COMUNIÓN
H. H. Snell
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además
de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
"Allí
me reuniré contigo, y yo hablaré contigo". (Éxodo 25: 22 – JND).
El asunto que debe ser notado
aquí especialmente es la comunión. Enoc había caminado con Dios, y otros le
habían creído a Dios; pero, Dios está mostrando aquí de qué manera Él puede
encontrarse con el hombre, puede tener que ver con él, de una manera adecuada a
Su propia naturaleza infinitamente santa. Él había hablado a Adán en el huerto.
Él mismo se había dado a conocer a Abram como el Todopoderoso (Génesis 17: 1),
y se había hecho tan cercano a él como para no ocultarle las cosas que Él
haría. Pero cuando Él de Egipto llamó a Israel, Él se reveló a ellos como
Jehová. Él los protegió de la destrucción mediante la sangre del Cordero, los
llevó a través del Mar Rojo de muerte y juicio, y así los libertó perfectamente
de sus enemigos, a quienes vieron muertos a la orilla del mar. De este modo,
Dios tuvo un pueblo (aunque en la carne) separado para Él mismo mediante
elección, y mediante sangre, y redimido mediante poder, de modo que Él pudo
morar ahora entre ellos. Por consiguiente, nosotros leemos, en este capítulo,
"que hagan un santuario para mí, para que yo habite entre ellos".
(Éxodo 25: 8 – LBLA). Y por otra parte, cuando los sacerdotes fueron
consagrados, Jehová dijo, "Esto será el holocausto continuo por vuestras
generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el
cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos
de Israel… Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios". (Éxodo
29: 42 a 45). Y, además, "andaré entre vosotros, y yo seré vuestro
Dios, y vosotros seréis mi pueblo". (Levítico 26: 12). Así, Israel es
escogido, separado de todos los demás pueblos, redimido y bendecido con Jehová
en medio de ellos; y ahora leemos acerca de Su reunión con Moisés, y con ellos.
Entonces, la comunión emana de relaciones establecidas fundamentadas en la
consumada redención, y por medio de la habitación de Dios con Su pueblo por
medio de Su Espíritu. Todo esto está expuesto claramente, en este pueblo típico
que Dios sacó de Egipto, la mayoría de los cuales cayó en el desierto debido a
su incredulidad. En cuanto a nosotros, estas bendiciones son de un valor
eterno. Por medio de Una sola ofrenda nosotros somos hechos "perfectos
para siempre". (Hebreos 10: 14). La redención obtenida para nosotros es
"eterna". (Hebreos 9: 12). Nosotros hemos sido bendecidos con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. (Efesios 1: 3).
Somos hijos de Dios, y hemos recibido el Espíritu Santo para que esté con
nosotros, y esté en nosotros, "para siempre". Por consiguiente, a nosotros
se nos "llamó a su gloria eterna en Jesucristo". (1ª. Pedro 5:
10). En los versículos a los cuales nos hemos referido, encontramos a Jehová
enseñando cuál es Su pensamiento en cuanto a la comunión. Él deseó la comunión
con Su pueblo, — "Allí me reuniré contigo, y yo hablaré contigo".
(Éxodo 25: 22 – JND). Él también enseña en qué terreno Él puede reunirse con
ellos.
No pasó mucho tiempo antes de
que estas preciosas palabras fueran comunicadas a Moisés, que aquel monte Sinaí
humeó, porque Jehová había descendido sobre él en fuego. Entonces se ordenó al
pueblo que se alejara y no se acercara. Hubo truenos y relámpagos, y una espesa
nube sobre el monte, y el sonido de la trompeta fue muy fuerte; y tan terrible fue
lo que se vio, que Moisés dijo: "Estoy espantado y temblando".
(Hebreos 12: 21). Límites fueron puestos alrededor del monte, de modo que el
pueblo no los atravesara. Fue dicho, "cualquiera que tocare el monte, de
seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal
o sea hombre, no vivirá". (Éxodo 19: 10 a 21). Pero, ¿por qué todo esto?
Porque Jehová descendió sobre el monte Sinaí, y exigió justicia por parte del hombre
por medio de obras. Él dio una ley adecuada para el hombre como hijo de Adán en
la tierra. Santa, justa, y buena como ella era, era el ministerio de muerte,
porque era la ministración de justicia. Ella exigía justicia por parte del
hombre para con Dios sobre el principio de obras. Así era la ley.
Pero, cuán diferente son las
palabras escritas poco después. "Allí me reuniré contigo, y yo hablaré
contigo". (Éxodo 25: 22 – JND). Ello es debido a que Dios, conociendo lo
que había en el hombre, que él sería insumiso y un infractor de la ley, estaba
exponiendo aquí lo que había en Su corazón hacia él; pues, aunque según el
principio de la ley o de las obras, el hombre debe estar siempre a distancia de
Dios, sin embargo, Su propio corazón sabio y clemente podía idear la manera
mediante la cual el hombre en la tierra y Él mismo no sólo podían reunirse, sino
tener comunión. Un altar para holocausto estaba a la puerta del tabernáculo.
Todas nuestras bendiciones están fundamentadas sobre el sacrificio de Cristo.
Estos son algunos de los comienzos de las revelaciones de la Escritura en
cuanto a la senda de la gracia.
Entonces, la ley no es gracia.
Ellas están en el más amplio contraste entre la una y la otra. Los principios
de la gracia y los de las obras nunca se mezclan en la Escritura para
justificación ante los ojos de Dios. Por eso leemos, "Si es por gracia, ya
no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por
obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra". (Romanos
11: 6 – LBLA).
El símbolo del propiciatorio fue
la insinuación de que Dios saldría en gracia, y que incluso saldría para
los infractores de la ley. Nosotros sabemos que desde entonces esto ha sido
hecho gratuitamente; pues Dios abrió el camino para acercarse a Él en la
persona y la obra de Su propio Hijo, tanto conforme a Su propia santidad, como
a la necesidad del pecador. El Hijo de Dios ha venido; Él dio a conocer al
Padre. Es bueno observar que el Arca fue el primer utensilio del tabernáculo
que Dios mandó que fuera hecho, y que el lugar asignado a ella fuese dentro del
velo. Por tanto, ella presenta a Cristo en el cielo.
Las dos cualidades del
material del cual el Arca estaba compuesta, — a saber, "madera de
acacia" y "oro", — presentan a Cristo como hombre perfecto, y
también como verdaderamente Dios. Hecho carne y morando entre nosotros, no
obstante, Él era el Hijo eterno, — Dios y Hombre en una Persona. En esta Arca,
o cofre, fueron puestas las tablas del testimonio, en las cuales estaban
escritos los Diez Mandamientos. Todo estaba cubierto por una tapa de oro puro
(oro puro, significando la justicia divina), de los extremos de cuya tapa, o
propiciatorio, había querubines labrados a martillo para cubrir el
propiciatorio con su sombra, y uno frente al otro, y sus rostros mirando el
propiciatorio. Todo esto establece claramente que la gracia reina por medio de
la justicia. (véase Romanos 5: 21). Ello anuncia el precioso hecho, de que,
aunque el hombre era un pecador, y por lo tanto estaba expuesto a la ira de
Dios, no obstante, Jesús había glorificado a Dios en lo que respecta a la ley.
Él fue el cumplidor de la ley, así como el portador de su maldición, en la
muerte de cruz, para redimir a los que la habían infringido. Además, Él
magnificó la ley y la hizo honorable, y pudo decir verdaderamente, "Tu ley
está en medio de mi corazón". (Salmo 40: 8). Con Él, ni una jota ni una
tilde falló. Él fue obediente en todas las cosas. Su comida y Su bebida fueron
hacer la voluntad de Aquel que Le envió, y acabar Su obra. Él hizo esto
perfectamente. Por lo tanto, pudo decir al final, "Yo te he glorificado en
la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese". (Juan 17: 4).
El creyente que ha estado bajo
la ley, es redimido así de la maldición de la ley (Gálatas 3: 13), y, habiendo
muerto para ella en Jesús, su Substituto, es llevado a conocer a Dios en Cristo,
como el Dador tanto de la gracia como de la gloria. Al igual que el apóstol,
nosotros podemos decir ahora, "mediante la ley yo morí a la ley, a fin de
vivir para Dios". (Gálatas 2: 19 – LBLA). Es precioso saber que Jesús, el
Hijo de Dios, que ahora está en los cielos, es aquel Único que ha glorificado a
Dios en cuanto a la ley de Moisés, y es el verdadero propiciatorio. Así vemos a
Jesús.
En las instrucciones acerca de
la construcción del propiciatorio, comienza a vislumbrarse la manera de nuestra
interacción y comunión con Dios. Pero, acerca de esto, son presentadas después
revelaciones adicionales del pensamiento de Dios. En este lugar, es vista
especialmente de qué manera los infractores de la ley pueden ser llevados a
Dios, y cómo Dios puede tener entonces interacción y comunión con ellos.
Posteriormente, en el capítulo 16 de Levítico, Dios revela, además, que los que
vienen a Su presencia sólo pueden estar allí seguros en virtud de la nube de
incienso aromático que cubre el propiciatorio, y la sangre del sacrificio
rociada sobre y delante del propiciatorio. No hay duda de que el incienso
presenta de manera bienaventurada las excelencias y perfecciones morales del
Señor Jesús, el cual entró al cielo mismo en virtud de Su propia sangre. La
sangre sobre el propiciatorio nunca era limpiada; era el testimonio siempre
presente de que los pecados habían sido juzgados en el sacrificio, y que los
modos de obrar de Dios habían sido plenamente vindicados. La sangre era rociada
sólo una vez sobre el propiciatorio, porque Dios conocía perfectamente
el valor de la sangre de Jesucristo, Su Hijo; pero era rociada siete veces delante
del propiciatorio, para asegurar al adorador su perfecta eficacia para él
cuando se acercaba así a Dios.
Entonces, nosotros tenemos
ahora confianza para entrar al Lugar Santísimo en virtud de la sangre de Jesús.
La sangre nos da derecho a estar allí, y no tenemos ningún otro. "la
sangre, en virtud de ser la vida, es la que hace expiación". (Levítico 17:
11 – VM). Nosotros no hemos sido redimidos con cosas que se pueden corromper,
como oro o plata, "sino con preciosa sangre, la de Cristo, como de un
cordero sin defecto e inmaculado". (1ª. Pedro 1: 18, 19 - VM). Después de
esta ordenanza acerca del gran día de expiación, Dios estuvo aún más complacido
en mostrarnos Su pensamiento en cuanto al terreno de interrelación y comunión
con Él mismo. Cuando el Hijo del Hombre, colgado en el madero, como sacrificio
inmaculado por el pecado, clamó, "Consumado es, y "entregó el
espíritu", se nos dice que "el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo". (Mateo 27: 52). Se nos enseña que el velo simbolizaba la
carne de Jesús, por eso leemos, "a través del velo, esto es, de su carne".
(Hebreos 10: 20). Mientras el velo estuvo intacto, sin ser rasgado, este era
una barrera que impedía el acceso del hombre a Dios; esto mostraba que el
camino de entrada al Lugar Santísimo no había sido manifestado aún. Pero cuando
el propiciatorio fue accesible para todos a través del velo rasgado, el camino
a Dios fue hecho claro. Es ahora un hecho que un Salvador encarnado, Cumplidor
de la ley, y Portador de la maldición, crucificado, resucitado, ascendido, y
glorificado, es conocido en la presencia de Dios. Hombre levantado de entre los
muertos, e ido al cielo mismo en virtud de Su propia sangre, es visto ahora
allí. Leemos, "vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles,
a Jesús, coronado de gloria y de honra". (Hebreos 2: 9). Qué prodigio de
gracia divina es que Dios ideara así un camino por el cual Sus desterrados
pudiesen regresar, en perfecta consistencia, también, con Sus santas y justas
exigencias. Jehová fue quien dijo, "Allí me reuniré
contigo, y yo hablaré contigo desde encima del propiciatorio, de en medio de
los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que he de
darte en mandamiento para los hijos de Israel" (Éxodo 25: 22 – JND);
pero, nosotros podemos decir que ahora estamos "justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso
como propiciación (o, propiciatorio) por medio de la fe en su sangre".
(Romanos 3: 24, 25). ¡Qué santo y justo terreno la divina gracia ha puesto para
la interacción del Padre con nosotros, y nuestra interacción con Él! Nosotros
vemos los pecados juzgados, la ley cumplida, su maldición llevada, la justicia
de Dios satisfecha plenamente, de manera que Él es justo tanto para con Cristo
como para con nosotros, al perdonar nuestros pecados, y al darnos acceso con
confianza a Su propia presencia ahora por medio de la fe, con derecho a estar
allí para siempre. No dejemos de observar que no se dice «Allí te reunirás
conmigo», sino, "Allí me reuniré contigo, y yo hablaré
contigo"; pues la estimación justa de Dios de la obra de Jesús es tal que,
de manera consistente con cada atributo Suyo, Él puede encontrarse con nosotros
y hablar con nosotros. ¡Qué paz y reposo da esto a nuestras almas! Cuán similar
es el último mensaje del Señor a la Iglesia en la tierra, cuando ella está en
su peor fase de profesión e indiferencia a Sus demandas, leemos, "He aquí,
yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré
a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apocalipsis 3: 20). Es el
propio Señor quien propone aquí la comunión, y Él mismo se expresa como
deseándola. Él quiere cenar con nosotros. ¡Preciosa gracia!
Por comunión nosotros
entendemos una coparticipación, o participación conjunta. Comunión, como hemos
dicho, debe emanar de una paz y de una relación establecidas; y su medida debe
concordar con el carácter en que Dios es conocido. Nosotros no leemos acerca de
la comunión con Dios en las epístolas, porque Dios ha sido revelado ahora como Padre;
"El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer".
(Juan 1: 18). Cada creyente ahora ha nacido de Dios, y conoce al Padre. El
Espíritu Santo ha descendido, y ha sido dado como el Espíritu de adopción.
Leemos, "Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gálatas 4: 6). Es así
que "nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo
Jesucristo". (1ª. Juan 1: 3). El Espíritu Santo es el poder de esta
comunión, por eso leemos acerca de "la comunión del Espíritu Santo".
Por tanto, ahora, en nuestra propia medida, podemos entrar en el amor, en los
consejos, en el deleite, y en el reposo del Padre, con respecto al Hijo, y a
todos Sus hijos; y también podemos entrar en el amor, el deleite, y el reposo
del Hijo con respecto al Padre, y en lo que se refiere a cada miembro de Su
cuerpo. Es en este nuevo orden de cosas que nosotros hemos sido introducidos
por medio de la gracia, y por "la comunión del Espíritu". Contemplar
esto es muy maravilloso y, sin embargo, nosotros podemos ver fácilmente que
nada menos podía ser apropiado para el Padre, nada menos podía convenir al
valor infinito de la "eterna redención" consumada por el Hijo, y nada
menos podía ser obrado en nosotros como hijos de Dios por el Espíritu que mora
en nosotros. No es de extrañar que el apóstol haya añadido, "para que
nuestro gozo sea completo". (1ª. Juan 1: 4 – LBLA). Como hemos observado
anteriormente, es la paz hecha, las relaciones establecidas, y el Espíritu
Santo morando en nosotros, lo que da el carácter a la comunión desde la cual
emana el verdadero servicio. Por lo tanto, el orden divino es: paz, comunión, y
servicio. ¡Qué reposo, y gozo, y también poder, para el servicio y el
testimonio están relacionados con la realización de este orden actual de
comunión! Es de suma importancia que nuestras almas se interesen realmente en
ello, para que podamos estar de manera consciente delante de Dios nuestro Padre,
dentro del velo rasgado, donde Jesús, el cual es nuestra vida y justicia, está,
donde la perfecta paz y el perfecto amor son conocidos de manera inmutable, y
la sangre habla siempre de nuestro derecho a estar allí. Adorar allí al Padre,
regocijarse en Cristo Jesús, sin una nube, sin un temor, no tener confianza
alguna en la carne; siempre descubrir allí la bondad divina, y deleitarse cada
vez más en el Padre, el cual nos ama como Él amó a Su Hijo; y deleitarse en el
Hijo de Dios, el cual nos ama, y se entregó a Sí mismo por nosotros. Tales son
algunas de las bienaventuranzas de la comunión actual con el Padre y con el
Hijo.
¿Qué dice el lector acerca de
estas cosas? ¿Se interesa usted y disfruta de este carácter actual de comunión?
¿Está usted cómodo dentro del velo? ¿Es este el lugar más dichoso que su alma
conoce? Y, ¿lo considera usted como el lugar apropiado para un hijo de Dios,
llevado ahora a esta prodigiosa comunión? Tenemos libertad de acceso allí con
confianza, y para acercarnos confiadamente al trono de la gracia; pero, la
pregunta importante es, ¿Qué es lo que nuestras almas conocen de ello de manera
práctica?
El poder del cristiano para el
servicio, y para toda fructificación es, la comunión. Jesús dijo,
"Permaneced en mi" (Juan 15: 4); y además, "separados de mí nada
podéis hacer". (Juan 15: 5). En el momento que esta comunión es rota,
nosotros dejamos de vivir como los cristianos debiesen vivir, y no podemos
estar en un buen estado hasta que nuestras almas son restauradas. Por eso
encontramos en la Escritura que el pueblo de Dios era feliz y bendecido al
tener que ver con el Arca o propiciatorio, y exactamente lo contrario cuando no
estaban cerca de ella. Como un ejemplo de esto último sólo tenemos que recurrir
a 1º. Samuel 7: 2 – Versión Moderna, donde leemos, "Y fue así que habían
pasado ya muchos días desde el día en que se estableció el Arca en
Kiryat-jearim (pues llegaron a ser veinte años); y toda la casa de Israel se
lamentaba, suspirando en pos de Jehová". La
expresión del estado desdichado de ellos es muy decidora, ellos, suspiraban
"en pos de Jehová"; no tenían conciencia de Su presencia. Y más que esto;
pues podemos estar bastante seguros de que, si Dios no tiene Su lugar correcto
en nuestros corazones, algo más lo ocupará; tal vez la religiosidad
circundante. En este caso fue así. Habiendo ellos perdido el sentido de la
presencia y bendición del Dios verdadero, se ocuparon en otros dioses ajenos de
las naciones y de Astarot. Este es un triste retrato del estado en que muchos
están ahora, los cuales no disfrutan en absoluto de la comunión en el
propiciatorio que hemos estado considerando. ¡Oh maravilla de la gracia divina!
"Allí me reuniré contigo, y yo hablaré contigo desde encima del
propiciatorio, de en medio de los dos querubines que están sobre el arca del
testimonio". (Éxodo 25: 22 – JND). Ciertamente podemos mirar hacia lo alto
y decir:
«Lejos de ti
desmayamos y languidecemos;
¡Oh Salvador
nuestro, mantennos cerca!»
Si la interrelación y la
comunión personal con el Padre y con Su Hijo Jesucristo, en el poder del
Espíritu Santo, no son conocidas por nuestras almas, entonces otros objetos
pueden fácilmente ocupar nuestros corazones, y seremos desdichados; no,
ciertamente, renunciando al Señor, sino que, en vez de disfrutar, suspiraremos
en pos del Señor. ¡Que Él, por Su gracia, nos mantenga permaneciendo en
nuestro Señor Jesús dentro del velo!
Pasemos a otro ejemplo. En 2º.
Samuel 6: 11, 12, encontramos a uno muy grandemente bendecido por Jehová. El
Arca, o propiciatorio, estuvo "en casa de Obed-edom geteo tres meses; y
bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa". La bendición no pudo pasar
desapercibida, ni quedó sin ser mencionada, porque fue tan notable. Leemos,
"Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de
Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios". ¡Ah, que ningún
cristiano espere la bendición de Dios en su casa a menos que el propiciatorio
sea conocido y honrado allí de manera consciente! La palabra de Dios es,
"Yo honraré a los que me honran". (1º. Samuel 2: 30). Por lo tanto,
si el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo es invocado, honrado, y servido
en nuestros hogares, ciertamente podemos contar no sólo con nuestra propia
bendición, sino con la bendición de toda la familia. Podemos estar seguros que
no faltarán ni las bendiciones individuales ni las familiares, si Cristo en el
cielo, el verdadero propiciatorio, es el objeto diario de nuestras almas, y es
honrado por nosotros.
Hacia el final de este mismo
capítulo (2º. Samuel 6), encontramos, también, un alentador ejemplo de gozo y
bendición colectivos, entre aquellos que sabían que el arca o propiciatorio es
el gran centro de atracción. El arca de Jehová, o propiciatorio, fue llevado
con aclamación, con sonido de flautas, y con alegría. Holocaustos y ofrendas de
paz fueron ofrecidos delante de Jehová; el pueblo fue bendecido en el nombre de
Jehová de los ejércitos; y pan y tortas de pasas fueron distribuidos a toda la
multitud de Israel. E Igualmente ahora, cuando el pueblo del Señor es reunido realmente
al nombre del Señor Jesús, y Él, la Cabeza del cuerpo, es conocido
verdaderamente en medio, el cual también es el propiciatorio en lo alto,
entonces, indudablemente, habrá bendición y alegría. El sacrificio de alabanza
y la acción de gracias ascenderán desde corazones adoradores al Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, y los afectos saldrán en pos de cada
miembro del cuerpo de Cristo. Si la presencia del siempre vivo y siempre
amoroso Salvador no es conocida y disfrutada así, que no sea algo sorprendente
el hecho de que la falta de vida y la carnalidad, de una forma u otra, se
manifiesten dolorosamente. Ocuparse individualmente en nuestro Señor Jesús
glorificado es el secreto de la alegría y el consuelo colectivos. Cuando cada
corazón se está regocijando en el Señor, nosotros podemos tener comunión unos
con otros, adorar al Padre en el Espíritu, regocijarnos en Cristo Jesús, y
deleitarnos en el pensamiento de que "aún un poquito, Y el que ha de venir
vendrá, y no tardará". (Hebreos 10: 37). Gracias sean dadas a Dios que nos
llamó "a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". (1ª.
Corintios 1: 9).
Entonces, "comunión"
es la contraseña del cristiano. Nuestro bendito Señor querría que compartiéramos
con Él "las palabras", — las comunicaciones divinas, — que el Padre
le dio. (Juan 17: 8). Él también nos da Su propia paz; ese estado tranquilo,
imperturbable, que emanó siempre de la confianza en el amor del Padre, de modo
que Él querría que nosotros estuviéramos sin turbación de corazón, o miedo,
durante todo el tiempo de Su ausencia. Él dijo: "La paz os dejo, mi paz
os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo". (Juan 14: 27). Él también querría que nosotros
compartiéramos Su gozo. Dijo, "Hablo esto en el mundo para que tengan mi
gozo completo en sí mismos". (Juan 17: 13 - LBLA). En cuanto al amor,
Su deseo es que sepamos que el Padre nos ama como lo ha amado a Él. (Juan 17: 23,
26). Y, para coronar el todo, Él compartirá con nosotros Su gloria.
"La gloria que me diste les he dado". (Juan 17: 22). Oh, ser
mantenidos en el constante disfrute de esta dulce comunión.
H. H. Snell
Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2020
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by
The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Título original en inglés: Communion, by H. H. Snell
Versión Inglesa |
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