornicarios de una parte, y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará." (Hebreos 13:4 – VM).
El divorcio lleva al adulterio
Con una frase el Señor barre y deja
a un lado las sutiles explicaciones de los escribas: "Cualquiera que repudie a su mujer,… hace que ella adultere." Independientemente
de cuáles puedan ser las faltas y debilidades de la mujer, aquel que la repudia, es decir, se divorcia de ella, la expone
al peligro de unirse posteriormente a otro marido. El Señor llama aquí a esa relación: adulterio. Esto implica que el primer
matrimonio es aún válido delante de Dios. El matrimonio contraído delante de Dios y el hombre no es violado meramente mediante
un divorcio llevado a cabo delante de los hombres (es decir, en una corte de justicia), sino por la posterior unión sexual
con otra pareja – ¡aun cuando esto ocurre en un nuevo matrimonio! Casi no es necesario decir que esto se aplica también
al cónyuge que "repudia" al otro, es decir, se divorcia de él o de ella.
Llega a ser evidente, a partir de
la última parte de Sus explicaciones, que el Señor no habla sólo acerca de relaciones extra-matrimoniales después del divorcio:
"y cualquiera que se case con una repudiada, adultera." (Mateo 5:32 – BTX). Según los pensamientos de Dios, el que se
casa con una mujer divorciada (repudiada) comete adulterio porque él viola un matrimonio que existe delante de Él. De acuerdo
con estas palabras del Señor, el apóstol Pablo escribe a los Corintios, "Pero a los que están unidos en matrimonio, mando,
no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido;
y que el marido no abandone a su mujer." (1ª. Corintios 7: 10-11).
La única excepción
Hasta ahora hemos dejado fuera de
nuestra consideración el hecho de que el Señor Jesús brinda aquí espacio para una excepción: "el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación…" (Mateo 5:32). Sin embargo, esta sola y única
excepción no aparece en Marcos 10: 11-12 y en Lucas 16:18. Pablo, en 1ª. Corintios 7 tampoco la menciona. La encontramos de
nueva solamente en Mateo 19:9, si bien en una redacción ligeramente diferente ("salvo por causa de fornicación"). El Señor
no dice que el divorcio es inevitable en el caso de que una parte cometa fornicación, sino solamente que en caso tal el recasamiento
de la otra parte después de un divorcio no es adulterio.
Según la Escritura, el pecado de
fornicación no se refiere sólo a la prostitución, sino a cualquier relación sexual pre-marital o extra-marital. Vimos esto
anteriormente cuando consideramos los versículos 27-30. La fornicación es también adulterio cuando a lo menos una de las personas
involucradas está casada. Aquí se usa el término general "fornicación", aunque el versículo trata especialmente del adulterio.
Parece bastante rebuscado interpretar aquí la palabra "fornicación" como implicando conducta inmoral antes del matrimonio,
cosa que el esposo conoce sólo después de la boda.
Según la ley, los adúlteros debían
ser muertos (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22; Juan 8: 4-5). Cuando meramente
había sospechas de adulterio había otra forma de actuar, implicando "las aguas amargas que acarrean maldición." (Números 5:
11-31). Aun así, en la práctica, los Judíos habían adoptado la costumbre de repudiar cuando el adulterio no se demostraba
sino sólo se sospechaba que existía (compárese con Mateo 1:19). Cuando los Fariseos y los Escribas confrontaron una vez al
Señor con una mujer adúltera, Él en Su gracia no condenó a la mujer obviamente arrepentida, sino que le dijo, "vete, y no
peques más." (Juan 8:11).
Vemos aquí, nuevamente, que el Señor
Jesús en Su reino no demanda al cumplimiento literal de la ley del Sinaí, sino que procura más bien que los Suyos puedan seguirle
a Él genuinamente y de una manera sincera. Por esa razón Él no habla acerca de la pena de muerte para la mujer que había cometido
fornicación, o más precisamente, adulterio. Él advierte a Sus discípulos acerca del divorcio y los pecados causados por este.
Al mismo tiempo, Él en Su gracia deja espacio para la posible excepción de que un matrimonio pueda disolverse delante de Dios
cuando ha sido atacado en su unidad espiritual, mental y física, por el terrible pecado de adulterio. Lo último no es un mandamiento,
sino una excepción mediante la cual Dios se encuentra con la parte defraudada en su debilidad espiritual o emocional. No obstante,
no se debería olvidar que el pecado de adulterio puede y debería ser perdonado si se ha hecho una confesión honesta, y no
necesariamente tiene que llevar al divorcio.
¡Cuán serias y claras son las palabras
de nuestro Señor con respecto a la conducta en Su reino! El apóstol Pablo escribe también que los fornicarios y los adúlteros
no tendrán parte en el reino de Dios (1ª. Corintios 6: 9-10; Gálatas 5: 19-21; Efesios 5:5). ¿Podía ser de algún otro modo
aparte de que Su voluntad se hace en Su reino? Aunque el mundo bajo el dominio de Satanás se rebela contra los benditos mandamientos
de Dios, así y todo debería ser el profundo deseo de todo verdadero discípulo de Jesús no solamente conocer Su voluntad, sino
también hacerla.
Arend Remmers.
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –
Noviembre 2011.-