MALOS HOMBRES, MUJERCILLAS, Y EL HOMBRE DE DIOS
F.
B. Hole
(Extractado
de la publicación "Scripture Truth, Vol. 14, 1922, página 210.)
El único pasaje de la Escritura
que trata de manera directa con los postreros días de la estadía de la iglesia en la tierra es 2 Timoteo 3:1 a 4:5. Nosotros
obtenemos en otra parte predicciones concernientes a los "postreros tiempos" (1 Timoteo 4:1), y también en cuanto a lo que
sucederá después de que la iglesia sea removida, en una Escritura tal como 2 Tesalonicenses 2. El primero de estos dos pasajes,
no obstante, trata con un tiempo un poco antes de "los postreros días" de 2 Timoteo 3:1, y el último pasaje con un tiempo
justo después de esos mismos días mencionados en 2 Timoteo 3:1.
Nosotros creemos que estos "postreros
días" ya nos han alcanzado y, por consiguiente, la Escritura que hemos indicado tiene un tono muy urgente para nosotros. De
ahí que llamemos a poner atención a ella en estas páginas. Pedimos que el pasaje de 2 Timoteo 3:1 a 4:5 sea leído cuidadosamente.
El apóstol, notamos, fija su
mirada profética sobre la esfera de la profesión religiosa de los postreros días, y no
sobre la condición del mundo como tal. La esfera donde el nombre de Cristo es reconocido y se profesa la religión Cristiana,
está delante de él, y dentro de ella él discierne tres clases:
1. "Malos hombres" (2 Timoteo
3:13).
2. "Mujercillas" (2 Timoteo
3:6).
3. "El hombre de Dios" (2 Timoteo
3:17).
Hemos colocado a los "malos
hombres" en primer lugar, porque sus rasgos están descritos plenamente en los versículos iniciales del capítulo, aunque las
palabras textuales (malos hombres) no aparecen hasta que llega el versículo 13. "Los hombres malos y los impostores" que "irán
de mal en peor, engañando, y siendo ellos mismos engañados." (2 Timoteo 3:13 - VM) son aquellos que resisten la verdad
a la manera de Janes y Jambres (2 Timoteo 3:8), ellos llevan cautivas a las "mujercillas" (2 Timoteo 3:6), y "de éstos son"
- es decir, ellos son la índole de persona descrita tan plenamente en 2 Timoteo 3: 2-5. Esos terribles versículos nos presentan
un retrato del estado general de los que profesan de Cristianismo en los postreros días, como se infiere del versículo 5:
"tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita", el cual muestra que todos los males de los
versículos 2, 3, y 4 se cubren con un manto, con una "apariencia de piedad", aunque, obviamente, el poder de la piedad está
totalmente ausente - mejor dicho, este poder es negado.
Para que la importancia de estos
versículos pueda hacerse más plenamente evidente para nosotros, citamos la traducción presentada en la "New Translation" de
la Santa Biblia en Inglés: - "Los hombres serán amadores del yo, amadores del dinero, jactanciosos, arrogantes, detractores,
desobedientes a los padres, ingratos, profanos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, de pasiones inmoderadas, salvajes,
no teniendo amor para lo bueno, traidores, impetuosos, de vanas pretensiones, amadores del placer más que de Dios; teniendo
una forma de piedad, pero negando el poder de ella; y de éstos aléjate."
Varios rasgos de este terrible
retrato son muy significativos. El "yo"
está en primer lugar. "Dios" viene último, y aun entonces Él es mencionado sólo para ser excluido. ¿Acaso esto no habla por
sí solo? Las raíces de esto se remontan a algo tan lejano como el huerto del Edén. El pecado de Adán fue virtualmente este,
que él estableció el yo como su objeto y excluyó a Dios desechando la lealtad a Él.
Después del «yo» viene el «dinero».
Aquellos que son amadores del yo, son siempre amadores del dinero, dado que el dinero es el medio casi universal de intercambio
mediante el cual se obtienen todas las cosas materiales que satisfacen las necesidades del yo.
A continuación, además, hay
quince descripciones, la mayoría de las cuales, si no todas, son variadas manifestaciones del espíritu auto-asertivo, por
ejemplo: -
"Jactanciosos" - haciendo gala
de la supuesta destreza del yo.
"Arrogantes" - llenos de un
sentido exagerado de la importancia del yo.
"Detractores" - prestos para
desacreditar a los demás para que el yo
se pueda elevar con más efectividad.
"Desobedientes a los padres"
- afirmación del yo a una edad muy
temprana.
"Ingratos" - el yo tratado como teniendo tal importancia que todos los servicios se
dan por sentado y tratados como indignos de reconocimiento.
"Profanos" - el yo levantándose en su poder imaginario y minimizando a Dios, - y podríamos
continuar así hasta el final de la lista.
En último lugar en la lista
viene la descripción "amadores del placer más que de Dios." Si el yo es el gran objeto, y el dinero es apreciado como aquello
que coloca al yo en condiciones de gratificarse, el placer en sus muchas formas es aquello que gratifica, y es amado consecuentemente.
En una palabra, el retrato completo
que nos es presentado es uno de una auto-afirmación feroz, agresiva, desenfadada, hasta un punto donde Dios es excluido completamente,
aunque la forma de piedad exterior es aún retenida para guardar la apariencia.
La manera extraordinaria en
que la descripción encaja en la época actual es bastante evidente. Una gran palabra en los círculos educacionales, y en otros
círculos similares, es la ¡«expresión propia.»!
La educación, se nos dice, consiste en hacer salir de los jóvenes aquello que está en ellos; se les debe enseñar a expresarse.
En efecto, se insiste acerca del derecho
de cada individuo a la expresión propia. Las ideas educacionales, ahora irremediablemente anticuadas, podrían reconocer que
estaba latente en el niño mucho de aquello que necesitaba represión como aquello que necesitaba expresión, si no más. Las
teorías modernas, negando la caída del hombre, niegan también, o a lo menos ignoran, los desagradables hechos de la naturaleza
humana caída, y de ahí que la represión sea descartada, y que la expresión propia esté muy de moda.
En 2 Timoteo 3: 2-5 tenemos,
entonces, solamente a la naturaleza humana plenamente expresada con un manto de hipocresía superpuesta.
Pero, aunque la descripción
presentada cubre de manera general a los profesantes religiosos de los postreros días, allí, de la masa general, procede una
clase especial de engañadores. "Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas." (2
Timoteo 3:6). "Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos
de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe." (2 Timoteo 3:8). "Empero los hombres malos y los impostores [o, "impostores
haciendo malabarismos"] irán de mal en peor, engañando, y siendo ellos mismos engañados." (2 Timoteo 3:13 - VM). Estos
tres versículos juntos nos presentan un retrato completo del carácter de los "malos hombres."
Ellos son, en primer lugar y
ante todo, enérgicos agentes activos de los poderes de las tinieblas. Son seductores, y en efecto, seducen engañando, sin
embargo, ellos mismos se engañan. Ellos mantienen una cierta profesión Cristiana externa y, con todo, son dominados y engañados
completamente por las fuerzas espirituales del mal al cual ellos sirven. Sus mentes están corrompidas, de ahí que sus métodos
sean torcidos. Ellos se meten en las
casas para llevar a cabo su nefaria obra en lugar de entrar erguidos por la puerta principal. Juzgados por "la fe" ellos son
reprobados o «hallados sin valor», y en cuanto a «la verdad», ellos la resisten.
Este último punto parece ser
el rasgo característico de ellos. Ellos resisten
la verdad, de la misma manera en que dos magos Egipcios resistieron a Moisés. La verdad es el gran estándar por medio del cual todo es juzgado. La verdad es el gran objeto de los asaltos del adversario a quien estos
malos hombres sirven, aunque quizás, ellos no estén tan directa y palpablemente bajo su influencia como lo estaban los magos
Egipcios de antaño.
Es digno de notar que nada inmoral
o exteriormente abominable se esgrime contra estos hombres, como por ejemplo se esgrime contra aquellos a quienes Judas escribe.
El mal que los caracteriza es de una clase más refinada y más sutil - se trata del mal en la región del alma y el espíritu
más que en el cuerpo.
Hombres de esta clase están
muy en evidencia actualmente. El yo constituye su pequeño mundo. Ellos aborrecen y resisten la verdad, y corrompen y capturan
(o, llevan cautivas) a las almas. No necesitamos mencionar varios nombres bajo los cuales ellos trabajan. Ellos adoptan una
variedad de estandartes, y tienen diferentes lemas de grupo, pero son, esencialmente, uno. ¡Que todos nosotros podamos estar
plenamente advertidos contra ellos!
Las víctimas de las enseñanzas
engañosas de estos malos hombres, que son, de este modo, llevadas cautivas por ellos, son designadas como "mujercillas." El
término femenino «mujer» es utilizado, nos parece, con un significado moral, es decir, la
palabra "mujercillas" describe una clase de personas, y no exactamente el sexo femenino como tal. El Antiguo Testamento
nos proporciona con un pasaje similar en Proverbios 2: 10-22. Encontramos allí advertencias contra «el hombre malo» ("para
librarte del camino del inicuo, de los hombres que hablan cosas perversas" - Proverbios 2:12 - VM) y también contra "la mujer
extraña." (Proverbios 2:16). Es obvio que hay allí un significado sencillo y literal. Es igualmente claro que las dos expresiones
personifican el mal en sus dos rasgos principales: violencia, por una parte, y corrupción, por la otra. Igualmente aquí; aunque
es verdad que en lo medular, la asertividad (o, auto-afirmación), y el jactarse y la propagación activa de engaños seductores
caracterizan más a los hombres que a las mujeres, y una cierta superficialidad necia e incapacidad de alcanzar convicciones
estables caracterizan más a las mujeres que a los hombres, no obstante, se pueden encontrar abundantes excepciones a la regla
general. De ahí que pensemos que tal como "malos hombres" en el pasaje ante nosotros indica una clase en la cual se pueden
encontrar ocasionalmente mujeres, de igual manera "mujercillas" indica otra clase en la cual se puede encontrar a no pocos
hombres*.
[* N. del T.: ver 1 Corintios 16:13; Deuteronomio31:6; Isaías 46:8]
El rasgo característico de las
"mujercillas" es que ellas "siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar
al conocimiento de la verdad." (2 Timoteo 3:7). Siempre inquiriendo, siempre abiertas a recibir novedades, y sin embargo,
no alcanzando jamás un estado estable de convicción acerca de cualquier cosa. El perpetuo clamor de ellas es, "¿Qué es la
verdad?". El motivo de esta singular incapacidad de alcanzar un conocimiento claro nos es expuesto en las palabras "cargadas
de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias." (2 Timoteo 3:6). Cuando la vida está cargada de pecados, y variados
y conflictivos deseos y pasiones hacen del corazón un campo de batalla, ninguna convicción alcanzada divinamente es posible.
Aquí hay otra prueba de lo que
siempre se ha afirmado, a saber, que el origen de todo problema mental e intelectual, de todo escepticismo, e incertidumbre
e indecisión, es mucho más frecuentemente hallado en el corazón que en la mente. La dificultad es mucho más de una naturaleza
moral que de una naturaleza intelectual. Y, ¡oh!, con qué frecuencia se ha de encontrar uno actualmente con las "mujercillas".
¡Cuántos instruidos profesantes están desviando sus energías para producir justamente este tipo! Nuestros antecesores eran
hombres de creencias firmes y convicciones agudas, independientemente que estas hayan sido correctas o equivocadas, y ellos
dieron y recibieron fuertes golpes en el conflicto generado. Actualmente, toda esa vulgaridad chillona es condenada y esquivada,
y la cosa que está de moda es inquirir continuamente y estar seguros de nada, así como lo mejor es que uno complazca sus variadas
concupiscencias convenientemente, y llegue a ser, efectivamente, ¡una "mujercilla"!
La época actual está marcada,
indudablemente, por la superficialidad. El río del pensamiento y la energía humanos se ha ensanchado tanto, que la profundidad
ha sido sacrificada necesariamente. La superficialidad - superficialidad necia - en las cosas de Dios ha de ser temida grandemente.
Que el Señor pueda, en Su bondad, librar tanto al escritor como al lector de cada mala influencia de ella.
Hacia el final de nuestro capítulo
una tercera clase de personas sale a la luz. Son "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús." (2 Timoteo 3:12).
Los "malos hombres" son amadores de los placeres. Las "mujercillas" son conducidas por sus variadas concupiscencias. Pero
estos, en contraste, lejos de vivir una vida de autosatisfacción, "padecerán persecución." (2 Timoteo 3:12). La marea del
mundo está muerta contra ellos. De esta clase de personas brota "el hombre de Dios", quien es contemplado por el apóstol en
2 Timoteo 3:17.
No todo el que desea vivir piadosamente
en Cristo Jesús alcanza ese título notable. En los tiempos del Antiguo Testamento Dios tuvo muchos santos y testigos; sólo
unos pocos son llamados hombres de Dios; igualmente en el Nuevo Testamento. Un "hombre de Dios" es un hombre levantado para
representar a Dios cuando la masa de aquello que es Suyo de profesión está marcada por la descomposición y la decadencia y
aun la apostasía.
En este pasaje el "hombre de
Dios" que está particularmente ante la mente del apóstol era el propio Timoteo, y nosotros haremos bien en notar las cosas
que lo caracterizaban.
En primer lugar, él había conocido
plenamente la doctrina y el modo de vivir de Pablo. Es decir, él estaba minuciosamente familiarizado con la verdad plena del
Cristianismo, y con el efecto experimental apropiado de esa verdad según lo visto en la vida de Pablo, el ejemplo de un santo
(ver 1 Timoteo 1:16).
En segundo lugar, él conocía
desde la niñez las Sagradas Escrituras dadas por inspiración de Dios. Él tenía aquí la revelación de los modos de obrar de
Dios en liberación y gobierno, con cada concebible advertencia acerca de las tendencias y actividades del corazón humano caído.
De este modo él se haría sabio para ser salvado de cada escollo que Satanás pondría a sus pies, o a los pies de los santos
en general. La Escritura, también, es competente para tantos usos diferentes, que el hombre de Dios es bien preparado para
toda buena obra. Tenemos aquí el equipo positivo del hombre de Dios. 2 Timoteo 2:21 nos ha mostrado su equipo necesario de
un carácter negativo. Como resultado de aquello, él estará "bien preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 3:17 - VM).
Por último, él predica "la palabra"
(2 Timoteo 4:2). Fortalecido por la verdad misma, hecho sabio para ser salvo de la marea rugiente de maldad, y bien preparado,
él esgrime la Palabra de verdad para liberación de otros. La verdad puede caer, al parecer, en la calle, ya que el común de
las personas puede apartar "de la verdad el oído", y volverse "a las fábulas." (2 Timoteo 4:4), sin embargo, él predica la
Palabra con mucho más fervor y más insistentemente.
Todo esto caracteriza particularmente
al hombre de Dios. Caracteriza también, aunque, indudablemente, en menor medida, a todo aquel que vivirá piadosamente en Cristo
Jesús. Estamos dolorosamente conscientes de cuán lejos estamos de ser merecedores de ser llamados mediante semejante designación,
como "hombre de Dios." Podemos incluso estar conscientes de que nosotros apenas podríamos reclamar el título de vivir "piadosamente
en Cristo Jesús", sin embargo, ¡cuán lleno de gracia es nuestro Dios! ¡Cuán condescendiente con nuestra pequeñez y debilidad
en estos días postreros! Él habla, incluso, de aquellos que "quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús." (2 Timoteo 3:12). ¿Acaso no podemos situarnos nosotros aquí,
con acción de gracias?
Al concluir nuestra revisión
del pasaje, notemos de qué manera desde el lado de Dios todo parece depender de la verdad; y de qué manera, de nuestro lado, todo depende de lo que nosotros amamos.
Cualquier cosa que los "malos
hombres" puedan ser en cuanto a ellos mismos, el gran objetivo del diablo, al levantarlos, es que ellos puedan «resistir la VERDAD.» (2 Timoteo 3:8). Sea que ellos trabajen en abierta
oposición, o en la forma de imitación más peligrosa, este es el objetivo.
Si se trata de la multitud descuidada
que será abrazada dentro del círculo espacioso de un Cristianismo corrupto y mundano, ellos apartan "de la verdad el oído." Ellos están suficientemente satisfechos de tener maestros,
pero desean que ellos consientan sus concupiscencias.
Las "mujercillas" se inclinan
a tener una mente inquisitiva y, por consiguiente, a primera vista, prometen cosas mejores. Ellas, no obstante, se caracterizan,
como hemos visto, por lo siguiente: "nunca pueden llegar al conocimiento de la VERDAD." (2 Timoteo 3:7).
En cuanto al "hombre de Dios",
aquello que lo caracteriza por sobre todo es que él está saturado completamente por la Escritura, la cual es para nosotros
la fuente de la VERDAD. La palabra
"verdad" no aparece en estos versículos referentes al hombre de Dios. Tenemos, no obstante, "mi doctrina" (2 Timoteo 3:10),
"las Sagradas Escrituras" (2 Timoteo 3:15), "Toda la Escritura" (2 Timoteo 3:16), "la palabra" (2 Timoteo 4:2), y "sana doctrina"
(2 Timoteo 4:3), lo cual es sólo otra manera de decir, "LA VERDAD."
En los postreros días, al igual
que en todos los otros días, la verdad tiene una importancia trascendental. Si eso se pierde, de hecho, todo está perdido.
De nuestro lado, nosotros somos
afectados y controlados por lo que amamos.
Los malos hombres son "amadores",
tal como hemos visto. "Amantes de sí mismos y del dinero, . . . amantes de los placeres más que de Dios." (2 Timoteo 3: 1-4;
RVA). La carrera de ellos en el mal es controlada por esto.
Así, también, las "mujercillas."
Ellas son controladas y llevadas cautivas por sus diversas concupiscencias - o amores ilegales ("se llevan cautivas a las
mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas pasiones" - 2 Timoteo 3:6 - RVA). Demas, de quien leemos en 2 Timoteo
4:10, parece ser un ejemplo bastante justo de tales personas. Él era inestable, y controlado, a la postre, por el hecho de
que él amó "este mundo" (RVR60) o "amando más este siglo presente." (VM), o "habiendo amado este mundo presente." (LBLA).
Por otra parte, el hombre de
Dios es lo que el hombre malo no es - un amador de Dios, y, por consiguiente, él ama la aparición de Cristo. Él no está solo
en esto. Tal como hay otros que, a lo menos, desean vivir piadosamente en Cristo Jesús, de igual modo anticipando "aquel día",
él dice, "no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida (o su aparición)." (2 Timoteo 4:8 - RVR1977).
Y ahora, preguntémonos a nosotros
mismos - ¿amamos nosotros la venida (o, aparición) de Cristo? Si, de hecho, nosotros somos de Cristo, muy ciertamente nosotros
amamos SU venida en el aire lo cual significará el rapto y el traslado de Sus
santos. Su aparición significará que la hora de la prueba ha llegado. Los cielos y la tierra serán sacudidos. Toda profesión
religiosa será puesta a prueba. "Malos hombres" y "mujercillas" serán igualmente probados y juzgados. El presente siglo, o
mundo presente, o este mundo que antaño entrampó a Demas, y ha tentado tan severamente a los santos desde aquel día hasta
hoy, será expuesto en toda su vacuidad e impostura. La verdad será vindicada gloriosamente, y aquellos que son de la verdad,
y se han sujetado a la Palabra, viviendo piadosamente en Cristo Jesús, conforme a ella, y proclamándola, serán recompensados
con una corona de justicia. Será un momento cuando la luz, la luz divina, iluminará todas las cosas.
¿De qué manera nos afecta el
pensar en ello? ¿Le damos la bienvenida? ¿Es Su aparición gloriosa* tan preciosa para nosotros como lo es Su venida en el
aire y su rapto de los santos?
[* N. del T.: ver 2 Tesalonicenses 1:10]
Preparémonos de nuevo
para la senda del andar fiel y del testimonio fiel mientras esperamos aquel Día. Que el Señor mismo nos ayude a hacerlo de
este modo.
F. B. Hole
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Septiembre/Octubre 2009.-