El
Gozo del Señor
W. J. Prost
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles
("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito.
Cuando el hombre piensa en el
gozo, él generalmente piensa en sí mismo y en su propia experiencia, pues el
hombre caído es egocéntrico por naturaleza. La prevalencia del humanismo
secular hoy en día sólo aumenta este tipo de pensamiento, ya que su premisa
básica es que el punto final de todo es la felicidad del hombre. Cuando el
hombre adopta este punto de vista, siempre deshonra a Dios y, en última
instancia, también se desmerece a sí mismo. El gozo verdadero sólo puede ser
encontrado en el Señor, y para experimentar las excepcionalidades del gozo,
nosotros debemos adoptar una visión del gozo desde el punto de vista de Dios.
Cuando el hombre le da a Dios el lugar que Le corresponde, y comienza con Él,
Dios es glorificado, y el hombre es mucho más bienaventurado.
Una Dádiva de Dios
En primer lugar, debemos
reconocer que todo gozo es realmente una dádiva de Dios, pues Dios deseó la
bendición del hombre desde el principio. De acuerdo con este deseo, hay
alegrías naturales en nuestras vidas humanas, — alegrías que provienen del
disfrute de la creación de Dios, alegrías que provienen de las relaciones
humanas, y alegrías que provienen de las experiencias felices en este mundo.
Todas ellas son, en última instancia, una dádiva de Dios, pues Él es quien nos
ha dado tanto las fuentes de estas alegrías como los sentidos para poder
disfrutarlas; y todas ellas son productos de la bondad de Dios para con el
hombre. Sin embargo, hay mucho más que esto en el corazón de Dios, pues Él se
propuso, en una eternidad pasada, exaltar a Su amado Hijo y asociar a los Suyos
con Su Hijo en una eternidad venidera. Su amor fue dirigido a nosotros en una
eternidad pasada, y Su gozo se originó allí, cuando Él consideró la gloria de Su
Hijo y el gozo de tenernos con Él y semejantes a Él. Participar en el gozo de
Dios conlleva una felicidad suprema, no sólo aquí abajo en este mundo, sino
también por toda la eternidad.
Encontramos así que el Señor
Jesús, "por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios". (Hebreos 12: 2). Su
gozo fue hacer la voluntad del Padre, aunque ello significara ir a la cruz,
porque la gloria estaba delante de Él, y también el gozo de tenernos con Él
como recompensa de Sus padecimientos. Además, cuando el Señor Jesús se despidió
de los Suyos, por así decirlo, justo antes de ir a la cruz, pudo orar al Padre
para que los Suyos tuvieran Su gozo "completo en sí mismos". (Juan
17: 13 - LBA). Él pudo decirles también, "Estas cosas os he dicho, para
que quede mi gozo en vosotros, y vuestro gozo sea completo". (Juan 15: 11
– VM). Es solamente Su gozo el que puede llenar nuestros corazones. Dios nos ha
creado a Su imagen y ha puesto en nuestros corazones "el anhelo por la
eternidad" (Eclesiastés 3: 11 – VM), de modo que nada menor que esto en el
mundo es capaz de satisfacer el corazón del hombre. Dios creó ese corazón, y
sólo Él puede llenarlo. Para el creyente, el deseo del Apóstol Pablo era que
Dios pudiera llenarlos "de todo gozo y paz en el creer". (Romanos 15:
13). El gozo que el hombre busca es a menudo esquivo, pero el gozo que Dios da
a los Suyos es completo, y perdura.
El Impacto de Su Gozo
La experiencia de gustar el
gozo del Señor tiene un impacto tremendo sobre nuestras vidas en este mundo.
Nehemías pudo recordar al pueblo en su día que, "el gozo del Señor es
nuestra fortaleza" (Nehemías 8: 10 – NVI), y la referencia no es a nuestro
gozo en el Señor, sino más bien a Su gozo en nosotros. Su gozo excede con
creces el nuestro, y un sentido de Su gozo en nuestros corazones es lo que nos
da fortaleza para seguir adelante en nuestra senda cristiana, tal como Nehemías
animó a aquellos judíos piadosos en un día difícil. Como dice el himno, «Nuestro
gozo mengua y rezuma aún», y todos podemos dar testimonio de la verdad de esto.
Nuestro gozo en el Señor es ciertamente maravilloso, pero como nuestro estado
de ánimo varía, también lo hace nuestro gozo. Pero, Su gozo en nosotros nunca
varía, y lo que nos da fortaleza es nuestra experiencia de Su gozo.
Como ya hemos comentado, el
gozo que el Señor da no es meramente transitorio; Su gozo perdura. Así que
leemos, "Se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo".
(Juan 16: 22). La alegría que tenemos en las cosas naturales, o la alegría que
ofrece este mundo, nunca pueden perdurar. Las cosas naturales llevan el sello
del pecado y al final decepcionan. La alegría de este mundo también dura sólo
un tiempo, y luego nos presenta el aguijón que siempre va unido a ella. Gran
parte del arte que el hombre produce, ya sea en la pintura, la escultura, la
música o la poesía, refleja su pena causada por la pérdida de lo que su ser
interior anhela. Aunque el creyente no tiene todavía la "plenitud de gozo"
que será encontrada en la presencia del Señor en un día venidero (Salmo 16: 11),
él puede, incluso ahora, regocijarse "grandemente con gozo inefable y
lleno de gloria". (1ª Pedro 1: 8 - LBA). Por medio de la fe nosotros nos asimos
de lo que Cristo ha hecho por nosotros, y del gozo que llenará los atrios del
cielo cuando Él nos tenga allí con Él.
El Testimonio del Gozo
Pero, no es la intención de
Dios que nosotros guardemos ese gozo sólo para nosotros mismos. Como otro ha señalado
muy acertadamente, «Nuestro testimonio a este mundo es nuestro gozo en Dios.» Nosotros
"nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, pues gracias a él
ya hemos recibido la reconciliación". (Romanos 5: 11 – NVI). Debido a que vivimos
y andamos en el sentido del gozo de Dios en nosotros, podemos ayudar a otros a
ver esto también, ya sea, en primer lugar, a venir a Cristo para salvación, o a
promover el gozo de Dios en la vida de un compañero creyente. Así, Pablo pudo
decir a los Corintios que él, y otros con él, eran, "ayudadores de vuestro
gozo". (2ª Corintios 1: 24). Mediante su ministerio, ellos llevaban a
Cristo ante los demás y los capacitaban para conocerle mejor.
El gozo que da el Señor
promueve la entrega en nosotros, pues ese gozo no es egocéntrico; le encanta
comunicar a los demás. Dios es un Dios que da, y nosotros, que estamos llamados
a exhibir Su carácter en este mundo, tenemos una vida nueva que se deleita en
dar. De este modo, Pablo pudo llamar a prestar atención a los de Macedonia los
cuales, en "la abundancia de su gozo y su profunda pobreza", fueron
impulsados a dar "más allá de sus fuerzas". (2ª Corintios 8: 2, 3).
Nuestra ocupación con el gozo
del Señor procura siempre permanecer en ese gozo y en lo que es positivo. Hay
momentos en los que debemos detenernos en lo que es negativo, pero observamos
que cuando Pablo y Bernabé viajaron a Jerusalén para considerar un asunto que
tenía el potencial de causar una seria ruptura en la iglesia primitiva, ellos
"pasaron por Fenicia y Samaria, relatando detalladamente la conversión de
los gentiles, y causaban gran gozo a todos los hermanos". (Hechos 15: 3 -
LBA). Cuando ellos llegaran a Jerusalén tendrían mucho tiempo para ocuparse del
asunto en cuestión, pero a lo largo del camino la forma de conducirse de ellos sólo
trajo gran gozo.
Finalmente, el Espíritu de Dios llevaría nuestros
corazones a la gloria venidera, cuando todo será según el pensamiento de Dios.
Judas mira hacia ese día, hacia Aquel que nos presentará "irreprensibles
delante de la presencia de su gloria con gozo extremado". (Judas 24 – VM).
¡Qué gozo habrá en aquel día, cuando tanto Su gozo como el nuestro serán completos!
Él quiere que experimentemos algo de aquel gozo ahora.
W. J. Prost
Traducido del Inglés
por: B.R.C.O. – Marzo 2021.
Otras
versiones de La Biblia usadas
en esta traducción:
LBA
= La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada
con permiso.
NVI
=Santa Biblia,
Nueva Versión Internacional, Copyright 1999 por la Sociedad Bíblica
Internacional
VM = Versión Moderna, traducción
de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166
PERROY, Suiza).