La
Venida del Señor y el Día del Señor
De la Revista "The Bible
Treasury", volumen 3, página 59, abril 1860
Todas las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las
comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Lectura Bíblica: 2ª. Pedro 3
Algunos pueden sentir que es
extraño que el Espíritu de Dios, en vez de abordar el tema de la venida del
Señor, se aparte enseguida de él para hablar de Su día. Y yo no dudo en
absoluto que muchos lectores de esta y de otras partes del Nuevo Testamento han
sido inducidos apresuradamente a confundir ambas cosas, a causa de esa misma
circunstancia. Pero nosotros podemos estar siempre seguros de que "lo
insensato de Dios es más sabio que los hombres, como dice el Apóstol Pablo al
escribir a los Corintios. (1ª. Corintios 1: 25). Ellos también estaban algo
confiados en su propio conocimiento. Estaban razonando acerca de los modos de
obrar de Dios. Podían haber dicho, «¿por qué Dios no pudo haber redimido y
salvado a Su pueblo de una manera menos llena de dolor y vergüenza que por la
muerte de Su Hijo?» El sacrificio de Cristo era requerido para expiar. Esa
cruz, el Apóstol sigue mostrando, que a algunos pareció algo insensato, como
ella parece siempre al mundo, es la profunda sabiduría de Dios. No meramente Él
consumó la redención en la cruz; sino que Él estaba poniendo Su sentencia sobre
todo lo que hay en el hombre, y sacando a relucir mediante Su amor el odio
inveterado del mundo contra Él mismo.
Pedro está escribiendo a los
que habían sido judíos anteriormente, y ellos estarían, por lo tanto, algo
familiarizados con el pensamiento del "día del Señor", ya que se
habla mucho de él en el Antiguo Testamento como el día tremendo de trato Divino
con la tierra habitada. Pues ese es el asunto. No meramente el momento cuando
los hombres serán resucitados de los muertos para ser juzgados delante del gran
trono blanco. El día del Señor es Dios tratando con el mundo tal como es;
deteniendo todas sus ruedas; deteniendo a los hombres en medio de todas las
ajetreadas escenas de la vida, y llamándolos a rendir cuentas. El Antiguo
Testamento, al tratar con el hombre en la tierra, naturalmente da gran
importancia a "aquel día". El juicio del gran trono blanco es
completamente fuera del mundo. El cielo y la tierra habrán desaparecido; será
un juicio no relacionado con el tiempo, sino que abre paso a la eternidad.
Presten atención a la
sabiduría de Dios aquí. Estos hombres no se burlan del día del Señor; incluso
un judío no convertido, con las Escrituras del Antiguo Testamento en sus manos,
habría tenido temor de aparecer restando importancia a eso. Pero ellos estaban
diciendo, «"¿Dónde está la promesa de su advenimiento?" Ustedes los cristianos
están esperando la venida de Cristo para que los haga felices. Ustedes son las
personas más miserables en el mundo. No disfrutan de nada. Ustedes se separan
de todos nuestros intereses y placeres. En todo encuentran defecto, no sólo en
nuestros malos caminos, sino en nuestros mejores esfuerzos; y, después de todo,
Él no viene. "¿Dónde está la promesa de su advenimiento?"» Este es
exactamente el lugar en que la venida de Cristo pone al cristiano. ¿Qué dice el
Espíritu de Dios a quienes se burlaban de la esperanza de los santos? Su
respuesta en efecto equivale a esto, «Creo que no voy a hablarles acerca de la
esperanza del cristiano, un tema al que ustedes restan importancia. Pero les
advierto acerca de una escena terrible que ustedes han olvidado. Existe una
cosa tal como "el día del Señor" venidero.» Es decir, el Espíritu
Santo prescinde del tema de la esperanza de la iglesia y del cristiano, es
decir, la venida del Señor a llevarlos con Él mismo que nos sacará de toda esta
escena, nos llevará al cielo, y nos pondrá en paz y bienaventuranza delante del
Padre. El Espíritu Santo en la 2ª epístola de Pedro no aborda esto. En la
epístola de Judas, Él sólo nos presenta una vislumbre de la bienaventuranza de
los santos delante de Dios. Leemos, "A aquel que es poderoso para
guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría". (Judas 24). Ustedes tienen allí una vislumbre del intenso gozo
interior de los santos de Dios acerca del cual el mundo no sabrá nada. El mundo
jamás puede ver aquello de lo cual el cristiano disfrutará mejor en la
presencia de Dios el Padre; tampoco sabrán algo acerca de la venida de Cristo
que nos introducirá en esa escena. Pero el mundo va a ver el día del Señor, y
cuando llegue ese día el Señor tendrá a todos Sus santos en el cielo, en el
resplandor pleno y en la plena intimidad de disfrute de la casa del Padre.
Después los sacará y los exhibirá en la gloria de Su Padre y la de los ángeles
ante el mundo, y entonces vendrá el juicio retributivo. El Señor vendrá del
cielo y tratará con los hombres en medio de sus ajetreados caminos, y obras, y
planes aquí abajo. Esto es lo que vemos en 2ª. Pedro 3. Él dice, «vosotros os
burláis de nuestra esperanza, pero os recordaré vuestro temor, y cuando oigáis
acerca de ello, vosotros podéis temblar. "Mas, oh amados, no ignoréis esto
(y que los amados santos de Dios lo recuerden bien): que para con el Señor un
día es como mil años”, etc.» El Señor puede aglomerar asombrosamente en un día acontecimientos
que podrían haber abarcado mil años; mientras que, por otra parte, Él puede demorar
los de un día en la paciencia
de mil años. El Señor no se tarda con respecto a Su promesa. Él no está
dispuesto a propinar el terrible golpe que está a punto de caer sobre el mundo.
Él quiere "que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento".
Estas palabras desechan completamente la hórrida idea (técnicamente llamada
reprobación) de que cualquier hombre fue hecho con el propósito de ser echado
en el infierno. Dios, por el contrario, desea salvar. Su corazón anhela a los
hombres. Los espera, les suplica. Les envía el evangelio para que lo reciban.
Sin duda es la pura gracia y la única gracia la que despierta un alma al amor de
Dios. Pero es el pecado, la incredulidad del hombre (sea cual sea el
endurecimiento judicial en ciertos casos) lo que los aísla en el rechazo de Su
misericordia.
Ya sea que la demora sea corta o larga, sea ella de mil años o de un
día, el día del Señor vendrá como ladrón en la noche. Vendrá de manera
súbita, y no será bien recibida en este mundo. Él hace que el día del Señor
abarque todo el espacio de tiempo desde la venida del Señor en juicio, a través
del milenio, hasta el gran trono blanco. Pues todo eso está aquí implicado. Leemos,
"los cielos pasarán con grande estruendo… y la tierra y las obras que en
ella hay serán quemadas", y esto debe ocurrir antes que finalice el día.
"Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta
manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en
piedad" (2ª. Pedro 3: 11 – LBLA). Ustedes pueden sentir, y debieran
sentir, lo que el hombre es en sus mofas contra la verdad de Dios; pero la
mejor respuesta a todo ello es la de un santo comportamiento — el resultado en
sus almas y en su andar del conocimiento de esa esperanza, y de su sentido de
la terrible condena que espera a los que desprecian no sólo la justa voluntad
de Dios, sino Su misericordia. El Señor nos muestra aquí la importancia de
ello. "¡Qué clase de personas… esperando y apresurando la venida del día
de Dios…!" (2ª. Pedro 3: 11, 12 – LBLA)! Es decir, no queremos que este
día se retrase para nuestro propio bien, sino que amamos la paciencia de Dios
hacia los hombres, y eso reconcilia nuestros corazones con la dilación,
mientras que personalmente, anhelamos que el Señor venga; porque sabemos que
cuando Él haya venido y nos haya llevado, el día de Dios debe caer rápidamente
sobre la tierra.
"Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y
tierra nueva, en los cuales mora la justicia". Esto presenta la llave para
los escritos de Pedro: a saber, la justicia es el pensamiento en esta epístola,
así como en la primera. La venida del Señor a buscar a Su pueblo no es la
exhibición de la justicia sino el despliegue de Su gracia. Él ha comenzado y Él
terminará con nosotros en completa y celestial gracia, la cual nos ha escogido
para estar con Él. Pero yo tengo aquí el día del Señor, el cual tiene un
aspecto de justicia incluso para nosotros. Cuando llegue ese día nosotros
seremos manifestados (Colosenses 3: 4). El día lo dará a conocer (1ª. Corintios
3: 13 – VM). Se trata del momento cuando tendremos recompensas por el
padecimiento especial o por la fidelidad de cualquier tipo: es decir, es el
momento que, por lo tanto, detectará dónde hemos sido infieles, y por qué hemos
fallado. El día del Señor no finalizará hasta que todo el mal haya sido
desterrado y la justicia introducida y establecida, habiendo desaparecido todos
los enemigos. El día del Señor es tan enfáticamente justo, así como Su venida
es gracia. Nunca se dice que el mundo vea algo de la venida del Señor a buscar
a sus santos. Los echará de menos, sin duda. La advertencia de la gracia se
habrá cerrado, aunque pueda ser levantado un testimonio del reino venidero y de
los juicios, y algunos corazones se abrirán para recibirlo. Pero ni una sola
palabra de esperanza ofrece la Escritura a los que ahora rechazan el evangelio.
Traducido del inglés por:
B.R.C.O. – Julio 2020
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929
(Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).