"SANGRE" y "AGUA": ¿qué
significan?
F. B. Hole
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles
("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles
(""), se indican otras versiones, tales como:
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Es un hecho histórico
registrado por el Apóstol Juan (Juan 19:34) que un soldado abrió con una lanza
el costado del Cristo muerto, y "al instante salió sangre y agua." De
la forma en que el Apóstol hace una pausa para atestiguar este hecho como un
testigo personal (Juan 19:35), nosotros podemos concluir de manera natural que
él agregó alguna importancia muy especial a ello, si bien no se hizo referencia
adicional alguna.
Sin embargo, nosotros no somos
dejados a conjeturar, puesto que en su primera Epístola el mismo Apóstol
regresa al tema y suplementa el registro
histórico de su Evangelio con enseñanza en cuanto a la relevancia del hecho. Él
dice, "Este es Jesucristo, que vino
mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y
sangre." (1ª. Juan 5:6). Y, Además, en 1ª. Juan 5:8 él habla del Espíritu
y el agua y la sangre como los tres testigos del Hijo de Dios.
El significado de estas
palabras no es, en manera alguna, evidente a primera vista. Dos cosas, sin
embargo, yacen sobre la superficie.
1. Tanto la sangre como el
agua están relacionadas con la MUERTE de Cristo.
2. Si bien están relacionadas,
ellas son distintas, tan distintas que pueden ser citadas separadamente como
testigos. Ellas deben, por tanto, ser distinguidas
cuidadosamente en nuestros pensamientos.
Nosotros encontramos en las
Escrituras que la limpieza está
relacionada con sangre y agua, por ejemplo:
"La sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado." (1ª. Juan 1:7).
"Para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra." (Efesios
5:26).
Pues bien, procuremos
distinguir correctamente entre las dos limpiezas a las que se ha hecho
referencia. Hablando en un sentido amplio, nosotros podemos decir que ellas se
relacionan con los dos grandes efectos del pecado, a saber, su culpa y su poder
contaminante.
La sangre coloca ante nosotros
la muerte de Cristo en expiación por nuestros pecados, anulando así nuestra
culpa y trayéndonos perdón. Mediante ella nosotros estamos judicialmente
limpios.
El agua indica la misma
muerte, pero más bien como aquello mediante lo cual nuestro estado pecaminoso
ha sido tratado en juicio y se le ha dado fin, como para liberarnos de la
condición y asociaciones de vida antiguas en las que una vez vivíamos.
De esta manera somos limpiados
moralmente y el poder del pecado sobre nosotros es quebrantado.
Ciertamente Augustus Toplady
tuvo razón cuando cantó:
'Que el agua y la sangre,
Que fluyeron de tu costado
abierto
Sean del pecado una doble
cura,
Me limpian de su culpa y
poder.' [*]
[*]
N. del T.: Traducción libre de versos del himno 'Rock of Ages' (Roca de la
Eternidad),
Autor:
Augustus Toplady (1740-1778)
La virtud y el poder de la
sangre de Cristo son colocadas ante nosotros en Hebreos 9 y Hebreos 10; de
hecho, la eficacia de esa Sangre en contraste con la ineficacia de la sangre de
toros y machos cabríos es el gran tema de esos capítulos. Nosotros encontramos
allí:
1. La sangre de Cristo
purifica, o limpia la conciencia del pecador de obras muertas para servir al
Dios vivo (Hebreos 9:14).
2. Ha quitado las
transgresiones de los santos de antaño que se habían acumulado por siglos bajo
el primer Pacto (Hebreos 9:15).
3. Ha ratificado un nuevo
pacto de gracia (Hebreos 9: 15 al 18).
4. Ha quitado los pecados del
creyente y ha sentado la base para quitar de en medio el pecado en su totalidad
(Hebreos 9: 22 y 26).
5. Ha hecho eso de manera tan
completa para la fe que UNA VEZ limpia, la conciencia del creyente es limpiada
para siempre en lo que atañe la cuestión judicial de sus pecados (Hebreos
10:2).
6. Ello da, por consiguiente, libertad
al creyente para entrar a la presencia misma de Dios (Hebreos 10:19).
7. Ella ha santificado y
apartado al creyente para Dios una vez para siempre (Hebreos 10:10 y Hebreos
10:29).
Tengan en cuenta que el gran
tema es aquí el acceso del creyente a Dios en virtud de la sangre de Cristo. Su
acreditación o 'autorización' judicial es perfecta mediante ese único sacrificio,
y no necesita ser repetido jamás. Por eso que las palabras que caracterizan
estos capítulos son "una vez" (véase Hebreos 9: 12, 26, 28; Hebreos
10: 2, 10, 12). Ella es repetida muchas veces para que no pasemos por alto la
suficiencia y la gloria singular que están relacionadas con la sangre preciosa
de Cristo.
Pero si bien la limpieza
judicial mediante la Sangre es el gran tema de estos capítulos, la necesidad de
limpieza moral no es olvidada. Nosotros nos acercamos a Dios no sólo teniendo
"los corazones rociados, para
limpiarnos de una mala conciencia", sino, "lavados los cuerpos
con agua pura." (Hebreos 10:22 – VM). Esta es, indudablemente, una alusión
a la consagración de Aarón y sus hijos para el cargo sacerdotal registrada en Éxodo
29. Ellos fueron lavados con agua (Éxodo 29:4) así como rociados con sangre
(Éxodo 29:20). Ellos tuvieron la sombra, nosotros tenemos la sustancia — LA
MUERTE DE CRISTO. Ella actúa en ambas direcciones, como SANGRE limpiándonos
judicialmente y dándonos una posición perfecta delante de Dios, como AGUA
limpiándonos moralmente separándonos de la antigua vida en la que una vez
vivimos, y llevándonos a la nueva.
En la naturaleza misma de las cosas, esta limpieza moral mediante agua
necesita ser mantenida; la idea de repetición es aquí, por lo tanto, bastante
apropiada. Nosotros la encontramos si nos remitimos al tipo. Aarón y sus hijos
fueron bañados con agua de pies a cabeza en su consagración, tal como hemos visto;
eso no se repetía, pero, no obstante,
se proporcionó una fuente (Éxodo 30: 17 al 21), y los sacerdotes lavaban allí sus
manos y pies. Las instrucciones fueron muy explícitas: " Cuando entren
en el tabernáculo de
reunión, se lavarán con agua, para que no mueran." (Éxodo 30:20).
Cuando nosotros pasamos del tipo al antitipo el mismo pensamiento
aparece. En el aposento alto en Jerusalén, probablemente justo antes que Él
instituyese Su cena, el Señor se ciñó, y, derramando agua en un lebrillo
(vasija), comenzó a lavar los pies de Sus discípulos (Juan 13). La reticencia
de Pedro saca a relucir la verdad de que tal lavamiento es necesario si la
comunión con el Señor en Su posición celestial ha de ser disfrutada. "El
que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio."
(Juan 13:10).
La manera doble en la cual el lavamiento mediante agua es presentado
en la Escritura está diferenciada aquí muy cuidadosamente. Nosotros hemos sido
'lavados' una vez para siempre. La muerte de Cristo nos ha limpiado de la
antigua vida, pero para todo eso nosotros necesitamos la aplicación constante
de esa muerte a nuestras almas día a día, momento a momento. No podemos
acercarnos al santuario para 'disfrutar' el tener 'parte con Él' (Juan 13:8)
sin ello.
Con estos pensamientos ante nosotros podemos quizás regresar a las
palabras citadas al principio de 1ª. Juan 5, y hallar una mayor profundidad de
significado en ellas.
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino mediante agua y sangre; Su venida se
caracterizó por medio de ambas cosas.
El Espíritu de Dios guarda este punto especialmente, diciendo, "no
mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre." (1ª. Juan 5:6). ¿Por
qué? ¿Puede ser una razón el hecho de que ha existido siempre una tendencia — en
rápido aumento y maduración en apostasía ahora — a enseñar que Cristo vino
mediante agua solamente? Él vino, y se dice ampliamente así ahora, a limpiar al
hombre moralmente colocando delante de él los ideales más elevados, y viviendo
Él mismo esos ideales como un incentivo para los demás. Él vino mediante ese
medio (el agua) para hacer una identificación o interiorización entre Dios y el
hombre. Tal es la teoría de ellos. Ellos rechazan con desprecio la idea de expiación.
Previendo este oscuro y mortal error, el Espíritu dice, "no
mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre." No solamente por
limpieza moral, sino por limpieza moral Y expiación
por el pecado, y es el Espíritu el que da testimonio y "el Espíritu es
la verdad."
Y permanecen así los tres testigos, el Espíritu, el agua, y la sangre:
el Espíritu es el Testigo viviente, que actúa, que habla; el agua y la sangre
son ambos testigos silenciosos, como columnas poderosas asomando sus cabezas en
la cúpula azul del cielo a través de las edades eternas; y los tres concuerdan
(1ª. Juan 5:8). Ellos testifican que Aquel que vino de esta forma es el Hijo de
Dios, la fuente de vida eterna y que en Él la vida eterna es nuestra, los que
creemos en el Nombre del Hijo de Dios.
Gracias sean dadas a Dios, nosotros podemos exclamar fervientemente,
que cuando en la cruz un soldado con una lanza abrió Su costado ¡al instante
salió sangre Y agua! (Juan 19:34).
¿Acaso no tiene la vida de obras de Cristo, la burla y el maltrato con
azotes que Él padeció a manos de hombre, alguna parte en Su expiación hecha por
los pecados?
Ninguna en absoluto. La Escritura dice claramente, "llevó él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero" (1ª. Pedro 2:24). Nada menos que la muerte es la paga del
pecado. Por eso que todo lo que Él hizo y padeció en Su maravillosa vida no
efectuó expiación alguna por el pecado. Se insiste algunas veces que el pasaje
que dice, "por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos
justos" (Romanos 5:19) enseña lo contrario, pero una lectura cuidadosa del
pasaje completo (Romanos 5: 12 al 21, muestra que confirma de manera exacta la
Escritura citada de la epístola de Pedro. Pablo estaba contrastando las dos
Cabezas, Adán y Cristo — el pecado de uno con su consiguiente acompañamiento de
desastre, la justicia, la obediencia del Otro con su consiguiente
acompañamiento de bendición. Se trata de "la transgresión de uno" y
"la justicia de uno (Romanos 5:18) La 'UNA SOLA' justicia de Cristo fue la
obediencia hasta Su MUERTE.
Pero si bien la vida de obras de Cristo y Sus padecimientos no
tuvieron parte alguna en Su expiación por el pecado, ellos fueron
verdaderamente Su calificación como hombre para morir así. Tal como ningún animal
bajo la ley era elegible como un sacrificio excepto que fuese "sin
defecto", del mismo modo Él no pudo haber padecido como un sacrificio
aparte de la vida perfecta que Él vivió.
Si la Sangre nos limpia de
todo pecado, ¿qué necesidad hay de agua?
Respondamos esa pregunta
formulando otra. ¿Acaso no es cierto que los hombres tienen tanta necesidad de
limpieza por el amor por el pecado
como de la condenación del pecado?
Hay una gran necesidad de "agua." Es muy necesario que nosotros
aborrezcamos el pecado tal como Dios lo aborrece.
El hecho de ser lavados por
completo como fueron lavados los sacerdotes al comienzo significa que, siendo
nosotros hechos poseedores de una vida nueva, nosotros aborrecemos y
abandonamos la antigua vida, viendo que la muerte de Cristo fue necesaria para
quitar todo lo que nosotros éramos. Su muerte fue nuestra muerte.
Además, está esa limpieza
diaria de la cual habla la fuente. ¿No la necesitamos en este mundo
contaminante? ¿No hay mucho acerca de nosotros personalmente que necesita ser
removido, por no decir nada acerca de las sutiles influencias de este mundo que
nos afectan a menudo de manera insensible? Todo Cristiano con una conciencia
sensible estará ciertamente de acuerdo con que existe esta necesidad de
limpieza diaria.
Entonces, ¿acaso no es
Escriturario hablar de ser lavados repetidamente en la sangre para limpieza
diaria? En 1ª. Juan 1:7 la Escritura dice "limpia."
En ninguna parte de la Escritura
nosotros encontramos la idea de recurrir diariamente a la sangre de Cristo para
limpieza. El argumento deducido del uso de la palabra "limpia" en 1ª.
Juan 1:7 no es admisible. Es cierto que la palabra está en tiempo verbal
presente, pero ella es usada sencillamente para señalar la propiedad inherente
de la sangre preciosa. Nosotros usamos así el tiempo verbal presente en nuestra
común conversación. Por ejemplo, el otro día un hombre trajo un saco de cal
viva a mi patio y lo depositó en un tranquilo rincón fuera de peligro,
comentando, «Allí estará bien, la lluvia lo solucionará pronto. Usted sabe que
el agua apaga la cal.» [*]
¿Qué quiso él decir? No quiso
decir que el agua iba a apagar la cal repetidamente, casi todos los días,
porque la cal sólo puede ser apagada una sola vez; él se refería solamente a la
bien conocida propiedad del agua con respecto a la cal, una propiedad que es
válida en todo tiempo y en todas partes.
El Apóstol habla así en 1ª.
Juan 1:7.
[*]
N. del T.: La cal reacciona con el agua, desprendiendo mucho calor. El producto
de la reacción es el hidróxido cálcico, Ca (OH)2, y se llama cal apagada.
Pero la Escritura sí habla,
como hemos visto, de nuestra responsabilidad de que seamos lavados
repetidamente en el agua; e insistir acerca de esta clara diferencia no es
solamente exactitud teológica o de tipo técnico. Enseñar que nosotros debemos
tener una recurrencia repetida a la sangre para nuevas aplicaciones de la misma
hace gran daño de una manera doble. En primer lugar, deshonra la sangre de
Cristo, casi volviéndola al nivel de la sangre de los sacrificios Judíos
ofrecidos bajo la ley; y en segundo lugar, ello coloca repetidamente al santo
en el lugar del pecador para pasar por el proceso de limpieza y justificación
una y otra vez.
La verdad es que " con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados."
(Hebreos 10:14). Aferrémonos a eso.
Díganos usted un poco más
acerca de esta limpieza diaria mediante agua. ¿Cómo lo conseguimos?
Por medio de la Palabra. El
agua y la Palabra están conectadas claramente en un pasaje como, " para
santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra." (Efesios 5:26).
La Palabra de Dios es lo que
hace que nuestras almas lleguen a entender la muerte de Cristo en su poder y
riqueza de significado espiritual. El pecado en su verdadera fealdad es
revelado, y nuestros afectos son limpiados mediante ella. "¿Con qué
limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra." (Salmo 119:9).
Nosotros subestimamos a menudo este efecto limpiador de la Palabra de Dios,
mientras puede ser que estemos ansiosos por tener una mejor familiaridad
textual con ella.
Una creyente se lamentaba una
vez a un santo anciano de madura experiencia la dificultad que ella tenía en
recordar los puntos de la enseñanza Cristiana a los que ella escuchaba. Él le
ordenó que fuese con el colador que sostenía en su mano a la bomba de agua que
funcionaba a mano y le trajese un colador lleno de agua. A ella le pareció una
petición extraña, pero obedeció, y cuando se acercaba a él cada gota se había
perdido. Él le ordenó ir nuevamente, una y otra vez. Ella afirmó que se trataba
de una tarea inútil, cuando él explicó su parábola señalando que si ni siquiera
una sola gota de agua había quedado retenida de manera permanente, en todo
caso, ¡el colador estaba MUCHO MÁS LIMPIO para
el proceso!
Ocupémonos mucho en la Palabra
de Dios. Quizás nunca podamos llegar a ser profundamente versados en el saber
Escriturario — esa es una consideración secundaria — en todo caso, nuestras
vidas y modos de obrar serán limpiados de esta manera.
En Juan 3 nosotros leemos
acerca de nacer de agua; ¿existe una conexión entre eso y aquello de lo que
estamos hablando, o se refiere ello al bautismo?
Ello se vincula con aquello de
lo que estamos hablando. Mediante el agua de la Palabra aplicada en el poder
del Espíritu Santo de Dios nosotros nacemos de nuevo — se nos hace poseer una
vida y naturaleza nuevas que trae con ello la condenación de la antigua. Esto
está tipificado por el lavamiento de los sacerdotes de pies a cabeza (véase
Éxodo 29:4 y Juan 13:10).
Ello no se refiere al
bautismo. Una tranquila consideración del pasaje hace que esto sea evidente.
Noten (1) que el Señor habla sólo de un
nuevo nacimiento. De este nuevo nacimiento se dice (2) que es "de agua y
del espíritu." El agua es el instrumento, el Espíritu es el poder, y (3) el
Señor declara expresamente que ello es, en su naturaleza, indefinible y
completamente incontrolable por el hombre (Juan 3:8). El bautismo es fácilmente
definible y completamente controlado por el hombre, y por consiguiente, NO es
de eso de lo que habla el pasaje.
Afirmación: Nosotros
necesitamos el agua sólo cuando pecamos.
Respuesta: Nosotros la necesitamos cuando pecamos, pero incluso
aparte de nuestros pecados precisos, estando en un mundo de contaminación, la
necesitamos si vamos a adorar, tener comunión con Dios, o servirle a Él. Lean
ustedes Números 19 y encontrarán en tipo el agua como purificación de pecados;
pasen después a Éxodo 30: 17 al 21, y ustedes tienen agua como tipo quitando
toda contaminación terrenal en vista de acercarse a Dios sin referencia a
pecados precisos. En el Nuevo Testamento Juan 13 está más relacionado con el
último aspecto que con el anterior.
¡Cuán dependientes nosotros
somos no sólo de la sangre, sino del Agua!
F. B. Hole
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2016.-