TODA
LA ARMADURA DE DIOS
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60).
De Revistas: An
Outline of Sound Words : Volúmenes 91 – 98
Como cristianos
nosotros hemos sido llamados por Dios a disfrutar las divinas bendiciones espirituales que Él nos ha dado en Cristo,
a andar como es digno del llamamiento con que Él nos ha llamado y, tal como Pablo exhortó a Timoteo, a sufrir
penalidades como buenos soldados de Jesucristo. (2ª Timoteo 2: 3). El conflicto no puede ser evitado si nosotros somos
fieles a Dios, pero Él ha provisto la armadura necesaria para esta contienda espiritual. Él nos ha dado "las
armas de la luz" para protegernos de "las obras de las tinieblas" (Romanos 13: 12) mientras atravesamos un
mundo de tinieblas, y las "armas de justicia" para protegernos de la injusticia que abunda por todas partes. (2ª
Corintios 6: 7).
En la Epístola
a los Efesios, donde el cristiano es visto como bendecido "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales
en Cristo", el conflicto es mostrado como no siendo "contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".
(Efesios 1: 3; Efesios 6: 12). Puede parecer extraño que un hombre de naturaleza valiente como Simón Pedro abandonara
a su Maestro en la hora de Su necesidad, y que todos los demás discípulos abandonasen a Jesús y huyeran
cuando Él fue apresado por la banda enviada de parte de los principales sacerdotes. Debe ser evidente que ellos se
dieron cuenta de que sus enemigos no eran simplemente de carne y sangre sino que se enfrentaban a los poderes de las tinieblas
para los cuales no eran rivales. Aparentemente fue una criada la que provocó la caída de Simón Pedro,
pero detrás de las acciones de la criada estaba el poder de Satanás.
En nuestras propias
fuerzas nosotros, al igual que Pedro, somos incapaces de desafiar a los poderes de las tinieblas, pero Dios ha provisto para
nosotros la armadura que nos permitirá estar firmes por Él en el día malo. Nosotros debemos aprender
a no ser fuertes en nosotros mismos sino a fortalecernos en el Señor y en el poder de Su fuerza. (Efesios 6: 10). El
Señor se enfrentó y venció al enemigo en todo su poder, y si nosotros nos fortalecemos en Él,
como dándonos cuenta de que Él ha triunfado y de que el poder de Su fuerza está a nuestra disposición,
no temeremos a un enemigo que Él ha derrotado.
Jericó
era probablemente la ciudad más sólidamente fortificada de todas las ciudades de Canaán, y sin embargo
cayó antes que Israel ni siquiera hubiera asestado un golpe. Josué se había encontrado con el Ángel
del Señor con una espada desenvainada en Su mano (Josué 5: 13-15), y mientras Israel se fortaleció en
Él y en el poder de Su fuerza ellos fueron victoriosos. La ciudad de Hai no debía ser comparada con Jericó
en cuanto a fortaleza, y sin consultar a Jehová Israel pensó que podría ser fácilmente tomada.
Pronto descubrieron ellos que su propia fuerza era insuficiente para vencer incluso a una ciudad tan pequeña. Nosotros
tenemos que aprender como ellos que "separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5) y, con Pablo,
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". (Filipenses 4: 13).
Nosotros debemos
vestirnos de toda la armadura de Dios, no para resistir el poder de Satanás pues su poder fue quebrantado por Jesús
en la cruz, sino para "estar firmes contra las asechanzas del diablo". (Efesios 6: 11). Nuestro enemigo es sutil
y ha tenido una larga experiencia. Él provocó la caída del hombre seduciendo a Eva con sus asechanzas.
Israel, por no velar y por no haber consultado a Jehová, fue seducido a hacer alianza con los gabaonitas. (Josué
9).
Nuestro vigilante
adversario trata siempre de impedir que entremos en el disfrute práctico de la herencia que Dios nos ha dado en Cristo
y procura angustiarnos con sus asechanzas y sus dardos de fuego. Mientras estemos en este mundo necesitaremos toda la armadura
de Dios, porque el día malo durará hasta que el Señor venga a quitar todo mal. Nosotros no podemos resistir
los ataques del enemigo con ninguna otra armadura que aquella que Dios nos proporciona, e intentar hacerlo es invitar al fracaso.
Pablo, al escribir a los corintios, dijo: "Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas". (2ª
Corintios 10: 3, 4).
En primer lugar,
debemos permanecer en la armadura de Dios resistiendo el asalto del enemigo. Entonces, habiendo hecho todo, habiendo dado
un paso adelante para poseer lo que Dios nos ha dado, debemos permanecer firmemente en posesión, porque si no velamos
el momento del triunfo puede ser el momento de la derrota.
Hay siete partes
de "toda la armadura de Dios" y no podemos prescindir de ninguna parte. Si nosotros tratamos de resistir con alguna
parte faltante el enemigo vigilante lo descubrirá rápidamente, se aprovechará de nuestra debilidad y
nos derrotará fácilmente.
"Ceñidos
vuestros lomos con la verdad". (Efesios 6: 14).
Cuando David fue
reprochado por su pecado él habló a Dios diciendo: "He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo".
(Salmo 51: 6). Él no había ceñido los lomos con la verdad y el enemigo de Dios y de Su pueblo aprovechó
la debilidad de David para deshonrar el santo Nombre de Jehová. Es sólo cuando la Palabra de Dios ocupa el lugar
que le corresponde en nuestras almas, sólo cuando Cristo habita en nuestros corazones por medio de la fe que nosotros
tendremos los lomos ceñidos con la verdad. Un corazón fiel sólo piensa de qué manera la vida afecta
la honra del Nombre del Señor. Si tenemos cualquier otro motivo que no sea Cristo para cualquier palabra o acción,
los lomos no están ceñidos con la verdad. Pablo tuvo que resistir a Pedro cara a cara porque él estaba
influenciado por los que venían de parte de Jacobo en vez de estar influenciado por la verdad de Dios. (Gálatas
2: 11-14). Muchas cosas pueden venir a desplazar la verdad en lo íntimo. El amor de este mundo actual desplazó
la verdad en el corazón de Demas resultando en que él desamparó a uno que defendía la verdad.
(2ª Timoteo 4: 10). Al orar al Padre por Sus discípulos el Señor dijo: "Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad". (Juan 17: 17). Con la palabra del Padre en nosotros, Cristo será el motivo de la
vida y la verdad llenará lo íntimo, los manantiales que dan carácter a todo pensamiento y movimiento
interiores y a toda actividad exterior.
"Vestidos
con la coraza de justicia".
Esta coraza asegura
que el corazón no tendrá una conciencia acusadora. Si nosotros hacemos algo que no es justo ante Dios tenemos
una mala conciencia de la cual el enemigo no tarda en sacar provecho. Himeneo y Alejandro desecharon una buena conciencia
naufragando en cuanto a la fe. (1ª Timoteo 1: 18-20). Estos son ejemplos de hombres que, por así decirlo, se deshicieron
de la coraza de justicia. Nosotros podemos adquirir una mala conciencia en asuntos muy pequeños que si no son juzgados
y confesados rápidamente a Dios nos estorbarán grandemente en el conflicto al que Dios nos ha llamado.
"Calzados
los pies con el apresto del evangelio de la paz". (Efesios 6: |15).
Es un bienaventurado
privilegio llevar con nosotros, dondequiera que vayamos, el maravilloso mensaje del Evangelio de la paz. Este es un privilegio
que Dios ha dado a todos Sus santos; no es la prerrogativa del predicador aunque él tiene su privilegio especial en
relación con el testimonio de Dios. Este apresto (o alegre prontitud para propagar el evangelio) no es sólo
para que hablemos la palabra del Evangelio de la paz, sino para que cada uno de nuestros pasos esté caracterizado por
la paz que es coherente con el Evangelio. El Evangelio no sólo nos trae la paz con Dios sino una vida que honra a Dios
y en la que están todas las hermosas características exhibidas aquí en Cristo en Su Humanidad.
Uno de los requisitos
de un obispo presentado en 1ª Timoteo 3: 3 es no ser "pendenciero". La pendencia (o contienda, riña
de palabras o de obras) es totalmente contradictoria con el cristianismo, al igual que cualquier otro rasgo que deshonraría
el Nombre del Señor ante el mundo o provocaría inquietud entre los santos de Dios. Nuestro Dios es un Dios de
paz y una de las siete cosas que Él aborrece es "el que siembra discordia entre hermanos". (Proverbios 6:
19).
Antes que el Evangelio
llegara a nosotros, como pecadores de los gentiles estábamos sin Dios, y no conocíamos "el camino de paz".
Pero ahora el Evangelio ha provisto calzado para nuestros pies, no sólo calzado de privilegio para la casa de Dios,
como los que le fue dado al Pródigo que regresó, sino calzado de paz para el conflicto. En la antigüedad
fue escrito acerca de la sabiduría: "Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". (Proverbios
3: 17). Esta es la senda en que estamos llamados a andar y que es tan contraria a la del hombre natural.
Los pasos del
bendito Señor Jesús estuvieron siempre marcados por la paz, incluso cuando se encontró con Satanás,
fuese ello en el desierto o en la cruz, e incluso cuando se encontró con aquellos a quienes Satanás utilizó,
fuesen ellos líderes religiosos o políticos procurando obstaculizar Su obra para Su Dios y Padre.
La exhortación
a seguir "la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12: 14) fue escrita
a aquellos que habían recibido el Evangelio de la paz. Al contender por la fe, ya sea por sus fundamentos o por su
superestructura, nosotros no debemos estar caracterizados por un espíritu contencioso que pertenece a la carne sino
por el Espíritu de Aquel que dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy". (Juan 14: 27). Para el hombre del mundo
y para el cristiano no instruido ello será un enigma que sólo aquellos cuyos pies están calzados con
la paz pueden esperar permanecer por Dios en el conflicto espiritual del cristianismo. Pablo, ante los líderes de Israel,
ante Félix, Festo y el rey Agripa, exhibió los mismos rasgos pacíficos que Su Señor y Maestro
exhibió ante los principales sacerdotes, Herodes y Pilato. Con el Señor todo fue perfección; Él
nunca pronunció una amenaza ni profirió una palabra airada en presencia de todos sus falsos acusadores, aunque
una palabra de Su boca podría haber arrastrado a todos a la perdición.
En su primera
epístola a Timoteo el apóstol Pablo escribe: "El propósito de este mandamiento es el amor nacido
de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida". (1ª Timoteo 1: 5). ¿Acaso no encontramos
tres partes de la armadura de Dios en este pasaje? ¿No son los lomos ceñidos con la verdad "un corazón
limpio", la coraza de justicia una "buena conciencia", y el escudo de la fe una "fe no fingida"?
"Sobre
todo, tomad el escudo de la fe". (Efesios 6: 16).
Este escudo divino
es para protegernos contra los dardos de fuego del maligno que pretenden angustiar al cristiano y destruir su disfrute de
las bendiciones de Dios. Si nosotros no estamos disfrutando las bendiciones de Dios habrá poco testimonio para Cristo
en nuestras vidas, y Satanás habrá tenido éxito en su ataque. Dardos de fuego son enviados para herir
y quemar en el alma del creyente; pueden ser dardos de duda e incredulidad, o de enseñanzas que son erróneas
y deshonrosas para Cristo.
Todo lo que se
requiere de nosotros cuando el enemigo está lanzando sus dardos de fuego es poner a Dios entre el enemigo y nosotros
porque el enemigo no es rival para Dios. La fe dice con toda sencillez: "Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros?" (Romanos 8: 31). Cuando David se enfrentó al desafío de Goliat su fe reconoció
que al desafiar a Israel el gigante estaba desafiando al Dios vivo, y fue esto lo que permitió a David vencerlo. Nosotros
vemos el escudo de la fe usado por el rey Asa cuando Zera el etíope con sus hordas vino contra él. (2º
libro de Crónicas 14: 11). Este incomparable escudo también fue utilizado por el rey Ezequías cuando
se enfrentó a las palabras ardientes del rey de Asiria. (2º Libro de Crónicas 32: 8).
Cuando Pablo escribió
a Timoteo acerca de la "fe no fingida" él habló desde su larga experiencia como "buen soldado
de Jesucristo". A los gálatas les había escrito: "Vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó
y se entregó a sí mismo por mí". (Gálatas 2: 20) . Este es uno de los secretos del exitoso
batallar del apóstol quien al final de su largo servicio a su Maestro pudo decir: "He guardado la fe". (2ª
Timoteo 4: 7). El escudo de la fe lo había protegido en muchos conflictos y él lo utilizó hasta el final.
"Tomad
el yelmo de la salvación". (Efesios 6: 17).
Cuando nuestros
pensamientos están ocupados con la salvación de Dios el corazón y la mente son guardados contra todo
pensamiento que pudiera perturbar y producir sentimientos de incertidumbre. En el capítulo 2 de la epístola
de Pablo a los Efesios se nos enseña: "Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues
es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". (Efesios 2: 8, 9). Hay muchos cristianos que viven constantemente
con dudas y temores respecto a su salvación sin haber aprendido nunca correctamente que Dios "nos salvó"
y que nuestra salvación depende enteramente de la obra de Cristo y de la gracia soberana de Dios. Los tales nunca entran
en la posesión actual de lo que Dios nos ha dado en Cristo; sus vidas son vividas en miserable incertidumbre por no
descansar con sencillez en el valor de la preciosa sangre de Cristo y en la verdad de la santa palabra de Dios. El yelmo de
la salvación trae un estado de sosiego porque el alma descansa en lo que Cristo es y ha hecho, no en sus vanos esfuerzos.
Los santos tesalonicenses
no habían sido enseñados en la verdad de la venida del Señor y esta carencia había sido utilizada
por el enemigo para angustiarlos. El apóstol Pablo les dice que tuviesen "la esperanza de salvación como
yelmo", la salvación plena que iba a ser obtenida en la venida de nuestro Señor Jesús: "Porque
no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió
por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él". (1ª Tesalonicenses
5: 8-10).
"La
espada del Espíritu".
La espada no es
sólo un arma defensiva; puede ser utilizada para hacer huir al enemigo. Tal es "la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios". (Efesios 6: 17). ¿Acaso no tenemos el ejemplo supremo de esta espada divina esgrimida
cuando el bendito Señor enfrentó los asaltos de Satanás con las palabras: "Escrito está"?
(Lucas 4: 1-12). No es suficiente citar la Escritura cuando se enfrenta al enemigo; nosotros debemos enfrentarlo con la Escritura
escogida por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Para ello debemos estar instruidos en las Escrituras y bajo el
control del Espíritu Santo. Satanás citó la Escritura cuando atacó al Señor pero el Señor
lo enfrentó con otra Escritura que era la espada del Espíritu, y Satanás no tuvo respuesta a esto.
En sus muchos
conflictos el apóstol Pablo utilizó a menudo la espada del Espíritu, pero incluso en un siervo tan notable
no hubo la perfección vista en su Maestro. Cuando el sumo sacerdote ordenó a los que estaban allí que
golpeasen a Pablo, éste respondió con justa ira: "¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!".
Esto no fue usar la espada del Espíritu aunque fue enfrentar una acción improcedente con justa indignación.
El apóstol agraviado no estuvo en aquel entonces en el espíritu de Su Maestro quien en circunstancias similares
no mostró la más mínima ira. De hecho, Pablo tiene que volver la espada del Espíritu contra sus
propias palabras precipitadas diciendo: "Escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo".
(Hechos 23: 1-5).
"Orando
en todo tiempo… en el Espíritu".
La séptima
y última parte de la armadura es la oración: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica
en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos". (Efesios 6: 18).
Si nuestro uso de la Palabra de Dios ha de estar bajo el control del Espíritu de Dios nuestras oraciones también
han de ser "en el Espíritu". La oración es la expresión de nuestra dependencia y de nuestra
confianza en Dios y esta actitud debe caracterizarnos en todo tiempo. Toda oración, oración de todo tipo, abarcará
todo el campo de los intereses de Dios en este mundo, aunque poco sepamos de lo que realmente ocurre entre los muchos miles
del pueblo de Dios.
En tiempos de
prueba especial habrá peticiones especiales tanto para los santos como para los siervos del Señor, aunque nosotros
siempre debemos tener presente que todos los santos son muy importantes para el corazón de Cristo y que nosotros estamos
unidos a todos en la unidad del cuerpo de Cristo. El apóstol desea aquí las oraciones de los santos en relación
con el ministerio especial confiado a él por el Señor Jesús. Nuestro bendito Señor no sólo
nos ha mostrado cómo esgrimir la espada del Espíritu en el conflicto sino que nos ha dado el ejemplo perfecto
de dependencia de Dios pues leemos acerca de Él en el huerto de Getsemaní: "Y estando en agonía,
oraba más intensamente". (Lucas 22: 44).
El día
malo terminará pronto porque el Señor viene para llevarnos a estar para siempre con Él. Entonces ya no
habrá necesidad de entrar en conflicto con las fuerzas espirituales que procuran impedir que entremos en las bendiciones
espirituales que Dios nos ha dado en los lugares celestiales en Cristo, y que se esfuerzan por privarnos del privilegio de
ser leales a Cristo durante el tiempo de Su ausencia de este mundo. Pero no podemos estar por Cristo a menos que tomemos cada
parte de la armadura divina dándonos cuenta de que toda la fuerza para este conflicto está sólo en el
Señor Jesucristo.
Traducido del Inglés al Español
por: B.R.C.O.- Octubre 2024.