PALABRAS DE SABIDURÍA HUMANA
Publicado en la Revista
"Christian Friend", vol. 8, 1881, p. 116.
"Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de
palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto
es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de
los entendidos.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No
ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó
a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos
a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos
como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte
que los hombres.
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo
escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor."
1
Corintios 1: 17-31.
La más familiar y más olvidada de las verdades
es, que la carne en el creyente es exactamente la misma que la carne en el incrédulo. Esto era conocido, indudablemente, pero
ciertamente descuidado, por los santos en Corinto; y como el mal que la carne trae dentro de la Iglesia siempre se parece
al mal que prevalece en el mundo circundante, así vemos aquí los vicios de la sociedad Griega penetrando en la asamblea Corintia.
La licencia al andar y la licencia para especular distinguían al mundo en el cual estos nuevos convertidos moraban, y la licencia
al andar y la licencia de especulación eran los males que pronto aparecieron en la iglesia. La licencia al andar se mostró
en la tolerancia de ellos hacia la conducta moral tal que ni aun se nombraba "entre los gentiles" (1 Corintios 5:1), en la
embriaguez e indulgencia de ellos estando a la mesa del Señor, y en el carácter desordenado y anárquico de sus reuniones.
La licencia para especular se mostró en sus razonamientos escépticos acerca de la resurrección, en sus relajados pensamientos
acerca de identificarse ellos mismos con la adoración de ídolos, y en su disposición a dividir en escuelas de doctrina conforme
a la preferencia de ellos por ciertos maestros.
Ellos no veían, de hecho, la ruina del hombre.
Ellos creían, desde luego, tal como los Cristianos lo hacen ahora, en la caída como un hecho; pero no lograban, como estos
también lo hacen, captar las consecuencias que ello involucraban. Ellos habrían admitido que esto alejó al hombre de Dios,
pero parecen no haber entendido el hecho de que cegó tan completamente su naturaleza moral como para hacerle incapaz de ver
la verdad de Dios; y este es exactamente el error de nuestro propio tiempo. Muchos piensan, efectivamente, que la carne requiere
ser remendada, y es susceptible de mejora. Otros, de nuevo, admiten su ruina moral, y confiesan la necesidad de una nueva
naturaleza; pero cuán pocos ven la total incapacidad de la sabiduría natural del hombre para juzgar correctamente en los asuntos
de Dios. Los Corintios, pasando por alto esta verdad, trajeron su propia sabiduría carnal a las cosas divinas, y el resultado
inevitable fue confusión y división. Ellos se estaban dividiendo en escuelas de doctrina, el germen de sectas como las nuestras;
y el apóstol declara que ellos eran carnales, y andaban como hombres (1 Corintios 3:3).
El
pasaje que tenemos ante nosotros fue escrito con el propósito de hacer frente a esta tendencia a exaltar, o más bien a permitir,
la sabiduría humana. Pablo dice que Cristo le
envió: "a predicar el evangelio; no empero con sabiduría de palabras, para que no sea hecha de ningún efecto la cruz
de Cristo." (1 Corintios 1:17 - VM). ¡Cuán solemne es esto a la luz de lo que vemos a nuestro alrededor! ¿En cuántas de las
predicaciones del día de hoy no sólo la sabiduría humana es permitida, sino exigida? Los predicadores son buscados por su
elocuencia, su lógica, sus talentos, más que por la fidelidad con que ellos presentan la verdad de Dios. El sencillo sometimiento
a la Escritura no está al nivel del pensamiento moderno, esto demuestra que el predicador no se ha mantenido al mismo paso
del progreso de la época. Pero la Palabra de Dios es clara. La cruz de Cristo y la sabiduría humana no pueden ir juntas. Si
la cruz de Cristo ha de ser exaltada, la sabiduría humana debe ser abatida. Si la sabiduría humana ha de ser magnificada,
se despoja a la cruz de Cristo de todo efecto. ("Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no empero
con sabiduría de palabras, para que no sea hecha de ningún efecto la cruz de Cristo." 1 Corintios 1:17 - VM).
La razón es sencilla; "Porque la palabra
de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios." (1 Corintios
1:18). Los pensamientos del hombre difieren de tal manera de los de Dios, que incluso en la exhibición más maravillosa del
poder salvador de Dios el hombre no puede discernir nada más que locura. No es de extrañar; pues si Dios ha de ser conocido
del todo, Él debe ser conocido moralmente. Pero las conciencias de los hombres evaden considerar a Dios en Su carácter moral.
Por tanto, desde hace mucho tiempo, "como a ellos no les pareció bien conservar el verdadero conocimiento de Dios, él los
entregó a una mente réproba." (Romanos 1:28 - NTHA). Los mismos sabios se volvieron necios en las cosas de Dios. Las personas
más eruditas y filosóficas en el mundo admitieron su ignorancia al levantar un altar "AL DIOS NO CONOCIDO." (Hechos 17:23).
Otros anduvieron a tientas en inútiles especulaciones, pero todos estaban igualmente ciegos en cuanto a lo que Dios era. Esto
fue conforme a la sabiduría de Dios; pues como Él es santo y justo, estas son las primeras cosas que un pecador debe aprender,
y estas son precisamente las verdades a las cuales la sabiduría natural nunca puede llegar. Dios debe ser conocido, no como
el hombre caído puede entenderle, sino como Él se ha revelado; y esto sólo lo puede comprender el alma enseñada por el Espíritu.
"El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente." (1 Corintios 2:14).
Pero cuando "en la sabiduría de Dios, el
mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación." (1 Corintios
1:21). Pues la salvación de Dios debe dirigirse a la ruina moral del hombre, y este es exactamente el hecho que la soberbia
de la sabiduría humana no reconocerá ni puede reconocer. De ahí que la cruz se convierta en el escarnio del sabio, la piedra
de tropiezo del mundano. Poder y sabiduría son las dos cosas que el hombre admira, pero tienen que ser poder y sabiduría adecuadas
a sus propios pensamientos. Los Judíos esperaban un mesías revestido de majestad y gloria terrenales; los Griegos buscaban
un dios adecuado a sus propias especulaciones filosóficas. ¿Cómo podían ambos, entonces, reconocer o recibir a un Salvador
que vino vestido de humildad y debilidad? "Pues que los judíos piden señales, y los griegos buscan la sabiduría; mas nosotros
predicamos un Mesías crucificado, tropezadero para los judíos, y para los gentiles insensatez; mas para los que son llamados
de Dios, así judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios." (1 Corintios 1: 22-24 - VM).
Era imposible para el Judío, que no tenía
ningún sentido de la ruina moral de su pueblo, reconocer el poder de Dios en Aquel que él había visto burlado y escupido,
azotado y crucificado. Era imposible para el Griego, que no tenía conciencia alguna de pecado o necesidad, y que estaba procurando
solamente la gratificación de su intelecto, discernir la sabiduría de Dios en la muerte de un oscuro aldeano Galileo que había
sido crucificado entre dos ladrones. Para percibir la sabiduría y el poder de Dios en una escena semejante tiene que haber
un completo abandono de toda pretensión humana, el sometimiento de corazón a la justicia de Dios, la conciencia de necesidad
como un pecador perdido, arruinado. Es solamente "para los llamados, así judíos como griegos" (1 Corintios 1:24), que este
poder y esta sabiduría de Dios puede resplandecer desde un trasfondo semejante.
¡Pero para ellos, para estos llamados, qué
maravillas de poder y sabiduría se develan aquí! ¿Dónde hubo una victoria tan completa y de tal alcance como la que fue consumada
cuando este Varón de dolores inclinó Su cabeza y entregó el espíritu? La férrea esclavitud del pecado y Satanás, de la tumba
y la muerte, fue rota para siempre; el velo que ocultaba a Dios del hombre, y que impedía que el hombre se acercara a Dios,
se rasgó en dos de arriba abajo: el justo juicio de Dios fue soportado por el sacrificio sin mancha, y el manantial de Su
gracia y amor fue liberado para fluir en corrientes de las más ricas bendiciones a un mundo arruinado. Esa fue la exhibición
del poder de Dios en Cristo crucificado; ni Su sabiduría fue menos conspicua o menos adorable. Si es en la Iglesia donde Dios
exhibe ahora Su multiforme sabiduría a los principados y potestades en los lugares celestiales (Efesios 3:10), ¿dónde habría
estado esa Iglesia en las horas de tinieblas pasadas por el Santo en la cruz? Fue allí que la sagacidad y el engaño de Satanás
fueron cambiados para su propia confusión, su aparente victoria fue cambiada en derrota, la aparente derrota de Cristo fue
convertida en triunfo. Desde allí, desde ese más profundo abismo, fue que Él ascendió a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
y dio dones a los hombres (Efesios 4:8); pues verdaderamente "lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil
de Dios es más fuerte que los hombres." (1 Corintios 1:25).
Y este
es siempre el modo de Dios, para que "para que
ninguna carne se gloríe delante de Dios." (1 Corintios 1:29 - NTHA). Fue así cuando Jesús estuvo en este mundo; pues entonces
las cosas de Dios estaban escondidas de los sabios y entendidos y reveladas a los niños (Lucas 10:21). Fue así en tiempos
antiguos. Fue por la insensatez de tocar trompetas de cuerno de carnero alrededor de una poderosa fortaleza que "cayeron los
muros de Jericó después de rodearlos siete días." (Hebreos 11:30; Josué capítulo 6). Fue por la debilidad de la aguijada (vara
para arriar bueyes) de Samgar, los trescientos de Gedeón, la quijada de Sansón, que Israel fue librado, y los ejércitos extranjeros
fueron puestos en fuga. Por todas partes vemos a Dios escogiendo "lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios", y
"lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos." (1 Corintios 1:27 - NVI).
Así es, y siempre ha sido, el modo de obrar de Dios. Por dondequiera que nosotros miremos es claro que la sabiduría
natural del hombre es corrupta e inútil en las cosas de Dios, y que Dios ha derramado desprecio sobre ella, y ha escogido
obrar mediante aquello que la sabiduría del mundo desprecia como insensato. El despojaría al hombre caído de toda gloria para
que Él pudiera hacer que Cristo Jesús sea para al creyente "sabiduría, justificación, santificación y redención." (1 Corintios
1:30). Es algo peor que inútil, entonces, traer la cosa que Dios ha desacreditado de esta manera, a la predicación del evangelio,
a la enseñanza de la verdad de Dios, o al manejo de Su Iglesia. Cuando se trae esto a la predicación del evangelio, su efecto
es hacer vana la cruz de Cristo; cuando se trae a la enseñanza de la verdad de Dios, su efecto es causar contiendas y sectas,
es sustituir ese misterio en el cual "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Colosenses 2:3)
por "filosofías y huecas sutilezas" (Colosenses 2:8); cuando es traído al manejo de la Iglesia, su efecto es suplantar las
instrucciones de las Escrituras, por reglas y formas de inventadas por el hombre. Ya sea que tome la forma de sabiduría o
ceremonial, de racionalismo o ritualismo, esta cosa es, como vemos en la epístola a los Colosenses, una cosa intrusa y perturbadora,
de la cual los que están muertos con Cristo deberían conocer su liberación.
No hay más que una norma para el nuevo hombre, y esa es la Palabra de Dios; no hay más que un intérprete de la Escritura,
y ese es el Espíritu Santo. Aquí tenemos la sabiduría de Dios, y no la del hombre; y si lo entendiéramos correctamente, debemos
hacerlo así desechando completamente la sabiduría humana y tomando el lugar de escolares en la escuela de Dios. Si algún hombre
"cree ser sabio en esta edad presente, hágase necio para llegar a ser sabio." (1 Corintios 3:18 - RVA). En una edad cuando
la sabiduría humana y la ciencia se exaltan ellas mismas contra Dios, e incluso creyentes verdaderos son engañados por sus
pretensiones, es bueno ver claramente la inutilidad absoluta de estas cosas para ayudarnos a entender la mente de Dios, y
para asir con mano más firme la verdad de la autoridad suficiente para todo y soberana de esa Palabra la cual es "es útil
para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
estando bien preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 3:16, 17 - VM).
T. B. Baines
Traducido por
B. R. C. O. - Septiembre 2007
Título original en inglés: WORDS OF MAN'S
WISDOM, by T. B. Baines
Versión Inglesa |
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