DE
EGIPTO A CANAÁN
W. T. P. Wolston
Todas las citas bíblicas
se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la
Versión Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que además de
las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Capítulo 3: Santificación
- Su Aspecto Posicional
Lectura Bíblica: Éxodo 13: 1-22
LAS lecciones de este capítulo
son extremadamente sencillas pero muy importantes. Estas son las lecciones.
En el momento que Dios tiene un
pueblo redimido, Él querría que ese pueblo entienda que la redención lo sitúa
en una posición totalmente nueva ante Él y, en segundo lugar, que su andar y su
manera de vivir han de ser muy diferentes a lo que eran antes de ser de Él. El
segundo versículo nos da la tónica del capítulo, leemos, "Y HABLÓ Jehová a
Moisés, diciendo: Santifícame todo primogénito; todo primer nacido entre los
hijos de Israel, tanto de hombres como de animales, mío es". (Éxodo 13: 1,
2 – VM). El primer punto es que el creyente es santificado para Dios. A
continuación, tú tienes, a partir de entonces, instrucciones prácticas con
respecto al andar. En lenguaje sencillo, si tú eres una persona recién
convertida hay un nuevo andar, una senda del todo nueva. Dios te ha salvado
para el cielo, pero todavía no estás allí, aunque tú puedes decir: «Sé
perfectamente que voy a ir allí"». Tienes derecho para estar allí, y es la
sangre lo que te asegura y cobija, sólo que no te detengas, sino sigue con paso
firme en el camino. Debido a que tú sabes que estás perdonado puedes pensar que
eso significa todo. Ello no lo es todo. Ello es sólo el principio. Tienes que
seguir adelante. Y posiblemente tengas que recorrer un camino áspero antes de entrar
a aquello de lo que Canaán es un tipo. Tienes un viaje ante ti, y ciertamente
tendrás dificultades en él.
Pero el asunto es éste: ¿Cuál es
el carácter de la senda, y cómo he de seguir yo en ella? «Santifícalos para mí»,
dice Dios (Éxodo 13: 2 - VM). «Entonces Yo esperaré que coman panes sin
levadura», es decir, que celebren "fiesta para Jehová". (Éxodo 13: 6).
Ese es el andar de la santidad, de la separación. Entonces ellos juzgarán lo
que no servirá para Dios (Éxodo 13: 13). Lo siguiente fue esto: "Dios no
los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque
dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva
a Egipto. Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del
Mar Rojo". (Éxodo 13: 17, 18). Jehová era el líder de ellos. Y además lo
siguiente, llevaron los huesos de José con ellos (Éxodo 13: 19). Llevaron los
huesos de su salvador con ellos (ver Génesis capítulos 41-50). Esto tiene un
significado, y tú y yo, mientas pasamos a través de esta escena, nunca debemos
olvidar el hecho de que somos libertados por la muerte del Salvador. Eso es
donde entra la Cena del Señor. Así que llevaron con ellos durante toda su
travesía por el desierto los huesos de José, el cual los había salvado en el
día del hambre.
Al final del capítulo encontramos,
"Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos
por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de
que anduviesen de día y de noche". (Éxodo 13: 21). Ellos tenían siempre la
bienaventurada sensación de la presencia de Dios. Se trata de una figura, yo lo
admito. La gloria de Jehová, la columna de fuego les daba luz por la noche, y
luego, cuando todos los demás estaban al calor del día, ellos tenían la columna
de una nube como un enorme quitasol sobre ellos. Luz de noche, sombra de día, y
Dios como guía de ellos. Estaban en circunstancias favorables. Ello es una
imagen de la forma en que Dios guía a Su pueblo.
Pero ahora voy a hablar un poco
más acerca del importante tema de la santificación. ¿Qué es la santificación? Santidad.
La presentación primordial de la misma está en la Escritura que tenemos ante
nosotros. La santificación tiene dos aspectos, — el aspecto absoluto y el aspecto
progresivo. Está el aspecto posicional y el aspecto práctico. En el aspecto
posicional tú tienes la verdad de que el alma ha sido apartada, separada, para
Dios. Y luego está el cambio práctico, y el progreso santo en el andar del
santo. Él aprende, en primer lugar, que ha sido puesto aparte para Dios, y
luego aprende a moldear sus modos de obrar en consecuencia. ¿Por dónde
empezarías tú si estuvieras pensando en el asunto de la santificación? Yo sé
por dónde yo empecé. Empecé conmigo mismo. Pensé, pobre de mí, qué cantidad
inmensa de cambio y progreso debiera ocurrir dentro de mí. Pero, si yo voy a
hablar de la santificación según la Escritura, debo comenzar con el aspecto
posicional en primer lugar, y por eso debo comenzar con Cristo. Tú dices, «Oh,
¿crees tú que el Señor Jesús puede ser alterado alguna vez?» No, Dios no lo
permita. Acude a la Escritura y oigamos lo que ella dice.
Cuando Él estuvo aquí en la
tierra, el Señor dijo a los judíos: "¿Al que el Padre santificó y envió al
mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?" (Juan
10: 36). Qué cosa tan admirable que el Padre Lo hubiese santificado,
¿podía Él alguna vez ser más santo de lo que era? Dios no permita ese
pensamiento. Lo que dice el versículo significa simplemente esto, a saber, el
Padre había apartado a Su bendito y único Hijo, y Lo había enviado a este mundo
para traer a Dios al hombre, para revelar a Dios y para dar a conocer a Dios
aquí. Para el Hijo de Dios ello fue ocupar una posición totalmente nueva.
Él es visto en este mundo cuando Él se hace hombre. "Y el Verbo se hizo
carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre, lleno de gracia y de verdad". (Juan 1: 14 – LBA). Nosotros encontramos
otro aspecto de la santificación en relación con Cristo en Juan 17.
El Señor dice allí, "Como tú
me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad".
(Juan 17: 18, 19). ¿Dónde se santifica Él a Sí mismo? Donde Él está ahora.
Él se ha puesto aparte a Sí mismo en la gloria celestial y, como Hombre,
ha asumido una posición enteramente nueva para poder unirnos a Él mismo allí.
¿Dónde está Cristo? En la gloria. Está fuera del mundo. Y, amados amigos, ¿qué sacará
el corazón del mundo? Sólo el conocimiento de un Cristo celestial. Oh, sí. Eso
sacará tu corazón de este mundo. Eso hará de ti un peregrino.
Si tú has visto a Cristo, un
Cristo victorioso y ascendido, fuera del todo de esta escena, todo se estropea
para ti en este mundo. Él se pone aparte en la gloria celestial para que Su
pueblo sea santificado mediante la verdad. El Cristiano es una persona que
tiene su corazón en otra esfera por completo mientras sus pies recorren este
mundo. Él está del todo fuera de este mundo, aunque, como santo, cumplirá los
deberes de la vida infinitamente mejor que antes. El pensamiento primordial de
la santificación es, entonces, la separación, y ocupar un nuevo lugar. En Juan
10 veo al Señor Jesús ocupando un nuevo lugar, como Hombre aquí, y en el
capítulo diecisiete lo veo de nuevo ocupando un nuevo lugar como Hombre a la
diestra de Dios, pues la Humanidad ha sido llevada a la misma gloria de Dios en
la persona de Cristo. El resultado es que tú tienes un nuevo lugar, y una nueva
vida, porque Él está allí. Tú perteneces a una nueva compañía.
Pues bien, pasemos al desarrollo
de este tema en el Nuevo Testamento. En Saulo de Tarso encuentro al Señor prendiendo
un vaso muy maravilloso para la revelación de Su verdad, y en la hora misma de
su conversión él obtiene su comisión para los gentiles, a saber: "Para que
abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la
potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe
que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados".
(Hechos 26: 18). Eso es lo que el evangelio hace. Tú no puedes convertir a las
personas, pero Dios puede hacerlo por medio del evangelio. El apóstol Pablo
recibió su comisión y el carácter de su servicio para el Señor aquí, y si tú
estás recién comenzando en la vida Cristiana, me gustaría, y te insto, a estar completamente
afuera para Cristo. Entonces Él te usará en Su servicio y es un trabajo
verdaderamente feliz ser un instrumento en Sus manos para convertir a los
pecadores "de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a
Dios", y llevarlos a que " reciban… perdón de pecados y herencia
entre los santificados".
Pero, ¿quiénes son los
santificados? Son todos los que han recibido la luz de Dios. Ella vendrá si tú estás
preparado para ella, y todos los que reciben un destello de la luz nunca
descansarán hasta saber que están entre los santificados. En el momento que
Israel se puso bajo la protección de la sangre, ellos pertenecieron a Dios. Ellos
no estaban entonces del todo desalojados de la tierra de Faraón, y antes de que
Dios los salvara fueron santificados. Todo Cristiano es santificado antes de
ser salvado. Tú has pensado que la santificación vino al final del camino. Eso
es absolutamente un error, la santificación es al principio. El duodécimo
capítulo de Éxodo es protección, el decimotercero santificación, el
decimocuarto salvación y el decimoquinto satisfacción. La protección viene en
el momento que tú confías en Jesús. La santificación es la siguiente cosa que
aprendes, y el alma debe aprender la verdad según los pasos en los que Dios la sitúa.
Ese es un paso, que estoy tratando, si es que puedo, de ayudarte a dar ahora
mismo. Cuando tú crees en Jesús y tienes fe en Su sangre recibes el perdón de
pecados. Ese acto de Dios es bueno para siempre. Tú nunca puedes perderlo, y
nunca puedes renunciar a él. El gozo del corazón de Dios es perdonarte.
Hace mucho tiempo yo pensaba que
si mis pecados eran perdonados yo debería ser la persona más feliz bajo el sol,
y que eso era todo, pero hay una bendición aún más profunda al poseer, por la
fe que es en Él, "perdón de pecados y herencia entre los santificados".
Pero tú dices: «¿Cómo puedo ser santificado?» Ese es todo el asunto, y la
respuesta es sencilla. El hecho es que las dos cosas van juntas, el perdón y la
santificación. El hombre que es perdonado es un hombre santificado. Tal vez él no
lo sepa, pero cuando lo sepa, le dará a su alma el más maravilloso gozo, y paz delante
de Dios. Tú dices, «encuentro mi corazón tan malo que a veces temo no ser
perdonado». Pues bien, mi querido amigo, cuando el Señor te perdonó, Él sabía
lo malo que eras y te perdonó todo cuando Él sabía todo acerca de ti. El
conocimiento de esta última verdad te salvará de una gran cantidad de angustia.
No existe en la Escritura el
pensamiento de «santificación por medio de la fe», como algunos dicen, es
decir, un acto de fe mediante el cual el alma salvada se convierte en
santificada repentinamente. La santificación de la que se habla aquí la recibe
el alma en el momento en que tiene fe en Jesús. La fe en Él te sitúa entre los
santos. ¿Eres tú un santo? Tú replicas, «Oh, no debería gustarme ocupar ese
lugar». ¿Por qué? «Bueno, obviamente, los santos son personas muy santas». Eso
es realmente lo que deberían ser, pero ellos primero son santos. ¿Quiénes son
los santos? Todos aquellos que son santificados, puestos aparte por la obra
eficaz del Espíritu de Dios en ellos, y la obra de Cristo por ellos. "Los
santificados" incluye a todo el pueblo del Señor. No dejes que Satanás te
moleste acerca de tus experiencias y plantee la pregunta en cuanto a cuándo
eres santificado. Si tú confías en el Señor Jesús y estás bajo el amparo de Su
sangre, has sido separado, apartado para Dios, y eso significa mucho, pues Él
te considera como Suyo desde aquel momento.
Es una cosa maravillosa estar
separado para Dios, porque, ¿acaso tú no ves que cuando Faraón sale un poco más
tarde diciendo que va a alcanzar a esa gente, Dios responde que esas personas
son Suyas, y que Él tiene la intención de libertarlos? Sus palabras son, "Santifícame
todo primogénito; todo primer nacido entre los hijos de Israel, tanto de hombres
como de animales, mío es". (Éxodo 13: 1 – VM). Por eso, más tarde,
cuando "el enemigo" dijo: "Perseguiré, apresaré, repartiré
despojos; Mi alma se saciará de ellos; Sacaré mi espada, los destruirá mi mano"
(Éxodo 15: 9), Dios respondió: "Ellos son mi pueblo", e hiriendo a Su
enemigo y a los suyos a la vez, "los cubrió el mar; Se hundieron como
plomo en las impetuosas aguas". (Éxodo 15: 10). Gracias a Dios, con toda
mi debilidad y maldad, yo pertenezco a Él.
Si tú descubres que has sido
apartado así para Dios, esto tendrá un gran efecto en tu alma.
Al hablar así, estoy pensando en
los corderos del rebaño de Cristo, — aquellos que acaban de empezar. Me
gustaría que los que han andado por más tiempo pensaran un poco en ellos.
Supongamos que intentáramos ayudarlos,— nosotros, los más antiguos, quiero
decir ahora. Vayan y denles aquello que ayudará a sus almas. Ningún material árido,
— dogma teológico o eclesiástico avanzado, — que no puedan deglutir. Aliméntenlos
con la leche de la Palabra. "Apacienta mis corderos" es una dulce
palabra del Príncipe de los Pastores, y hacerlo es una hermosa obra. A todos
ustedes yo quiero hacerles ver, queridos nuevos Cristianos, que ustedes pertenecen
al Señor, absoluta e irrevocablemente. Ustedes reciben al mismo tiempo el
perdón de sus pecados y la santificación. En lenguaje llano, amado nuevo
convertido, tú estás entre los santos, — tú eres uno de ellos. No andes por ahí
hablando de lo que tú sientes. La fe, no los sentimientos, regula tu posición.
Teniendo fe, tú estás en la familia de Dios, y no sólo tienes tus pecados
perdonados, sino que tienes una " herencia entre los santificados". Maravillosas
palabras. ¿Cómo somos santificados? Por la fe que es en Jesús. (Hechos 26: 18).
Lo primero que tú debes aprender
es que has sido apartado para Dios en todo el valor de la obra de Cristo, y
sobre este fundamento Él se dirige a ti en la epístola de Pablo a los
Corintios. Esa epístola está dirigida tanto a ti como a los Corintios. Es, "a
la asamblea de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo
Jesús, llamados santos, con todos los que en cualquier lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro".
(1ª Corintios 1: 2 - JND). Tú has sido apartado para Dios en Cristo Jesús. Presta
atención, no se dice "llamados a ser santos", sino "llamados
santos", es decir, santos por llamamiento. Tú dices, «Oh, entonces
tendré que andar muy cuidadosamente». Sí, eso vendrá en breve. Observarás que
todos los creyentes son considerados como una compañía santificada. Nosotros pertenecemos
a Dios en virtud de lo que el Señor Jesús ha hecho por nosotros. "Mas por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención". (1ª Corintios 1: 30).
Él mismo se ha puesto aparte ante Dios ahora, y nosotros estamos en Él. ¿Quién
es mi sabiduría? Cristo. ¿Quién es mi justicia ante Dios? Cristo. ¿Quién es mi
santificación? Cristo, y Él es también mi redención. Si tú no tienes una
santificación a la altura de la de Cristo, no eres apto para pertenecer a la
familia de Dios, pero, puesto que Él es tu santificación, tú posees lo que
necesitas. Tendrás que aprender esto, a saber, que lo que eres es algo completamente
sin ningún valor. Tú moriste con Cristo y todo lo que eres, como hombre en la
carne, desaparece de la vista de Dios. Nosotros estamos en Él. ¿Eso servirá? Yo
no podría tener nada mejor, y Dios no me dejará tener nada menos, "para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor". (1ª
Corintios 1: 31). Ahora tú puedes gloriarte en el Señor.
En el sexto capítulo de 1ª Corintios
es mostrado el tipo de personas que Dios santifica, pues leemos, "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?
No os engañéis; ni fornicarios, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni
sodomitas, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni calumniadores, ni
estafadores heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; pero habéis sido
lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios". (1ª Corintios 6: 9-11 – VM2020).
"Y esto erais algunos (de vosotros)". No dice que todos hayan sido
así. Pero algunos de nosotros somos convictos. "Y esto erais algunos;
pero habéis sido lavados". ¿Acaso no es eso agradable, después de obtener
toda esta terrible lista de pecados? "Pero… habéis sido santificados,
habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de
nuestro Dios". Ven ustedes, amados amigos, hay dos lados en este aspecto
posicional de la verdad de la santificación. Está la obra del Señor Jesucristo
por nosotros en la muerte, y también está la obra del Espíritu Santo en
nuestras almas, y el orden es sorprendente aquí, es decir, que la santificación
precede a la justificación en la historia del alma.
Ahora bien, si tú acudes a la
epístola a los Colosenses, no encontrarás exactamente la palabra
"santificación", pero encontrarás la cosa explicada en la forma en
que el Espíritu de Dios presenta el estado real del alma creyente. Leemos, "Dando
gracias al Padre, que nos hace idóneos para la participación de la herencia de
los santos en la luz; el cual nos ha libertado de la potestad de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor; en quien tenemos la
redención, por medio de su sangre, la remisión de nuestros pecados". (Colosenses
1: 12-14 - VM). Entonces, ¿Cuál es la verdad? La verdad es que tú y yo podemos
dar gracias a Dios porque somos idóneos para participar de la herencia de los
santos en la luz. Tú nunca serás más idóneo para la herencia de los santos en la
luz que en este momento. Tu idoneidad es lo que el Señor Jesús es. Él es tu
santificación y, "dando gracias al Padre", es el resultado. ¿Lo estás
haciendo? ¿Sale tu alma a dar gracias al Padre por hacerte idóneo para ser un partícipe
de la herencia de los santos en la luz? Idóneo para Dios. Dios es luz y tú eres
apto para Dios. No en ti mismo, obviamente, sino por medio de lo que Cristo es,
y de lo que Cristo ha logrado.
¿Cómo se produce esto? En primer
lugar, consideraremos la obra del Señor. Vayamos a Hebreos 2. Allí tú tienes la
verdad presentada de una manera más bien diferente. Sin embargo, es muy
importante. Leemos, "Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que
los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento
de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas
las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria,
perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que
santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos
hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la
congregación te alabaré". (Hebreos 2: 9-12). Dios está llevando a
muchos hijos a la gloria, y para ello perfecciona al Autor de la salvación de
ellos mediante aflicciones. Ese es Cristo. "El que santifica" es
Jesús, y "los que son santificados", son todos los que son de
Cristo y, "de uno son todos". Él no dice de qué. Ninguna palabra
podría describirlo. Pero todos son del mismo orden, — a saber, de un solo
Padre, de un solo carácter, de una
sola familia. Qué cosa tan maravillosa para que el alma se aferre de ella. De
cada creyente en Jesús, es cierto que, "de uno son todos".
¡Sublime gracia! Retén firmemente
esto, a saber, que tú, como creyente en Jesús, formas parte de esta compañía
santificada. Gloriosa verdad, ellos, "de uno son todos; por lo cual no se
avergüenza de llamarlos hermanos". Espero que tú te avergüences de
llamarlo a Él "hermano", incluso "Hermano Mayor". Él no se
avergüenza de llamarnos Sus hermanos, pero recuerda que Él es nuestro Señor.
Ese es el asunto que debemos entender. En el capítulo veinte de Juan Él dijo a
María: "Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a
mi Dios y a vuestro Dios". Ella fue y se los dijo, y todos se reunieron.
Entonces vino Jesús, se puso en medio y les dijo, "Paz a vosotros". Tomás
no estuvo allí aquel primer día de la semana, día de la resurrección, pero después,
cuando los hermanos le hablaron acerca de la reunión, él tuvo mucho cuidado de
estar allí la siguiente vez, y cuando el Señor entró Tomás supo que era Jesús,
y no dijo, «Hermano mío», sino, "¡Señor mío, y Dios mío!". (Juan20:
16-29). Eso es. Hermano recién convertido, nunca olvides que Él es tu Señor. Él
nos llama Sus hermanos por gracia infinita, diciendo, "Anunciaré tu nombre
a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré". (Salmo 22: 22 – VM). Él
nos da Su propio lugar ante Dios, y luego Él dirige las alabanzas de la
compañía santificada.
Tú encontrarás la base y el fundamento
de todo esto en Hebreos 10, donde la obra expiatoria de Cristo es desvelada:
leemos, "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". (Hebreos 10: 10). ¿Qué
es lo que nos santifica? Es la muerte del Señor. En el altar ha sido ofrecida
esta Víctima bendita, santa y sin mancha. Todo el crédito, el valor y la bienaventuranza
de lo que Cristo fue en Su santidad perfectamente aceptable e infinita hacia
Dios, eso es todo tuyo y mío. Él asumió nuestro lugar en la muerte, y cargó con
nuestro juicio, y así nosotros obtenemos Su lugar en la vida y en la gloria.
Oh, qué descanso para el alma ver esto. Ya no tengo que considerar ni esperar
nada de mí mismo. "Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado
para siempre a los que son santificados". (Hebreos 10: 14 – VM). Así que
yo encuentro aquí que no sólo soy una persona santificada, sino que he sido
perfeccionado. Ello es perfección en cuanto a la conciencia delante de Dios. La
conciencia del adorador debe ser el reflejo del valor de la ofrenda. Si la
ofrenda no es perfecta, la conciencia del adorador no estará en calma, y viceversa.
La ofrenda no era perfecta en el Antiguo Testamento, Dios no se complacía y la
conciencia del adorador no era limpiada. Lo que se quiere decir con, "hacer
perfecto, en cuanto a la conciencia" (Hebreos 9: 9), es que la plena luz de
Dios está sobre mí, y ella no puede encontrar una mancha. La ofrenda ha sido
tan perfecta que ha quitado todo pecado para siempre de la vista de Dios. Esto
no pudo ser hasta que vino Jesús, "Porque es imposible que la sangre de
toros y de machos cabríos quite los pecados" (Hebreos 10: 4 – LBA), pero
una gran verdad del evangelio es ahora que la condición de la conciencia del
adorador es el reflejo del infinito valor del sacrificio.
La sangre de Jesús ha glorificado
infinitamente a Dios acerca del pecado, de ahí que tu conciencia debe ser
absolutamente limpiada por esa sangre. Por Su ofrenda tú eres santificado y,
más que eso, eres perfecto en lo que respecta a la conciencia. Encontrarás tres
cosas hermosas en este capítulo 10 de Hebreos, a saber, la voluntad de Dios, la
obra de Cristo y el testimonio del Espíritu Santo. Tú tienes a la Trinidad
activa en nuestra bendición. La voluntad de Dios era tenernos idóneos para Su
presencia; Cristo realizó la obra de expiación por nosotros en la cruz, por la
cual somos idóneos; y el Espíritu Santo descendió para darnos testimonio de que
somos idóneos, diciendo, "Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones" (versículo 17). No se trata solamente, amado amigo, de que
tus pecados son perdonados, sino que Dios dice: «Mi memoria ha sido tan
afectada por la sangre de la expiación, derramada en la cruz del Calvario, que
no sólo he perdonado tus pecados, sino que los he olvidado». Esto es lo que el
hombre es, «Si te he ofendido, tu podrías perdonarme, pero nunca lo olvidarás».
El hombre no olvida. Pero, considera, cuando Dios quiere darle a tu alma una
profunda y sólida paz eterna, Él dice, "Nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones". Ah, qué sólido descanso eso da.
Además, está el otro aspecto de
la santificación posicional al que sólo aludiré por un momento. Ese otro
aspecto es la obra del Espíritu de Dios. Pablo dice: "Pero nosotros
debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el
Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante
la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad". (2ª Tesalonicenses
2: 13). No se trata de la santificación mediante la sangre sino de la
santificación del Espíritu. Allí tenemos ahora la obra del Espíritu, la
separación para Dios que el Espíritu produce en el alma, y no hay duda de que
la santificación por el Espíritu es una verdad muy importante. En 1ª Pedro 1: 2,
tú obtienes una expresión algo similar. Allí se declara que los creyentes son
"elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra
santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su
sangre". (1ª Pedro 1: 2 – LBA). Tú tienes ahí la obra eficaz del Espíritu
de Dios, la obra profunda, real e interna del Espíritu. Si no hubiera sido por
el toque del Espíritu de Dios, nunca podríamos haber sido bendecidos. ¿Cuál fue
el primer efecto cuando fuiste tocado por el Espíritu? ¿Fue alegría? No, todo
lo contrario. Ves ese hombre, convencido por el Espíritu de sus pecados, él es
muy miserable. No te preocupes, ese hombre ha sido santificado, apartado, y a
continuación creerá a la verdad. Él va a algún lugar de predicación donde oye acerca
del amor de Jesús, y de la muerte de Jesús, y que la sangre de Jesús fue
derramada por él. Exclama: «Cristo murió por un pobre y malvado pecador como yo».
Él cree a la verdad, y obtiene paz, y el conocimiento de la salvación. Eso es
todo, ¿no lo ves? Es muy probable que él te diga que se convirtió esa noche.
Pero no, había existido una obra de Dios sucediendo en él por algún tiempo
antes. Esa es la obra del Espíritu de Dios en nosotros. Somos llevados a vernos
a nosotros mismos. Luego vienen los ejercicios y las agonías del nuevo
nacimiento. Y ahora esa alma comienza a aprender. Él encuentra que él mismo es acepto
en el Amado y obtiene paz.
Esto puede ser suficiente acerca
de lo que yo llamo el lado posicional de la santificación. Dios sea alabado por
la gracia que nos da este aspecto de la verdad, porque da claridad al alma en
su relación con Dios. Otra noche veremos el aspecto práctico del tema.
Las
edades eternas declararán las riquezas de Tu gracia
A los
que con Tu Hijo compartirán el lugar eterno de un hijo.
Ausentes
aún, descansamos en la esperanza, recorriendo del desierto la
senda,
Esperando
a Aquel que nos lleva más allá del poder de la muerte.
Nos
gozamos en Ti, en Tu santo amor es nuestra porción sin fin,
Semejantes
a Tu propio Hijo, con Él en lo alto,
en
la más resplandeciente felicidad celestial.
Oh
Padre Santo, guárdanos aquí en ese bienaventurado nombre de amor,
Andando
ante Ti sin temor hasta que todo sea gozo en lo alto.
W. T. P. Wolston
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Agosto 2021.
Otras versiones de La Biblia usadas
en esta
traducción:
JND = Una traducción del Antiguo
Testamento
(1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos
traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBA = La Biblia de las Américas,
Copyright
1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna, traducción
de 1893 de H.
B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
VM2020 = Versión Moderna 1929 actualizada
2020, publicada con permiso de Biblicom.org.
Título original en inglés: "Sanctification: Its Positional Aspect", by W.
T. P. Wolston "FROM EGYPT TO CANAAN" Traducido con permiso
Versión Inglesa |
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