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SUSTITUTOS EN EL SERVICIO
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).-
Casi todos aceptan
el principio de individualidad en el servicio y, por tanto, de responsabilidad directa al Señor, y a Él solo. No existe nada,
en efecto, que sea tan claramente enseñado en la Palabra de Dios. Así como en el caso de Bezaleel y Aholiab (Éxodo 31), el
Señor designa y califica para el servicio, y dirige en su desempeño. Una condición, por tanto, de todo servicio verdadero
es que dicho servicio sea recibido directamente del Señor.
De este modo
Isaías, cuando oyó "la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" respondió, "Heme aquí, envíame
a mí." (Isaías 6:8). Asimismo Saulo, cuando se sometió a los pies del Cristo resucitado y glorificado, dijo, "Señor, ¿qué
quieres que yo haga?" (Hechos 9:6). Hay solamente un ejemplo, hasta donde podemos descubrir, de algo parecido a que una persona
sustituya a otra en la obra del Señor. Cuando Elías huyó por temor a Jezabel, y, en fatiga y desaliento extremos de alma ante
el fracaso de todo alrededor de él, sólo deseaba morir, él fue confortado por ministraciones angélicas, y finalmente se encontró
en Horeb, el monte de Dios. El Señor, en Su gracia y ternura, trató allí con Su siervo y lo corrigió, y le dio una nueva comisión;
y una de Sus instrucciones fue, "a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar." (1º Reyes
19:16). Se debe tener en mente, no obstante, en primer lugar, que esta fue una sustitución divina (si fuese exactamente eso)
de uno por otro; en segundo lugar, que no fue, de ningún modo, enviar a Eliseo a hacer la obra de Elías; y por último, que
es la continuación de la obra de Elías, de esta manera especial, lo que lo hace tan notablemente un tipo del ministerio de
Cristo en su carácter doble; es decir, mientras estaba en la tierra y en resurrección. Eliseo fue, por tanto, un profeta en
lugar de Elías sólo en el sentido de continuar su servicio, aunque en un carácter nuevo, con una perspectiva de su significado
típico. No hay absolutamente nada en este caso que sea contrario al principio afirmado de la individualidad del servicio y
de la responsabilidad individual.
Si esto es así,
¿acaso no requieren un examen y una revisión muchos de los métodos y prácticas actuales? Por ejemplo, si un siervo del Señor
es llevado a emprender cualquier servicio especial, y es obstaculizado de cualquier manera, sea por circunstancias inesperadas
o por enfermedad, ¿puede corresponder a él encontrar un sustituto? Es una manera fácil de salir de la dificultad; pero ¿acaso
no es posible que al aceptar esta solución él frustra el objetivo del Señor al hacer surgir el obstáculo, y también evita
ese ejercicio de alma que el Señor produciría? Puesto que, ciertamente, si yo he pensado que el Señor me estaba enviando en
una misión determinada, y no se me permite ir, ello debería hacer surgir muchas preguntas en mi alma en cuanto a de qué manera
me había confundido con respecto al pensamiento del Señor. Si, de hecho, el principio establecido es Escritural, la responsabilidad
en el servicio no puede ser transferida. ¿Podía Isaías, por ejemplo, después de haberse ofrecido él mismo para la obra del
Señor, haber pedido a Miqueas, el cual también era profeta en el mismo período, que ocupara su lugar? ¿Podía Pablo haber pedido
a Pedro que llevara a cabo su misión remplazándole? ¿O podía Timoteo haber cambiado lugares y servicio con Tito?
Nuevamente, si
el Señor usa especialmente a uno de Sus siervos en alguna rama determinada de servicio, y Él mismo pone fin a las labores
de Su siervo tomándole para estar con él, ¿estamos en la corriente de Su pensamiento cuando procuramos proporcionar un sucesor?
Sería, efectivamente, una ocupación muy bienaventurada ser hallado esperando en Él con respecto a ello, acudiendo a Él para
que levante y envíe otro de Sus siervos, si ha de ser Su voluntad. Pero junto con esto, se debería recordar también que cada
siervo, como hemos visto, debe recibir su misión del Señor, y que no es el modo de obrar del Señor, por tanto, enviar a un
siervo a llevar a cabo (o continuar) la obra de otro, aunque él trabaje en el mismo campo. No, el Señor es soberano; y a uno
Él dice, «Haz esto»; y a otro, «Ve aquí»,
o, «Ve allí»; y el servicio es bendecido en su desempeño sólo en proporción a que
sea recibido directamente de Él, y que sea llevado a cabo con un ojo sencillo para Su gloria en obediencia a Su voluntad.
Otra pregunta
es sugerida por las consideraciones que anteceden. Ella es, ¿Admite este principio divino de responsabilidad el compromiso
de proveer para cualquier rama de servicio? Por ejemplo, ¿tenemos en la Escritura alguna cosa semejante a la práctica, que
ha crecido en los días modernos, de un siervo dedicándose a encontrar otros siervos para llevar a cabo la obra del Señor predicando
el evangelio en un lugar particular? Se admite plenamente y con gratitud que el Señor puede hablar a Sus siervos, e incluso
darles su obra, por medio de uno de Su pueblo; pero eso es una cosa muy diferente a designar un hermano para el propósito
de, o permitirle, ocupar la posición de organizar para el ministerio de la Palabra de Dios.
Al ofrecer estas
observaciones, las dificultades del servicio no son olvidadas. Estas aumentarán con la confusión creciente, y con el más pleno
desarrollo de las características de los tiempos peligrosos. El tiempo ya ha llegado, como de hecho siempre lo ha sido, cuando
todo servicio verdadero debe estar en conflicto – conflicto con el adversario, y conflicto aun con muchos creyentes,
para el mantenimiento de la verdad. Y precisamente por esto, es necesario, más que nunca, probar todos nuestros modos de obrar
por la Palabra de Dios, para volver en todas las cosas a los principios divinos. Ninguna cantidad de debilidad o confusión
justifica la adopción de métodos no Escriturales. Lo que no está de acuerdo a la Palabra de Dios no es conveniente; y es solamente
cuando estamos en sujeción a ella que nosotros podemos contar ciertamente con la presencia del Señor y la bendición del Señor.
"Examinadlo todo; retened lo bueno." (1ª. Tesalonicenses 5:21).
Edward Dennett
Publicado en la
revista 'Christian Friend' – Volumen 9
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2012.-
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