Siete Sermones acerca de la Segunda
Venida y el Reino de nuestro Señor Jesucristo.
H. H. Snell
Cuarto Sermón:
La Primera y la Última
Resurrecciones
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los
lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del
escrito.
Lectura Bíblica:
"Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los
que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa
del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a
la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus
manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no
volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera
resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera
resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años".
(Apocalipsis 20: 4 a 6).
Para el creyente, amados amigos,
"resurrección" es una de las palabras más radiantes en la Escritura.
Ustedes saben que el propio Señor Jesús declaró que Él es "la resurrección
y la vida" (Juan 11: 25); y ello fue una realidad tan bienaventurada, que
la muerte no pudo reinar en Su presencia. Escudriñen ustedes las Escrituras y
encontrarán que la muerte nunca se mostró a sí misma allí donde estaba el Hijo
de Dios. Tan enfáticamente era Él "la resurrección y la vida", que ya
fuese una niña pequeña de doce años en una casa (Lucas 8: 40 a 56), un joven en
un féretro que iba al lugar de los sepulcros (Lucas 7: 11 a 17), o uno que
estaba muerto y hedía en la tumba, no importaba quién era o donde estaba, a la
palabra de Jesús ellos volvieron a vivir. Y el apóstol Pablo pensaba que la
verdad de la resurrección del cuerpo era tan importante que su corazón ardía
cuando dijo, "Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos,
de todos los hombres, los más dignos de lástima". (1ª. Corintios 15: 19 –
LBLA). Cuando ciertas personas en Corinto atacaron esta espléndida verdad
fundamental del evangelio, le encontramos de inmediato lidiando con ello de la
manera más categórica y perentoria. Él declara que, si no hay resurrección de
los muertos, entonces Cristo no ha resucitado; pero que como Cristo ha
resucitado (este Hombre único que murió y fue sepultado), ha resucitado como
las primicias de otros que iban a seguir. Y él sintió que esta verdad fundamental
de la Escritura era tan importante, que afirma que, si Cristo no ha resucitado
no hay salvación, todavía estamos en nuestros pecados, y todos los que
durmieron en Cristo han perecido. Él
también insiste severamente en ello como la verdad del Dios vivo, de que,
"por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la
resurrección de los muertos". (1ª. Corintios 15: 21). Amigos amados, la
resurrección de Cristo de los muertos es como la luz más resplandeciente y más
gloriosa elevándose sobre las oscuras sombras del Gólgota y del sepulcro donde
yacía Jesús. Ella emite sus rayos hacia adelante y hacia atrás. Hacia atrás
esta luz divina revela la perfecta satisfacción que Dios mismo encontró en la
obra sacrificial de Aquel que llevó nuestros pecados en Su propio cuerpo en el
madero; de Aquel de quien Dios tuvo que esconder Su rostro porque nuestro
pecado estaba sobre Él, de modo que Él clamó, "Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?" (Salmo 22: 1). La resurrección nos habla de Aquel
que en el tercer día fue levantado de los muertos, — Dios consideró una cosa
justa poner fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que El
quedara bajo el dominio de ella (Hechos 2: 24 – LBLA); ella nos habla del
hombre Cristo Jesús que había estado muerto, que ha vuelto a la vida, y eso por
los siglos de los siglos. Y, amados amigos, en conexión con la resurrección del
Señor Jesús de los muertos, Él está justamente investido con todo poder en el
cielo y en la tierra; Él es Señor tanto de los muertos como de los vivos.
"Para esto", dice el apóstol Pablo en Romanos 14, "Cristo murió
y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos".
(Romanos 14: 9 - LBLA). De modo que el Señor Jesucristo, sentado ahora a la diestra
de la majestad en las alturas, tiene el derecho de abrir la tumba, así como el
poder para levantar y sacar de ella a cada ocupante. Y parte del trabajo, al
menos, ante el bendito Señor es éste: despojar a la muerte y vaciar cada tumba,
y luego arrojar la muerte y el Hades al lago de fuego; para que la muerte sea
sometida: porque el testimonio de las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento
es, que Él "Destruirá a la muerte para siempre". (Isaías 25: 8; véase
1ª. Corintios 15: 54). Les presento estos pensamientos, queridos amigos, al
principio de esta noche, antes de considerar lo que las Escrituras enseñan
sobre la primera y la última resurrecciones.
En Apocalipsis 20 tenemos dos veces en los
versículos que he leído las palabras "primera resurrección". Esto, en
sí mismo, debiera ser suficiente para que cualquiera concluya que debe haber
más de una resurrección de la familia humana. De lo contrario, ¿por qué debería
ser llamada "primera"? Algunos, soy consciente, sentirían una
dificultad para recibir esto, porque sus mentes están prejuiciadas contra esta
gloriosa verdad. Propongo esta noche, antes de entrar en nuestro tema, examinar
aquellas Escrituras en las que algunos suponen que hay justificación para la
idea tan común de que sólo habrá una resurrección general y un juicio general.
Y confío, antes de que concluyamos nuestra búsqueda, que se verá claramente no
sólo que tal doctrina carece de un vestigio de autoridad en las Escrituras,
sino que es deshonrosa para el Señor, perjudicial para las almas y contraria a
la palabra escrita de Dios.
El pasaje que me parece
calculado para tener el mayor peso para una persona deseosa de defender la idea
de una resurrección general se encuentra en el primer y segundo versículo de
Daniel 12. Por tanto, me referiré a él de inmediato. "En aquel tiempo se
levantará Miguel, el gran príncipe que vela sobre los hijos de tu pueblo."
(Daniel 12: 1 – LBLA) [observen, los
judíos, — el pueblo de Daniel. No se conocían otros en aquellos días que
estuvieran asociados con Daniel], y, "será un tiempo de angustia cual
nunca hubo desde que existen las naciones hasta entonces; y en ese tiempo tu
pueblo será librado, todos los que se encuentren inscritos en el libro. Y
muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para la
vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno". (Daniel
12: 1, 2 – LBLA. Ahora bien, observen que las palabras "tu pueblo"
son mencionadas dos veces en el versículo 1. El período al cual se hace
referencia es el período de la gran tribulación, y yo no puedo detenerlos para
que lo consideren ahora; y lo que es sacado a relucir en el versículo 1 en
conexión con ella es que algunos serán librados de ella. Nosotros encontramos
referencias a este hecho una y otra vez en la Escritura. Fíjense ustedes, entonces,
en el versículo 2; pues este es el versículo que deseo examinar especialmente
en este momento. Leemos, "Y muchos", no todos ellos, sino muchos
del pueblo de Daniel; así que ustedes ven que, en lugar de ser una resurrección
general de todas las naciones, el círculo incluye sólo el pueblo de Daniel, y
que no todos, sino muchos de ellos. "Muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y
otros para vergüenza y confusión perpetua". (Daniel 12: 2 – LBLA).
Observen también que el momento en que esto tiene lugar no es cuando los
inicuos muertos son juzgados; pues eso, como veremos más adelante, será al final
del milenio. En lugar de eso, ello está inmediatamente en conexión con la gran
tribulación, la cual precede al milenio. Esto demuestra que tiene lugar
al menos mil años antes del juicio del gran trono blanco. Luego hay otro asunto
que es muy importante en relación con el examen de este pasaje; a saber, lo que
encontramos en el capítulo 20 de Ezequiel. Este pasaje muestra que cuando las
tribus de los hijos de Israel sean traídas de regreso, (lo cual será al sonar
la gran trompeta) algunos serán apartados como rebeldes (puestos en
vergüenza), y otros serán traídos a las bendiciones de su tierra. Leemos,
"¡Vivo yo! dice Jehová el Señor, que con mano fuerte, y con brazo
extendido, y con indignación derramada, yo mismo reinaré sobre vosotros. Pues
yo os sacaré de entre los pueblos, y os congregaré de entre las tierras, en
donde habéis sido dispersados, con mano fuerte, y con brazo extendido, y con
indignación derramada; y os traeré al desierto de los pueblos, y os juzgaré
allí cara a cara. Conforme entré en juicio con vuestros padres en el desierto
de la tierra de Egipto, así entraré en juicio con vosotros, dice Jehová el
Señor. Y os haré pasar debajo de la vara, y os haré entrar en los vínculos del
pacto. Y recogeré de entre vosotros los rebeldes, los que se rebelan contra mí:
los sacaré de la tierra de su peregrinación, mas no entrarán en la tierra de
Israel; y conoceréis que yo soy Jehová. Mas en cuanto a vosotros, oh casa de
Israel, así dice Jehová el Señor: ¡Id, servid cada uno a sus ídolos, y en lo
venidero también, si no queréis obedecerme a mí: pero no contaminéis más mi
santo nombre con vuestros dones y con vuestros ídolos! Porque en mi santo
monte, en el monte excelso de Israel, dice Jehová el Señor, allí me servirá
toda la casa de Israel, todos ellos juntos en la tierra; allí os aceptaré, y
allí demandaré vuestras ofrendas alzadas, y las más excelentes de vuestras
oblaciones, y todas vuestras cosas santas. Como olor grato os aceptaré, cuando
os haya sacado de entre las naciones, y os haya congregado de entre las
tierras, en donde habéis sido dispersados: y seré santificado en vosotros a la
vista de las naciones. Y conoceréis que yo soy Jehová, cuando os haya traído al
suelo de Israel, a la tierra que alcé mi mano, jurando que la daría a vuestros
padres. Y os acordaréis allí de todos vuestros caminos, y de todas vuestras
obras con las que os habéis contaminado; y os aborreceréis a vosotros mismos, a
causa de todas las maldades que habéis cometido. Y conoceréis que yo soy
Jehová, cuando haya acabado de obrar con vosotros a causa de mi Nombre; no
conforme a vuestros caminos malos, ni conforme a vuestras obras corrompidas, oh
casa de Israel, dice Jehová el Señor". (Ezequiel 20: 33 a 44 – VM). Aquí el
asunto es que habrá una depuración de esas doce tribus que son traídas de
regreso. Ellos se levantarán, por así decirlo, del polvo de la tierra, donde
habían estado ocultos. Algunos (los rebeldes) serán "recogidos" (o,
eliminados – RVA), y otros experimentarán las bendiciones del reinado milenial
del Mesías. Entonces, el pasaje en Daniel 12 muestra, en primer lugar, que se
trata de una acción confinada al pueblo de Daniel, no todos ellos, sino "muchos"
de ellos. En segundo lugar, que ello ocurre en conexión con la gran tribulación
que la Escritura enseña claramente que es premilenial. En tercer lugar, el
profeta Ezequiel habla de un juicio especial que corta a algunos, cuando las
tribus dispersas de Israel son reunidas de regreso a su propia tierra. El
profeta Amos muestra también que esta depuración o tamizado de las diez tribus
tendrá lugar antes de que ellos lleguen a la tierra; y el resultado es que
"todos los pecadores" son cortados en el juicio (Amos 9: 10),
y otros son llevados a la bendición. Leemos, "Porque he aquí yo mandaré y
haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se
zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra. A espada
morirán todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos
alcanzará el mal". (Amos 9: 8, 10). Pregunto entonces, ¿hay una sombra de
evidencia en estos versos de Daniel que justifique la idea de una resurrección
general?
En el capítulo trece de Mateo
se encuentran pasajes que también son considerados por algunos como favorables
al punto de vista de una resurrección general. Me refiero, por ejemplo, a la
parábola del trigo y la cizaña. La explicación dada acerca de ella por nuestro
Señor es, "El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino,
y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la
siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como
se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo
(o, esta era). Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su
reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los
echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que
tiene oídos para oír, oiga". (Mateo 13: 38 a 43). Observen, en primer
lugar, que no hay aquí ni una sola palabra acerca de la resurrección; y, en
segundo lugar, que el ministerio del cual se habla es el de ángeles. Mientras que
cuando los cristianos sean resucitados, se nos dice que será por una acción
especial y directa del propio Señor. Observen también que aquí la acción
consiste en quitar a todos los malos y dejar a los buenos — es decir, quitar de
Su reino "a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad".
Esto es exactamente lo contrario de lo que sucederá cuando Cristo venga por
nosotros. La forma verdadera de exponer esto es, no lo dudo, que cuando el
Señor Jesús viene a introducir las bendiciones mileniales Él encontrará
abundancia de iniquidad en la tierra. Ustedes saben que de Él se habla como de
Aquel que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, leemos , "Yo te
encarezco delante de Dios y de Cristo Jesús que ha de juzgar a vivos [es decir,
a los inicuos vivos] y muertos [es decir, a los inicuos muertos], y por Su
aparición y su reino…". (2ª. Timoteo 4: 1 - JND). {Ver nota del traductor}.
{N.
del T.: Trascribo nota de William MacDonald extraída de su comentario Bíblico –
Antiguo y Nuevo Testamento, texto que servirá para aclarar el sentido de 2ª.
Timoteo 4: 1, cito textual:
«En
este versículo, el Señor Jesús es designado como Aquel que va a juzgar a los
vivos y a los muertos en su (katá) manifestación y en su (katá)
reino (RVR60). La traducción de la V.M., «al tiempo (katá) de su
aparecimiento y de su reino» sugiere que cuando el Salvador regrese a la tierra
para establecer Su reino, habrá una resurrección general y un juicio general.
Pero en el original griego la palabra katá significa literalmente
«según», o, «en conformidad».
El
Señor Jesús es Aquel que va a juzgar a vivos y muertos, pero no
se especifica el tiempo. La manifestación y el reino son
presentados por Pablo como motivos para la fidelidad en el servicio.
Sabemos
por otras Escrituras que la Segunda Venida de Cristo no es la ocasión en
la que juzgará a vivos y muertos. Los muertos malvados no serán juzgados
hasta el fin del Reinado Milenial de Cristo, según Apocalipsis 20: 5.»}
La acción de esta parábola es
una acción en relación con los que viven. Los inicuos vivos son quitados. Siendo
sólo la hechura de Satanás (la cizaña), ellos son eliminados en juicio. Y los
que son el pueblo verdadero de Dios en la tierra en aquel momento (cuando el
Señor viene con nosotros al comienzo del milenio), tendrán su lugar de
bendición en la tierra. Entonces, yo pregunto, ¿Existe el más mínimo fundamento
para tratar este pasaje como si contuviera alguna garantía para una
resurrección general de creyentes e incrédulos?
En
el capítulo 25 de Mateo, la bien conocida descripción que presenta
nuestro Señor acerca de las ovejas y los cabritos parece favorecer, a primera
vista, la idea de una resurrección general. Sin embargo, al considerar el
pasaje encontrarán que aquí también hay una ausencia total de la resurrección;
ni una sola persona juzgada es resucitada de la muerte. A continuación,
observen que hay cuatro partícipes : el rey, las ovejas, los cabritos y los
hermanos del rey. De modo que, sin seguir adelante, vemos que no hay nada que
favorezca la doctrina que se intenta deducir de dicha descripción acerca de una
resurrección simultánea de los salvados y no salvados para ser juzgados en el
gran trono blanco. La persona principal presentada en esta enseñanza profética
es el Señor Jesucristo, ocupando Su trono como Rey en la tierra, teniendo a
todas las naciones delante de Él, y juzgándolas por la manera en que ellas han
tratado el ministerio especial que Él, el Rey, había enviado. El juicio llevado
a cabo sobre los que no habían recibido el testimonio de los hermanos del Rey
es un juicio muy sumario; ellos son enviados de inmediato al castigo eterno. Pero
los justos, los que creyeron en el testimonio, y por lo tanto amaron y trataron
amablemente a Sus hermanos que lo trajeron, van a la vida eterna. Es una sesión
judicial que el Señor llevará a cabo en relación con las naciones, y Sus
"hermanos" estarán presentes. Observen también que el Señor dice,
"Venid, benditos de mi Padre", — no dice, «benditos de vuestro
Padre», — "heredad el reino preparado para vosotros desde", Él no
dice antes de, sino "desde — la fundación del mundo"
(Mateo 25: 31 a 46). Nosotros sabemos que en la Escritura se habla de la
Iglesia como escogida en Cristo antes de la fundación del mundo; pero
estos mencionados aquí son bendecidos en el reino, tal como se afirma,
preparado "desde la fundación del mundo". Ellos heredan el
reino. Nosotros estaremos con Cristo en esa sesión, pues, después del
arrebatamiento nosotros "estaremos siempre con el Señor". (1ª.
Tesalonicenses 4: 17). Entonces, para resumir las características de este
juicio, ello es en conexión con "el evangelio del reino" que un
remanente de judíos será incitado por Dios a publicar después de que nosotros
hayamos sido arrebatados para encontrar al Señor en el aire. Ellos son los
"hermanos" de Cristo según la carne. El "evangelio del
reino" consistirá en las buenas nuevas de que el Mesías viene a establecer
en la tierra el reino por tanto tiempo profetizado, cuando "la tierra será
llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar". (Isaías
11: 9). Todas las naciones serán bendecidas en aquel entonces, según la promesa
de Dios a Abraham. Por lo tanto, ellos publicarán estas buenas nuevas como
testimonio a todas las naciones, como se nos dice en Mateo 24: 14. Algunas
personas recibirán el testimonio de ellos y, consecuentemente, los tratarán con
amabilidad. Otros los perseguirán, los matarán (como encontramos en Apocalipsis
6: 9), los encarcelarán, y cosas por el estilo. Cuando el Rey venga realmente,
juzgará en consecuencia. Nosotros hemos visto los resultados. Observen que el
Señor cumple Su promesa a Abram en Su juicio — leemos, "Bendeciré a los
que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré", como está
registrado en Génesis 12: 3.
Pasaré
ahora, queridos amigos, a otra Escritura que a veces es usada como
favoreciendo el pensamiento acerca de un juicio general. En 2ª. Pedro 3: 10
leemos, "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual
los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. El motivo
por el cual algunas personas malinterpretan este pasaje es que ellas presuponen
que un día debe ser en el lenguaje profético un período de veinticuatro horas.
Esto no es así. Se nos dice poco antes que, "para con el Señor un día es como
mil años, y mil años como un día" (2ª. Pedro 3: 8). Pues bien, si ustedes
relacionan esto con lo que leemos en Apocalipsis 20, encontrarán que el reinado
del Señor en el milenio se va a extender por un período de mil años. En el día
del Señor ciertas cosas van a ocurrir. Los elementos serán disueltos con fuego
intenso; y también la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Esto
va a tener lugar, según Apocalipsis 20, al final de los mil años. Vemos así de
qué manera todas estas cosas pueden ocurrir en el día del Señor. Por lo tanto,
no hay nada en el pasaje que favorezca la idea de que hay una sola
resurrección. Hechos 17: 31 también debe ser entendido de manera similar. Es
muy cierto que Dios "ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con
justicia"; pero cuando vemos que el día se extenderá por mil años, ello deja
un amplio espacio para que Cristo juzgue a los vivos al comienzo de ese día, y
resucite a los inicuos muertos y los juzgue al final.
Sólo
hay un pasaje más sobre este asunto sobre el que llamaré a prestar atención.
Se encuentra en Apocalipsis 1: 7, leemos, "He aquí que viene con las
nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la
tierra harán lamentación por él. Sí, amén". Una vez oí que un siervo del
Señor predicaba esto como que se trataba del día de lo que él llamaba la
resurrección general y el juicio. Pero, en primer lugar, observen que no hay en
él una sola palabra sobre la resurrección; y, en segundo lugar, el versículo habla
de la venida del Señor (a saber, la aparición, o manifestación visible del
Señor). Y si examinan el pasaje acerca del juicio de los inicuos muertos en el
gran trono blanco, ustedes encontrarán que no dice nada acerca de la venida del
Señor. No habrá venida en aquel entonces; y por este motivo, — Cristo habrá
estado reinando sobre la tierra durante mil años, y este juicio se llevará a
cabo al final de ese período. (Véase Apocalipsis 20).
Dado
que yo no recuerdo ningún otro pasaje de la Escritura que sea propuesto
para favorecer la idea de lo que es llamado la resurrección general — es decir,
la resurrección de creyentes e incrédulos, procuraré examinar esos textos que aluden
categóricamente al tema que está ante nosotros, — a saber, la primera y la
última resurrecciones.
En Marcos 9 los discípulos estaban algo perplejos debido a que el Señor
había hablado acerca de algunos resucitando de los muertos. Ellos lo
entendieron como una resurrección de entre los muertos, porque ese es el
verdadero sentido del pasaje. No cuestionaron la doctrina de la resurrección
del cuerpo. Ustedes saben que los fariseos la sostenían como parte de su credo,
aunque los saduceos no lo hacían. Leemos en el décimo versículo, "Y
guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de
los muertos". (Marcos 9: 10). Evidentemente ellos distinguían entre la
resurrección de los muertos, y la resurrección de entre los muertos. Ello implicaba
que algunos de los muertos resucitarían, mientras otros permanecían aún en sus
tumbas. Se trataba de una resurrección de entre los muertos. En Lucas 20 el
Señor da una explicación de ello. Él habla del tema de la resurrección, y dice
en el versículo treinta y cinco, "mas los que fueren tenidos por dignos de
alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se
casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales
a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección".
(Lucas 20: 35, 36). Ahora bien, observen que sólo los que son considerados
dignos de obtener la resurrección de entre los muertos son a los que se hace
referencia aquí. Yo llamo a prestar una particular atención a esto, porque desecha
de inmediato la idea de que hay una resurrección general de los salvados y de
los perdidos. Estas son claramente personas que serán tenidas por dignas
de obtener una resurrección de entre los muertos; y el Señor habla de ellos
como hijos de Dios, hijos de la resurrección.
En Lucas 14 esta doctrina es
sacada a relucir aún más claramente. En el versículo catorce, después de hablar
acerca de hacer un banquete, y de llamar a los pobres a él, a los mancos, los
cojos y los ciegos, y no a sus vecinos ricos, Él dice, "pero te será
recompensado", ¿y eso, ¿cuándo? "en la resurrección de los justos".
(Lucas 14: 14). Mis amados amigos, Déjenme suplicarles que permitan que estas
palabras del Señor tengan la importancia que merecen en sus corazones y mentes.
No son mis palabras, son las del Señor. Él dijo, "te será recompensado en
la resurrección de los justos". Y, pregunto, ¿favorece eso la idea, o acaso
no se opone directamente a la idea de una resurrección general? Si va a haber,
como algunos dicen, y como me enseñaron durante muchos años, una resurrección
general de los salvados y de los perdidos, una especie de asamblea general,
¿cuál sería el significado de la expresión, "te será recompensado en la resurrección
de los justos"?
Pero pasemos a otro pasaje en
el ministerio de nuestro Señor — el quinto capítulo del evangelio de Juan, y
examínenlo cuidadosamente. En el versículo veintiuno Jesús dice, "Porque
como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los
que quiere da vida" (Juan 5: 21); y después se nos enseña que Él les da
vida, en primer lugar, con referencia al alma, y en segundo lugar con
referencia al cuerpo. En esta parte del capítulo Él habla de dos cosas, — a
saber, dar vida y juzgar. Leemos, "Porque el Padre a nadie juzga, sino que
todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre.
El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto
os digo [presten atención a esto; el que habla aquí es el Juez mismo — Aquel
mismo que va a juzgar al mundo]: El que oye mi palabra, y cree al que me envió
[es decir, el Padre], tiene vida eterna [no dice tendrá, sino
"tiene"]; y no vendrá a condenación [o, no vendrá a juicio, como la
palabra podría ser traducida mejor], mas ha pasado de muerte a vida".
(Juan 5: 22 a 24). ¡Oh, la bienaventuranza de estas palabras de Jesús! Y
entonces el Señor continúa diciendo, "De cierto, de cierto os digo: Viene
la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oyeren vivirán". (Juan 5: 25). Ahora bien, observen que el Señor
habla aquí de Él mismo como vivificando, o dando vida, a quien Él quiere, y la
acción es lo que Él esta haciendo ahora, — a saber, dando vida a almas muertas
por medio de Su palabra. "Viene la hora, y ahora es, — ahora, esta
noche, a lo largo de toda esta época de la gracia. Pero alguno puede decir , «Esta
es una hora.» Cierto; pero es verdad que esta hora se ha extendido por un
período de más de 1800 años. Más abajo en el mismo capítulo Él dice, "No
os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los
sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de
vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio". (Juan 5:
28, 29 – LBLA). Tengan el cuidado de notar que Jesús está hablando aquí de Sí
mismo como teniendo poder para vaciar toda tumba, y que Él lo hará por medio de
Su palabra. Toda persona muerta en la tumba oirá Su voz y saldrá, — toda
persona, sin excepción. Pero, ¿en qué momento saldrán? ¿No será en momentos
diferentes? ¿cuáles son las palabras? Leemos, "los que hicieron lo bueno,
a resurrección de vida", esa es ciertamente una resurrección, "y los
que practicaron lo malo, a resurrección de juicio", esta es otra
resurrección. Pues bien, de hecho, ello puede ser dicho en Apocalipsis 20,
"Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera
resurrección". (Apocalipsis 20: 6). La pregunta que puede ser
planteada es, «Si hay dos resurrecciones, ¿nos enseña la Escritura qué duración
tendrá el período entre la resurrección de vida y la resurrección de
condenación o juicio?» Apocalipsis 20 da la respuesta, "Los demás muertos
no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años". (Apocalipsis
20: 5). Entonces, este es el período que se interpondrá entre "la primera
resurrección" — "la resurrección de vida", o "la
resurrección de los justos", y la resurrección de los que son resucitados
para condenación o juicio. Pero quizás alguno me remitirá al hecho de que ambas
acciones en este versículo ocupan solamente una hora. "Viene la hora".
Pero cuando recordamos que "la hora" mencionada en Juan 5: 25 ya se
ha extendido por más de 1800 años, , no quedará ninguna dificultad en cuanto a
la extensión de "la hora" en este versículo.
Entonces, amados amigos, yo
creo que nada puede ser más claro que nuestro bendito Señor, durante Su
ministerio en los días de Su carne, enseñó que habría más de una resurrección; Él
habla claramente, en el pasaje al que me acabo de referir, de dos
resurrecciones; y esto concuerda perfectamente con lo que encontramos en el
capítulo veinte de Apocalipsis, donde tenemos la "primera
resurrección", y el regreso a la vida del resto de los muertos mil años
después. Es cierto que no tenemos la expresión, última resurrección;
pero sabemos que ésta será la última, porque cuando ella tiene lugar el cielo y
la tierra huyen, los elementos se fundirán con intenso calor; y esto es seguido
por "nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia".
(2ª. Pedro 3: 12, 13 – LBLA).
Con respecto al pasaje en
Apocalipsis 20: 4, el versículo comienza diciendo, "Vi tronos, y se
sentaron sobre ellos, y se les concedió autoridad para juzgar…", y luego
tenemos al final del versículo siguiente, "Esta es la primera resurrección".
(Apocalipsis 20: 5). Este es el único lugar en la Escritura en el cual la
primera resurrección es definida; y les ruego que presten atención por unos
momentos mientras consideramos el pasaje.
Es increíble que algunos hayan
pensado que la "primera resurrección" es meramente una resurrección
de principios. Pero cuando nosotros encontramos que se habla de
"almas" que han sido separadas de sus cuerpos, y que luego vuelven a
vivir, y reinan con Cristo mil años, no puede quedar ninguna duda en la mente
para concluir que ellas son personas.
Observen ustedes que la
primera resurrección no es una resurrección simultánea. Es aquí donde algunos
han cometido un error. Por lo tanto, cuando Pablo habla de la venida del Señor
Jesucristo, y de que los muertos en Cristo resucitarán primero, y los que están
en Cristo que estén vivos en la tierra serán transformados, y subirán al
encuentro del Señor en el aire, — ustedes no encuentran que él dice que esta es
la primera resurrección. No. Es evidente que ello forma parte de la primera
resurrección; pero el apóstol se cuida de no llamarla la primera resurrección. De
hecho, como he dicho, ustedes no encuentran definida la primera resurrección en
ninguna otra parte de la Escritura, excepto en Apocalipsis 20. Allí tenemos
ciertas clases de personas puestas ante nosotros, luego un corto paréntesis, y después
las palabras, "Esta es la primera resurrección". Por lo tanto, Apocalipsis
20: 4 nos presenta la primera resurrección, y en ella están incluidas tres compañías
distintas de personas. Primero tenemos, "Vi tronos, y se sentaron sobre
ellos los que recibieron facultad de juzgar". (Apocalipsis 20: 4). Esta es
una compañía. Aquellos de ustedes que están familiarizados con el libro de
Daniel recordarán que, en el séptimo capítulo, cuando viene el Anciano de días,
los tronos, como leemos allí, son puestos. Pero yo creo que todos los críticos
están de acuerdo en que ello significa que los tronos están establecidos, ya
que ese período nos introduce en el comienzo del establecimiento del reino — el
reinado de Cristo. Por lo tanto, tomando esto como significando que los tronos
están establecidos, encontramos (en Daniel) que no hay ninguna persona sobre
ellos; dichos tronos están representados como vacíos, sólo porque no estaba
dentro del ámbito de Daniel profetizar acerca de nosotros. Pero en Apocalipsis
ustedes encuentran que ellos están ocupados; hay una compañía de personas
sentadas en ellos, y están juzgando. ¿Quiénes son estas personas? Si ustedes
pasan a Apocalipsis 4, verán una compañía de personas allí sentadas en
asientos, o tronos; ellos tienen coronas; están vestidos de ropas blancas; y
son adoradores. Esto describe precisamente a los que serán arrebatados para
encontrarse con el Señor en el aire — los que pueden cantar, "Al que nos
ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos constituyó en un
reino, sacerdotes para Dios su Padre". (Apocalipsis 1: 5, 6 – RVA). Yo
entiendo, entonces, que esta primera compañía consiste en los santos
celestiales, — a saber, los que son arrebatados para encontrarse con el Señor
en el aire cuando Él viene. Con respecto a la facultad de juzgar que ellos
recibieron, ustedes recuerdan que el apóstol, en 1ª. Corintios 6 dice, "¿O
no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" (1ª. Corintios 6: 2). Y
otra vez, "¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1ª.
Corintios 6: 3). De este modo ustedes ven que los que son trasladados para
encontrar al Señor en el aire están asociados con Cristo cuando Él viene, no
solamente en Su reinado, sino también en el juicio.
Después de que seamos trasladados, encontramos en Apocalipsis 6 que los
sellos son abiertos; y cuando el quinto sello es abierto, tenemos la mención de
almas que están "debajo del
altar", — los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del
testimonio que habían mantenido". (Apocalipsis 6: 9 - LBLA). Yo no dudo de
que estas son las personas que aparecen en la escena después de que los santos
hayan sido arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire; porque Dios no
ha abandonado a la tierra. Él tendrá otro testimonio después de que nos marchemos.
Un remanente de Israel, al que me refería hace un momento al examinar el
capítulo veinticinco de Mateo, será sacado a la luz como testigo de Dios.
Saldrán con el evangelio del reino. Ustedes dirán: «¿Cómo sabe usted que son
judíos?» Porque el lenguaje de esas "almas" que han sido martirizadas
y están bajo el altar es, "¿Hasta cuándo, oh Soberano nuestro, el fiel y
el verdadero, no juzgas y tomas venganza de nuestra sangre, en los que habitan
sobre la tierra?" (Apocalipsis 6: 10 – VM). Ellos no preguntan al Señor
cuánto tiempo transcurrirá antes de que Él venga, sino que piden venganza sobre
sus enemigos. Ahora bien, ningún cristiano — presten atención — ningún
cristiano estaría justificado en permitirse un espíritu como ese. Hacerlo sería
para él una cosa perversa. Al cristiano se le ordena seguir a Cristo, — a amar a
sus enemigos. Pero era bastante consistente para un judío justo (y así será en
el futuro) tratar con justicia de esta manera, "Ojo por ojo, y diente por
diente" (Mateo 5: 38), como lo menciona nuestro Señor. Estas personas
martirizadas están evidentemente en este espíritu, y por lo tanto en terreno
judío. Se les dan vestiduras blancas y se les dice que descansen todavía un
poco de tiempo, hasta que sus hermanos también fuesen muertos como ellos lo
habían sido, porque "el hombre de pecado" está apareciendo en la escena,
cuando muchos más serán muertos. Leemos entonces este cuarto versículo del
capítulo 20, "Y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio
de Jesús y por la palabra de Dios". (Apocalipsis 20: 4). Esto es
precisamente lo que tenemos en el sexto capítulo con referencia a las almas "debajo
del altar", y yo he procurado mostrar que estos aparecen en escena después
de que nosotros nos hemos marchado, y que, aunque ellos pierden todas las
esperadas bendiciones en la tierra, Dios, en Su misericordia, les dará un lugar
en el reinado con Cristo.
Esto,
sin embargo, me lleva a otro asunto que puede ser una dificultad para
alguno. El escritor inspirado dice, "vi también las almas de los",
etc. Pero el lenguaje posterior aclara cualquier dificultad acerca de este
punto. Se nos dice que ellos, "vivieron y reinaron" (Apocalipsis 20:
4); es decir, 'volvieron a vivir', presentándonos exactamente la idea de que a
ellos se les ha dado cuerpos — viviendo de nuevo, y reinando con Cristo, como
personas. Pero esto no es todo. Hay otra compañía en esta resurrección, y la
referencia a ellos en Apocalipsis 20: 4 comienza después de los que acabamos de
considerar. Debe leerse de esta manera, — "Y los que no habían rendido
homenaje a la bestia ni a su imagen, y no habían recibido la marca en sus
frentes y en sus manos; y ellos vivieron [o, volvieron a vivir] y reinaron con el
Cristo mil años". (Apocalipsis 20: 4 – JND). Pero yo estaría anticipando
el tema del próximo sermón si me detuviera en este pasaje. Basta decir que esta
tercera compañía consiste en aquellos a los que se les dará muerte bajo la
opresión y la iniquidad diabólica del "hombre de pecado" por la
fidelidad de ellos a Dios. Perderán todo en la tierra por su fidelidad al Dios
vivo y verdadero, y también tendrán un lugar en la primera resurrección.
Vivirán de nuevo y reinarán con Cristo durante mil años. Después de esto
tenemos un pasaje que interviene — un paréntesis que dice, "Pero los otros
muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años"; y luego
tenemos, "Esta es la primera resurrección" (Apocalipsis 20: 5). Así que esto
incluye a aquellos que habrán
muerto en la fe de Jesús hasta el momento de Su aparición. Abarca a todos los
santos que estarán con Cristo cuando Él venga en llama de fuego dando
retribución (2ª. Tesalonicenses 1: 8). El Señor Jesús no vendrá con Sus santos
hasta que el hombre de pecado esté en la marea completa de la popularidad, y del
poder satánico, y de la iniquidad; porque esa consumación de la iniquidad
diabólica sobre la tierra traerá al Señor personalmente desde el cielo para
arrojar a este monstruo de la impiedad vivo en el lago de fuego para siempre.
Hemos
considerado así la definición de las Escrituras de "la primera
resurrección". No nos maravillamos de que es añadido, "Bienaventurado
y santo el que tiene parte en la primera resurrección" (Apocalipsis 20:
6). No hay ningún creyente en el Señor Jesucristo para salvación que no estará
allí. No me refiero a los que usan tan sin sentido la expresión común, «Por
supuesto que yo creo en el Salvador.» Pero lo que quiero decir es que no hay un
pecador que se condene a sí mismo que haya creído de corazón en el Hijo de
Dios, que murió en la cruz para salvar a los pecadores, que no estará allí. Y
por este motivo, —él ha recibido el don de Dios de la vida eterna ahora, y esa
vida es Cristo; y donde está Cristo, allí debe estar él, porque Cristo es su
vida. Por lo tanto, "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces
vosotros también seréis manifestados con él en gloria". (Colosenses 3: 4).
Por
eso, "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera
resurrección" (Apocalipsis 20: 6). El asunto del cual se habla aquí es del
hecho de estar asociados con Cristo en el reinado por mil años; pero nosotros
sabemos, de otras Escrituras, que vamos a estar "siempre con el
Señor" (1ª. Tesalonicenses 4: 17). ¡Sólo piensen en eso! ¡Para siempre
como el Señor! ¡Para siempre con el Señor! No más tristeza, ni una lágrima más.
¡Nada más que un gozo no empañado! ¡Paz ininterrumpida, y descanso, y
bendición, por siempre y para siempre! Hasta aquí la primera resurrección.
En
el versículo 5 leemos, "Pero los otros muertos no volvieron a vivir
hasta que se cumplieron mil años" (Apocalipsis 20: 5). El versículo once y
los siguientes nos presentan los detalles de la última resurrección. Leemos,
"Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del
cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi
a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron
abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según
sus obras". (Apocalipsis 20: 11, 12). Esto es lo que nuestro Señor llama
la "resurrección de condenación, o juicio. (Juan 5: 29). Todo pecador
muerto estará allí, — a saber, los que han muerto sin Cristo, los que estaban
muertos en delitos y pecados. Estos son los muertos, grandes y pequeños.
Aquellos que han recibido a Cristo como su Salvador habrán sido resucitados
antes. Pero aquí ustedes encuentran a los muertos sin excepción. No puedo ver
que haya una sola persona salvada de pie ante nuestro Señor en esta
resurrección de juicio, se les llama "los muertos". Ellos han muerto
sin Cristo, y, por lo tanto, todos serán juzgados, y juzgados también según sus
obras.
Es
una gran y gloriosa verdad de la Escritura que el verdadero creyente no
será juzgado acerca de la salvación. Esto es enseñado claramente en la epístola
a los Hebreos, capítulo 9. En los dos últimos versículos leemos, "Y de la
manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos". (Hebreos 9: 27, 28). Nosotros vemos así que Cristo llevó
nuestros
pecados, y por consiguiente la muerte y el juicio, sobre Sí mismo, de modo que
lo que es puesto delante de los que están en Cristo no es el juicio sino la
gloria. Y leemos, "aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado,
para salvación de los que ansiosamente le esperan". Hebreos 9: 28 – LBLA).
No hay ninguna duda ahora en cuanto a la seguridad del creyente. Nosotros sabemos
que él ya es salvo. Sí, tanto como él puede serlo, excepto su cuerpo. Él tiene la
posesión actual de la vida eterna. Tiene la naturaleza divina. Tiene a Cristo
en él. Ha recibido el don del Espíritu Santo. Él es uno con Cristo en los
lugares celestiales, sentado allí en Cristo, pero no tiene la redención del
cuerpo. Por lo tanto, lo que el creyente espera no es (gracias a Dios) ser
juzgado, sino que espera que Cristo venga y le dé la redención del cuerpo. ¿No
fue Cristo juzgado por él? ¿No murió Cristo en su lugar? ¿Acaso no fue, el indecible
padecimiento de Cristo hasta la muerte cuando colgaba de ese madero, el juicio
de Dios y la condena del pecado? ¿No fueron las iniquidades de él puestas sobre
Cristo, para que nunca pudiesen ser sacadas de nuevo a relucir? ¿Y no dice
Dios, "nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades"?
(Hebreos 8: 12).
¿Cómo
puede haber, entonces, otra pregunta acerca de ellos? Dios nunca los
trae a la memoria. Han desaparecido, — juzgados, quitados por la muerte de
Cristo. Una persona que comprendió lo que fue la muerte del Hijo de Dios en la
cruz nunca soñaría con ser juzgado por sus pecados. Si el sacrificio de Cristo
fuera claramente aprehendido, tal pensamiento nunca entraría en su mente.
¿Quién fue Aquel que colgó allí? ¿Acaso no fue el inmaculado Hijo del Padre, en
verdad y en amor; el que no conoció pecado; el que fue tentado en todos los
asuntos como nosotros lo somos, y, sin embargo, sin pecado? ¿Acaso no fue Él un
Cordero "sin defecto e inmaculado" (1ª. Pedro 1: 19 – VM), contra el
cual el Padre no tenía nada contra Él personalmente por lo que pudiera ser
juzgado? ¿No era acaso el Hijo amado, en quien el Padre se complacía? Y sólo debido
a eso, ¿no era Él una persona adecuada para un sacrificio por el pecado, — un
sustituto adecuado para los pecadores? Bendito sea Dios, que una vez y para
siempre acordó la salvación para nosotros en el Calvario; la acordó a través de
ese único sacrificio por los pecados que fue ofrecido una vez — el sustituto
para el pecador que cree. Por lo tanto, nuestros pecados han sido juzgados, y
la ira de Dios fue agotada sobre Jesús por ellos, — sobre Jesús Su Hijo amado,
para que nosotros podamos ser salvados de toda nuestra culpa, de toda nuestra
iniquidad, de nuestros pecados secretos, de los pecados públicos, — en
efecto, y más
aún, salvados de nosotros mismos. Jesucristo fue condenado y ejecutado en la
cruz por todo ello. Aquel que no conoció pecado por nosotros fue hecho pecado.
(2ª. Corintios 5: 21). Y Dios Le resucitó al tercer día, como Uno que era imposible
que fuese retenido por la muerte (Hechos 2: 24) — en la gloria, perfección e
impecabilidad infinitas de Su bendita Persona, — porque todo el asunto del
pecado y de la condenación en cuanto al creyente había sido resuelto una vez y
para siempre, resuelto judicialmente y de manera justa. Yo digo, por lo tanto, que
el hecho de que un creyente suponga que él va a ser juzgado por sus pecados
pone en duda todo el valor de la obra expiatoria de Cristo. Les ruego que destierren
tal pensamiento de sus mentes. Les ruego que consideren de qué manera ello deshonra
al Señor, de qué manera le quita la gloria a esa obra divina que Él ha hecho
por nosotros, y de qué manera empaña el resplandor de esa bendita verdad
expresada por, "Consumado es" (Juan 19: 30), cuando Jesús inclinó Su
cabeza al morir. Piensen ustedes también en de qué manera ello rechaza la
verdad del Dios vivo, que dice, "nunca más me acordaré de sus
pecados y de sus iniquidades". (Hebreos 8: 12). Consideren también de qué
manera ello desecha el testimonio del Espíritu Santo — a saber, "Y así
como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el
juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los
pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para
salvación". (Hebreos 9: 27, 28 – LBLA). Es Cristo quien los llama a ustedes,
queridos creyentes, a mirar, con la muerte y el juicio detrás de ustedes.
Entonces miren hacia atrás en la cruz, queridos amigos, y vean sus pecados
completamente juzgados y borrados, y toda la cuestión de la condenación
resuelta de una vez por todas. Miren al trono del cielo y vean de qué manera
Dios, en lugar de apartarse y esconder Su rostro de Su bendito Hijo, como hizo
en la cruz, Le ha coronado desde entonces de gloria y de honra, y Le contempla
con inefable deleite, como aquel en el que encuentra una satisfacción perfecta
y un reposo inmutable.
Amados,
piensen ustedes en estas cosas, se los suplico. Sabemos que el
incrédulo va a ser juzgado. También es cierto que será juzgado según sus obras.
¿Quién puede soportar eso? También es muy cierto que no hay un solo incrédulo
en esta sala que, si continúa en sus pecados, rechazando a Cristo, no importa
lo que profesa, o cuál sea su posición, no deba ir al juicio, y presentarse
ante el gran trono blanco. Ya sea "pequeño" o "grande", si
no confió en Cristo, debe presentarse ante Él cuando los libros sean abiertos. La
resurrección de condenación — la resurrección de juicio — debe tener lugar. Es
posible que el cuerpo se haya descompuesto hasta ser polvo en la tumba, de modo
que ningún ojo humano pueda ser capaz de rastrear una partícula de él, gusanos
pueden haberse alimentado de él, aun así, Aquel que mediante Su palabra
resucitó de la tumba a Lázaro que ya hedía, diciendo, "¡Lázaro, ven fuera!"
(Juan 11: 43), resucitará a esa persona, quienquiera que ella sea, de la tumba,
porque el propósito de Dios es que las obras del diablo sean destruidas por el Señor
Jesucristo, y que la muerte sea sorbida en victoria. Dios no es solamente el
Dios de toda gracia, sino que Él es el Dios de la verdad, el Dios de la
santidad, el Dios justo, y no hace acepción de personas. Él aborrece el pecado.
Todo pecador que haya continuado en incredulidad debe salir a la resurrección
de juicio. Y, ¡oh! amados amigos, ¿ven ustedes hacia adónde se apresuran? ¿Cómo
pueden soportar pensar en aquel hórrido momento? Algunos de ustedes pueden
haber estado burlándose, y diciendo, "¿Dónde está la promesa de su venida?"
(2ª. Pedro 3: 4 – LBLA). Nosotros no nos sorprendemos al oír acerca de personas
mofándose. No nos sorprendemos oyendo a personas decir, «¿Qué quieren decir
estas personas cuando predican la venida del Señor?» No es algo desacostumbrado
oír burlas. ¿Qué dicen las Escrituras? Leemos, "En los últimos días
vendrán burladores, con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones, y
diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres
durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la
creación". (2ª. Pedro 3: 3, 4 – LBLA). Pero yo confío que, si hay alguien
así aquí esta noche, que Dios en Su misericordia se encontrará con ellos, tal
como él se encontró con una querida mujer muchos años atrás. «Ellos me dicen»,
decía ella, «que estas personas están predicando acerca de que el Señor viene a
la tierra otra vez.» Indudablemente ella pensó que todo ello era un sinsentido.
Ella dijo, «Iré y los oiré.» De acuerdo con esto, ella fue. El testimonio de
esa noche fue acerca del valor de la sangre del Cordero, en cuanto a la paz y
seguridad perfectas que daba. Se señaló que cuando Cristo viniera aquellos
refugiados bajo esa sangre serían arrebatados para encontrar al Señor en el
aire. Esa noche Dios bendijo Su palabra en su alma. De modo que, en vez de
burlarse, desde aquel momento amó y sirvió a Cristo, y se deleitaba pensando en
Su venida. Y yo confío que estos sermones no sólo sean útiles y provechosos
para los queridos hijos de Dios, al llevarlos a examinar más cuidadosamente lo
que la Escritura dice con respecto a estas cosas, sino que todos los que vengan
a este salón sin ser salvos puedan oír la dulce voz de Jesús, creer en Él y
obtener eterna salvación.
Queridos
amigos, ustedes ven que no pueden escapar de la resurrección de
juicio, si rechazan a Cristo. Si ustedes aún se aferran al mundo, si todavía
rehúsan la salvación por medio de la sangre preciosa del Salvador, ustedes
deben aparecer ante el gran trono blanco y ser juzgados. Pero, que Dios en Su
infinita misericordia toque sus preciosas almas, para que sean llevados a
inquirir desde este momento si ustedes estarán en la resurrección de vida, o en
la resurrección de condenación o juicio.
Hace algún tiempo me pidieron
que visitara a una maestra de escuela que había sido profesora de cristianismo
durante muchos años. Me dijo: «Yo quería decirle que la otra noche me
impresionó mucho con las dos resurrecciones. Pensé en el tema cuando llegué a
casa y me pregunté, ¿En cuál de estas resurrecciones me encontraré?» Y añadió, «me
vi obligada a concluir que siendo una pecadora tan inicua debo estar en la
resurrección de la condenación; y he sido muy infeliz desde entonces.» Y así
continuó, hasta que pudo recibir al Señor Jesucristo como su Salvador. Cuando
Dios, mediante el poder de Su bendito Espíritu, la llevó a mirar a Jesús y a confiar
en Él, ella encontró la paz. Entonces pudo descansar en la preciosa seguridad
de que, "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
(Juan 3: 16). Pronto oímos que ella tenía paz con Dios; y algunos de nosotros anduvimos
con ella como cristianos durante varios años, hasta que fue llamada a dormirse
en Jesús. Cuando el Señor venga, y seamos arrebatados para encontrarnos con Él
en el aire, esperamos encontrarla en la primera resurrección. ¡Que Dios bendiga
Su palabra y las lleve a ustedes, queridas almas, a examinar las Escrituras, ¡y
ver si las cosas que ustedes han oído esta noche están de acuerdo con la
palabra inalterable de Dios!
Permitan
ustedes que concluya diciendo una palabra a los queridos hijos de
Dios. En la primera epístola de Juan leemos, "Vosotros tenéis la unción
del Santo, y conocéis todas las cosas" (1ª. Juan 2. 20); y en un versículo
posterior se afirma, "no tenéis necesidad de que nadie os enseñe".
(1ª. Juan 2: 27). Yo tengo un motivo para poner estas Escrituras ante ustedes.
Desde que estas conferencias comenzaron, una persona me dijo, «Necesitamos
tener una cierta clase de personas dotadas que expliquen las Escrituras a
otros, para tener el verdadero significado de ellas.» Pero esta Escritura
muestra que no necesitamos tal cosa; de modo que, suponiendo que no
tuviesen otro maestro, ustedes tienen la
suficiencia total de la palabra de Dios, y la suficiencia total del Espíritu
Santo, que mora en ustedes. Ciertamente el Señor ha dotado a algunos como
maestros, y Él los usa; pero ustedes no dependen absolutamente de ellos. "No
tenéis necesidad de que nadie os enseñe". El hecho de creer que los
maestros son absolutamente necesarios es donde muchos queridos hijos de Dios se
equivocan, y es el motivo por el cual ellos no hacen más progresos en las cosas
divinas. Dependen de su ministro, o de su maestro; del comentario de este
hombre, o del libro de aquel hombre. Estoy agradecido de que me enseñen
cualquier cosa de Dios por medio de cualquier persona o canal que a Él
le plazca. Observen, por medio de, pero no de, cualquier persona.
La distinción es obvia. Si Dios envía un maestro, agradezcámosle; si nos habla por
medio de alguien, recibamos la enseñanza de Dios. Pero teniendo Su
Espíritu, la unción del Santo, se nos dice que no necesitamos a nadie que
nos enseñe. Es decir, no somos absolutamente dependientes del hombre, — de "nadie";
porque si estuviésemos encerrados en una prisión, o no viéramos otro rostro, puesto
que tenemos la Biblia y el Espíritu Santo, "tenemos "la unción del
Santo", y conocemos todas las cosas. Por lo tanto, categóricamente no
necesitamos que nadie nos enseñe. Pero como los queridos cristianos no ven
esto, ellos se fijan mucho en lo que dicen los hombres, y tratan de
satisfacerse con los pensamientos, opiniones y escritos de hombres buenos.
Dicen: «Este es un buen comentario; podemos confiar en él»; o, «Es un escritor
muy popular, y es muy seguro». Yo digo que debido a que se fijan tanto en lo
que dicen los hombres, y confían en tales cosas, ellos se alejan
más o menos de la comunión con Dios, y de la enseñanza del Espíritu Santo, y no
hacen verdaderos progresos en las verdades divinas. No me malinterpreten. Yo estoy
muy agradecido por todos los predicadores y maestros que el Señor envía, y me
alegro de oírlos cuando tengo la oportunidad; pero cuando oigo, siento que debo
juzgar por medio de la palabra de Dios hasta qué punto lo que es propuesto está
de acuerdo con el pensamiento de Dios. Nosotros podemos hacerlo, porque tenemos
"la unción del Santo" para conocer "todas las cosas"; y repito,
teniendo esto no somos puestos en el lugar de ser absolutamente dependientes de
que alguien nos enseñe. Nuestra responsabilidad es para con el Señor. Él nos ha
dado Su palabra. Él nos ha dado también el Espíritu Santo; y serán cristianos
inteligentes y consagrados aquellos que pueden mirar por encima de las cabezas
de los hombres — los que miran directamente al bendito Señor, y, abriendo Su
palabra escrita ante Él, pueden, desde el corazón, darle las gracias por ello;
y, confiando en la enseñanza del Espíritu Santo, esperan de Él un entendimiento
para comprender las Escrituras. Yo nunca he visto a nadie que haya tomado este
humilde e infantil terreno que no haya recibido mucha bendición del Señor.
H. H.
Snell (Marzo 1817 - Enero 1892)
Traducido
del inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2020
Otras versiones de La Biblia usadas en
esta
traducción:
JND = Una
traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986,
1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada
en 1989
(Publicada por Editorial Mundo Hispano)
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Título original en inglés: The First and Last Resurrections, by H. H. Snell
Versión Inglesa |
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