EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

ADORACIÓN CRISTIANA (W. W. Fereday)

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ADORACIÓN CRISTIANA

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

W. W. Fereday

 

(Extractado de:  La Verdad para los Días Postreros, Vol. 1, año 1900, página 168).

 

La adoración es el ejercicio más elevado posible del alma renovada, ya sea aquí o en la gloria. La oración y la acción de gracias son ambas indeciblemente bienaventuradas en su lugar, pero la primera tiene en cuenta nuestras necesidades y las expone ante Dios; y la segunda tiene en perspectiva las bendiciones con que Él nos ha bendecido en Su gracia; mientras que la adoración se eleva hasta Dios mismo y el corazón se ensimisma en la dichosa contemplación de Sus excelencias y Sus profundas perfecciones. La oración cesará cuando alcancemos el reposo de Dios; la adoración es interminable y de hecho sólo será ejercida en su plenitud cuando estemos con el Señor en lo alto.

 

La adoración varía en su carácter conforme al carácter de las diferentes dispensaciones y épocas, y de la revelación que Dios hace de Sí mismo. En los tiempos patriarcales Él era adorado como "El Shaddai", — Dios Todopoderoso. (Génesis capítulo 17). Mientras los padres esperaban con fe el cumplimiento de Sus promesas ellos descansaban en Él como el Dios todo suficiente y siempre fiel. La adoración tenía en aquel entonces un carácter más bien familiar, actuando el que era cabeza del hogar como una especie de sacerdote para la familia. Job es un ejemplo de ello. (Job 1: 5).

 

Nosotros prestamos atención al gran cambio en el orden cuando Israel fue llamado a ser el pueblo de Dios en la tierra. Dios habitó entre ellos en el tabernáculo, un privilegio y una bendición inestimables, muy desconocidos hasta entonces por el hombre tanto en su estado caído como en su condición de inocencia. Esto implicó la institución del sacerdocio porque el hombre en su condición natural no es apto para acercarse a Dios. Los sacrificios siempre habían existido (aunque no definidos tan claramente como en los primeros capítulos de libro de Levítico); para Israel fue añadido el sacerdocio. Pero esto necesariamente situaba al pueblo a distancia. El deseo de Dios fue que ellos fueran "un reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19: 6), pero la realización de esto espera otro día cuando ellos sean restaurados a Dios en el terreno de la gracia soberana. En el pasado los sacerdotes actuaban por ellos. Se ocupaban de la sangre de los sacrificios y presentaban el incienso aromático ante Jehová en el santuario.

 

Todo esto ha cambiado ahora porque Cristo ha venido. Dios ya no está oculto tras un velo sino que Él se ha revelado plenamente en la persona de Su Hijo amado, de modo que los que creemos Le conocemos como Padre. Y no sólo esto: una vez consumada la redención Cristo ha regresado a Dios y está sentado a Su diestra en las alturas. Por eso todo el carácter de la adoración es alterado en este período de la gracia.

 

Vayamos ahora al evangelio de Juan, capítulo 4, versículos 20-24. Nosotros tenemos aquí al Señor Jesús tratando con la conciencia y el corazón de la mujer junto al pozo. Remordiéndole su conciencia por la palabra de Jesús ella procuró evitar el cortante filo de esa Palabra aduciendo el tema de la adoración. A esto el Señor respondió con gracia y habló del gran cambio que estaba siendo introducido en aquel entonces. La mujer se refirió al monte Gerizim donde los samaritanos tenían su falso templo con su imitación de los ritos judíos y recordó al Señor la afirmación judía de que Jerusalén era el lugar donde los hombres debían adorar. A lo que Él respondió: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". (Juan 4: 21-24).

 

Varias cosas deben ser observadas aquí. En primer lugar, el Señor desecha completamente el samaritanismo como falso y malo, — leemos, "Vosotros adoráis lo que no sabéis". En segundo lugar, Él reivindica el judaísmo como inteligente y de Dios, — leemos, "Nosotros adoramos lo que sabemos", etc. Luego Él procede a mostrar que había llegado la hora de desechar ambos para que algo mejor pudiera ser establecido. En el cristianismo no hay lugares santos. Siendo esto tan simple como es ¡comparativamente cuán pocos lo entienden! Reconocer y servir a un lugar santo en la tierra es ahora privar al alma el disfrute de todo lo que es distintivamente cristiano. Lamentablemente, aquí es donde se encuentran la gran mayoría de los que profesan el cristianismo en el día actual, y donde han estado durante siglos.

 

Además, nosotros adoramos al Padre. ¡Qué cercanía y qué afecto implica esto! Estamos ahora en la relación de hijos por la obra de Cristo y podemos elevar el corazón en adoración en la libertad consciente de la filiación. ¿Acaso no es esto infinitamente más elevado y bienaventurado que quejarse de que la carga de nuestros pecados es intolerable, suplicándole que no recuerde contra nosotros nuestras iniquidades y los pecados de nuestros antepasados, y que no esté enojado contra nosotros para siempre? (Salmo 79: 8; Salmo 85: 5). Ciertamente lo es. Pero esto excluye a todos los que no son hijos de Dios. A los tales está destinado el Evangelio; y hasta que sea recibido con fe ninguno de ellos tiene derecho a unirse en la adoración al Padre ni están en condiciones espirituales de hacerlo.

 

El Padre busca adoradores, — ¡precioso pensamiento! Pero Él busca a aquellos que lo adoren en espíritu y en verdad. Esto implica que el hombre interior está ocupado bajo la guía del Espíritu Santo y que Su verdad es conocida y controla el alma. Esto está en contraste directo con las meras formas, formas que no requieren ni la verdad de Dios ni Su espíritu, y nunca pueden satisfacer Su corazón.

 

Además, el Padre no sólo desea una adoración espiritual (en contraste con la adoración ritual), sino que Su solemne "es necesario" entra, — pues leemos "los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". (Juan 4: 24). Su naturaleza es revelada ahora plenamente; lo que Dios requiere, — lo que conviene a Él, — es manifestado ahora en consecuencia. Los hombres que se presentan ante Él con meros ritos externos Le tratan como si Él fuera una nadería como lo son las deidades de los paganos; pero el cristiano que ha sido llevado a conocerle, en efecto, aquel que ha nacido de Él comprende que sólo la adoración espiritual puede convenir a un Dios como el nuestro. Que siempre nos deleitemos en ofrecerla conforme a Su palabra.

 

La Epístola a los Hebreos nos presenta una línea de verdad completamente diferente. A lo largo de la Epístola el creyente es considerado como estando en el desierto, de paso hacia el reposo de Dios. Sus debilidades son reconocidas y se aduce al sacerdocio de Cristo como ayuda en el camino. En cuanto a la adoración nosotros tenemos libertad de acceso mediante la fe al santuario celestial. Todo esto es muy diferente de la línea de enseñanza de Juan. Allí, tal como hemos visto, la relación familiar es prominente, — somos vistos como hijos adorando al Padre en espíritu y en verdad.

 

Examinemos Hebreos 10: 19-22. El apóstol dice que tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús. Bajo la ley los adoradores no podían entrar a la presencia de Dios. El velo les impedía el paso. Pero ahora no hay ningún impedimento. La obra de Jesús ha satisfecho de tal manera las demandas de Dios que el velo se ha rasgado y el camino al Lugar Santísimo ha sido hecho ahora manifiesto. Además, nuestras conciencias han sido purificadas de modo que podemos estar en paz delante de Él. Nosotros tenemos la seguridad de que el un solo sacrificio de Jesús ha quitado todos nuestros pecados y nos ha hecho perfectos para siempre. (Hebreos 10: 12-14. Su asiento actual a la diestra de Dios es la prueba gloriosa de que el asunto de los pecados ha sido resuelto de una vez para siempre. Si no tuviéramos esta confianza no podríamos adorar. Un hombre que es inseguro y es desdichado en cuanto a su posición ante Dios no está en condiciones de adorar, con independencia de cuán rectos y buenos sean sus deseos.

 

Habiendo sido rasgada la carne de Jesús, — y consumada Su obra, queda abierto el camino a Dios y todo creyente puede acercarse con santa libertad. La "plena certidumbre de fe" glorifica realmente a Dios no obstante lo que algunos puedan pensar. Nosotros nos encontramos casualmente con aquellos que no tienen certidumbre alguna acerca de nada y que piensan que ello es una condición cristiana correcta y apropiada. Lejos esté el pensamiento. Si algo dependiera de nosotros mismos bien podríamos estar llenos de temor y temblor; pero conociendo que todos nuestros privilegios cristianos están fundamentados en la obra del Señor Jesús no nos atrevemos a deshonrarle albergando una duda.

 

Sin embargo, nosotros hacemos bien en recordar nuestra imperfecta condición actual. Ser "perfectos en cuanto a la conciencia" (Hebreos 9: 9) no es necesariamente ser perfecto en todos los demás sentidos. De hecho, mientras estemos en el cuerpo todo servicio no estará a la altura del estándar de Dios y de nuestros propios deseos. Yo no hablo ahora de pecado positivo sino de la deficiencia debida a nuestras debilidades. El sacerdocio de Cristo viene aquí en nuestra ayuda. Leemos, "Teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios", por medio de Él todos nuestros sacrificios espirituales se elevan a Dios de manera aceptable. Él los presenta a Dios por nosotros acompañados de toda la excelencia y fragancia de Su siempre benditas Persona y obra. ¡Qué consuelo para nuestros corazones! ¿Quién es aquel que no ha sentido la verdad de las palabras: «Débil es el esfuerzo de mi corazón, y frío mi más cálido pensamiento»? ¡Cuán dependientes somos de Él, no sólo para nuestra necesidad general en el desierto sino incluso en el más elevado servicio posible de nuestros corazones renovados!

 

En el versículo 22 tenemos una importante alusión a la instalación de los sacerdotes Aarónicos. "Teniendo los corazones rociados, para limpiarnos de una mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura", Hebreos 2: 22 – VM) nos recuerda la aspersión de la sangre del sacrificio y el lavamiento a la puerta del tabernáculo de reunión, véase Levítico 8: 6-24. Esto último es un tipo del nuevo nacimiento, sin el cual nadie puede servir al Dios vivo y verdadero; lo primero es la señal de que estamos limpios a Sus ojos y de que ningún pecado puede sernos imputado.

 

Tal es, en resumen, nuestra posición cristiana, pero ¡cuán poco es entendida por muchos! Cuando Pablo escribía las almas ellas eran tardas para captar la bienaventuranza del nuevo orden que Cristo había introducido, y eso era debido al poder cegador de los antiguos prejuicios religiosos; y lo mismo explica las tinieblas que cubren muchas mentes hoy en día. Sistemas terrenales han sido erigidos a imitación de un judaísmo juzgado, y la tendencia de todos ellos es mantener el alma más o menos a distancia de Dios. Que Él establezca nuestras almas más completamente en Su gracia y Su verdad.

 

W. W. Fereday

 

Traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.- Octubre 2024.

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
CHRISTIAN WOESHIP, by W. W. Fereday
Traducido con permiso
Publicado por:

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