TEMAS DIFÍCILES
De: Las Santas Escrituras: Breves notas acerca de su
inspiración, preservación e interpretación Por: Nicolas Simon
Todas las citas bíblicas
se encierran
entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas
dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que
pueden ser consultadas al final del escrito.
Contenido:
-. Introducción
-. Creación
-. El Diluvio
-. Juicio, la Extraña Obra de Dios
-. La Deidad de Cristo
-. Israel y la Iglesia
-. Conclusión
* * *
Introducción
Para
completar nuestra reseña de las Santas Escrituras dirigiremos nuestra
atención a algunas de las dificultades que surgen, ya sea con nosotros mismos o
con otra persona, cuando procuramos entender o explicar la Palabra de Dios. La
naturaleza de la dificultad no es la misma en cada caso, — ni con el tema ni con
la persona. En algunos casos se trata principalmente de una cuestión de fe.
¿Aceptamos nosotros a Dios por Su palabra o cedemos a la interpretación que el
hombre hace de este mundo? Otras dificultades son obra de la propia
cristiandad. Dos mil años de escombros se han amontonado sobre el fundamento
establecido por los Apóstoles. En el siglo XVI brilló una luz resplandeciente y
la verdad de la salvación sólo por medio de la fe y no por obras fue predicada.
(Efesios 2: 8, 9). Sin embargo, no fue hasta principios del siglo XIX cuando el
verdadero carácter y la esperanza de la Iglesia fueron reconocidos una vez más
y puestos en práctica. Con la posición celestial de la Iglesia restaurada fueron
reconocidas las promesas de Dios a Su pueblo terrenal, Israel. Esto abrió el
camino para la interpretación de las Escrituras proféticas sin privarlas de su
verdadero significado. Sin embargo, siglos de errónea interpretación son
difíciles de superar y el legado de esta interpretación errónea afecta todavía al
mayor porcentaje de la cristiandad. Y sin embargo, "¿Qué tiene que ver la
paja con el trigo?" (Jeremías 23: 28). Un niño hambriento sabe que el pan
es alimento para el cuerpo; aun así, la verdad de la Escritura será recibida
por el hijo de Dios que tiene hambre de ella.
Los
diversos temas que siguen a continuación de ninguna manera abarcan toda
la gama de tales dificultades. Por otra parte, ellas no serán abordadas tan
adecuadamente como algunos esperarían. Ninguno de los pensamientos presentados
es nuevo. Todos dichos temas han sido tratados con mayor profundidad en otra
parte. Si un alma ansiosa tiene dudas persistentes o preguntas que van más allá
del alcance de este libro, el ministerio escrito y minuciosas exposiciones
están disponibles.
Creación
Si nosotros damos crédito a lo que dice la ciencia moderna o al menos
escuchamos con cierta aprobación lo dicho por ella, el relato de la creación de
Génesis es irrelevante. Peor que eso pues la ciencia afirma haber contradicho
completamente el primer libro de la Biblia. Aunque puede parecer una
opinión moderna esto no es tan nuevo. Aunque la publicación de Darwin, «El
origen de las especies por medio de la selección natural», publicada en
1859, fue el impulso para un debate muy
renovado, Darwin no estaba solo en sus pensamientos. Mucho antes que él
Aristóteles defendía la idea de un cosmos que no tuvo principio. Sin la menor
duda una explicación del origen de la vida que elimina a Dios es la preferida
por el hombre. Yo no deseo discutir las teorías de la ciencia ni intentar
refutarlas, — mucho ha sido escrito acerca del tema por aquellos más capaces
que yo. Consideremos más bien lo que dice la Palabra de Dios.
"Por la fe entendemos haber sido
constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue
hecho de lo que no se veía". (Epístola a los Hebreos 11: 3). En el
undécimo capítulo de la epístola a los Hebreos, el capítulo de la fe, tenemos
descritas las vidas de hombres y mujeres del Antiguo Testamento cuyas vidas
exhibieron fe. Por lo tanto, es notable que el versículo que encabeza la lista nos
concierna. Sí, es por medio de la fe que nosotros entendemos. No hay forma de
evitar este versículo. No podemos esperar entender la fe de los patriarcas y
mucho menos vivir la misma fe a menos que primero tengamos la fe para creer el
relato de la creación de Dios. A pesar de todos los avances científicos en el
conocimiento nosotros no conocemos el origen del universo o de la vida.
Es
difícil evadir los seis días de la creación Adámica. El cuarto
mandamiento lo recuerda: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y
la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el
séptimo día"; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó".
(Éxodo 20: 11). La institución del día de reposo judío tiene poco sentido a
menos que los días de los que se habla en Génesis sean literales. Por otra
parte, el relato en Génesis es bastante explícito: "Y hubo tarde y hubo
mañana el día primero… Y hubo tarde y hubo mañana el
día segundo". (Génesis 1: 5, 8 – VM). Cuando se usa la expresión "hubo
tarde y hubo mañana", se da a entender un día literal. (Véase Daniel 8: 14).
No obstante quisiera llamar a poner nuestra atención en Génesis 1: 1:
"En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Yo no creo que
esto es un resumen de lo que sigue en los capítulos uno y dos. Yo creo que es
una declaración en el tiempo anterior a los acontecimientos revelados en estos
capítulos, — posiblemente billones de años antes. La condición de la tierra
inmediatamente anterior a los seis días es presentada en el versículo dos donde
leemos que estaba "desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la
faz del abismo". (Génesis 1: 2). Algo ocurrió entre los versículos uno y
dos. La creación que conocemos y en la que Adán y Eva fueron colocados es
presentada en el resto del capítulo. Sin embargo, hay poderosas objeciones a
esta interpretación especialmente entre los cristianos evangélicos del día
actual. Existe incluso la sugerencia de que ¡uno está abandonando la verdad de
la Escritura! No obstante, muy ciertamente esta no es una interpretación nueva,
— durante mucho tiempo se sostuvo que esta interpretación es la verdad de estos
versículos. En el siglo XIX William Kelly escribió: «En resumen, la porción
que ha sido leída
presenta dos grandes
hechos, a saber, la
creación al principio aparte de esas medidas de tiempo que pertenecen a la
condición actual de los cielos y la tierra; y en segundo lugar la introducción
del curso
común del tiempo cuando Dios empréndela preparación de una morada inmediata
para el hombre en la
tierra». Más adelante y
en el mismo artículo él escribe: «Consecuentemente la idea común de situar la creación del mundo
hace unos seis mil años es meramente un craso error. La
Biblia no es en modo alguno responsable de ello. ¿Dónde dice eso la Escritura,
o algo que se le parezca?»
(William Kelly en su escrito: La Creación) Al reducir toda la historia del tiempo
a los seis mil años de la creación
adámica los cristianos han creado un conflicto con la evidencia física que no
existe en la Palabra de Dios. Sin embargo, esto que expongo no es acerca de
proporcionar tiempo para a una explicación evolucionista de la vida ni a ningún
otro despropósito por el estilo. Hay una brecha entre los versículos uno y dos
en Génesis capítulo 1 porque esto es lo que la Escritura nos dice.
Consideremos en primer lugar la
expresión utilizada para describir la condición de la tierra en el versículo
dos: "desordenada y vacía". Desordenada (la palabra hebrea es tóju)
describe lo que está asolado, una desolación. Por otra parte la palabra
"vacía" (bojú en hebreo) significa vacuidad. La primera de estas dos
palabras (tóju) aparece un puñado de veces en el Antiguo Testamento. Uno puede
considerar su uso y ver que está traducida como: "yermo"
(Deuteronomio 32: 10) , "asolada" (Jeremías 4: 23), "caos"
(Isaías 24: 10 - RVA) , — todo lo cual concuerda con nuestra definición
anterior. Sin embargo, la segunda palabra sólo es usada tres veces, — : en
Génesis, en Isaías (Isaías 34: 11 (donde está traducida como "asolamiento"),
y en Jeremías 4: 23 (donde está traducida como "vacía"). Veamos la
referencia en Jeremías: "Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y
vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz". (Jeremías 4: 23). Este
versículo describe la destrucción que abrumaría a Jerusalén. "Quebrantamiento
sobre quebrantamiento es anunciado; porque toda la tierra es destruida".
(Jeremías 4: 20). La devastación sería tan grande que en Jeremías 4: 23 el
Espíritu de Dios evoca la condición (tóju y bojú) que es encontrada en Génesis
1: 2. Esa exacta expresión utilizada para describir la escena de caos y tinieblas
tanto tiempo antes es utilizada por Jeremías para representar los resultados
del juicio venidero. ¿Es apropiada esta descripción de un mundo recién creado?
Esto es aún más sorprendente cuando uno contrasta el versículo en Jeremías con
otro en Isaías: "Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios,
el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano,
para que fuese habitada la creó". (Isaías 45: 18). La expresión "no
la creó en vano" utiliza la palabra hebrea tóju, — vano, o como
puede ser traducida, "desolada" (LBA). De hecho otras
traducciones de este versículo utilizan las palabras: caótica (BJ), vacía
(RVA), "para yermo" (NC), "para nada" (RV1865).
No, Dios no la creó en este estado.
Los versículos que he citado son
usualmente descartados como siendo ellos irrelevantes y se dice que ellos han
sido sacados fuera de contexto, pero eso no es cierto. En ambos casos el
Espíritu de Dios alude a Génesis 1: 1, 2 para decir algo importante; algo que carece
de sentido si estos versículos describen otra cosa y no una tierra corrompida
de su estado original creado. Nosotros encontramos un uso similar en la segunda
epístola de Pablo a los Corintios: "Porque Dios, que mandó que de las
tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo". (2ª Corintios 4: 6). Dios ha hecho resplandecer la luz de Su evangelio
en las tinieblas de nuestros corazones. ¿Acaso creó Dios el corazón del hombre
en tinieblas? Absolutamente no; el hombre cayó en ese estado a causa del
pecado. Este versículo tiene sentido porque Dios también hizo que la luz
penetrara las tinieblas que envolvían una tierra devastada, — una tierra que no
estaba en su gloria original de creación.
Si Dios no creó la tierra en este
estado, ¿cómo llegó ella a estar en esta condición, — una condición aplicable a
una escena de destrucción? Esto no se nos dice. ¿Podría esto haber estado
relacionado con la caída de Satanás? Posiblemente. Ezequiel 28: 12-19 nos
presenta un vislumbre de la vida de Satanás: "Perfecto eras en todos tus
caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad".
(Ezequiel 28: 15). El hecho de que los ángeles (seres creados) existían en el
momento de la creación adámica es evidente al leer en el libro de Job, "¿Dónde
estabas tú cuando yo fundaba la tierra? ... Cuando alababan todas las estrellas
del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?" (Job 38: 4,
7). Evidentemente hay un trasfondo del cual no tenemos conocimiento. Dios sólo
nos ha dado esos detalles en Génesis 1 y 2 que son relevantes para Sus
propósitos; Él no nos ha dado un relato para satisfacer nuestra curiosidad
intelectual. Al leer en las Escrituras lo que no está allí el hombre ha hecho
afirmaciones audaces en los ámbitos de la ciencia que han demostrado ser completamente
falsas, — por ejemplo, la opinión acerca del sistema solar teniendo la tierra
como su centro.
Romanos 5: 12 es presentado
habitualmente como refutación de estas cosas: "Por tanto, como el pecado
entró en el mundo por un hombre". El argumento insiste en que la
corrupción y la devastación no podían haber existido antes del pecado de Adán.
Y sin embargo, ¿dónde está el error al interpretar que éste es el mundo Adámico?
Desde Génesis 1: 3 hasta el final del capítulo tenemos seis días en los cuales
Dios preparó un mundo no estropeado por el pecado perfectamente adecuado para
Adán y Eva. "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno
en gran manera". (Génesis 1: 31). Es a este mundo donde Adán trajo el
pecado y como consecuencia, la muerte.
Hay que observar también que en
el primer capítulo se hace una diferencia entre las cosas que Dios creó
y las cosas que Él hizo. Un edificador no crea sino que él hace, — él toma
materias primas y edifica algo. En el primer capítulo de Génesis nosotros ciertamente
encontramos a Dios creando: "Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y
todo ser viviente que se mueve". (versículo 21). Sin embargo, Él también
organizó cosas, — por ejemplo, juntando las aguas en un lugar (versículo 9), — y
Él también hizo cosas: "E hizo Dios la expansión". (versículo 7). La
diferencia entre estas dos palabras, — a saber, crear y hacer, — es
comúnmente negada; pero si no hay diferencia entonces, ¿por qué el Espíritu de
Dios las usa juntas al final de los seis días? Leemos, "Y bendijo Dios el
séptimo día y lo santificó, porque en él descansó Dios de toda la obra que
había creado (bara) y hecho (asá)". (Génesis 2: 3 – LBA, KJV,
NC, RV1602P, VM). Esta última expresión no tiene
sentido si las palabras significan sustancialmente lo mismo. Observen ustedes
también que en el versículo presentado anteriormente en conexión con el reposo
de Dios en el séptimo día no dice que Dios creó los cielos y la tierra
sino que Él hizo: "Porque en seis días hizo (asá) Jehová los
cielos y la tierra". (Éxodo 20: 11). Del mismo modo el escritor a los
Hebreos utiliza la palabra griega "katartízo" traducida como "constituido":
"Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la
palabra de Dios" (Hebreos 11: 3). Mateo y Marcos utilizan esta misma
palabra para describir el remiendo de las redes. (Mateo 4: 21; Marcos 1:
19). También ha sido traducida como: perfeccionar (Mateo 21: 16; Lucas 6: 40), preparar
(Romanos 9: 22), completar (1ª Tesalonicenses 3: 10), restaurar (Gálatas 6: 1),
hacer apto (Hebreos 13: 21).
Me gustaría apartarme por un
momento de mi intención anterior y considerar un poco de ciencia. A mediados
del siglo XX los astrofísicos que trabajaban con la teoría de la relatividad
general de Einstein descubrieron que el tiempo y el espacio parecían tener un
principio definido. Esto fue bastante sorprendente y en realidad no fue aceptado
fácilmente. Esta teoría ha sido denominada popularmente, aunque de forma
incorrecta, con el nombre de Big Bang o Gran Explosión. Una explosión
implica la existencia de algo que explota y esta es una falsa caracterización
pues para empezar no existía la materia, no había nada que explotara y
ciertamente, ¡no hubo explosión! Lo que debe ser entendido es que el tiempo y
el espacio, la materia y la energía, llegaron a existir abruptamente. Uno no
puede ni siquiera pensar en el universo expandiéndose en el espacio ya que el
espacio no existía antes de este acontecimiento. La aparición del espacio fue
simultánea en todas partes del universo. Yo no quiero sugerir que esta teoría
corresponde a la creación Bíblica del universo. Las teorías científicas
intentan proporcionar un marco para la comprensión de las observaciones
conocidas y predecir la existencia y el comportamiento de lo que aún ha de ser
observado. Ello es el intento del hombre para atar cabos. Dado que las
iniciativas científicas son llevadas a cabo casi universalmente excluyendo a
Dios, los cabos nunca serán atados correctamente y por tanto la imagen será
errónea. Sin embargo, lo sorprendente son las implicaciones de esta teoría.
Algo que tiene un origen, que empieza a existir, debe tener una causa. Los
relojes, por ejemplo, tienen un origen (no son eternos), y puesto que tienen un
origen debe haber una causa, — los relojes no aparecen espontáneamente; hay un
relojero. Si el universo tiene un origen entonces debe haber un Hacedor del
Universo. Uno de los astrofísicos que más contribuyó a la formulación de este
modelo cosmológico fue Stephen Hawking. Sin embargo, desde su trabajo inicial
Hawking ha buscado todas las alternativas posibles para librarse de la
necesidad de un Creador. Él creía que los universos aparecen espontáneamente y
que nosotros nos encontramos aquí por casualidad; no hay Dios y no hay vida
después de la muerte, — conveniente, pero difícilmente lógico y ciertamente no
autoritativo. Incluso cuando la ciencia señala a Dios, el hombre no Le acepta.
El
Diluvio
Yo no deseo decir mucho acerca
del diluvio. Cualquier interpretación que no sea la de una inundación completa
de la tierra es difícil de mantener ante el testimonio Escritural donde leemos,
"Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que
había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos". (Génesis 7: 19).
Las referencias del Nuevo Testamento al diluvio confirman también su
interpretación literal: "la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras
se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron
salvadas por agua". (1ª Pedro 3: 20). "Pues bien, por su propia
voluntad pasan por alto esto: que por la palabra de Dios existían desde tiempos
antiguos los cielos, y la tierra que surgió del agua y fue asentada en medio
del agua. Por esto el mundo de entonces fue destruido, inundado en agua".
(2ª Pedro 3: 5, 6 - RVA). Ciertamente
hay muchas pruebas físicas que concuerdan con un diluvio tal. La existencia de
fósiles tales como troncos de árboles verticales que se extienden a través de
múltiples capas de estratos tanto en yacimientos de carbón como en roca
sedimentaria [véase nota 1], apuntan a una rápida sedimentación consistente con
una inundación.
Nota
1. Estos existen en todo el mundo y comúnmente están asociados a estratos
carboníferos.
No obstante, hay también cosas
que para la mente natural pueden presentar dificultades, — la conservación de
la vida vegetal, tal vez la transferencia de conocimientos desde antes a
después del diluvio, etc. Nosotros podemos extrañarnos ante todas estas cosas. Claramente
el diluvio fue un acontecimiento milagroso pero uno perfectamente dentro del
poder del Dios Creador. Es un grave error suponer que podemos describir
acontecimientos tales como el diluvio o las diez plagas de Egipto únicamente en
términos de fenómenos naturales. Esta parece ser una trampa en la que muchos
cristianos modernos caen. Aquel que creó el mundo también puede hacerlo pasar
por un diluvio. Habiendo dicho esto las cosas que Dios nos ha pedido que
creamos son perfectamente razonables, — no hay nada más uniforme en su tono,
más sobrio en su presentación, que la Palabra de Dios.
No obstante, es útil tener en
cuenta que la Tierra anterior al diluvio era muy diferente de la que hubo
después de él. Por ejemplo, parece que el mundo antediluviano [véase nota 2] era
regado por un vapor: "Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la
tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra
un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra". (Génesis 2: 5, 6).
Nota
2. El periodo anterior al diluvio.
Hay que mencionar también que
además de la lluvia una liberación de agua desde el suelo contribuyó al
diluvio, un acontecimiento que debe haber implicado una importante actividad
tectónica. "El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los
diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande
abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas". (Génesis 7: 11,
12). Otras Escrituras indican un cambio en la geología, la geografía y el clima
durante este tiempo, — la alteración de los cursos de los ríos que fluían desde
el área general de Edén; los cambios climáticos evidentes en el libro de Job;
la aparente ausencia de firmamento y la aparición del arco iris (Génesis 1: 7;
Génesis 2: 10-14; Génesis 9: 13; Job 38: 29, 30). Cuando nosotros consideramos el
mundo que nos rodea, sus continentes, sus cadenas montañosas, etc., no debemos
imaginar que estamos contemplando el mismo paisaje que Adán contempló.
Antes de abandonar este tema
nosotros debemos considerar brevemente el tema de los mitos. Un dicho común hoy
en día afirma que la Biblia no es más que una reiteración de mitos antiguos. No
hay duda alguna de que los mitos del diluvio están muy extendidos abarcando
todos los continentes y muchos pueblos. Uno de los más conocidos es la versión
mesopotámica relatada en el Poema de Gilgamesh, aunque es una reiteración
de una tradición anterior. El 3 de diciembre de 1872, George Smith, un
asiriólogo, leyó ante la Sociedad de Arqueología Bíblica su recién preparada
traducción del relato caldeo del Diluvio Universal del Poema de Gilgamesh. Como
se puede imaginar esto causó bastante sensación. Para los que rechazaban el
relato Bíblico esto era para ellos una evidencia de su origen mítico. Es cierto
que en cuanto a los temas dicha epopeya sigue el relato Bíblico, — un
diluvio para destruir a la humanidad, una barca construida con madera y sellada
con brea, un hombre y su familia salvados, la preservación de los animales, la
liberación de una paloma y un cuervo (el orden está invertido), los sacrificios
que siguieron a continuación. Sin embargo, más allá de esto los relatos están
en marcado contraste.
En lugar de un Dios dolido, — "Y
se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su
corazón" (Génesis 6: 6), — encontramos a los dioses reuniéndose en consejo
secreto y acordando enviar un diluvio para destruir la humanidad. [Véase nota
3].
Nota 3. Poema
de Gilgamesh, Tablilla 11.
Ningún motivo es presentado aunque
los traductores añaden frecuentemente uno. Utnapishtim,
el héroe de la historia, habría perecido con todos los demás de no haber sido
advertido en sueños por el dios Ea, el cual rompió el juramento del secreto. La
barca en sí, igual en largo y ancho, construida en sólo siete días, difiere
significativamente de las dimensiones y de la construcción realistas del arca
de Noé. Por otra parte, leemos acerca de Utnapishtim
proporcionando a los trabajadores carne fresca junto con cerveza, aceite y vino
como agua, ¡como en un día de banquete! Es la historia de dioses caprichosos
infligiendo destrucción sobre la humanidad, una leyenda típica de las
religiones de este mundo. Los dioses de Gilgamesh son tan lujuriosos como los hombres
inicuos a los cuales ellos gobiernan e igual de irritables en sus antojos. Curiosamente,
la búsqueda de Gilgamesh para conocer a Utnapishtim se centra en su deseo de
inmortalidad. Utnapishtim había encontrado la vida eterna y sin embargo el
camino hacia ella se había perdido. Esto refleja el estado del corazón del
hombre.
La existencia generalizada de
mitos acerca del diluvio insinúa un acontecimiento común: una calamidad una vez
universalmente reconocida entre los antiguos. En lugar de debilitar el relato
de Génesis la leyenda caldea sólo sirve para corroborarlo. No obstante, el
hecho de que Dios haya actuado en juicio y que Él podría actuar de nuevo es
rechazado por el hombre: "Quienes habiendo entendido el juicio de Dios,
que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino
que también se complacen con los que las practican". (Romanos 1: 32). A la
manera de los tabloides cotidianos el Poema de Gilgamesh y otras historias
similares presentan la realidad en términos sensacionalistas convirtiéndola de
una lección seria en una historia que satisface el afán del hombre por tales
relatos salaces.
Si nosotros consideramos los
mitos y leyendas de manera más general los temas de la creación, el juicio, la
redención, la inmortalidad, etc., ciertamente aparecen. Pero sugerir que los
relatos Bíblicos surgieron de ellos va contra toda lógica. Los relatos serios y
racionales de las Santas Escrituras contrastan dramáticamente con estos
antiguos mitos. En ellos encontramos al hombre andando a tientas en las
tinieblas de su propia mente procurando la inmortalidad en un mundo habitado
por héroes, dioses y semidioses sujetos a las mismas pasiones y concupiscencias
que él.
Cambiemos ahora de continente y mencionemos
los mitos egipcios en torno a Ra, el dios sol, y la historia de Isis y Osiris.
[Véase nota 4].
Nota
4. Donald Alexander Mackenzie, Mitos y leyendas de Egipto (Un mundo de mitos),
capítulos 1 & 2
El dios egipcio Ra habló al
principio de la creación y ordenó que la tierra y los cielos surgieran de la
desolación de las aguas. Todo lo que él deseó ver llegó a existir. En las aguas
y sobre la tierra seca él creó las criaturas que se mueven. Ra, el creador y
soberano de los dioses llegó a ser el primer rey sobre la Tierra. Él asumió una
forma semejante a la de los hombres y anduvo entre ellos. Como digresión, esto
es muy parecido a la opinión blasfema presentada por Brigham Young [véase nota
5] que hace que Adán sea nuestro dios: «Adán entró en el Jardín de Edén;
entró en él con un cuerpo celestial y trajo consigo a Eva, una de sus esposas.
Ayudó a hacer y a organizar el mundo. ¡Él es Miguel, el arcángel, el Anciano de
Días! De quien los hombres santos han escrito y hablado: Él es nuestro Padre y
nuestro Dios, y el único Dios con quien tenemos que ver». [Véase nota 6].
Nota
5. Presidente de los Santos de los últimos Días (Iglesia Mormona, 1847 – 1877).
Nota
6. Brigham Young, Adán, nuestro Padre y Dios, de: Revista de Discursos.
Sin entrar en detalles, el mito
egipcio de la creación también habla de una serpiente creada por la hechicera
Isis, serpiente que muerde a Ra; y nosotros también encontramos un diluvio
enviado para destruir la humanidad por su desdén hacia el anciano gobernante
Ra.
En otro mito (y tengan ustedes en
cuenta que existen varias reiteraciones del mismo mito) leemos acerca de la
manera en que la deidad egipcia Seth, el cual veía con envidia las buenas obras
de su hermano Osiris, lo asesinó. No se omite la similitud general con la
historia de Caín y Abel. A la postre el cuerpo de Osiris es dividido en catorce
secciones y son arrojadas al río Nilo. Isis recupera las secciones y revoloteando
sobre ellas el aire de sus alas penetra en sus fosas nasales de modo que a él
se le vuelve imbuir vida.
Algunas veces la vida de Osiris es
presentada como ejemplo de muerte y resurrección; el supuesto precursor de los
relatos cristianos. No hace falta decir que la mente humana es capaz de
imaginar extravagantes semejanzas, — y sin embargo, muchos se aferrarán a
semejante despropósito para evitar la verdad. Incluso si tomamos esta acusación
y la consideramos basada en los hechos, ella es bastante irracional. Osiris
permaneció firmemente más allá del reino de los vivos y llegó a ser el juez y el
rey de los muertos. Los ritos funerarios egipcios se basaban en esta leyenda;
la historia se volvía a representar para que a los muertos se les pudiera
imbuir vitalidad y pasaran a la sala del juicio y desde allí al paraíso. Ciertamente
ésta no es la resurrección que nosotros, como cristianos, entendemos y
esperamos.
A los revisionistas modernos les
encanta juntar secciones de mitos a menudo sin relación entre sí y volver a
contarlos utilizando fraseología Bíblica. De estas historias reconstruidas
ellos sacan, como de la chistera del mago, una interpretación pseudoescritural.
Sin embargo, todo ha sido al revés; es el hombre quien ha tomado prestado de
las Escrituras y no al contrario. Por lo tanto, no debe sorprendernos el hecho
de encontrar semejanzas. Estas historias son una corrupción y una nueva versión
del conocimiento que una vez fue conocido por el hombre pero que él eligió
rechazar: "Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los
entregó a una mente reprobada". (Romanos 1: 28). Mucho de esto subyace en
la reciente antigüedad concedida a las Escrituras en contraste con la gran
antigüedad atribuida a los mitos de Babilonia y Egipto. Una fuente cita los
libros de Moisés como que ¡datan del periodo persa! La fuente y la transmisión
de los textos del Antiguo Testamento ya han sido tratadas en la primera sección
de este libro y no diré nada más al respecto en este momento, — excepto
reafirmar la autenticidad y la gran antigüedad de los libros de Moisés.
La interpretación moderna también
está viciada por la suposición general de que el hombre está mejorando; que los
turbios mitos de antaño fueron refinados en los elegantes relatos Bíblicos que
ahora han dado paso al conocimiento científico. Uno ve en ello el principio de
la evolución aplicado ampliamente en todo el pensamiento del hombre. Por el
contrario, el hombre ha caído. Desde la creación de Adán hasta el diluvio vemos
al hombre hundiéndose en completas inmoralidad y corrupción. Después del
diluvio, vemos nuevamente una decadencia, detenida por un momento en una nación
apartada para Dios, Israel. La luz del cristianismo elevó el estado de aquellas
naciones donde se le permitió penetrar, pero así como vemos el rápido abandono
de todas las cosas relacionadas con el cristianismo, nosotros vemos también un
retorno a la anterior condición depravada de las cosas: "Mas como en los
días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre". (Mateo 24: 37).
"Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, jactanciosos,
arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, profanos,
sin afecto natural, implacables, calumniadores, de pasiones indómitas, salvajes,
no teniendo amor alguno por lo que es bueno, traidores, desenfrenados, de vanas
pretensiones, amadores del placer más que amadores de Dios; teniendo una forma
de piedad pero negando el poder de ella". (2ª Timoteo 3: 2-5 - JND).
Juicio,
la extraña obra de Dios
El juicio de Dios sobre el mundo
antediluviano, la destrucción de Sodoma y Gomorra, el juicio ejecutado por
Israel contra las naciones de Canaán, todo esto ha sido utilizado contra la
Biblia. El famoso ateo Richard Dawkins en su libro El espejismo de Dios da
mucha importancia a estas cosas. Incluso los cristianos se confunden cuando
intentan aplicar la moral retorcida del día actual [véase nota 7] al relato
histórico de las Escrituras.
Nota
7. Como un ejemplo, matar a los no
nacidos está justificado, mientras que el genocidio no lo está.
Yo no tengo deseo alguno de
contrarrestar a los Dawkins de este mundo sino más bien procurar ser una ayuda
para aquellos que pueden estar abrumados por este asunto. Al ocuparnos del
supuesto dilema entre el Dios de juicio y el Dios de amor nosotros abordaremos
las cosas desde la perspectiva de un creyente.
"Y en la cuarta generación
volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta
aquí". (Génesis 15: 16). El juicio de Dios es siempre justo; Él no
aniquila caprichosamente a las personas. Negar esto es hacer que Dios sea
injusto y al hacerlo nos colocamos en un plano moral más elevado que Él. Una
cosa es decir que nosotros no entendemos, — nada malo hay en eso. Hay muchas
cosas que no comprendemos: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas
lo entenderás después". (Juan 13: 7). Pero decir que Dios es injusto es la
soberbia y la arrogancia del hombre. Más adelante en el libro de Génesis
Abraham dice: "Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el
impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de
toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?". (Génesis 18: 25). Ciertamente
Él lo hará.
Nosotros conocemos bien la
historia de Jonás. Jonás se enfadó porque sus pronunciamientos contra Nínive fueron
suspendidos cuando el pueblo se arrepintió. Podemos preguntar, ¿Le importaba a
Dios esa nación gentil, especialmente los niños inocentes? Por supuesto que sí
pues leemos, "¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde
hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano
derecha y su mano izquierda, y muchos animales?". (Jonás 4: 11). En última
instancia el juicio sobrevino a Nínive unos ciento cincuenta años después de
Jonás. (Léase el libro de Nahum). Para entonces Nínive se había convertido en
una ciudad sanguinaria, tan vil era lo que ellos hacían. (Nahum 3: 1). Aun así
Dios tenía Sus ojos sobre los justos: "Jehová es bueno, fortaleza en el
día de la angustia; y conoce a los que en él confían". (Nahum 1: 7). A
propósito, la ejecución del juicio de Dios no cayó realmente sobre Nínive hasta
unos cien años después de Nahum. Yo no tengo duda alguna de que durante aquel
tiempo muchos se burlaron de las profecías de Nahum, — tal como los hombres de
hoy en día se burlan de las Escrituras. "Por cuanto no se ejecuta luego
sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en
ellos dispuesto para hacer el mal". (Eclesiastés 8: 11). Por otra parte, yo
sospecho que también hubo quienes increparon a Dios por no intervenir en el
terrible estado de cosas. Con independencia del modo en que Dios actúa, el
hombre Le criticará.
El versículo arriba citado de
Génesis 18: 25, se refiere al juicio de Sodoma, y sin embargo, cuando el juicio
cayó sobre esa ciudad llovió fuego desde los cielos. ¿Se libraron los niños? Yo
entiendo la dificultad que tenemos con esto. Sin embargo, cuando hay un
huracán, cuando hay una pandemia, cuando hay un terremoto, ¿separa Dios a justos
e inocentes de los injustos? Nosotros vemos la muerte como algo horrible; Dios
la ve de manera muy diferente, — es una puerta a otro mundo. Dios dice: "Preciosa
a los ojos de Jehová es la muerte de sus santos". (Salmo 116: 15 – VM). Y por
el contrario: "¡Vivo yo! dice Jehová el Señor, que no me complazco en la
muerte del inicuo, sino antes en que se vuelva el inicuo de su camino y viva.
Volveos, volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?". (Ezequiel
33: 11). Pregunta: ¿Nos detenemos alguna vez a considerar que en la muerte Dios
puede estar librando a los justos e inocentes del mal venidero? "Perece el
justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien
entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo". (Isaías 57: 1).
Aquellos niños en Sodoma habrían sido criados aceptando el mismo estilo de vida
inicuo que el de sus padres.
Nosotros nunca debemos suponer
que cuando el instrumento del juicio de Dios actúa con crueldad esto es
sancionado por Dios o que Él se complace en ello. Este es el tema del Libro de
Habacuc. Los babilonios fueron utilizados por Dios como instrumento de juicio
contra Judá. ¿Fue Dios indiferente a la crueldad que los babilonios
infligieron? No, ellos mismos serían juzgados en el tiempo de Dios, "Aunque
la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no
mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí
que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá".
(Habacuc 2: 3, 4). Antes de esto el asirio fue usado por Dios contra Israel;
¿fue Dios indiferente a la arrogancia de ellos? "¡Ah! Asiria, vara de mi
ira: y el palo en su mano es instrumento de mi indignación… ¿Acaso se
gloría el hacha contra aquel que
corta con ella? ¿o se engrandece la sierra contra aquel que la maneja?".
(Isaías 10: 5, 15 - VM). Como acabamos de leer, Nínive, la capital de Asiria,
fue finalmente juzgada.
Cuando los hijos de Israel
entraron en la tierra de Canaán se les ordenó expulsar a siete naciones que
vivían allí. Dios había dado a estos pueblos espacio para arrepentirse pero
ellos no lo habían hecho. (Génesis 15: 16). "Cuando Jehová tu Dios te haya
introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de
delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo,
al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que
tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado,
las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas
misericordia". (Deuteronomio 7: 1, 2). Los motivos para hacer eso son
presentados: "Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no
aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado
en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique
adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino,
ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová
cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa
estas naciones de delante de ti".
(Deuteronomio 18: 9-12). Según los relatos históricos la condición envilecida
de estas naciones, los sacrificios de niños, etc., serían (o deberían ser) completamente
repulsivos para los individuos de la época actual, y si ello es así, por tanto ¿cuánto
más para Dios? El hecho de que se haya requerido el juicio de Dios muestra, por
una parte la depravación de estas naciones, y por otra, la perfecta justicia de
Dios.
Dios no estaba destruyendo personas
inocentes. Dios los hizo responsables de su comportamiento. Al menos, el hombre
tiene el testimonio que la creación da de Dios: "Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde
la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa". (Romanos 1: 20). "Los cielos cuentan la gloria
de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a
otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni
palabras, ni es oída su voz". (Salmo 19: 1-3). Después del diluvio, el
mundo fue dividido en naciones; ellos conocían al Dios verdadero y también
conocían Su juicio (Romanos 1: 32). Pero la humanidad hizo una elección: "Pues
habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria
del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves,
de cuadrúpedos y de reptiles". (Romanos 1: 21-23). Dios no juzgó
inmediatamente la idolatría, la inmoralidad y la corrupción. Él brindó espacio
para que estas naciones se arrepintieran, pero ellos no lo hicieron; ellos
acumularon iniquidad sobre iniquidad. Dios es justo y Él no puede ser de otra
manera; en definitiva, el juicio debe llegar.
Dios es a la vez amor y luz, — pero
a nosotros nos gusta recordar lo primero y olvidar lo segundo. "Este es el
mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas
tinieblas en él". (1ª. Juan 1: 5). "Tú eres de ojos demasiado puros
para mirar el mal, ni puedes contemplar la iniquidad". (Habacuc 1: 13 -
VM). Por otra parte, "Dios es amor". (1a. Juan 4: 8). Él Demostró ese
amor al enviar a su Hijo: "En esto conocemos el amor, por cuanto él puso
su vida por nosotros". (1ª. Juan 3: 16). No para destruir sino para
salvar: "Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por medio de él". (Juan 3: 17). Si nosotros
rechazamos la gracia de Dios no hay otro remedio, — no hay nada más que Dios
pueda hacer. Y aunque no nos guste hablar de ello el juicio tiene que llegar:
"¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de
Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e
hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la
venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su
pueblo". (Hebreos 10: 29, 30). Decir que aceptaremos un Dios de amor pero
no de luz es crear nuestro propio dios, — esto es idolatría moderna.
Dios, una vez más, en Sus largos
y pacientes tratos con la humanidad le ha dado espacio para arrepentirse. El
evangelio de la gracia de Dios está siendo predicado por todo el mundo.
Aquellos que lo rechazan o son indiferentes a él serán juzgados sobre esa base:
"¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande?" (Hebreos 2: 3). Los que nunca lo oyeron no serán juzgados en el
mismo terreno. Después de que la iglesia sea sacada de este mundo el evangelio
eterno será proclamado. Se trata de la historia del Dios Creador ante quien la
humanidad es responsable, y de Su promesa de un Salvador, Aquel que aplastaría
la cabeza de la serpiente: "Vi volar por en medio del cielo a otro ángel,
que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a
toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle
gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el
cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas". (Apocalipsis 14: 6,
7).
La Escritura llama al juicio de
Dios, "Su extraña obra": "Porque Jehová se levantará como en el
monte Perazim, como en el valle de Gabaón se enojará; para hacer su obra, su
extraña obra, y para hacer su operación, su extraña operación". (Isaías
28: 21). Dios no se complace en el juicio. Él Lo lleva a cabo porque Él es
justo. La justicia es tan intrínseca a Su carácter como lo es el amor.
La
Deidad de Cristo
A lo largo de la historia del
cristianismo ha habido quienes han insistido en que el Señor Jesús nunca afirmó
Su deidad. Se afirma categóricamente que Sus discípulos le confirieron este
estatus mucho después de Su muerte. El escritor Dan Brown, en El Código Da
Vinci, escribe: «El establecimiento de Jesús como el "Hijo de
Dios" fue oficialmente propuesto y votado por el Concilio de Nicea».
Una vez más nos recordamos que este libro es realmente ficción; sin embargo, el
mensaje que propaga es veneno mortal. Contrariamente a los despropósitos que
Brown escribe el Concilio de Nicea no estableció la deidad de Cristo, — la ratificó.
En el año 325 d.C., trescientos dieciocho obispos, junto con diáconos y otros
hombres de la iglesia se reunieron en Nicea en Bitinia [véase nota 8] para
considerar la controversia conocida como Arrianismo.
Nota
8. En la Turquía actual.
Las enseñanzas de Arrio ponían en
duda la naturaleza de la Trinidad y en particular la posición de Cristo en la Deidad.
El concilio rechazó las opiniones arrianas. Por el contrario, la doctrina de la
Santa Trinidad, y la verdadera deidad de Cristo y Su unidad con el Padre, todo
esto fue ratificado.
Más allá de toda sombra de duda, las
Escrituras presentan al Señor Jesucristo como el verdadero Dios que en gracia
más allá de toda comprensión se hizo Hombre verdadero para la vindicación de la
gloria de Dios y para nuestra redención. [Véase nota 9].
Nota
9. F. B. Hole, La Deidad y la Humanidad de Cristo.
"Y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto
aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta,
cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros". (Mateo 1: 21,
22). Todos los que rechazan esta verdad fundamental se basan en una falsa
esperanza y aún están muertos en sus pecados. "Todo aquel que niega al
Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre".
(1ª. Juan 2: 23). Otras religiones pueden aceptar a Jesús como un gran maestro
o incluso como un profeta pero ninguno podría haber muerto por mis pecados.
Aunque este tema no debería
presentar dificultad alguna para el creyente es bueno que nosotros sepamos de
qué manera podríamos responder a alguien que tiene preguntas con respecto a la
deidad del Señor. No obstante y más que esto, nuestro corazón se conmueve
cuando se le hace recordar a Aquel que descendió de las alturas de la gloria a
la profundidad de la aflicción del Calvario.
Resplandor de gloria eterna,
¿Quedará tu alabanza inexpresada?
¿Quién silenciaría la historia enviada por el cielo
del Cordero que vino a morir?
Vino desde la gloria plena de la Deidad
Hasta la profundidad de la aflicción del Calvario,
Un sinfín de alabanzas fluyen sin cesar!
(Robinson, Himnos para la Pequeña Manada, número 179
Antes que consideremos varios
versículos que afirman la deidad de Cristo debemos entender correctamente dos
títulos de nuestro Señor: "Hijo de Dios" y "el Hijo del
Hombre. Ambos han sido usados para sugerir que el Señor era menos que Dios.
Aunque nosotros podemos usar la
palabra hijo para denotar algo menos que padre, dicha palabra nunca
es usada de esta manera en conexión con la Deidad. Hijo implica esencia. Como
ejemplo, la Escritura lo utiliza en un sentido negativo cuando habla de los
"hijos de Belial" (Jueces 19: 22; 1º Samuel 2: 12 - VM, etc.). Esta expresión
no es literal,
— de ser así, Belial tenía una familia bastante numerosa (¡y de modo
característico, él la tiene!). Más bien, aquellos cuyas vidas eran la
personificación misma de la iniquidad son llamados por Dios "hijos de Belial",
u "hombres perversos", "hombres impíos" como rezan otras
versiones de la Biblia en español.. Esta expresión describe la esencia misma del
carácter de ellos. Este uso no debería sernos extraño; ha llegado hasta
nosotros en el refrán, "De tal palo, tal astilla". Los judíos
entendieron perfectamente cuando Jesús les respondió, "Mi Padre hasta
ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle,
porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios
era su propio Padre, haciéndose igual a Dios". (Juan 5: 17, 18).
El mismo principio es aplicado
cuando la palabra hijo es utilizada en relación con nosotros aunque
desde una perspectiva muy diferente. Leemos, "Porque todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no
recibisteis el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor, sino
que recibisteis el espíritu de adopción [filiación] como hijos, en el cual
clamamos: "¡Abba, Padre!" El Espíritu mismo da testimonio juntamente
con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios". (Romanos 8: 14-16
– RVA, VM). Nosotros recibimos la filiación; es la posición que ahora poseemos
en Cristo. Por el contrario, el Hijo era Hijo desde la eternidad pasada. El
Señor Jesús nunca es llamado hijo (con h minúscula) de Dios, pero nosotros sí;
Él es siempre el Hijo unigénito. Él "no se avergüenza de llamarlos
hermanos" (Hebreos 2: 11), mientras que sería inapropiado (e irreverente)
que nosotros llamáramos al Señor, Hermano, — pues esta es una posición a la que
hemos sido llevados en virtud de Su obra.
Sin embargo, hay una porción en
el Evangelio de Juan relacionada con este título que puede ser confusa para
algunos: "Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque
tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en
vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la
palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre
santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de
Dios soy?" (Juan 10: 33-36). Por otra parte, no hay incertidumbre alguna en
la mente de las personas en cuanto al significado implícito en el título, Hijo
de Dios, — Jesús era Dios. No obstante, conforme al testimonio de las
Escrituras las acusaciones de ellos eran erróneas y Él tenía todo el derecho a
usar este título. En el Salmo 82 los jueces en Israel comisionados por Dios y
responsables de juzgar en Su nombre son llamados "dioses". Si un título
tal podía ser usado para referirse a un simple magistrado, era irracional acusar
de blasfemia a Aquel a quien el Padre apartó (santificó) y envió al mundo,
¡porque decía que Él era el Hijo de Dios! Él no estaba afirmando ni demostrando
lo que Él era sino simplemente condenándolos por la perversidad de ellos. Su
afirmación era una afirmación infinitamente superior; si Dios se refería a los
jueces como dioses, siendo ellos como eran representantes de Su nombre, ¿cuánto
más le era debido a Aquel que había sido enviado por el Padre? [Véase nota 9].
Nota 9. William
Kelly, Una Exposición del Evangelio de juan, Página 200.
"El Hijo del Hombre"
es un título muy interesante. [Véase nota 10]. Aunque habla de la humanidad de
Cristo, este título no puede ser separado de Su Deidad.
Nota
10. Tanto Ezequiel como Daniel son llamados "hijo de hombre", pero
nunca, "el Hijo del Hombre".
En el capítulo 30 del Libro de
los Proverbios Agur propuso un desafío: "¿Quién subió al cielo, y
descendió?... ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?". (Proverbios
30: 4). Sólo Dios y no el hombre responde a este desafío: "Nadie subió al
cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el
cielo". (Juan 3: 13). Aunque el Señor tomó sobre Sí carne y sangre, Él
era de un orden moral completamente distinto. Él era "el segundo hombre, …"
Él era "del cielo". (1ª Corintios 15: 47). En Su naturaleza Él nunca
salió del cielo. En el segundo capítulo de la epístola a los Hebreos nosotros
vemos de qué manera el Señor Jesús responde al "Hijo del Hombre" tal como
es encontrado en el Salmo 8. [Véase nota 11]. Como el Hijo del Hombre Él fue
rechazado, padeció
y murió; y como el Hijo del Hombre Él asumirá la primacía universal; todas las
cosas estarán sujetas bajo Sus pies. (Hebreos 2: 8).
Nota
11. En el Salmo 8 versículo 4 la pregunta, "¿Qué es el hombre?" está
dirigida al hombre mortal (la palabra en hebreo es enósh); por el contrario, la
expresión "el Hijo del Hombre" (literalmente, "el Hijo de
Adán") recibe su respuesta en Jesús. Él es aquel Hijo de Adán conforme al
consejo y al propósito de Dios: "hijo, … de Adán, hijo de Dios".
(Lucas 3: 23, 38).
Este es Aquel de quien leemos en el
libro de Daniel, capítulo 7: "Uno como un hijo de hombre, que vino hasta
el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado
dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que
no será destruido". (Daniel 7: 13, 14). El título "Hijo del Hombre"
es en todos los aspectos una afirmación de Su deidad así como Su título de Hijo
de Dios.
Volviendo a nuestro estudio en
cuanto a la deidad del Señor comencemos con las Epístolas de Pablo. Las cartas
de Pablo preceden a los Evangelios. La Epístola a los Gálatas es una de las
primeras cartas de Pablo habiendo sido escrita alrededor del año 58 d.C., sólo
veinticinco años después de la muerte y resurrección del Señor. Si la deidad de
Cristo fuera una invención tardía del cristianismo entonces ella no sería
encontrada en los escritos de Pablo. Sin embargo, en Gálatas leemos, "del Hijo
de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". (Gálatas 2: 20).
"Dios envió a su Hijo". (Gálatas 4: 4). Pasando a la epístola
a los Filipenses leemos, "Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de
Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres".
(Filipenses 2: 6, 7). Nosotros nunca debemos restar importancia a la deidad de
Cristo a causa de Su humildad y dependencia del Padre. Si pasamos a la epístola
a los Colosenses nosotros encontramos allí al "Hijo de su amor; en quien
tenemos la redención, por medio de su sangre, la remisión de nuestros pecados:
el cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación porque
por él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra,
visibles e invisibles, ora sean tronos, o dominios, o principados, o poderes; todas
las cosas por medio de él y para él fueron creadas; y él es antes de todas las
cosas, y todas las cosas subsisten en él". (Colosenses 1: 13-17 - VM).
Regresando ahora a la epístola a los Hebreos leemos, "Dios… en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de
todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de
su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas
con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas". (Hebreos 1: 2, 3). De regreso a la Epístola a los Romanos
nosotros tenemos una afirmación especialmente sólida en cuanto a la deidad de
Cristo: "de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos". (Romanos 9: 5). Esto es sólo la
punta del iceberg. No hay duda alguna acerca de la deidad del Señor Jesús en
los escritos de Pablo. En realidad, tras su conversión Pablo "en seguida
predicaba a Cristo en las sinagogas diciendo que éste era el Hijo de Dios".
(Hechos 9: 20). Naturalmente, no debería sorprendernos enterarnos de que
algunos acusan a Pablo de inventar la doctrina de la deidad de Cristo. Entonces
nosotros pasamos a los Evangelios.
Si nosotros comenzamos por el
Evangelio de Juan la evidencia es abrumadora. "En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio
con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho". (Juan 1: 1-3). El Señor es presentado en estos
versículos como el Verbo, la Palabra. El Verbo está en correlación con Dios,
igual que el Hijo está en relación con el Padre. Como Verbo Él es eterno, es
una persona definida de la Deidad, Él es divino y Su posición en la Deidad es
tan eterna como lo es Su persona. Por otra parte, Dios creó el universo por
medio del Verbo. ¡Necesitamos decir algo más acerca del asunto! ¿Y qué acerca del
testimonio del Señor con respecto a Él mismo? "Oyó Jesús que le habían
expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y
dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has
visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró".
(Juan 9: 35-38). Podrían ser citados muchos versículos adicionales presentados
en el Evangelio de Juan (tres fueron utilizados anteriormente), y a estos
podríamos añadir el testimonio de las epístolas de Juan. Juan presenta a Cristo
en el carácter de Hijo de Dios. A propósito, el Evangelio de Juan también
utiliza el título de Hijo del Hombre, de hecho lo utiliza más a menudo
que el de Hijo de Dios. Por otra parte, esto reafirma el carácter divino
de aquel nombre.
Obviamente, ¡el testimonio del
Evangelio de Juan es rechazado! Se aduce que Juan escribió muy tarde en el
primer siglo y por lo tanto no es sorprendente que su evangelio apoyara esta
novedosa doctrina de los cristianos. Nosotros podemos ver lo que se pretende
hacer. Si nosotros eliminamos uno por uno todos los textos que hablan de la
deidad de Cristo entonces ciertamente ¡no quedarán Escrituras! Yo encuentro más
bien notable que el fragmento de manuscrito más antiguo que tenemos
actualmente, el Papiro P52, ¡es del evangelio de Juan! Ese texto podría estar a
tan solo cincuenta años de distancia del texto original. [Véase nota 12].
Nota
12. La datación de fragmentos de papiro es un arte polémico. Sin embargo, se ha
sugerido una fecha del año 100 d.C., aunque hay detractores.
¿Y qué en cuanto a los restantes
evangelios? ¿Qué tienen que decir acerca de la deidad de Cristo? No hay nada en
ellos que nos sorprenda y hay todo lo que confirma lo que ya hemos leído. Ya
hemos citado a Mateo: "Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios
con nosotros". (Mateo 1: 23). El Evangelio de Marcos comienza: "Principio
del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". (Marcos 1: 1). Obviamente, los
hombres atacan el Evangelio de Lucas cuando él dice: "por lo cual también
lo Santo que de tí nacerá, será llamado Hijo de Dios". (Lucas 1: 35 – JND,
RV1602P, RV1865, RV1977). Lucas presenta a Cristo como el Hijo del Hombre, pero
como tal, él protege inflexiblemente Su deidad. Para que nadie cuestione quién
era este niño, el Espíritu Santo testifica que Él sería llamado (no dice que Él
llegaría a ser) Hijo de Dios. Él era Hijo antes de Su nacimiento (Isaías 9: 6)
y ese sigue siendo Su título legítimo después de Su nacimiento. De manera
similar Lucas procura no llamar nunca a José padre del Señor: "Jesús mismo
al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía,
de José". (Lucas 3: 23). Sin embargo, algunos de los testimonios más
reveladores proceden del propio Señor cuando fue crucificado. El Señor Jesús no
fue crucificado por Sus buenas obras, aunque, sin duda alguna, el hombre era
envidioso. (Marcos 15: 10). Él fue crucificado por ser Él quien era. En el
relato de Mateo (el de Marcos es similar) del Señor ante el Sanedrín, [una
asamblea de jueces judíos sesionando en Jerusalén] leemos, "Mas Jesús
callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente,
que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora
veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en
las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo
habéis oído su blasfemia". (Mateo 26: 63-65). La expresión, "Tú lo
has dicho", a veces plantea dudas en la mente de la gente. Para ver lo que
ella significa nosotros podemos retroceder unos versículos. Encontramos aquí la
exacta expresión utilizada en respuesta a una pregunta formulada por Judas:
"Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro?
Le dijo: Tú lo has dicho". (Mateo 26: 25). Para nosotros es
evidente que esta es una expresión afirmativa; sí, así es. La respuesta
del Señor al Sumo Sacerdote es también, inequívocamente, una confirmación. Sin
embargo, es más que esto pues el Señor en Su respuesta evoca a Daniel, capítulo
7, así como el Salmo 110: "Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". (Salmo 110: 1).
Estos versículos traen ante nosotros al Hijo del Hombre en Su exaltación
viniendo con poder y gloria para recibir Su dominio universal. Fue Jehová Dios
quien Le dijo: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies". El Salmo 110 es el texto del Antiguo Testamento más
citado que se encuentra en el Nuevo y está inseparablemente relacionado con el
Señor Jesús. Nosotros bien podríamos plantear la misma pregunta que el propio
Señor: "Pues si David le llama "Señor", ¿cómo es El su hijo?".
(Mateo 22: 45 - LBA). Si el Cristo es meramente un hombre (y, además, hijo de
David), ¿por qué David Le llama Señor?
El Señor Jesús, como hombre en
esta tierra, no rechazó la adoración de los demás ni corrigió el lenguaje de
ellos cuando se dirigieron a Él como el Hijo de Dios. Y sin embargo, sabemos
por otras Escrituras que la adoración es debida sólo a Dios. (Apocalipsis 19: 10;
Apocalipsis 22: 9). "Entonces los que estaban en la barca vinieron y le
adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios". (Mateo 14: 33);
"Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró". (Juan 9: 38);
"Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20:
28).
Nosotros podríamos hablar también
de la cuidadosa elección de palabras que el Espíritu Santo utiliza en relación
con el Señor. Por ejemplo, Marta puede sugerir que el Señor suplique al
Padre (Juan 11: 22), pero el Señor nunca usa esta expresión acerca de Él mismo,
— Él siempre pide como un igual. (Juan 14: 16; 17: 9, etc.). En verdad, muchas
pruebas pueden ser aportadas. Sin embargo, como ya hemos señalado, la
incredulidad rechaza el testimonio de las Escrituras.
Israel
y la Iglesia
Distinguir correctamente entre
Israel y la Iglesia no es una dificultad en el mismo sentido que con respecto a
los temas anteriores; ello es más bien un asunto de interpretación. Yo no
sugiero que existen múltiples interpretaciones entre las cuales podemos elegir;
este no es el proceder de la Escritura. Pero, si dejamos que la Palabra de Dios
nos hable en lugar de imponerle nuestro esquema yo creo que la correcta visión
Escritural de Israel y la iglesia se aclarará. «Cuando la mente del hombre
comprende la verdad, y él procura darle una forma, lo hace de acuerdo a la
capacidad del hombre, la cual no es la fuente de la verdad; la verdad, tal como
él la expresa, aunque fuese pura, está separada en él de su fuente y de su
totalidad; pero, además de esto, la forma que un hombre le da lleva siempre el
sello de la debilidad del hombre… Eso es
teología». [Véase nota 14]
Nota
14. J. N. Darby, Sinopsis de los Libros de la Biblia, 2ª Timoteo, capítulo 1.
Gran parte de la cristiandad
interpreta las Escrituras a través de un esquema conocido como Teología del
Pacto. Dicha teología ha recibido ese nombre debido al uso de pactos para
organizar la historia de los tratos de Dios con el hombre. Aunque se trata de
un sistema amplio generalmente se identifican al menos dos pactos: el Pacto
de las Obras y el Pacto de la Gracia. Supuestamente el primero
describe la relación de Dios con Adán en el huerto de Edén; el segundo describe
esa relación desde la caída de Adán y la promesa de la descendencia de la mujer
(Génesis 3: 15) hasta este día actual. A estos algunos añaden un tercer pacto,
el Pacto de la Redención, — supuestamente un acuerdo eterno dentro de la
Deidad. Debe ser mencionado el hecho de que estos son pactos teológicos
y no pactos explícitamente encontrados en la Palabra de Dios.
Yo sólo tengo la intención de analizar
la Teología del Pacto de manera general prestando especial atención a principios
ampliamente aceptados sin ahondar en los detalles. En particular, yo deseo
considerar el así llamado Pacto de la Gracia, — desde la caída hasta el momento
actual. La relación de Dios con el hombre según este sistema sigue siendo la
misma en esencia tanto bajo la ley como bajo la gracia. Como nosotros podíamos esperar
esta interpretación tiene algunos resultados bastante graves. Cuando nosotros
consideramos estas cosas debemos tener en cuenta que la Teología del Pacto está
arraigada en siglos de exégesis Bíblica. Su forma actual se configuró tras la
Reforma cuando los teólogos procuraron dar sentido a las Escrituras envueltas
durante tanto tiempo en las tinieblas del catolicismo. Como tal, permanece
firmemente arraigada en la Reforma y está limitada por la verdad recuperada en
aquella época.
Uno de los resultados más
distintivos de la Teología del Pacto es su visión de la Iglesia. Dicha teología
considera que la iglesia es el verdadero Israel de Dios y viceversa. Consecuentemente,
los cristianos de hoy forman un Israel espiritual, y a la inversa, los fieles
del antiguo Israel formaban parte de la iglesia. Se hace una distinción entre
el Israel espiritual (que incluye a todos los fieles de todas las
épocas) y el Israel según la carne, es decir, los que lo son
étnicamente. Habiendo espiritualizado a Israel vastas porciones del Antiguo
Testamento también deben ser espiritualizadas. Aunque las promesas de Dios a
Israel son bastante claras en su presentación ya no pueden ser tomadas en
sentido literal. Si una persona adopta principios amplios ellos pueden tener
cierto éxito con este método, — y en algunos casos ello puede ser bastante
válido. Pero la fuerza de la verdad depende de sus detalles y de su peculiaridad.
Si usted embota el filo de la verdad, la espada ya no corta. Las cosas se enturbian
mucho cuando uno trata de interpretar el verdaderamente vasto número de
profecías concernientes a la nación de Israel. Considere usted las Escrituras
que hablan de su restauración en Jeremías, Ezequiel, Oseas, Miqueas, Sofonías,
— de hecho, recurra usted a cualquier profeta y leerá acerca de la restauración
de Israel y del juicio de Dios sobre sus enemigos. Ezequiel es tan explícito a
este respecto que resulta difícil imaginar de qué manera uno puede aplicar sus profecías
a la Iglesia. ¿Cuándo han sido Israel y Judá alguna vez reunidas (Ezequiel capítulo
37), espiritualmente o de otro modo? Las profecías de Ezequiel están dirigidas
también a la propia tierra de Israel: "profetiza a los montes de Israel".
(Ezequiel 36: 1). La Teología del Pacto despoja a Israel de su futura bendición,
y como estas bendiciones son aplicadas a la iglesia, la iglesia pierde su
posición distintiva y celestial.
Dos textos son usados comúnmente para
justificar la diferencia entre un Israel físico y otro espiritual. Ambos son de
la Epístola de Pablo a los Romanos: el primero es encontrado en el capítulo 2,
el segundo en el capítulo 9. Comenzando con los versículos de Romanos 2:
"Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que
se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo
interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la
alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios". (Romanos 2: 28, 29).
En los tres primeros capítulos de la Epístola a los Romanos la humanidad es
examinada, por así decirlo, en el tribunal de Dios. El veredicto, — ¡tanto
judíos como gentiles son encontrados culpables! "Pues ya hemos acusado a
judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay
justo, ni aun uno; No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios". (Romanos
3: 9-11). Los versículos utilizados anteriormente caen, por así decirlo, dentro
de las repreguntas al judío (Romanos 2: 17 a 3:8). Nacer judío no lo hacía a
uno justo;
no, Dios miraba el corazón. El gentil no está en perspectiva en absoluto en
esta porción; pues en cuanto a ellos Dios terminó la presentación de Su exposición
en los versículos anteriores. (Romanos 1: 19 a 2: 16).
Dirigimos ahora nuestra atención
al segundo versículo: "Porque no todos los que descienden de Israel son
israelitas". (Romanos 9: 6). Tal como acabamos de ver, los tres primeros
capítulos de esta epístola muestran tanto al judío como al gentil condenados
por la Palabra de Dios. En lo que concierne a eso, ¡ellos están en un terreno
común! Sin embargo, esto presenta una dificultad en la mente del judío. Para
ellos la gracia soberana de Dios que concluye que todos por igual están bajo
juicio y que ahora ofrece bendición para todos parece desechar las promesas
especiales hechas a Israel, — de hecho, tal como la Teología del Pacto lo ha
hecho. En los capítulos 9, 10 y 11 de la epístola a los Romanos el Apóstol
aborda esta preocupación. El capítulo 9 demuestra que la gracia soberana de
Dios es el único fundamento de la bendición, sea ella para Israel o para los
gentiles. En el capítulo 10 el Apóstol muestra que la caída de Israel abre el
camino para que la gracia soberana bendiga a los gentiles. Finalmente, el
capítulo 11 predice el rechazo de la gracia de Dios por parte de los gentiles
preparando el camino para la restauración de Israel, — Dios no ha olvidado las
promesas que hizo a Su pueblo antiguo.
Pablo comienza el capítulo 9
mostrando que al acoger a los gentiles la gracia soberana de Dios no invalida
la Palabra de Dios (y especialmente las promesas a Israel). (Romanos 9: 6). No
obstante, el judío se aferra tenazmente a su ascendencia natural como siendo
ella garante de esas promesas. Ellos tienen que aprender lo contrario. De los
dos hijos de Abraham, Isaac y no Ismael fue el hijo de la promesa. En el caso
de Jacob y Esaú, el argumento es aún más sólido, — ellos eran gemelos nacidos
de los mismos padres (Ismael tenía una madre diferente) y sin embargo, incluso
antes de que nacieran, Dios le dijo a Rebeca: "El mayor servirá al menor".
(Romanos 9: 12). Esta fue la elección soberana de Dios. Un judío no puede apoyarse
simplemente en su genealogía; de hecho, él nunca podría hacerlo. El principio
de que "el justo por su fe vivirá" (Habacuc 2: 4; Hebreos 10: 38) es
común tanto al Antiguo Testamento como al Nuevo. Cuando Dios miró al Israel de
antaño Él vio un remanente fiel en medio de una nación incrédula, — este
remanente era el verdadero Israel de Dios.
En conclusión, ninguna de las
porciones (en la epístola a los Romanos capítulos 2 y 9) utilizadas por los
Teólogos del Pacto hablan de un Israel espiritual que se extiende más allá
del redil de aquella nación; estos versículos hablan más bien de un subconjunto
fiel dentro de aquel pueblo. Es un principio que excluye. No es
expansivo, — él no es un judío; no todo Israel.
La expresión el "Israel de
Dios" aparece una vez en las Escrituras. Ella está al final de la epístola
de Pablo a los Gálatas. Por otra parte, cuando nosotros la examinamos en su
contexto el significado es claro. "Porque en Cristo Jesús ni la
circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a
todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al
Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo
en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". (Gálatas 6: 15-17). La Epístola a
los Gálatas se dirige a los que estaban tratando de judaizar a los creyentes
gentiles de Galacia, especialmente con la ordenanza externa de la circuncisión.
Algunos habían entrado y habían desviado a los gálatas (véase Gálatas 5: 7-12).
Estos eran judíos y falsos maestros, no eran cristianos. La circuncisión no significaba
nada; se trataba de una nueva creación. Aquellos que andaban en el poder de la
nueva creación podían estar seguros de la paz y la misericordia en la senda terrenal
de ellos, — no había mucha paz en las asambleas de Galacia. (Gálatas 5: 15).
Esto no sólo era cierto acerca del creyente gentil sino también acerca del "Israel
de Dios". (Gálatas 6: 15). Por otra
parte, esto habla de aquel remanente fiel de entre los judíos (en este
contexto, aquellos que habían reconocido el nombre de Cristo). Estos eran el
verdadero Israel de Dios y no los falsos maestros judaizantes.
No es ninguna ayuda cuando los cristianos
no logran reconocer que Dios no ha hecho un pacto con la Iglesia. Cuando
la Epístola a los Hebreos cita Jeremías 10
[véase nota 15], — "He aquí vienen días, dice el Señor, en que
estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto" (Hebreos
8: 8), — significa exactamente lo que dice; un pacto será establecido en un día
venidero con Israel y con Judá.
Nota
15. Léase Jeremías 31: 36, 37 para ver la permanencia de las promesas de Dios a
la nación de Israel.
El hecho mismo de que las dos
naciones son aquí mencionadas lo que es consistente con el capítulo 37 del
libro de Ezequiel) debería dejar claro por sí mismo que la iglesia no es el tema.
Es cierto que la iglesia disfruta de todos los beneficios del Nuevo Pacto, — aunque
las bendiciones de la iglesia van mucho más allá de ellos (léase la epístola a
los Efesios y compárese con el final del capítulo 8 de la epístola a los
Hebreos). Y aunque Pablo se refiere a sí mismo como ministro del Nuevo Pacto ello
no era en la letra sino en espíritu (2ª Corintios 3: 6); porque la letra mata,
— destruye el carácter único de la
iglesia.
Habiendo mostrado que el único Israel
espiritual encontrado en la Escritura es aquel remanente fiel dentro de esa
nación literal, nosotros podemos abordar ahora las diferencias entre judíos, gentiles,
y la iglesia de Dios. Cada uno de esos títulos, tal como es usado por Dios en
Su Palabra, representa una entidad diferente. La Escritura misma habla de esta
triple división: "No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles,
ni a la iglesia de Dios". (1ª Corintios 10: 32). En cuanto a los
gentiles la Palabra de Dios es perfectamente clara: ellos estaban "alejados
de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y
sin Dios en el mundo". (Efesios 2: 12). Sin embargo, Dios anuló "en su
carne la enemistad, es a saber, la ley de los mandamientos que consistían en
ritos; para formar en sí mismo los dos en un nuevo hombre, haciendo así la paz".
(Efesios 2: 15 – RV1865). Dios ha formado algo totalmente nuevo. — algo que no
existía anteriormente. Nada podría ser más franco que el lenguaje utilizado en
este versículo. Nosotros debemos mencionar también que la ley ha sido anulada
en Cristo, — la ley que establecía esa división entre judíos y gentiles y que
excluía al hombre de la bendición (porque él no podía cumplirla), ha sido
anulada. Ese algo nuevo que ha sido establecido es totalmente distinto
de la ley. Nosotros no podemos poner remiendo nuevo en lo viejo. (Mateo 9: 16).
Este hombre nuevo es un cuerpo nuevo compuesto de creyentes tanto judíos como
gentiles, "conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios".
(Efesios 2: 19).
En el tercer capítulo de la
epístola a los Efesios, un capítulo parentético, el Apóstol entra en mayor
detalle y explica el misterio de la Iglesia. Él comienza relatando la manera en
que él fue un vaso escogido para la revelación de este misterio: "por
revelación me fue declarado el misterio". (Efesios 3:3). Un misterio que no
era conocido antes pero que ahora ha sido revelado por medio del Apóstol:
"para aclarar a todos cuál es la administración del misterio que desde
la eternidad había estado escondido en Dios, quien creó todas las cosas".
(Efesios 3: 9 – RVA, RV1865, RV1977, VM). La palabra misterio era un
término específico utilizado en aquel día, — ella significaba algo que no podía
ser conocido mediante el conocimiento natural. ¿Y cuál es el misterio?
"Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y
copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio". (Efesios
3: 6). Este es el nuevo orden en el hombre establecido por Dios y presentado en
el capítulo 2. Nunca antes esto había sido cierto, — ninguna compañía en el
Antiguo Testamento fue alguna vez unida en un solo cuerpo por medio del
Espíritu Santo y mucho menos unida al hombre Cristo Jesús en la gloria. (Efesios
1: 22, 23; 1ª Corintios 12: 12, 13). Ello era totalmente imposible; la iglesia
no pudo existir hasta la muerte y resurrección de Cristo; y no pudo ser formada
hasta que el Espíritu Santo fue enviado a bautizar a aquellos primeros
creyentes en un solo cuerpo. (Hechos 2: 1-4; 1ª Corintios 12: 12, 13; Efesios
1: 22, 23; Efesios 2: 16-18).
Si alguien todavía pregunta si la
Iglesia existía en el Antiguo Testamento puede consultar también la epístola a
los Romanos capítulo 16, versículos 25 y 26, y la epístola a los Colosenses capítulo
1, versículos 24-27. Las Escrituras proféticas de las que se habla en la
epístola a los Romanos son las del Nuevo Testamento por medio de las cuales el
misterio ha sido dado a conocer: "La revelación del misterio que por
tiempos eternos fue guardado en silencio, pero es ahora revelado, y por los
escritos de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, es dado a
conocer". (Romanos 16: 25, 26 - VM). Los profetas del Antiguo Testamento
no hablaron de la Iglesia. Es cierto que podemos captar vislumbres en algunos
de los tipos del Antiguo Testamento, por ejemplo en Asenat la esposa gentil de
José. (Génesis 41: 45). Sin embargo, una imagen no es una revelación; hasta no
tener el antitipo el tipo no es más que una imagen.
En lugar de imponer a las
Escrituras un marco de pactos, una estructura de la que ellas no hablan, nosotros
podemos utilizar simplemente el lenguaje de las propias Escrituras. La
administración actual de Dios de Su pueblo es llamada "la administración
del misterio". (Efesios 3: 9 - RVA, RV1865, RV1977, VM). La palabra administración,
traducida alternativamente como dispensación, significa literalmente
la gestión de un hogar, de una familia. Dicha palabra es usada en las
Escrituras para significar un trato públicamente ordenado por Dios con los
hombres en la administración de Sus modos de obrar en Su casa durante varias
épocas. [Véase nota 16]. La dispensación de la Ley era una administración
muy diferente a la época actual. Ella era un trato ordenado por Dios con la
nación de Israel basado en la obediencia de ellos a la ley.
Nota
16. B. Anstey, Dispensaciones y Épocas,
página 1
Después del período de la iglesia
aún habrá otra dispensación diferente de los dos períodos que la preceden para
"reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de
los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la
tierra". (Efesios 1: 10). Esto habla del reinado público de Cristo durante
el milenio. (Apocalipsis 20: 3; Isaías 32: 1). El asunto decisivo es reconocer
que cada dispensación y cada época son distintas y únicas, — especialmente esta
época actual. La iglesia ocurre como un paréntesis entre los tratos pasados de
Dios con Su pueblo terrenal y Su futuro reino terrenal; la iglesia es
celestial. "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en
Cristo". (Efesios 1: 3). Como tal, sus esperanzas son celestiales; ella no
espera con anhelo un reino terrenal. (Juan 14: 2, 3; Colosenses 1: 5; 1a Tesalonicenses
4: 15-17; Apocalipsis 4: 1).
Cuando uno ve las Escrituras sin
la lente interpretativa de la Teología del Pacto las cosas que antes eran turbias
se vuelven claras. Los profetas comienzan a tener sentido, — lo que ellos dicen
se refiere a Israel (no a la Iglesia) y se ajustan en perfecta armonía. El
libro de Apocalipsis, en lugar de ser una descripción fantasiosa de la
destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. [véase nota 17] es perfectamente consistente
con el libro de Daniel y los demás profetas.
Nota
17. Podemos decir con casi total certeza que el libro de Apocalipsis fue
escrito con posterioridad a aquel acontecimiento.
Por otra parte, yo reconozco que
también puede haber cosas que sorprenden al lector. Para algunos es
desconcertante el hecho de que el establecimiento de la iglesia siga a
continuación del rechazo de Cristo por parte de Israel. Para estas personas esto
sugiere que había un plan A, que habiendo fracasado fue reemplazado por el plan
B, — tal vez desde la perspectiva del hombre, pero ciertamente no desde la de
Dios. Esto lleva a una segunda objeción, a saber, puesto que Dios conocía Sus
planes respecto a la Iglesia entonces Su presentación de Cristo a Israel no fue
de buena fe. Esto también es falso. Dios conoce nuestros corazones pero aun así
Él nos hace responsables. La diáspora de Israel fue profetizada en el libro de Deuteronomio
incluso antes de que ellos estuvieran en la tierra de la promesa. (Deuteronomio
30: 1). Entonces ¿por qué Dios envió profeta tras profeta para rogarles cuando Él
sabía el resultado? La presentación de Cristo a Israel concluyó una larga
historia de ruegos de Dios a Su pueblo. (Hebreos 1: 1, 2; Lucas 20: 13). Había
llegado el cumplimiento del tiempo. (Gálatas 4: 4, 5). El hombre había
manifestado plenamente la maldad de su corazón y había fracasado por completo en
cuanto a responder a sus
responsabilidades. El rechazo de Israel a su Mesías fue, por parte de
ellos, la consumación de esto. Y en cuanto a los fieles que recibieron al Señor
Jesús como el Cristo, ¿salieron ellos perdiendo? La Epístola a los Hebreos
responde esta pregunta, — yo no puedo decirlo más claramente que la Palabra de
Dios. ¡La de ellos fue una porción mucho, mucho mejor!
En una línea similar, el hecho de
decir que el Sermón del Monte (Mateo 5, 6 y 7) no está dirigido a la Iglesia,
suele ser recibido con incredulidad, — ¿acaso no le estamos quitando algo a la
Iglesia? El Sermón del Monte fue dirigido a los discípulos. El Señor Jesús
habló como el Mesías de ellos, el Rey-Profeta de los judíos. En dicho sermón Él
presentó la condición adecuada de los que entran en el reino, — no en la
iglesia. La redención no aparece en absoluto. En el Evangelio de Mateo (el
único Evangelio que menciona a la iglesia) no se habla de la iglesia hasta el
capítulo 16, y allí se habla de ella como resultado del rechazo por parte de Israel
a Jesús como su Mesías: [véase nota 18], — "Entonces mandó a sus discípulos
que a
nadie dijesen que él era Jesús el Cristo". (Mateo 16: 20). Además, cuando
Mateo habla de la iglesia ella es algo futuro: "edificaré"
(Mateo 16: 18).
Nota
18. Cristo es la palabra griega para ungido; Mesías es la palabra hebrea.
En la Escritura no hay ni una sola
palabra que alguna vez confunde el reino y la iglesia; y decir que Cristo es el
rey de la iglesia carece completamente de justificación. Este error está
implícito en la falsa enseñanza revisada anteriormente de que la iglesia es el
Israel espiritual. La iglesia es presentada como el Cuerpo de Cristo, la Casa
de Dios, la Esposa de Cristo, pero nunca como una nación bajo un rey. Es importante
reconocer también que el Sermón del Monte no es una espiritualización de la ley,
— es decir, que presenta una visión más elevada de ella. Por el contrario, el
Sermón del Monte está en contradicción con la ley, presentando el estado
interno del corazón en contraste con los requisitos legales y externos de la
ley. El Señor habla de esta manera: "Oísteis que fue dicho… Pero yo os
digo". (Mateo 5: 21, 22).
¿Significa esto que el Sermón del
Monte no tiene aplicación alguna para nosotros como cristianos? ¡Lejos esté
este pensamiento! Los principios morales que contiene este sermón son
ciertamente muy aplicables a nosotros, — como de hecho lo son los principios
morales contenidos en la ley, aunque nosotros no estamos bajo ella ni es ella
nuestra norma de vida. Nosotros no espiritualizamos estas cosas sino que
habiendo reconocido a quién ellas están dirigidas podemos leerlas con entendimiento
y extraer de ellas principios apropiados. Yo no puedo tomar una carta de mi
padre, escrita a mi hermano, y leerla como si fuera para mí mismo. Sin embargo,
comprendiendo a quién está dirigida yo puedo aprender acerca de mi padre y
extraer de ella las lecciones que son aplicables. Nosotros no podemos robar a
otro y esperar obtener ganancia mediante ello; la pérdida para nosotros siempre
será mayor que la pérdida para el otro. Las bendiciones de Israel son
terrenales; las bendiciones de la Iglesia son celestiales. Al asumir las
bendiciones de Israel la cristiandad ha renunciado a mucho.
Los Teólogos del Pacto suelen
enseñar que la época actual responde de manera típica al milenio, aunque un
milenio espiritual. Según la interpretación de ellos la levadura en la masa es
el mensaje evangélico llenando todo el mundo (Mateo 13: 33). Esto a pesar del
hecho de que la levadura tipifica siempre la naturaleza insidiosa del mal (1ª Corintios
5: 6, 7), y que esta interpretación está bastante fuera de línea con las
parábolas que la preceden. (Mateo 13: 1-32). Por otra parte, la Palabra de Dios
enseña muy claramente que la cristiandad ha llegado a ser una casa grande que
admite toda clase de mal (2ª Timoteo 2: 20), que los hombres han edificado un
gran edificio de madera, heno y hojarasca que pronto será quemado (1ª Corintios
3: 11-13), que la cristiandad se encamina rápidamente hacia la apostasía (Epístola
de Judas) y que Dios pronto la vomitará de Su boca (Apocalipsis 3: 16), pero no
antes de arrebatar a Su pueblo de este mundo en el rapto o arrebatamiento (1ª Tesalonicenses
4: 16, 17; 2ª Tesalonicenses 2: 1-3). Por lo tanto, reconciliar la falsa
enseñanza de la Teología del Pacto con lo que realmente está sucediendo en el
mundo requiere una dilución de la verdad, — a saber, se requiere tanto una
espiritualización del mensaje del evangelio como una espiritualización de los
principios morales que se encuentran en la Palabra de Dios. Tal es el estado
general de la cristiandad hoy en día. [Véase nota 19].
Nota
19. Para una exposición más completa y mucho más pletórica de la Teología del
Pacto, léase: «Una interpretación Pactista o una interpretación Dispensacional
de la Escritura, ¿Cuál es la Verdad?», por Bruce Anstey.
Conclusión
Nosotros hemos considerado sólo
algunas de las dificultades (u objeciones) que uno puede encontrar al leer la
Palabra de Dios. Obviamente, hay muchas más. Los ataques de Satanás contra la
Palabra no cesarán y cuando un estrategia fracasa él inventará otra. Al hablar
con otros, incluso si uno fuera capaz de rebatir todos sus argumentos, esto por
sí solo no puede salvarlos y no los salvará. La presentación de hechos
objetivos puede ayudar a eliminar ciertos prejuicios e ideas erróneas; sin
embargo, la salvación es una obra interior del Espíritu Santo y no una obra
exterior de la razón. Una fe que se basa en la razón no es fe en absoluto y
acabará sucumbiendo a la duda y a la incredulidad.
No obstante, tener una mejor
comprensión de los principios que deben ser empleados al interpretar las
Escrituras es claramente beneficioso. Para resumir éstos son: no llevar los pensamientos
propios a las Escrituras sino dejar que ellos sean formados por las Escrituras;
no aislar e interpretar versículos fuera de su contexto inmediato y de la
Palabra de Dios como un todo; y aun así, reconociendo las verdades distintivas,
distinguiendo aquellas cosas que difieren, trazando así acertadamente la
Palabra de verdad; y finalmente, nosotros debemos reconocer que la Palabra de
Dios es un libro espiritual y no puede ser explicada usando medios naturales.
Nicolas Simon
Traducido del Inglés por: B.R.C.O.
– Agosto - Septiembre 2023
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
BJ = Biblia de Jerusalén.
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version
en inglés")
LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por
The Lockman Foundation, Usada con permiso.
NC = Biblia Nacar-Colunga (1944) Traducido de las lenguas originales
por:Eloíno Nacar y Alberto Colunga. Ediciones B.A.C.
RV1602P = Versión Reina-Valera 1602 Purificada.
RV1865 = Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church
Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).
RV1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial
Clie).
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por
Editorial Mundo Hispano).
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).