Advertencias divinas con respecto a los peligros de la
iglesia
De la revista "An Outline of Sound Words."
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de
las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995,
1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
Cuando nosotros pensamos
acerca de todas las fuerzas que se combinan para acabar con todo lo que es de
Dios en este mundo, se hace evidente que sólo la gracia y el poder de Dios
podían preservar algo para Él.
En los días de los apóstoles,
advertencias divinas fueron dadas a la iglesia en cuanto a los peligros que
iban a sobrevenir; hablando el Espíritu Santo, mediante las plumas de Pablo,
Pedro, Juan y Judas, acerca de los males que ya estaban en acción, y se
desarrollarían hasta el final de la permanencia de la iglesia en la tierra.
El Evangelio de Juan, en sus
palabras iniciales, presenta una gran abundancia de luz divina con respecto al
Hijo de Dios, lo cual capacitó a los santos, a través de las edades, a afrontar
los asaltos del enemigo, puesto que el gran objetivo de todos los esfuerzos del
enemigo es atacar la verdad en cuanto a la Persona y a la obra de Cristo. En su
Primera Epístola, Juan escribe, "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega
que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo."
(1ª. Juan 2:22). Él advierte asimismo acerca de los falsos profetas que han
salido por el mundo, diciendo, "todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios." (1ª. Juan 4: 1 al 3). Casi al
final, las palabras de esta epístola son, "su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios, y la vida eterna." 1ª. Juan 5:20).
Juan, en su Primera Epístola,
advierte acerca de muchos anticristos, diciendo, "Salieron de nosotros, pero
no eran de nosotros" (1ª. Juan 2:19);
pero Judas al exhortar a los santos a contender ardientemente por la fe que ha sido
una vez dada a los santos, escribe, "Porque algunos hombres han entrado
encubiertamente" (Judas 4). ¡Cuánto mal han traído estos hombres a la
iglesia profesante! No deberíamos sorprendernos ante la multitud de ataques a
la Persona de Cristo, a la obra de Cristo, y a la inspiración de las
Escrituras, desde dentro del seno de la iglesia profesante, cuando tenemos
tales claras advertencias por parte del Espíritu Santo en cuanto a la
naturaleza y carácter de los instrumentos de Satanás.
El apóstol Pedro no es menos claro que Juan y Judas, escribiendo,
"Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos
maestros entre vosotros, los cuales
encubiertamente introducirán herejías destructoras, negando incluso al Señor
que los compró, trayendo sobre sí una destrucción repentina. Muchos seguirán su
sensualidad, y por causa de ellos, el camino de la verdad será blasfemado; y en
su avaricia os explotarán con palabras falsas." (2ª. Pedro 2: 1 al 3 –
LBLA).
El gran apóstol de los
Gentiles, Pablo, da muchas advertencias. Dirigiéndose a los ancianos de Éfeso,
él dijo, " Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño." (Hechos 20:29). Él
advierte a los santos en Corinto contra "falsos apóstoles, obreros
fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar,
pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender
que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia." (2ª.
Corintios 11: 13 al 15 - LBLA). A Timoteo se le anuncian los tiempos peligrosos
de los postreros días, cuando los Cristianos profesantes tendrían una "apariencia
de piedad, pero negarán la eficacia de ella"; y cuando "los malos
hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
(2ª. Timoteo 3: 1 al 5 y 13).
Estas, y muchas otras
advertencias proféticas del Nuevo Testamento, nos preparan para las tinieblas
que cayeron sobre la iglesia profesante poco después de los días de los
apóstoles, y para los muchos males que abundan en la Cristiandad en estos
postreros días. Además, nosotros podemos discernir la sabiduría de Dios al
permitir que diferentes formas de mal se manifestaran en los días de los apóstoles,
para que nosotros pudiésemos tener en sus escritos inspirados la salvaguardia
divina para afrontar todo mal en su pleno desarrollo en los días finales de la
permanencia de la iglesia en la tierra.
Pese a todos los amargos y
sostenidos asaltos del enemigo, Dios ha tenido a Sus fieles a través de las
edades. La historia profética de la iglesia, presentada en los capítulos 2 y 3
del libro de Apocalipsis, habla acerca de los vencedores en cada fase de la
historia de la iglesia. En medio de las tinieblas existieron los fieles,
aquellos en cuyos corazones el Espíritu de Dios había obrado, y los cuales,
conforme a la medida de luz que ellos tuvieron, se mantuvieron firmes por el
Nombre y la Palabra de Cristo.
Pero los apóstoles no sólo
expusieron los males; ellos señalaron también el camino para el fiel en medio
de dichos males. Judas exhorta, " Pero vosotros, amados, edificándoos
sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor
de Dios." (Judas 20 y 21). Juan nos dice, " Si lo que habéis oído
desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el
Hijo y en el Padre." (1ª. Juan 2:24). Pedro nos recomienda sus dos
epístolas, "los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador
dado por vuestros apóstoles", y lo que "nuestro amado hermano Pablo,
según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito." (2ª. Pedro 3: 1, 2
y 15). Pablo exhorta a Timoteo a continuar en la verdad que había aprendido de
él, asegurándole la inspiración de " las Sagradas Escrituras" del
Antiguo Testamento, como de hecho, de "toda la Escritura", mediante
la cual el hombre de Dios puede ser perfecto, "enteramente preparado para
toda buena obra." (2ª. Timoteo 3: 14 al 17).
Cuán agradecidos de Dios
nosotros deberíamos estar por las Sagradas Escrituras, las cuales, bajo la
dirección del Espíritu de Dios, nos muestran la senda para estos postreros
días; una senda en la que nosotros podemos procurar ser fieles al Señor, y
disfrutar de los privilegios que pertenecen a la asamblea, aunque seamos nada
más que dos o tres congregados en el Nombre del Señor Jesús.
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2016.-