CRISTIANISMO - ¿QUÉ ES?
Filipenses 3
Nosotros nos hemos esforzado
en presentar la Biblia como la guía suprema y toda suficiente de la Iglesia, en todas las épocas, en todas las regiones, y
bajo todas las circunstancias. Deseamos ahora mostrar el Cristianismo en su belleza divina y excelencia moral, tal como está
ilustrado en este bien conocido pasaje de la Santa Escritura. Y obsérvese que, así como fue la Biblia misma y no algún sistema
especial de teología deducido de ella lo que nosotros procuramos presentar a nuestros lectores, así ahora es el Cristianismo
y no alguna forma peculiar de religiosidad humana lo que nosotros deseamos poner delante de ellos. Estamos profundamente agradecidos
por esto.
No osamos entrar a defender
a los hombres o sus sistemas. Los hombres se equivocan en su teología y fracasan en sus éticas; pero la Biblia y el Cristianismo
siguen firmes e inconmovibles. Esta es una misericordia inefable. ¿Quién la puede estimar debidamente? El hecho de que se
nos proporcione una norma perfecta de divinidad y moralidad es un privilegio por el cual nunca podemos estar lo suficientemente
agradecidos. Tal es la norma que nosotros poseemos, ¡bendito sea Dios! en la Biblia y en el Cristianismo que la Biblia devela
a nuestra vista. Los hombres pueden errar en su credo y fallar en su conducta, pero la Biblia es aún la Biblia, y el Cristianismo
es aún el Cristianismo.
Ahora bien, nosotros creemos
que este tercer capítulo de Filipenses nos da el modelo de un verdadero Cristiano - no como una persona dotada con dones extraordinarios,
y privilegiada para ver visiones inefables. No es Pablo el apóstol, ni Pablo el instrumento dotado, a quien vemos, sino Pablo
el Cristiano (Juan 17). "Nuestra ciudadanía está en los cielos" (Filipenses 3:20); y nosotros nunca deberíamos satisfacernos
en proponernos cualquier objeto inferior a Cristo. No importa en lo más mínimo cual pueda ser la posición de un hombre. Él
puede ser sólo un barrendero, o puede ser un príncipe, o puede estar situado
en cualquiera de los muchos grados entre estos dos extremos. Para todos es lo mismo, con tal de que Cristo sea su objeto real,
su único objeto. Es el objeto de un hombre y no su posición, lo que le da su carácter.
Ahora bien, el único objeto
de Pablo era Cristo. Ya sea que él no se moviera de un lugar, o estuviera viajando; ya sea que predicara el evangelio, o recogiera
algunas ramas secas (Hechos 28:3); ya sea que estableciera iglesias, o hiciera tiendas, Cristo era su objeto. De noche y de
día, en casa o en el extranjero, por mar o por tierra, solo o acompañado, en público o en privado, él podía decir, "una cosa
hago." (Filipenses 3:13). Y este, ténganlo presente, no era meramente Pablo el apóstol laborioso, o Pablo el santo arrebatado
(2 Corintios 12:2), sino Pablo el Cristiano, vivo, en acción, y andando - aquel que se dirige a nosotros en estas palabras,
"Hermanos, sed imitadores de mí." (Filipenses 3:17). Y nosotros jamás tenemos que satisfacernos con nada menor que esto. Es
verdad, nosotros fallamos tristemente; pero mantengamos siempre el verdadero objeto ante nosotros. Como el escolar ante su
copia, él sólo puede esperar tener éxito manteniendo su ojo fijo en el título. Su tendencia es mirar a su propia última línea
escrita, y así, cada línea sucesiva es peor que la precedente. Así es en nuestro caso. Nosotros quitamos nuestra vista del
bendito y perfecto título, y comenzamos a mirarnos a nosotros mismos, a lo que nosotros producimos, a nuestro propio carácter,
a nuestros intereses, a nuestra reputación. Comenzamos a pensar acerca de lo que sería consistente con nuestros propios principios,
nuestra profesión, o nuestro sitio, en lugar de fijar los ojos firmemente en ese único objeto que el Cristianismo presenta:
Cristo mismo.
Pero algunos dirán, «¿Dónde
encontrarás esto?» Bueno, si por esto se quiere dar a entender, dónde vamos a encontrarlo entre las filas de Cristianos hoy
en día, la respuesta es: podría ser verdaderamente difícil. Pero lo tenemos en el tercer capítulo de la Epístola a los Filipenses.
Esto es suficiente para nosotros. Tenemos aquí un modelo de Cristianismo verdadero, y aspiremos siempre y solamente a ello.
Si hallamos a nuestros corazones yendo tras otras cosas, juzguémoslos. Comparemos nuestras líneas con el encabezado, y busquemos
fervientemente producir una copia fiel de eso. De esta manera, aunque tengamos que llorar sobre el fracaso constante, nosotros
siempre estaremos ocupados con nuestro objeto apropiado, y así será formado nuestro carácter; pues, que nunca se olvide, es
el objeto el que forma el carácter. Si el dinero es mi objeto, mi carácter es codicioso; si es el poder, yo soy ambicioso;
si son los libros, soy un literato; si es Cristo, soy un Cristiano. Aquí no se trata de un asunto de vida y salvación, sino
solamente de Cristianismo práctico. Si se nos preguntara por una sencilla definición de un Cristiano, nosotros deberíamos
decir en seguida, «un Cristiano es un hombre que tiene a Cristo como su objeto.» Esto es de lo más sencillo. Que nosotros
podamos entrar en su poder, y exhibir así un discipulado más saludable y vigoroso en este día, cuando tantos, ¡es lamentable!
están prestando atención a cosas terrenales.
Finalizaremos este apresurado
e imperfecto boceto de un tema tan amplio y de peso, con una o dos líneas acerca de la Esperanza
Cristiana.
Este, nuestro tercer y
último punto, es presentado en nuestro capítulo de una manera bastante característica, al igual que los otros dos. El sitio del Cristiano se ha de hallar en Cristo; el objeto del Cristiano
es conocer a Cristo; y la esperanza del Cristiano es ser semejante a Cristo. Cuán
bellamente perfecta es la conexión entre estas tres cosas. Es tan pronto como me encuentro yo mismo en Cristo como mi justicia,
que anhelo conocerle a Él como mi objeto, y mientras más le conozco, más ardientemente anhelaré ser semejante a Él, esperanza
que sólo puede ser realizada cuando yo le vea tal como Él es. Teniendo una justicia perfecta, y un objeto perfecto, yo sólo
quiero una cosa más, y ella es terminar con todas las cosas que impiden mi disfrute de ese objeto. "Nuestra ciudadanía está
en los cielos; desde donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo; el cual transformará nuestro vil cuerpo, para
que sea hecho semejante a su cuerpo glorioso, según la operación de aquel poder con que puede también sujetar a sí
mismo todas las cosas." (Filipenses 3: 20, 21 - VM).
Ahora, colocando todas
estas cosas juntas, obtenemos un panorama muy completo del Cristianismo verdadero. No podemos intentar explayarnos en detalle
sobre alguno de estos tres puntos arriba citados; pues, se puede decir verdaderamente, cada punto demandaría un tomo para
tratarlo plenamente. Pero pediríamos al lector que se dedique él mismo a este tema maravilloso. Que él lector se levante por
sobre todas las imperfecciones e inconsistencias de los Cristianos, y mire fijamente la grandeza moral del Cristianismo tal
como está ejemplificada en la vida y el carácter del hombre modelo presentado a nuestra consideración en este capítulo. Y
que el lenguaje de su corazón pueda ser, «Que los demás hagan lo que quieran, en cuanto a mí, mi corazón nunca se satisfará
con algo menor que este precioso modelo. Permitan que quite totalmente mi vista de los hombres, y los fije en Cristo mismo,
y halle mi deleite en Él como mi justicia, mi objeto, mi esperanza.» Que pueda ser así con el escritor y con el lector, por
amor de Jesús.
C. H. Mackintosh
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Junio 2007.-
Título original en inglés: CHRISTIANITY -
WHAT IS IT?, by Charles Henry Mackintosh
Versión Inglesa |
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