Verdades Recuperadas
Nota del Traductor: para comprender mejor el contenido de las cartas que se presentan a continuación conviene
leer este pequeño resumen de la biografía del autor de estas misivas.
EDWARD DENNETT, 1831-1914.
El Sr. Edward Dennett nació en Bembridge, en la Isla de Wight, Inglaterra, en 1831. Nació en una familia que perteneciente
a la iglesia de Inglaterra (Iglesia Anglicana) y fue conducido a Cristo cuando era un niño por medio de un clérigo piadoso
y desvelado, y él abandonó después dicha iglesia por convicción personal.
Cursó sus estudios en la London University y luego tomó el cargo de ministro de una capilla Bautista en Greenwich.
El Sr. Dennett se entregó totalmente a su obra como pastor Bautista, pero el bendito Espíritu Santo comenzó a obrar
en su corazón con respecto a la sencillez, y a la vez profundidad, de la persona de Cristo, del hecho de que Él es Cabeza
de la iglesia, y de otras verdades básicas de la sana enseñanza acerca de la iglesia.
Él fue afectado por una enfermedad severa y en marzo de 1873 fue enviado a Suiza para descansar y recuperarse.
Permaneciendo en la ciudad de Veytaux, él se convenció de que las Escrituras no justificaban su oposición a los 'hermanos'
y tampoco la publicación anterior de un libro suyo contra sus enseñanzas y prácticas.
Con el tiempo, siendo guiado por el Espíritu a una comunión más cercana con Cristo, el hermano Dennett renunció a su
cargo pastoral y después de una comparación detallada adicional de las enseñanzas de los 'hermanos' con las Escrituras, él
entró en contacto con el Sr. William Kelly y posteriormente tomó su lugar en la comunión, reuniéndose con un grupo de hermanos
en humilde sencillez, congregándose solamente al Nombre del Señor Jesús.
Su notable y piadoso testimonio está bien narrado en obras tales The Step I
Have Taken (El Paso que Di)*, Hindrances To Fellowship (Impedimentos para la Comunión), y The Name Above Every Name (El Nombre que es sobre todo nombre), entre otros.
Después de una corta enfermedad, él fue tomado por Su Señor en Croydon en Octubre de 1914.
* El lector puede leer este documento en Español siguiendo el siguiente vínculo: El Paso que Di. La traducción de este escrito ha sido publicado en un sitio web ajeno a "Edificación Espiritual Cristiana
en Gracia y Verdad" pero que nosotros recomendamos examinar puesto que contiene un precioso y valioso material adicional para
la edificación espiritual de los santos en Cristo Jesús. (N. del T.)
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Todas
estas cartas fueron escritas en BLACKHEATH, Agosto, 1875.
CONTENIDO:
- CARTA
INTRODUCTORIA
- JUSTIFICACIÓN
POR FE
- JUSTIFICACIÓN
POR FE - (continuación)
- LA POSICIÓN DEL CREYENTE EN CRISTO
- LA NORMA DE VIDA
- LA IGLESIA - ¡LO QUE ELLA ES!
- ASPECTOS PRÁCTICOS DE LA UNIDAD DEL CUERPO DE CRISTO
- LOS SANTOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
- LA VENIDA DEL SEÑOR
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CARTA INTRODUCTORIA
MIS AMADOS AMIGOS,
En mis cartas publicadas, dirigidas a 'un
amigo', yo prometí que (permitiéndolo el Señor) escribiría más, en alguna futura ocasión, acerca de algunas de las verdades
que son asociadas habitualmente, en la mente de los demás, con los hermanos que se reúnen al nombre de Cristo. Se me ha ocurrido,
ahora que la oportunidad ha llegado, que yo no puedo hacer nada mejor, en este caso, que dirigirme a esos creyentes que, o
bien fueron llevados a Cristo, o que han recibido bendición a través de mi ministerio en L. R.
Hago esto por muchas razones. El dolor que
les ha causado mi separación de ustedes difícilmente fue menor que el mío, y el afectuoso interés que ustedes muestran aún
hacia todo lo que me concierne demuestra, fuera de duda, que el lazo que nos une ha sido formado por Dios, y por tanto no
puede ser roto. Además, y por otra parte, yo les debo a ustedes más allá de todo, la explicación de lo que Dios, en Su misericordia
infinita, me ha enseñado, para que puedan participar conmigo en el disfrute y la bendición de tales verdades preciosas. Estoy
también ansioso de asegurarles que, cualesquiera que sean las modificaciones que he sido obligado a hacer, por medio del estudio
adicional de la Palabra de Dios, yo no he aceptado nada que quite mérito al inefable valor de la sangre preciosa de Cristo,
al carácter meritorio de Su sacrificio expiatorio, a la dignidad de Su adorable Persona, o al resultado de Su obra acabada.
Por otra parte, los cambios hechos no hacen más que realzar (y justo en la proporción en que estos están más en conformidad
a los pensamientos y voluntad revelados de Dios) mis conceptos acerca del misterio de la encarnación, el maravilloso carácter
de la gracia de Dios en la redención, y mi estimación de la cruz de Cristo. De hecho, yo puedo decir ahora con un corazón
más pleno que nunca, "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo." (Gálatas 6:14).
La imputación de herejía es hecha ligeramente,
y fácilmente justificada cuando lo que se enseña es medido mediante las opiniones de los hombres; y por eso ha sido introducida
en toda época contra aquellos que, renunciando a todas las tradiciones humanas, se atrevieron a tomar su posición sobre la
pura y sencilla Palabra de Dios. Los mártires de la Iglesia fueron, de tal manera, todos herejes; pero hoy nosotros alabamos
a Dios por la fidelidad de Sus siervos hasta la muerte. Permítanme, entonces, precaverlos para que no se perturben por esta
insidia del adversario, ni sean apartados por ninguna autoridad humana, por muy grave y reverenda que ella sea, de las claras
enseñanzas de la Palabra escrita de Dios. Recuerden también las palabras del apóstol Pedro: "Pues para esto fuisteis llamados;
porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se
halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba
la causa al que juzga justamente." (1 Pedro 2: 21-23).
En mis últimas cartas, yo expliqué la enseñanza
escritural acerca del tema del ministerio y la adoración; y me alegro al saber que algunos de ustedes fueron conducidos, en
gracia, a someterse a esta enseñanza de la Palabra de Dios, y que otros de ustedes fueron conducidos a confesar que lo que
yo les pedí considerar no podía ser contradicho. Por lo tanto, no repetiré estos temas; pero les recordaría la importancia
inefable de mantener la verdad en responsabilidad y poder. Porque si el Espíritu Santo no sólo habita en el creyente individual,
sino también en la Iglesia de Dios, y reclama autoridad para ministrar por medio de quien Él quiere, es un asunto de la importancia
más solemne si nosotros nos convertimos en grupos que apagan el Espíritu (1 Tesalonicenses 5: 19, 20) mediante arreglos eclesiásticos
u ordenanzas humanas; y si el Señor Jesús, como Cabeza de la Iglesia, ha dado dones a los hombres para el perfeccionamiento
de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Efesios 4: 8-13), nosotros deberíamos
ser muy cuidadosos, para que no se nos encuentre interceptando el ejercicio de ellos estableciendo 'ministros'" de nuestra
propia elección, y conforme a nuestra voluntad.
Amados amigos, anhelo verlos reunidos solamente
al nombre de Cristo. Si ustedes supieran el gozo de este lugar de separación (aunque no pueda ser tomado sin mucha persecución,
y muchas pruebas de parte del adversario); si ustedes conocen solamente la bienaventuranza de mirar sólo a Cristo en sus reuniones,
yo estoy seguro que ustedes se apresurarían a salir a Él fuera del campamento, llevando Su vituperio (Hebreos 13: 12, 13).
El Señor está cerca, y es mi fervorosa oración que cuando Él venga, Él los pueda encontrar a ustedes desenmarañados de toda
asociación que sea contraria a Su voluntad, y en el lugar que Él ama ver a Su pueblo ocupar; que, con sus afectos puestos
en Él, ustedes puedan ser siempre como hombres esperando a su Señor.
Encomendándoles un cuidadoso examen de las
verdades acerca de la cuales estoy a punto de escribir, y orando para que yo no pueda escribir, y que ustedes no puedan recibir,
nada que no esté de acuerdo con las Escrituras; oro para que, de hecho, yo pueda escribir, y que ustedes puedan leer, bajo
la guía del Espíritu Santo, créanme, amados amigos que,
Les saludo afectuosamente en Cristo,
Edward Dennett
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JUSTIFICACIÓN POR FE
MIS AMADOS AMIGOS,
La primera verdad que deseo explicar, de
la manera que la comprendo ahora a partir de las Escrituras, es la verdad de la justificación por fe.
La mayoría de ustedes saben que Dios, en
Su gracia soberana, usó a Lutero para recuperar, en parte, esta preciosa verdad de las corrupciones del Catolicismo Romano;
que, como él esgrimió, fue una bendición de Dios para miles de almas; y que, hablando generalmente, ella todavía caracteriza
nominalmente a las iglesias 'ortodoxas' [1] de la Reforma. Y digo nominalmente porque uno no puede sino observar con pena
que el racionalismo y la superstición están recobrando rápidamente su supremacía, aun en los baluartes mismos del Protestantismo.
Entonces, yo propongo examinar, antes que nada, esta doctrina tal como es comúnmente sostenida por los Protestantes ortodoxos,
ya sea en la Iglesia establecida (Anglicanismo o Iglesia de Inglaterra) o en los Disidentes (otras denominaciones).
[1] El uso de esta palabra se refiere al mantenimiento de las doctrinas Cristianas fundamentales y no las
Iglesias Ortodoxas Griega, Rusa o Rumana. N. del T.
Se puede decir que su piedra angular es la
opinión de que Cristo durante Su vida en la tierra, obedeció la ley en nuestro lugar; y por eso se dice que, cuando nosotros creemos, al mismo tiempo que la sangre
de Cristo nos limpia de la culpa, la obediencia de Cristo - Su obediencia vicaria a la ley - es imputada a nosotros para justicia
y, por consiguiente, somos justificados delante de Dios por fe. Así hablan los teólogos de la obediencia activa y pasiva de
Cristo: siendo la obediencia activa Su obediencia a la ley, y la pasiva Sus sufrimientos en la cruz; y ellos nos dicen que
la pasiva sirvió para expiación, y la activa sirve para la imputación de justicia, de modo que, tan pronto como creo en Él,
yo estoy ante Dios en el valor de ambas - en el valor de Sus sufrimientos para la remisión del pecado, y en el valor de Su
obediencia sustituidora a la ley para mi justicia, y que de esta manera, satisfaciendo todas las demandas de Dios sobre mí,
se me declara justificado.
Siendo así, tenemos que investigar si esta
doctrina, tal como se declara, es conforme a la Palabra de Dios. Ustedes saben que anteriormente yo pensaba que era conforme
a la Palabra de Dios; y, puedo añadir, que me reservé para mí mismo este punto cuando tomé mi lugar con los 'hermanos', aunque
se me dijo inmediatamente que una diferencia acerca de este punto no era una barrera para la comunión a la mesa del Señor.
Pero poco después, al leer cuidadosamente las epístolas a los Romanos y a los Gálatas, me sorprendí ante el descubrimiento
de que mis opiniones acerca de este asunto se habían basado en enseñanzas humanas, y no en las Escrituras. Por tanto, en lugar
de una exposición formal, yo sólo pondré de manifiesto el proceso a través del cual fui conducido reexaminar el tema.
1. En primer lugar, yo vi que se decía que
Abraham fue justificado por fe cuatrocientos treinta años antes de que la ley fuera dada; y vi así que la ley no tuvo nada que ver con su justificación; y que el único
terreno de ello fue la fe en Dios (Gálatas 3: 6-29; también Romanos 4). Esto adquiere más significación a partir del hecho
de que se aduce la justificación de Abraham por fe como el modelo para la nuestra, o más bien se afirma que el principio es
el mismo (Lean Romanos 4: 23-25; también Gálatas 3: 8, 9). Ahora bien, si Abraham fue justificado por tener fe en Dios sin
la imputación de ninguna obediencia a la ley, y nosotros somos justificados por fe a través de la imputación de esa obediencia,
tenemos de inmediato dos principios opuestos de justificación, y el argumento del apóstol cae a tierra.
2. En segundo lugar, encuentro declarado
claramente que los Gentiles, y por consiguiente nosotros mismos, jamás estuvimos bajo la ley. El apóstol dice así, "Porque
cuando los gentiles que no tienen ley."
(Romanos 2:14). De nuevo, él contrasta a los que están bajo la ley con los que no están bajo ella cuando dice, "Pues la ley
produce ira; pero donde no hay ley,
tampoco hay transgresión." (Romanos 4:15). Y él contrasta una vez más los Judíos con los Gentiles, en este respecto, cuando
dice, "Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los
que están sujetos a la ley; a los que están
sin ley, como si yo estuviera sin ley," etc. (1 Corintios 9: 20, 21). Por todas partes, efectivamente, cuando se trata
de este asunto, él hace esta distinción; y es debido a esta distinción que él muestra que la justificación de Abraham, antes
de la ley, es el modelo de justificación, tanto para el Judío bajo la ley como para el Gentil sin la ley. Sin embargo, el
punto a ser observado ahora es que si los Gentiles jamás estuvieron bajo la ley (tal como el apóstol lo afirma continuamente),
la imputación a un creyente Gentil de la obediencia a la ley no podría ser el terreno de su justificación ante Dios.
3. Me sorprendió el hecho de que el término
'la justicia de Cristo' jamás fue utilizado en conexión con la doctrina de la justificación, de hecho, el término no se encuentra
en el Nuevo Testamento. Por otra parte, descubrí que dondequiera que esta doctrina es expuesta el término utilizado es, la justicia de Dios. (Vean Romanos 1:17;
Romanos 3: 21, 22, 25, 26; Romanos 10: 3; 2 Corintios 5:21; Filipenses 3:9; etc.). Ustedes admitirán que este hecho es peculiar,
si al menos es la obediencia de Cristo la que, imputada a nosotros por fe, llega a ser nuestra justicia ante Dios. Porque
ciertamente sería extraño que el Espíritu Santo utilice el término "justicia de Dios" si Él hubiese tenido la intención de
dirigir nuestras mentes a la justicia de Cristo.
Pero ustedes pueden contestar, «Nosotros
tenemos la obediencia mencionada, y
es precisamente eso lo que constituye nuestra justicia.» Examinemos esta frase dondequiera que ella pueda ser hallada. El
lugar más importante, sin embargo, relacionado con esta pregunta, es Romanos 5: 18, 19 - "Así pues, tal como por una transgresión
[nota al margen, una transgresión] resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia [nota
al margen, una justicia] resultó la justificación de vida para todos los hombres.
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia
de uno los muchos serán constituidos justos." (Romanos 5: 18, 19 - LBLA). Antes que nada, permítanme invitarles a poner su
atención sobre el hecho de que las lecturas marginales del versículo 18 son admitidas por todos los estudiosos de las Escrituras,
independientemente de sus opiniones doctrinales, como siendo ellas las traducciones correctas del original; y de ahí que las
cosas comparadas, o más bien contrastadas, son el un
solo acto de transgresión del primer Adán, y el un solo acto de justicia del segundo Adán. Siendo esto así, el significado (puesto que el versículo 19 es
simplemente explicativo del 18) de los términos "desobediencia" y "obediencia" en el versículo posterior es evidente. Fue
el acto de desobediencia de parte de Adán el que introdujo el pecado; y fue el acto de obediencia (es decir, obediencia hasta la muerte) de parte de Cristo el
que introdujo la justicia. Es decir, lo que se contrasta son únicamente actos.
Esto se hará aún más evidente si pasamos
a otro pasaje. El propio Señor, hablando de Su muerte, dice, "Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla
de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para
tomarla de nuevo. Este mandamiento
recibí de mi Padre." (Juan 10: 17, 18). Claramente en este pasaje el Señor habla de Su muerte como un acto de obediencia.
Esta conclusión será confirmada más allá de cualquier duda si pasamos a Filipenses 2. Se nos dice allí, en esa maravillosa
descripción de la humillación del Señor Jesús (una descripción, como otros han dicho a menudo, que implica también un contraste
con Adán, quien fue desobediente hasta la muerte), que "se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." (Filipenses 2:8). Ambos
pasajes nos muestran de qué manera interpretar Romanos 5:19; porque ellos enseñan que es la obediencia del Señor hasta la
muerte lo que está en la perspectiva del apóstol, y que es esto lo que constituye el terreno de nuestra justificación ante
Dios. Y yo debo recordarles, como confirmación, que no se dice ni una sola palabra acerca de la obediencia a la ley en el pasaje, ni siquiera en el párrafo; sino que, como se señaló,
el simple contraste es entre Adán, quien deshonró a Dios por su desobediencia, y Cristo, quien glorificó a Dios por Su obediencia
hasta la muerte.
Otro pasaje puede venir, quizás, a las mentes
de algunos. Me refiero a Hebreos 10, donde el apóstol introduce a Cristo, diciendo, "He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad." (Versículos 7-10). Pero el versículo 10 explica esto en perfecta
conformidad con lo que ya hemos adelantado - "Es en esa voluntad que somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre." (Hebreos 10:10 - RVA). La voluntad de Dios se cumplió, por tanto, en el sacrificio
de Cristo.
Entonces, habiendo considerado los varios
pasajes en los cuales se aduce a 'la obediencia de Cristo', podemos decir también que esta obediencia, en el aspecto de obediencia
a la ley, jamás es mencionada en conexión con la justificación del creyente. Que no se me malentienda. El Señor Jesús fue
siempre obediente al Padre, el Único perfectamente obediente que el mundo hubiese visto jamás; y también Él obedeció la ley
en toda su longitud, anchura, profundidad y altura. De hecho, Él nunca hizo Su propia voluntad; porque Su comida fue hacer
la voluntad de Su Padre, y terminar Su obra. Pero lo que yo descubrí fue que la Escritura jamás habla de la obediencia de
Cristo en vida - Su obediencia a la ley - como siendo el terreno de justificación.
4.- El apóstol es cuidadoso al afirmar, una
y otra vez, que la justicia no vino, y no podía venir, por medio de la ley. Tomen una o dos ilustraciones de esto. En la epístola
a los Romanos, después de mostrar que "por las obras de la ley ningún ser humano será justificado" (Romanos 3:20), él prosigue,
"Pero ahora, aparte de la ley, [gr., Χωρίς νόμος,
jorís nómos] se ha manifestado la justicia de Dios." (Romanos 3:21). Y nuevamente, "si la justicia viene por medio
de la ley, entonces Cristo murió en vano." (Gálatas 2:21 - LBLA). Y aún otra vez, "si se hubiera dado una ley capaz
de impartir vida, entonces la justicia ciertamente hubiera dependido de la ley." (Gálatas 3:21 - LBLA).
Ahora bien, si Cristo hubiera obedecido la
ley en nuestro lugar, y esa obediencia, prestada de este modo, fuese imputada al creyente para justicia, pregunto, ¿acaso
la justicia no hubiera sido por medio de la ley? Y de ahí que, si este hubiera sido la enseñanza de la Escritura, era sencillamente
imposible para el apóstol haber utilizado estas expresiones. Pero ustedes pueden decir, «Él quiere dar a entender que la justicia
no podía ser obtenida por el hombre
mediante la obediencia a la ley.» Mi respuesta es, «Este no es el significado del apóstol puesto que si lo hubiese sido, él
lo habría hecho claro. Si hubiese sido así, él habría explicado muy cuidadosamente que la justicia era por medio de la ley,
aunque por la obediencia sustitutiva de Cristo.» Pero él hace las aseveraciones más amplias posibles en cuanto a la imposibilidad
de que la justicia venga por medio de la ley; ni siquiera insinúa la obediencia de Cristo a ella; y de hecho, nos dice claramente
que la justicia de Dios ha sido manifestada totalmente aparte de la ley (gr., Χωρίς
νόμος, jorís nómos).
5. Estos varios puntos me convencieron de
que la enseñanza teológica comúnmente recibida acerca del tema no tenía ningún fundamento en la Escritura. Pero otras consideraciones
apuntaron en la misma dirección. Por ejemplo, yo me preguntó a mí mismo, «¿Cuáles eran el propósito y la intención de la ley?»
La respuesta a esta pregunta se encontrará en pasajes tales como:
Romanos
3:20: "ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento
del pecado."
Romanos
5:20: "Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia."
Romanos
7: 7-12: "¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí
toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el
pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno."
Gálatas
3: 19-25: "Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien
fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero
Dios es uno. ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar,
la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por
la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados
para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe.
Pero
venida la fe, ya no estamos bajo ayo", y otros pasajes más.
Y de
ellos podemos aprender dos cosas - primero, que la ley era el estándar de lo que Dios demandaba del hombre, en otras palabras,
un estándar de justicia humana; de manera que, si un hombre hubiese sido capaz de guardar toda la ley, él habría sido solamente
un hombre justo en la tierra - y como
tal con derecho, obviamente, a todas las promesas relacionadas con la obediencia a la ley, pero con todo, él no habría tenido
nada más que una justicia humana; y, en segundo lugar, que era imposible para el hombre guardar la ley, porque él tenía una
naturaleza pecaminosa - él era carne, y la mente carnal no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede (Romanos 8:7). De
ahí que Dios nunca esperó que Israel guardase la ley, sino que el propósito de ella
era dar el conocimiento del pecado. "Se introdujo para que el pecado abundase." (Romanos 5:20); "Fue añadida a causa de las
transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa." (Gálatas 3:19). Por lo tanto, Dios nunca tuvo
la intención de que la justicia viniera por la ley; porque el apóstol dice, "si la herencia es por la ley, ya no es por la
promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa." (Gálatas 3:18). Porque si se afirma que la herencia llega a
nosotros por la obediencia sustitutiva de Cristo a la ley, entonces la herencia sí es por la ley, y esto es precisamente la
cosa que el apóstol desmiente.
Pero no necesito seguir más adelante con
el tema en este derrotero, porque ustedes verán ahora de qué manera yo aprendí que la definición teológica de la justificación
es enteramente inconsistente con las Escrituras; y yo tengo pocas dudas de que esta definición ha brotado de un conocimiento
imperfecto de la verdadera posición del creyente en Cristo, en efecto, de una concepción falsa del Cristianismo. Porque ustedes
encontrarán que muy pocos de los defensores de esta doctrina conocen algo acerca de las dos naturalezas del creyente, o de
que nosotros estamos sentados en los lugares celestiales en Cristo (Efesios 1 y 2); o, de hecho, de la liberación plena y
completa del Cristiano a través de la muerte y resurrección de Cristo. No sólo esto es así; sino que lamento añadir que esta
perspectiva de la doctrina es asociada, a menudo, con el error positivo y peligroso. De este modo tengo un libro ante mí,
escrito por uno de sus defensores más populares, en el que se mantiene que Jesús fue sometido a la ira del Padre durante Su vida en la tierra. Y si ustedes sostienen
que Él fue un sustituto a través de Su vida entera, yo no veo cómo pueden ustedes evitar esta conclusión. Ello les mostrará
que el más ligero alejamiento de la verdad puede hacer que ustedes acaben en el más mortal error.
Esperando examinar, en la próxima carta,
la representación escritural de la doctrina, créanme, amados amigos que les saludo,
Afectuosamente en Cristo.
Edward Dennett
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JUSTIFICACIÓN POR FE - (continuación)
MIS AMADOS AMIGOS,
Habiendo presentado las razones que me condujeron
a rechazar la enseñanza común acerca del tema de la justificación por fe, preguntaré ahora, ¿Cuál es el punto de vista escritural
de esta doctrina? Y yo creo que veremos que, una vez desembarazados de razonamientos humanos, dicho punto de vista es tan
hermoso como sencillo; que lleva a la cruz de Cristo a la prominencia; que muestra más plenamente el infinito valor de los
sufrimientos y la muerte de Cristo; y, por consiguiente, el carácter perfecto de esa salvación que posee el creyente en, y
por medio de, la muerte y resurrección de su gran Sustituto.
1. Y en primer lugar, LA SANGRE DE CRISTO es presentada en las Escrituras como el terreno meritorio, o causa suministrada, de nuestra
justificación. Es decir, el fundamento sobre el que Dios puede justificar con justicia (valga la redundancia) a aquellos que
creen en la sangre preciosa, en la muerte de Cristo. De esta manera nosotros leemos - "justificados en su sangre" (Romanos
5:9). Se puede señalar que las palabras en el griego son ἐν αὑτοῦ αἷμα, es decir, literalmente "en Su sangre", significando "en el poder" o "en
virtud de Su sangre." La misma verdad es enseñada en un capítulo anterior, "siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación (propiciatorio) por medio de la fe en su sangre." (Romanos 3: 24, 25; comparen con Romanos 4: 24, 25; Efesios 1:7;
Gálatas 2:16; 1 Pedro 3:18).
Tenemos que
indagar, entonces, ¿de qué manera la sangre de Cristo llega a ser el terreno de nuestra justificación? La sangre habla de
una vida derramada (porque la vida está en la sangre; y es la sangre la que hace expiación por el alma - Levítico 17:11),
y por consiguiente, nos habla de muerte; y, por lo tanto, nuestra pregunta es, ¿De qué manera la muerte de Cristo llega a
ser el terreno meritorio de justificación? La respuesta es simple. Llega a ser esto, debido a lo que llevó a cabo. El Señor
Jesús "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero." (1 Pedro 2:24); Él "padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios." (1 Pedro 3:18); Él por nosotros fue hecho pecado. (2 Corintios 5:21); Él
fue "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan 1:19; es Él "a quien Dios puso como propiciación (propiciatorio)
por medio de la fe en su sangre." (Romanos 3:25), etc. Combinando estos pasajes, y otros de similar naturaleza que se encuentran
dispersos a través de todas las epístolas, nosotros descubrimos inmediatamente el carácter de la muerte del Salvador. Aprendemos
que Él no sólo llevó en forma sustitutiva nuestros pecados en la cruz, sino que también en aquella hora funesta, Él estuvo
ante Dios bajo todo el peso y la responsabilidad de la condición pecaminosa del hombre; que Él vino a la escena donde el primer
Adán fracasó, y asumió todas las consecuencias de aquel fracaso, y llevó a cabo una solución plena y eterna, en Su muerte
en la cruz, de la cuestión completa, tanto de nuestros pecados (plural) como del pecado (singular), es decir, de la condición
pecaminosa del hombre. Por eso es que leemos que "Después de llevar a cabo la purificación de los pecados," Él "se sentó a
la diestra de la Majestad en las alturas." (Hebreos 1:3 - LBLA); y leemos también que "en la consumación de los siglos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado"; y que Él "fue ofrecido una
sola vez para llevar los pecados de muchos." (Hebreos 9: 26-28).
Inferimos
así que el Señor Jesús, en Su muerte, satisfizo y respondió todas las demandas de la santidad de Dios, y satisfizo estas demandas
tan perfectamente que Dios quedó totalmente satisfecho; no, aún más, que Él no sólo ha llevado y expiado completamente las
consecuencias del pecado y el fracaso del hombre, sino que Él ha vindicado también el honor de Dios, le ha glorificado plenamente
a Él acerca de aquello que había traído ruina y desolación a la tierra. Porque no se trata solamente de que Jesús haya llevado
a cabo la expiación; sino que Él ha hecho más; Él, mediante Su muerte, ha glorificado a Dios en todos los atributos de Su
carácter. De esta manera, hablando de Su muerte, Él mismo dice, "Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado
en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará." (Juan 13: 31,
32); y nuevamente, "Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese." (Juan 17:4). La ira de
Dios fue infligida sobre Cristo en la cruz, porque Él estaba allí como el sustituto de los pecadores; porque Él llevó allí
nuestros pecados, y fue "hecho pecado" (2 Corintios 5:21). Por eso es que todas las ondas y las olas de Dios pasaron sobre
Su cabeza en aquella horrible hora; sí, las aguas entraron en Su alma; y fue bajo la presión de la ira que Él sufrió, cuando
el Señor quiso quebrantarlo, sujetarle a padecimiento, hacer de Su vida una ofrenda por el pecado (Isaías 53:10), que Él clamó,
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46). Pero (bendito sea Su nombre) Él vació esa terrible copa
hasta sus mismas heces, agotó todo el juicio de Dios contra el pecado, y llevó a cabo, de esa manera, una expiación plena,
suficiente, y eterna, y vindicó, debido a que Él había satisfecho y sostenido, todas las demandas de la santidad de Dios,
y Le glorificó completamente y para siempre.
2. Tal fue
el carácter de la muerte de Cristo; y de ahí que Su sangre preciosa es de tal valor infinito delante de Dios que sobre este fundamento Él puede encontrarse y justificar al impío; si, puede ser "justo, y el que justifica al que
es de la fe de Jesús" (Romanos 3:26); y, por consiguiente, la "justicia de Dios" es "para todos los que creen en él."
(Romanos 3:22). Es decir, «Dios es justo, y justifica en virtud de Cristo. Él es justo, porque el pecado ha sido enfrentado
en la cruz; el pecado ha sido juzgado por Dios; Cristo sufrió por causa de él y Él hizo expiación por él. Más que eso: el
Señor Jesús ha magnificado de tal manera a Dios, y ha glorificado de tal forma Su carácter, que . . . en lugar de que la obligación
estuviese, como lo estaba, totalmente en el lado del hombre, que estaba acumulando aquello por lo cual él no podía pagar jamás,
Dios se ha interpuesto ahora, y, habiendo sido tan magnificado en el hombre Cristo Jesús en Su muerte, Él es ahora positivamente
justo cuando Él justifica el alma que cree en Jesús. Es, por consiguiente, la justicia de Dios; porque Dios demuestra ser Él mismo justo a las peticiones de Cristo [2].» Porque Cristo murió por los
pecadores; y los que creen están ante Dios en todo el infinito valor de esa sangre preciosa que Él derramó por ellos como
su sustituto. Dios, por consiguiente, perdona justamente, acepta, justifica a cada creyente: esa justicia que fluía hacia
Cristo, le levantó de los muertos, y le glorificó a Su diestra, se encuentra también con, y abarca a, todo aquel que cree
en Jesús, y le lleva adonde Cristo está en la presencia de Dios. No podía ser de otra manera; porque, ya que la sangre ha
satisfecho todas las demandas de Dios, e incluso Le ha glorificado, todo pecador, en el momento que cree, queda investido
con todo su infinito valor. Es, por tanto, en respuesta al valor de la sangre que la justicia de Dios - porque ello se debe
a Cristo - fluye con júbilo, e inviste al pecador con su propia perfección, de modo que en Cristo él está justificado para
siempre delante de Dios. Sí, él es acepto en el Amado.
[2] The Righteousness of God: What is it? By W. Kelly. (La Justicia
de Dios: ¿Qué es? Por W. Kelly.)
Esta interpretación
se verá confirmada si miramos por un momento la exhibición de la justicia de Dios hacia el propio Cristo. Ante la perspectiva
de abandonar el mundo, Él pudo decir (anticipadamente), "Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste
que hiciese." (Juan 17:4). Y, pronunciándose sobre Su obra completada, Él continúa, "Ahora pues, Padre, glorifícame tú al
lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese." (Juan 17:5). Es decir, Él esperaba que el Padre
le glorificase a causa de lo que Él había hecho en la tierra; y Dios satisfizo su petición cuando Él le levantó de los muertos,
y le glorificó a Su propia diestra. Es decir, Cristo, habiendo soportado el juicio por el pecado y por los pecados, y habiéndolo
soportado de manera de satisfacer todas las demandas de Dios, y de glorificar a Dios en todo lo que Él es, la justicia de Dios era exhibida ahora resucitando a Cristo de los muertos y glorificándole a Su propia diestra.
En una palabra, le correspondía a Cristo, a causa de lo que Él hizo como nuestro sustituto, que Él fuera glorificado. Y Dios
lo ha hecho; porque "Si Dios es glorificado en él (Cristo), Dios también le glorificará en sí mismo." (Juan 13:32); y la justicia
de Dios se vio también en la glorificación del Señor Jesús. Por eso el Señor dijo que el Consolador convencería al mundo de
pecado, de justicia, y de juicio; "de justicia, por cuanto voy al Padre,
y no me veréis más." (Juan 16:10). Entonces, la justicia de Dios, en este aspecto,
es Cristo recibido arriba en gloria a su diestra.
Vamos a estar
ahora en condiciones de comprender otro aspecto de la verdad. En la segunda epístola a los Corintios, se dice que los creyentes
son hechos justicia de Dios en Cristo (2 Corintios 5:21). Tenemos aquí el pensamiento adicional de unión con Cristo como ante
Dios. Es decir, «Dios recibe nos recibe justamente en Su gloria como Él ha recibido a Cristo; porque Él le ha recibido en
virtud de la obra hecha por nosotros
- por lo tanto, nos recibe a nosotros en Él. Nosotros somos hechos justicia de Dios en Él; porque al bendecirnos en esta manera
celestial y gloriosa, al justificarnos, Él sólo hace debidamente efectiva las peticiones de Cristo en Él. Hacia nosotros se
trata de pura gracia, pero es igualmente la justicia de Dios. Él ha sido hecho pecado por nosotros, aquel que no conoció pecado,
para que nosotros pudiéramos ser hechos justicia de Dios en Él [3].»
[3] Collected Writings of J. N. Darby,
vol. VIII. (Escritos Compilados de J. N. Darby vol. 8.)
Esta es la
verdadera doctrina de la justificación. El fundamento sobre el cual Dios actúa no es la ley - la obediencia de Cristo, y la sangre; sino solamente la sangre
preciosa de Cristo. La justicia de Dios no es la obediencia de Cristo en Su vida en la tierra, sino que es la respuesta
de Dios al valor de esa sangre preciosa - siendo tan preciosa ante los ojos de Dios que ella constituye, en Su gracia, un
derecho sobre Él para que justifique a todo aquel que cree en Jesús. Esa justicia fue mostrada primeramente en la resurrección
de Cristo (pues Él fue entregado a causa de nuestras transgresiones, y fue resucitado para nuestra justificación), y al establecerle
a Él en gloria a Su propia diestra; es mostrada nuevamente en la justificación de cada pobre pecador que viene a Cristo; y
será mostrada, además, al glorificar a todo creyente junto con Cristo. De ahí que podemos decir también que, por parte de
Dios, Cristo nos ha sido hecho justicia (1 Corintios 1:30); y que Él es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree
(Romanos 10:4); porque todo lo que nosotros tenemos de parte de Dios - nuestra justificación, nuestra glorificación - es en
Cristo, y solamente en Cristo.
3. Escasamente
necesitamos, en este lugar, señalar que el principio de justificación es la fe
- la fe en contraste con las obras y en oposición a ellas. Pues no hay ninguna controversia con los Cristianos 'evangélicos'
en este asunto. Pero podemos llamar nuevamente la atención de ustedes al hecho de que la justificación de Abraham es presentada
como un modelo de este principio. (Romanos 4; Gálatas 3). Existe, efectivamente, una bendita diferencia; porque el objeto
propuesto a Abraham para fe fue un Dios de promesa; mientras que a nosotros
es un Dios de cumplimientos. "Pero
no sólo para él fue escrito que le fue contada (la justicia), sino también para nosotros, a quienes nos habría de ser contada:
a los que creemos en el que resucitó de entre los muertos, a Jesús nuestro Señor, quien fue entregado por causa de nuestras
transgresiones y resucitado para nuestra justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 4: 23-25; Romanos 5:1 - RVA).
Confiando
en que ustedes examinarán esta exposición de la forma en que Dios justifica a aquel que cree en Jesús por medio de la luz
de la Escritura, créanme, amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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LA POSICIÓN DEL CREYENTE EN CRISTO.
MIS AMADOS
AMIGOS,
Permítanme
ahora llamarles a que pongan su atención en la posición del creyente. Menos palabras serán necesarias acerca de este tema;
pero yo estoy ansioso por ponerlo ante ustedes, porque, hasta que este sea comprendido, no puede haber una debida apreciación
de nuestras relaciones o de nuestras responsabilidades. De hecho, no sería demasiado decir que gran parte de la debilidad
de la vida Cristiana, y gran parte de la incertidumbre al andar, y la falta de separación del mundo, que a menudo se deploran
en los Cristianos profesantes, pueden atribuirse a un conocimiento imperfecto de la posición que ocupa el creyente ante Dios
en Cristo.
Comencemos,
entonces, por el principio. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo."
(Romanos 5:1). Es decir, paz con Dios es la herencia inalienable de cada uno que es justificado; porque es la paz que ha sido
hecha "mediante la sangre de su cruz." (Colosenses 1:10). Por lo tanto, no es de experiencia o de logro de lo que se habla;
sino de aquello que pertenece a todo creyente, cualesquiera sean sus sentimientos, en el momento que es justificado. Y por
consiguiente, si nosotros no entramos en el disfrute de esta paz, ello es reconocer nuestro insuficiente conocimiento de la
gracia de Dios, a consecuencia de, puede ser, mala enseñanza o incredulidad. Sin embargo, es de vital importancia que todo
creyente, cualquiera sea su debilidad o timidez, deba conocer que la paz eterna con Dios es su porción por medio de la sangre
preciosa de Cristo.
Hay, sin
embargo, más que esto. Nosotros proseguimos leyendo, "por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes." (Romanos 5:2). De nuevo, obsérvese que esto no es experiencia, sino la posición a la que todo creyente es
llevado en Cristo Jesús - una posición de aceptación perfecta, en la cual el favor pleno de Dios reposa sobre él; no por causa
de lo que el creyente es en sí mismo, o a causa de alguna experiencia que él pueda tener, o de algún logro que él ha llevado
a cabo, sino únicamente en razón de lo que Cristo es y ha hecho a su favor.
Si yo los remito
a ustedes a otro pasaje, esta verdad será comprendida más claramente. Volviéndonos, entonces, a la epístola a los Colosenses,
leemos, "Y a vosotros, que estabais en un tiempo enajenados y enemistados en vuestra mente, por causa de vuestras obras malas,
ahora empero os ha reconciliado, en el cuerpo de su carne, por medio de la muerte, para presentaros santos e inmaculados e
irreprensibles delante de su presencia", etc. (Colosenses 1: 21, 22 - VM). Ahora, pongan atención a dos cosas. Primero, que
Dios ha reconciliado a estos creyentes ("Y a vosotros . . . (Él) os ha reconciliado", etc.); y en segundo lugar, que tenemos tres palabras que indican el carácter perfecto
de esta reconciliación. El primero es "santos" - una palabra que expresa del modo más fuerte posible la perfecta adecuación
del creyente para la presencia santa de Dios. Luego tenemos la palabra "inmaculados" - una palabra que será mejor comprendida
mediante una referencia a otro pasaje. En Hebreos leemos, "¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno
se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios", etc. (Hebreos 9:14). La palabra
griega traducida aquí "sin mancha", es la misma que se traduce "inmaculados" en Colosenses; y por eso nosotros inferimos que
el creyente es ante Dios, en cuanto a su posición, lo que Cristo fue en Su ofrenda de Sí mismo; a saber, sin mancha. Por último
tenemos la palabra "irreprensibles", más exactamente "sin cargo", o, "sin acusación"; es decir, uno contra quien no se puede
formular ningún cargo o acusación, conforme a las palabras del apóstol en otra parte - "¿Quién acusará
a los escogidos de Dios?" (Romanos 8:33).
Combinando estas tres expresiones, se nos
enseña que, en cuanto a la posición del creyente delante de Dios, ella es absolutamente perfecta; porque las palabras que
hemos considerado muestran que Dios considera a Su pueblo en Cristo como santo, sin mancha, y con toda cuestión que podría
ser levantada contra ellos zanjada tan completamente, que no se podría efectuar ninguna posible acusación contra ellos. Y
recuerden que esta posición es la de todo creyente; que no es, en absoluto, un asunto de experiencia o de logro, sino que
pertenece al niño recién nacido en Cristo, así como a los jóvenes (nuevos convertidos) y a los padres; porque, efectivamente,
tan pronto como creemos nosotros estamos delante de Dios en toda la perfección, fragancia, y aceptación de Cristo. Por lo
tanto, se trata de lo que Él es, y no de lo que nosotros somos; y lo que Él es, así somos nosotros en Él delante de Dios.
Pero podemos ir más lejos. En la epístola
a los Romanos leemos, "Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita
en vosotros." (Romanos 8:9 - LBLA). Estas palabras deben ser observadas cuidadosamente. "Vosotros no estáis en la carne", etc. ("No vivís según la carne" rezan otras
traducciones - N. del T.) etc. Entonces, ¿a qué se refiere esto? Se refiere a la posición del creyente, al resultado de su
muerte y resurrección con Cristo. Así, si ustedes leerán atentamente el capítulo 6, encontrarán que se considera a los creyentes
como habiendo muerto con Cristo en cuanto a su vieja naturaleza. Tomen uno o dos pasajes: "¿O no sabéis que todos los que
hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?" (Romanos 6:3); "Sabiendo esto, que nuestro viejo
hombre fue crucificado juntamente con él." (Romanos 6:6); "Si hemos muerto con Cristo", etc. (Romanos 6:8 - RVA). Como aprendemos
también en otra parte, ellos son considerados como que han "resucitado con Cristo" (Colosenses 3:1); y de ahí que se le recuerde
a los creyentes que ellos se han "despojado del viejo hombre con sus hechos, y (se han) revestido del nuevo", etc. (Colosenses 3: 9, 10). Entonces,
la verdad enseñada es que, en cuanto a nuestra posición delante de Dios, nosotros no estamos en la carne, porque nuestro viejo
hombre fue juzgado y crucificado en la cruz, sino que estamos en el Espíritu. Es decir, es el Espíritu el que caracteriza
nuestra posición delante de Dios. Ante Sus ojos y ante Él nosotros no estamos en la carne. Esto presupone, efectivamente,
la existencia de la carne; pero habiendo recibido el Espíritu Santo, y teniendo vida del Espíritu Santo, es Él, quien constituye nuestro vínculo con Dios. Nuestra existencia moral
delante de Dios es en el Espíritu, no en la carne, u hombre natural. En otras palabras, nosotros estamos, en cuanto a posición,
no en Adán en absoluto (y yendo más allá del pasaje que recién considerábamos, podemos añadir), sino en Cristo, y en Cristo
donde Él está.
Podemos apoyar estas declaraciones mediante
uno o dos pasajes más. En Efesios encontramos lo siguiente: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor
con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis
sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús."
(Efesios 2: 4-6, LBLA). Todos estos verbos están en tiempo pasado - Dios nos dio vida, nos resucitó
juntamente, y nos sentó; y, por consiguiente,
se nos dirige a algo que ha sido llevado a cabo a nuestro favor. ¿Y qué es esto? Nuestra posición perfecta en Cristo. Sí,
se nos enseña que en Cristo ya estamos sentados en los lugares celestiales, y que este es nuestro verdadero lugar delante
de Dios. Si nosotros estuviéramos en la carne, esta escena en la que nos movemos sería nuestro lugar; pero debido a que en
Cristo nosotros hemos muerto para ella, y hemos sido resucitados juntamente con Cristo, nuestro lugar verdadero es en Cristo
donde Él está - en los lugares celestiales. Es por este motivo que el apóstol dice en otra parte, "Si alguno está en Cristo,
nueva criatura (creación) es." (2 Corintios 5:17 - Lean el contexto.). Porque en Cristo hemos muerto a la antigua creación,
hemos sido sacados enteramente de ella, y hemos resucitado con Él en la nueva creación, donde todo es perfecto conforme a
la perfección de Dios. De ahí que el apóstol Juan puede decir, "como él es, así somos nosotros en este mundo." (1 Juan 4:17),
es decir, como Cristo es delante de Dios, así somos nosotros en Él, aunque estamos en este mundo, como perfectamente aceptos,
porque Su aceptación es nuestra.
"Cerca, tan cerca de Dios,
Más cerca no puedo estar;
Porque en la persona de Su Hijo
Yo estoy tan cerca como Él lo está."
(Traducción de la cita que hace el autor
de un himno escrito por Catesby Paget en el siglo
19 - N. del T.)
Ustedes tendrán en cuenta que yo he estado
tratando acerca de la posición del creyente. Obviamente nuestro lugar de servicio es aquí en el desierto; pero a la vez que
esto es verdad, no olvidemos jamás que nosotros pertenecemos a otra creación y no a esta, porque estamos sentados en Cristo
en los lugares celestiales. "Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo."
(Filipenses 3:20); y cuando Él venga, Él nos recibirá a Él mismo, para que donde Él está nosotros - en ese entonces hechos
semejantes a Él, conformados a Él en la gloria - también podamos estar.
Estoy muy ansioso de que ustedes puedan comprender
plenamente estas verdades debido a su influencia concreta sobre el andar y el comportamiento de ustedes. Una vez que vean
que somos un pueblo celestial, ustedes percibirán también que nuestro verdadero lugar y nuestra verdadera posición delante
de Dios habrán de determinar el carácter de nuestro andar; que, en una palabra, nuestro andar debería corresponder a nuestra
posición en Cristo; que la palabra separación debería estar escrita sobre todo lo que somos, y sobre todo lo que hacemos -
separación a Dios. Si los creyentes estuvieran más familiarizados con el carácter de su posición, ellos verían la completa
incongruencia de muchas de sus asociaciones; ellos no podrían tener comunión con los hombres del mundo en política, y en los
así llamados movimientos filantrópicos - con tantas cosas, en resumen, que contristan al Espíritu de Dios; sino que ellos
entrarían en el lenguaje del apóstol, "De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun
si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así." (2 Corintios 5:16); ellos entenderían su petición, "No os unáis
en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz
con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre
el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre
ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis
lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso"
(2 Corintios 6: 14-18); y ellos buscarían gracia día a día para acatar la exhortación "Si, pues, habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las
de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios." (Colosenses 3: 1-3).
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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LA NORMA DE VIDA
MIS AMADOS
AMIGOS,
Se ha levantado mucha discusión acerca de
este asunto, ¿Cuál es la norma de vida para el creyente? Comúnmente se dice que es la ley; y los 'hermanos' han atraído no
poca calumnia y tergiversación por atreverse a disentir de esta declaración. Ellos disienten de ella, porque mantienen que
el estándar de lo que Dios demandaba de Israel en la carne no es el estándar que Él coloca ante quienes no están en la carne
sino en el Espíritu, tal como lo vimos en la última carta - porque, en una palabra, ellos no lo encuentran representado así
en la Palabra de Dios. Se dice algunas veces, debido a que nosotros no aceptamos la ley como norma de vida, que nosotros somos
Antinomianos [4], deseando librarnos de toda obligación y restricción. Pero, como espero demostrar, mostrando este asunto
nosotros sostenemos que la ley es una expresión inadecuada de lo que Dios espera ahora de los creyentes; sostenemos que Dios
ha traído a Su pueblo a una relación mucho más cercana de lo que eso implicaría, y, por tanto, lo ha puesto bajo obligaciones
más elevadas, más profundas, y más amplias. La ley, efectivamente, encuentra su esfera de operación en la tierra; pero ella
no puede entrar en esos lugares celestiales en los cuales nosotros estamos sentados en Cristo.
[4] Antinomianismo: La palabra viene del griego anti, contra, y nomos, ley. Se refiere a la práctica no bíblica de vivir
sin la debida consideración de la rectitud de Dios, emplear la gracia de Dios como si fuera una licencia para pecar y confiar
en la gracia para ser limpio del pecado. En otras palabras, ya que la gracia es infinita y somos salvos por gracia, entonces
para el antinomianismo podemos pecar cuanto queramos y aún ser salvos, y esto no es lo que enseña la Escritura. Ver Romanos
13: 8-10; Gálatas 5:14; Gálatas 6:2; Romanos 6: 1, 2; Gálatas 5: 22-25. (N. del T.)
Proponemos, entonces, tratar el tema bajo
dos preguntas. ¿Es la ley la norma de vida?, y si no lo es, ¿Cuál es la norma de vida para el creyente? Al tratar estas preguntas,
yo me siento obligado a recordarles que ellas no deben ser contestadas mediante
opiniones humanas, ni tampoco mediante enseñanzas teológicas, sino únicamente por medio de la Palabra de Dios.
¿Es la ley la norma de vida para el creyente?
Para esta pregunta voy a seleccionar tres respuestas, de entre muchas que son proporcionadas por las Escrituras.
1.- En primer lugar, yo hallo que el apóstol
Pablo describe, del modo más enfático, que nosotros somos sacados completamente de debajo de la ley. Veamos lo que dice Romanos
7:4. Leemos allí, "Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis
de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios." (Lean el párrafo completo, Romanos 7: 1-13).
Esto es bastante sencillo; ya que la pregunta que ha surgido es esta: ¿Es la ley nuestro esposo, o es Cristo? Es perfectamente
imposible, a partir del contraste obtenido como resultado, de que ello pueda significar que nosotros estamos muertos a la
condenación de la ley, porque la pregunta es en cuanto a producir fruto. La verdad, entonces, sobre la que se insiste es que,
puesto que hemos muerto en Cristo nuestro sustituto, nosotros hemos sido sacados completamente de debajo de la ley, fuera,
efectivamente, de la esfera de la carne en la cual la ley operaba, y estamos unidos a Él en resurrección, donde Él está, como
nuestro único Señor. No obstante, algunos de ustedes pueden decir, «Siga leyendo; y ¿acaso no enseña el final del capítulo
otra cosa?» Mi respuesta es, «Sigan leyendo aún más adelante, del capítulo 7 pasando al 8, y entonces ustedes verán que obtenemos
exactamente la misma verdad.» Pero examinaremos el asunto un poco más de cerca.
Nadie discute la aplicación de la primera
parte del argumento del apóstol. El párrafo comprendido en los versículos 7 al 12 de Romanos 7, describe el efecto de la aplicación
de la ley al hombre en la carne. El apóstol comienza con la pregunta, "¿La ley es pecado?" (Romanos 7:7); y él muestra que,
a la vez que por la ley es el conocimiento del pecado, "la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno."
(Romanos 7:12). Él formula, entonces, otra pregunta, "¿Luego lo que es bueno llegó a ser muerte para mí?" (Romanos 7:13).
Y en respuesta a esta pregunta, él pone de relieve el efecto de la aplicación de la ley a un hombre regenerado (utilizando la primera persona, puede ser, como
una ilustración), que todavía ignorase la redención
plena en Cristo. ¿Y cuál es el efecto producido? Un conflicto irreconciliable - un conflicto que revela la presencia
del pecado (singular) como estando aún en el hombre regenerado (v. 17); la corrupción completa de la carne (v. 18); y su completa
indefensión en él mismo, debido a las dos naturalezas antagónicas siempre en conflicto dentro de él (vv. 18-20). Entonces,
¿dónde encontrará él liberación? Porque la miseria a la cual él es reducido le obliga a clamar, "¡Miserable hombre de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (v. 24 - RVA). Entonces viene la respuesta plena y completa, "¡Doy gracias a
Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!" (v. 25 - RVA); es decir, «Yo agradezco a Dios de que soy libertado por medio
de Jesucristo, etc.»; y luego, en el capítulo 8, sigue la exposición de la liberación y la libertad bienaventuradas que tenemos
en Cristo, en el curso del cual el apóstol nos enseña que "vosotros no estáis en la carne (es decir, delante de Dios en la carne) sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu
de Dios habita en vosotros." (Romanos 8:9 - LBLA). Por consiguiente, la liberación es tan plena y completa, que la carne es
considerada por Dios como eliminada en Cristo, y esto en virtud del hecho (como se nos enseña en otra parte) de que el creyente
ha sido crucificado con Cristo (Gálatas 2:20; vean especialmente también Romanos 6:6).
Entonces, un concepto correcto de Romanos
7 enseña muy inequívocamente que nosotros no estamos bajo la ley. Yo sé que hay muchos que creen que este capítulo de Romanos
contiene la experiencia del Cristiano; pero ¿permítanme preguntar si una expresión como esta, "yo soy carnal, vendido al pecado."
(v. 14), o de nuevo, esta que ha sido ya citada, "¡Miserable hombre de mí!" etc. (v. 24 - RVA), deben ser tomadas como el
lenguaje apropiado de uno que conoce su plena, perfecta, y eterna salvación en Cristo? O si tales expresiones armonizan con
el clamor exultante del apóstol al final de Romanos 8: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?" (Romanos 8:35). La suposición
misma es monstruosa, y sólo puede provenir de la más completa ignorancia de la naturaleza de la redención y de la verdadera
posición del creyente por su muerte y resurrección en Cristo.
Un pasaje más será citado bajo este acápite,
para compendiar la conclusión ya alcanzada. Al describir de qué manera él llegó a ser todas las cosas a todos los hombres,
el apóstol dice que "para los que están bajo la ley me hice como bajo la ley", y luego añade (en una cláusula omitida en el
Textus Receptus, pero reconocida como totalmente adecuada para formar un juicio como genuino), "aunque yo mismo no estoy bajo la ley" [5] (1 Corintios 9:20 - RVA),
una afirmación que está implicada en el versículo siguiente; porque él continúa, "A los que están sin la ley, me hice como
si yo estuviera sin la ley (no estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo)," - siendo "sino en la ley de Cristo"
una frase muy diferente del término habitual "bajo la ley." Es, de hecho, ἔννομος Χριστός, ennomos Christos; traducido por algunos como "sujetos a la autoridad de la ley de Cristo" (es decir, por una
motivación interior y no por un mandamiento externo); y por otros, "legítimamente sujetos a Cristo. (1 Corintios 9:21). Sea
como ello fuere, es muy evidente que el apóstol insiste aquí sobre su completa libertad de la ley; y que, si él estuviese
bajo la ley como su norma de vida, él no podría haber utilizado el lenguaje del cual hemos hablado.
[5] Tanto Tregelles y Tischendorf la insertan; de hecho, esto es apoyado por todos los Manuscritos más
valiosos.
En segundo lugar, la ley no puede ser la
norma de vida del creyente, porque las obligaciones bajo las que él está colocado van más allá de los requerimientos de la ley. El apóstol Juan dice, "En esto conocemos
el amor:" (no el amor de Dios, como traduce la Versión King James de la Biblia Inglesa), "en que El puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Juan 3:16 - LBLA). Ahora, lo máximo que la ley demanda
de nosotros es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos; y de ahí que Paley [6] justifique el hecho de matar a un hombre
en defensa propia; porque, como él argumenta, si nosotros permitimos que él nos mate en lugar de matarle a él, lo estaremos
amando más que a nosotros mismos, y esto es ir más allá, tal como él dice, del mandamiento divino. Por tanto, puesto que tenemos
aquí la clara instrucción de poner nuestra vida por los hermanos, si surge la necesidad, y la ley no demanda esto en ninguna
parte, ni siquiera por implicación, de parte de nosotros, es evidente que la ley no es una norma perfecta para nosotros, y
por eso no puede ser la norma de vida.
[6] William Paley (Peterborough, 14 de julio de 1743; 25 de mayo de 1805). Filósofo y teólogo utilitarista
británico. Recordado por su analogía del relojero y sus argumentos para demostrar la existencia de Dios en su obra Teología
Natural. (N. del T. - Fuente: Wilkipedia).
Por último, yo les pido que consideren la
naturaleza de la ley. Ella era, como hemos visto anteriormente cuando tratamos la justificación, el estándar de la justicia
humana, dada a Israel según la carne, es decir, al hombre natural. Pero si alguno está en Cristo, nueva criatura es, o mejor
dicho, es una nueva creación; él no está en la carne, sino en el Espíritu delante de Dios (2 Corintios 5:17; Romanos 8:9);
y como tal, él es responsable de andar delante de Dios conforme al lugar en que él está colocado, según su posición como un
hombre resucitado en Cristo, en el poder del Espíritu (Romanos 8:14; Gálatas 5:25). Por consiguiente, mientras que la ley
es un estándar perfecto de lo que Dos requiere del hombre en la carne, es, por esta misma causa, inaplicable a quienes son
regenerados, y en quienes mora el Espíritu de Dios. Al igual que todas las obras y palabras de Dios, ella es perfecta - "la
ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Romanos 7:12); pero si se aplica a aquellos para quienes
Dios no la destinó, ustedes introducen confusión, y estropean su perfección, al intentar imponerla sobre los que han sido
sacados de estar bajo ella mediante la muerte y resurrección de Cristo.
2. ¿Cuál es, entonces, la norma de vida?
La respuesta está contenida en una palabra, es
Cristo. Esto se verá al leer los siguientes pasajes: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo."
(1 Juan 2:6); "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas." (1 Pedro 2:21); "Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera
que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús" (no el Autor y Consumador de nuestra fe, sino) el líder (la misma palabra
traducida como "Príncipe" en Hechos 5:31) y Completador de la fe; es decir, poniendo
los ojos en Jesús como el ejemplo perfecto de la vida de fe desde su comienzo hasta su finalización.
Estos pasajes bastarán (aunque se podrían
multiplicar en gran medida) para mostrar que Cristo, y no la ley, es nuestra norma de vida. Y al decir esto, se verá de inmediato
que hacemos demandas mucho más grandes sobre el creyente que si dijésemos que él está bajo la ley; porque Cristo cumplió cada
jota y cada tilde de la ley moral, y fue mucho más allá en Su muerte sobre la cruz. De ahí que no podemos desatender un solo
precepto moral, sea que esté contenido, como otro ha dicho, en los Diez Mandamientos o en cualquier otra parte; porque encontramos
toda la voluntad de Dios encarnada plena y perfectamente en la vida del Señor Jesús. Por eso, también, encontramos que la
ley es citada frecuentemente citada en las epístolas como una ilustración de alguna rama de la obligación Cristiana, pero
siempre en conexión con Cristo. (Vean Romanos 13: 7-14).
Me podría extender sobre las ventajas espirituales
de tener a Cristo, en lugar de tener la ley, como norma de vida; porque de esa manera nuestros ojos siempre son dirigidos
a Él, para que, en el poder del Espíritu, nosotros podamos imitar Su ejemplo, y andar como Él anduvo. Y de este modo nosotros
no tenemos más que un objeto para el alma - Cristo, Cristo en la gloria - como aquel al cual nosotros tenemos que ser conformados
ahora, moralmente, en una medida cada vez mayor (2 Corintios 3:18), y de forma absoluta cuando Él regrese a tomarnos a Él
mismo. (Filipenses 3: 20, 21; 1 Juan 3:2). Verán, por lo tanto, que, lejos de disminuir, nosotros procuramos más bien realzar
las obligaciones del creyente, y que nosotros hacemos esto situando siempre al creyente en la presencia de Cristo, de modo que él pueda estar plenamente y siempre bajo
la influencia apremiante de Su amor. (Vean 2 Corintios 5: 14, 15 - "Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a
esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya
no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos." - LBLA).
Yo no creo que ustedes objetarán, no, más
bien yo creo que ustedes recibirán de corazón, la doctrina según lo aquí expuesto, de que Cristo es nuestra norma de vida.
Con todo, deseo indicar, como una ayuda adicional, cuán imposible es demostrar a partir de las Escrituras que la ley tiene
su lugar para el Cristiano. Para darles un ejemplo de esto, citaré de un artículo que apareció en la publicación Christian Armour (Armadura Cristiana)
para 1874. El artículo está escrito por un clérigo bien conocido en círculos evangélicos, y también, puedo añadir, bien conocido
por los 'hermanos'. Él afirma que toda la ley moral está promulgada de nuevo en el evangelio, y de ahí que ella es, y ninguna
otra cosa, nuestra norma de vida. Tomen lo que sigue a continuación - citado literalmente - como una muestra de qué manera
él trata con la Palabra de Dios, y luego juzguen la fuerza de sus razonamientos. El mandamiento citado y colocado en primer
lugar es, como ustedes percibirán, el cuarto; y en el segundo lugar, ustedes tienen las supuestas pruebas de su nueva promulgación
en el Nuevo Testamento.
Así escribe el citado clérigo:
1. LA LEY.
"Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
(Éxodo 20:8).
2. EL EVANGELIO.
"Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor."
(Apocalipsis 1:10).
"Cada primer día de la semana cada uno de
vosotros ponga aparte algo." (1 Corintios 16:2).
"Cuando llegó la noche de aquel mismo día,
el primero de la semana." (Juan 20:19).
"Ocho días después . . .Llegó Jesús." (Juan
20:26).
"Implacables" (2 Timoteo 3:3).
"Y cuando regresaron, . . . Y en el día de
reposo descansaron según el mandamiento." (Lucas 23:56 - LBLA).
Ahora bien, para no decir nada acerca de
la confusión de las citas, ustedes observarán que cuatro de seis se refieren al primer día de la semana y no
al día de reposo (Sábado), o séptimo día; que una de ellas no se refiere a ninguno; y que la restante se refiere al día de
Reposo (Sábado), según lo guardaban los Judíos antes de Pentecostés. Esto es muy triste como ilustración de los cambios a
los que incluso hombres piadosos son llevados cuando procuran sostener un sistema en lugar de aprender de la Palabra de Dios.
Y puedo preguntar, ¿Alguna vez se han encontrado ustedes con alguien que incluso se esforzaba en guardar el día de reposo
(Sábado) según lo impuesto a los Judíos? Si no lo han hecho, ¿quién les dio libertad, si, como ellos afirman, ellos están
aún bajo la ley, para renunciar a una sola porción de las demandas de Dios? Por lo tanto, o ellos no creen lo que enseñan,
o se satisfacen con una mala conciencia; y una mala conciencia destruye la comunión, y donde no hay comunión con Dios no hay
poder espiritual. Y estén ciertos de que el alma que no siente el amor de Dios que constriñe o apremia (y el poder de ese
amor será sentido justo en la proporción en que el corazón se ocupe de Él) jamás sentirá la obligación de la ley. Por lo tanto,
busquemos gracia para decir con el apóstol, "aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo
de Dios, el cual me amó, y se dió a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20 - VM).
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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LA IGLESIA - ¡LO QUE ELLA ES!
MIS
AMADOS AMIGOS,
El asunto que deseo considerar con ustedes
en esta carta es el de la iglesia. Este es, quizás, el tema más importante para los creyentes en el tiempo actual, tanto a
causa de su carácter intrínseco, como también a causa de la confusión, por no decir ignorancia que, sobre este punto, prevalece
en la Cristiandad. Un Católico les dirá, obviamente, que la iglesia es la Iglesia de Roma; pero muchos Episcopales la identificarían
igualmente con el "Establishment", que en realidad es llamado la Iglesia de Inglaterra (N. del t.: llamada también, Iglesia Anglicana);
los Disidentes [7] les dirán que al mismo tiempo que la iglesia está compuesta por todos los creyentes de todos los tiempos,
ellos son, sin embargo, miembros de la iglesia que se reúne en 'Blackheath Chapel', o, para aumentar la confusión, en la Iglesia Congregacional Brownford; mientras
que los Wesleyanos dirán, modestamente, que ellos son miembros de la 'Society',
etc. Ahora bien, si nosotros no sabemos lo que la iglesia es, no podemos conocer los privilegios que están vinculados al hecho
de que nosotros pertenecemos a ella; y de ahí que deseemos preguntar, ¿Qué es La Iglesia?
[7] Disidentes: tal como se nombran aquí, sería cualquier denominación
o grupo que no fuera la iglesia de Inglaterra (o Anglicana), en el tiempo de los escritos del Sr. Dennett. Ellos se asemejarían
muy probablemente a una iglesia independiente fundamentalista o a una iglesia Bíblica en los Estados Unidos de Norteamérica.
1. En primer lugar, es esencial notar que
la iglesia, en el sentido que está bajo discusión, o sea en el sentido de cuerpo de Cristo, no se encuentra en el Antiguo
Testamento. Esta declaración es negada a menudo sobre la base de un único pasaje en los Hechos de los Apóstoles, el cual,
por consiguiente, nos vemos obligados a examinar cuidadosamente. En el discurso de Esteban ante el Sanedrín, nosotros encontramos
estas palabras: "Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto. . ." (Hechos 7:38) [8]; y sobre estas
palabras gira todo el asunto, debido a que no hay un solo pasaje en las propias Escrituras del Antiguo Testamento que insinúe
siquiera la existencia de la iglesia como es conocida en el Nuevo Testamento.
[8] N. del T.: otra versión del mismo pasaje en nuestro idioma Español
traduce, " Éste es el que estuvo en la Iglesia en el desierto. . ." (Hechos 7:38 - VM); y aún otra, "Ese es el que estuvo en medio de la asamblea en el desierto. . ." (Hechos 7:38 - NC).
Ahora bien, nosotros admitimos de inmediato
que la palabra "iglesia" es la que es utilizada también al mencionarse la iglesia de Dios; se trata de la palabra griega ekklesia. Pero, ¿qué significa esta palabra
ekklesia? Significa simplemente una
'asamblea', dejando que la naturaleza de esta asamblea sea definida por el contexto. Por ejemplo, la misma palabra se aplica
tres veces a la tumultuosa concurrencia en Éfeso, que se reunió mediante las acciones de Demetrio el platero y sus socios
de negocios (Hechos 19: 32, 39, 41); y aquí, en cada caso, la palabra 'ekklesia' se traduce "asamblea". Preguntamos entonces,
¿qué era la asamblea o iglesia en el desierto? La respuesta es clara. Era la congregación de Israel. Pero, ¿era esta congregación
(iglesia, o asamblea) la iglesia de Dios? Imposible; pues si bien hubo allí hombres nacidos de Dios entre esa congregación,
la congregación estaba compuesta de la nación de Israel según la carne, de modo que todo niño nacido de los Judíos era, en
virtud de su nacimiento, un miembro de ella. Si, por tanto, se sostiene que esta era la iglesia de Dios, la deducción con
que nos enfrentamos es que la iglesia de Dios en el desierto estaba compuesta de hombres según la carne; pues el nuevo nacimiento
no tuvo absolutamente nada que ver con la formación de sus miembros, ya que toda la nación estaba incluida. Con esta declaración,
todo hombre instruido percibirá en seguida que la asamblea, o congregación, de Israel no era, en ningún sentido, la iglesia
conforme a las Escrituras del Nuevo Testamento.
2. Otro punto importante es, que la iglesia
no es vista en los Evangelios como existiendo. De hecho, la palabra se encuentra solamente tres veces en Mateo, y no se encuentra
en absoluto en los otros evangelistas. Solamente tenemos que examinar, entonces, los lugares donde ella aparece en el primer
Evangelio. El primer pasaje en que aparece es como sigue: "tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. . ." (Mateo
16:18). Ahora bien, tengan presente el lenguaje empleado por nuestro Señor. Él dice, "sobre esta roca EDIFICARÉ mi iglesia",
hablando en tiempo futuro de algo que aún no había comenzado a existir, pero que Él iba a edificar. Un lenguaje semejante
habría sido imposible si la iglesia hubiera estado en existencia, y revela, tan claramente como las palabras pueden revelar,
que el comienzo de la iglesia era, en aquel tiempo, una cosa todavía futura. El único otro pasaje (pues la palabra aparece
dos veces en este evangelio) es Mateo 18:17, pasaje que contiene enseñanza en cuanto a cómo deberíamos tratar con un hermano
que nos ofendiera. Pero el lugar mismo de la enseñanza, viniendo, como lo hace, después de la revelación de la futura edificación
de la iglesia, y ligada con la acción eclesiástica o corporativa, como está en el contexto, explica su significado, especialmente
si tenemos el cuidado de notar que el Señor concluye esta enseñanza con la promesa especial de estar en medio cuando ellos
se reúnan juntos a o hacia Su nombre (Mateo
18:20), una cosa que no podía ocurrir mientras Él estuviera presente con ellos. Por consiguiente, la iglesia no se encuentra
más en los Evangelios de lo que se encuentra en las Escrituras del Antiguo Testamento.
3. No es hasta que la hallamos en los Hechos
de los Apóstoles que la encontramos existiendo realmente. Y conforme a ello, la palabra, sea en singular o en plural, se encuentra
ahora no menos de veinte o veintiún veces (yo digo, veintiún, pues la mención de la palabra "iglesia" en Hechos 2:47 es, por
decir lo menos, dudosa) [9]; y la cosa dada a entender por la palabra 'la asamblea de Dios' es encontrada en casi cada capítulo.
[9] N. del T.: En muchos manuscritos no aparece la expresión "a la iglesia" en Hechos 2:47.)
Preguntamos entonces, ¿cuándo comenzó la
iglesia su existencia? O más bien, ¿cuándo comenzó el Señor Jesús a edificar Su iglesia sobre la roca de la que Él había hablado?
Fue en el día de Pentecostés, y no
antes, que aquellos que recibieron las palabras de los apóstoles, y fueron bautizados, fueron edificados sobre la Roca; y,
siendo bautizados por un Espíritu en un cuerpo, llegaron a ser la iglesia de Dios. No me extenderé más sobre este punto ahora,
ya que sucesivas pruebas de esto aparecerán cuando prosigamos nuestro curso.
4. Consideremos ahora claramente basándonos
en las Escrituras nuestra pregunta, ¿Qué es
la iglesia? Nosotros tenemos una doble respuesta. Es el cuerpo de Cristo, y es la casa de Dios. Así, en Efesios, después
que el apóstol ha hablado de la grandeza del poder de Dios en la resurrección de Cristo de los muertos, y Su suprema exaltación,
él prosigue, "y le ha constituído cabeza sobre todas las cosas, con respecto a su Iglesia, la cual es su cuerpo, el complemento de aquel que lo llena todo en
todo." (Efesios 1: 20-23 VM; Ver también Romanos 12:5; 1 Corintios 10: 16, 17; 12:27; Efesios 2:16; 4: 4, 12, 16; 5:30; Colosenses
1: 18, 24; 2:19). Y en la primera epístola a Timoteo leemos acerca de "la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente." (1 Timoteo 3:15); y en Efesios, "en quien vosotros
también sois juntamente edificados para morada
de Dios en el Espíritu." (Efesios 2:22. Ver también Hebreos 3:6; 10:21; 1 Pedro 2:5; 4:17; también 1 Corintios 3:16;
2 Corintios 6:16, etc.). Si ustedes se toman el trabajo de buscar los varios pasajes dados, verán que estas son las dos características
de la iglesia tal como son presentadas en la Palabra de Dios.
No señalaré, en este momento, la diferencia
entre la "casa" y el "cuerpo", ya que nos alejaría demasiado del tema que tenemos entre manos; pero procuraré demostrar ahora
que estos dos términos prueban en forma conclusiva las declaraciones ya hechas en cuanto a la época del comienzo de la iglesia.
Así pues, tomen ustedes el término "cuerpo." La iglesia, como hemos visto, es el cuerpo de Cristo; y si es así, como de hecho
también se declara (Colosenses 1:18), Cristo es la cabeza del cuerpo. Por consiguiente, no fue hasta después de la muerte,
resurrección, y ascensión del Señor Jesús, que la Cabeza estuvo en el cielo, y el cuerpo formado; pues mientras estuvo en
la carne el Señor Jesús permaneció solo, siendo posible la unión con Él solamente en la resurrección. (Juan 12: 23, 24).
De nuevo, déjenme preguntar, ¿Cómo es {fue}
formado el cuerpo? "Porque por un mismo Espíritu todos nosotros fuimos bautizados, para ser constituídos en un solo
cuerpo," etc. (1 Corintios 12:13 - VM). Pero "el Espíritu Santo no había sido dado todavía, por cuanto Jesús no había
sido aún glorificado." (Juan 7:39 - VM); y de ahí que, hasta que Jesús fue glorificado, el Espíritu no estuvo aquí abajo en
la tierra para bautizar a los creyentes en un solo cuerpo, y vemos así, nuevamente, que la iglesia no pudo ser formada hasta
Pentecostés y siguió creciendo después de ese día. Una vez más, déjenme recordarles que la característica del cuerpo es, que
todas las distinciones nacionales son abrogadas, que está compuesto igualmente por Judíos y Gentiles (1 Corintios 12:13; Gálatas
3:28; Efesios 2: 13-16; Colosenses 3: 10, 11); pero hasta la crucifixión de Cristo la nación Judía poseía sus privilegios
especiales y peculiares, y en Efesios se nos dice expresamente que estas distinciones nacionales fueron abolidas por medio
de Su muerte. El apóstol dice, "Porque él es nuestra paz, el cual de dos pueblos ha hecho uno solo, derribando la pared
intermedia que los separaba, es decir, la enemistad de ellos; habiendo abolido en su carne crucificada,
la ley de mandamientos en forma de decretos; para crear en sí mismo de los dos un hombre nuevo, haciendo así
la paz; y para reconciliar a entrambos (unidos en un solo cuerpo) con Dios, por medio de la cruz," etc. (Efesios 2:
14-16 - VM). Finalmente, se nos dice expresamente que el misterio del cuerpo no fue revelado hasta después de Pentecostés,
de hecho, hasta el tiempo del Apóstol Pablo (Romanos 16: 25, 26; Efesios 3: 2-11; Colosenses 1: 25-28).
Se llegará al mismo resultado si consideramos
el término "casa", la iglesia como "casa de Dios". Así, en Efesios 2:20 se nos dice que los creyentes son "edificados sobre
el fundamento de los apóstoles y profetas." ¿Son éstos los profetas del Antiguo Testamento, o del Nuevo? El orden de las palabras
tiene, ciertamente, especial significación; o si no, vuelvan conmigo a Efesios 4, donde tenemos una enumeración de dones que
procedían del Cristo ascendido. "Y
El dio a algunos", se dice, "el ser apóstoles, a otros profetas," etc. (v. 11 - LBLA); y así la cuestión queda zanjada
(pues es el mismo orden de palabras), en el sentido de que ellos son profetas del Nuevo Testamento, y por consiguiente, la
iglesia no fue edificada sobre este fundamento hasta después de Pentecostés. Otra consideración (y espero que no estén cansados
con la abundancia de pruebas) apunta exactamente a la misma forma. Como casa, la iglesia es la morada de Dios por el Espíritu
("En el cual vosotros también sois juntamente edificados, para morada de Dios por el Espíritu." Efesios 2:22 - RVR1865); y
como hemos visto, el Espíritu no fue dado hasta Pentecostés (Hechos 1: 4; 2:23); y, por tanto, Dios no podía haber tenido
Su morada por el Espíritu en la iglesia antes de ese tiempo. Dios efectivamente moró en el tabernáculo del testimonio y en
el templo, y ambos eran sombras de Su templo en la iglesia; pero justamente por ser ellos sombras o tipos, ello demuestra
que la cosa de lo cual eran sombra o que era tipificada por ellos, no existía todavía.
Por tanto, es abundantemente claro, como
muestran todas las diferentes líneas de argumento que hemos citado de las Escrituras, que la iglesia de Dios tuvo su principio
aquí en la tierra en el día de Pentecostés. Pero la iglesia es también la esposa de Cristo (vean Efesios 5: 23-33; 2 Corintios
11:2; Apocalipsis 19: 6-9; 21:29, etc.); y por eso la iglesia debe estar completa cuando "las bodas del Cordero" tengan lugar.
Ahora bien, de Apocalipsis 19 se ve que este suceso ocurrirá previamente a la aparición del Señor en Su venida a la tierra
a establecer Su reino (vv. 6-9), y sabemos por varias Escrituras (por ej.: 2 Tesalonicense 1; Colosenses 3:14; Romanos 8:
16-21; 1 Tesalonicenses 4: 13-18, etc.), que la esperanza de la iglesia es la venida del Señor, que habiendo sufrido con Cristo
ella será glorificada y reinará junto con Él en Su reino. De ahí que el período de la iglesia se extiende desde Pentecostés hasta la venida del Señor a buscar a Sus Santos; y,
por consiguiente, la iglesia de Dios comprende a todos los creyentes durante ese período, a todos aquellos creyentes, por
tanto, que hayan sido, por decirlo así, 'habitados' por el Espíritu Santo, bautizados por Él en un cuerpo, y, por consiguiente,
unidos por Él al Hombre glorificado, a Cristo Jesús, como Cabeza de ellos en el cielo.
Tal es la respuesta que la Palabra de Dios
proporciona a la pregunta, ¿Qué es la iglesia? Y estamos muy seguros que es la única respuesta que puede ser hallada en las
Escrituras.
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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ASPECTOS PRÁCTICOS DE LA UNIDAD DEL CUERPO DE CRISTO
MIS AMADOS AMIGOS,
Acabamos de ver que la iglesia no comenzó
su existencia hasta Pentecostés, y que la duración de su existencia en la tierra se extenderá hasta la venida del Señor por
los Suyos. En la carta siguiente trataré la pregunta que puede ser planteada con respecto a los santos del Antiguo Testamento
y los santos durante el período milenial. Yo deseo que ustedes consideren ahora conmigo algunos de los aspectos prácticos
de la unidad del cuerpo de Cristo.
En nuestra última carta nosotros llegamos
a la conclusión de que el cuerpo de Cristo no pudo ser formado hasta que Cristo, como su Cabeza glorificada, estuviese en
el cielo. De hecho, ¿cómo fue formado el cuerpo? La respuesta se encuentra en las palabras ya citadas: "Porque por un mismo
Espíritu todos nosotros fuimos bautizados, para ser constituídos en un solo cuerpo." (1 Corintios 12:13 - VM), mostrando,
como vimos, que hasta que el Espíritu Santo fuera enviado, a consecuencia de la glorificación de Cristo (Juan 7:39), el cuerpo
de Cristo no podía existir. Pero hay otra cosa que impactará al atento lector del Nuevo Testamento, y se trata de que no se
encuentra ninguna mención del cuerpo de Cristo excepto en los escritos del apóstol Pablo. Él nos dice, efectivamente, que
él fue comisionado especialmente para darlo a conocer. (Efesios 3: 2-7; Colosenses 1:25). El germen de la más plena revelación
hecha después estaba contenida, sin duda, justamente en las primeras palabras que el Señor dirigió a Saulo; porque cuando
Él apareció a Saulo mientras él iba camino de Damasco, Él dijo, "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (no dice ¿por qué persigues a Mi pueblo?, sino ¿por qué ME persigues?)
(Hechos 9:4). Tenemos aquí la perfecta identificación de Cristo como la Cabeza resucitada con Sus miembros en la tierra, así
que contra Él se dirigía realmente la ira insensata de Saulo. Por consiguiente, cuando el apóstol saca a la luz la verdad
del cuerpo, él dice, "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque
son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es [no la iglesia, sino] CRISTO." (1 Corintios 12:12 - LBLA); es decir,
él pone de manifiesto, mediante el término Cristo, a Cristo y Su pueblo en la tierra como siendo indivisiblemente uno.
La verdad enseñada es, entonces, que los
creyentes son bautizados por un Espíritu en unión viviente con Cristo, de modo que Cristo y todo Su pueblo en la tierra forman
un cuerpo vital; y de ahí que los creyentes son miembros de Su cuerpo, de Su carne, y de Sus huesos - palabras que indican
de la manera más enérgica posible la unión orgánica viva de los creyentes (como forjada y mantenida por el Espíritu Santo)
con Cristo como Cabeza resucitada de ellos. Varias consecuencias muy importantes emanan de esta verdad; y es a estas consecuencias
que los invitamos ahora a poner su devota atención mientras las señalamos a partir de la Palabra de Dios.
1. Tengan en cuenta que todos los creyentes
en cualquier localidad dada - o más bien, la asamblea de Dios en cualquier lugar dado - es considerada como la expresión del
cuerpo de Cristo. Así el apóstol, escribiendo a los Corintios, después de desvelar los aspectos prácticos del cuerpo de Cristo,
dice: "Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él." (1 Corintios 12:27
- LBLA). Este es un principio muy importante, y enseña muy explícitamente cuál es el terreno de Dios para la reunión de Su
pueblo - el cual es el terreno de membresía del cuerpo de Cristo; es decir, en otras palabras, si los santos se reúnen en
cualquier otro fundamento que no reconoce a todos los miembros de Cristo en aquel lugar (exceptuando a quienes pueden estar
bajo disciplina escritural), este no es el terreno de Dios. Por ejemplo: si los creyentes se reúnen como Wesleyanos, como
Bautistas, o como Presbiterianos, ellos se reúnen como siendo miembros de sus respectivas denominaciones, y no como siendo
miembros de Cristo. Pero ustedes pueden contestar, «Es verdad que nosotros somos Bautistas, etc.; pero no tenemos ninguna
simpatía hacia quienes excluyen a todos los demás de la comunión; y, de hecho, nosotros admitimos a todos los creyentes.»
Eso es decir, amigos amados, que ustedes acogen con satisfacción a otros creyentes si ellos están dispuestos a someterse a
sus puntos de vista acerca de la verdad, sus puntos de vista acerca del gobierno 'eclesiástico', y sus métodos de adoración.
De ser esto así, como yo sé que ocurre con algunos de ustedes, el caso no es alterado. Ello sólo demuestra que ustedes tienen
un poco más de liberalidad de sentimiento que muchos otros; pero permanece aún verdadero que ustedes no están reunidos sobre
el terreno del cuerpo de Cristo, que ustedes no están reunidos a Su nombre. Porque a la vez que ustedes podrían tolerar a
quienes rechazaran sus peculiares puntos de vistas, ustedes no los considerarían como miembros bona fide (auténticos, genuinos, verdaderos), o no les permitirían
ministrar en sus reuniones si ellos no aceptan esas opiniones que tantos Cristianos creen que no son escriturales. Y siendo
esto así, el terreno de reunión de ustedes - yo deseo decirlo tiernamente, aunque con toda fidelidad - es una negación de
la unidad del cuerpo de Cristo. Si ello no fuese así, ser miembro del cuerpo de Cristo sería la única condición de comunión,
y el nombre de Cristo el solo centro de su reunión; y ustedes verían, entonces, con dolor, el nombre 'Congregacional', 'Bautista';
o 'Presbiteriano', escrito en la parte exterior de sus capillas; debido a que ustedes sentirían que podría haber muchos queridos
hijos de Dios, miembros de Cristo, quienes, al no estar de acuerdo con los puntos de vista indicados mediante estos nombres,
podrían ser excluidos de la comunión por estos símbolos denominacionales.
2. Estando reunidos como miembros del cuerpo
de Cristo, se debe dejar lugar al ejercicio de los dones de los miembros. Este es el ámbito de aplicación del argumento del
apóstol en 1 Corintios 12, que ustedes harán bien al leerlo atentamente y compararlo con las prácticas existentes. De este
modo, el apóstol dice, "Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del
cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos
en un solo cuerpo. . . . y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu. Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro,
sino de muchos." (1 Corintios 12: 12-14; RVA). Luego él señala que ningún miembro puede ser separado del cuerpo en el cual
se encuentra; que cada miembro es necesario para el bienestar de todo el resto, sean ellos considerados "más débiles" o "decorosos";
porque "así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella, a fin de que en el cuerpo no haya división,
sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros", etc. (1 Corintios 12: 24, 25 - LBLA). Luego él añade, "Vosotros,
pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia" (asamblea), "primeramente
apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros", etc. (1 Corintios 12: 27, 28).
Entonces, siendo este el carácter de la asamblea
como el cuerpo de Cristo, compuesto de muchos miembros, y cada miembro teniendo una función diferente, y siendo la actividad
de cada uno absolutamente necesaria para el bienestar y la bendición de todo el cuerpo, ¿qué otra cosa es sino una negación
de la unidad del cuerpo, así como de la función y uso de sus varios miembros, cuando las reuniones son puestas bajo la presidencia
y conducción de un solo hombre? De hecho, si ustedes hacen de un solo hombre, por muy dotado que él sea, el portavoz de todos,
ustedes habrán de ignorar consciente o inconscientemente la membresía común del cuerpo de Cristo de parte de los creyentes.
Supongan, ahora, que yo espero que mi cabeza
o mi mano lleven a cabo todas las funciones del cuerpo, ello no sería nada menos que una insensatez. Pero la insensatez es
aún mayor cuando ustedes esperan que un 'ministro' desempeñe todas las funciones
del cuerpo de Cristo. Yo no niego su don, o dones: él puede estar generosamente dotado; pero él no puedo llevar a cabo las
funciones de todos los miembros del cuerpo que están reunidos allí, puesto que todos tienen dones conforme a la gracia que
les ha sido dada. Esto es evidente; y por lo tanto, hasta que se deje espacio en sus reuniones para el ejercicio de cualquier
don que el Señor se haya complacido en conceder a los diferentes miembros de Su cuerpo, ustedes ni siquiera pueden afirmar
que están reunidos sobre aquel terreno.
No sólo es así, sino que ustedes mismos se
sitúan en oposición al mandamiento del Señor. En Romanos 12 el apóstol nos exhorta por el Espíritu - "De manera que, teniendo
diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio,
en servir" (Romanos 12: 6, 7); y él basa su exhortación en el hecho de que "de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros
los unos de los otros." (Romanos 12: 4, 5). Por consiguiente, es un asunto muy grave si por arreglos humanos ustedes rehúsan
permitir el ejercicio del don de los varios miembros. Ello equivale a no menos que una desobediencia real al Señor como Cabeza
de la iglesia; y, a la vez, ello es apagar el Espíritu.
Tampoco la ofensa es menos seria si nosotros
la consideramos a la luz de otra Escritura. Encontramos en la epístola a los Efesios que, una vez ascendido el Señor Jesús,
Él dio dones a los hombres, y después de su enumeración (Efesios 4:11) se nos dice que ellos son dados "para el perfeccionamiento
de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo", etc. (Efesios 4:12 - VM). Si, por consiguiente,
ustedes se reunieran sobre el terreno del cuerpo de Cristo, ¡cuán celosos estarían ustedes ante el menor alejamiento de estas
enseñanzas; y cuán celosamente removerían ustedes toda obstrucción a la realización de la provisión que ha sido hecha de esta
manera para la edificación del cuerpo de Cristo!
3. Otra verdad importante es enseñada por
el apóstol en 1 Corintios 10. Él dice: "La copa de bendición la cual bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?
el pan que rompemos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque [nosotros] siendo muchos, somos un solo pan, y un solo cuerpo; porque todos participamos de aquel mismo
pan", u hogaza (1 Corintios 10: 16, 17 - RVR1865). Se nos dice aquí que el "un solo pan", u "hogaza", es un símbolo de la
unidad del cuerpo de Cristo; y esta unidad es expuesta también mediante el hecho de que todos (los miembros de Cristo que
forman la asamblea) participan (cuando se reúnen) de aquel un solo pan u hogaza.
De ahí que el propósito de reunirse sea para 'partir el pan', para 'anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga" (1 Corintios
11:25); y por consiguiente, cuando nos reunimos
conforme al pensamiento de Dios como miembros de Cristo, ello debe ser alrededor de la mesa del Señor en obediencia a Su mandamiento,
donde, además de recordar a Cristo, tenemos antes nosotros el pan que nos recuerda, por una parte, Su cuerpo molido; y, por
la otra, la unidad de Su cuerpo - la iglesia. Por consiguiente, encontramos que cuando los primeros discípulos se reunían
en el primer día de la semana, era para partir el pan (Hechos 20:7); porque ellos eran conscientes del mandamiento del Señor,
como del hecho de que ellos eran miembros del cuerpo de Cristo.
Pero, permítanme que les pregunte afectuosamente,
¿cuál es el objeto de que ustedes se reúnan en el primer día de la semana? No es para partir el pan, porque ustedes hacen
esto sólo una vez al mes, o como mucho, dos veces al mes; y en estas ocasiones ese no es el objeto para el cual ustedes se
reúnen, debido a que el partimiento del pan en la Cena del Señor se difiere hasta el final del servicio habitual, y se subordina
bastante a lo que se ha llevado a cabo antes. Esto demuestra concluyentemente que el propósito que ustedes tienen en mente
al reunirse es, principalmente, oír el sermón. No me malinterpreten. Yo no pongo en duda, de ningún modo, el hecho de que
muchos de ustedes, como individuos,
vienen a adorar; pero, con todo, la cosa prominente es el sermón; y de ahí la pregunta frecuente, ¿A quién oyen ustedes? o,
¿Quién es su ministro? o, ¿Tuvieron ustedes un buen sermón? No se puede negar el hecho de que, de esta manera, ustedes a menudo
reciben bendición; no obstante es cierto, que, en tanto ustedes no se reúnan al nombre (o hacia el nombre) de Cristo alrededor
de Su mesa, ustedes no se reúnen como miembros del cuerpo de Cristo, y por consiguiente, no se reúnen escrituralmente, es
decir, conforme al pensamiento y a la voluntad de Dios.
4. Combinando estas cosas, es muy claro también,
que mientras los Cristianos se satisfagan con ser 'miembros de iglesias' (referente a lo cual no se dice nada en la Escritura) - todas las cuales son distintas unas de otras - pertenecientes
a diferentes denominaciones, no teniendo ninguna relación una con otra, más allá de ocasionales cortesías Cristianas reconociéndose
unas a otras como perteneciendo a Cristo, 'adorando' en lugares diferentes, en
formas y métodos diversos, y teniendo diferentes condiciones de comunión, ellos no pueden estar reuniéndose como miembros
del cuerpo de Cristo, o esforzándose para guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz ("esforzándoos para guardar
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz." Efesios 4:3 - VM). Porque ya que todos los creyentes son miembros del cuerpo
de Cristo, y la asamblea de creyentes en cualquier lugar es la expresión del cuerpo (1 Corintios 12:27), cualquier terreno
de reunión que no reconoce a todos los miembros del cuerpo sencillamente como miembros de Cristo (exceptuando a los que están
bajo disciplina escritural), no es el terreno de la iglesia de Dios. En otras palabras, si se exige otra cosa además de ser
un miembro de Cristo, andando en santidad y verdad; si se adoptan nombres humanos, sea Anglicano, Presbiteriano, Independiente,
o Bautista; y si hay cualquier centro de reunión además del nombre de Cristo; y si los dones de los distintos miembros del
cuerpo no son reconocidos; o si el ejercicio de ellos no es permitido conforme a las Escrituras; entonces esa reunión donde
existen estas cosas no es la asamblea de Dios sino la del hombre.
Y cuán poco ustedes saben, amigos amados,
lo que ustedes pierden por ignorar de manera práctica la unidad del cuerpo de Cristo. El apóstol escribe: "si un miembro sufre,
todos los miembros sufren con él." (1 Corintios 12:26 - LBLA). Supongan ahora que 'un
miembro de otra iglesia' en la misma ciudad cae en pecado, ¿qué saben ustedes acerca de sufrir con él? Ustedes serán afectados,
indudablemente, por su pecado si ustedes oyen acerca de ello; porque si él es un miembro de Cristo, todo el cuerpo debe sufrir
pérdida; pero, ¿qué saben ustedes acerca de entrar inteligentemente en su condición delante del Señor, y procurar su restauración?
Nada; porque, de hecho, ustedes pueden no haber oído acerca de su declinación y caída; o si lo han oído, ustedes no harán
oración por él en sus reuniones, debido a que él pertenece a otra 'iglesia'. Por otra parte, cuando ustedes se reúnen como miembros del cuerpo, el pecado de uno es sentido
como el pecado de todos. Así, yo he visto a una asamblea completa, en este barrio de Londres, sobre sus rostros delante del
Señor a causa del pecado de un creyente en una parte lejana de Londres; y sería imposible describir la bienaventuranza de
esta realización práctica del sufrir con otro miembro del cuerpo de Cristo. La unidad del cuerpo de Cristo es, de esta manera,
una cosa real, y comprendida en el poder del Espíritu.
Permítanme, entonces, recomendar este tema
a su estudio devocional; y yo lo hago con la ferviente esperanza de que el Señor los pueda guiar a esta verdad por Su Espíritu,
de modo que de aquí en más, ustedes puedan reunirse con aquellos que, rechazando todos los nombres y diferencias sectarios,
se reúnen como miembros de Cristo, y, esperando sólo en Él, procuran, en la sencillez de la dependencia, ordenar conforme
a las Escrituras todas las cosas pertenecientes a su reunión.
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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LOS SANTOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
MIS AMADOS AMIGOS,
Según lo prometido, me propongo abordar el
asunto acerca de los santos del Antiguo Testamento. En realidad, si la iglesia no fue formada hasta Pentecostés, y se completa
a la venida del Señor por los Suyos, los santos mileniales estarán también fuera de la iglesia. Pero como todo el sentimiento
es mostrado acerca del tema de los santos del Antiguo Testamento, y como el principio es el mismo en ambos casos, nosotros
limitaremos principalmente nuestra atención a estos.
Todo santo instruido admitirá, de inmediato,
que Abraham, Isaac, Jacob, todos los santos bajo la antigua dispensación, fueron vivificados, siervos consagrados por Dios,
y que ellos participarán en la primera resurrección, con todos los creyentes de esta dispensación, a la venida de Cristo por
los Suyos, porque esto es muy claro a partir de la Palabra de Dios. Pero no nos atrevemos ir más allá de la Palabra, y si
Dios nos ha ocultado el lugar que estos eminentes siervos Suyos ocuparán en la gloria, la parte que le corresponde a la piedad
es inclinarse en sumisión, reverenciar Su silencio, así como Su Palabra. Además, sostener que los santos que vivieron antes
de que la expiación fuese completada, y antes del descenso del Espíritu Santo, y que por consiguiente no tenían el Espíritu
habitando en ellos, están precisamente en la misma posición de quienes viven ahora, no sólo tiene un regusto a insumisión
e irreverencia, sino que menoscaba los sufrimientos de Cristo, y la gracia y obra del Espíritu. Además, yo espero mostrarles
que las propias Escrituras hacen una distinción; y si ello es así, la dificultad debería ser removida de inmediato.
Citaré, en primer lugar, Mateo 11:11; donde
leemos: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino
de los cielos, mayor es que él." Entrar aquí en una exposición plena de este pasaje nos alejaría de nuestro objetivo, y por
eso es que yo me satisfaré atrayendo su atención al hecho de que el Señor nos dice que, no obstante lo eminente que fue Juan
el Bautista en la posición asignada a él por Dios, como precursor del Mesías venidero y como quien testificaba de Él, el más
pequeño en el reino de los cielos es mayor. Sea cual fuere la diferencia - una diferencia dispensacional, sin duda - el Señor
Jesús hace aquí una distinción entre santos; y no sólo esto, sino que en esta distinción Él contrasta uno de los más pequeños
en el reino venidero con uno de los más grandes antes de aquel tiempo, y para ventaja del anterior.
En segundo lugar, pasemos a Romanos 3: 24-26:
"siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente
como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente,
para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús." (Romanos
3: 24-26 - LBLA). El versículo 25 en la Versión Moderna (VM) reza de este modo: "a quien Dios ha propuesto como sacrificio
expiatorio, por medio de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, a causa de la remisión de los pecados cometidos anteriormente, en la paciencia de
Dios." Ahora bien, pongan atención a que en el mismo comienzo la palabra "remisión" en el texto es presentada en el margen
como "pasando por alto", y esta es la traducción correcta; y esta palabra jamás es utilizada acerca del perdón de pecados
en conexión con la fe en Cristo; de hecho, no se encuentra en ninguna otra parte en el Nuevo Testamento, y significa, como
se explica en el margen, pasar de largo, o preterición (del verbo preterir) [10]. Es paresia. Teniendo esto en mente, ustedes
percibirán que hemos tenido un contraste entre la posición de los santos del Antiguo Testamento en cuanto al perdón de pecados,
y la posición de los creyentes desde la muerte de Cristo. En el primer caso, sus pecados fueron pasados por alto, o preteridos,
por la tolerancia (o, en la paciencia) de Dios;
en el caso siguiente, se dice que Dios es justo
y el que justifica a aquel que cree en Jesús. Hay, ciertamente, una clara distinción entre los santos del Antiguo
Testamento y los creyentes de la dispensación actual; porque el hecho de que los pecados son pasados por alto por la tolerancia,
o la paciencia, de Dios, debido al sacrificio venidero de Cristo, nunca puede expresar la condición de quienes siendo "justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la
fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios." (Romanos 5: 1, 2), de quienes
se dice que están sentados "en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efesios 2:6); de aquellos de quienes el apóstol
Juan pudo decir, "como él es, así somos
nosotros en este mundo." (1 Juan 4:17).
[10] Preterir = Hacer caso omiso de alguien o algo. (Diccionario de la Lengua Española - Real Academia
Española) N. del T.
Pasamos ahora a la epístola a los Hebreos;
y tenemos allí estas palabras: "Y todos éstos (los santos del Antiguo Testamento), aunque alcanzaron buen testimonio mediante
la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros." (Hebreos 11:
39, 40). Tenemos aquí también una declaración, tan clara como el lenguaje lo puede expresar, que los creyentes en la dispensación
actual reciben "alguna cosa mejor" de lo que les correspondió, en la soberanía y gracia de Dios, a los creyentes del Antiguo
Testamento.
Habiendo llamado su atención a estas enseñanzas
directas de la Escritura, citaré como evidencia otra clase de pasajes, en los que encontraremos a santos en una condición
perfecta, pero fuera de la iglesia.
La única cosa que tengo que sentar como premisa es que la iglesia es la esposa de Cristo. Todos, yo supongo, están de acuerdo
en cuanto a esto. Vamos, entonces, a Apocalipsis 19. En los versículos 7 y 8 tenemos a la esposa del Cordero; y después, en
el versículo 9, siguen estas palabras: "Bienaventurados los que son llamados" (o "invitados"; vean Juan 2:2) "a la cena de
las bodas del Cordero." De esta manera, tenemos que se habla de una clase de personas que son invitadas; no se trata de la
esposa, sino de los llamados - aquellos que eran invitados a la cena de las bodas.
Vuelvan nuevamente a Apocalipsis 21: "Y yo
(Juan) vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descendía del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada
para su esposo. Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: "He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él
habitará con ellos", etc. (Apocalipsis 21: 2, 3 - RVA). En el versículo 9, se dice que esta ciudad, la Jerusalén santa, es
"la novia, la esposa del Cordero" (Apocalipsis 21:9 - RVA); pero en el pasaje citado arriba se la describe también como "el
tabernáculo de Dios", y se dice que este tabernáculo está con los hombres; de modo que, una vez más, nosotros tenemos santos en una condición perfecta fuera de la iglesia.
Y yo les recordaría también que ustedes han
afirmado creer, desde algunos años, en la venida premilenial del Señor Jesús. Si ustedes aún lo hacen, entonces necesariamente,
puesto que la iglesia se completa a la venida de Cristo por Su pueblo (porque las bodas del Cordero es anterior al reino milenial),
los santos mileniales - innumerables para multitudes - no forman parte de la iglesia; y así, en cualquier caso, una gran clase
de personas, sobre el propio terreno de ustedes, es excluida. Por tanto, no hay más 'injusticia' hecha a los santos del Antiguo
Testamento que a los creyentes mileniales, cuando la posición y privilegios correctos de la iglesia son mantenidos.
El tema, sin embargo, no estaría completamente
discutido, si no nos refiriésemos a unos dos o tres pasajes más que parecerían, a primera vista, tener un sentido opuesto.
El primero de estos es Mateo 8: 11, 12: " Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham
e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera", etc. En primer
lugar, si esto se refiriese a la iglesia, el hecho de sentarse con los patriarcas en el reino de los cielos no demuestra que
los patriarcas pertenecían a la iglesia. Suponemos que nadie duda que los creyentes verán a Abraham, Isaac, y Jacob en el
reino; la única pregunta es, ¿Pertenecen ellos a la iglesia? Pero es evidente que este pasaje no dice nada acerca de la iglesia.
Si es así, ¿cómo pueden "los hijos del reino" ser echados? No, Jesús habla como Mesías, y en este carácter Él advierte a los
Judíos incrédulos, que sus descendencia de los patriarcas no les servirá de nada; que, aunque ellos eran los hijos de aquellos
a quienes fueron hechas las promesas, ellos serían, si le rechazaban a Él, echados, y que, tal como el centurión cuyo siervo
Él había sanado había insistido, por fe, en la posesión de la bendición, del mismo modo, muchos de todas partes correrán presurosos
al reino cuando este sea establecido, y obtendrán, de este modo, por fe, el privilegio bienaventurado que ellos estaban despreciando
ahora.
El único otro pasaje que ocasiona alguna
dificultad está en la epístola a los Gálatas. Es como sigue: "Así que los que son de la fe son bendecidos con el creyente
Abraham." (Gálatas 3:9 - VM). El tema del apóstol en este capítulo es la justificación por fe; y él muestra, en primer lugar,
que Abraham fue justificado por la fe (v. 6); y luego, que el mismo principio se obtiene bajo el evangelio, y por consiguiente,
que todo aquel que es de la fe es bendecido con el fiel, es decir, con Abraham, el creyente. (Vean también Romanos 4). Por
lo tanto, el asunto del cual se trata aquí es
el principio sobre el cual Dios justifica, y no la posición a la cual los justificados son llevados; y de ahí que
el pasaje no hace más que enseñar que el modo en que Abraham fue justificado es aquel en el que los creyentes son justificados
ahora; y por consiguiente, no hace referencia a diferencias dispensacionales de ningún tipo.
Habiendo transitado, aunque brevemente, todo
el tema en estudio, nosotros vemos que las Escrituras no dicen nada en cuanto a la inclusión de los santos del Antiguo Testamento
en la iglesia; y que la mismas Escrituras hacen una clara distinción entre los santos de las dos dispensaciones. Al mismo
tiempo, repetimos que, ya que nosotros sabemos que ellos nacieron de Dios, vivificados por el poder del Espíritu por medio
de la fe, ellos pertenecen a Cristo, aunque no son miembros de Su cuerpo, y participarán, por tanto, en la primera resurrección
junto con la iglesia. Nosotros no podemos ir más allá de esto, ya que las Escrituras guardan silencio en cuanto al lugar que
ellos ocuparán en la gloria; y yo estoy seguro que ustedes, al igual que yo, serían los primeros en rechazar especulaciones
como las que se ofrecen, algunas veces, sobre la pregunta acerca de si acaso no se podría haber obrado algún cambio en la
condición de los patriarcas después de la muerte de Cristo, como para traerlos a la iglesia; porque, en verdad, esto es caer,
en principio, en el error Católico del purgatorio, aunque fuese esquilado de sus rasgos más groseros. No; nuestra parte es
aceptar lo que las Escrituras pueden enseñar, y rechazar, de la misma manera implícita, cualquier especulación que procure
penetrar en las cosas que Dios no ha revelado.
Sin embargo, dado que Él nos ha enseñado
que el período de la iglesia está incluido entre Pentecostés y la venida del Señor por los Suyos, nosotros sabemos que los
creyentes anteriores y los creyentes posteriores a ese tiempo no pueden formar parte de ella, no pueden ser miembros del cuerpo
de Cristo. El lugar y la bendición de ellos en la gloria serán dignos de Aquel que los separó para Él mismo, y producirá como
respuesta la adoración y la alabanza de ellos, iguales a las nuestras, mientras contemplan la maravillosa exhibición de las
riquezas de Su gracia en la salvación y gloria eterna de ellos.
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
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LA VENIDA DEL SEÑOR.
MIS AMADOS AMIGOS,
El asunto del regreso del Señor por Su pueblo
está muy estrechamente relacionado con la verdadera doctrina de la iglesia. No es mucho decir, de hecho, que dondequiera que
la naturaleza de la iglesia - su carácter y su llamado celestial - no es claramente comprendida, debe haber, necesariamente,
confusión de percepción y juicio con respecto a la venida del Señor Jesús a tomar a Su pueblo a Él mismo (Juan 14:3). Esto
es lo que explica el hecho de que tantas teorías no escriturales estén actualmente en circulación, por lo que es aún más importante
que nosotros conozcamos lo que las Escrituras enseñan realmente sobre el tema.
Pero ustedes me permitirán suponer en esta
carta que el regreso del Señor es premilenial. Nosotros hemos entrado a considerar este asunto tan a menudo en años pasados,
que no puedo llegar a creer que sea necesario volver a exponer los terrenos escriturales de esta convicción elemental. Tanto
el Antiguo como el Nuevo Testamento abundan en pruebas de ello, mostrando que cuando el Señor venga con Sus santos Él destruirá
al Anticristo y sus ejércitos, y juzgará a las naciones vivientes, antes de que Él comience aquel reino glorioso en el que
Él "dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra." (Salmo 72:8), y en el que "toda la tierra será
llena de su gloria (Salmo 72:19). (Vean Isaías capítulos 24 al 27, 52 y 60; Jeremías 33; Sofonías 3; Zacarías capítulos 12
al 14; 2 Tesalonicenses 2; Apocalipsis 19 y 21: 1-8, etc.). Yo doy estas Escrituras en caso de que alguno de ustedes haya
dudado de sus opiniones anteriores acerca de este punto; y habiéndolo hecho, yo procederé a considerar si el Señor regresará
por Su pueblo antes de la tribulación sin igual de la cual leemos en Mateo 24 y en los profetas (como por ejemplo, Daniel
12:1; Jeremías 30:7, etc.), en otras palabras, si la iglesia estará en la tribulación; es decir, de hecho, si nosotros podemos esperar en cualquier momento el regreso del Señor.
Para que pueda haber un entendimiento perfecto
del tema del cual hablaremos, puedo añadir que algunos sostienen que hay algunos acontecimientos intermedios entre el tiempo
actual y la venida del Señor, tales como el regreso de los Judíos a su tierra, la nueva división del antiguo Imperio Romano
en diez reinos, el surgimiento y poder del Anticristo, etc.; y de ahí que la esperanza del regreso del Señor no pueda ser
una cosa presente para el alma. Se trata, de hecho, de aquellos que sostienen este punto de vista en cuanto a que la venida
del Señor por Sus santos, y Su venida a tomar para Sí mismo Su gran poder en Su reino milenial, son acontecimientos coincidentes.
La pregunta, por tanto, que tenemos que formular es, ¿Cuál de estos puntos de vistas opuestos es conforme a la Palabra de
Dios?
1. Ahora bien, la primera cosa que yo tengo
que comentar es que, dado que (como vimos en una carta anterior) la iglesia no se encuentra en el Antiguo Testamento, no es
allí donde podemos descubrir su esperanza verdadera y apropiada. Se habla frecuentemente allí de la venida del Señor a reinar
desde el monte Sión (vean el Salmo 2); pero esto está siempre relacionado con Su pueblo antiguo, y constituye, efectivamente,
la esperanza distintiva de Israel. Pero en ninguna parte en el Antiguo Testamento nosotros encontramos un vestigio de la transformación
de los santos vivos, de la resurrección de aquellos que se han dormido en el Señor, y su arrebatamiento en común para ir al
encuentro del Señor en el aire, como es enseñado por el apóstol en 1 Tesalonicenses 4: 13-18. No, ¿cómo puede ser esto así,
cuando, como aprendimos, el misterio de la iglesia, como el cuerpo de Cristo, no fue revelado hasta el tiempo del apóstol
Pablo? Por consiguiente, nosotros debemos dirigirnos exclusivamente al Nuevo Testamento para recibir luz sobre este tema.
2. Acudimos, entonces, a los Evangelios;
y en vista de que Mateo 24 ha sido usado grandemente en esta discusión, nosotros examinaremos este capítulo pacientemente
para ver si se refiere al regreso del Señor por la iglesia. Vamos al capítulo; porque versa mucho sobre nuestra interpretación
del discurso de nuestro Señor a Sus discípulos tal como está registrado allí. Entonces, para formular la pregunta en la forma
más clara y sencilla, nosotros preguntamos, ¿Hemos nosotros de entender que nuestro Señor habla en este discurso de Su regreso
a tomar a los creyentes de esta dispensación a Él mismo? Si Él lo hace, resulta claro, a partir de los versículos 21 y 22,
que la iglesia estará en la tribulación final, y por consiguiente, que nosotros no podemos esperar el regreso del Señor hasta
después de muchos acontecimientos intermedios. Pero si nuestro Señor está tratando aquí de otro tema, nosotros tenemos, entonces,
plena libertad para deducir de otras Escrituras lo que es la verdad relacionada con la venida del Señor a buscar a Sus santos.
(a) El primer punto al que llamo a poner
su atención se encuentra en los versículos 5, 23, y 24: "vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos
engañarán." (v. 5), "Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se
levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible,
aun a los escogidos." (vv. 23, 24). Ahora bien, permítanme preguntarles, suponiendo que cualquier persona en cualquier época
se acercara a un Cristiano y dijera, «Cristo está en tal o cual lugar», ¿podría este Cristiano ser engañado de esta manera?
¿Acaso no es verdad que todo creyente, aun el menos instruido, sabe dónde está Cristo, sabe que Él está a la diestra del Padre
en el cielo? Además, si un hombre viniese a estar entre creyentes, haciendo grandes señales y prodigios, y ofreciendo estos
como prueba de que él fuese Cristo, ¿tendría éxito engañando a los santos? Bueno, muchas Escrituras se harían presente inmediatamente
a sus mentes contradiciendo sus afirmaciones, dado que todos saben que ellos nunca verán a su Señor hasta tanto ellos partan
a estar con Él, o Él venga a tomarlos a Él mismo. Por otra parte, supongan por un instante que una tentación semejante fuera
presentada a los Judíos que no creen que su Mesías haya venido jamás, y que aún están esperando Su advenimiento, y ustedes
verán inmediatamente la inmensa propensión de ellos a semejante engaño. Nosotros no podemos, por tanto, sino considerar esta
descripción como siendo aplicable al antiguo pueblo de Dios, y no a la iglesia.
(b) De nuevo, examinemos el versículo 15
de Mateo 24: "«Cuando veáis, pues, = la abominación de la desolación, = anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar
Santo (el que lea, que entienda), entonces, los que estén en Judea", etc. (Mateo 24: 15, 16 - BJ). Si ustedes van al lugar
en el libro de Daniel al que se refiere nuestro Señor (Daniel 12:11), verán, de inmediato, que esta profecía se refiere única
y exclusivamente a su propia nación - los Judíos; y los mismos términos que nuestro Señor utiliza aquí - "la abominación de
la desolación" - un término bien conocido para indicar ídolos, y "el Lugar Santo", refiriéndose al templo, muestran de forma
muy concluyente que Él está tratando con el mismo pueblo - describiendo sus dolores en el tiempo del fin, cuando "habrá tiempo
de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación hasta aquel tiempo" - antes de la liberación del remanente - "todos
los que fueren hallados escritos en el libro." (Daniel 12:1 - VM) cuando "vendrá el Redentor a Sion." (Isaías 59:20; Zacarías
capítulos 12 al 14, etc.; y lean especialmente Daniel 9: 24-27, y Daniel 12).
(c) Consideren también Mateo 24:20: "Orad,
pues, que vuestra huida no sea en invierno ni
en día de reposo." ¿Cómo podría un creyente ofrecer una oración semejante, dado que el día de reposo (Sábado), el
día séptimo (y ningún otro más que el día séptimo) es para él como cualquier otro día en la semana? Pero si la instrucción
fuese dada a los Judíos, quienes estarían aún bajo la ley, todo se hace inmediatamente inteligible.
(d) Hay otro vínculo importante en el argumento.
Si ustedes abren su Biblia, y consideran los versículos 29 y 30 de Mateo 24, observarán el siguiente orden de acontecimientos:
- "después
de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá", etc.,
- "Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo",
- "entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra",
- "y
verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria";
y luego,
después de estas cosas se nos dice
que Él "enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo
del cielo hasta el otro." (Mateo 24:31). Si ustedes pasan ahora conmigo a Colosenses 3:4, encontrarán estas palabras: "Cuando
aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él." (Colosenses 3:4 - BJ). Ahora bien,
si estos dos pasajes se refieren al mismo acontecimiento, ellos se contradicen; porque el primero (Mateo 24:30) declara que
las tribus de la tierra verán al Hijo del Hombre viniendo, etc., antes de que los escogidos sean juntados de los cuatro vientos,
etc., mientras que el último pasaje declara que cuando Cristo aparecerá Su pueblo aparecerá con Él. Por consiguientes, ambos no pueden referirse al mismo acontecimiento; y de ahí
que en Mateo debe aplicarse a la venida del Señor a la tierra, para juntar en Sión a Su remanente escogido de los Judíos.
Por estas razones nosotros no tenemos más
alternativa, si nuestras mentes no han sido influenciadas o se han vuelto prejuiciosas mediante un sistema preconcebido, sino
concluir que Mateo 24 no tiene referencia alguna a la venida del Señor a buscar a Sus santos; sino que se refiere a los tratos
del Señor con Su pueblo antiguo antes de Su aparición a favor de ellos, cuando Él viene a reinar en el monte Sión, conforme
al testimonio de los profetas.
Y con esta conclusión concuerdan las referencias
locales del capítulo, tales como Judea (v. 16), el lugar santo (v. 15), etc.; y, puedo añadir también, la conexión. Porque
encontramos que al final de Mateo 23, nuestro Señor pronuncia esta solemne sentencia sobre Jerusalén: "He aquí vuestra casa
os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del
Señor." (Mateo 23: 38, 39). Luego leemos: "Y SALIENDO Jesús, se iba del Templo, cuando sus discípulos se llegaron para mostrarle
los edificios del Templo", etc. (Mateo 24:1 - VM); y es este incidente lo que da ocasión al discurso; pues Jesús respondió,
"¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada." (Mateo 24:2). Después
de esto, estando Él sentado en el monte de los Olivos, "los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo (era o edad, τοῦ tou= αἰῶνος)? (Mateo 24:3). Los discursos sobre los cuales hemos comentado es la respuesta a esta pregunta; y todo prosigue
en armonía con las conclusiones a la que nosotros hemos llegado. El Señor había pronunciado Su solemne sentencia sobre Su
pueblo; e inmediatamente Él se marcha del templo, sale de la ciudad, se sienta en el monte de los Olivos teniendo la ciudad
a plena vista, y en esa posición Él describe su sino, y la historia de Su pueblo antiguo hasta el fin del siglo (era o edad).
Introducir la iglesia en una conexión semejante no es más que estropear la unidad del discurso, y confundir la sencillez de
la sabiduría divina.
Adoptando, entonces, la perspectiva que hemos
fundamentado a partir de un examen de este capítulo, nosotros hemos obtenido dos cosas; en primer lugar, que la iglesia no
estará, por lo que aparece aquí, en la tribulación final; y, en segundo lugar, que tenemos una venida de Cristo a la tierra
(aparición o manifestación) que es completamente distinta de Su regreso a buscar a Su iglesia (resurrección de los muertos
en Cristo y arrebatamiento).
3. Saltándonos, por el momento, las epístolas,
examinaremos a continuación el Apocalipsis, dado que este libro es de suma importancia para decidir el asunto en cuanto a
si la iglesia estará en la tribulación. En Apocalipsis 1:19 obtenemos la división apropiada del libro. "Escribe", dice el
Señor, "las cosas que has visto, y las (cosas) que son, y las (cosas) que han de ser después de estas." (Después de estas
= μετὰ ταῦτα). Tenemos aquí, entonces, una triple división del libro; primero, 'las cosas que Juan vio', descritas en el primer capítulo; luego, 'las cosas que son', la dispensación de
la iglesia, contenida en los capítulos 2 y 3; y finalmente, 'las cosas que serán después de estas', detalladas en el resto del libro. Conforme a este arreglo, la era de
la iglesia en la tierra finaliza al final del capítulo 3; y las siete iglesias representan los diferentes estados sucesivos,
y en una medida contemporáneos, de toda la Iglesia hasta el tiempo del fin [11]. Esta, se debe recordar, no es una teoría
nueva, sino que es sostenida y planteada por escuelas de interpretación diferentes e incluso antagonistas. Si esto es así,
el rapto (o arrebatamiento) de los santos, la venida del Señor a tomar a Su pueblo, aunque no se describe, debido a que no
corresponde al ámbito del libro, debe tener lugar entre los capítulos 3 y 4; y por consiguiente, todos los juicios que caen
sobre la tierra después del capítulo 3 son
posteriores al regreso del Señor a buscar a la iglesia.
[11] Para más detalle se sugiere visitar el sitio web "Las Siete Iglesias", traducción de las conferencia
de J. N. Darby en esta dirección web: https://graciayverdad.tripod.com/7iglesias/ (N. del T.)
He indicado así, en unas pocas palabras,
lo que a mi juicio es el bosquejo correcto del libro; pero aportaré ahora pruebas proporcionadas por el propio libro de que
esta división en según el pensamiento de Dios. En armonía con lo que se ha indicado, ustedes encontrarán que el capítulo 4
comienza con estas palabras: "Después de esto" (y debería ser literalmente, "Después de estas cosas", mostrando así la conexión
con Apocalipsis 1:19) "miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando
conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas." (Apocalipsis 4:1). Es decir, habiendo
descrito "las (cosas) que son", Juan es tomado, entonces, al cielo para contemplar las cosas "que han de ser después de estas",
los tratos gubernamentales de Dios con la tierra, y especialmente con Su pueblo antiguo, como el centro de Sus consejos con
respecto a la tierra, después que la dispensación de la iglesia haya sido dada por finalizada. Y nosotros tenemos solamente
que considerar lo que se le presentó inmediatamente ante sus ojos, para ver cuán maravillosamente es confirmada esta declaración.
Antes que nada él vio "un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era
semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y
vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas."
(Apocalipsis 4: 2-4).
¿Quiénes son, entonces, estos ancianos? El
número de ellos era veinticuatro, correspondiendo con los veinticuatro turnos (o clases, u órdenes de servicios) en que los
sacerdotes fueron divididos por David (vean 1 Crónicas 24), y por eso son representantes de un cuerpo completo. Pero, ¿a quiénes
representan ellos? Ustedes observarán que ellos estaban "vestidos de ropas blancas", y que tenían "coronas de oro en sus cabezas."
Las ropas blancas manifestarán el carácter sacerdotal de ellos, aparte de ser el símbolo bien conocido en este libro de la
justicia (traducción exacta) de los santos (Apocalipsis 19:8); mientras que las coronas de oro indican la dignidad real de
ellos. Entonces, ¿dónde debemos buscar esta combinación de carácter? Obtenemos la respuesta en este mismo libro: "Al que nos
amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre", etc. (Apocalipsis 1: 5, 6); y una vez más en la epístola de Pedro:
"Vosotros, al contrario, sois una raza escogida, un
sacerdocio real", etc. (1 Pedro 2:9 - VM). Por consiguiente, queda claro que los ancianos representan a santos glorificados,
y, en vista de que el número de ellos representa al cuerpo completo (tal como hemos visto), a los santos en su totalidad glorificados
juntamente con Cristo. De ahí que nosotros vemos que la iglesia está en lo alto, habiendo sido tomada para encontrarse con
el Señor en el aire, y glorificada junto con Él antes del comienzo de los juicios de los cuales el libro habla después.
Se puede objetar, sin embargo, que los ancianos
son solamente un símbolo. Esto es muy cierto, pero la conclusión debe ser la misma si nosotros comprendemos correctamente
la naturaleza del símbolo. Si los ancianos simbolizan la iglesia, nosotros no podemos equivocarnos si consideramos a la iglesia
como la cosa significada; y es completamente inconcebible que los ancianos en el cielo pudiesen apuntar a la iglesia en la tierra, ya que debe haber forzosamente un acuerdo entre el símbolo y el lugar de la cosa significada.
Pero podemos demostrar la verdad de nuestra
interpretación a partir de otras partes del libro. Así que pasen al capítulo 19. Después de la descripción de la alabanza
en el cielo posterior al juicio de la gran ramera, tenemos la celebración anticipatoria del dominio del Señor Dios Todopoderoso.
Luego siguen las bodas del Cordero (Apocalipsis 19: 7-9). Después de eso leemos, "Y vi el cielo abierto, y he aquí, un caballo
blanco; el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son una llama
de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino El. Y está
vestido de un manto empapado en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos que están en los cielos, vestidos de lino fino, blanco y
limpio, le seguían sobre caballos blancos", etc. (Apocalipsis 19: 11-14 - LBLA). La parte subsiguiente del capítulo
muestra que tenemos aquí el relato de la venida del Señor Jesús a la tierra (Su manifestación, Su aparición), en juicio sobre
'la bestia y el falso profeta' y sus seguidores confederados, que antecede a Su reino milenial. Entonces, ¿dónde encontramos
a la iglesia en esta coyuntura? La respuesta está en el versículo 14. "Y los ejércitos que están en los cielos, vestidos de lino fino, blanco y limpio, le seguían
sobre caballos blancos." (Apocalipsis 19:14 - LBLA). El "lino fino, blanco y limpio", se nos dice en el versículo 8, "es las
acciones justas (lit., la justicia) de los santos." Estos ejércitos representan, entonces, a santos glorificados;
y de ahí que podemos deducir que ellos estaban en los cielos con Cristo durante la tribulación final, y que ellos vienen con su Señor cuando Él regresa a tomar Su reino milenial.
Pasen también al capítulo 3 de Apocalipsis.
Hablando a Filadelfia, el Señor dice: "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora
de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra." (Apocalipsis 3:10). Ya hemos
indicado el carácter representativo de las siete iglesias; y por eso es que esta promesa no se puede limitar a la asamblea
local en Filadelfia; de lo contrario nosotros perderíamos, de hecho, todas las preciosas promesas en conexión con estas cartas.
Pero si ello no es así, entonces yo sostengo que tenemos aquí una promesa clara de que aquellos que guardan la palabra de
Su paciencia (y esto es característico de la iglesia) no estarán en la tribulación final - la hora de prueba que vendrá sobre
todo el mundo, etc.
Les pediré ahora que consideren una demostración
de otro carácter. Ustedes no dejarán de observar que hay santos en la tierra durante el juicio descrito después del capítulo
5. (Vean Apocalipsis 6:10; Apocalipsis 12: 10, 11; Apocalipsis 13: 7, 8; Apocalipsis 18: 4, 5, etc.). Entonces, si la iglesia
está en los cielos durante este tiempo, ¿quiénes son estos? Nosotros tenemos una respuesta muy decisiva a esta pregunta. En
el capítulo 15 de Apocalipsis leemos: "Vi algo como un mar de vidrio mezclado con fuego y a los vencedores sobre la bestia
y su imagen y el número de su nombre." (Estas características señalan claramente a los santos que están en la tierra durante
la tribulación) "Estaban de pie sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo
de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos
son tus caminos, Rey de las naciones." (Apocalipsis 15: 2-4; RVA). Entonces, ¿quiénes son estos? Ellos son santos Judíos;
porque ningún otro santo cantará, o podría cantar, el cántico de Moisés, y el cántico del Cordero; y de hecho, los términos "Señor Dios Todopoderoso", "Rey de las
naciones", etc. apuntan inequívocamente a la misma conclusión.
Añadan a esto que, después del tercer capítulo,
no hay ni un solo vestigio de la iglesia hasta que llegamos al capítulo 19; que "los siete espíritus de Dios" (el Espíritu
en la plenitud de Su poder) son vistos como "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono" (Apocalipsis 4:5 - VM) -
no en la tierra, como en Pentecostés y después de aquel día - y ustedes difícilmente pueden dejar de estar de acuerdo conmigo
en que el Apocalipsis demuestra incontestablemente que la iglesia no estará en la tribulación; sino que los creyentes de esta
dispensación serán arrebatados al encuentro del Señor en el aire antes de que aquel tiempo de angustia final venga sobre la
tierra. Esta conclusión es la misma que nos vimos constreñidos a aceptar mediante el examen de Mateo 24; y vemos también aquí,
al igual que allí, que la venida del Señor a la tierra a asumir Su reino milenial es una cosa totalmente distinta de Su regreso
a buscar a Su pueblo.
4. Pasaremos ahora a examinar algunos pasajes
para mostrar que, puesto que la iglesia no estará en la tribulación, no hay nada, conforme a lo revelado, entre los santos
y el regreso de nuestro Señor; que, en otras palabras, es nuestro privilegio esperar diariamente la venida de Cristo a recibirnos
a Él mismo, para que donde Él está nosotros también estemos; es decir, que no se debe esperar, conforme a lo que sabemos a
partir de las Escrituras, que ningún acontecimiento intermedio preceda, anuncie, o marque el inicio de la venida de Cristo
por la iglesia.
Con este objetivo en perspectiva, tomamos
primeramente el pasaje familiar de la primera epístola a los Tesalonicenses. Describiendo la venida de Cristo, el apóstol
dice. "El Señor mismo descenderá del cielo con mandato soberano, con la voz del arcángel y con trompeta de Dios, y
los muertos en Cristo se levantarán primero; luego,
nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro
del Señor, en el aire; y así estaremos siempre con el Señor." (1 Tesalonicenses 4: 16-17; VM). Ahora bien, esta Escritura
enseña que hay algunos creyentes que estarán vivos a la venida del Señor; y el apóstol, hablando por el Espíritu, dice "nosotros los vivientes", mostrando que
conforme a lo que le había sido revelado, no había nada que evitara la posibilidad de que él fuese uno del número de creyentes
permaneciendo hasta aquel tiempo, y por tanto, que el Señor podría venir durante su día. Al dar esta interpretación yo no
olvido, de ningún modo, que se intenta evitar su fuerza afirmando que el apóstol, al utilizar la palabra "nosotros", está
hablando corporativamente de la iglesia - de que él se refiere, de hecho, solamente a aquellos que pueden ser dejados en la
tierra en un futuro distante - pero que, ya que ellos serán una parte de la iglesia, él mismo se vincula con ellos mediante
la palabra "nosotros." Yo no estoy dispuesto a negar, en absoluto, que puede haber ejemplos de semejante modo de hablar en
las Escrituras; pero dudo sobremanera que haya aquí algún vestigio de ello. El contexto, de hecho, al igual que el objetivo
que el apóstol tenía delante de su mente, prohíbe enfáticamente su introducción en este sentido. Además, si nos dirigimos
a la epístola a los Corintios, le hallaremos hablando precisamente del mismo modo. Él dice allí también: "No todos [nosotros] dormiremos; pero todos [nosotros] seremos transformados",
etc. (1 Corintios 15:51), indicando, más allá de toda duda, que el apóstol contemplaba la esperanza personal de que el Señor
pudiera venir en cualquier momento, por lo que él mismo podría encontrarse entre el número de santos vivos en aquel día.
Esta conclusión se verá reforzada si yo atraigo
la atención de ustedes a la clara distinción que el apóstol establece entre el regreso del Señor a buscar a Sus santos y el
día del Señor - es decir, el día que será introducido
cuando Él venga manifiestamente a la tierra a asumir Su poder y a establecer Su reino, como se ve, por ejemplo, en Mateo 24.
Así pues, volviendo a 1 Tesalonicenses, después de haber descrito el carácter de la venida del Señor por Sus santos (1 Tesalonicenses
4: 15-18), él prosigue: "Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.
Porque vosotros sabéis perfectamente que el
día del Señor vendrá así como ladrón en la noche." (1 Tesalonicenses 5: 1, 2). Por lo tanto, los santos en Tesalónica
habían sido enseñados con respecto al día del Señor - la venida del Señor en gloria manifestada - tal como está registrada
en Mateo 24 y en otra parte. Ellos sabían perfectamente acerca de esto; y de ahí que esto sea una cosa totalmente diferente
de la venida del Señor a buscar a Su pueblo, con respecto a lo cual, el apóstol recién les había enseñado mediante una comunicación
especial del Señor. Por consiguiente, él prosigue: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os
sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día." (1 Tesalonicenses 5: 4, 5). Él les recuerda
de esta manera que ellos pertenecen al día - aquel día que traería tal terror sobre el impío, y por eso es que ellos no estarían
en la tierra en las tinieblas cuando ellas comenzaran.
Así también en la segunda epístola a los
Tesalonicenses. "Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El, os rogamos, hermanos,
que no seáis sacudidos fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os alarméis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta
como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día del Señor ha llegado." (en el sentido de que el día del Señor
está presente, es la lectura correcta y la traducción correcta). Es decir, él les recuerda la enseñanza que se les había dado
en la epístola anterior con respecto a la venida del Señor, y de la reunión de ellos con Él; y hace que este sea el terreno
de su llamamiento hecho a ellos en el sentido de que no se inquietaran por la falsa enseñanza vigente en aquel entonces, de
que el día del Señor ya había llegado. «¿Cómo puede ser esto?» dice él, efectivamente, «¿si antes de que llegue el día del
Señor ustedes habrán sido arrebatados a encontrar al Señor en el aire?» Luego, habiendo desengañado sus mentes de este error,
él detalla algunos rasgos que deben preceder a aquel día del Señor, revelándoles que primero debe venir la apostasía, y se
debe manifestar el hombre de pecado, etc.; rasgos, por lo tanto, acerca de esta interpretación, que seguirán al rapto de los
santos, y precederán el día del Señor (2 Tesalonicenses 2).
La actitud constante de esperar a Cristo,
de la que se habla en todas partes a través de las epístolas, es confirmatoria de esta postura. "esperando la manifestación
de nuestro Señor Jesucristo." (1 Corintios 1:7); "nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador",
etc. (Filipenses 3:20); "cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y [para] esperar
de los cielos a su Hijo" (1 Tesalonicenses 1: 9, 10); "aguardando la bienaventurada esperanza y la aparición gloriosa del
gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús." (Tito 2:13 - NC). Podemos aducir aquí también a las solicitudes en cuanto a velar
que el Señor dirigió tan frecuentemente a Sus discípulos: "Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y
vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese", etc. (Lucas 12: 35-40); "Velad, pues, porque no sabéis
a qué hora ha de venir vuestro Señor." (Mateo 24:42).
Ahora bien, yo me atrevo a decir que, si
nuestras almas fueran sencillas delante del Señor, nosotros no podríamos comprender de ninguna otra manera las expresiones
en las epístolas así como las solicitudes de nuestro Señor, más que como enseñando que el Señor podría regresar en cualquier
momento por Su pueblo - de ninguna otra forma, de hecho, de que Él tenía la intención de que la perspectiva inmediata de Su
regreso operase en nuestras almas día a día, despegándonos de las cosas a nuestro alrededor, separándonos enteramente a Él
mismo, y purificándonos así como Él es puro. (1 Juan 3: 2, 3).
Sólo una cosa más debe ocupar nuestra atención
antes de dar fin a esta carta. Algunos sacan muchas deducciones del hecho de que la venida de Cristo por Su pueblo parece
identificarse, algunas veces, con Su aparición, es decir, con Su manifestación al mundo. Así, en 1 Corintios 1:7 (una Escritura
que ya citamos), nosotros tenemos "esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.". Los que se oponen exclaman triunfalmente,
«Aquí está una prueba clara de que la venida de Cristo por Su pueblo, y Su manifestación al mundo cuando todo ojo le verá,
es una y la misma cosa.» No, respondemos nosotros, no puede ser, porque él dice que "Cuando Cristo, [quien es] vuestra vida,
se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria." (Colosenses 3:4); y, por tanto, nosotros sabemos que los santos están con el Señor
antes de Su manifestación (o aparición). El hecho es que cuando la responsabilidad de los santos en la tierra es introducida,
la meta es la manifestación (o aparición) de Cristo, porque aquel es el tiempo cuando se exhibe la recompensa de los santos, el tiempo cuando el Señor viene "para ser
glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron." (2 Tesalonicenses 1:10). Por lo tanto, en este sentido
(como en este capítulo), la recompensa de los santos, y la destrucción de "los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio
de nuestro Señor Jesucristo" (2 Tesalonicenses 1:8), se encuentran lado a lado. La tierra era la escena de los sufrimientos
de los santos, y de la desobediencia de los incrédulos; y por consiguiente, la tierra contemplará la recompensa de los unos,
y la destrucción de los otros. Este es el por qué nosotros tenemos el tiempo de la manifestación (o aparición) introducido
aquí, y en 1 Corintios 1:7; y de hecho, en cada caso donde el pensamiento de la responsabilidad de los santos en la tierra
es prominente. Por otra parte, el objetivo de la espera es el regreso del Señor, lo cual, de hecho, es la esperanza de la
iglesia; porque el Señor es "el lucero resplandeciente de la mañana (Apocalipsis 22:16 - LBLA), así como "el Sol de justicia"
(Malaquías 4:2; y comparen con 2 Pedro 1:19); y por eso es que nuestro bendito privilegio es esperar constantemente Su venida.
Se ha dicho suficiente ahora para mostrarles
a ustedes tres cosas:
- primero,
que la iglesia no tendrá que pasar a través de la tribulación final;
- en
segundo lugar, que no hay necesariamente acontecimientos intermedios, por lo que sabemos a partir de las Escrituras, entre
el presente y el regreso del Señor; y por consiguiente,
- en
el último lugar, que la actitud apropiada del creyente es la de esperar al Salvador, el Señor Jesucristo, conforme a la promesa
que Él nos ha dejado, de que "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
(Juan 14:3).
Mucho se podría añadir sobre los aspectos
prácticos de esta doctrina, sobre la bienaventurada influencia que el hecho de esperar que el Señor regrese en cualquier momento
está calculado para ejercer sobre el alma; pero yo debo dejar que ustedes deduzcan esto a partir de su propio estudio de las
Escrituras. Porque estoy seguro que, una vez que ustedes perciban que la venida del Señor es la esperanza apropiada y constante
de la iglesia, ustedes pronto descubrirán su poder santificador sobre el corazón y la vida. De ahí que yo no pueda más que
orar para que ustedes puedan ser conducidos pronto a la comprensión de esta verdad, en el poder del Espíritu Santo; y, por
consiguiente, para que ustedes rechacen fielmente, como estando delante de Dios, toda enseñanza que la omita, o la contradiga;
porque nadie que ignore esta muy bienaventurada y sustentadora esperanza puede trazar correctamente la Palabra de verdad.
Créanme,
amados amigos, que les saludo,
Afectuosamente
en Cristo.
Edward Dennett
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Julio 2009.-
Título original en inglés: RECOVERED TRUTHS,
by Edward Dennett
Versión Inglesa |
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