Las Fiestas de Jehová - George
Christopher Willis
Capítulo
2
Los
Redimidos de Jehová.
Bienaventurado tú, oh
Israel.
¿Quién como tú?
(Deuteronomio 33: 29)
Los hijos de Israel,
El pueblo a él
cercano." (Salmo 148: 14)
Tal vez nos ayude
a entender mejor
"las Fiestas de Jehová", si consideramos primero al pueblo de Jehová,
— a esas personas a las que Él les mandó celebrar las Fiestas.
El libro de Levítico,
donde leemos el
relato de estas Fiestas, es el tercer libro del Antiguo Testamento. En el primer
libro del Antiguo Testamento, Génesis, leemos acerca de la manera en que Dios
hizo al hombre, lo puso en un huerto hermoso, y descendió, al fresco del día,
para pasear en el huerto con el hombre que Él había hecho. Nosotros encontramos
aquí el maravilloso hecho de que Dios buscaba la compañía del hombre. Supongo
que todos sabemos cómo el hombre pecó, y estropeó así esta comunión con Dios.
En la breve historia del hombre antes del diluvio, Dios hace una pausa para
hablar de un hombre que caminó con Dios durante trescientos años (Génesis 5: 23).
Dios nos deja ver Su gozo en este hombre, con quien pudo tener compañía.
Luego leemos acerca
de la apostasía
general, y del diluvio. Después del diluvio las cosas no fueron mejores, leemos
acerca de la Torre de Babel, y del modo en que el hombre se apartó nuevamente
de Dios. Entonces Dios eligió a un hombre, Abraham; él era el "amigo de
Dios". Volvemos a ver el gozo de Dios en un hombre con el que podía tener
compañía. Leemos acerca de este mismo gozo en Proverbios 8: 31, donde el Señor
Jesucristo, tipificado por la "Sabiduría" dice, "mis delicias
son con los hijos de los hombres".
Dios eligió a Abraham
para ser el padre de
una nación especial. Esta nación iba a ser el propio pueblo de Dios — un
"pueblo a él cercano". Espero que la mayoría de mis lectores conozcan
la historia de Abraham y sus descendientes. Ustedes conocen la forma en que
esos descendientes llegaron a ser esclavos en Egipto, y cuando comienza el
segundo libro del Antiguo Testamento, (Éxodo), vemos a los descendientes de
Abraham, una gran y poderosa nación, en Egipto, pero como esclavos indefensos
allí bajo el cruel dominio del gran rey Faraón. Pero no sólo eran esclavos,
sino que también habían olvidado al Dios que los había escogido y los había
hecho Suyos. Ellos eran idólatras en Egipto, (ver Josué 24: 14). Cuando Dios
estaba a punto de enviar a Moisés para libertarlos, nosotros vemos, en Éxodo 3:
13, 14, que cuando Dios dijo a Moisés que dijera al pueblo: "El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros", Moisés le preguntó a Dios,
"Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les
responderé?" El pueblo de Dios
había olvidado a su Dios hasta tal punto, que incluso habían olvidado Su gran
Nombre.
No había "Fiestas
de Jehová" en
Egipto. No había "santas convocaciones". No había momentos de
regocijo. El Faraón trató de hacer que Israel celebrara la Fiesta en Egipto,
pero eso era imposible. (Éxodo 5: 1; 8: 25). Eran esclavos e idólatras allí.
Esto nos muestra una imagen del hombre, pues todo hombre, en su estado
natural, se ha alejado de Dios. Él es un esclavo de Satanás, el príncipe de
este mundo. Cualquier cosa y todas las cosas tienen un lugar en su corazón,
pero "No hay Dios en ninguno de sus pensamientos". (Salmo 10: 4).
¿Abandonó Dios
a Su pueblo porque estaba en
esta terrible condición? No, no lo hizo. Con un poder inmenso sacó a Su pueblo
de Egipto. Los libertó de la cruel mano de Faraón. Los separó del pueblo y de
los ídolos de Egipto, para convertirlos en el pueblo escogido por Jehová, según
Sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. Después les dijo, "Vosotros visteis
lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he
traído a MÍ". (Éxodo 19: 4).
Los inicuos modos
de obrar de estas
personas en Egipto exigían la muerte y Dios los sacó de Egipto por medio de la
muerte, como veremos. Pero fue la muerte de otro: no de Israel, que merecía
morir. Fueron redimidos de Egipto y de la esclavitud por medio de la
sangre.
Ellos fueron redimidos,
fueron separados,
para ser el "especial tesoro" de Jehová, un "pueblo a él
cercano" (Salmo 148: 14), con Jehová en medio de ellos, escudándolos,
protegiéndolos y gobernando sobre ellos. Jehová nuevamente estaba concibiendo
una forma por la cual Él podría habitar entre los hombres.
Pero consideren,
por favor, qué maravillosa
gracia es que Dios tomara a tales pobres esclavos rebeldes, y los redimiera,
los salvara de su cruel amo, los acercara tanto a Él, y llenara sus bocas con
cánticos. No es de extrañar que Moisés dijera, cuando se despidió de ellos, en
Deuteronomio 33: 29, "Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, Pueblo
salvo por Jehová?"
Pero, aunque la
gracia que llevó a Israel a
tal lugar fue muy maravillosa: aunque las bendiciones que Israel recibió fueron
mucho más allá del pensamiento del hombre: sin embargo, todo esto fue sólo una
sombra de la mayor gracia que lleva a los pobres y perdidos pecadores de hoy en
día, a un lugar aún más elevado y mejor. Por favor, escuchen estas palabras,
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo
con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo".
(Efesios 1: 3).
Mucho menos que
esto nos hubiera
satisfecho. Habríamos estado bastante satisfechos de ser librados del infierno
y del juicio. Eso era todo lo que deseábamos cuando descubrimos que estábamos
perdidos. Pero menos que estas maravillosas bendiciones no podían satisfacer a
Dios, o cumplir los deseos de Su corazón. Él estaba buscando adoradores, (Juan
4: 23). No dice que estaba buscando "adoración", sino
"adoradores". Su propósito era tener un pueblo a Él cercano, hecho
como Su propio Hijo amado, "santos y sin mancha delante de El en
amor". (Efesios 1: 4 - JND).
Estas Fiestas no
habrían sido de utilidad
para Israel en Egipto. Otras cosas llenaban sus mentes allí. Sus vidas eran
amargas con una dura esclavitud. Sus días consistían sólo en hacer ladrillos y
mortero. Sus espaldas estaban doloridas por los látigos de los maestros. No
tenían corazón para "las Fiestas de Jehová". Pero ahora que Jehová
los había libertado y sacado de Egipto, y a través del Mar Rojo, al desierto,
donde podían estar a solas con Él, ellos estaban preparados para escuchar la
benigna invitación de Jehová a venir a Sus Fiestas. Entonces Jehová pudo
decirles lo que había en Su corazón, e invitarlos a compartir con Él las
grandes cosas que habían estado en Sus pensamientos desde la eternidad. Una vez
más, Jehová pudo tener el deseo de Su corazón, tener a Su pueblo consigo mismo,
y estar en compañía de ellos. Oigan Sus propias palabras, "que hagan un
santuario para mí, para que yo habite entre ellos. " (Éxodo 25: 8 – LBLA),
y, "Habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo
soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio
de ellos". (Éxodo 29: 45, 46).
Jehová era el anfitrión
de estas Fiestas, y
Su pueblo Israel eran Sus invitados. Él dispuso estas Fiestas, como
celebraciones de Su propio gozo, Su propio deleite, en los grandes
acontecimientos a los que ellas señalaban. Ciertamente, ellas no eran más que
sombras de los grandes acontecimientos que estaban por venir, pero Jehová podía
ver las imágenes reales por Sí mismo. Y aunque Su pueblo no podía entender la
plenitud y la profundidad del significado, como nosotros podemos hacerlo ahora,
el gozo y el privilegio de ellos era compartir con Jehová Su gozo, y ser Sus
invitados.
Mientras leemos
y meditamos sobre estas
Fiestas, veremos que las cosas que han ocupado el corazón de Dios desde toda la
eternidad, eran aquellas que aún perdurarán por toda la eternidad. Los cánticos
del Cielo nunca envejecerán. ¡Qué diferente de los gozos y los cánticos de la
tierra, que fenecen tan pronto! Que el Señor nos dé ojos para ver, y un corazón
para compartir aquellas cosas que llenan de gozo el corazón de Dios.
¿Recuerdan ustedes
que, en la parábola del
Sembrador, parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la
ahogaron, y el Señor nos dijo que los espinos eran un retrato de los afanes de
este siglo, y el engaño de las riquezas, y que crecieron y ahogaron la Palabra,
por lo cual ella se hizo infructuosa? Qué triste es si los afanes de este
siglo, y el engaño de las riquezas hacen imposible que nos preocupemos por
estas cosas que son un gozo para el corazón del Señor. Qué triste es si estamos
demasiado ocupados con otras cosas, tal vez negocios, o estudios, o incluso la
obra del Señor, — como para tomarnos el tiempo de oír del Señor estas cosas en
las que Él se ha deleitado durante tanto tiempo, y que se ha tomado la molestia
de contarnos.
Cada santo
individual es llamado a tener
comunión con el Padre y con el Hijo (1ª. Juan 1: 3), y toda la iglesia, (que
significa «los llamados a
salir») es llamada
"a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". (1ª Corintios
1: 9). ¿Recuerdan ustedes esas benignas palabras del Señor Jesús en Juan 14,
"El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él"? (Juan 14: 23). Compárese también con Juan
14: 3, y Apocalipsis 21: 3; 22: 3.
El Señor desea
la comunión con Su pueblo
ahora, y también la deseó en los días antiguos. Él la deseaba tanto que pensó
en las dificultades que podrían surgir cuando Su pueblo se reuniera para
encontrarse con Él, y Él proveyó para estas dificultades. Todos sabemos que
sería imposible para nosotros regocijarnos delante del Señor si nos
preocupáramos por nuestros afanes en el hogar. Cuando todos los hombres dejaran
sus hogares para ir al encuentro del Señor, ¿quién protegería los hogares del
poder del enemigo? ¿Y qué les parecen a ustedes los filisteos que siempre
estaban dispuestos a combatir al pueblo del Señor? ¿Sería seguro o correcto
dejar a sus mujeres e hijos desprotegidos para subir al encuentro del Señor,
como Él deseaba? El Señor conocía todos estos peligros y dificultades, y por
eso Él dio la promesa especial, "Ninguno codiciará tu tierra, cuando subas
para presentarte delante de Jehová tu Dios tres veces en el año". (Éxodo
34: 24). El Dios que pudo pensar en estas cosas y cuidar especialmente de Su
pueblo en aquellos días, no las olvidará ahora. Él nos dice ahora que no
abandonemos el congregarnos, (Hebreos 10: 25) y, ¿acaso no cuidará Él de que
aquellos que escuchan y obedecen Su Palabra, no sufran pérdida por ello? ¿No es
esta una palabra especial para nosotros que estamos en China, donde a nuestro
alrededor vemos a nuestros vecinos no hacer ninguna diferencia para con el Día
del Señor, sino que siguen con sus propios asuntos en los negocios y en los
placeres, como si el día fuera de ellos? ¿Acaso no podemos nosotros sentirnos
tentados a seguir el ejemplo de ellos? Pero cuando nosotros conocemos el
profundo deseo del corazón del Señor de tenernos con Él y alrededor de Él, que
nada nos estorbe, y ciertamente encontraremos, en la eternidad, que no hemos
sufrido pérdida por ello. La promesa del Señor sigue en pie, "yo honraré a
los que me honran" (1º Samuel 2: 30) y " buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia" (es decir, pongan en primer lugar las
cosas de Dios), y todas estas cosas os serán añadidas". (Mateo 6: 33).
Pero antes de comenzar
a considerar las
"Fiestas de Jehová" en detalle, hay un asunto más relacionado con
ellas que debemos mencionar. Si en nuestras Biblias pasamos al Evangelio de
Juan, leemos, en el capítulo 2, versículo 13, acerca de la Pascua, la primera
de las "Fiestas de Jehová". Pero aquí no es llamada "la Fiesta
de Jehová", sino "la Pascua de los judíos". En Juan capítulo 7,
versículo 2 leemos, "Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los
tabernáculos". "Las Fiestas de Jehová" se han convertido en las
"Fiestas de los judíos". La forma exterior estaba allí, pero el Señor
Jesucristo, el Hijo de Dios, había sido rechazado, y, ¿qué gozo podía tener
Dios en formas vacías?
Hablando
de ellas en un día anterior,
(Isaías 1: 14), Jehová había dicho, "Vuestras lunas nuevas y vuestras
fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy
de soportarlas". ¿Por qué fue esto? ¿Acaso no fue por una manera formal y
vacía en la que el pueblo celebraba las Fiestas, mientras que ellos mismos se
contaminaban con el pecado y continuaban con el mal? ¿No creen que ustedes y yo
podemos aprender una lección muy valiosa de esto para nosotros hoy? ¿Creen
ustedes que al Señor le agrada más una forma correcta, y una excelente
adoración exterior, si el corazón está lejos de Dios, y las manos están
contaminadas por el pecado, y los pies no caminan en la verdad? El Señor dice
claramente, "el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros". (1º Samuel 15: 22). Cuánto
vemos, acerca de nosotros, que tiene la forma de adoración, pero si lo
examinamos, encontramos que no está de acuerdo con la Palabra de Dios, y no
está en obediencia a Su expreso mandato. Nosotros oímos a los hombres decir: «Tú adoras
a tu manera, y yo a la mía; todos tenemos
derecho a nuestras propias opiniones». Esto es
exactamente lo que no tenemos, a saber, ese derecho. Y si usted o yo adoramos a
nuestra manera, podemos estar seguros de que esta adoración no es aceptable
para Dios.
Recuerden
ustedes que en Apocalipsis 3: 14
a 22, la iglesia de Laodicea tenía una gran apariencia exterior. Ellos eran
ricos y se habían enriquecido con bienes, y de ninguna cosa tenían necesidad (a
sus propios ojos). Pero, ¿cuál es el fallo del Señor? Estaban listos para ser
vomitados de Su boca, tan aborrecibles eran ellos para Él. No podía soportarlos
más. Que ustedes y yo tengamos cuidado para no seguir también esa senda. Y no
olvidemos que el principio de la caída, como es visto en la iglesia de Éfeso,
en Apocalipsis 2: 4, 5, no fue de ninguna manera evidente, sino que estaba en
el corazón, "Has dejado tu primer amor". Que el Señor guarde nuestros
corazones, que mantenga nuestro amor resplandeciente y fresco, con sólo Él como
objeto—, y encontraremos nuestro gozo al estar con Él, así como
también Él encuentra Su gozo al tenernos con Él. Qué bueno es si
nuestros corazones pueden decir, "Mi amado es mío, y
yo suya" (Cantar de los Cantares de Salomón 2: 16), pero es una lección
más profunda cuando podemos decir, "Yo soy de mi amado, y su deseo es
hacia mí". (Cantar de los Cantares de Salomón 7: 10 - JND). ¡Qué gran
gracia!
Él
es totalmente encantador;
Yo
era tan morena como podía serlo,
Pero
Él dice que soy codiciable:
Su
deseo es hacia mí.
Oh,
qué grande es la benignidad de mi Salvador
Y
Su belleza: todos pueden ver.
Pero
en mí, Él pone su belleza;
Su
deseo es hacia mí.
Él
es el más hermoso entre diez mil,
Digno
de la alabanza de ellos es Él;
Pero
Él me amó toda, yo sin atractivo,
Su
deseo es hacia mí.
Pregúntales:
¿Quién es tu Amado?
El
Hijo de Dios, hecho hombre, Él es.
Por
mi dejó la gloria,
Su
deseo es hacia mí.
Él,
el que es Rico, vino desde el Cielo,
Porque
mis pecados murieron en el madero,
Él
murió para poder Él hacerme digno:
Su
deseo es hacia mí.
G. C. Willis
Traducido del Inglés al Español por B.R.C.O. -
Octubre/Noviembre 2020.-
Todas las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles
("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones tal como las que
son indicadas a continuación:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento
(1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por Benito Carnio.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997, 2000 por
The Lockman Foundation, Usada con permiso.