Siete
Sermones acerca de la Segunda Venida y el Reino
de nuestro Señor Jesucristo.
H. H. Snell
Tercer Sermón:
La
Iglesia de Dios y su Gloria Venidera
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además
de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Lectura Bíblica:
"La iglesia de Dios, la
cual El compró con su propia sangre”. (Hechos 20: 28 – LBLA).
"No seáis tropiezo ni a
judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios". (1ª. Corintios 10: 32).
"Y sometió todas las
cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la
cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".
(Efesios 1: 22, 23).
" Vino entonces a mí uno
de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas
postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la
esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me
mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios"
(Apocalipsis 21: 9, 10).
"También Cristo amó a la
iglesia y se entregó a sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua con la palabra, para presentársela a sí
mismo, una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino que sea santa y sin falta". (Efesios 5: 25 a 27 - RVA).
En un día como éste, amados
amigos, cuando el Ritualismo, el Racionalismo, y el, por así llamarlo, 'Eclesialismo'
(o la firme adherencia a las
prácticas o creencias eclesiásticas, especialmente prácticas o creencias
sectarias ),son tan prominentes, es extremadamente clemente por parte de Dios
presentar a Sus fieles una luz clara desde Su propia palabra en cuanto al
carácter verdadero de la Iglesia de Dios. Para el cristiano su importancia no
puede ser sobrevalorada, pues Dios en está época está formando y edificando la
Iglesia, el cuerpo de Cristo, y si el alma no está en comunión con Él acerca de
esa Iglesia, que Cristo amó y compró con Su propia sangre, y que dentro de poco
se presentará a Sí mismo como una Iglesia gloriosa, yo digo, — si el cristiano
no está en comunión con Dios acerca de eso, ¿cómo puede él tener una luz clara
sobre otras partes de la verdad, que son puestas ante nosotros ya sea en
contraste o en conexión con ella?
La Iglesia de Dios es una cosa
enteramente nueva. Y cuando yo digo "nueva" quiero decir como estando
en contraste con las dispensaciones anteriores. Antes de la muerte y
resurrección de Cristo, y del descenso del Espíritu Santo, sólo dos clases de
personas eran halladas en el mundo — a saber, judíos y Gentiles. Pero desde que
el Espíritu Santo descendió, como consecuencia del derramamiento de la sangre
de Cristo y Su glorificación en los cielos, hay tres cosas presentadas a
nosotros como coexistiendo en el mundo; por tanto, yo leo en la Escritura en
confirmación de ello, "No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a
la iglesia de Dios". (1ª. Corintios 10: 32).
Permitan que yo diga también,
amados amigos, que la Iglesia de Dios no está revelada en las Escrituras del
Antiguo Testamento. Que este anuncio no los asuste, les suplico, porque si me
siguen pacientemente, yo confío que ustedes verán que las Escrituras aseguran
plenamente la afirmación. Yo no digo que no obtenemos en el Antiguo Testamento
símbolos de la Iglesia; estoy seguro de que sí. Adán y Eva fueron símbolos de
Cristo y la Iglesia. Pero lo que dije era que no obtenemos una revelación clara
en las Escrituras del Antiguo Testamento de la Iglesia de Dios. De hecho, si
sólo tuviéramos las Escrituras del Antiguo Testamento, no deberíamos haber
tenido idea de que existía algo así como la Iglesia de Dios. Sin embargo, estoy
preparado para las objeciones a esto; y ahora intentaré abordar lo que me parece
digno de consideración.
Algunas personas dicen que el
libro de Isaías, el profeta, está pleno de la Iglesia de Dios, y que la mayoría
de los profetas del Antiguo Testamento han escrito hermosas descripciones de la
Iglesia de Dios. Pero para dar un asomo de prueba de esto, ellos interpretan
que "Jerusalén" es la Iglesia, la "casa de David" es la
Iglesia, "Sión" es la Iglesia, y no sé qué más es la Iglesia, y hasta
donde puedo ver, sin ninguna autoridad para hacerlo. Pero encontrarán, con
respecto al profeta Isaías, que el libro está encabezado con estas palabras:
"Visión de Isaías hijo de Amoz, la cual vio acerca de Judá y Jerusalén".
Y, por lo tanto, aunque el Espíritu Santo, al escribir las Escrituras, puede
hacer que subyagan y se entrelacen las más preciosas verdades que ahora podemos
tomar y usar para nuestra edificación, sin embargo, está claro que la clara enseñanza
de estas Escrituras tiene referencia a la nación y al pueblo de Israel, y no a
la Iglesia de Dios.
A aquellos que pueden sentirse
un poco sorprendidos de que yo cuestione el derecho o la sabiduría de lo que
ellos llaman espiritualizar las Escrituras del Antiguo Testamento, o de que yo plantee
la pregunta de si las palabras "Jerusalén", "casa de
David", "Sión", etc., significan la Iglesia, yo diría,
consideren conmigo dos Escrituras. Una en Miqueas 3: 12, donde leemos, "Sión
será arada como campo". Ahora bien, ¿es eso la Iglesia? Decir tal cosa
sería un absurdo; porque nosotros conocemos como un hecho que ello ha tenido su
realización literal durante muchos años, tal como los viajeros han visto con
frecuencia. En el Salmo 2 encontramos la otra Escritura a la que me refiero:
"Pero yo he puesto mi rey Sobre Sión, mi santo monte". ¿Dónde está
eso? ¿Es posible que sea otro monte aparte del monte de Sión literal, donde el
Rey de Dios realmente reinará en poco tiempo más? Ciertamente Cristo no es Rey con
relación a la Iglesia. No suponga ni por un momento que Cristo reina sobre la
Iglesia como un rey reina sobre sus súbditos. No, mis amados amigos, como yo
procuré mostrarles últimamente, el creyente es uno con Cristo ascendido — es un
coheredero con Cristo; y todo lo que Cristo heredará los creyentes lo
compartirán con Él como Sus coherederos. Sí, bendito sea Dios, nosotros
compartiremos con Él el honor, la gloria, la dignidad, y la riqueza de la
herencia a la cual Él tiene derecho como heredero de todas las cosas. Esto es
una cosa muy diferente a estar bajo un reinado; y estas dos Escrituras debiesen
bastar para mostrar la ilegitimidad de afirmar que Sión significa la Iglesia.
La segunda objeción que quizás
se haría a la afirmación de que la Iglesia no fue revelada en la dispensación
anterior sería un pasaje mencionado en Hechos 7. En el versículo 38 encontramos
las palabras, "Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación (ekklesía)
en el desierto" (Hechos 7: 58). Pues bien, de inmediato vemos allí una
dificultad aparente, porque esas palabras parecen afirmar que la Iglesia fue
conocida en una dispensación anterior; pero no hay realidad en ello cuando
ustedes consideran la cosa con imparcialidad. La misma palabra que aquí está
traducida como "congregación" (ekklesía)" está traducida dos
veces en Hechos 19 como "asamblea". En el versículo 39 de ese
capítulo 19 encontramos las palabras, "en legítima asamblea (ekklesía)
se puede decidir"; es decir, en uno de los tribunales ordinarios de Éfeso.
Y en el versículo 41 leemos que el escribano, "despidió la asamblea
(ekklesía)". Es decir, él despidió a la multitud que armó el alboroto.
Precisamente la misma palabra es traducida aquí como "asamblea", así
como la encontramos traducida "congregación" en el séptimo capítulo.
Pero, además, consideren por un momento lo que la congregación (ekklesía) fue
en el desierto. ¿Acaso no fue tan rebelde, pecadora, e infiel, que ninguno de
esa inmensa congregación excepto Josué y Caleb entró en la tierra? ¿ ¿Podríamos
entonces pensar seriamente en que esa era la Iglesia? Permitan que sea claro en
este punto. La palabra para "congregación" (ekklesía)" también está
traducida como "iglesia" en el Nuevo Testamento; pero el motivo por
el que al comenzar leí el versículo del primer capítulo de la epístola a los
Efesios fue para mostrar que la asamblea que llamamos la Iglesia de Dios es
definida allí como el cuerpo de Cristo — "la plenitud de Aquel que todo lo
llena en todo".
Además, aquellos que conocen el
libro del profeta Isaías recordarán que hay un pasaje que ha sido usado por
muchos como refiriéndose supuestamente a la Iglesia de Dios. Se trata de Isaías
26: 19, leemos, "Tus muertos vivirán, y junto con mi cuerpo
resucitarán. Despertad, y cantad moradores del polvo, porque tu rocío, como
rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos". (Isaías 26: 19 – RVR1865).
Yo he mencionado el pasaje con letras
cursivas, las cuales, como todos saben, no están en el original. Estas
palabras fueron puestas con las mejores intenciones por los traductores, para,
como ellos pensaron, dar un mejor sentido al pasaje; pero, omitiendo las palabras
en cursiva, el versículo dice, "Tus muertos vivirán, mi cuerpo muerto (o
mi cadáver) ellos levantarán". El significado sencillo de esto es que el
pueblo judío será sacado del estado de polvo y muerte en el que se encuentra
ahora. Si ustedes lo leen en relación con todo el capítulo, no encontrarán la
más mínima dificultad en el pasaje. El significado sencillo y obvio es que
Israel, en un estado de muerte, como un cuerpo muerto o un cadáver, será, en el
futuro, en el momento de la restauración de todas las cosas, llevado a la
maravillosa bendición predicha por los profetas. Sin embargo, esto debe ir
precedido de un juicio; por eso, en los últimos versículos, se enseña al pueblo
para que se esconda hasta que los habitantes de la tierra sean castigados por
su iniquidad.
En el Salmo 139 hay otro
pasaje que a menudo ha sido presentado como demostración de que nos presenta
una revelación clara en cuanto a la Iglesia de Dios. Leemos, "Te alabaré,
porque asombrosa y maravillosamente he sido formado; admirables son tus obras;
y mi alma lo sabe muy bien. No te fue encubierto mi ser, cuando fui labrado
en secreto, y entretejido maestramente en las partes inferiores
de la tierra. Tus ojos vieron mi imperfección, y en tu libro todos mis
miembros fueron escritos, mis días fueron delineados, cuando todavía no había
ninguno de ellos". (Salmo 139: 14 a 16 - VM). Omitan las palabras en
cursiva en este pasaje y verán, al leer estos versículos en relación, que el
tema del cual se habla es la creación del cuerpo natural; aunque desde el
conocimiento que tenemos ahora podemos ver fácilmente que también puede tener
una aplicación figurativa.
Hasta donde yo sé, estas son
las objeciones principales que personas inteligentes plantearían a la
afirmación que yo he hecho, de que no encontramos la Iglesia de Dios en las
Escrituras del Antiguo Testamento. Y en el Nuevo Testamento tenemos la
insinuación más clara posible de que ella no fue así revelada. Por ejemplo, en
Efesios 3 está escrito, "Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo
Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración (o,
mayordomía) de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por
revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo
lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio
que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como
ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los
gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio". (Efesios 3: 1 a 6).
Tenemos aquí la clara
afirmación de que "el misterio" fue revelado al apóstol Pablo, y que
no había sido dado a conocer a otros "como ahora es revelado a sus santos
apóstoles y profetas". (Efesios 3: 5). Y particularmente observen aquí una
cosa. El orden es siempre "apóstoles y profetas", no 'profetas y
apóstoles.' En el segundo capítulo de la epístola a los Efesios se habla de la
Iglesia como siendo edificada "sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas". Y así, con respecto a los dones, "Él dio a algunos el ser
apóstoles, a otros profetas" (Efesios 4: 11 – LBLA), para mostrar que se hace
referencia a los profetas del Nuevo Testamento, y no a los del Antiguo
Testamento. Si hubieran sido estos últimos, el orden habría sido profetas y
apóstoles; pero, como he dicho, siempre es al revés — a saber, "apóstoles
y profetas". Por eso tenemos las palabras, "como ahora es
revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu".
Pero podría ser planteada la
dificultad de que dicho misterio fue revelado parcialmente a los santos del
Antiguo Testamento, aunque no fue en aquel entonces totalmente revelado como lo
fue a Pablo. Pero si vamos un poco más allá, en Efesios 3, encontramos en el
versículo 9 las palabras , "y esclarecer cómo se ha dispensado el
Misterio escondido desde siglos en Dios." (Efesios 3; 9 – BJ).
Presten atención a esa expresión, "escondido… en Dios". Ni siquiera
dice, 'escondido en las Escrituras', sino que declara que el misterio de la
Iglesia, el cuerpo de Cristo, no fue revelado, sino que estaba "escondido…en
Dios". Y en Romanos 16 se nos dice que "la revelación del misterio… se
ha mantenido oculto desde tiempos eternos" (Romanos 16: 25). De modo que
la Iglesia de Dios es una revelación nueva y especial — es una cosa que no fue
conocida hasta que fue revelada "a sus santos apóstoles y profetas por
el Espíritu". (Efesios 3: 5).
Hay otra cosa que debiésemos
considerar un poco ahora; a saber, que la Iglesia no existió (excepto en los
propósitos de Dios) hasta después de la muerte y resurrección de Cristo. Yo
creo que la primera mención que tenemos de la Iglesia en la Escritura está en Mateo
16. Cristo había sido prácticamente rechazado por la nación de Israel. En Mateo
12 ellos se propusieron destruirle y al comienzo del capítulo 16 Él habla de
ellos como de una generación adúltera. Más adelante, en respuesta a la
confesión de Pedro acerca de Él como el Cristo el Hijo del Dios viviente, Jesús
dijo, "sobre esta roca edificaré mi iglesia". Esta es la
primera vez que la Iglesia es mencionada. Ello no salió a la luz hasta después
que Cristo hubo sido rechazado por Israel; y si ustedes leen el versículo 21 de
Mateo 16 encontrarán que, "Desde entonces" Jesús comenzó a hablar de
Sus padecimientos, Su muerte, y Su resurrección. La distinción es muy hermosa ,
porque antes de eso, por lo menos hasta el final del capítulo 12, el testimonio
de Juan el precursor de Cristo, y el testimonio del propio Cristo, fue acerca
del reino. El ministerio de Juan era, "Arrepentíos" — no 'porque la
Iglesia se ha acercado', sino "porque el reino de los cielos se
ha acercado". (Mateo 3: 2). Y
cuando Juan fue puesto en prisión, Cristo salió y emprendió el mismo
ministerio, pronunciando las mismas palabras, "Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado". (Mateo 4: 17). En Mateo 10 Él envía a
Sus doce discípulos a predicar que el reino de los cielos se había acercado. El
resultado fue que este testimonio se encontró con un rechazo casi universal; de
modo que, en lugar de dar la bienvenida al Mesías para establecer el reino, en
realidad se dedicaron a destruirle. Después, cuando Pedro confiesa, "Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", Jesús dice,
"Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás". Le dice a Pedro que él es
un hombre bienaventurado; y añade, que se proponía edificar Su Iglesia. Pues
bien, puede algo ser más claro que la Iglesia era entonces una cosa que estaba
en perspectiva; ella no existía en aquel entonces. Su intención era edificarla.
Por lo tanto, en aquel momento, ella era algo en el futuro. Ustedes encontrarán
también en Hechos 1, después de la muerte y resurrección del Señor Jesús, que
Él dice, "vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no
muchos días". (Hechos 1: 5). Y vemos eso realmente cumplido en Hechos 2,
cuando el Espíritu Santo descendió. En Hechos 1: 5 leemos acerca de Jesús
diciendo a Sus discípulos, (a esas mismas personas sobre las cuales Él sopló y
dijo, "Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20: 22) — "vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días".
Consecuentemente, en el día de Pentecostés el Espíritu Santo descendió. ¿Para
qué? Él descendió y se asentó sobre cada uno de esos creyentes, para que todos
fueran llenos del Espíritu Santo. Pero ustedes pueden decir, «¿Qué tiene
eso que ver con la formación de la Iglesia de Dios?» Tiene todo que ver con
ello. Aquel fue el momento cuando la Iglesia de Dios comenzó a ser formada en
la tierra. Por consiguiente, al final de Hechos 2, leemos que "el Señor
añadía" — ¿añadía a qué? ¿A la nación de Israel? No. Entonces, ¿A qué?
"El Señor añadía cada día a la iglesia a los que iban siendo salvos".
(Hechos 2: 47 – RVR1977). Como confirmación de esto, pasemos a 1ª. Corintios 12
y encontrarán la declaración, "Pues por un mismo Espíritu todos fuimos
bautizados en un solo cuerpo". (1ª. Corintios 12: 13 – LBLA). No hay duda de
que siempre ha habido creyentes con más o menos claro entendimiento del
Redentor venidero, desde Adán y su descendencia. Adán evidentemente tuvo fe en
el Redentor, así como Abel, Enoc y muchos otros. Fueron justificados por la
sangre del sacrificio prometido. Tuvieron vida y justicia, y serán bendecidos
eternamente. Pero siempre fueron individuos — "justos"; ellos siempre
fueron unidades. Pero desde que el Espíritu Santo descendió, no hay tal cosa
como ser simplemente un cristiano individual. El Espíritu ha formado una
unidad, y nos ordena que la mantengamos. Al decir esto no estoy desechando la
responsabilidad individual, porque yo sé que ella existe; pero lo que Dios está
edificando ahora en la tierra es un solo cuerpo, una colectividad, por así
decirlo, de creyentes en un Salvador crucificado, resucitado y ascendido, que
en realidad están, a los ojos de Dios, bautizados por el Espíritu Santo en
"un solo cuerpo" (1ª. Corintios 12: 13 – LBLA), en unión con Cristo,
la Cabeza ascendida en el cielo. Por tanto, yo confío que podemos entrar un
poco en el significado de estas palabras que encontramos en Efesios 1, "la
iglesia, la cual es su cuerpo". (Efesios 1: 22, 23). Y permitan que yo
diga, amados amigos, que no puedo concebir ningún llamamiento más elevado,
ninguna dignidad mayor, o una forma más bienaventurada o más clemente en que
Dios pudo tratar con sus criaturas, que llevando así a cada creyente a la unión
directa con el resucitado Hijo de Su amor en el cielo; y a la unión de los unos
con los otros, por medio de un Espíritu Santo morador. Algunos años atrás hubo
una reunión eclesiástica en la ciudad en que yo residía. Un cristiano que
pasaba por la calle se sintió atraído, como muchos otros, al ver a varios
clérigos entrar en el hotel. Mientras él estaba allí, se encontró estando junto
a un judío, que residía en la ciudad. Este judío se volvió hacia el cristiano y
le dijo: «Estaba pensando en la miserable imitación de nuestras gloriosas vestiduras
y en el templo. En lugar de estas vestiduras, ¡oh, piensa en las vestiduras
para gloria y para hermosura! (Éxodo 28: 2 – LBLA) y en lugar de ese edificio,
¡piensa en nuestro glorioso templo! Qué imitación tan miserable de nuestra
religión es esta.» El cristiano se volvió hacia el judío y le dijo: «Estoy
totalmente de acuerdo contigo. No estoy allí en absoluto. Te admito sin reparos
que todas las bendiciones de la tierra, y todas las bendiciones de la religión
terrenal, la grandeza terrenal, las vestiduras, las ordenanzas y el templo, son
tuyas. No estoy allí en absoluto. Yo estoy allá arriba» (señalando los cielos).
Luego preguntó al judío dónde residía. El judío le informó amablemente la
dirección de su hogar. «Te visitaré y te veré, si me lo permites, dentro de
unos días», dijo él; y se separaron. El cristiano visitó a este judío y fue
bien recibido, pues supongo que el judío se asombró de encontrar a algún
cristiano que estuviera dispuesto a conceder a su pueblo todos sus privilegios
y toda la grandeza de su religión. El cristiano sacó un Nuevo Testamento de su
bolsillo, y habiendo leído al judío los primeros versículos de la primera
epístola a los Efesios, él dijo, «Yo no estoy en absoluto donde tu estás. Yo
estoy en Cristo en los cielos; he sido bendecido con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Él. Cristo es mi vida. Cristo es mi justicia.
Tengo redención por medio de Su sangre. Estoy unido a Él, y todos los creyentes
están unidos en Él, por un mismo Espíritu, y bautizados en un solo cuerpo.»
Pues bien, ¿qué piensan ustedes que este inteligente judío dijo ante eso? Su
respuesta fue algo como esto. «Por supuesto que no lo creo; pero si eso fuera
verdad, sería la más excelente emanación de Dios que sería posible concebir.»
Pero, amigos amados, nosotros sabemos que ello es verdad; y el alma perdida y
golpeada por el pecado que ha recibido a Cristo como su Salvador, y se somete a
la verdad revelada de Dios, se regocija gustosamente en estas bendiciones
maravillosas. Es muy cierto que los cristianos se han escabullido del disfrute
de este lugar de bendición en que Dios los ha colocado; sin embargo, el hecho
no se ha alterado a causa de nuestro fracaso. No solamente estamos en Cristo,
el cual está sentado en los cielos, sino que pertenecemos a Cristo aquí,
estamos unidos a Él por el Espíritu Santo como miembros de Su cuerpo; de modo que,
en la epístola a los Efesios, capítulo 5, Él puede hablar de nosotros como de,
"miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos". (Efesios 5:
30).Y es muy bienaventurado ver que la muerte de Cristo es el fundamento y la
seguridad de estas bendiciones maravillosas. Él murió "para congregar en
uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. (Juan 11: 52).
Discúlpenme, amados amigos,
esta digresión. Seguiré ahora con la consideración del asunto de que la Iglesia
de Dios — el cuerpo de Cristo no existió hasta después de la muerte de Jesús. ¿Cómo
podría ella haber existido si Cristo no fue su Cabeza hasta que Él ascendió?
Pero si pasamos a Efesios 2 encontraremos un texto que, en mi opinión, zanja el
asunto. En Efesios 2: 14, 15 está escrito, "el cual de dos pueblos ha
hecho uno solo, derribando la pared intermedia que los separaba, es decir, la
enemistad de ellos; habiendo abolido en su carne crucificada, la ley de
mandamientos en forma de decretos; para crear en sí mismo de los dos un hombre
nuevo, haciendo así la paz". (Efesios 2: 14, 15 – VM). Esto muestra que Cristo
hizo algo "en Su carne", que zanjó toda cuestión en cuanto a la ley
de mandamientos contenidos en decretos u ordenanzas. Él hizo esto mediante Su
muerte en la cruz llevando la maldición de la ley. Él la quitó del camino,
habiéndola abolido en Su carne. ¿Para qué fue quitada del camino? ¿Por qué tuvo
Cristo que satisfacer cada demanda de la ley, tuvo que ser clavado a la cruz, y
por nosotros ser hecho maldición? Como está escrito, "Cristo nos redimió
de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición". (Gálatas 3: 13).
¿Por qué fue eso? Para introducir una cosa mejor. Es decir, Cristo murió para
quitar una cosa y para introducir otra. Entonces, la segunda cosa no podía ser
formada hasta que la primera fuera abolida. Nosotros hemos visto qué es lo que
fue abolido. La pregunta es ahora, ¿Qué fue lo que fue formado? Se nos dice,
"un hombre nuevo"; en otras palabras, la Iglesia de Dios. Ustedes ven
que aquí es usada la figura de un cuerpo. Porque Cristo es la Cabeza, y los
creyentes son los miembros. La cabeza y los miembros forman el hombre. Por lo
tanto, Cristo y Sus miembros son este "hombre nuevo", formado o
creado en Él mismo. Está formado por creyentes judíos y creyentes gentiles, por
lo tanto, de los dos, unidos por un mismo Espíritu en Cristo como Cabeza,
tenemos esta nueva hechura de Dios — a saber, "un hombre nuevo".
Yo pienso que nada puede ser
más concluyente que el hecho de que la Iglesia de Dios tiene este carácter
nuevo, especial, y único. Puede ser bueno observar lo que se dice, o más bien
lo que se omite, en el libro de Daniel en cuanto a que la Iglesia no fue
revelada hasta el día de Pablo, o que no existió en la tierra hasta el descenso
del Espíritu Santo. Donde la verdad profética está registrada, según lo que el
ángel presentó a Daniel concerniente a la nación de Israel, hay una laguna en
la que esto podría haber entrado, si el pensamiento de Dios hubiese sido
haberlo revelado en aquel entonces. Pero no lo fue. Y, por tanto, con respecto
a esta laguna que en el tiempo ya ha ocupado casi dos mil años, Daniel guarda
un perfecto silencio. Lo que Daniel profetizó fue acerca de su propio pueblo;
pero este pueblo — a saber, la nación de Israel — es una cosa; y otra cosa es
la Iglesia de Dios, unida a la Cabeza viva en el cielo. En esta profecía famosa
de las setenta semanas, como está registrada en Daniel 9, encontramos que los
detalles son continuos hasta la semana sesenta y nueve, cuando al Mesías se Le
quitó la vida (Daniel 9: 26). Ella nos lleva de manera ininterrumpida hasta la
muerte de Cristo. Desde la muerte de Cristo la laguna ha continuado. Ustedes no
supondrían, a partir de esa profecía, que hubiera algo parecido a la Iglesia de
Dios entrando entre la semana 69 y la semana 70. Siendo la enseñanza acerca de
la nación de Israel que rechazó al Mesías, este tiempo actual pasa totalmente
desapercibido; y continúa hasta la semana 70, como si hubiera seguido
inmediatamente a la muerte del Mesías. Este período ha sido ocupado con el
llamamiento de la Iglesia de Dios; pues la semana 70 aún no ha comenzado; de
modo que hasta que la Iglesia sea completada y quitada, la última semana de
esta profecía no comenzará a tener su cumplimiento.
Por lo tanto, yo he procurado
establecer desde la Escritura que la Iglesia de Dios es algo nuevo, "un
solo cuerpo", y peculiar de esta época; que ella comenzó a ser formada en
la tierra por el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, el cual bautizó a
los creyentes, y aún los bautiza, en un solo cuerpo. Yo repito que esto está
sucediendo, y continuará sucediendo, hasta que todo miembro esté unido a la
Cabeza, y el cuerpo esté completamente formado. Por lo que sabemos, el cuerpo
puede estar ya casi terminado. Cuando esté completo, el Señor vendrá del cielo a
buscarnos; y cuando la Iglesia sea quitada, tratará de nuevo con los judíos y con
los gentiles como tales. Este tema es inmensamente importante, ya que nos da un
conocimiento de lo que Dios está haciendo ahora, y de la comunión con Él por
medio del Espíritu en ella. ¡Cuán imposible es para un creyente entender, según
la mente de Dios, lo que está pasando en el día actual, si no tiene esta llave
que Dios en Su gran amor ha dado! Pero el tema no sólo es importante como para
darnos entendimiento con respecto a los actuales modos de obrar de Dios, sino
que influye inmensamente en los modos de obrar prácticos de los cristianos en testimonio
para el Señor, en la conducta de unos con otros y en el servicio a Cristo.
Ciertamente Satanás ha hecho una obra muy empobrecedora entre los cristianos,
privándolos de la clara enseñanza Escritural del llamamiento, las
características, y la esperanza, peculiares de la Iglesia de Dios como siendo
diferentes de los de los gentiles y judíos. Es evidente que a lo que está
dedicado Satanás, y con lo que muchos cristianos están relacionados, y están
ayudando, para gran pérdida de ellos y deshonra del Señor, es mezclar paganismo,
judaísmo, y cristianismo. Atiéndanme un poco, amados amigos. Consideren la
arquitectura eclesiástica del día de hoy, ¿Qué es ella? ¿Acaso no es a menudo
una imitación de los templos paganos que una vez fueron de tal magnificencia y
grandeza en las partes orientales? Y si ustedes investigan en una buena parte
de la religiosidad que nos rodea, (hablo con el mayor respeto y amor por cada
cristiano; yo hablo sólo contra el sistema) se encontrarán que está más o menos
conectado con lo legal y lo judío, pero, por supuesto, combinado con algunas
verdades del cristianismo. Pero ustedes no pueden estar relacionados con una
mezcla de esta clase sin un daño y una pérdida terribles. Si usted es un
verdadero creyente en Cristo, no es ahora un gentil ni un judío. Al estar unido
a un Cristo resucitado, usted ha perdido su posición de gentil o de judío,
porque está en Él. Está formado por Él en una cosa nueva. Usted pertenece al
"hombre nuevo" — es decir, al cuerpo de Cristo — a la Iglesia de
Dios; y creo que será un momento muy provechoso para ese cristiano que esta
noche puede ver por primera vez que hay tres cosas en este momento en el mundo,
— judíos, gentiles, y la Iglesia de Dios. Y hay estas tres cosas en esta
ciudad. Aquí hay judíos. Todos los que no son judíos son gentiles, si es que están
en sus pecados; y los que creen en el Señor Jesucristo para salvación, habiendo
sido antes judíos o gentiles, están unidos a Cristo, y por estar unidos a
Cristo pertenecen a la Iglesia de Dios. Algunos pensamientos actuales sobre la
Iglesia son muy erróneos. El hombre dice: «Debes pertenecer a nuestra
Iglesia si quieres pertenecer a Cristo.» Nunca fue algo más completamente
falso. Las Escrituras enseñan que usted no puede pertenecer a la Iglesia de
Dios si no es por la unión con Cristo. Ninguna ordenanza, ya sea el bautismo o
cualquier otra cosa, le dará a usted un lugar en la Iglesia de Dios. "Por
un mismo Espíritu [es decir, el Espíritu Santo] todos fuimos bautizados en un
solo cuerpo". (1ª. Corintios 12: 13 – LBLA).
Es de suma importancia que cada
hijo de Dios vea a qué pertenece, de qué es librado, donde es llevado, y qué
dice Dios acerca de él. Él no debería estar satisfecho meramente con saber que
es un creyente verdadero. Por ejemplo, en la epístola a los Colosenses Pablo no
dudó que ellos fueran creyentes. Agradeció a Dios por la fe de ellos en Cristo
Jesús, y por el amor que tenían a todos los santos. También estaba agradecido
de que anduvieran ordenadamente y fueran firmes en la fe. Pero, al comienzo del
segundo capítulo, nos dice que estaba en un gran conflicto, o, mejor dicho, en
una gran agonía, por esos queridos santos. Dice que se regocijaba por la fe, el
amor y la piedad de ellos en algunos aspectos, y aún así tenía esta
agonía. ¿Por qué estaba tan angustiado por ellos? Él nos dice, "para que
sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las
riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios".
(Colosenses 2: 2). Es decir, él no podía descansar hasta que sus almas fueran
establecidas en la verdad de la Iglesia, el cuerpo de Cristo, el
reconocimiento práctico del misterio. El misterio está definido en Efesios
3: 6 donde leemos, "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo
cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio".
Como hemos visto, en la conclusión del segundo capítulo del libro de los
Hechos, hubo un cuerpo formado en el día de Pentecostés; pero ellos eran
judíos. Después de que el testimonio de Dios por medio de los apóstoles y de
Esteban fue rechazado, el misterio fue revelado a Pablo. El Señor descendió del
cielo y vino a él, y dijo, "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
(Hechos 9: 4). Lo que es decir, «¿Por qué persigues tú a los miembros de mi
cuerpo?» Allí estuvo la revelación del misterio — en todo caso, parte de él.
Supongan que una persona toma una vara, y le da a usted un fuerte golpe en el
brazo o en la pierna, usted no dice, «¿Por qué golpea usted mi brazo o mi
pierna?», sino, «¿Por qué usted me golpea?» Entonces los creyentes son
Su cuerpo, y el Señor dijo a Saulo, "¿por qué me persigues?"
Por consiguiente, como los creyentes forman el cuerpo de Cristo, podemos ver
por qué Pablo estaba ansioso de que los Colosenses no alcanzaran la verdad
bendita; porque sabía que no habría ninguna unión de corazón, ninguna actuación
conjunta según el pensamiento del Señor, a menos que conocieran esta verdad bienaventurada
de ser un solo cuerpo, y ser habitados por un mismo Espíritu. Yo creo que aquí
tenemos el verdadero secreto para formar el carácter cristiano, moldear los
afectos, ministrar al corazón, guiar la vida, y estimular la consagración y el
servicio de los hijos de Dios. Y yo creo que ningún cristiano que ignora cuál
es Su pensamiento con respecto a la Iglesia andará plenamente para la gloria de
Dios. ¿Cómo puede él hacerlo? ¿Cómo puede hacerlo quien no siente lo más íntimo
de su alma conmovido cuando sabe que él es miembro del cuerpo de Cristo,
formado por el Espíritu Santo, y unido así a esa bendita Cabeza viviente que está
glorificada en los cielos? Tampoco hay que pasar por alto que el apóstol traza
los errores con los que ellos estaban asociados al no asirse ellos "de la Cabeza".
(Colosenses 2: 19). No es que ellos no se asían de Cristo como Salvador y
Señor, sino que, en sus almas, ellos no estaban en el terreno del un solo
cuerpo, el cual está unido a Cristo en los cielos. Ellos no se asían de la Cabeza.
Este es un asunto muy importante, tal como Colosenses 2 muestra claramente; y
quizás ninguna verdad es mas necesaria en el día actual. Las glorias de Aquel
en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad — la Cabeza del
cuerpo, la Iglesia; y consecuentemente, nuestra relación con Él, y de unos con
otros, y la separación del mundo, claramente aprehendidos en el alma, nos
guardarán de miles errores, y guiarán nuestros pies en sendas conforme a la
mente de nuestro Señor. Si nosotros realmente estamos asiéndonos de la Cabeza, cada
miembro de ese cuerpo debe ser un objeto de interés, de afecto, y de oración; y
lo que es de Cristo no será pasado por alto.
Permitan ustedes que yo les
pida que consideren otra pregunta: a saber, ¿cómo trató Pablo los desórdenes en
Corinto? Ustedes ya conocen el triste estado en que se encontraba la asamblea
de Corinto. Uno de los remedios, en todo caso, era instruirlos en esta verdad. Pablo
les escribe, tal como lo tenemos en los capítulos 12 y 14 de su primera
epístola a los Corintios, para que ellos no ignorasen lo que respecta a los
dones espirituales, y al un solo cuerpo, y cómo debían actuar entre ellos como
miembros del mismo cuerpo, y cómo debían comportarse en la asamblea,
especialmente en relación con el Espíritu Santo y el ejercicio de los dones. Él
quería que ellos entendieran estas cosas para la conducta práctica de ellos. Él
dice: "Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un
miembro de él". (1ª. Corintios 12: 27 – LBLA). Hay obligaciones
importantes para con Cristo en relación con estas verdades. Se podría decir
mucho sobre estas obligaciones si no hubiera otras cosas que ocupan nuestra
atención ahora. Basta decir que nuestro lugar como miembros del cuerpo de
Cristo es asirnos de Él, de la Cabeza, — no sólo como Salvador, sino como Cabeza
del cuerpo; ser fieles a Aquel que es nuestro Señor; estar sujetos a Él como la
esposa está sujeta al marido; honrar a Cristo; servir a Cristo; mostrar las
características de Cristo. Esto es el cristianismo; y no hay otro cristianismo más
que el de servir y honrar al Señor Jesucristo, y esperarle. Los santos de
Tesalónica se convirtieron "de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo
y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo". (1ª. Tesalonicenses 1: 9,
10).
El siguiente asunto que
debemos considerar es la gloria venidera de la Iglesia. El propio bendito Señor
vendrá por ella. Su corazón está puesto en esa Iglesia que Él amó y por la cual
se entregó; y Él está anhelando presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa
que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin
falta". (Efesios 5: 25 a 27 - RVA). Por eso, en el último capítulo de
Apocalipsis, tres veces Él dice, "¡He aquí yo vengo pronto"
(Apocalipsis 22: 7, 12, 20 – LBLA), a lo cual se supone que los fieles
responden, "Amén; sí, ven, ¡Señor Jesús"! (Apocalipsis 22: 20).
Él vendrá de nuevo a buscar a Su
iglesia; por lo tanto, está escrito que "el Señor mismo descenderá del
cielo con mandato soberano" (1ª. Tesalonicenses 4: 16 – VM), y que todos
seremos transformados, — transformados en un momento (1ª. Corintios 15: 51, 52).
Esto es lo que viene. No todos dormiremos, pero todos seremos transformados, — sólo
piensen en esto, — en un momento, en un abrir y cerrar de ojos: porque el Señor
mismo descenderá del cielo, y ya sea que estemos vivos o en la tumba, (como
muchos que han partido antes,) todos seremos transformados. El Señor anhela
esto. Él dice en Juan 17, "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde
yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria". (Juan 17:
24). Los que han partido antes también están anhelando esto. Perfecta como
sabemos que es la felicidad de ellos estando "presentes con el Señor"
(2ª. Corintios 5: 8 – VM), en la condición en que están, ellos no tienen aún
sus cuerpos, y están anhelando que el Señor venga, cuando sus cuerpos serán
resucitados y unidos a sus espíritus, y tendrán un cuerpo capaz de entrar en
los gozos de la gloria eterna, como uno con Cristo, porque ellos son Su carne y
Sus huesos. (Efesios 5: 30). Del mismo modo cada creyente debiera estar
anhelando Su venida, y uno puede agradecer a Dios por el cambio que se ha
producido en muchos cristianos en este aspecto. Hace treinta años se pensaba
que un hombre que sostenía la verdad de la segunda venida del Señor casi había
perdido sus sentidos. Pero ahora hay miles asiéndose firmemente de esta importante
doctrina como una verdad divina. Yo no dudo d que el Señor viene pronto; y por
eso Él está despertando a los santos a la verdad de Su venida. Ciertamente, la
voz ha salido, "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" (Mateo 25:
6). Felices los que Le esperan, porque
es una verdad muy gozosa, que reconforta el alma, y purificadora.
Entonces, la primera etapa,
por así decirlo, en la gloria venidera es esta transformación, y
entonces el traslado —es decir, ser arrebatados para encontrarnos con el
Señor en el aire. Enoc fue trasladado (o, traspuesto) antes de que los juicios
fueran derramados sobre el mundo; y eso es lo que nosotros estamos esperando.
¿Acaso no ven ustedes cuán bienaventurado es esto? ¿Qué satisfaría sus
corazones? Nada más que ver a Cristo. Pues bien, eso es lo que ustedes,
queridos cristianos, tendrán. Solamente sean pacientes y lo tendrán dentro de
poco. Dentro de poco veremos Su rostro, y entonces...
'Cantaremos más dulce, más
fuerte,
Y Cristo será nuestro cántico.'
Ustedes recuerdan de qué
manera el corazón de Mefi-boset estuvo puesto sobre el rey, y que durante su
ausencia simpatizó tan profundamente con él en su rechazo, que, "no había
lavado sus pies, ni había cortado su barba" (2º. Samuel 19: 24); y cuando
sus ojos se posaron sobre el propio rey, él no pensó en ninguna otra cosa, y no
le importó nada más. Él tuvo a David, ¿qué más podía desear? Que Siba u otros tomen
toda la tierra, fue la expresión de su corazón agradecido, "ya que
mi señor el rey ha vuelto en paz a su propia casa". (2º. Samuel 19: 30 –
LBLA). Y la primera mirada de nuestros ojos sobre nuestro precioso Señor
llenará de tal manera nuestras almas de alegría, que fácilmente exclamaremos,
'¡Adiós a la mortalidad!
Jesús es mío.
¡Bienvenida la eternidad!
Jesús es mío.'
Sí, entonces poseeremos
plenamente lo que tanto hemos anhelado. Nuestro gozo será perfecto; nuestra
felicidad completa. Veremos a aquel bendito Salvador, a quien amamos sin haberle
visto. Sí,
'Oiremos Su voz, y veremos Su
rostro, Y conoceremos la plenitud de Su gracia.'
"En la casa de mi
Padre", Jesús dijo, "muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo
hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros". (Juan
14: 2). Hay muchas moradas en el cielo, pero hay un lugar especial para la
Iglesia; y Él ha ido a preparar ese lugar, para que donde Él está, allí estemos
también nosotros. Usted estará allí, cristiano compañero, tan cierto como usted
cree en el Señor Jesucristo para salvación. Su palabra es verdad; Su promesa es
segura; Él no puede negarse a Sí mismo. Usted estará allí en la casa del Padre,
y en ese lugar mismo que Jesús ha preparado para usted mediante Su propia
presencia, y el sacrificio de Su propia sangre.
Cuando seamos transformados y
trasladados, llevados a la casa del Padre, tendrá lugar la presentación.
Ya nos hemos referido a Efesios 5, donde se nos dice que, "Cristo amó a la
iglesia y se entregó a sí mismo por ella… para presentársela a sí mismo, una
iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea
santa y sin falta". (Efesios 5: 25 a 27 – LBLA). Entonces Jesús tendrá
ante Él a todos aquellos que forman el cuerpo de Cristo, la esposa del Cordero,
la Iglesia del Dios viviente. Sí, en efecto, Él se la presentará a Si mismo.
Su amante corazón entonces sentirá — «Esta es la Iglesia que amo, esta es la
Iglesia que compré, esta es la Iglesia que es más querida por mi corazón que yo
mismo, esta es mi esposa, a la que estoy unido para siempre.» Qué debe ser
tener a Jesús presentándonos a Sí mismo. Nosotros somos extremadamente felices
estando en Él ahora, pero, como un amigo querido me dijo el otro día, «¡Cuándo
veamos al bendito Jesús, habrá tal bocanada de amor!» ¿Quién puede describirlo?
pues nuestros mejores pensamientos son más que pobres. ¿Pero entonces qué?
Habrá el tribunal, y seremos manifestados delante de él; el tribunal de
Aquel bendito que nos amó tanto. En el primer sermón yo traté de mostrar que el
creyente ya ha sido juzgado y se le ha dado muerte como pecador, en Cristo su
substituto, en la cruz; así que ahora estamos vivos en un Cristo resucitado, y la
muerte y el juicio han quedado atrás de nosotros. Pero entonces, usted dice,
«¿cuál es el significado de, "es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo" que encontramos en 2ª. Corintios
5: 10?» Ello se refiere a aquellos de los cuales se habla en el primer
versículo del mismo capítulo: a saber, "Sabemos que si nuestra morada
terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una
casa no hecha de manos, eterna, en los cielos". Esto describe a aquellos a
los que se refiere el versículo 10. Ellos saben que están perfectamente a
salvo, y que la gloria celestial está asegurada para ellos. No, aún hay más;
ellos saben que tienen el Espíritu Santo, y dicen, «Por eso siempre estamos
confiados.» Tengan la seguridad, entonces, de que ninguna pregunta va a ser
planteada acerca de nuestra salvación en aquel tribunal. Todo eso fue resuelto
en la cruz, y tenemos el Espíritu Santo como las arras (la garantía) de nuestra
herencia. De hecho, nosotros no apareceremos allí hasta que tengamos cuerpos
glorificados, y seamos eternamente felices en el amor de Cristo, y en el
disfrute personal de Su gloriosa presencia. Supongan que alguno de ustedes se
fuera de su casa por doce meses, y que dejara tres o cuatro niños con el
encargo de ser cuidados durante su ausencia. Cuando volvieran, ¿no tendrían
ustedes un tribunal? Convocarían a aquellos en quienes ustedes hubiesen puesto
la confianza y elogiarían a uno que ha sido fiel, reprobarían, tal vez, a otro
que no hubiese cumplido con sus deseos, le dirían a un tercero, posiblemente,
que él podría haberlo hecho mejor. De modo que en el tribunal de Cristo cada
uno recibirá "según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo". (2ª. Corintios 5: 10). Por lo tanto, nosotros vemos que
se trata de un asunto de mayordomía, y no de un asunto de salvación, en
absoluto. Sabiendo esto, es importante que el creyente viva y ande de tal
manera que pueda decir, «Yo estoy haciendo esto o aquello con el tribunal de
Cristo justo delante de mí.» De esta forma, el corazón se mantendrá fiel a
Cristo.
Pero, ¿qué les ocurrirá a los
santos en el cielo después de esto? Pues mucho, no lo dudo, más de lo que
sabemos, pero sabemos que habrá ese acontecimiento muy glorioso, las bodas del
Cordero. Tengo entendido que cuando Cristo venga, según 1ª. Tesalonicenses 4, los
que son Suyos serán arrebatados para encontrarse con Él. Esto incluirá más que
a los miembros del cuerpo — la Iglesia de Dios. Incluirá a todos los santos,
todos los que han creído en el Redentor desde Adán hasta ese momento. "Los
que son de Cristo" (1ª. Corintios 15: 23) serán arrebatados para entrar en
el disfrute de sus bendiciones celestiales — serán tomados para encontrarse con
el Señor, y para estar con Él para siempre. Entonces disfrutaremos de la
presencia del Señor antes de que las glorias del reino sean manifestadas, y
mientras los juicios son derramados sobre los hombres en la tierra. Pero
después de cierto tiempo, Apocalipsis 19 tendrá su cumplimiento, cuando se
dirá, "han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado".
(Apocalipsis 19: 7). Ahora bien, sin ser
dogmático, me parece que en esta parte de Apocalipsis 19, los santos que están
en el cielo se dividen en dos compañías; a saber, los que componen "la
esposa del Cordero", y, "los que están invitados a la cena de las
bodas del Cordero". (Apocalipsis 19: 9 – LBLA). Las cosas toman entonces
una forma categórica y especial; después todos saldrán del cielo siguiendo a
Jesús, cuando viene en llama de fuego para ejecutar la justa ira y la justa indignación
sobre los inicuos (2ª. Tesalonicenses 1: 7, 8). Cuando se dice: "han
llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado", entiendo que
la enseñanza es que hasta ese momento todos esos santos habrán estado en el
cielo sin que la Iglesia haya asumido su lugar distintivo entre ellos. Porque,
como he tratado de mostrar, la Iglesia tiene un llamamiento distinto y
especial, como la esposa, y el cuerpo de Cristo; de modo que la preparación se
aplica a los que componen la Iglesia de Dios asumiendo una forma agregada.
Entonces ellos, asumirán manifiesta y formalmente, si puedo decirlo, su
posición como la esposa del Cordero. El resto de los santos celestiales, a mi
juicio, son presentados a nosotros como ocupando otro lugar, como invitados a
las bodas — como espectadores, si ustedes lo prefieren. En Apocalipsis 4 parecen
estar todos juntos, bajo el nombre de "ancianos"; pero cuando los que
forman la Iglesia, la esposa de Cristo, ocupan el lugar especial que, en la
gracia y en el propósito de Dios les es asignado, nunca la palabra
"ancianos" es utilizada después. Nosotros leemos acerca de "Los
que están invitados a la cena de las bodas del Cordero" (Apocalipsis 19: 9
– LBLA), es decir, como he dicho, están allí como invitados, o espectadores. No
dudo que serán eternamente felices y bienaventurados, y estarán asociados con
Cristo en el reino; pero yo no estoy enterado de que se nos diga cuál posición
puedan tener en la gloria. Pero sí sabemos que la Iglesia de Dios, el cuerpo y
la esposa de Cristo, tiene siempre un lugar distintivo en las Escrituras.
¿Qué es lo siguiente que hemos
de esperar? Habrá una manifestación, porque ese es el propósito de Dios.
El apóstol Pablo nos dice que "toda la creación gime a una, y a una está
con dolores de parto hasta ahora"
(Romanos 8: 22); y añade que ella está esperando "la manifestación
de los hijos de Dios". (Romanos 8: 19). Ninguna persona sabe ahora quiénes
son "los hijos de Dios". Ustedes pueden ir a un pueblo donde viven cientos
o miles de cristianos, y no saber quiénes son; ellos no han sido manifestados.
Pero la voluntad de Dios es que sean manifestados, que sean manifestados al
mundo, "para que el mundo conozca", dijo Jesús, "que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado".
(Juan 17: 23). Esta fue la oración de Cristo en Juan 17. Leemos también, en 2ª.
Tesalonicenses 1, que el Señor Jesús será revelado "desde el cielo con sus
poderosos ángeles… cuando El venga para ser glorificado en sus santos en aquel
día y para ser admirado entre todos los que han creído". (2ª. Tesalonicenses
1: 7 a 10 – LBLA). La Escritura no dice, para ser glorificado por sus
santos, sino, para ser glorificado en ellos. Es decir, nosotros seremos
como un número de pequeños vasos en los que Él derramará Su propia gloria, y el
mundo verá cuáles han sido las riquezas de la gracia de Dios para con nosotros
en Cristo. De modo que cuando seamos manifestados con Cristo el mundo mirará
hacia arriba y sabrá que somos las personas que fueron redimidas por la sangre
de Cristo. Nos verán compartiendo Su gloria, vasos de gloria, publicando Su
alabanza. Cada amado en Cristo será un vaso llevando la gloria de Cristo ante
el mundo. Cristo será entonces glorificado y admirado en aquellos que
creen. Piensen en esta manifestación; y no sólo eso, sino que piensen,
como leemos en Apocalipsis 19, que cuando se abran los cielos y salga Uno montando
un caballo blanco, que los ejércitos que sigan a Cristo no serán sólo la
Iglesia, sino todos los santos que tienen un lugar en los lugares celestiales. En
ese momento, piensen también en lo que debe ser estar asociado con Cristo en el
juicio de los inicuos que están vivos, estar compartiendo con Cristo en Su reinado
sobre la tierra, estar asociados con Cristo en Su juicio a los inicuos muertos
en el gran trono blanco, y estar eternamente con Él — "estar siempre con
el Señor". Pero nosotros esperamos ser especialmente manifestados al mundo
como la desposada, la esposa del Cordero. Esto es sacado a la luz en
Apocalipsis 21, donde se nos dice que un ángel llamó la atención del apóstol
Juan sobre el hecho de que iba a mostrarle — presten ahora atención — ¿A mostrarle
qué? Mostrarle "La desposada, la esposa del Cordero". Ustedes ven que
ahora se trata de la esposa. Se habla de las bodas como si ello hubiera tenido
lugar en el capítulo 19. El ángel dice: "Ven acá, yo te mostraré la
desposada, la esposa del Cordero". (Apocalipsis 21: 9). No dice, «Te
mostraré una ciudad.» Yo llamo a prestar una particular atención a esto, porque
yo no creo que se trata de una ciudad literal en absoluto. Las personas hablan
acerca de las puertas y calles de oro, y de piedras preciosas, como si se
refirieran a una ciudad literal. Yo pienso que se trata de una ciudad
simbólica. Está tan claro como es posible que Juan fue llamado a ver a la esposa
y se nos dice que el ángel le mostró una ciudad. Así que también, cuando el
apóstol tuvo que ver a la ramera Babilonia, como está mencionado en Apocalipsis
18, se le mostró una ciudad. Pero ciertamente Babilonia no es una ciudad
literal. Se nos dice que en ella se encontró, "la sangre... de todos los que
han sido muertos en la tierra".
(Apocalipsis 18: 24). Así que entiendo de este capítulo que la Iglesia
descenderá del cielo, de Dios, y que aquellos de las naciones que son salvos
caminarán a la luz de ella. Han visto ustedes el brillante y bello sol
suspendido sobre sus cabezas, derramando su luz, tan deslumbrante que ustedes no
se han atrevido a mirar su gloria. Pienso que así los que son salvos mirarán
hacia arriba y verán a la desposada, la esposa del Cordero, resplandeciente y
perfecta conforme al pensamiento divino, y vestida con la gloria de Dios. Ella
brillará con luz semejante a la "de una piedra preciosísima, como piedra
de jaspe, diáfana como el cristal". (Apocalipsis 21:11). Se nos dice allí
que ella tenía en sus cimientos los nombres de los apóstoles, y en la epístola
a los Efesios se nos dice que ella es edificada sobre el fundamento de los
apóstoles, ya que ellos fueron sus fundadores doctrinales. La Iglesia comenzó a
ser edificada en la tierra en Pentecostés. Este hermoso retrato, en Apocalipsis
21, nos lleva al milenio, un período de bendición en la tierra durante mil años.
Ustedes dicen, «¿cómo lo sabe? ¿Acaso no es un retrato del estado eterno?» Pues
no; porque se nos dice que "las hojas del árbol eran para la sanidad de
las naciones". (Apocalipsis 22: 2). Y encontramos que después se dice que
en el estado eterno "ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor,
ni dolor". (Apocalipsis 21: 4). El milenio, aunque es un tiempo de
inconcebible bendición en la tierra, será sin embargo una condición imperfecta
de las cosas. Habrá pecado, muerte y maldición, como enseña Isaías 65. Además,
el período está limitado a mil años. En aquel entonces habrá "naciones"
que andarán a la luz de esta ciudad (Apocalipsis 21: 24); pero yo entiendo que en
el estado eterno no habrá naciones. Las personas se jactan de la nacionalidad; pues
que regresen ellas a la torre de Babel, y consideren la triste historia de cómo
las nacionalidades llegaron a existir. El Señor Jesucristo vino a deshacer las
obras del diablo, y a introducir una nueva creación.
Hasta ahora hemos seguido un
poco el rastro en las Escrituras en cuanto a la Iglesia de Dios y su gloria
venidera; pero debemos añadir uno o dos pensamientos más en cuanto al estado
eterno, porque el tema estaría incompleto sin ello. La Iglesia, la esposa y
cuerpo de Cristo, tiene cualidades eternas. no sólo es eterna en el sentido de
que tiene una salvación eterna, sino que el creyente, que ahora pertenece a la
Iglesia de Dios, siempre pertenecerá a la Iglesia de Dios. Como prueba de ello,
sólo me referiré a dos textos. En Efesios 2, que es una epístola que trata
enfáticamente de la Iglesia, se nos dice que Dios "nos sentó en los
lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos
venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús". (Efesios 2: 6, 7 – LBLA). Ahora bien. Fíjense
ustedes en las palabras, "los siglos venideros". El milenio es un
siglo (o, una era, una edad). Lo que sigue a continuación del milenio es el
estado eterno — a saber, "los siglos de los siglos", y, por tanto, yo
entiendo que este texto demuestra que la Iglesia, como tal, ocupará una
posición especial y única a lo largo de la eternidad. Pero hay otro texto, si
es necesario, que es aún más categórico acerca del asunto. En el versículo
final de Efesios 3 se dice, "a El sea la gloria en la iglesia y en Cristo
Jesús por todas las generaciones (o, edades), por los siglos de los siglos".
(Efesios 3: 21 – LBLA). Aquí se habla de la Iglesia como existiendo como tal,
"por todas las generaciones (o, edades)". Nada puede ser más claro.
Unas pocas palabras para
concluir. ¿Hay algunos aquí que no están en Cristo? Mis amados amigos, ¡qué
misericordia que ustedes están fuera del infierno! ¡Gracias a Dios que ustedes
no están en las tinieblas de afuera! ¡Sólo la misericordia de Dios los ha
guardado del pozo del abismo! Queridos amigos, nunca tendrán esta gloria de la
que hemos estado hablando si están fuera de Cristo. Ustedes pueden ser tan
religiosos como quieran, tan dedicados como quieran en actos de bondad; pueden
repetir sus formas acostumbradas de oración diez mil veces al día; sin embargo,
la única pregunta vital es: ¿Están ustedes en Cristo? Si están en Cristo, ustedes
son salvos; ustedes pertenecen a la Iglesia de Dios; son herederos de la gloria
venidera; estarán para siempre con el Señor. Pero, ¡oh! si se alejan de este
lugar rechazándole — si ustedes siguen rechazando al Señor Jesucristo como su Salvador,
el momento de un terrible juicio vendrá con toda seguridad. Ustedes pueden
morir, y ser enterrados respetablemente, y sus amigos pueden llorar
profundamente su pérdida; pero dondequiera que ustedes estén, vivos o muertos,
Cristo, que es el Señor de todos, ciertamente los hallará. Él los llevará a Sus
pies. Él los declarará tan totalmente culpables que no podrán levantar la vista
ni responder a una sola palabra. Se quedarán sin palabras. Los condenará a las
tinieblas de afuera, con el diablo y sus ángeles, para siempre. Consideren,
queridas almas, qué pecados y culpas carmesíes y como la grana llevan con
ustedes. Vengan ustedes, pues, al Señor Jesús tal como son, para que se
regocijen en Él como su Salvador; porque, "¿cómo escaparemos nosotros, si
descuidamos una salvación tan grande?" (Hebreos 2: 3). Ustedes pueden no
descuidar sus honestos deberes; pueden no descuidar las oraciones; pueden no descuidar
ir 'a la iglesia o la capilla'; pueden no descuidar la lectura de las
Escrituras; pero, queridas almas, ustedes descuidan la salvación; descuidan a
Cristo; lo rechazan como su Salvador. ¿Qué puede ser peor? Ustedes están, por
tanto, en el camino a la perdición eterna. ¡Oh, que ustedes reconozcan ahora la
rica misericordia de Dios al dar a Su Hijo unigénito para que muriese por los
pobres pecadores arruinados como ustedes y como yo! — para que "todo
aquel" " — observen, "todo
aquel" — ya sea rico o pobre, disoluto o moral - "todo
aquel", con canas o joven - "todo aquel" que sea, o
cualquiera que sea su historia, condición o carácter, si ustedes creen en el
Señor Jesucristo, Él declara que ustedes no se perderán, más tendrán "vida
eterna". (Juan 3: 16). Pobre, querido y moribundo pecador, estas son las
amorosas palabras de aquel bendito Señor Jesús, que ahora está en la gloria
mirándote. Y sigue siendo fiel a Su palabra, que todo aquel que cree en Él no
se perderá. No hay nada que tú puedas hacer; Él ha hecho todo para salvar a los
pecadores. Sí, «Jesús lo hizo, lo hizo todo, hace mucho, mucho tiempo», para
que "todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
(Juan 3: 16). No temas a este Jesús amante de los pecadores, el Cordero de
Dios, que se complace en la misericordia.
Queridos amigos, les advierto
esta noche. Ustedes se preguntan, ¿Qué debo hacer para ser salvo? Les repito
que no hay nada que hacer, ya está todo hecho, pero crean en el Señor
Jesucristo, es decir, crean Su palabra, descansen en Su obra terminada, en Su
sangre limpiadora de pecados. Pueden estar seguros de que será fiel a lo que Él
dice. "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo". (Hechos 16: 31).
H. H. Snell (Marzo 1817 - Enero 1892)
Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2020
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
BJ
= Biblia de Jerusalén.
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo
Hispano)
RVR1977
= Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
RVR1865
= Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible
Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Título original en inglés: The Church of God, and Her Coming Glory, by H. H. Snell
Versión Inglesa |
|
|