UN PELIGRO QUE DEBE SER EVITADO
F.
B. Hole
(Extraído
de la revista "Scripture Truth" Vol. 38, 1953-5, página 193.)
La formación de la iglesia
de Dios está registrada en Hechos 2. El poder que caracterizó sus tempranos días, aunque desde el principio fue en el lugar
de rechazo por parte del mundo, está registrado en Hechos 3 y Hechos 4. Luego, en Hechos 5 tenemos registrado el primer mal
que se manifestó en medio de ella. Este fue el pecado de pretensión; de fingir
como si se poseyera un nivel más elevado de espiritualidad y consagración de los que realmente existían.
Muchos estaban vendiendo
sus posesiones y consagrando el producto de estas ventas al Señor. Ananías y Safira vendieron las suyas, y presentaron una
parte del producto de la venta como si fuera el total. Ananías actuó la mentira.
Safira la dijo. Ellos desearon adquirir una reputación de ser más propensos a
lo celestial de lo que ellos eran. La pretensión de una condición espiritual más elevada fue el primer pecado registrado entonces en la historia de la iglesia. También será el último, tal como nosotros veremos.
Este pecado de pretensión
comenzó con individuos, y es un peligro que amenaza a cada Cristiano como individuo; esto es hecho muy claro en las Epístolas.
Citamos unos pocos pasajes en apoyo de esta afirmación.
"Digo, pues, por la gracia
que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto
de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno."
(Romanos 12:3).
"Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debería saberlo." (1 Corintios 8:2 - RVR95).
"Por tanto, el que piensa que está firme, mire que no caiga." (1 Corintios 10:12 - VM).
"Si alguno se cree profeta, o espiritual, . . ." (1 Corintios 14:37 - VM).
"Porque si alguno piensa que él es algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo." (Gálatas 6:3 - VM).
Aquellos eran los días
cuando efectivamente hubo hombres que conocían las cosas de Dios, si es que alguien alguna vez lo hizo. Hubo quienes estuvieron firmes, quienes fueron profetas y espirituales, y por consiguiente fueron algo en la manera Divina de reconocimiento, pero estos fueron sólo los que se ocupaban felizmente con Cristo
y Su servicio, y no se ocupaban pensando en ellos mismos. Los que estuvieron pensando, y haciendo demandas para ellos
mismos, basadas en ese pensar, fueron mayormente pretenciosos. Esto lo indica el lenguaje del Apóstol. En dos ejemplos, arriba
citados, él dice claramente, "no sabe nada", "no siendo nada"; en los otros ejemplos él infiere claramente que los pretenciosos
no eran, en absoluto, todo lo que ellos pensaban que eran.
Pero la ejemplificación
más sorprendente del punto que estamos considerando se halla en los mensajes del Señor a las siete iglesias de Asia, registrados
en Apocalipsis 2 y 3. En seis de siete mensajes se alude a este pecado de pretensión.
A Éfeso Él habla de "los que a sí mismos se llaman apóstoles, y no lo son,. . ." (Apocalipsis 2:2 - VM).
Él los caracteriza como "mentirosos."
A Esmirna: "los que dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás." (Apocalipsis 2:9 - RVA).
A Tiatira: "esa mujer
Jezabel, que dice que es profetisa; y enseña a mi pueblo (y los seduce)
. ." (Apocalipsis 2:20 - VM).
A Sardis: "tienes nombre de que vives, y estás muerto." (Apocalipsis 3:1).
A Filadelfia: "de la sinagoga
de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten." (Apocalipsis
3:9).
A Laodicea: "tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo." (Apocalipsis 3:17).
Noten varias cosas en
estas escrituras.
Antes que nada, los pretenciosos
son aquí compañías más bien que individuos. Se trata de "los" que dicen. Jezabel es una mujer representativa de un tipo de mujer, más que de una mujer individual. A Sardis y Laodicea
se les habla de "tú", pero esto se le dice al "ángel", ¡quien representa la iglesia!
de modo que ello indica virtualmente la iglesia completa, con la excepción de un pequeño remanente.
Luego se dice aquí: "dices", y no meramente 'piensas.' El mal se ha intensificado desde la época de las
epístolas de Pablo. Había llegado una hora cuando estas pretensiones no sólo estaban en las mentes de los hombres, sino que
eran dichas audazmente para que todos las oyeran.
Además, considerando estos
mensajes a las iglesias como proféticos, parece que el mal se profundiza a medida que la historia avanza.
Éfeso tenía problemas
con un pequeño grupo de hombres que alegaban tener el título de apóstoles. Probablemente esta era una demanda para engañar
en los días cuando muchos de los apóstoles genuinos habían sido quitados mediante el martirio, y el canon de la Escritura
casi no estaba completo. No obstante, la misma demanda peligrosa ha sido hecha surgir en nuestro día a favor de hombres que
son considerados como 'espirituales' y cuyos discursos en reuniones apropiadamente convocadas han de ser, por tanto, aceptados
como casi, si no enteramente, tan autoritativas como la Escritura.
En la época de Esmirna
hubo problemas y amarga oposición de una cierta camarilla, quienes reclamaban un lugar análogo al de los Judíos. Ellos eran
verdaderamente una "sinagoga", pero era de Satanás. Eran religiosos y ritualistas sin la realidad.
Hay un rebajamiento extraño
con Tiatira. Jezabel se llamaba a sí misma una profetisa, y ella indica, nosotros creemos, la jerarquía Romana, que demanda
el derecho exclusivo de interpretación de las Escrituras, y así, de expresar la mente de Dios. Jezabel es tolerada. La pretenciosa está aquí completamente dentro de la iglesia y está en poder.
Sardis surge fuera de
este estado de cosas. El Protestantismo - utilizando la palabra en el sentido más amplio - tiene un exterior mucho más respetable
y ha establecido para sí mismo una cierta reputación, o "nombre." Con todo se le declara muerto. Este movimiento dado por
Dios pronto se vinculó con poderes y políticas terrenales, de modo que su vida misma fue drenada en guerras así como en contenciones
internas. Ya no es la pretensión de una camarilla, sino que la iglesia completa es acusada, aunque quedan unas pocas cosas
que aún no están muertas.
En Filadelfia obtenemos
un pequeño vislumbre del resplandor y la realidad que caracterizó a la iglesia en el principio. Una vez más la pretensión
es confinada a una camarilla fuera de su recinto más bien que dentro de él. Los religiosos, que aman demandar un lugar en
la tierra, aparecen nuevamente.
En Laodicea alcanzamos
el triste clímax. ¡La iglesia entera está infectada, como en el caso de Sardis, pero allí sólo era una afirmación de estar
viva mientras que aquí la iglesia afirma, de hecho, ser un dechado de perfección! La afirmación termina, "de ninguna cosa
tengo necesidad." (Apocalipsis 3:17). ¿Podría la pretensión ir más lejos? ¿Y
podía ser la condenación del Señor más severa?
Noten una cosa más. En cada caso el Señor, quien escudriña las iglesias con ojos como llama de fuego,
desaprueba las afirmaciones, y eso en el lenguaje más incisivo. En ninguno de los casos hay la más mínima base, de hecho,
para lo que ellos reclaman. Muy por el contrario. "Mentirosos" (Apocalipsis 2:2); "sinagoga de Satanás" (Apocalipsis 2:9);
"estás muerto" (Apocalipsis 3:1); "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:17); son algunos de los
términos que Él utiliza.
Ahora bien, todo esto
tiene una voz muy nítida para nosotros. Nosotros vivimos en una época que está tomando más y más el carácter de Laodicea.
Y más que esto, ¡es lamentable! muchos de nosotros, que nos hemos propuesto andar en la verdad, y tener nuestra vida eclesiástica
de acuerdo con el orden establecido en las epístolas de Pablo, estamos conscientes de qué manera este espíritu de pretensión
ha sido exhibido en tales círculos, y de qué forma nosotros mismos podemos haber sido infectados por él.
Examinando a través de
los años pasados, hemos oído las afirmaciones de ser «el espiritual», o de ser "una nueva masa", o, «los trescientos de Gedeón.»
O, de poseer «la nueva luz», o «la verdad necesitada», o de estar «llevando el arca del testimonio» o de estar «representando
a Dios.»
Es un hecho, gracias sean
dadas a Dios, de que existen hoy santos que piensan espiritualmente, que, en su medida, están por Dios, llevando Su testimonio
y ministrando la necesitada verdad. Él los conoce a todos, y la aprobación secreta de ellos está con Él, así como también
el reconocimiento público de ellos en el día venidero, como lo muestra Apocalipsis 3:9. Pero cuidémonos de tratar de etiquetarlos,
no sea que caigamos así en la necedad de etiquetarnos nosotros. Nunca olvidemos que afirmar
ser, o tener, estas cosas, es una prueba cierta de que no somos o no tenemos nada parecido.
¿Qué, entonces, conviene
a la época Laodicense? Solamente lo que se indica en estos versículos (Apocalipsis 3: 14-22). Primero, reconocer al Señor
como Él se presenta a Sí mismo a nosotros aquí. Él es el "Amén"; Aquel en quien se halla la consumación y la perfecta respuesta
a todos los propósitos de Dios. Él es "el testigo fiel y verdadero", que se presenta como la representación completa y plena
de todo lo que Dios es, cuando la iglesia ha fracasado en su testimonio. Él es "el principio de la creación de Dios", pues
en Él, resucitado de entre los muertos, Dios ha hecho un nuevo comienzo. Él, y no la iglesia, es el fundamento de todo. Es
demolida así toda pretensión humana.
En segundo lugar, que
hagamos nuestro el aceptar el castigo del que se habla en el versículo 19, y que con celo en nuestros corazones - lo contrario
de la tibieza - nos arrepintamos. Ahora bien, el arrepentimiento obra una salvación tal de las cosas de las que uno se arrepiente
mientras este sea permanente y constante, tal como 2 Corintios 7:10 indica.
En tercer lugar, que al
oírle a Él llamando a la puerta de nuestros corazones, nosotros abramos esa puerta de par en par, para que Él pueda entrar.
Entonces se establecerá una comunión de la clase más dulce y celestial. Él se acomodará a nuestra mesa para que Él pueda conocer
nuestras cosas, y nos alzará a Su mesa para que nosotros podamos entrar en Sus cosas y disfrutarlas.
Si en cualquier medida
esta experiencia es nuestra, no solamente hallaremos las cosas de la tierra entenebreciéndose extrañamente, sino que nuestros
propios «egos», en nuestra vanidad natural, desaparecerán, en la luz de Su gloria y gracia.
Es evidentemente posible
gozar una comunión semejante con nuestro resucitado Señor incluso en los últimos días de la historia de la iglesia. En la
medida que lo hagamos, nosotros nos caracterizaremos por el espíritu arrepentido y por la abstinencia de ese ocuparse de uno
mismo que conduce a afirmaciones pretensiosas.
F. B. Hole
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Abril 2007.-